"Vuelta a la balada cebolla..."
Lo anterior se anticipa de buena forma en la sobria partida que entregan 'Para llegar hasta aquí' + 'Saliendo del arrabal' + 'Las chingadas ganas de llorar', diez minutos iniciales marcados por la sencillez del sonido y líneas directas, sin embargo, será a partir de 'Serpiente' cuando el álbum efectivamente mostrará las garras, desatando la convicción que prometía con ese puente/coro lleno de fuerza ("Quítate el bozal para masticar / Eres una serpiente, no sabe ir de frente y me clava el puñal por detrás..."). De hecho, desde acá el disco se irá por un tubo sin jamás bajar el nivel, aportando sensibilidad en la delicada pasada por 'Loco' + 'Cuentas pendientes' para definitivamente desatarse en 'Te puedes a todo acostumbrar', el momento cúspide del álbum y uno donde Bunbury nos saca a bailar armando una especie de 'Nunca es suficiente' (la de Natalia Lafourcade) en versión propia.
Entrando en su recta final el disco ya ha ganado pero de todas formas confirmará sensaciones mediante una sólida 'La hiedra' (que me ha recordado en su coro a 'Es el amor quien llega', una vieja gloria de la mexicana Ana Gabriel) para entregar un cierre sentido y reflexivo mediante 'Como una sombra' + 'El baile de los disfraces y la tentación', marcadas ambas por un piano sutil + guitarras acústicas que proporcionan atmósferas propicias para que Bunbury vuelva a expandir su tono más teatral.
Sacando cuentas y haciendo historia, no sería exagerado afirmar que a partir de 2020 Enrique Bunbury se encuentra viviendo un período sólido y estable dentro de su carrera en solitario, también aquel en donde con mayor claridad ha sabido expresar sus convicciones musicales, equilibrando esto con álbumes que oscilan entre el bueno y el notable. No es poco para un artista que lleva treinta años luchando contra su propia sombra...
¿Canciones? 'Serpiente', 'Te puedes a todo acostumbrar' y 'Como una sombra'.
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