domingo, 25 de septiembre de 2022

30 Años De... Megadeth: Countdown To Extinction (1992)

 "Búsqueda de reconocimiento sin sacrificio de la esencia..."

El paso hacia los noventa (maravilla de década) abrió un verdadero abanico en la industria de la música donde muchísimos tuvieron cabida y particularmente el mundo del metal vivió un auge no menor, con una serie de bandas que le bajaron un tanto los decibeles a su sonido, afinaron las guitarras y lograron encajar más de alguna canción dentro de lo que los medios pedían, equilibrando un sonido duro de líricas agudas (tanto personales como políticas) con estructuras reconocibles y más de algún coro de estadio. En ese camino, bandas como Metallica, Pantera y Megadeth deben haber sido las que mayor reconocimiento público obtuvieron, al punto de que tras aquel brillante Rust in peace (imperdonable que no lo reseñase a sus veinte años, pero bueno, será hasta 2025 si es que la vida me acompaña) los de Dave Mustaine optan por acercar un tanto su tradicional thrash metal a nuevos públicos mediante este Countdown to extinction, álbum que por cierto acabó por convertirse en el disco de mayor ventas en la carrera de la banda, es decir, que la jugada resultó efectiva. 

El caso es que con un Mustaine que había tocado fondo con sus adicciones y en aquel 1992 comenzaba su período de desintoxicación, la banda entra al estudio a grabar su quinto álbum, con Max Norman en producción (destacado por haber grabado en los ochenta con Ozzy Osbourne) y aquella formación estrella, que incluía a Marty Friedman en guitarra, Nick Menza en batería y David Ellefson al bajo. Había una idea en el aire, sin embargo, que era el poder acercar el sonido de Megadeth al mercado sin sacrificar del todo la esencia de la banda, digámoslo, duela a quien le suela: el éxito del disco negro de Metallica estaba en el ambiente y Mustaine aspiraba a algo así. Aquello se plasma a la perfección en una histórica canción como 'Symphony of destruction', una que ralentiza los tiempos habituales, mete un coro memorable y evidencia una vocación de himno. El resto del álbum se moverá también en dicha línea, encontrando una fórmula que de manera evidente se aleja de aquellos riffs veloces característicos del thrash ochentero con el fin de ir hacia nuevos públicos mediante estructuras amenas y canciones en general breves, como ocurre en 'Countdown to extinction' (la canción) 'This was my life', con ese breve aunque exquisito solo de Friedman a medio camino y cuyo riff  la banda auto plagiará en un single como 'Almost honest' unos años más tarde , 'Foreclosure of a dream' o 'Captive honour', que incorporan incluso secciones acústicas en sus partidas. 

Este tipo de canciones se complementarán con medios tiempos como 'Psychotron', que destaca por ese grato duelo de guitarras que propone en cada estrofa, y pasadas de mayor peso que apuntan directo a la médula, como la excelente 'Skin o' my teeth' , 'Architecture of my aggression', el notable diálogo de 'Sweating bullets' o 'High speed dirt', mientras que en el cierre 'Ashes in your mouth' será la única en todo el álbum que se desatará en términos de estructura, con un sonido que permite el lucimiento de cada instrumento en gran nivel.  

Countdown to extinction fue lo que el mercado exigía para que una banda como Megadeth pudiese lograr mayor repercusión, aspectos que acentuarían en los posteriores Youthanasia (1994) y Crypting writings (1997), sin embargo, el de 1992 posee el mérito de haber sostenido una identidad, es un disco que continúa sonando crudo, desgraciado en sus intenciones y de muy mal rollo. La banda vivía entonces sus mejores momentos y mirado a treinta años de distancia no queda sino admirarlo como quien presencia una figura histórica en un museo.

¿Canciones? 'Skin o' my teeth', 'Sweating bullets' y 'Ashes in your mouth'.

8,5 /10
¡Excelente!


Otras reseñas de Megadeth:

miércoles, 21 de septiembre de 2022

30 Años De... The Cure : Wish (1992)

"Dolor y desolación, en lucha con la esperanza..."

Entrando en los noventa estaba en el aire la idea de que The cure ya había compuesto su obra maestra, y ciertamente ellos lo sabían. Unos años atrás Disintegration (1989) lucía como el hito cumbre de una banda que había sabido crecer como la espuma durante los años ochenta, incorporando elementos en su sonido y encontrando una identidad que les permite incluso a día de hoy seguir siendo referentes para la música contemporánea. 

Digámoslo en simple: hasta 1989 todo había sido crecer para los de Robert Smith, sin embargo, llegaba el cambio de década y había que sobrevivir. De aquello por tanto va un álbum como Wish, una especie de (genial) compendio de todo aquello que había hecho grande a The cure hasta ese entonces, de hecho, hilando fino no es descabellado afirmar que el álbum es un Kiss me, kiss me, kiss me (1987) llevado (positivamente) al extremo, es decir, un disco diverso que explotaba diferentes inquietudes musicales, algunas muy propias del Robert Smith más oscuro y melancólico pero otras luminosas y, digámoslo, comerciales, casi como si de una lucha entre dos almas se tratase. 

En Wish conviven por tanto varios mini álbumes con el mérito de que esto no se transforma en un defecto, principalmente gracias al nivel de las canciones. De hecho, el trabajo abre con los casi siete minutos de 'Open', un tema arriesgado que es puro shoegaze, marcado por guitarras envolventes y platillos explosivos, una verdadera joya, sin embargo, desde acá el disco transitará diferentes caminos. Y así como el mencionado Kiss me, kiss me, kiss me instaló hitazos tipo 'Why Can't I be you?', 'Just like heaven' o 'Hot hot hot!!!', que fueron islas en medio de un álbum para nada comercial, acá sucede algo similar con cosas muy dulces como 'High' o la eterna 'Friday I'm in love', también 'Wendy time' (que no fue single pero tenía pinta para), la electro acústica 'Doing the unstuck' y la dolorosa 'A letter to Elise', una que confronta de manera increíble el querer/necesitar alejarse de una relación ("No me puedo quedar como ayer tratando de actuar de la manera en que lo hacíamos...") con los afanes auto destructivos propios de la depresión ("Pensé que esta vez podría mantener mis promesas / Pero dejé el sueño ir y las promesas romper..."), pero todo inmerso en melodía y arreglos cercanos, incluso tiernos considerando el drama que se está narrando.

Aquellos aspectos musicalmente más "llevables" dentro del álbum contrastarán con una cara mucho más oscura y que ahonda en temáticas de ruptura, lamento y desesperanza, como ocurre en la dolorosa 'Apart', abordando la absoluta desconexión al interior de una pareja ("Él espera que ella entienda / Pero ella no entiende / Ella espera que él llame / Pero él ya no llamará más...") , más adelante apuntando a los problemas crónicos de confianza dentro de una relación en 'Trust' ("Te amo más de lo que puedo expresar / ¿ Por qué no puedes simplemente creer?") o casi cerrando el álbum entre los nostálgicos violines de 'To wish impossible things'

Finalmente, las joyas de la corona aparecen en la segunda línea (como en todo gran álbum debe ocurrir), cuando 'From the edge of the green deep sea' te sumerge en un mar de guitarras y dolor, no temiendo llevar el tema hasta donde este lo necesite (son casi ocho minutos), algo que por cierto se repite a lo largo del álbum, con intros instrumentales extensas y varias canciones que superan los seis minutos, también con las aceleraciones que propone una dinámica e hiperquinética 'Cut' para finalmente cerrar con la enorme y colosal 'End', que cierra de manera majestuosa el álbum tal como había comenzado, entre muros de guitarras.

Wish atrapa a los ingleses en un claro momento de gracia, de particular inspiración, entregándonos sesenta y cinco minutos que no tienen desperdicio, con momentos cargados de dolor  + desolación y otros curiosamente esperanzadores, como si Robert Smith luchase entre el amor y la depresión, temiendo por no sumergirse en la segunda. De hecho, algo de eso también quisieron replicar en siguiente Wild mood swings (otro álbum de almas divididas), aunque con resultados menos logrados (para muchos exageraron el positivismo). La jugada en Wish les sale bien porque el disco encuentra profundidad en el sonido así como grandes, muy grandes canciones. Un disco incontestable, un neo clásico que a treinta años de distancia sigue encumbrado muy en lo alto de la historia. ¿El último álbum brillante en la carrera de The cure? Pues si... 

¿Canciones? Todas, pero en lo más alto: 'From the edge of the green deep sea', 'A letter to Elise', 'Friday I'm in love' y 'Cut'.

9 /10
Brillante.


Otras reseñas de The Cure:

domingo, 18 de septiembre de 2022

Beyoncé: Renaissance (2022)

 "A contracorriente..."

Y de pronto, Beyoncé acabó por convertirse en toda una institución, una figura de estatura imponente dentro del pop contemporáneo. Por lo mismo, en tiempos donde todos y todas se enredan en la búsqueda del tik tok del momento, buscando ese coro inmediato, la norteamericana entra al estudio a grabar uno de los álbumes más sofisticados en largo tiempo dentro del mainstream, en una clara muestra de credenciales e intención por (de)mostrar que juega en liga propia, digamos, y me disculparán la comparación, algo similar a lo que intentó realizar Madonna con su Madame X unos años atrás (si, con pretensiones artísticas completamente diferentes, lo se). El caso es que, más allá de que tan bien lograda le haya quedado la jugada en Renaissance, de entrada a Beyoncé hay que darle el que ha sabido jugar la carta, haciéndose esperar desde aquel gran Lemonade (2016), dejándose querer en silencio para regresar de golpe con una propuesta contundente, de peso. 

En Renaissance, la vocalista construye un tributo declarado a la música negra, no por nada abre el álbum con 'I'm that girl', presentándose pero también homenajeando a la rapera noventera Princess Loko (fallecida en 2020, en absoluto anonimato, con apenas cuarenta años), en una especie de acto de justicia, sampleando una y otra vez ese "Please motherfuckers ain't stopping me...!". Algo similar a lo que ocurrirá más adelante en el single 'Break my soul', que recupera toda la vibra dance de inicio de los noventa construyéndose sobre el 'Show me love' de Robin S. y recurriendo a los gritazos del rapero Big Freedia en la genial 'Explode' (un temón de 2014 para quien no lo sepa), no sin antes haber pasado por la sólida 'Cozy', una tradicional 'Cuff it' (quizás la más baja de todas, que con sus guitarras setenteras podría haber estado en cualquier álbum random actual, estilo Lizzo o tantas más), los sólidos beats de  'Alien superstar' y la tremendamente inquieta 'Church girl', armando una primera mitad de álbum bastante dinámica, contundente y efectiva. 

Todo buen disco, se sabe, necesita una segunda línea aparentemente inofensiva pero potente, y en el caso de Renaissance esta aparece en el nudo, primero con 'Plastic off the sofa', una declaración de amor sensual como ella sola ("Y se que ha sido rudo para ti madurar, pero está bien... me gusta rudo"), y luego con una con más sabor como 'Virgo's groove', que se extiende a placer por seis minutos para luego decantar hacia la pista de baile en cosas como 'Move' (junto a Grace Jones) o 'Heated', que si, suenan algo estándar, también 'Thique', armando una pasada donde claramente sobran dos de tres, donde la grandilocuencia del proyecto acaba por entorpecer el trámite. Sin embargo, en la recta final las cosas retomarán el cause, principalmente gracias a la oscura y rapeada 'America has a problem' seguida de una enorme 'Pure/Honey', donde abre con dos minutos realmente lúgubres para de pronto llevar la estructura hacia otro lugar e iluminar la sala. Finalmente, el homenaje no podía cerrar de otra forma sino emulando con descaro el 'I feel love' de Donna Summer (a quien ya había citado por allá por 2003 en 'Naughty girl', de su álbum debut), llevándonos a la disco nuevamente y finalizando con estilo un viaje hacia las raíces de la música negra.

Renaissance cuenta con demasiados méritos y (muy) pocos defectos. Su segunda mitad se entrampa un poco y aquello le impedirá ser el disco del año, sin embargo, el regreso es de una categoría inmensa. Beyoncé no realiza nada realmente nuevo, esto de mirar hacia atrás en el pop lo vienen haciendo varias/os desde hace un buen rato, sin embargo, el mérito está en meterle mano a una serie de referencias, pasearse por diversos estilos y seguir sonando a ti misma, seguir siendo tú y ahí, la norteamericana muestra credenciales respecto a como se hace esto, mediante un álbum que no apuesta por la inmediatez, que se olvida del hit para centrarse en la propuesta. En fin, solo queda rendirse y gozar la invitación.

¿Canciones? 'Cozy', 'Alien superstar', 'Plastic off sofa' y 'Virgo's groove'.

8,2 /10
¡Excelente!


Otras reseñas de Beyoncé:

viernes, 16 de septiembre de 2022

Bad Bunny: Un Verano Sin Ti (2022)

 "(Algo) Más que unos cuantos hits..."

No me las voy a dar de experto acá en reggaetón y menos en Bad Bunny. Es más, sinceremos desde ya: no he escuchado sus singles, a excepción de 'Callaita' no me suena ninguna de sus canciones y menos he oído sus discos, de hecho, este es el primero al que le doy play. Sin embargo, considerando que este mismísimo blog existe como una invitación para que quienes lo revisen rompan las fronteras que marcan los estereotipos y/o géneros, mínimo que yo diese el ejemplo, y bueno, acá estoy. El caso es que desde hace unos meses le he ido dando pasadas a Un verano sin ti,  ¿Y con que me he encontrado? Primero, con un buen puñado de hits, y luego con un conjunto suficientemente diverso como para sostenerse durante parte importante de su trámite, a pesar de su extensa, y digámoslo, innecesaria duración. De esta manera, en una lógica muy actual, Un verano sin ti se presenta como una especie de playlist veraniego dispuesto a calentar tu noche, con momentos bailables, otros de reggaetón genérico, algunos experimentos e incluso baladas. Eso si, todo marcado por un elemento transversal que empapa el disco completo: relaciones amorosas y/o sexuales, estables o casuales. 

En ese sentido, Un verano sin ti pese a lanzar una que otra línea subida de tono de vez en cuando ("Te pongo en cuatro, te pones en cuatro, ponte en cuatro", y todas las conjugaciones del cuatro básicamente), no deja de ser un álbum tremendamente conservador desde lo temático, un disco que busca vender donde siempre se ha intentado vender en la historia de la música, colocando el foco durante ochenta minutos en la relación entre Bad Bunny, el amor y las mujeres. 

Sin embargo, dicha monotonía temática se contra pone con el buen humor y ligereza con que se trata el asunto, con algunas canciones realmente divertidas y cuyas líneas logran que te la pases riendo, lo cual suma. Ocurre en 'Tarot', por ejemplo, que desde lo musical es un tema muy tradicional pero cuyos versos divertidos enganchan ("Si subiste una story es pa' que te lo comenten / Si te mando un fueguito es que me tienes caliente..."), lo mismo con 'Aguacero' ("To'os dicen que ese culo lo hizo el cirujano pero fue diosito con sus propias manos..."). Incluso en esos momentos en donde Bad Bunny suena más llorón y dramático que nunca es cuando más divertido y contagioso precisamente se le oye, pasa en 'Un ratito' ("Pa' mi que nací pa estal solo / No hay una loca pa' este loco...") y también en 'Un verano sin ti' ("Sorry pol sel yo y no ser el hombre que tu merecías..."). 

Luego, dejando lo lírico de lado, en lo musical el álbum propone algunos matices y eso hay que dárselo. Al menos por un rato se aprecia la intención de no agotar con las mismas fórmulas (sobre todo en la primera mitad), abriendo de manera impecable y con mucha simpatía en 'Moscow mule' ("Guasá sin el retrato, no gualda mi contacto..."), para luego complementar con canciones dispuestas a ser hitazos contagiosos como 'Me porto bonito' o 'Titi me preguntó', sin embargo, entre estas sonará el bicho raro 'Después de la playa', que abre muy tradicional para al minuto transformarse en un merengue, el bossa nova acústico 'Yo no soy celoso' , los elementos electrónicos de 'Neverita' o 'El apagón', el pop de 'Otro atardecer', el romanticismo reggae de 'Me fui de vacaciones', así como la sabrosa 'Enséñame a bailar', de lo mejor en todo el disco. 

De esta manera, el disco durante 3/4 de su trámite encuentra un buen equilibrio entre temas divertidos, hits gancheros, una que otra balada dramática y propuestas musicales diversas, al punto de que quizás con quince minutos menos habría lucido mucho más redondo, sin embargo, en la segunda mitad suenan varias canciones de un reggaetón genérico a más no poder, y si bien 'La corriente' pese a lo típica se sostiene bastante bien (gracias a lo vieja escuela de su sonido), cosas como 'Efecto', 'Party' (esta es espantosa), 'Un coco' o 'Agosto' derechamente aburren y lucen totalmente innecesarias. 

De todas maneras, el saldo es más que positivo. No vamos a decir que Bad Bunny se gradúa de gran músico con Un verano sin ti, lo del tipo es divertir y ya. Pero en ese camino hay que darle el haber construido un disco que aspira a ser bastante más que unos cuantos hits.

¿Canciones? 'Moscow mule', 'Un ratito' y 'Enséñame a bailar'.

7/10
Muy bueno

lunes, 12 de septiembre de 2022

El Cuarteto De Nos : Lámina Once (2022)

 "Descafeinado..."

Con una carrera ya consolidada, no parece ser que el Cuarteto de nos pretenda re inventarse a estas alturas del partido. Mal que mal, los uruguayos supieron con Raro, allá por 2006, encontrar una puerta que daba a la masividad mediante un sonido cercano al post punk revival y temáticas que ponían a coquetear al desencanto con el pesimismo, con ciertos dejos de crítica social (aunque, claro, nunca siendo demasiado incisivos) e invitaciones a la auto determinación. Desde ahí, cuanto más, cuanto menos, el asunto no ha sido sino administrar dicha fórmula, cerrando la trilogía con Bipolar (2009) + Porfiado (2012) o intentando abrir horizontes en Habla tu espejo (2014). A partir de entonces, sin embargo, algunas cosas se han comenzado a estancar en términos creativos, Apocalipsis Zombi (2017) y Jueves (2919) fueron álbumes más cortos, aunque ambos lograron sobresalir gracias a la contundencia de canciones particulares, 'Gaucho power' o 'Invisible' en el primero, 'Hombre con alas' o 'Mario neta' en el segundo, contundencia o nivel que ciertamente no encontramos en los treinta y dos minutos de Lámina once.

Y si, que un tema como 'Rorschach' quizás estaba el camino, uno que destaca gracias a la dureza de sus explosivas guitarras (¿es lo más oscuro y rock que el Cuarteto ha entregado en su carrera? Probablemente), fuera de contar con una gran letra marca de la casa ("Hey, ¿Qué esperan de mi? / Si no veo lo que quieren, ¿qué quieren que les diga?"). El problema es que en el resto de Lámina once no encontramos nada ni siquiera remotamente cercano a este nivel. 'Flan' intenta ir también por ahí en la partida, con un coro que huele a auto plagio al amular el riff de 'Llegó papá' (del anterior, Jueves), pero rápidamente el álbum cambiará el tono para no recuperarlo más. Y si bien 'Maldito show' cumple en su tono simpático y crítica light, a partir de 'Frankenstein posmo' el asunto se entrampará entre medios tiempos, algunos melosos, otros eléctricos como 'Chivo expiatorio', algunos en acústico como 'Fiesta en lo del Dr. Hermes' (que ni siquiera repuntará con el subidón que entrega pasados los dos minutos) y otros en versión bailable como 'Cinturón gris', para cerrar finalmente (y de manera incomprensible) con la balada 'La ciudad sin alma', dejándonos un disco que nunca acaba de despegar, uno que muere demasiado pronto.

Desde Raro en adelante, Roberto Musso se las había ingeniado para estirar el chicle y de una u otra forma continuar sonando interesante. En ese sentido, Lámina once no es que sea un desastre pero si entrega una versión descafeinada de la banda, con un disco que más allá de un par de canciones parece ser solo una excusa para poder salir de gira y no mucho más. 

¿Canciones? 'Rorschach' y sería...

5/10
Nada muy especial.


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sábado, 10 de septiembre de 2022

Soulfly: Totem (2022)

 "Algo menos inspirado..."

En general, puntos más, puntos menos, los discos de Soulfly siempre tienen algo. Más allá de las diferentes formaciones con que ha contado el proyecto a lo largo de estos ya veinticinco años, Max Cavalera es un tipo que suda metal, por lo que lo acompañe quien lo acompañe, sus álbumes cuentan por si solos con elementos atractivos. Sin embargo, los puntos altos en su carrera han llegado habitualmente de la mano de los matices, de hecho, sin ellos lo que queda es Max en estado puro y en piloto automático, como ocurrió en Savages (2013), por ejemplo. El caso es que desde aquel disco tuvimos unos contundentes Archangel (2015) y Ritual (2018), álbumes que encuentran continuación en este Totem, eso si, con un pequeño gran detalle: ya no está Marc Rizzo. Y aquello se hace sentir. Totem no es un mal disco pero luce algo plano respecto a sus antecesores, un álbum que apunta directo a la médula del sonido Max Cavalera pero que inevitablemente cae en la monotonía de la propuesta.

La producción sigue yendo por donde han ido los últimos trabajos de Soulfly, restándole protagonismo a una voz (naturalmente) cansada de Max, y colocando una instrumentación poco prolija por encima, la cual se centra en el peso de un thrash tremendamente reconocible a estas alturas y de marca registrada. Son pocas las sorpresas que nos esperan por tanto en Totem, de hecho, hay que llegar al final del álbum para encontrarse con el tradicional instrumental que Cavalera incorpora en cada álbum, en esta ocasión acudiendo a las atmósferas mediante cuerdas limpias, encontrando ahí un movimiento distinto, que se complementa de buena forma con más de seis minutos de 'Spirit animal', la única en todo el álbum que se la juega al menos estructuralmente por algo diferente. El resto irá más o menos donde siempre, con algo menos de inspiración respecto a los antecesores.

Desde que abre el disco por tanto sonarán canciones afiladas de dos a tres minutos, que apuestan por la velocidad en 'Superstition', 'Scouring the vile' (con apoyo en voces de John Tardy de Obituary), 'Filth upon filth' o más adelante en 'Ancestors', algún coqueteo al nu metal encontraremos en el riff de 'Rot in pain', bajadas de tiempos en 'The damage done' (con una buena alza de intensidad en su solo), groove ganchero en 'Totem' (la canción), y sería. No demasiado más. 

Con una formación que venía estable desde hace una década, que cuenta con su hijo Zyon en batería + Mike Leon en bajo, Max Cavalera había podido desenvolverse con tranquilidad durante el último tiempo, por lo mismo la partida de Rizzo ha mermado un tanto la propuesta. Totem es una correcta continuación para lo que fue Ritual (2018), uno o dos peldaños por debajo eso si. 

¿Canciones? 'Scouring the vile' y 'Totem'.

6,5 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Soulfly:

martes, 6 de septiembre de 2022

Belphegor: The Devils (2022)

 "Blasfemia pura y dura..."

A estas alturas del partido, la solvencia de una banda como Belphegor no entrega lugar a dudas. Para los austriacos pareciese no pasar el tiempo y pese al correr de los años, la dupla Helmuth - Serpenth continúa jugando en liga propia dando muestras de una tremenda contundencia en su sonido, porque donde otros fracasan, estos continúan encontrando inspiración suficiente como para impactarnos, fuera de una técnica también de alto nivel. La clave está en la diversidad, porque lejos de intentar componer otro Lucifer incestus (2003), que sería lo más fácil quizás,  The devils se sitúa como otro gran álbum de Belphegor, lleno de peso y mal rollo pero que no pretende emular viejas glorias sino más bien volar con alas propias, sonar a una versión actual de la banda, y eso tiene mérito. Claro que si.

Basta darle play al álbum para captar que nuevamente por donde viene el nivel, 'The devils' (la canción) es animal en lo suyo, con una estructura que es machacada constantemente por la batería y una exquisita interpretación a dos voces. El disco desde acá, sin embargo, oscilará por distintos sonidos, tendremos cosas aceleradas como 'Totentanz - Dance macabre', que es pura bestialidad black por parte de la banda, 'Kingdom of cold flesh', que está más cargada al death técnico (inevitablemente recuerda un poco a Nile, incluso) o 'Ritus incendium diabolus'. Mientras que en una arista mucho más densa y que bajará un tanto las revoluciones sonarán cosas como 'Glorifizierung des teufels', una especie de balada con momentos desnudos y otros llenos de oscuridad o 'Virtus asinaria - prayer', donde los murallones de sonido harán lo suyo. Finalmente, el álbum cerrará con una curiosa pieza de dos minutos que incluso incluye voces femeninas, la cual por si sola no se entiende demasiado y parece un cierre más bien débil, pero como previa a los ambiciosos seis minutos de 'Blackest sabbath 1997' (que viene como bonus en ciertas versiones) si funciona mejor. 

De todas formas, The devils es un placer de disco, blasfemia pura que continúa mostrando a la banda en estado de gracia pese al paso de los años, la banda se mueve a placer por el black y el death sin dar señal alguna de agotamiento. También es un disco que segura e injustamente volverá a pasar desapercibido ante otros lanzamientos pero que cuenta con méritos suficientes para ganarse un espacio en nuestros podridos corazones. 

¿Canciones? 'The devils', 'Kingdom of cold flesh' y 'Glorifizierung des teufels'

8/10
Excelente.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Porcupine Tree: Closure / Continuation (2022)

 "Todo en su lugar, quizás demasiado..."

Es claro que tras la pasada por los años 2000 llegó un momento en que a Steven Wilson se le pasó por la cabeza esa idea de que "la banda soy yo", de ahí que mandase a descansar a Porcupine tree para desarrollar una carrera en solitario. Y mal no le fue, mira que no en vano durante la pasada década se transformó en uno de los creativos más importantes para el rock, "el último gran héroe", como en alguna reseña me gustó etiquetarlo. En ese camino, sin embargo, un disco como The future bites (2021) lo mostró jugando en ligas externas, no saliendo bien parado. No es que el disco haya sido un desastre pero de que el experimento electro pop no cuajó, no cuajó. Por esto mismo, un álbum como Closure/Continuation de entrada no huele bien, no parece ser una jugada genuina, algo que Wilson tuviese efectivamente proyectado si no más bien una especie de descarte, un forzado regreso a la esencia de su sonido. Sin embargo, ¡cuidado!, que tampoco da para llegar y afirmar que estemos ante un mal álbum, que Steven Wilson es un tipo que cuando anda poco inspirado compone algo que como mínimo cumple, o algo que ya se quisieran otros artistas en su discografía. El problema es que prácticamente todo lo que entrega(n) en estas siete canciones suena a refrito, a cosas que antes hemos oído en la discografía de Porcupine tree

Las credenciales, eso si, aparecen de inmediato y en alto nivel, 'Harridan' abre con un bajo limpio y bello (interpretado por el propio Steven Wilson, quien asumió el instrumento al no contar con Colin Edwin para esta ocasión), al que le seguirán ocho minutos de una estructura exquisita llena de intensidad, oscuridad y momentos explosivos, esto a diferencia de 'Of the new day', que se mostrará como la típica balada de Wilson, aunque encontrará nivel gracias a los quiebres eléctricos que desarrolla tras cada estrofa, algo similar a lo que ocurrirá más adelante en 'Dignity', otra que irá sobre asuntos más melódicos, el problema es que son ocho minutos (así que agárrate) de algo que tenemos de sobra en la carrera en solitario del guitarrista, siendo la primera que huele descaradamente a piloto automático. Finalmente, el tridente inicial del disco se cierra con 'Rats return', una que se acercará a la línea más metal progresiva de Porcupine tree, con un Gavin Harrison notable como siempre. De esta forma, insisto en el punto: las canciones se suceden, son diversas, en su área cumplen, suenan bien, la producción es impecable, las ejecuciones son perfectas y todo está en su sitio... quizás demasiado. 

El caso es que nos queda algo más de disco, se agradece ahí 'Herd culling' con su vaivén oscuro/explosivo (Harrison nuevamente gigante), mientras que 'Walk the plant' se propone como la única incursión realmente experimental del álbum, con unos arranques electrónicos que en medida que el tema avanza funcionan cada vez mejor, aunque digámoslo, tiene toda la pinta de ser un descarte de The future bites de Wilson. Finalmente, no podía ser de otra manera y el álbum cerrará con los casi diez minutos de 'Chimera's wreck', otro tropiezo, una canción que se hace eterna con su intro de más de cuatro minutos y que entre vuelta y vuelta, recién acercándose a los seis meterá algo de fuerza, sonando más Rush que nunca.

El "problema" con bandas como Procupine tree es que compiten contra ellos mismos, por lo que la vara está siempre arriba, lo cual acá ha pesado. Eso sin mencionar lo forzado que el disco parece. No sabemos si la historia llegará hasta acá o tendremos que esperar otros doce años para un nuevo álbum de la banda, lo que si parece claro es que este paréntesis, sin ser un mal disco (insisto, ya se lo quisieran tantos otros), al lado de cualquiera de los trabajos post 2000 luce algo pálido. 

¿Canciones? 'Harridan', 'Of the new day', 'Herd culling'

6,9 / 10
Cumple y algo más...


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