jueves, 31 de julio de 2025

30 Años De... Pulp: Different Class (1995)

 "Sexy, irreverente e histórico..."

Es probable que muchos no estén enterados que antes de alcanzar el éxito en 1994/5, Pulp llevaban intentándolo por más de una década. Sin ir muy lejos, su primer álbum data de 1983, desde ahí dejaron en el camino tres discos y fue recién en 1992 cuando un sello multinacional como Island Records se interesó en ellos. ¡Claro! Comenzaban los noventa, se veía venir el llamado brit pop junto a esa ola de jóvenes bandas británicas que acabaron por transformarse en todo un fenómeno en aquellos años, por lo que había aprovechar que el horno estaba caliente y exprimirlas a como diese lugar. Ahí, las principales portadas fueron acaparadas por Oasis + Blur, sin embargo, el gran álbum inglés de aquellos años fue este: Different class de Pulp, una maravilla atemporal rebosante en talento, clase, elegancia y estilo.

Parte importante de lo anterior guarda relación con la trayectoria que Pulp cargaba a cuestas para mediados de los noventas. A esas alturas Jarvis Cocker superaba los treinta años, la banda también, y aquella madurez si bien se había anticipado un año atrás mediante un disco como His n hers (1994), acabó por explotar definitivamente en este Different class, un álbum que habla de cosas muy serias en un tono divertido, por más contradictorio que esto se lea. Y ahí es donde reside principalmente el mérito de este disco, en la capacidad hablar de temas adultos, dígase: historias de cama y frustraciones de una clase media obrera inglesa que durante los años ochenta creció con una sensación instalada de marginalidad. Sin embargo, lo interesante del trabajo es que lejos de contarte la historia desde la rabia, Pulp hacen de su tragedia una virtud, invitándote a bailar mediante un álbum de intenso pop marcado por momentos tan sexys como irreverentes.

"Deformes, errores, inadaptados..." - abre expresando un carismático Jarvis Cocker en 'Mis-shapes', para luego seguir con un "No nos vemos como tú. No hacemos lo que tú haces. Pero vivimos por acá también...". Más claro imposible, no? El resentimiento social está presente, desborda cada línea, se huele y se oye, sin embargo, lo dicho: la banda empapa el mensaje con una melodía graciosa e intensa, generando así magia instantánea. Sin ir muy lejos, en una misma línea más adelante estas sensaciones se elevarán a la enésima potencia mediante el himno generacional (y prácticamente de todo el brit pop) 'Common people', relatando la historia de un tipo ordinario que le muestra la vida de calle a una ricachona, sazonando el diálogo con frases impregnadas de un fantástico humor negro.

"Tú nunca vivirás como gente común. 
Nunca fallarás como gente común. 
Nunca verás la vida deslizarse fuera de tu vista
Y bailar, beber, cagarla, 
porque no hay nada más que hacer..."

También dentro de una arista marcada por la dinámica pop aparecerá aquella joya de single que fue 'Disco 2000', donde Jarvis vuelve a enmarcarse como el gran contador de historias que es, hablándonos de la friendzone décadas antes de que el término existiese ("Decían que cuando creciésemos nos casaríamos y nunca nos separaríamos / Oh, nunca lo hicimos / Aunque a veces piense en ello...") mientras que en la exquisita 'Underwear' (una que perfectamente pudo ser un hitazo de haber sido promocionada como tal) abordará el fascinante relato de una infidelidad a punto de ser descubierta ("¿Cómo demonios llegaste a acá? / Semi desnudo en la pieza de alguien más..."), temática que por cierto ya se habrá tocado a comienzos del álbum mediante 'Pencil skirt' ("Sé que estás comprometida con él / Pero también que quieres algo con qué jugar..."), además de otros tantos temas que presentarán sutiles connotaciones eróticas tanto en la líricas como en el sonido, hablo de 'Live bed show' o 'I spy'

El cóctel se complementará de manera diversa, yendo a la balada en 'Something changed', encontrando un competente medio tiempo en 'Sorted for e's & wizz' y entregando el momento más experimental del disco en la extensa 'F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E'. Y si, que puede que el único defecto que podamos marcarle a un disco así de sólido sea el que no logra cerrar como es debido, con una 'Monday morning' normalita (aunque levanta bastante en su histérica recta final) y una aún más corriente 'Bar Italia'.  

Detalles, sin embargo, que no le restan demasiado a un trabajo inmenso. Con producción del mítico Chris Thomas (famoso por haber trabajado junto a The Beatles en el disco blanco y mezclar The dark side of the moon de Pink Floyd, entre tantos más), estamos frente a álbum inteligente, de conceptos y letras fascinantes fuera de un sonido sofisticado que supo marcar distancia respecto a cualquiera de sus pares. Desde aquí ciertamente Pulp, y junto a ellos toda la ola britpopera, solo podía comenzar a desmoronarse. 

¿Canciones? 'Common people', 'Disco 2000' y 'Underwear'.

9/10
Brillante.


Otras reseñas de Pulp:

lunes, 28 de julio de 2025

Marina : Princess Of Power (2025)

 "Constantes contrastes..."

Tras una impecable trilogía inicial marcada dos excelentes álbumes como Electra heart (2012) + Froot (2015), le costó en adelante a la galesa Marina Diamandis sostener las expectativas generadas. Y vaya que lo intentó todo. Se cambió el nombre (dejó de ser "Marina and the diamonds"), se tomó cuatro años para grabar un álbum bastante experimental como Love + Fear (2019) donde debatió su sonido entre personales baladas y un acercamiento a los ritmos latinos (grabando incluso un single con Luis Fonsi, ¡horror de decisión!), esto para luego recular y volver al pop dinámico un par de años más tarde mediante el correcto Ancent dreams in a modern land (2021), disco con el que la vocalista pareció en cierto modo pedir disculpas a sus seguidores tras tanta confusión y solicitarles algo más de tiempo para regresar en plena forma creativa. Y bueno, su sexto álbum parece ser el resultado de dicha procesión, un trabajo que efectivamente retoma el sonido donde había quedado diez años atrás con Froot, acercándola con fuerza al electro pop mientras en materia temática continúa dando muestras de quien es ella ahora, digamos, un personaje que derrocha divismo y confianza. Sin embargo, una cosa es la postura, las intenciones y otra muy distinta los resultados. Y ahí, todo sea dicho, Marina sigue sin recuperar la regularidad que alguna vez ostentó.

Me explico. El solo hecho de que el disco esté compuesto por trece canciones y llegue casi a los cincuenta minutos de duración algo anticipa: no busca solo salir del paso si no que apuesta por la contundencia. El problema es que esta aparece solo a momentos, en pasajes que efectivamente muestran la mejor versión de la vocalista, pero estos se complementan con otros que se conforman con rellenar el álbum, generando un constante contraste que perjudica el nivel general.

Yendo a la música, el álbum abre bastante bien con 'Princess of power' (la canción) que vuelve a situar a la vocalista hablando desde el empoderamiento y el haber "confundido el amor con control y manipulación", idea que enlaza perfecto con la juguetona 'Butterfly' con ese coro lleno de filtros que habla de desplegar alas y volar sobre la brisa, mientras que 'Cuntissimo' es ese single que Marina no lograba lanzar efectivamente desde 'Froot' o 'Bubblegum bitch', cargándose esta vez al tecno pop y mostrando a una vocalista rebosante en actitud. A las mencionadas se suman más adelante cosas como 'Metallic stallion', por lejos el tema más interesante musicalmente hablando en todo el álbum y el único además en donde la vocalista logra entregar una estructura que juega con las intensidades (emulando vientos incluso con los teclados), mientras que tanto en el pop de 'I love you' como en 'Final boss' recordará muchísimo los tiempos de Froot con ese bajo marcado en el sonido. 

Lamentablemente la otra mitad del disco (que no es poco) cargará con un importante problema: serán todas canciones demasiado sencillas. Y si bien tras 'Cuntissimo' algo como 'Rollercoaster' en su simpleza se deja oír y funciona evidentemente como puente para algo más sofisticado, 'Cupid's girl' encabezará una lista de canciones que se conforman con encontrar un coro y dado que estos no tienen nada memorable, mueren ahí. Ocurre en toda la pasada por 'Je ne sais quoi', 'Digital fantasy' + 'Everybody knows I'm sad', esta última siendo una que pedía a GRITOS algún arreglo algo más explosivo, sobre todo en su recta final, y también en baladas estilo 'Hello kitty' o 'Adult girl' que es poco lo que aportan desde lo musical.  

Princess of power está lejos de ser un desastre, medio disco cumple de sobra y eso hay que dárselo. Sin embargo, el conjunto avanza a tropiezos y por momentos vuelve a mostrar la arista más simplona y olvidable de una Marina que por alguna razón insiste en tratar de perseguir el mainstream siendo que no lo necesita. 

¿Canciones? 'Cuntissimo' , 'Metallic stallion' y 'Final boss'.

jueves, 24 de julio de 2025

Ha muerto Ozzy Osbourne.


Cada vez que perdemos a un gigante de la música la misma idea viene a mi cabeza: que quienes rondamos los cuarenta (por arriba y por abajo) seremos la generación que presenciará de manera consciente la extinción de los dinosaurios.

Mi padre tiene 71 años. Vivió la muerte de Lennon, Hendrix, Jim Morrison, Elvis o Freddie. Existía, sin embargo, en aquellos años plena convicción de que tras ellos vendrían otros, que habría un recambio. Y así efectivamente fue. Vinieron luego los Cobain, Layne Staley, Chris Cornell, Vedder, Thom Yorke y tantos más. Ahora, sin embargo, no viene nada. Se están yendo uno a uno y cuando se haya ido el último simplemente no habrá más. Solo un doloroso silencio.

Ha muerto Ozzy. He pensado mucho estos días en aquel 1995 cuando con apenas catorce años le conocí gracias a Ozzmosis, aquel disco metió singles en la radio como 'Perry Mason' o 'See you on the other side' y aquello me permitió valorarle. Con los años fui yendo hacia atrás en su historia, supe de sus años ochenta y de lo inmenso que fue Black Sabbath. Entendí que fueron ellos quienes le metieron peso al rock transformando con ello el futuro. Que no habría metal como lo conocemos sin Ozzy + Black Sabbath.

Ozzmosis cumple treinta años de vida en este 2025, corresponde una reseña de aniversario pero no quiero forzar el homenaje. Llegará espero en septiembre u octubre como lo tenía planeado. Por ahora seguiré girando en círculos, tratando de imaginar este mundo en donde Ozzy Osbourne comenzará a ser solo un gigante recuerdo. Otro extinto dinosaurio. 

martes, 22 de julio de 2025

Bon Iver: Sable, Fable (2025)

 "Renacer y florecer..."

Era de esperar, pero a Justin Vernon le terminó pesando el haber alcanzado una cima creativa recién en su segundo disco (el homónimo de 2011). Inevitablemente desde entonces tuvo que comenzar a desmarcarse de su propio sonido, del folk, las baladas y marcada melancolía, soltar a Justin para enfocarse en un Bon Iver muchísimo más experimental y atrevido, expresado esto en dos discos como 22, a million (2016) y I,I (2022). Cual de los dos más extraño. En dicho sentido este más reciente Sable, Fable funciona como la primera vez en más de una década en que el singular vocalista se ha permitido sonar a si mismo retomando su veta más emocional y sensible mediante un disco planteado en dos partes: una primera (de tan solo doce minutos de duración) que presenta tres canciones acústicas bastante oscuras para luego entregar una segunda parte mucho más luminosa y cargada al pop. El resultado funciona a dos frentes pues no suena a un mero auto plagio y también se enmarca como su mejor trabajo en más de una década. 

Pues lo dicho, que el álbum abre de manera curiosa con un pitido (¿electro cardiograma muerto?) de doce segundos que precederá a tres baladas acústicas que dan muestras del Bon Iver más sensible y melancólico, uno que evidentemente requiere un grado de inmersión por parte del auditor pues estas canciones alcanzan otra dimensión cuando seguimos de cerca las crisis existenciales que expresan. En 'Things behind things behind things', por ejemplo, declarará los conflictos ("Tengo miedo de los cambios / Del momento de revisar y re organizar todo...") para luego en 'Speyside' definitivamente desatarlos ("¿Qué está mal conmigo? / Realmente he estado sobre una ola de mucha violencia / Pero quizás aún puedas hacer un hombre de mi / Con lo que queda de mi..."). Cerrará este primer ciclo del álbum, sin embargo, anticipando esperanza mediante una optimista 'Awards season', adelantando el giro temático y sonoro que el álbum abordará en su segunda parte.

"Oh, cómo todo puede cambiar en un período tan pequeño.
Puedes ser re hecho. Puedes vivir de nuevo.
Lo que era dolor ahora es ganancia
¿Y sabes qué es genial? Que nada permanece igual..."

Resulta interesante por tanto que el trabajo en lugar de establecerse como el clásico "disco 100% melancólico", durante su propio trámite sea capaz de mostrar una faceta completamente diferente, una especie de renacer y florecer que se manifiesta con claridad a partir de 'Short story' seguida de la bonita 'Everything is peaceful love', que junto a cosas como 'From' o 'If only I could wait' suenan como el Coldplay de estos últimos quince años en versión sofisticada. Junto con estas el álbum girará con fuerza hacia un pop claramente luminoso entre canciones plagadas de juegos vocales que coquetean con el góspel como 'Day one y 'I'll be there', para acabar cerrando el círculo nuevamente entre sonidos reflexivos tanto en 'There's a rhythmn' como en el instrumental 'Au revoir'

Todo sea dicho, a excepción de 'Everything is peaceful love' las canciones de Sable, fable no encuentran coros o ganchos particularmente adictivos si no más bien se centran en las atmósferas positivas que intentan contagiar, dejándonos un álbum interesante de oír y atractivo en su trámite. El álbum no alcanza las cotas emocionales de los dos primeros álbumes de Bon Iver (que inevitablemente serán punto de comparación para todo lo que haga en su carrera) pero si muestra a un artista bastante más claro en cuanto a intenciones. 

¿Canciones? 'Things behind things behind things', 'Everything is peaceful love' y 'From'. 

7/10
Muy bueno.


Otras reseñas de Bon Iver:

sábado, 19 de julio de 2025

El Cuarteto De Nos: Puertas (2025)

 "Mejoran la oferta..."

Con una carrera plenamente consolidada dentro del circuito sudamericano los uruguayos del Cuarteto de Nos vienen desde hace un tiempo estirando la cuerda. Las fórmulas que tan buenos frutos rindieron para la banda en Raro (2006) se continuaron desarrollando durante años posteriores, alcanzando cierta cima creativa en Habla tu espejo (2014) para luego comenzar a tropezar con la irregularidad entre discos que desde hace un rato se han vuelto cada vez más simples en materia musical y escasos en términos de duración (digamos, un poco más que un EP: ocho canciones en media hora de duración). Dicho en simple: álbumes que casi suenan a una mera excusa para salir de gira. Y bueno, este Puertas no llega para ser excepción aunque nobleza obliga el mencionar que al menos mejoran la oferta respecto al mediocre Lámina once (2022)

Desde lo musical cabe destacar la partida a cargo de 'Puertas', con la (ya) clásica invitación a abrazar la incertidumbre por parte de un Roberto Musso que sabe encontrar buenas líneas en medio de una dinámica contagiosa ("Y sigo atravesando puertas buscando saber quien soy / A veces pura incertidumbre, a veces pura convicción..."), esto para desde en adelante entregar un disco que avanza básicamente a dos frentes (bastante disímiles entre si): un bloque "oscuro" y uno "contestatario light". En dicho sentido, ¿no habría resultado más interesante y coherente el haber publicado dos álbumes (cada uno con un concepto) en lugar de este híbrido? Pero bueno, tampoco le vamos a pedir peras al olmo. Que son el Cuarteto, un homenaje al queque marmolado.

El caso es que bajo el primer concepto aparecerán canciones que realizarán referencias a procesos internos difíciles de afrontar. Ocurre en la sólida 'Esplin' y su sólida mirada en torno a una melancolía emergente y recurrente ("A veces sanar es aprender a convivir con lo que nunca vamos a curar..."), lo mismo en 'El cuarto de Nico' aunque esta vez en tercera persona expresando un llamado a poner atención al silencio que tiende a rondar a la depresión ("Y todo el día escucha su música / Para evadir su propia acústica / ¡Escúchenlo! Aunque no esté gritando..."), seguida de 'El astrónomo que no podía ver el cielo', con la que se arma claramente el pasaje más triste del disco.

En otra arista tendremos canciones de dinámicas más juguetonas pero cuyas letras expresarán cierta rebeldía ante el poder, aunque claro, siempre hablando de manera genérica y digámoslo, ambigua. ¡No vaya a ser que nos quememos con alguna idea y perdamos seguidores! Ocurre en 'Ganaron los malos', por ejemplo, una oda al tirar la piedra y esconder la mano. Se habla de buenos y malos sin jamás quemarse con una idea concreta, de manera que ya sea un seguidor de Trump, Milei o algún miembro de la comunidad LGTBQ+, cualquiera se pueda sentir identificado con esto. Aún más divertida resulta 'El perro de Alcibíades' con su crítica al poder (¿o a los medios? ¿o ambos? Obviamente jamás queda claro) y su capacidad para desviar la atención mediante humo intrascendente ("Distraer con vulgaridades es el capítulo infaltable / En el manual de manipular...") mientras que en 'Cara de nada' efectivamente Roberto Musso se define explicitando su intención por esconder las cartas utilizando cáscaras + máscaras y que ni leyéndole sabremos que es lo que piensa. Y así efectivamente es Roberto, has triunfado: a tus sesenta y tres años no tenemos ni la más mínima idea... 

En fin. Más allá de los detalles, Puertas trae de regreso a la banda en buen pie tras un Lámina once bastante desabrido. Ninguna de estas ocho canciones destaca demasiado pero si cumplen de sobra en el contexto de lo que se espera de ellas: pop contagioso con uno que otro mensaje que juega a ser interesante. 

¿Canciones? 'Puertas', 'Esplín' y 'El cuarto de Nico'.

6,5 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas del Cuarteto de Nos:

miércoles, 16 de julio de 2025

Camila Moreno: La Primera Luz (2025)

 "Lugares comunes..."

Efectivamente hay casos en que una artista necesita tiempo para respirar, tomar aire y reencontrarse. Que no todas pueden ser una diosa incombustible (léase: Björk). En el caso de Camila Moreno no era nada fácil venir de dos álbumes tan fascinantes como Mala madre (2015) o Rey (2021), discos en donde la artista supo desatar su amplio abanico de influencias convenciendo en todos los frentes. Y bueno, ante el desafío la chilena ha decidido tomar el desvío, ganar algo de tiempo con un álbum correcto, sensible y que musicalmente tira por lo obvio.

Nos encontramos así ante un álbum breve (solo treinta y tres minutos), bastante regular y que salvo un par de excepciones (situadas ambas al comienzo del disco) apuesta por lo básico, con esa Camila que se expresa en versión dramática unicamente sobre sutiles cuerdas o un teclado. Nada nuevo por cierto, que en esa línea la hemos oído en el pasado. El caso es que si bien el trabajo abre insinuando cositas musicalmente ambiciosas, como en 'La primera luz' (con esos aires a Radiohead que inevitablemente le brotan a la vocalista) seguida de una cruda 'Madre nunca niña siempre', rápidamente el asunto girará hacia la intimidad y extrema simpleza, colocando al discurso siempre por sobre los arreglos. En ese andar habrán piezas que tienen lo suyo y funcionan, destacando algo como 'Fuga' (con unos primeros segundos que emulan la tristeza de un 'Everybody's gonna learn sometime' en versión Beck), la desnuda 'Vapor' o 'Medalla de oro' (una que pedía a gritos una explosión de mayor intensidad que lamentablemente no llega), mientras que otras oscilarán entre el auto plagio ('Irreversible' o 'Torre', por ejemplo, son bonitas pero también canciones que se las hemos oído varias veces antes) y baladas algo frías (el cierre a cargo de 'Habla' + 'Antorcha'). 

La primera luz efectivamente es un disco que intencionalmente suena a poquita cosa frente a sus antecesores, un álbum que quizás atrapa a Camila Moreno en un momento contemplativo ante su propia obra y donde ha debido tirar de lugares comunes, digamos, el piloto automático. El resultado está bien, funciona y regala uno que otro momento digno de atención. Tampoco es que pretendiese mucho más.

¿Canciones? 'La primera luz' y 'Medalla de oro'.

6/10
Bueno, cumple.


Otras reseñas de Camila Moreno:

viernes, 11 de julio de 2025

Javiera Mena: Inmersión (2025)

 "Vuelta a lo simple..."

Uno de los importantes méritos con los que contó un álbum como Nocturna (2022) fue esa capacidad para darle continuidad a la faceta popera/bailable/electrónica que la vocalista inauguró en Otra era (2014), aunque mostrando al mismo tiempo una faceta más elegante, madura y sensual. Ante dicho escenario, en lugar de repetir el plato con algo menor (como ocurrió en Espejo de 2018), Javiera Mena esta vez ha decidido buscar lo simple, entregar un conjunto algo más íntimo y minimalista que ciertamente la conecta con sus inicios. Inmersión por tanto es ante todo un disco simple que pone por delante las melodías y letras (amores y desamores, como siempre), dejando (salvo una que otra excepción) los artificios electrónicos de lado. 

Desde un comienzo por tanto notaremos por donde van los tiros, 'Palacio de hielo' abre con Javiera desnuda junto a una sutil guitarra para luego ir incorporando a la banda pero siempre de manera contenida, algo que volveremos a oír en la preciosa 'Na na na' (con unos toques orientales bastante envolventes) o en entrando en la recta final del disco mediante las acústicas 'Volver a llorar' o 'Mar de coral', esto a diferencia de cosas como 'Pez en el agua', 'Reina de la selva' o 'Esta ciudad', momentos en donde ciertos toques de sensualidad dicen presente ante dinámicas que invitan inevitablemente al baile, aunque claro, jamás con el desate de antaño. En el camino 'Claro de luna' apuntará al medio tiempo pop entre guitarras acústicas mientras que 'Absurda' contará con los arreglos más retro del trabajo (genial y divertido ese: "Y lloro, y mi gata me mira con cara de absurda...") , armando así un conjunto sencillo (son solo treinta y un minutos), de bajas ambiciones pero que centra su solidez en la contundencia melódica. 

Inmersión de Javiera Mena transmite la sensación de ser ese álbum que todo artista necesita para detenerse a respirar y ganar tiempo, una especie de punto seguido en su historia. No decepciona, sin embargo, y funciona desde el minimalismo debido a que las canciones están, las estrofas + coros logran darle realce a letras simples pero simpáticas. Lo más importante es que la vocalista parece haber encontrado un camino regular y de nivel. 

¿Canciones? 'Na na na', 'Reina de la selva', 'Esta ciudad'.

7/10
Muy bueno. 


Otras reseñas de Javiera Mena:

martes, 8 de julio de 2025

Bunbury: Cuentas Pendientes (2025)

 "Vuelta a la balada cebolla..."

Excluyendo aquella aventura furiosa (y brillante) que fue Radical sonora (1997), un disco que más bien respondió a las ansias de Enrique Bunbury por alejarse del sonido de Héroes del silencio, desde un comienzo la carrera del español estuvo ligada a su fascinación por la cultura y sonidos latinos. Sin ir muy lejos, tanto Pequeño (1999) como álbumes posteriores estuvieron marcados por aquella búsqueda, y bueno, este Cuentas pendientes retoma aquella senda, un disco que lo aleja del sonido eléctrico y experimental de Posible (2020), Curso de levitación intensivo (2020) e incluso Greta Garbo (2023), para una vez más internarse en la arista más dramática del sonido latinoamericano, algo que acá en Chile llamamos "la balada cebolla". De vuelta entonces al bolero, el pesimismo y sufrimiento, aquellas canciones que empapan con sangre sus líneas y que vuelven a mostrar al Bunbury más visceral.

Lo anterior se anticipa de buena forma en la sobria partida que entregan 'Para llegar hasta aquí' + 'Saliendo del arrabal' + 'Las chingadas ganas de llorar', diez minutos iniciales marcados por la sencillez del sonido y líneas directas, sin embargo, será a partir de 'Serpiente' cuando el álbum efectivamente mostrará las garras, desatando la convicción que prometía con ese puente/coro lleno de fuerza ("Quítate el bozal para masticar / Eres una serpiente, no sabe ir de frente y me clava el puñal por detrás..."). De hecho, desde acá el disco se irá por un tubo sin jamás bajar el nivel, aportando sensibilidad en la delicada pasada por 'Loco' + 'Cuentas pendientes' para definitivamente desatarse en 'Te puedes a todo acostumbrar', el momento cúspide del álbum y uno donde Bunbury nos saca a bailar armando una especie de 'Nunca es suficiente' (la de Natalia Lafourcade) en versión propia. 

Entrando en su recta final el disco ya ha ganado pero de todas formas confirmará sensaciones mediante una sólida 'La hiedra' (que me ha recordado en su coro a 'Es el amor quien llega', una vieja gloria de la mexicana Ana Gabriel) para entregar un cierre sentido y reflexivo mediante 'Como una sombra' + 'El baile de los disfraces y la tentación', marcadas ambas por un piano sutil + guitarras acústicas que proporcionan atmósferas propicias para que Bunbury vuelva a expandir su tono más teatral.  

Sacando cuentas y haciendo historia, no sería exagerado afirmar que a partir de 2020 Enrique Bunbury se encuentra viviendo un período sólido y estable dentro de su carrera en solitario, también aquel en donde con mayor claridad ha sabido expresar sus convicciones musicales, equilibrando esto con álbumes que oscilan entre el bueno y el notable. No es poco para un artista que lleva treinta años luchando contra su propia sombra...

¿Canciones? 'Serpiente', 'Te puedes a todo acostumbrar' y 'Como una sombra'.

martes, 1 de julio de 2025

30 Años De... Héroes Del Silencio: Avalancha (1995)

 "Fantástico canto del cisne..."

Claramente Senderos de traición (1990) marcó el antes/después para Héroes del silencio, un punto de no retorno para una agrupación que demasiado temprano comenzó a mostrar ripios internos insalvables. Con aquel disco llegó el éxito y el reconocimiento pero también la lucha de egos, el cansancio, el desgaste y las disputas en torno a las direcciones que debía la banda seguir. Sabido es que Juan Valdivia se mostraba algo más ortodoxo que Bunbury, el guitarrista deseaba que Héroes profundizase aristas más duras mientras que el vocalista se mostraba dispuesto a experimentar y precisamente salir de ahí (algo que ciertamente se corroboró tan solo un par de años más tarde en un disco como Radical sonora). En medio de toda esta disputa de estilos la leyenda cuenta que El espíritu del vino (1993) fue un trabajo en donde Bunbury se impuso, por lo que para el siguiente le tocaba a Valdivia, de ahí que para Avalancha dejasen de trabajar con Phil Manzanera y recurriesen al canadiense Bob Ezrin en producción, con quien se lanzaron en la búsqueda de los sonidos más densos y duros en toda la carrera de Héroes del silencio, aunque claro, esto siempre matizado por una serie de sensibles (y oscuras) baladas, generando así un equilibrio tan sólido como fascinante. 

Sin ir demasiado lejos basta darle play al álbum para corroborar lo que se te viene encima. Tras un breve instrumental que parece invitar a tomar aire suena la apabullante '¡Rueda, fortuna!', un rock and roll acelerado que muestra a la banda en su faceta más agresiva de la mano de un Bunbury críptico que reflexiona respecto a los destinos de la vida ("¿Cuántos billones de años formaron estos latidos en los que estamos? / ¿Cuál es el punto en que coinciden lo increíble y lo exacto...?") y un Juan Valdivia ciertamente furioso en guitarra. A esta le seguirá 'Deshacer el mundo', probablemente la mejor canción en toda la carrera de Héroes del silencio, así como se lee. Un medio tiempo agresivo dueño de una intensidad enorme que daba muestras de la madurez compositiva a la que había llegado la banda en ese entonces, lo mismo que 'Iberia sumergida' (escogida como primer single promocional del disco), un poco menos agresiva que sus antecesoras pero igual de efectiva gracias al notable trabajo en batería de Pedro Andreu

Uno de los puntos que juega muy a favor de este disco es la elección del orden de la lista, la cual coopera con el viaje que propone. Esto a propósito de la segunda fase que vive tras dicho desenfrenado comienzo. El álbum baja entonces las intensidades primero con el medio tiempo 'Avalancha', con Bunbury enviando mensajes en su cara al mismísimo Valdivia ("Aún nos quedan cosas por hacer / Si no das un paso, te estancas...") y luego con un baladón como 'En los brazos del la fiebre', un tema que muestra a la dupla en su máximo esplendor, cada cual funcionando a lo tope en lo suyo entre líneas tremendamente nostálgicas que nuevamente aplican para la separación de la banda. 

"El paraíso deviene en infierno, y luego se queja. 
Y sin que nadie se mueva, ¿Quién lo arregla...?" 

'En los brazos de la fiebre', por cierto, es una canción absolutamente hermanada con la que fue escogida como segundo single del álbum transformándose desde entonces en un verdadero clásico de la banda :'La chispa adecuada'. Son dos caras de una misma moneda, la primera en versión eléctrica mientras que la segunda se va al acústico de la mano de una exquisita sensibilidad. Lo interesante es que entre ambas el disco entregará temas de bastante peso, primero con la veloz 'Parasiempre' (muy en la línea de '¡Rueda, fortuna!' en la apertura del álbum) y luego con la sencillamente espectacular 'Días de borrasca', casi siete minutos en donde Juan Valdivia vuelve a entregarse a un hard rock inspiradísimo. De la interpretación vocal de Bunbury ni hablar, como dicen hoy los lolos: en su prime. 

Finalmente, el álbum está tan bien pensado que tras haber alcanzado su punto más alto en la pasada por 'La chispa adecuada' + 'Días de borrasca' plantea un "post orgasmo" que se dedica simplemente a sostener el buen momento, a estirarlo de manera placentera primer con los medios tiempos 'Morir todavía' + 'Opio'  (brillante en esta el coro con ese "...las cosas más triviales se vuelven fundamentales"), para luego finalizar el viaje mediante otra épica balada (y ya van...) como 'La espuma de venus'

Se cerraba así una experiencia fabulosa, poco más de cincuenta minutos sin segundo de desperdicio que representaron el fantástico canto del cisne para una banda que aún viviendo su peor momento en materia de convivencia supo encontrar fuerzas suficientes como para cerrar su carrera de manera gigante. En Avalancha encuentras todo lo que caracterizó la carrera de la Héroes del silencio: un sonido furioso y sensible a la vez, una banda a tope, la guitarra afiladísima de Valdivia, varias de las mejores interpretaciones vocales de Bunbury y un set de potentes líricas. Se terminaba aquí también el viaje de la banda, uno ciertamente breve pero tremendamente intenso. A veces menos es más, y bueno, este fue uno de aquellos casos. Benditos sean, de aquí a la eternidad...