lunes, 31 de agosto de 2020

Babasónicos: Suficiente (2020)

"Ilusión a cuenta gotas..."

Dos años atrás, algunos alucinamos tras la aparición de un adelanto como 'La pregunta', sin embargo, la ilusión de (al fin) presenciar un regreso en forma de Babasónicos acabó sepultada bajo los treinta minutos de Discutible (2018), un álbum tan acomodado como cualquier otro que los argentinos hayan entregado durante los últimos quince años. Esa misma falta de hambre, a la que tristemente ya muchos nos hemos acostumbrado (y resignado) se percibe en Suficiente, su más reciente EP.

Nada nuevo bajo el sol por tanto en estas cuatro canciones que en sus quince minutos prácticamente no escapan de los lugares comunes que la agrupación viene visitando desde hace bastante. Con todo, agrada la cadencia y reflexión desde la derrota de una canción como 'Suficiente' ("Los últimos cinco años fueron un total desastre / Caer, levantarse, caer de espaldas, estar desecho y descompuesto a la vez..."), pese a que en lo musical acabe sin proponer demasiado. De igual forma el cierre a cargo de 'Camboriu' regala esa irreverencia cargada al baile y la distorsión que sabemos aún vive en la banda, por más oculta que continúe mostrándose entre canciones tan insípidas e inofensivas como 'Oportunidad' o 'El culo'.

Nos quedamos así con una entrega más de Babasónicos que regala ilusión a cuenta gotas pero que finalmente no escapa de la lamentable regularidad que les venimos oyendo desde hace tanto...

5/ 10
Nada muy especial






Otras reseñas de Babasónicos:

jueves, 27 de agosto de 2020

The Killers: Imploding The Mirage (2020)

"En su contexto, más que bien..."

Desde un buen tiempo a la fecha que las sensaciones en torno a The killers venían rondando la resignación. Y es que tras un gran debut en 2004 los liderados por Brandon Flowers han ido desarrollando una discografía marcada por singles potentes pero conjuntos en general débiles. En este 2020, y con una agrupación quebrada (Dave Keuning y Mark Stoermer, en guitarra y bajo, participaron en la grabación del álbum pero están más fuera que dentro), la llegada de Imploding the mirage sembraba más dudas que certezas, sin embargo, la música tiene estas cosas curiosas y, con todo en contra, la banda (o lo que queda de ella) ha acabado firmando uno de los álbumes más sólidos en su carrera, o al menos uno que se puede escuchar de comienzo a fin sin terminar en el tedio absoluto.

El sexto álbum de The killers abre con un golazo incontestable, 'My own soul's warning' bebe en la fuerza de sus teclados de The war on drugs (y por ende de Bruce Springsteen), es contagiosa y derrocha potencia en su interpretación, con un Brandon Flowers pletórico. Hasta ahí, sin embargo, no hay novedad respecto a anteriores trabajos de la banda, los cuales contaron con sencillos igual de memorables ('The man' o 'Runaways', claros ejemplos) para luego caer en dramáticas irregularidades. La primera mitad de Imploding the mirage marca en ese sentido una clara diferencia, abrazando el vértigo en unas convincentes 'Dying breed' o 'Caution' y adoptando tonos más reflexivos en 'Blowback' o la emotiva 'Lightning fields' (de lo mejor del álbum sin lugar a dudas con sus aires al Peter Gabriel de So/Us), donde Flowers aborda la relación entre sus padres con K.D Lang como invitada adoptando el rol de su madre (fallecida en 2010 a causa de un cáncer). 

Ciertamente la cara B del disco mostrará algunos ripios (sin estar declaradamente mal), con canciones como 'Fire in bone', que intenta colocarle algo de sabor al álbum pero va perdiendo fuerza en medida que avanzas sus coros, o 'Running towards a place', cuyo gancho está en los teclados pero no en mucho más, aunque recuperaran el nivel gracias al trabajo de percusiones que acompaña el tono gospel de 'My god'. El complemento final llegará con 'Where the dreams run dry' + 'Imploding the mirage' (la canción), que llegan para cerrar de manera correcta un disco que va claramente de más a menos, que concentra todos sus puntos fuertes en su primera mitad pero cuenta con una segunda que se deja oír. No es la octava maravilla pero se sostiene más allá de sus singles, lo cual considerando los antecedentes de The killers siempre será una buena noticia. 

7/10
Muy bueno.


Otras reseñas de The killers:
2017: Wonderful, wonderful 
2012: Battle born

lunes, 24 de agosto de 2020

Deep Purple: Whoosh! (2020)

"Un regalo..."

Estaba realmente difícil que Deep purple pudiese superar el listón dejado por el fantástico Infinite (2017), mira que tras cincuenta años de carrera un disco de ese nivel no se encuentra a la vuelta de la esquina, sin embargo, lejos de decepcionar la leyenda británica regresa en este 2020 nuevamente junto al gran Bob Ezrin en producción (quien ya les acompañó en Infinite y Now what?!) con un álbum que continúa mostrándoles en buen pie, y por sobre cualquier otra cosa,  disfrutando de lo que hacen. Whoosh! es el quinto álbum de la banda con su actual formación, ya que en los noventeros Perpendicular (1996) y Abandon (1998) participó el mítico Jon Lord en teclados, y el fiato se aprecia, entregándonos un puñado de canciones que logran tocar de buena forma las distintas aristas que Deep purple tiene hoy para ofrecer, regalando así un álbum dividido en dos almas, una primera parte que agrupa canciones sencillas, directas y que gozan de muy buena vibra (todas ellas rondando los tres minutos de duración) y una segunda que regala momentos muchísimo más experimentales y sorpresivos en materia estructural. 

De esta forma, la cara A de Whoosh! da muestras de una banda que busca pasarse un buen rato, lo cual se aprecia desde la partida, ahí el tridente 'Throw my bones' + 'Drop the weapon' + 'We're all the same in the same in the dark'  trabaja diez minutos en una dirección similar, con un Ian Gillan llevando cada relato en total comodidad, sin desbordes y consciente de que los tiempos ya no están para sobre exigirse sino más bien para cumplir con el cometido, y lo mismo corre para la guitarra de Steve Morse o el Hammond de Don Airey, que acompañan todo el tiempo llevando cada canción con elegancia aunque en los solos soltando un tanto más las riendas, de hecho, cuando ambos se encuentran más adelante en la reflexiva 'Nothing at all' lograrán uno de los momentos más fabulosos del disco. 

Se empantanará un poco el álbum en su nudo eso si, tanto 'No need to shout' + 'Step by step' como el rock & roll de 'What the what' suenan demasiado a lugar común y no logran enganchar como debiesen, sin embargo, una vez superado el impasse el disco recuperará el vuelo con 'The long way round' (la única del álbum que supera los cinco minutos de duración) seguida de 'The power of the moon', ambas representarán el momento más experimental del trabajo en materia de estructuras, con idas, vueltas y oscuros arreglos que escapan de lo predecible, y desde ahí Whoosh! no bajará más el nivel. 'Remission possible' es un interludio instrumental que te deja pidiendo más y que dará paso a una atmósférica y notable 'Man alive' (con un excelente Ian Gillan) para finalizar todo de manera emblemática con una reversión de 'And the address' (instrumental que abrió su disco debut de 1968), en un simbolismo que emociona, ya que inevitablemente el cerrar recordando donde todo comenzó más de cincuenta años atrás, suena a guiño de despedida...

¿Algo más que agregar? Difícil. Solo considerarnos privilegiados de seguir disfrutando de un dinosaurio en activo y, digámoslo, plenamente vigente en materia creativa. Gracias, eternos. 

7,5 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Deep Purple:
2017: Infinite

viernes, 21 de agosto de 2020

Adelantos: Napalm Death + Deftones + Anaal Nathrakh (Bonus: Gojira)


Tiempo de adelantos. Se vienen buenas semanas en septiembre y octubre para el mundo del rock y el metal, con nuevos álbumes de una serie de bandas relevantes por las que vale la pena mantenerse atento. La primera de ellas es una verdadera leyenda del grindcore y el death, nada menos que Napalm death. Su álbum número dieciséis constará esta vez de solo doce canciones (¿es que se han domesticado? ya veremos...), se titulará Throes of joys in the jaws of defeatism y respecto a este Mark Greenway ha anticipado que este reflexionará en torno a la violencia y el antagonismo que se está viviendo hoy dentro de las sociedades modernas (de ahí la portada en donde un hombre estrangula a una paloma). El próximo 18 de septiembre verá la luz y precisamente hoy lo han adelantado con 'Amoral', un temón...


Otros que regresan tras cuatro años de silencio son Deftones. Ayer conocimos 'Ohms', canción que dará el título a su noveno álbum (además de cerrarlo) y respecto a esta cabe mencionar que resulta un tema bastante atractivo desde su producción (lo cual desde ya se agradece dado lo horrible que sonó Gore de 2016) de la cual estuvo a cargo Terry Date (quien antes trabajó con la banda en Around the fur, White pony y el homónimo de 2003). En materia de estructura no hay sorpresas con la canción (no escapa del estrofa/puente/coro), a excepción quizás de ese minuto final que deja pidiendo por más, y tampoco en el sonido de la banda, que recurre a guiños emocionales marca de la casa que ya les conocemos de sobra.  'Ohms' suena a un buen tema de Deftones, una canción correcta pero no demasiado más. El 25 de septiembre es la fecha, y ya contamos los días...



Por si lo anterior fuese poco, entrando en octubre (el 2 para ser más preciso) llegará a nosotros Endarkenment, el onceavo disco de los fantásticos Anaal Nathrakh y lo han adelantado con el tema homónimo que viene con un videazo que vale la pena disfrutar...


¡Y cerremos con un bonus! Y vaya regalo. Tras cuatro años de silencio hace unas semanas conocimos lo nuevo de Gojira: 'Another world', una canción que responde al clima apocalíptico que nos encontramos viviendo y plantea en su video una desoladora versión de 'El planeta de los simios'. Por el momento no sabemos si la canción será parte de un nuevo trabajo o quedará unicamente en una entrega aislada, pero como sea, se agradece el paquete completo. Hace rato no veía un video tan bonito y cuidado en su producción... 

martes, 18 de agosto de 2020

Haken : Virus (2020)

"Continúan en estado de gracia..."

Definitivamente los ingleses de Haken no están dispuestos a dejar que el plato se enfríe. Conscientes de ser una de las bandas más relevantes del progresivo actual vuelven en este 2020 a tan solo dos años de haber editado su anterior trabajo, en un ejercicio que ciertamente no deja de impresionar considerando el nivel que la agrupación ha mostrado a lo largo de esta década, pasando por el colosal y exquisito en matices The mountain (2013), un luminoso Affinity (2016) para luego haber retomado la oscuridad y peso en Vector (2018). El caso es que cada uno de sus álbumes Haken han dado muestras de una enorme riqueza instrumental, un progresivo característico que ha sabido nutrirse e influencias clásicas y modernas, pero con colores particulares que han vuelto a cada entrega muy especial. En este sentido podríamos afirmar que Virus (ojo que el título no tiene nada que ver con el Covid19 , eh? pues estaba decidido mucho antes de la llegada de la pandemia) es el primer álbum en donde los oímos cómodos en su sitio, un disco que funciona en una linea similar a la trabajada en Vector dos años atrás y cuya estética similar da a entender que hemos recibido un álbum doble publicado de manera separada, una especie de Load/Reload, digamos. ¿Más de lo mismo por tanto? Para nada, ¡que hablamos de Haken!

Y es que si bien Virus abre de la misma forma en que abría Vector, con un single efectivo como 'Prosthetic' que aunque se encuentra marcado por un estrofa/coro reconocible sabe introducir elementos progresivos en su estructura (lo que hacen previo al segundo coro, por ejemplo, retrasándolo casi un minuto entre vueltas y vueltas instrumentales, es notable), rapidamente el álbum aportará otros matices en relación a su antecesor, adentrándose en sonidos mucho más íntimos y profundos en 'Invasion', que huele al Leprous más reciente por todos lados con sus machaques constantes, cortados y golpeados, esto a diferencia de una canción como 'Carousel', que se la juega por melodías más abiertas y accesibles que se debaten entre el peso y la sensibilidad, el metal y el pop, con enorme talento (con un par de minutos finales realmente hermosos, además). Posteriormente 'The strain' será una que retomará lo realizado en 'Prosthetic', un tema ganchero marca de la casa y lleno de matices instrumentales notables mientras que 'Canary yellow' propone a un Ross Jennings en voces agudas todo el tiempo, tonalidades más claras, guitarras limpias y momentos marcados de calma, en el único tema del álbum que intenta explorar con claridad un sonido más cercano a un auditor casual. 

La recta final del álbum estará marcada por los diecisiete minutos de 'Messiah complex', una pieza dividida en cinco partes en donde la banda volverá a desenfundar todo su arsenal progresivo ambicioso y contundente llevando la pieza hacia muchísimas aristas minuto tras minuto, para finalmente cerrar con 'Only stars', dos minutos de un Jennings al desnudo que vocaliza a modo de epilogo. 

Al metal progresivo se le suele atribuir una tendencia a sonar "poco amable" con el auditor, colocando la técnica interpretativa por sobre cualquier otra cosa. Ahí Haken realiza un esfuerzo por acercar su música y por momentos lo logra, aunque el desafío sigue estando presente. De todas formas cada álbum de Haken es mundo en si mismo y Virus no ha sido la excepción, el sexto disco de la banda funciona como una segunda parte de su antecesor pero es capaz de volar con alas propias gracias a la diversidad y osadía con que cuenta. Una vez más estarán dentro de lo más notable que hayamos oído en el año...

8,5 /10
¡Excelente!


Otras reseñas de Haken:

sábado, 15 de agosto de 2020

20 Años De... Halford: Resurrection (2000)

"Histórico regreso en plena forma..."

Los años noventa fueron fabulosos, tiempos que como pocas veces en la historia de la música se prestaron para una abierta experimentación. Sin ir muy lejos, en el mundo del heavy metal no deja de ser curioso que dos vocalistas tan enormes como Bruce Dickinson y Rob Halford hayan experimentado años tan similares en términos creativos. Ambos a comienzos de década por razones creativas decidieron romper el cerco de su zona de confort, abandonar la gloria y fama para lanzarse al vacío en búsqueda de nuevas musas. En ese camino Bruce nos regaló Skunkworks (1996) y tras el rechazo obtenido (el cual se sabe lo sufrió bastante, dada la entrega puesta en dicho trabajo) decidió regresar al metal con álbumes fantásticos como Accident of birth (1997) o el sensacional The chemical wedding (1998), a los cuales ya me referiré en algún momento acá en mi querido blog. En paralelo, Rob Halford vivió quizás una vuelta algo más larga, intentando indagar en el mundo del groove metal junto a Fight mediante la publicación de War of words (1994) + un ignorado A small deadly spaces (1996), para luego romperlo absolutamente todo mediante el proyecto rock/electrónico/industrial Two (también conocido como 2wo) en 1998. Y bueno, tras toda esta vorágine no quedaba más que el regreso a las raíces, situación que se materializó entrando en el nuevo siglo con la creación de Halford, banda que le permitió al vocalista encontrar a sus cincuenta años aires renovados en el mundo del heavy metal.

Y es que si en Fight el vocalista vomitó toda su ira y en Two liberó sus ataduras, con Halford encontró su propia redención, asunto que se expresa con absoluta claridad en el álbum debut del proyecto: desde el título, la estética (vuelta al cuero y la motocicleta), líricas y sonido, todo en Resurrection habla del renacer con nuevos aires. Lo hace además mediante un conjunto fenomenal de canciones, producidas de manera impecable por Roy Z (quien antes trabajó como guitarrista en la banda de Bruce Dickinson) que apelan por momentos a la agresividad del metal, con una afilada dupla en guitarras compuesta por Mike Chlasciak y Patrick Lachman (que más adelante formaría Damageplan junto a Dimebag Darrell), pero que también dan muestras del camino recorrido por el artista, conectando por momentos con lo trabajado junto a Fight.

De esta forma el disco abre con una dupla absolutamente incontestable, suena primero 'Resurrection', una canción demoledora en donde Rob Halford apela a sus impresionantes agudos para transmitir desesperación en su relato ("Estoy cavando a fondo en mi alma / Para traerme de regreso desde ese maldito hoyo / Eliminé los demonios de mi corazón / Y encontré la verdad que estaba conmigo desde siempre..."), seguida de 'Made in hell', una cabalgata incesante que rinde culto en sus líricas al heavy metal y anuncia con letras mayúsculas el retorno del Metal God. Por cierto, en vivo esta canción es una jodida obra de arte...


Más adelante el álbum volverá a apelar a la velocidad como arma en canciones como 'Cyberworld', 'Savior' o 'The one you love to hate' (donde colabora en voces Bruce Dickinson), sin embargo, otra mitad del álbum correrá por una linea diferente, cargada al medio tiempo y en un tono profundamente reflexivo. Así, sonarán canciones oscuras como 'Locked and loaded' (una oda a la venganza), 'Night fall' (con esos exquisitos filtros vocales que aportan a la atmósfera del tema) o la fantástica 'Slow down', una verdadera pequeña joya oculta en este álbum en donde el vocalista clama en su búsqueda de paz ("Estoy tratando de todas las formas posibles / Estoy haciendo daño, lo entiendo...") y esperanza ("Estoy aquí para darme una oportunidad más / Esa opción está descansando en mis manos..."), mientras que en el nudo del disco encontraremos sin lugar a dudas la canción que define el espíritu de Resurrection en toda su magnitud: 'Silent screams', siete minutos de perfección en donde Rob Halford abre en plan balada acústica reflexionando en torno a la búsqueda de su verdad ("Lo que hoy soy es todo lo que importa / Las mentiras se han ido..."), explicando en los coros el porque vuelve al metal ("El mundo se mueve / En todo lo que se ha convertido / Y yo aún grito por dentro / Porque todo el dolor interno no ha cambiado...") para en la recta final estallar en velocidad encontrando un diálogo consigo mismo fascinante que cierra con esa maravillosa e inolvidable línea: "Porque cada vez que grito estoy matando mi dolor...".

No todo será perfecto eso si. El álbum complementará toda esta emocional pasada con una recta final que entregará los puntos más débiles del registro. Ahí Halford se lanza al groove y suena algo falto de chispa y repetitivo en canciones como 'Temptation', 'Drive' o 'Twist'. Como dato curioso cabe mencionar que años más adelante Rob Halford decidió renovar su catalogo, re mezclando sus discos y en esa pasada, agregó algunos extras al álbum que aparece en plataformas streaming, pese a no haber sido incluidas en el disco original de 2000, como las demoledoras 'Hell's last survivor' + 'Sad wings' (que aparecieron más adelante en versiones increíbles incluidas en el vivo Live Insurrection de 2001) o las curiosas 'God bringer of death' + 'Fetish' que definivamente parecen ser descartes de su era Fight. 

En definitiva, Resurrection representó en 2000 el regreso al metal de un Rob Halford de energías renovadas, que vocalmente deseaba demostrarse aún vigente (y vaya que lo estaba, esa gira fue brutal en términos de voz) y creativamente fresco. Un disco fabuloso que por todo lo que involucró y que dio pie para que el Metal God conectará a sus entonces cincuenta años con nuevas generaciones.

8,5 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de Rob Halford:

martes, 11 de agosto de 2020

Lady Gaga: Five Foot Two (Documental, 2017)

"Humana y contradictoria exposición..."

Sabido es que la grabación y publicación de Joanne (2016) significó para Lady Gaga un intento por encontrarse consigo misma, exorcizar sus demonios y, por que no decirlo, demostrar sus dotes como cantautora a una industria que continuaba visualizándola como un divertido clon moderno de Madonna. De aquello va Five foot two, documental que en estos días me he encontrado en Netflix y he disfrutado bastante por lo que he querido comentarlo y recomendarlo acá, en mi querido blog. 

En el filme observamos una intención evidente de Gaga por exponer su intimidad y sensibilidad, contradicciones y debilidades. De esta forma la vocalista opta por quitarse el disfraz y mostrarse tal cual es: pequeña, insegura y llorona, exigente y auto flagelante, pero una artista de pies a cabeza. Gaga respira arte y creatividad en todo momento, es una diva en polera y jeans que no teme mostrarlo todo, culo incluido e incluso las estrías de sus tetas. Se presencian así momentazos, como aquel en donde no esquiva el bulto y se refiere a su relación con Madonna, a quien declara admirar pero le decepciona enterarse de ataques vía prensa, cuando visita a su abuela para mostrarle 'Joanne', canción escrita para su hija fallecida en los años 70s a causa de una dolorosa enfermedad, o sus idas al médico para enfrentar dolorosas lesiones. Todas estas idas y vueltas se intercalan con imágenes de la grabación del álbum (un manjar para mi, pues si hay algo que amo es ver ese tipo de cosillas de estudio), con extractos al piano de 'Million reasons' o grabando a dúo 'Hey girl' junto a la grandiosa Florence Welch.

No todo es perfecto, sin embargo. El documental centra su recta final (y no poco, aproximadamente treinta minutos) en su presentación en el entre tiempo del Super bowl, actuación para la que declara (literal) "haberse preparado toda su vida". Todo este segmento resta bastante puntos al filme, que se vuelve bastante aburrido al redundar y redundar en la presentación del show, presentando además evidentes contradicciones entre lo que se ha querido mostrar durante los noventa minutos previos (un acercamiento hacia lo íntimo y natural) y la frivolidad de una actuación meramente comercial. Gaga siente la presión de "tener que estar a la altura" y continuar demostrando su estatura de showgirl, lo cual se muestra en el documental como algo positivo pese a la evidente sobre exigencia y problemas de salud mental en que sumergen a la vocalista. Entonces... ¿en qué quedamos? ¿queríamos salir o mantenernos ahí? Confuso.

Con todo, Five foot two resulta un documental que vale la pena revisar, que expone a una Lady Gaga en búsqueda de si misma, aunque no exenta de enormes contradicciones. Mi conslusión: ojalá hubiesemos visto más Joanne y menos Super bowl.  

7/10
Muy bueno. 


Otras reseñas de Lady Gaga:

sábado, 8 de agosto de 2020

20 Años De... Coldplay: Parachutes (2000)

"La vuelta a lo elemental..."

El fin del Siglo XX definitivamente coincidió con un punto de quiebre importante en el mundo del rock. Las bandas noventeras se debatían entre el fin (ya se habían acabado Soundgarden o Faith no more) o entregar sus últimos coletazos (Stone temple pilots, Suede, Blur, No doubt, Smashing pumpkins, Rage againts the machine, entre tantos), y lo que sonaba con fuerza en aquellos años era un adolescente nu metal que amenazaba con devorarlo todo. En ese contexto, una banda inglesa como Coldplay cayó de pie, y un álbum como Parachutes, con su sencilla y delicada propuesta pareció entregar al mundo ese respiro que parece todos venían necesitando. Y es que, lejos de la vorágine y confusión musical que se vivía en ese entonces, Coldplay supo con su álbum debut volver a lo básico y recuperar lo elemental: el sentimiento y la sencillez de la canción, antes que cualquier otra cosa. Aquello se expresa a la perfección en los casi 40 minutos de música que entregaron en Parachutes, un conjunto de diez canciones que se debaten entre baladas eléctricas, acústicas o sobre un piano pero cuyo factor común es que todas sin ostentar demasiado fueron capaz de tocar al planeta. 

La partida del disco habla por si sola. 'Don't panic' es un medio tiempo delicado que en tan sólo dos minutos es capaz de imponerse entre acordes acústicos y una sutil guitarra eléctrica que con extremada sencillez va marcando el tema. Mucho más explosiva resultará 'Shiver', una maravillosa declaración de amor en donde además podemos apreciar el potencial de Coldplay en todo su esplendor (algo que la banda explotaría con fuerza en su sucesor A rush of blood to the head dos años más tarde), con un Chris Martin dando muestras de hasta donde puede llegar su especial registro vocal, que parece estar siempre al límite del quiebre y la desafinación pero es capaz de conmover en su singularidad. Posteriormente 'Spies' será otra que conjugará a la perfección la marca registrada de los inicios de Coldplay: el tándem acústico/eléctrico, con un Jonny Buckland que emula a The Edge de U2 con un slide exquisito. 

Con las cartas ya en la mesa, el disco se continuará desarrollando en un ambiente bastante regular, entre baladas acústicas y desnudas como 'Sparks', el interludio 'Parachutes', 'We never change' o 'High speed', en ocasiones sobre el piano como 'Trouble' o 'Everything's not lost', o nuevamente generando explosiones como en el exitazo 'Yellow', cerrando así un álbum que a veinte años de su publicación continúa sonando fresco y atrevido en su simpleza. 

Con los años Coldplay se transformaría en otra cosa. El éxito de los sucesores a Parachutes abriría paso al confeti, los globos y a un show que se situaría por sobre la música (algo similar a lo que le fue ocurriendo a Muse con el paso de los años), a un producto que cuesta asociarlo a la humildad y naturalidad que su álbum debut expresa con tanta claridad, un disco fantástico principalmente a causa del contexto en que fue lanzado, un álbum que triunfó donde otros lo intentaron (Travis o Doves), gracias un puñado de singles incontestables ('Yellow', 'Trouble', 'Shiver', 'Don't panic') y una segunda linea sensacional ('Spies', 'Everything's not lost') que fue capaz de hacernos creer nuevamente en la belleza que reside en lo básico. 

8 / 10
Excelente.


Otras reseñas de Coldplay:
2019: Everyday life
2015: A head full of dreams
2014: Ghost Stories
2011: Mylo Xyloto

miércoles, 5 de agosto de 2020

Alanis Morissette: Such Pretty Forks In The Road (2020)

"Honesto y visceral regreso..."

Desde hace bastante no teníamos noticias de Alanis Morissette, sus últimos trabajos fueron Flavors of entanglement (2008) y Havoc and bright lights (2012), ambos de baja repercusión, y desde ahí solo supimos de ella en 2015 y ahora en 2020 a causa de los aniversarios de Jagged little pill, su mítico éxito noventero. Fue a partir de esto que volvimos a oírla explicando las razones de su prolongado silencio a causa de una serie de situaciones que debió enfrentar durante esta década, las cuales incluyen una estafa por parte de un ex manager, un aborto, un embarazo inesperado a los 45 años de edad y una depresión post parto que la tuvo en el suelo durante un largo período. Habló también de toda la traumática experiencia que significó el éxito obtenido a mediados de los años noventa con Jagged little pill, por lo que realmente agradece el hoy vivir un bajo perfil y que su música casi pase desapercibida. En medio de todo este convulsionado contexto personal también informó la publicación de un nuevo disco, el cual tras una serie de adelantos al fin ha llegado a nosotros.

A diferencia de lo trabajado ocho años atrás en Havoc and bright lights, el noveno álbum en la carrera de Alanis Morissette (si contamos los dos inicialmente publicados en Canadá) aborda una vibra muchísimo más baja mediante una serie de baladas cuyo eje, como era de esperar, se encuentra en la reflexión del momento personal que ha vivido la artista. Ahí, el álbum abre de manera majestuosa con la enorme 'Smiling', en donde Alanis declara intenciones de inmediato abordando su crisis ("Esta, mi rendición, como tu lo llamas / Es la anatomía de mi caída")  pero se da ánimos para seguir adelante ("Y yo sigo sonriendo / Me mantengo en movimiento / No puedo estar quieta...") en una canción de características épicas que bebe un tanto de viejas glorias de la artista como 'Joining you' (en su puente previo al coro) o 'Uninvited' (en ese cierre orquestado). 

De ahí en adelante el disco oscilará entre uno que otro medio tiempo pop y una serie de oscuras baladas. Entre los temas más dinámicos aparecerá 'Ablaze', una carta de amor escrita a sus dos hijos e hija , 'Reasons I drink', donde aborda sus adicciones a diversas drogas e incluso a la comida, o 'Sandbox love', que relata entre esperanzadoras guitarras el desafío que implica el intentar llevar una sana sexualidad tras haber vivido una experiencia de abuso en el pasado ("Aquí vamos / Hacia esa zona peligrosa / Pero esta vez con un amigo..."). En otra arista aparecerán las canciones más espesas, ahí destaca por sobre todas 'Diagnosis', con una Alanis que se percibe desnuda ante un piano, quebrándose incluso mientras habla de su rendición ante un momento de absoluta depresión  ("Llámame cuando quieras / Ya no me interesa / Llámame como quieras / Como te haga sentir mejor..."), pero canciones como 'Missing the miracle' o 'Reckoning' en su simpleza también funcionan. 

De esta forma y en medida que el álbum avanza lentamente irá convirtiéndose en una constante catarsis entre letras personales y potentes, con una Alanis aún enorme e intacta en sus capacidades vocales para transmitir. Para bien y para mal, por tanto, entrando en su nudo Such pretty forks in the road entregará una seguidilla de baladas al piano que seguro a más de alguien desconectarán pero donde lo que no se puede negar es la característica franqueza que la artista ha puesto sobre la música, nuevamente abordando la depresión desde aquellas interminables de insomnio en 'Losing the plot' o al piano en 'Reckoning' o 'Her', entregando solo excepciones en la ya mencionada 'Sandbox love' o en la notable 'Nemesis', con seguridad el tema más interesante del álbum en materia de arreglos, con percusiones que aceleran, sumergen y entregan los momentos más intensos del trabajo. No por nada es también la más extensa de todas.  

Nos quedamos así ante un regreso que no está nada mal pero que seguro dividirá aguas a causa de su excesiva baja vibra. Un álbum honesto y a momentos bastante visceral en cuanto a letras e interpretación vocal pero que en lo musical extraña algo más de riesgo, que se queda entre baladas y medios tiempos que privilegian el mensaje por sobre lo instrumental.

¿Canciones? 'Smiling', 'Diagnosis' y 'Nemesis'.


7 / 10
Muy bueno.


Otras reseñas de Alanis Morissette:

lunes, 3 de agosto de 2020

Taylor Swift: folklore (2020)

"Un paso al frente..."

¡Pero vaya sorpresa! A tan sólo un año de la publicación de Lover (2019), y cuando nadie lo esperaba, la norteamericana Taylor Swift ha decidido golpear la mesa y romper la línea de sus anteriores trabajos mediante la publicación de un álbum inesperado y que se distancia claramente de aquello que antes le habíamos conocido. En la búsqueda de este objetivo se ha dejado asesorar por Aaron Dessner (productor y miembro de The national), quien ha colaborado en letras y arreglos de gran parte del disco, entregando así a este buen folklore un tono reflexivo que se contrapone al pop dinámico y adolescente que la vocalista venía entregando desde hace un largo rato.

De esta forma, en su octavo álbum Taylor Swift ha abordado una serie de miradas en torno al mundo de las relaciones pero lo ha hecho desde una perspectiva adulta en lo lírico (encontrando varias de las mejores líneas de su carrera) e introspectivo en lo musical, un disco marcado por sentidas baladas, todas ellas arregladas al detalle y que lejos de sonar ligeras o de manual apuestan por la profundidad en el sonido. De todo aquello habla la partida a cargo de 'The 1' + 'Cardigan', en la primera habla de aquellos amores que no fueron ("Tu sabes, las mejores películas son las que nunca se filmaron...") mientras que en la segunda se plantea la historia de una infidelidad ("Besos en autos y bares era todo lo que necesitábamos / Tu dibujaste estrellas alrededor de mis cicatrices / Pero ahora estoy sangrando..."), en la que desde ya debe ser una de las mejores canciones que nos habrá dejado este 2020. En ambas mencionadas el piano funciona como instrumento guía aunque las percusiones a cargo de Dessner son total aporte en cada ocasión, lo mismo que ocurrirá más adelante, en ocasiones incluso acariciando la gloria como en 'Exile', en donde participa Bon Iver regalando un doloroso diálogo con Taylor, con un contraste vocal entre ambos que transmite a la perfección la desconexión de una pareja que se rompe en pedazos. 


Por supuesto que el disco no se quedará solo en estas, en 'My tears ricochet' la vocalista emociona como nunca cuando sube al coro encontrando nuevamente en la producción un tremendo aliado, con unas percusiones que hacen de lo poco algo inmenso. En 'Seven' triunfa con una dulce y sencilla melodía mientras que en canciones como 'The last great american dynasty' (dedicada a Rebekah Harkness, artista, millonaria y mecenas del arte, que vivió en casa que Taylor compró en 2015) o 'August' intentará escapar por minutos del exceso de baladas aumentando un poco los tiempos del disco. 

Si algo hubiese que criticarle a folklore es su evidentemente exceso de canciones, son dieciséis en 63 minutos de duración y ahí piezas como 'Mirrorball', 'This is me trying' (donde se concierte en toda una Lana del Rey) o toda la recta final se vuelven algo repetitivas por lo que cuesta bastante llegar al cierre del álbum, lo cual es lamentable considerando lo enorme de toda la primera mitad de este. Con diez y once canciones estaríamos hablando de uno de los discos del año pero con todo lo que ha entregado acabamos quedándonos con una primera mitad fantástica, siete u ocho canciones brillantes y un puñado de relleno que no acaba de estar a la altura. 

El tiempo dirá si folklore representa el punto inicial de una nueva etapa musical para Taylor Swift o la mujer acaba reculando como ha hecho recientemente Lady Gaga tras su interesante Joanne (2016). Por ahora nos quedamos con un muy buen trabajo que seguramente dejará satisfecho tanto a fans como a auditores casuales de la artista.

7 / 10
Muy bueno.