viernes, 30 de noviembre de 2018

Suede: The Blue Hour (2018)

"Contundencia en la era del meme..."

Está difícil componer música en la era del meme, tiempos en donde las canciones más que funcionar en un álbum deben hacerlo en un playlist. Sin embargo, existimos aún quienes nos revelamos frente a dicha inmediatez y oímos discos esperando poder vivenciar una experiencia durante cuarenta o cincuenta minutos. Y para nosotros, aún existen bandas como Suede. Benditos sean por ello. Los ingleses liderados por Brett Anderson han protagonizado uno de los regresos más interesantes (si es que no el más) dentro de toda la camada de bandas noventeras que durante estos últimos quince años decidieron volver, la mayoría de ellos sin absolutamente nada interesante que decir. 

En ese sentido, The blue hour es el tercer álbum de Suede tras su vuelta casi diez años atrás. Antes de este obtuvimos un correcto Bloodsports (2012) y un intenso Night thoughts (2016), y si algunos creyeron que con este último habían tocado techo, cometieron un error: en este 2018 la experiencia ha sido mejorada con creces mediante un álbum tan oscuro como contundente. Un disco de aquellos que ya no se componen. Tal cual. 

Basta oír la solemne entrada de 'As one' para advertir que esto viene en serio. Un desgarrado canto acompañado por una estructura creciente dan cuentas de un tema cargado de teatralidad y emoción. Más adelante esta tónica se sostendrá en una serie de pasadas trabajadas al detalle, ahí 'Mistress´ + 'Beyond the outskirts' (una maravilla de coro) o 'Chalk circles' + 'Cold hands' funcionan como una sola pieza, con transiciones casi imperceptibles para quien oye marcadas por un excelente trabajo de guitarras y ambientes. Entre estas 'Wastelands' y más adelante 'Don't be afraid if nobody loves you' funcionarán como lo más similar a un single que oiremos en el disco, digamos, algo que en otros tiempos habríamos oído en las radios, sin embargo, entrando en el nudo del álbum este volverá a retomar la contundencia mediante las notables 'Life is golden' (¿tenemos canción del año?) y 'Tides'

En el cierre del álbum este se desatará entre arreglos orquestales, los cuales se habían insinuado sutilmente durante la primera mitad pero en la triada final compuesta por 'All the wild places' + 'The invisibles' +  'Flytipping' se abordan en pleno, cerrando así un álbum arriesgado y valiente, un disco desafiante que desborda talento y que desde ya se instala entre lo más destacado que habremos oído en este 2018 y por cierto, de lo mejor que Suede nos habrá dejado en su carrera. 

8,2 /10
¡Excelente!


Otras reseñas de Suede:

viernes, 23 de noviembre de 2018

Muse: Simulation Theory (2018)

"Cancioncitas..."

No venían bien claro está. Es más, desde The resistance (2009), pasando por The 2nd law (2012) y el monótono Drones (2015) que Muse viene generando más dudas que certezas entre los seguidores de la música. No cabe duda, sin embargo, que esta situación debe tener sin cuidado a Matt Bellamy y compañía, quienes desde hace un tiempo a la fecha gozan de un connotado estatus de rockstars, llenando estadios y grabando películas. Y es que a la hora de hablar de Muse deberíamos tener todos claro el que estos siempre fueron una banda con pretensiones comerciales, digamos, más cerca de históricos tipo U2, The Police o Queen (bandas de rock con vocación de masas) que de Porcupine tree o Marillion, por más que en sus inicios hayan coqueteado con el progresivo. El caso es que sea como sea, un álbum como Drones pareció chocar contra un muro en términos de creatividad. El de 2015 fue un disco de guitarras en extremo sencillo y plano. Era esperable por tanto el que la banda realizara un giro en su sonido, que es lo que hemos recibido en Simulation theory, disco con el que Muse retoma su afición por el sonido ochentero (basta ver esa fantástica portada para constatar intenciones) pero intenta barnizarlo en una producción actualizada y diversa. El resultado, sin embargo, vuelve a tropezar con las mismas piedras que tropezaron trabajos anteriores dejándonos una vez más frente a un álbum de uno que otro momento pero que como conjunto no convence ni seduce. 

A destacar en Simulation theory los instantes bien logrados que se concentran en la primera mitad de este, ahí destacan los aires épicos y grandilocuentes de 'Algorithm' (ojo a la versión que aparece en la versión extendida, tapizada en teclados y sintetizadores), la contagiosa dinámica de 'The dark side' + 'Pressure' o el sabor de 'Propaganda', con evidente guiño a Prince incluido aunque claro, todo siempre de manera muy contenida, y es que el conservadurismo de estos Muse por momentos se vuelve desesperante. Dan ganas de zamarrear a la banda a ratos para que despierten y saquen provecho a las melodías que logran, que no están mal. Ejemplo de lo mencionado es 'Break it to me' ¿De qué va esta canción? ¿Quieren experimentar? ¿Entregar un toque de oscuridad previo al pop descarado de 'Something human' (que por cierto, no tiene absolutamente nada que ver con todo lo que ha sonado antes)? Sea lo que sea... no se entiende el objetivo. 

Y si toda la primera parte regalaba tantos momentos como dudas la segunda se encarga de definitivamente sepultar el nivel. Recurren a los coros de estadio en 'Thought contagion' para luego desatar el relleno, y es que más allá de uno que otro buen coro que incluso traerá al presente los tiempos de Black holes and revelations ('Blockades' por ejemplo), es muy poco lo que en la recta final invita a seguir junto al disco dejando en el ambiente la sensación de estar frente a un álbum que sigue dando muestras de una banda sin un norte claro más allá del sobrevivir al momento en base a cancioncitas. Y es que Simulation theory comienza insinuando una propuesta para acabar en medio del vacío. Una vez más...

5/10 
Nada muy especial...


Otras reseñas de Muse:
2015 // Drones
2012 // The 2nd law
2009 // The resistance 

viernes, 16 de noviembre de 2018

Andrés Calamaro: Cargar La Suerte (2018)

"Retorno en buen nivel de un histórico..."

Tocaba el que tras un álbum tan incorrecto y desafiante como fue Volumen 11 (2016) llegase a nosotros una versión más reposada y elegante del argentino Andrés Calamaro, en ese sentido, este Cargar la suerte conecta a la perfección mucho más con Bohemio (2013) que con su antecesor inmediato. Nos encontramos así frente a un álbum de rock correcto, contenido y en general optimista, un conjunto de doce temas que cumplen y sin duda agradarán al fan tradicional del cantautor pero de ese lugar no escaparán.

En lo musical no hay demasiadas sorpresas con el disco, partiendo por esas guitarras tímidas que acompañan el simpático relato de 'Verdades afiladas', la cual nos deja una que otra frase marca de la casa ("Y lo prohibido es una forma de vida...") y da paso a una serie de medios tiempos, como es el caso de 'Tránsito lento' + 'Cuarteles de invierno', donde el argentino saca de la manga su principal talento: el saber lograr demasiado con muy poco. De igual manera el álbum encontrará su mejor momento llegando 'Diego Armando canciones', una que funciona a la perfección con cada linea que seduce y danza sobre una delicada guitarra. Es el mejor Andrés Calamaro y la prueba de que aún hay fuego en su pluma llega con 'Las rimas' ("Lo bueno de estar solo es que la soledad no miente..."), otra pequeña joya que nos dejará este trabajo. 

En una segunda mitad se lanzará al rock de lleno en 'Siete vidas' y luego en 'Falso LV' mientras que bajará las pulsaciones con la cruda 'Mi ranchera' ("Mejor hubiese sido despedirte de mi con un balazo..."). La recta final, sin embargo, bajará un tanto el nivel con cosas más tradicionales como 'Adán rechaza' o 'Egoístas', aunque cerrará de manera impecable con la reflexiva 'Voy a volver'

Sabemos que la carrera de Andrés Calamaro ha deambulado entre verdaderas obras maestras, discos notables y experimentos fallidos. En esa linea Cargar la suerte nos regala varios momentos dignos de ser recordados y un nivel en general destacado. No quedará entre sus más grandes glorias pero si nos entrega el presente de un artista que aún tiene algo que decir, lo cual no es poco considerando la longeva carrera que ostenta. Cabe la reflexión de hecho, ¿existe otro artista de su generación que aún exhiba este nivel? Pocos, muy pero muy pocos.

6,5 /10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Andrés Calamaro:

martes, 13 de noviembre de 2018

Disturbed : Evolution (2018)

"De evolución ... nada"

Disturbed fue una banda que nació a comienzos de este Siglo XXI de la mano del llamado nu metal, movimiento que por aquel entonces comenzaba a dar sus últimos coletazos. A partir de ahí, sin embargo, hay que darles el haber podido sobrevivir al síndrome de los dos primeros álbumes y defender mediante discos cómo Ten thousand fists (2005) o Indestructible (2008) un estilo que, nos podrá gustar más o menos, pero al menos gozaba de cierta identidad. Y en esa linea han venido moviéndose desde hace al menos una década, desarrollando una fórmula de rock cada vez más sencilla, tradicional y melódica, marcada por la raspada garganta de David Drainman y un sonido que pretende lograr bastante con poco. La sensación, sin embargo, de que esta fórmula viene en claro desgaste se ha ido marcando álbum tras álbum, y si con Immortalized (2015) parecieron agotar los cartuchos es con Evolution donde definitivamente han acabado por dar su peor paso a la fecha.

Nos encontramos así con un álbum que trabaja las mismas fórmulas de siempre aunque esta vez han filtrado un tanto más los instrumentos (además de incluir una serie de baladas), buscando sonar algo más sofisticados (?) o modernos pero fallando básicamente a causa de una evidente falta de ideas. Y si bien el álbum no abre del todo mal con una efectiva 'Are you ready' tan pronto llega a nosotros la predecible 'No more' identificamos que el asunto no pinta bien. Y es que si bien siempre Disturbed se ha caracterizado por ser una banda que compone con manual en mano en esta ocasión el asunto les ha quedado en exceso evidente, para muestra la intrascendente balada 'A reason to fight', sin garra, alma ni pasión. En adelante las cosas no levantarán, y es que al cuarto tema Evolution ya se ha quedado sin argumentos ni armas, regalando una seguidilla de temas tan intrascendentes como aburridos ('Hold on to memories', otro claro ejemplo de lo que menciono), donde cada uno de ellos no escapa del estrofa/puente/coro clásico pero sin un solo gancho que valga la pena recordar.  

Cuesta entender por tanto el concepto de evolución que Disturbed maneja ya que no se aprecia en este conjunto de inofensivas canciones un solo paso hacia adelante, sino más bien todo lo contrario. 

3/10
Pésimo...! 

sábado, 3 de noviembre de 2018

Steve Perry : Traces (2018)

"Honesto regreso que sabe a poco..."

Tras 22 años de retiro voluntario, la mítica voz de Journey está de regreso. Sabido es que entrando en los años 90 el vocalista perdió inspiración, sus ganas de cantar y digámoslo también: su característico y privilegiado registro. Sin ir más lejos hace poco ha declarado, en relación a dicho período que "me encantaba componer grandiosas melodías, sin embargo, de un momento a otro ellas dejaron de aparecer". Todo confabuló por tanto para que no supiésemos de Steve Perry por más de dos décadas, período donde este decidió dejar de cantar hasta en la ducha y enfocarse más que nada en sus procesos personales. En ese camino fue que conoció a Kellie Nash, una joven mujer que luchaba en ese entonces contra el cáncer, se enamoró y aferró a ella, al punto de encontrar tras su muerte la motivación para enfrentar sus fantasmas y volver a escena. 

Llega así a nosotros Traces ("Huellas"), un disco de bajo perfil, compuesto basicamente por una serie de sentidas baladas centradas todas, como era de esperar, en el concepto de la pérdida y el seguir adelante con el recuerdo a cuestas. Ahí, nos encontramos con puntos altos, concentrados principalmente en la primera mitad del álbum, y otros no tanto. Entre lo positivo cabe destacar el tridente inicial, compuesto por el medio tiempo 'No erasin', la emocional 'We're still here' y 'Most of all', en todas ellas percibimos a un Steve Perry quebrado vocalmente pero que consigue conmover pese a las evidentes limitaciones que actualmente presenta. Más adelante, sin embargo, el disco se entrampará entre una serie de baladas que insisten en tocar la misma tecla al punto de agotar. Ahí temas como 'No more cryin' (que parece ser un refrito del clásico 'Lights') , 'In the rain' o 'You belong to me' acaban cansando y el rock de 'Sun shines gray' suena tan de manual que no alcanza a levantar el asunto.

Nos quedamos entonces frente a un álbum honesto de comienzo a fin (que cuenta además con una portada sencillamente espectacular) pero que francamente, más allá de la emoción que pueda provocarnos el oír nuevamente a Steve Perry, es poco lo que tiene que entregar en materia de canciones. 

2.5 // Nada muy especial.