domingo, 30 de julio de 2023

Queens Of The Stone Age: In Times New Roman... (2023)

"Salida a tomar aire..."

Mirado a distancia, Era vulgaris (2007) acabó por ser el punto de inflexión en la carrera de Queens of the stone age, digamos, ese álbum que llegó para cerrar el ciclo más prolífico de una banda que gozó de una espectacular primera década de existencia. Tras el mencionado llegó la intermitencia, un parón de seis años que se vio interrumpido por un sólido ...like clockwork (2013) pero cuya buena recepción no encontró relevo de nivel en el confuso Villains (2017). Seis años nuevamente han pasado desde aquella movida y entre tanto Josh Homme no se la ha pasado bien, problemas legales y otros personales (tratamiento de cáncer incluido) han sumado a mal al vocalista, por lo que un álbum como In times New Roman... suena a respiro por donde se mire, un disco que como era de esperar recula respecto a su antecesor, apunta hacia lugares comunes y se conforma con el cumplir. 

El noveno álbum de Queens of the stone age abre de manera elegante con 'Obscenery', donde todo suena en su sitio, las guitarras son sucias, la batería va marcando el paso y el coro es explosivo, sin embargo, habrá en esta un momento para la aventura (al 1:40 para ser preciso) que ilusiona, donde unos curiosos vientos regalan veinte segundos de una atmósfera que hubiésemos querido oír más a lo largo del álbum. De hecho, bien adentro en el disco, 'Silicy' (desde lo musical, la más interesante en todo el disco) será otra que se la jugará por atmósferas que escapan de la zona de confort mientras que algo también habrá en el cierre a cargo de 'Straight jacket fitting', sin embargo, gran parte del trabajo apostará por una línea cercada al medio tiempo en cosas como 'Negativa space', 'Made to parade', 'Carnavoyeur' o 'Emotion sickness', pecando quizás en la monotonía de un sonido que si bien no molesta, jamás incomoda. Habrán aceleraciones en el efectivo single 'Paper machete' o más adelante en 'What the peephole say' (que recuerda un tanto en el riff a la vieja gloria 'Sick, sick, sick'), que si bien se agradecen tampoco es que apunten mucho más allá del "dejarse oír".

Lo dicho por tanto, que el álbum cumple y en general agrada, mejora respecto a su antecesor pero básicamente por abrazar el sonido que tradicionalmente le hemos oído a la banda. ¿Un disco de transición? ¿Una salida a tomar aire para intentar volver con mayor fuerza y mejores ideas a futuro? El tiempo dirá...

¿Canciones? 'Obscenery', 'Paper machete' y 'Silicy'. 

6,5 /10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Queens of the stone age:

martes, 25 de julio de 2023

Rival Sons: Darkfighter (2023)

 "Homenaje que continúa siendo de nivel..."

Fue a comienzos de siglo cuando bandas como The white stripes o Queens of the stone age, entre otros, revitalizaron las guitarras y el rock setentero tras una década de los noventa cargada a la desprolijidad del grunge + incursiones electrónicas varias. Aquella revisión acabó por generar una ola post 2000 de bandas jóvenes que salieron a emular un sonido retro a punta de frenéticos riffs, siendo The strokes, Arctic monkeys, Franz Ferdinand o The hives algunos de los hijos más populares de aquella movida. En ese camino, Rival sons vendrían a ser nietos del movimiento (como también los recientes Greta van fleet), aquel que comenzó cincuenta años atrás cuando bandas como Led Zeppelin o Thin Lizzy pusieron las primeras piedras en un muro que increíblemente continúa cimentándose hasta el día de hoy. Los norteamericanos cuentan con siete álbumes bajo el brazo y una carrera sólida que debutó allá por 2009, llegan además tras un firme Feral roots (2019), y si bien la crítica con ellos siempre estará en que "no descubren nada nuevo", no se les puede negar el que álbum tras álbum continúan cumpliendo de sobra.

Como era de esperar por tanto, en Darkfighter la banda vuelve a regalar un cóctel de riffs contagiosos, en ocasiones abrazando la psicodelia, como hacen en la notable 'Mirrors', para luego desatarse en la dinámica 'Nobody wants to die', que es rock and roll directo a la vena, bajar las revoluciones yendo al medio tiempo eléctrico en 'Bird in the hand', 'Bright light' y en la contundente 'Guillotine' (de lo mejor del álbum con ese afilado coro + exquisito solo), o derechamente a la balada rock en 'Rapture'. El álbum por tanto va por donde esperábamos y cumple en su cometido, la producción es sucia, los temas breves (tres a cuatro minutos todos) y sin relleno alguno. 

Rivals sons a día de hoy no tienen disco malo, realmente tomas cualquiera y cumple de sobra. En ese sentido, Darkfighter no llega para romper la racha. Es cierto que la banda continúa moviéndose en los márgenes de sus antecesores, muy en el nivel de lo que fueron Hollow bones (2016) y Feral roots (2019), es decir, discos que homenajean los cimientos del rock setentero, emulando a una serie de próceres de las guitarras, sin embargo, mientras el nivel continúe siendo este, bienvenidos serán.

¿Canciones? 'Mirrors', 'Guillotine' y 'Horses breath'.

7,5 / 10
¡Muy bueno! 


Otras reseñas de Rival sons:
2019: Feral roots

jueves, 20 de julio de 2023

Avenged Sevenfold: Life Is But A Dream... (2023)

"El bicho raro (y brillante) de la temporada..." 

El camino que los norteamericanos Avenged sevenfold fueron trazando durante las pasadas dos décadas se construyó de manera lenta disco a disco, transitando desde un metal desaforado con influencias nu metal en sus inicios, pasando por ese freakerío que fue City of evil (2005), para acabar desembocando en un hard rock comercial y llevable, que bebía bastante del Metallica era black album, el cual ciertamente tocó techo en Hail to the king (2013). De ahí que el giro al metal progresivo que la banda dio con un álbum como The stage (2016) lució atinado y refrescante, sorprendiendo gratamente al punto de anotarse como lo más interesante que la banda había firmado en al menos una década, si es que no en toda su carrera. 

En ese sentido, Life is but a dream... (que llega nada más ni nada menos que tras siete años de silencio) intenta elevar al cubo el sonido de su antecesor, internándose en un lugar aún más arriesgado y desatado. Me explico, si The stage fue un álbum sesudo, cuidado en cuanto a producción, estructuras e interpretaciones, digamos, un disco donde Avenged sevenfold pusieron todo de si en el afán de ser tomados en serio tras haberse convertido en una especie de banda meme, con su octavo trabajo han optado por desatar el caos, yendo y viniendo constantemente, tomando elementos de acá y allá, metiendo todo en el plato en un afán desconcertante dispuesto a dividir aguas. ¿Y? ¿Basura u obra maestra? Pues como suele suceder cuando las opiniones del público son tan tajantes y opuestas, ni lo uno ni lo otro, aunque el resultado se acerca más a lo segundo que al fiasco.

Hay claros aciertos en estos más de cincuenta minutos de música. Dentro de lo positivo califica la primera mitad, donde el chiste pareciese tener todo sentido, la banda se mueve entre un sonido acelerado (a ratos agresivo) que coqueteará con narraciones teatrales tremendamente dramáticas por parte de M.Shadows. 'Game over', con sus dos estrofas aceleradas que emulan a System of a down, 'Mattel' y 'Nobody' (quizás la más débil del tridente inicial a causa de la desorientación que a ratos desprende) son buenos ejemplos de lo mencionado. Lo mismo con los seis minutos de 'We love you', probablemente con los tramos más "metal" en todo el disco, los cuales son interrumpidos constantemente por una serie de secciones, cual de todas más disparatada (en un buen sentido). 

'Cosmic' será la primera que en plan balada buscará bajar los tiempos y apostar a la emoción mediante crecientes secciones de vientos que aportan a la atmósfera, algo que complementarán con 'Beautiful morning', guiada por un segmento oscuro durante otros seis minutos. Digamos que hasta el nudo Life is but a dream... luce bien, seis canciones que dentro de su locura se oyen bastante coherentes, sin embargo, desde acá a los tipos se les va la olla. Dicho en simple: la segunda mitad del disco es donde este desata las exploraciones sin asco. 'Easier' es un un bicho freak que no dejará a nadie indiferente, Mike Patton presente en la referencia vocal, guitarras a lo John Frusciante y un uso del vocoder en ciertos pasajes, en 'G' la banda realiza una caricatura del progresivo pero que saben amenizar con cambios de estructuras, como si quisieran todo el tiempo recordarte que la jugarreta no es en serio, mientras que entrando en la recta final sonará una coqueta '(O)rdinary' (Daft punk total), que ya se hubiesen querido Red hot chili peppers en su desgraciado reciente álbum doble, mientras que '(D)eath' es otro momento extremadamente dramático/teatral (nuevamente imposible no cerrar los ojos e imaginar a Mike Patton interpretando), el cual desembocará en el cierre con cuatro delicados minutos sobre el piano, sorprendentemente triunfando donde Matt Bellamy siempre fracasó con Muse.  

Con una primera parte marcada por las guitarras entre desestructuras y una segunda que se lanza con fuerza a la experimentación en materia de arreglos, Life is but a dream... se enmarca sin lugar a dudas dentro de lo más extraño y bizarro (a momentos brillante) que habremos oído este año. Como punto negativo a mencionar, la producción no me ha gustado, lo que Joe Barresi realizó en The stage fue mucho más pulcro, y también varias de las interpretaciones de M.Shadows exponen en demasía su desgaste vocal ('Mattel', claro ejemplo). 

Sin embargo, más allá de los detalles, lo que nadie puede negarle a Avenged sevenfold son las ganas por soltar amarras creativas. Tiene enorme mérito hacer algo así tras veinte años de carrera pudiendo mantenerse en la constante búsqueda de hits facilones. El tiempo hablará pero por lo pronto, algo así de valiente suena refrescante dentro de la escena y se agradece. 

¿Canciones? 'Mattel', 'Cosmic' y '(O)rdinary'

8,8 / 10
Brillante.

martes, 18 de julio de 2023

Bunbury : Greta Garbo (2023)

"Irregular..."

El período de pandemia resultó particularmente fecundo para Enrique Bunbury, quien en 2020 publicó dos álbumes, un EP en 2021 y en este 2023 llega con otras diez canciones bajo el brazo dispuestas a expresar su momento, uno que coincide con un forzado alejamiento de los escenarios que el vocalista debió anunciar el año recién pasado a causa de problemas de salud. Greta Garbo es un trabajo por tanto que bebe de estos dos hechos, en lo lírico se encuentra centrado en la reflexión en torno a la partida y el que "todo pasa", mientras que en materia de arreglos apuesta por un sonido orgánico, minimalista y que escapa del uso de teclados + sintetizadores de sus antecesores inmediatos. En este camino, la austeridad que Bunbury propone en estos cuarenta minutos de música funcionan de manera irregular, de menos a más para ser más preciso. Y por cierto, tampoco ayuda la producción de Adan Jodorowsky, en exceso tímida y contenida. 

Y es que cuando el vocalista apunta al rock en la partida del álbum con 'Nuestros mundos no obedecen a tus mapas' lo hace con una timidez que impacta, lo mismo en 'Invulnerables', con unas guitarras que no pueden estar más adormecidas. La sensación es que el español tiene algo que decir (las letras están muy bien, ahí no caben dudas) pero lo musical muestra una falta de hambre que lastra bastante el resultado. Lo mismo con el medio tiempo 'Alaska', totalmente inofensivo (e incluso aburrido). De esta forma, tras un tridente inicial olvidable el disco recién muestra su potencial pasado el primer tercio, cuando 'Desaparecer', pese a ser una balada de piano completamente de manual, funcione gracias a la interpretación de un resentido Bunbury que aborda la idea del abandono ("El día menos pensado tengo que aprender a desaparecer..."), algo que también logrará en 'Para ser inolvidable' o la excelente 'De vuelta a casa', nuevamente volando alto gracias al mensaje ("Vamos, adelante, no te olvides de mi / Aquí nada termina, es la lección que aprendí..."), en un sonido que evoca con claridad el 'Let me roll it' de Paul McCartney.  

El mejor tramo del disco culminará con la rabiosa 'La tormenta perfecta', una que hubiésemos querido se extendiese algo más allá de sus escasos tres minutos, con Bunbury subiendo el registro línea a línea en el coro y regalando exclamaciones de hastío ("Este es un tiempo de mierda / Todo se está transformando / De mariposa a gusano / Atrapado en la enredadera..."). Finalmente, en la recta final se retomarán los medios tiempos, destacando unicamente el cierre a cargo de 'Corregir el mundo con una canción', quizás la más completa en todo el disco en materia de arreglos, entre percusiones y un saxofón encargados de construir una atmósfera envolvente que vaya que funciona.

Greta garbo tiene una idea clara y la desarrolla. También la transmite. Es coherente en ese sentido y al menos durante medio álbum convence. Sin embargo, cuenta con un problema de producción, la cual no ha sabido sacar provecho a todo lo que acá se presenta. El resultado es por tanto irregular, de altos y bajos, un disco de grandes letras y mensajes pero que musicalmente queda bastante al debe.

¿Canciones? Todo el nudo: 'Desaparecer', 'Para ser inolvidable', 'De vuelta a casa' y 'La tormenta perfecta'.

6,8 / 10
Cumple y algo más...

sábado, 15 de julio de 2023

25 Años De... Bunbury : Radical Sonora (1997)

 "Hambriento y salvaje cambio de piel..."

No deja de impactar el que tras tantos años Enrique Bunbury deba seguir enfrentando en cada entrevista alguna pregunta respecto al final de Héroes del silencio y/o una posible reunión de la banda. El hombre debe estar harto, sin embargo, con infinita paciencia en este último período ha decidido referirse al tema una y otra vez, en un gesto que reconoce de cierta forma la grandeza de su banda madre, con quienes el tiempo ha hecho justicia situándolos en un sitial privilegiado dentro de la escena habla hispana noventera. El caso es que muchos nos hemos preguntado (en un ejercicio inútil claro está) el qué hubiese ocurrido con Héroes de haber continuado la banda, y es que los españoles decidieron dejarlo todo cuando estaban muy muy arriba, Avalancha (1995) fue un álbum magnífico y por ende las expectativas ante un siguiente paso eran gigantes (por algo también lo traumático de la ruptura). Y acá quisiera aventurarme con una idea loquísima pero que prometo justificar: fuese lo que fuese que viniese para Héroes del silencio, creo se habría acercado a lo que Enrique propuso en los cincuenta minutos de este Radical sonora.

¿En qué me baso para afirmar semejante disparate? Pues en que si bien Bunbury se aventura en su debut en solitario con sonidos que se alejan forma del rock duro y ortodoxo desarrollado junto a su ex banda (también marca claras diferencias en lo estético, yendo a los colores y cortándose el pelo), lo que cambia acá es la piel, el envoltorio, más la fuerza, pasión, el desgarro y la convicción se siguen percibiendo muy a flor de piel, esto a diferencia de cualquiera de los futuros álbumes del vocalista. 

Aunque no lo pareciese en su momento, el rock sigue corriendo por las venas de Enrique Bunbury en Radical sonora, sin embargo, al no estar ya acompañado por sus antiguos compañeros de ruta, el vocalista pudo dar rienda suelta a todo aquello que retumbaba en su cabeza por aquellos años, dicho por él mismo: el trip hop de cosas como Massive attack o la electrónica inquieta de bandas tipo The prodigy. Se acompaña para esta labor de Phil Manzanera en producción (quien había trabajado con él en un par de álbumes de Héroes, además de haber colaborado a mediado de los noventa con Os Paralamas, Fito Páez y Aterciopelados) publicando un disco poderoso, descarnado en lo lírico y explorador en materia de arreglos. Lo dicho se aprecia con claridad en la partida del álbum, en 'Big-bang' hay guitarras y Bunbury suena desaforado y desafiante ("Derrumba los muros, abre las puertas / Deshazte los nudos que te sujetan..."), sin embargo, las baterías programadas serán absolutas protagonistas, algo que también ocurrirá más adelante en cosas como 'Negativo', en la declaración de principios que es 'Contra corriente' (donde Enrique manifiesta su intención de rebelarse la perfección y lo programado abrazando el desorden y lo espontáneo), en el grito rebelde que es 'Servidor de nadie' (reiterando conceptos estilo "Extravagancia, irreverencia, desobediencia o impertinencia / Insolencia , desvergüenza, rarezas y resistencia") o llegando al cierre en 'Nueve'.

En otra arista del álbum, las atmósferas calmas vendrán empapadas de electrónica + trip hop en canciones como 'Encadenados', 'Planeta sur''Despacio' o 'Alfa', en el single promocional 'Salomé' desatará de manera fantástica su curiosidad por los sonidos orientales (no olvidar que viajó a Marruecos para grabar el álbum), mientras que 'Alicia (expulsada al país de las maravillas)' o 'Polen' serán las únicas excepción del álbum, digamos, baladas pop acústicas y melosas que escapan del salvajismo que ronda en el álbum y, por cierto, las únicas que harán de puente con todo lo que vendría a futuro para el vocalista.  

En su momento, en aquel ya lejano 1997, Radical sonora sufrió de la incomprensión del público a causa de la ruptura del vocalista con Héroes del silencio. Mirado a 25 años de distancia, sin embargo, el álbum no solo se valora por el tremendo nivel que muestra en el canción a canción y por la valentía que transmite durante todo su trayecto, si no que se enmarca (junto al inmediatamente posterior Pequeño, de 1999) como lo mejor que Bunbury ha compuesto a día de hoy. Lo que si está claro es que el vocalista nunca volvió a sonar así de salvaje e iracundo, y que si algo quedaba en sus venas de la furia de su ex banda, aquello quedó inmortalizado en los cincuenta minutos de este enorme álbum.

¿Canciones? 'Big bang', 'Contracorriente', 'Salomé'. 

9/10
¡Brillante!


martes, 11 de julio de 2023

Sleep Token: Take Me Back To Eden (2023)

 "Crecen sin dar con la tecla..."

Un par de años atrás escribía acá en el blog respecto a lo interesante que sonaba la propuesta de Sleep token pero añadía al mismo tiempo que "algo de frescura no les vendría mal". Y por frescura me refería a que tanto en el debut como en This place will become your tomb (2021) a los británicos se les veía el plumero a distancia, bebiendo influencias de diversas fuentes, enlazándolas de manera talentosa pero poco espontánea también. En este sentido, una característica del sonido del proyecto ha sido la presencia de elementos fuertemente emocionales acompañados de una producción moderna con momentos explosivos, todo esto puesto en un plato que a ratos resultaba demasiado empalagoso. Quien mucho abarca poco aprieta, y aquello es algo donde Vessel + sus enmascarados secuaces siguen pecando, entregando esta vez un álbum incluso más extenso que su antecesor (sesenta y tres minutos de música) que si bien a ratos funciona maravillosamente bien también excede lo necesario cuando la arista melosa de la banda tiende a consumirlo todo. 

El caso es que Sleep token se han propuesto desde siempre el "sonar innovadores", ¿y qué haces en pleno 2023 para lograr tales fines? Pues perderle miedo a correr los límites que imponen las etiquetas y jugar a placer por donde te plazca, y aquello intentan hacer durante largos pasajes de este álbum. Nobleza obliga el admitir el que cuando lo buscan lo encuentran, de hecho, la experiencia que la banda propone en Take me back to the eden se refleja con claridad en tres piezas esenciales dentro del álbum, puestas astutamente además en el comienzo, nudo y cierre de este. Hablo en primer lugar de 'The summoning', una que abre con aires a Meshuggah en el riff + batería pero en las estrofas olerá a Tool con descaro para luego coquetear con un metal más duro, también con el progresivo, meter un interludio atmosférico de un par de minutos y cerrar con un discurso golpeado por parte de Vessel, dando muestras de un tino exquisito por parte de la banda a la hora de trabajar estructuras que van desde lo agresivo a algo más cerebral. Esto a diferencia de 'Ascensionism', siete minutos que abrirán de manera sentimental sobre un piano para luego desatar un alza entre bases electrónicas que luego impactarán con guitarras (algo de lo que una banda como Leprous viene intentando desde hace varios discos se huele aquí). Finalmente, hacia el cierre del álbum los más de ocho minutos de 'Take me back to eden' (la canción) plantearán una verdadera montaña rusa que entregará momentos oscuros, rapeos incluidos, atmósferas lúgubres y un desate metal en el final, armando un cóctel verdaderamente conmovedor. 

Las tres mencionadas son por tanto canciones puntales dentro de la columna vertebral del disco, temas colosales que desprenden esa intención de correr los límites y comerse al mundo. Estas serán complementadas por pasadas, si bien más simples, sólidas en términos de arreglos e intenciones. Ahí la característica común será el trabajo con la intensidad, por lo general yendo desde la calma a la explosión, como ocurre en 'Chokehold' o 'Granite', aunque en ocasiones será al revés, abriendo en 'Vore' (que pasa por tema de Deftones en su primer minuto) con la agresividad del metal para luego desenfundar aspectos más melódicos. 

¿Y dónde está entonces el problema? En que el disco debió ser esto, siete u ocho canciones y seguro hablaríamos de uno de los álbumes del año, lamentablemente en el afán de mostrar todo, la recta final se sumerge en una veta emocional que exagera la nota. Ahí hay cosas que de todas maneras funcionan, 'Are you really okay?', por ejemplo, es un meloso grito de rescate hacia un amigo/a que cumple con la angustia que desea transmitir ("No puedo ayudarte con tus heridas esta vez / Pero no te creo cuando me dices que estás bien / Por favor, no te hagas daño nuevamente..."), también está bien lo que hacen antes en 'Aqua regia', que no es un tema particularmente fuerte dentro del disco pero no molesta al estar puesto estratégicamente en la primera mitad. Sin embargo, cosas como 'The apparition', 'DYWTYLM',  'Rain' o 'Euclid' arman una pasada completamente prescindible y de manual, en un piloto automático que se desentiende por completo de la complejidad que el álbum traía para abrazar sonoridades simplonas, repetitivas y que realmente no se entiende que pintan dentro del disco. 

A la hora de enfrentar un fenómeno efervescente como el que se está viviendo con Sleep token el tema a dilucidar es cuanto de esto se debe al efectismo y cuanto al verdadero talento que posee el proyecto. Con su tercer álbum la banda sostiene la fórmula de sus antecesores, es decir, ese sonido que bebe sin miedo de diversas fuentes y está siempre empapado por una línea melosa/sentimental. En ese camino, la banda da pasos hacia adelante y encuentra grandes momentos, sin embargo, continúan tropezando con dos grandes piedras, una es de forma y la otra de fondo: la primera es el exceso de baladas monótonas en el conjunto (algo fácil de solucionar si se piensa: ¡sáquenlas y publiquen álbumes más breves!) y la segunda es que cuando apuntan hacia estructuras más complejas siguen sonando en exceso cerebrales, los temas suenan (muy) bien pero "algo falta", hay una tecla con la que siguen sin dar por lo que la música no pareciese fluir como debiese, dicho en simple: impactan pero no emocionan. Dicho en simple: el disco es lo mejor que han compuesto a la fecha... pero tampoco es para tanto.

¿Canciones? 'The summoning', 'Ascensionism' y  'Take me back to eden'

7,5 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Sleep token:

sábado, 8 de julio de 2023

30 Años De... U2: Zooropa (1993)

 "En su más alto momento..."


Año 1991 y U2 da un salto que haría historia. Todo gracias al fantástico Achtung baby! , un álbum que transforma el sonido y la imagen de la banda permitiendo que el cambio de década fluya con naturalidad para los irlandeses. Pocas veces en la historia hemos visto una mutación tan impactante (y exitosa) como la que U2 encarnó en el paso desde Rattle & hum (1989) a Achtung Baby! (diez años más tarde Radiohead protagonizaría algo comparable con el paso desde Ok Computer a Kid A) y es que los tipos vivían los años más creativos de su carrera por lo que el éxito del álbum, sumado al buen recibimiento obtenido por una pretenciosa gira titulada Zoo Tv Tour, desencadenó en la idea de en plena gira meterse al estudio con objeto de grabar un EP, cuatro o cinco canciones que viniesen a confirmar el buen momento de la agrupación. Pero nuevamente, los tipos estaban tocados y la inspiración fluyó al punto de que el pensado EP terminó convirtiéndose en Zooropauno de los álbumes más fascinantes en la carrera de U2.

Si con Achtung Baby! la banda consiguió encontrar un perfecto equilibrio entre talentosas melodías con vocación masiva ("One", "Even better than the real thing, "Mysterious ways"), cierto nivel de oscuridad ("Love is blindness", "So cruel", "Acrobat") y un moderno rock que coqueteaba con la vanguardia ("Zoo Station", "The fly", "Until the end of the world"), con Zooropa la banda se atreve a expandir aún más los límites de su sonido entregando un álbum arriesgado e incluso alternativo. Confían plenamente en su material por lo que pierden el miedo a jugar sobre los margenes de lo esperable y bueno, vuelven a salir bien parados. 


En general Zooropa es un álbum oscuro e íntimo, con momentos en donde realmente cuesta visualizar el que estemos oyendo a la misma banda que cinco años atrás componía canciones como 'I still haven't found what I'm looking for' o 'Desire'. Acá incluso en los momentos más melódicos del álbum ('Babyface', 'Stay' o 'The first time') se aprecia un sello musical característico y una producción exquisita (a cargo de Brian Eno + Flood, quien ese mismo año grabaría junto a Depeche mode el Songs of faith and devotion) , cargada a los teclados y que entrega atmósferas increíbles en temas como 'Zooropa' o la lúgubre 'Dirty day'. Durante todo el álbum David Evans Adams (a.k.a The Edge) suena fabuloso en las guitarras, experimenta más que nunca en canciones como 'Numb' o en las capas que envuelven el sonido de la ya mencionadas 'Zooropa' o 'Stay (faraway, so close)'Bono en las voces aparece lleno de filtros e incluso se da el lujo de reinventar sus registros en una inolvidable y absolutamente confrontacional 'Lemon' (¿un single de siete minutos?, un single de siete minutos...), la batería de Larry Mullen suena seca y particular, robándose la película en la mecánica 'Daddy's gonna pay for your crashed car' y por si todo esto fuese poco, el cierre a cargo de 'The wanderer', con un legendario Johnny Cash en las voces, llega a confirmar el que la banda se sentía con la confianza como para realizar lo que fuese. 

Estamos frente a un trabajo de lujo, un disco al que cuesta encontrarle defectos. Un álbum que se suponía venía a ser el hermano menor de Achtung Baby! y terminó ganándose su espacio por méritos propios. Un verdadero neo clásico. 

La historia de U2 alcanza su máximo creativo con Zooropa, a partir de acá solo quedaba el inevitable descenso y es que superar algo como esto realmente era complicado, por no decir imposible. En 1995 buscarían inspiración (y aire) en un proyecto más alternativo que Zooropa, titulado Passengers y en 1997 llegaría Popel comienzo del fin para la banda, pero bueno,  aquello es parte de otra historia...


9/10
¡Brillante!

miércoles, 5 de julio de 2023

M83 : Fantasy (2023)

 "Confusas idas y vueltas..."

En cierto modo, la carrera de Anthony Gonzalez fue durante sus primeros álbumes lentamente acercándose al fenómeno que significó aquel notable Hurry up, we're dreaming (2011). Pero cosa curiosa: tras haber obtenido el éxito ('Midnight city' sigue siendo un hitazo de aquellos con que se cierran shows muy muy arriba) el artista decidió escapar. Como quien se ve sobre pasado por los focos, álbumes como Junk (2016) o DSVII (2019) se centraron fuertemente en las atmósferas etéreas (sobre todo el segundo) volviéndose prácticamente inaccesibles para el auditor casual. En este sentido, Fantasy es un disco que luce algo confuso, un trabajo que por momentos sostiene la vibra baja de sus antecesores y se muestra desafiante con el auditor durante largos pasajes pero en otros pareciese querer virar hacia sonidos más cercanos, emocionales y también explosivos, digamos, unos que conecten con los inicios de la carrera del proyecto. En este ir y venir, el álbum te agarra y suelta sin dejar claro hacia donde quiere realmente ir. 

De esta forma, tras una intro de tres minutos, 'Oceans niagara' abrirá los fuegos mediante un sonido eufórico y alegre, de constantes redobles y estallidos, a la cual le seguirá la dinámica electrónica de 'Amnesia'. Este tipo de ambientes, de cierta forma festivos, volverán a aparecer a lo largo del disco en temas como 'Fantasy' o 'Sunny boy', los cuales se complementarán con cosas cercanas al dream pop en los casi siete minutos de 'Earth to sea' o 'Laura', siendo estas dos de lo más interesante que trae todo el disco.

Pero lo dicho, que en el álbum conviven diferentes almas y así como por momentos logra llevarte arriba también experimentará bajones importantes. Allá abajo, algo que el disco pretenderá constantemente es entregar piezas largas (de seis a siete minutos gran parte de ellas) y que lentamente vayan encontrando alzas de intensidad. En esa línea, 'Us and the rest' es de lo poco que funciona gracias a la emotiva explosión que encuentra a medio tema, sin embargo, pasando el nudo tanto la acústica 'Radar, far, gone' (bonita, pero no mucho más) como los siete espesos minutos de 'Deceiver' te sacan por completo del disco. Lo mismo con la recta final de este, ahí el ambient que desarrolla 'Kool nuit' aparece como el experimento más osado del trabajo (casi ocho minutos que se cuecen a fuego lentísimo), 'Sunny boy part 2'  es algo que no se entiende que pinta y 'Dismemberment bureau' si bien cierra de manera preciosa, tarda demasiado en encender. 

Para bien y para mal, cada álbum de M83 pareciese funcionar en una dimensión paralela a sus contemporáneos, Gonzalez trabaja bajo sus propios términos y aquello se agradece. Este nuevo disco no llega para ser la excepción, durante sesenta y seis minutos escuchamos un trabajo de sintetizadores muy presente, pasajes melódicos, otros centrados en un sonido etéreo y algunos de dinámica activa. El resultado acaba por ser un popurrí confuso, de intenciones que van y vienen. Un disco de momentos pero al que hay que tenerle demasiada paciencia para disfrutar completo.

¿Canciones? 'Oceans niagara', 'Earth to sea' y 'Laura'

6,8 /10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de M83:

lunes, 3 de julio de 2023

Alex Anwandter : El Diablo En El Cuerpo (2023)

 "Bailando con lágrimas en los ojos..."

Tras un álbum tan ambicioso como Latinoamericana (2018) el chileno Alex Anwandter se tomó su tiempo para un siguiente paso, volviendo a nosotros en un tono aparentemente más ligero aunque no por eso menos interesante. En este sentido, el vocalista se ha disfrazado de Jorge González y ha compuesto su propio Corazones (aquella joya pop de 1990), digamos, un álbum dispuesto a sudar el dolor (y también la esperanza) en la pista de baile. El diablo en el cuerpo es por tanto ante todo un disco emocional que transita desde el desamor a la esperanza en cada una de sus canciones, invitándote a sobrevivir a la ruptura y la distancia, así como también vivir el re encuentro con el amor y la ilusión, utilizando el baile como terapia, armando un compendio sólido de comienzo a fin, coherente, desatado, directo y contundente, con la electrónica como principal herramienta aunque complementando en ocasiones con sonidos más orgánicos.

La apertura es impecable, 'Maricoteca' regala desfachatez en su adictivo coro ("No busques a tu mamá, que aquí nadie te va a salvar / No te olvides de papá que está en el baño volando alto...") tocando el tema del regreso a un viejo amor ("Te extrañé tanto / Y veo que tu deseo está intacto / No vuelvas a casa, que esta es tu casa y tu eres de aquí..."). Desde acá se sucederán varias pequeñas joyitas, donde algunas de ellas abordarán el desamor de manera visceral. Ocurre en 'Qué piensas hacer sin mi?', que se instala en la indignación ("Cambié toda mi vida por ti / Qué rabia pensarlo..."), tópico que también aparecerá más adelante en 'Tienes una idea muy antigua del amor', en compañía de Julieta Venegas, también en 'Mi vida en llamas' junto a Buscabulla ("Y ya no estoy en condiciones de llorarte más..."), mientras que algo como 'Precipicio' (punto altísimo del álbum) expresará a la perfección las ansias por pasar las penas bailando ("Si me dices que ya no me quieres más / Enloquezco / Me pongo a bailar...") entre arreglos cargados al funk. 


Pero lo dicho, que el álbum culebreará constantemente entre la esperanza y la desilusión, siendo 'Toda la noche', la sofisticada 'Vamos de nuevo' o 'Nuestra vida juntos' buenos exponentes de lo primero, de esa búsqueda por re encantarse con una relación. En cuanto a lo musical el trabajo gozará de buena dinámica, jugando a ser Harry Styles y acelerando con los teclados ochenteros en 'Pueblo fantasma', trayendo a su terreno a Javiera Mena en la exquisita conversación entre amigas que reproduce 'Unx de nosotrxs' o desatando la electrónica a rabiar en la juguetona 'Prediciendo la ruina'

Hay confianza por parte de Alex en su material al punto de extender el disco más allá de lo prudente (son dieciséis canciones en sesenta y cinco minutos), sin embargo, la diversidad en la propuesta ayuda a que el trago pase sin problemas. Y si bien el álbum por lo general es alegre y luminoso, en la recta final aparecerán cosillas algo más oscuras y solemnes, recordando al Charly García más brillante (ese de Clics modernos) en 'Balada de la impunidad', acudiendo a sonidos latinos en 'El diablo en el cuerpo', a sutiles guitarras en 'Despertando' y cerrando junto a Christina Rosenvinge en 'Tengo una confesión'. Mención aparte requiere algo como 'Ahora somos dos', con la que el disco encontrará su punto emocional más alto relatando una sensible historia de abandono y amor ("No tiene familia / Ni nunca tuviste hasta que me dijiste: quiero que me quieras como soy..."), con descarnada salida del closet incluida ("Nunca quise una casa con esposa y siete bebés / Les dijiste: gracias a Dios que salí maricón..."), una que le inflaría el pecho al mismísimo Pedro Lemebel

El diablo en el cuerpo no descubre nada nuevo pero abraza la canción pop con enorme talento y tino melódico. Alex Anwandter encuentra ese equilibrio tan difícil de hallar entre algo que suena ligero pero es profundo a la vez, para esto mete mano a un cóctel exquisito de influencias y se hace acompañar de una serie de artistas que esbozan pincelazos en ciertas canciones. En definitiva, un disco para gozarlo, vivirlo y sufrirlo de comienzo a fin, lo mejor de su carrera y de lo bueno que habremos recibido en 2023, aunque este mundo ingrato no se entere...

¿Canciones? 'Ahora somos dos', 'Precipicio' y 'Maricoteca'.

8,2 / 10
¡Excelente!