viernes, 30 de agosto de 2019

Born Iver : I,I (2019)

“En continua búsqueda...”

Sigue en búsqueda Justin Vernon. Alejado absolutamente del sonido de sus primeros dos álbumes, el norteamericano ya en 2016 entregó señales respecto a los nuevos rumbos que emprendería con su música, mucho más exploratoria y desafiante con el auditor, alejado de las melodías dulces y reconocibles para dar paso a un juego contaste tanto en materia de arreglos como de estructuras. De esta forma i,i (vayas títulos está encontrando eh?) conecta con el camino trazado tres años atrás en 22, a millón y ciertamente siembra razonables dudas en torno a hasta donde podría llegar en esta dirección. 

Nos volvemos a encontrar de esta forma con un conjunto de canciones (?) que rara vez muestran una estructura tradicional y se centran fuertemente en juegos vocales que impactan con ruidos varios, instrumentaciones diversas que por momentos lucen incluso caóticas. Claros ejemplos de lo que menciono son la partida a cargo de ‘Yi’ + ‘iMi’, la compleja ‘Jelmore’ o el caso de la pasada por ‘We’ + ‘Holyfields’, las cuales se sostienen sobre un relato casi desnudo de Bon Iver que de golpe va encontrando intensidad en el ingreso de instrumentaciones que en ocasiones impactan y en otras danzan sobre una melodía.  

El disco, sin embargo, posee otra alma, una que intenta conectar emocionalmente con el auditor, encontrando sus momentos mejores logrados en el nudo de este, ahí el reencuentro con el Bon Iver armónico que se vive en ‘Hey, ma’ + ‘U (man like)’ o la fuerza de ‘Naeem’ regalan gratos momentos fuera de conectar por primera (y quizás única) vez emocionalmente con el auditor. También más adelante la dinámica de ‘Salem’ se enmarcará entre lo más atractivo del disco. 

Como planteaba párrafos atrás, queda la duda sembrada respecto al futuro de Bon Iver. Se valora su valentía, sobre todo tras haber entregado en 2011 uno de los mejores álbumes que habremos oído en esta década, pero de igual forma i,i deja la sensación de ser una continuación de 22, a million que no acaba por conectar ni explotar adecuadamente, enfrentando al auditor a ratos con un conjunto de piezas frías y distantes que continúan situando al cantautor en una interesante búsqueda que no parece por ahora ver la luz.  

6,9 / 10
Buen disco.


Otras reseñas de Bon Iver:

martes, 27 de agosto de 2019

20 Años De... Korn: Issues (1999)

“La búsqueda del equilibrio...”

Dentro de muy poco verá la luz un nuevo álbum de Korn por lo que me ha apetecido hablar de Issues, disco que en noviembre próximo cumplirá dos décadas de existencia y que posee además una relevancia no menor dentro de la carrera de los norteamericanos, de hecho, me atrevería a afirmar que Issues es el álbum que acabó por definir el sonido moderno de Korn, independiente de las particulares y confusas volteretas que la agrupación viviría más adelante, con vuelta a las raíces (Korn III, 2010) e incursiones electrónicas (The path of totality, 2011) incluidas. 

Sin embargo, previo a hablar del disco propiamente tal cabe consignar donde se encontraba Korn a finales de siglo pasado, que aquello también juega en la valoración del álbum. La banda provenía de dos álbumes muy oscuros y rabiosos (el debut homónimo de 1994 y  Life is peachy de 1996) que contrastaron absolutamente con el comercial Follow the leader (1998), disco con el cual los de Jonathan Davis se encontraron de golpe con la masividadad gracias al éxito de singles como ‘Got the life’ o ‘Freak on a leash’ (y aquel inolvidable videoclip) pero donde también la banda buscaba nuevos horizontes, incluso coqueteando descaradamente con el hip hop en algunas de sus canciones (‘Children of the Korn’ o ‘All in the family’). En este sentido, Issues podríamos entenderlo como un trabajo que llegó para centrar el sonido de la banda, persiguiendo un equilibrio entre sus raíces (el disco intenta recuperar la rabia en el sonido) sin perder el éxito alcanzado un año atrás. 

De esta forma, lo primero que llama la atención en torno al disco es su estructura: Issues se compone de 16 piezas donde varias de estas corresponderán a interludios instrumentales que hacen de puente entre secciones del álbum, demostrando el que estaba en la banda la intención de entregar un trabajo que funcionase como un continuo y generase un determinado ambiente, más allá de la sucesión de canciones sin sentido alguno. Estas, sin embargo, siguen siendo simples pero entre si poseen un hilo conductor (asunto que no ocurría en Follow the leader) y concentran todo su potencial en la fuerza de sus coros. Ahí es donde Korn deja absolutamente claro el que desean continuar de la mano del éxito del llamado nu metal. Issues por tanto es un álbum plagado de singles, algunos lo fueron y sonaron bastante en su momento (‘Falling away from me’, ‘Make me bad’) mientras que otros sin serlo poseían enorme potencial para ser éxitos comercializables (‘Beg for me’, esa pequeña joya que es ‘Trash’ o ‘Wake up’). De igual forma el disco también entrega espacio a momentos más íntimos/exploratorios como los que se viven en el cierre a cargo de ‘Counting’ + ‘Dirty’ o en ‘Hey daddy’, la cual antecede a ese momentazo que es ‘Somebody someone’ (una de las mejores canciones en la carrera de Korn, digámoslo), donde oímos a Jonathan Davis metiendo mano una vez más a la formula del quiebre a media canción (asunto que a estas alturas es marca registrada del vocalista ) y consagrándose por cierto como el tremendo cantante que es, alternando sus singulares agudos, interpretaciones limpias con sus singulares guturales, asunto que se vuelve a explotar de manera espectacular más adelante en ‘Let’s get this party started’. 

Mirado con el lente del tiempo, Issues posee demasiados méritos: una línea musical coherente, un tracklist sin ripios, la confirmación de Jonathan Davis como un enorme . vocalista (asunto que continuaría explotando más adelante tanto en Untouchables como en Take a look in the mirror) pero por sobre todo situó a Korn encima de cualquier imitador del momento. Con Issues la banda centró y encontró un sonido, no por nada perduraron durante tantos años, no exentos de ripios e irregularidades, claro, pero con un camino que al menos en 1999 supieron equilibrar de manera brillante.      
   
8,5 / 10 
¡Brillante!


sábado, 24 de agosto de 2019

Killswitch Engage : Atonement (2019)

“Cumplen en medio de la tormenta...”

Marcados por la irregularidad durante esta década, el octavo álbum de Killswitch engage ya vive entre nosotros. Cabe recodar que en 2012 la banda anunció la retirada de Howard Jones de las voces de la banda para anunciar la vuelta de Jesse Leach, vocalista original de la agrupación y que regresaba tras nueve años de ausencia, con quien han editado dos discos durante esta nueva etapa: el convincente Disarm the descent (2013) e Incarnate (2016). Leach, sin embargo, no ha estado exento de dramas últimamente: una operación por pólipos en la garganta, el fin de una relación sentimental de años y una evidente inestabilidad emocional (crisis depresivas y ansiosas por montón) han marcado su pasar, por lo que existía un particular interés en torno a lo que podría llegar a ser Atonement.

¿Y con qué nos encontramos en este 2019? Primero que todo ante un disco corto: 11 canciones en 39 minutos, es decir, un promedio de poco más de tres minutos por tema. De inmediato esto nos lleva a intuir el que Atonement será un álbum que irá directo al grano o quizás un disco frente al cual no se han complicado demasiado y dado el contexto turbulento vivido por Leach en este período han decidido entregar “lo que tenían” para salir del paso. De todo aquello hay en un disco que comienza muy bien de la mano de la excelente ‘Unleashed’, un tema que se pasea elegantemente por pasajes tan densos como oscuros y contiene la rabia para ir soltándola poco a poco mientras se desarrolla sin jamás caer en el efectismo de los aullidos sin sentido. Todo lo contrario a ‘The signal fire’, que apuesta por la ira desbocada con ese doble pedal + grito inicial que acaba desembocando en el clásico coro melódico propio del estilo (ojo al tema además, que cuenta con la singularidad de reunir las voces de Jesse y Howard en una misma canción). Este ir y venir entre temas pausados, que se cocinan lentamente, y otros agresivos volverá a repetirse a lo largo del álbum, alternando medios tiempos que se cocinan lentamente como  ‘Us against the world’ o ‘I am broken too’ (convencen ambas) con aceleraciones violentas en ‘The crownless king’, ‘As sure as the sun will rise’ o ‘Know your enemy’. Aunque, claro, la sensación entrando en la recta final es de que la banda ha acabado quedándose con pocas ideas por lo que en las últimas cuatro únicamente rellenan con temas tan típicos como olvidables.

El octavo disco de Killswitch engage cumple con las expectativas aunque carga con una irregularidad que lo coloca claramente por debajo de cualquiera de sus dos antecesores. A destacar la producción, clara y potente como siempre, tres o cuatro canciones de gran nivel más un conjunto que acompaña correctamente. Dado el contexto, el álbum está bien. 


6,5 / 10
Cumple y algo más 

jueves, 22 de agosto de 2019

20 Años De... Fito Páez: Abre (1999)

“Furioso, desenfrenado...” 

No vamos a venir a descubrir hoy la grandeza de Fito Páez, un verdadero genio en vida que, por si fuese poco, aún se mantiene absolutamente vigente y creativo, tal como nos demostró con la edición de su fantástica Ciudad liberada en 2017. Todo un mérito para el argentino considerando que su momento más iluminado se desarrollo más de veinte años atrás, particularmente durante los años noventa, período en el que Páez fue capaz de desarrollar una trilogía eterna iniciada por El amor después del amor (1991), continuada por el conceptual Circo beat (1994) y finalizada con Abre (1999), y complementada entre medio por Euforia (1996), el brillante unplugged alternativo con que el cantautor desafió a MTV, y la controversial colaboración con Joaquín Sabina en 1998 titulada Enemigos íntimos. Hablamos por tanto de que en una década Fito Páez fue capaz de editar cinco álbumes de alta factura, lo cual da cuenta del momento inspiradísimo que vivía en aquel entonces. 

Hoy, sin embargo, quiero centrarme en Abre, con seguridad uno de los álbumes más singulares en la carrera del argentino, tanto en lo musical como en lo lírico. Y es que el de 1999 marca diferencias importantes respecto a cualquiera de sus antecesores, mostrando a un Fito adulto, liberado, desafiante, maduro y particularmente rabioso, recuperando durante largos pasajes ese mal rollo que no le oíamos desde hace mucho (más de una década sin duda). El resultado de todo esto es un disco ruidoso en el amplio (y buen sentido) de la palabra, con momentos muy rock y plagado de temas cargados de furia. 

Que el disco de la partida con los casi siete minutos de ‘Abre’ (la canción) declara intenciones de inmediato. Aquí Fito se muestra desatado en todo sentido ("Abre drogas, abre amar / Abre hacer e imaginar..."), pidiendo por un mundo más liberado (veinte años atrás ya nos desafiaba a tomar ese camino) entre teclados y sintetizadores, marcando una experiencia creciente y fascinante que se complementa de manera brillante con ‘Al lado del camino’, una pieza histórica y personal que se construye sobre un piano + guitarra y que cuenta con un relato frente al cual cualquier adjetivo se queda corto (“Tendré que hacer lo que es y no debido / Tendré que hacer el bien y hacer el daño / No olvides que el perdón es lo divino y errar a veces suele ser humano”). El disco queda muy arriba tras esta dupla inicial por lo que para bajar un poco la intensidad suena ‘Dos en la ciudad’, una bonita/sencilla canción pop que narra una historia de reencuentro con una ex pareja y da cuenta de ese Páez adulto antes mencionado (“Se nos pasó la noche entre el whiskey y la coca... pero aún sabíamos reír”)


Un segundo tramo del álbum da inicio con el rock de ‘Es solo una cuestión de actitud’, otra que desafía y vomita ira en la lírica (“Hay un pozo profundo en la esquina del sol / Si caes la vida te muele a palos...”) y la monumental ‘La casa desaparecida’, más de once minutos (si, el disco cuenta con temas muy extensos pero que increíblemente siempre están en su punto) que dan cuenta de una mirada histórica por parte de Fito a la Argentina de fin de siglo. Nuevamente tras un momento tan denso y potente el disco intentará bajar las revoluciones con la folclórica y delicada ‘Tu sonrisa inolvidable’ para nuevamente desatarse en la espectacular ‘Desierto’, una catarsis musical que con sus guitarras y ruido por montón interpreta a la perfección la rabia que Fito escupe en cada línea (“No soy turista de viaje / Soy pasajero intranquilo / No me provoques ahora / Tengo un cuchillo con filo...”)

Finalmente, tras el caos absoluto vendrá la calma. El viaje que Abre propone comenzará a cerrar con las melódicas ‘Torre de cristal’ + ‘Ahí voy’, ambas muy tranquilas y que serán acompañadas por la declaración de amor hacia Cuba que es ‘Havana’ (“La locura de los que se perdieron en el mar / Las vidas rotas por la sangre, aquí y allá...”), la dolorosa/desnuda balada ‘La despedida’ (“Sabe amargo el licor que de las cosas queridas / Tu me pierdes a mi, yo te doy por perdida”) y el cierre a cargo de ‘Buena estrella’, un evidente refrito de su clásico ‘Dar es dar’ (tiene prácticamente los mismos acordes) y que pretende contrastar las dosis de rabia que inundaron el álbum con buenas dosis de optimismo (“Necesito fundirme con tu espíritu divino / Y sentir que si, se puede ser feliz...”)

Se acaba Abre, un disco extenso de doce temas y setenta minutos de música que dieron paso a una nueva etapa para el cantautor argentino, una más adulta, reposada y, digámoslo, menos inspirada, de ahí la importancia de este álbum, áspero y que a día de hoy continúa apareciendo como un bicho raro a causa de los ambientes cargados de ira que constantemente visita. Una joya, digámoslo. 

8,5 / 10
¡Brillante!

martes, 20 de agosto de 2019

Destruction: Born to Perish (2019)

“En plena forma...”

En el afán de entregar nuevos aires al sonido de su banda y escapar del clásico piloto automático es que supongo Schmier habrá decidido actualizar la nómina de los integrantes de Destruction, una verdadera leyenda del thrash mundial, incorporando a las filas a un nuevo guitarrista y baterista, conformándose ahora como un cuarteto. El resultado de todo este ir y venir se ha traducido en la llegada a nosotros de Born to Perish, decimocuarto álbum de los alemanes. ¿Y con qué nos encontramos en este? Ciertamente con un disco que se encuentra a la altura del mito y mejora la monótona experiencia entregada tres años atrás con Under attack (2016) y logra lucir a ratos más allá de lo esperado, principalmente gracias al mencionado cambio de formación y un Schmier que, hay que decirlo, en las vocales está sobresaliente yendo constantemente de esquina a esquina con su garganta.

Cabe por tanto el destacar el esfuerzo. Que tras un par de temas absolutamente marca de la casa como ‘Born to Perish’ (la canción) + ‘Inspired by death’, que entregan velocidad y afiladas guitarras como era de esperar en todo disco de Destruction, suena una seguidilla de exquisitas pistas dominadas por una batería que marca presencia, ahí la pasada por ‘Betrayal’ + ‘Rotten’ + ‘Filthy wealth’ invita a continuar en el álbum, así como la pausa entregada por ‘Butcherd for life’ se percibe como un acierto (pese a que claramente se extiende uno o dos minutos más allá de lo necesario). 

La cara B del álbum retomará de lleno la agilidad desenfundando una serie de canciones que no regalan pausa, ahí ‘Tyrants of the Netherworld’ o ‘Fatal flight 17’ (una dolorosa referencia histórica al vuelo 17 de Malasya Airlines derribado en 2014 en Ucrania, asesinando a 298 inocentes) funcionan a la perfección mientras que ‘We breed evil’ o ‘Ratcatcher’ se matriculan como tremendos grower que crecen con el paso de sus segundos. Finalmente ‘Hellbound’, con su doble pedal, ese riff tan Motorhead (es un cover setentero de los desconocidos Tygers of Pan Tang por cierto) y su descarga de rock & roll, cerrará un disco que definitivamente muestra a unos Destruction en plena forma y que en este 2019 han logrado retomar el buen nivel de su discografía mediante un álbum dinámico y atractivo durante su completa extensión.


7 / 10
¡Muy bueno!

viernes, 16 de agosto de 2019

Slipknot: We Are Not Your Kínd (2019)

“Dramáticamente estancados...”

Lo mencionaba cinco años atrás frente a la edición de .5: The Gray chapter: para Slipknot el estancamiento llegó demasiado pronto. Sin ir más lejos, exceptuando los dos primeros álbumes de la banda, el resto de su discografía ha seguido una tendencia predecible, oscilando entre momentos a veces mas/a veces menos agresivos pero siempre respondiendo a patrones dispuestos a mantener a la fanaticada satisfecha. El caso es que con We are not your kind, sexto álbum de los norteamericanos, el asunto dispara a donde mismo quizás con la excepción de ciertos pasajes que a lo largo del disco entregan momentos experimentales (digamos, para lo que es Slipknot) con resultados tan extraños como fallidos.

Sin ir más lejos el álbum abre, tras una intro gospel que se hace algo eterna, de manera directa con una serie de golpes que apuntan al mentón. Ahí ‘Unsainted’ o ‘Critical darling’ funcionan gracias al mix vocal marca de la casa que suele trabajar Corey Taylor mezclando sus (ya) clásicos trabalenguas en las estrofas con coros melódicos/pegajosos, pero de igual forma otras como ‘Birth of the cruel’ o ‘Nero forte’ no dejan absolutamente nada en el recuerdo y simplemente transcurren sin pena ni gloria. Entre todas estas sonará un puente semi instrumental de un minuto titulado ‘Death because of you’ la cual anticipará cierta intencionalidad con que cuenta este disco, la de bajar cada cierto tiempo las revoluciones entregando pasadas más íntimas y exploratorias. En esa línea es que entrando en el nudo del disco aparece ‘A liar’s funeral’, una pesada y oscura pieza que sin estar del todo mal se entrampa en las propias limitantes de Slipknot, una banda que no logra/no sabe generar alzas de intensidad en su música por lo que únicamente deja correr el sonido sin encontrar ningún momento que emocione verdaderamente.

Como era de esperar, tras una lenta debe venir el headbanging, por lo que ‘Red flag’ abrirá la segunda parte del álbum pero nos la adelantamos, aquí no hay nada nuevo, sin embargo, quien diría que lo peor estaría por llegar. Y es que la banda intercala durante toda esta pasada temas rápidos y monótonos (‘Orphan’, otra que bien baila) con otros dramáticamente mal logrados. Ahí ‘Spiders’ + ‘My pain’ no se entiende que pretenden con más de quince minutos flojísimos y repetitivos, en un intento por entregar momentos lúgubres pero cuyas atmosféricas definitivamente no han sabido trabajar.

A estas alturas el cierre ya da igual, queremos que el disco acabe, por lo que ‘Not long for this world’ + ‘Solway firth’ son un mero trámite. La primera es una balada (si, otra más) mientras que la segunda ametralla con su velocidad (es la mejor del disco por cierto) intentando hacer olvidar lo vivido previamente pero no, que no es posible. 

We are not your kind se matricula como el peor disco en la carrera de unos Slipknot que por más que disco a disco cambien sus simpáticas máscaras desde hace mucho no pasan de ser una caricatura de si mismos y esta vez han entregad un álbum que deambula entre lugares comunes poco convincentes y una serie de temas densos que lejos de emocionar entregan tedio sobre tedio. 


4 / 10
Malo.



Otras reseñas de Slipknot:

jueves, 8 de agosto de 2019

Volbeat: Rewind, Replay, Rebound (2019)

“Rock & roll insustancial...”

No hay caso con Volbeat. Quienes continúan esperando un giro hacia un sonido de mayor peso deberán seguir esperando ya que, en la misma línea de sus anteriores álbumes, los daneses han decidido con su séptimo disco dar continuidad al rock ligero y meloso que vienen desarrollando desde hace varios años. En esa línea en Rewind, replay , rebound vuelven a meter mano a un rock & roll que aspira a ser divertido y contagioso, que por momentos (contados momentos) funciona pero que en el global acaba por entramparse a falta de su evidente falta de ambición. 

Hay excepciones por supuesto, que la dinámica partida a cargo de ‘Last day under the sun’ (que bebe claras influencias de los ochenteros Huey Lewis and the News) + ‘Pelvis on fire’ resulta atractiva y logra captar nuestra atención. No durará esta demasiado, sin embargo, ya que rápidamente el mismo disco se encargará de regalar estructuras en extremo sencillas y repetitivas con el medio tiempo ‘Rewind the exit’ y la rocanrolera ‘Die to live’. Ahora, donde definitivamente nos agarraremos los pelos será con ‘When we were kids’, candidata desde ya a la canción más ñoña del año. Desesperante es poco.

La segunda parte del disco volverá a regalar un momento grato en ‘Sorry sack of bones’, otra canción que gracias al buen juego de bombo + guitarras que propone lleva a pensar el que Volbeat, de proponérselo, podrían sacar mejores discos. Sensación que vuelve a dilapidarse con la pasada por ‘Cloud 9’ + ‘Cheapside sloggers’, insustanciales a más no poder. De igual forma toda la recta final (¡que el disco es muy largo además!) está plagada de canciones que rozan el rock adolescente y donde de verdad cuesta seguir ahí, en esos riffs de poco peso y estructuras estrofa/coro que se suceden una tras otra sin dejar absolutamente nada medianamente recordable.

Me sigue ofendiendo la comparación que muchos sitios continúan realizando entre Volbeat y las pasadas de, por ejemplo, Metallica o Megadeth por Load (1995) o Cripting writings (1996). No nos dejemos engañar, que entre aquello y esto existe un mundo de diferencias y, por sobretodo, de ambiciones. 

4 / 10
Malo.


Otras reseñas de Volbeat
2016:  Seal the deal & let’s Boogie

martes, 6 de agosto de 2019

Of Monsters And Men: Fever Dream (2019)

“Existe vida más allá del debut...”

El desafío del complejo tercer disco llegó para los islandeses de Of monsters and men, quienes no por nada se tomaron cuatro años para la edición de este nuevo álbum, y claro, es que la banda debía dar un paso hacia algún lado y no estancarse en ese sonido correcto trabajado durante sus inicios. Así efectivamente han hecho, por lo que Fever dream efectivamente muestra importantes diferencias respecto a sus antecesores, tanto en lo musical como en lo lírico. Nos encontramos así frente a un álbum que si bien continúa dando muestras del tino melódico de la banda, encontrando buenos coros explosivos y gratos juegos vocales a lo largo de sus 40 minutos de duración, coloca un importante énfasis en la producción, marcando distancia con el sonido folk de sus inicios y apostando esta vez por la contundencia

La partida, de hecho, habla por si sola. ‘Alligator’ es un tema fantástico y potente (desde ya uno de los grandes singles que habremos oído en este 2019), que entrega claras señales respecto a donde ha querido ir la agrupación en esta ocasión, mostrándose explosiva y contagiosa, asunto que más adelante volverá a aparecer tanto en canciones de  similar dinámica como ‘Vulture, vulture’, la exquisita ‘Róróró (¡qué buen coro han encontrado!) o ‘Wild roses’, así como en pasadas más íntimas como la que se vivencia en ‘Ahay’ , donde la banda apuesta por temáticas personales relacionadas con rupturas y distanciamientos (“¿You think you know me? / But, ¿do you really? / Something you do, something you say/ We don’t talk about it”) y logra además equilibrar de buena forma la dupla vocal compuesta por Nanna + Ragnar, o en canciones como ‘Waiting for the snow’ o ‘Stuck in gravity,  donde solitarias voces se acompañan únicamente por un delicado piano o sutiles arreglos electrónicos. 

En su recta final el álbum tiende a mostrarse un tanto más oscuro, moviéndose entre temas cargados de dinámica como ‘Wars’ o ‘Soothsayer’ (que es una atractiva canción pero no se entiende como cierre) y otros mucho más personales, interpretados casi todos por Ragnar Porhallson, como ‘Sleepwalker’ o ‘Under a dome’, cerrando así un disco que entrega efectivamente lo que muchos esperábamos por parte de Of monsters and men, una señal de que acá podría existir algo más allá del exitoso debut. 

7 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Of monsters and men:
2015 : Beneath the skin