lunes, 30 de octubre de 2023

Cadaver: The Age Of The Offended (2023)

 "Más vivos y creativos que nunca..."

Más allá de todos los méritos con que contó el solidísimo Edder & Bile (2020), este marcó el regreso de Cadaver a la escena tras nada más ni nada menos que dieciséis años de silencio, por lo que inevitablemente en la valoración del álbum jugaba cierto factor nostálgico, digamos, el gusto de tenerlos de vuelta. Aquello ya no cuenta en The age of the offended, un álbum que se plantaba frente al siempre complejo desafío de cumplir con una determinada expectativa. ¿Más de lo mismo o un paso adelante? - parecía ser el dilema, ante el cual la dupla Neddo + Dirk Verbeuren (que acá reparten créditos de manera equilibrada) ha optado por plantear algo que se acerca a lo segundo, un disco que baja un tanto la velocidad respecto al mencionado antecesor y apuesta por una mayor diversidad (incluye más canciones, alargando la experiencia en diez minutos), apoyándose para esto en la conocida versatilidad de Verbeuren en batería y una producción tremendamente atinada a cargo (nuevamente) de Adair Daufembach.

A lo largo de estos cuarenta y dos minutos de música Cadaver vuelve a meter mano a esa fórmula que oscila entre el black y el death, tanto en términos instrumentales como interpretativos, con un Neddo oscuro y feroz en sus registros. Esto se aprecia con claridad en temas que no apuestan por ser tan inmediatos o efectivos sino más bien conquistar desde su entramado de arreglos y múltiples influencias, me refiero a cosas como 'Postapocalyptic grinding', 'The age of the offended' (la canción) o la notable 'Crawl of the cadaver', que en tan solo tres minutos se pasea por cuanto cambio de estructura desea. 

De todas maneras la banda acelerará en 'Death revealed' o 'The sicker, the better' ,sin embargo, el principal mérito del álbum está en no conformarse con esto e ir por la sorpresa en 'Scum of the earth', mucho más hardcore en sus estrofas y caótica en sus coros, bajando de golpe los tiempos en la tétrica 'The shrink' , en la genial 'The drowning man', con unas atmósferas iniciales en donde incluso se puede percibir a Black sabbath en las influencias. 

Si hubiese que encontrarle un "pero" al álbum este se encontraría en la recta final, cuando una espesa 'Dissolving chaos' seguida de las ágiles y violentas 'Deadly metal' + 'The craving', sin ser en absoluto malas canciones comienzan a redundar sobre sonidos que ya se habían abordado en el álbum, evidenciándose como relleno en un disco que realmente no lo necesitaba e incluso entorpeciendo ese tremendo cierre que es 'Freezing isolation'. Quizás, que en pedir no hay engaño, el camino a la gloria estaba en trabajar aún más algún tema que ya tenían (y llevarla sobre los cuatro o cinco minutos) en lugar de meter y meter canciones que a la lista. Ahora, nada de esto le resta demasiado a un trabajo que continúa mostrando a Cadaver más vivos y creativos que nunca. Han estado efectivamente a la altura de las expectativas por lo que queda sino el seguir gozando su presente.

¿Canciones? 'Scum of the earth', 'The age of the offended' y 'The drowning man'.

8,8 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de Cadaver:

viernes, 27 de octubre de 2023

Cannibal Corpse: Chaos Horrific (2023)

 "En su línea..."

Desde un largo tiempo a la fecha Cannibal corpse tienen bastante claro donde juegan y de donde no deben salir. En ese camino han sido regulares, llegando un tanto más alto en lo que fue Torture (2012), tropezando en Red before black (2017) pero por lo general disco a disco cumpliendo de sobra con lo que se espera de una leyenda de este tamaño, incluso pese a la partida de Pat O'Brien en 2020. En dicho sentido Chaos horrific suena completamente hermanado con lo que fue Violence unimagined (2021), tanto en materia de composición como de producción pues ambos discos suenan similares, haciendo sentir la presencia de Erik Rutan quien nuevamente aporta con tres canciones al conjunto. Nos encontramos así ante un álbum que apuesta por la velocidad de sus temas corriendo evidentemente el riesgo de pecar de monótono aunque por lo mismo siempre regalando algún detalle ante el que resulta imposible no caer rendido. 

De esta forma, durante casi cuarenta minutos los norteamericanos no quitan el pie del acelerador, abriendo mediante diez segundos de un exquisito bajo que antecede a 'Overloads of violence' para dar paso luego a 'Frenzied feeling' + 'Summoned for sacrifice', en un tridente que fluye con total naturalidad y prácticamente parece un mismo tema debido a la rapidez con la que George Fisher frasea y los violentos riffs + solos que entrelazan las guitarras, algo que se volverá a repetir en la triada compuesta por 'Chaos horrific' (la canción) + 'Fracture and refracture' + 'Pitchfork impalement'. El caso es que en adelante, para bien y para mal, demasiados cambios de tono no encontraremos en el álbum pues la banda decide no salir de su zona de confort, entregando una lista que prácticamente no regala tregua y se "limita" a regalarnos pincelazos de diversidad, como lo que hacen en 'Vengeful invasion', una de las más completas en todo el disco. 

Hay una baja de intensidad en 'Blood blind' (con una exquisita aceleración que se vive a los dos minutos de canción) y también en el inicio de 'Drain your empty', una que incluso te lleva a lamentar el que la banda no se atreva a avanzar más en esta dirección... ¡si ese primer minuto lento y oscuro es manjar del bueno!, sin embargo, tras catorce álbumes en el cuerpo y un prestigio que sostener, claramente Cannibal corpse tienden a jugar a la segura. Con Chaos horrific han vuelto a dar con la tecla de la efectividad (recomiendo oír el álbum con unos buenos audífonos) y si bien mucho no se les puede criticar si cabe el mencionar que tampoco encontramos acá algo que particularmente nos invite a seguir mucho tiempo con el disco. Dicho el simple: esto antes lo han hecho, y mejor...

¿Canciones? 'Blood blind' y 'Vengeful invasion'.

6,5 / 10
Cumplen y algo más...


Otras reseñas de Cannibal Corpse:

lunes, 23 de octubre de 2023

Baroness : Stone (2023)

 "Un nuevo comienzo que huele a transición..."

Había ganas con el nuevo álbum de Baroness. Principalmente porque hablamos de una banda imposible de no querer, una que quince años atrás abrió un camino que inevitablemente ilusionó a demasiados oscilando su sonido entre el slugde metal y el progresivo mediante discos tan llenos de talento como el Red album (2007) o el Blue record (2009) para luego optar por la reinvención en el Yellow & Green (2012). Lamentablemente tras este vino aquel accidente que sacó a dos miembros de la banda, situación que truncó el camino que llevaban, desembocando en un furioso y directo Purple (2015) seguido del lamentable Gold & Grey (2019). Este último representa lo más bajo que Baroness ha entregado a la fecha, un conjunto monótono, agotador y por si fuese poco, con una producción de espanto, saturada y chata al punto de volver el disco prácticamente inaudible. En este sentido, el buen John Baizley ha aprendido la lección: Stone efectivamente se puede oír por lo que podemos centrarnos en que tan disfrutable es el viaje que esta vez proponen, así como han reducido también la duración del álbum, volviendo a los cuarenta y algo minutos, lo cual se agradece pues si algo ha mermado la carrera de Baroness es esa tendencia a alargar sus álbumes más allá de lo necesario. 

Ahora, yendo a la música propiamente, esta vez entregan luce algo irregular entre canciones que echan mano a esas guitarras duras que les caracterizan y otras en donde van en busca de atmósferas más etéreas en el afán de seguir mostrando que son "más que una banda de sludge metal". En el primer camino encontramos a temas directos, efectivos e inquietos como 'Last word', 'o 'Beneath the rose', donde Baizley se lanza a un relato lleno de oscuridad el cual impactará con un tradicional coro melódico + juego a dos guitarras, todo marca de la casa. Se agradece la presencia de Gina Gleason en la recta final del tema, cuya participación en los coros de la oscura 'Shine' también destaca. 

El problema estará en aquellos momentos donde Baroness pretenden salir de la caja, mostrándose algo faltos de inspiración. 'Choir', por ejemplo, es otra donde se insiste en el spoken word tétrico pero esta vez inmerso en una estructura que se extiende demasiado sin llegar a puerto, lo mismo con 'The dirge', que junto a 'Embers' y 'Bloom' (que en realidad son la misma, solo que una abre y otra cierra el disco) entregan momentos acústicos carentes de emoción y que no parecen justificarse en absoluto. Si a eso agregamos el rock insípido de 'Anodyne' (nunca mejor puesto el título), que decir, llegamos a una recta final del disco con bastante desánimo, algo de donde ni siquiera la dureza de la correcta 'Magnolia' puede sacarnos.

Para este álbum la banda ha abandonado por primera vez la paleta de colores a la hora de titular, seguramente buscando simbolizar un nuevo comienzo. En esa línea, Stone luce más bien como un paso de transición que una consolidación y habrá que ver si desde acá logran encaminar como es debido pues con este enlazan dos álbumes discretos al hilo, lo cual preocupa...

¿Canciones? Last word' y 'Shine'.

6/10
Bueno, cumple...



viernes, 20 de octubre de 2023

20 Años De... Metallica: St. Anger (2003)

"Catarsis (muy) mal encausada..."

Finalizando los años ochenta fue que Metallica acabaron tocando techo en ...And justice for all (1988), la dupla Hetfield/Ulrich se mostró harta de ese thrash con aires progresivos y ante la falta de creatividad (que la técnica para 1988 la tenían) fue que decidieron hacer el giro junto a Bob Rock en producción mediante su álbum homónimo de 1991, abordando un sonido bastante más accesible entre canciones breves, todas pensadas para ser un posible single que sonase en las radios. La jugada les resultó fenomenal al punto de encontrar fuerzas como para (intentar) estirar el chicle mediante el hard rock, algo más oscuro por momentos, de la dupla Load/Reload (1996/7). El fin de siglo les atrapaba, sin embargo, en un momento confuso. La banda se mostraba en tierra de nadie, intentando conectar con sus influencias más primitivas (Black sabbath, Mercyful fate o Thin Lizzy) en el álbum de covers Garage Inc. (1998) pero al mismo tiempo sonando más comerciales que nunca en el single 'I disappear' en 2000. Si a eso agregamos los conflictos internos que acabaron desembocando en el retiro de Jason Newsted de la banda, que decir, llegando a 2002 todo era confusión al interior de Metallica

Parte importante de este proceso se encuentra registrado en el sabroso documental Some kind of monster (2004), donde sin pudor alguno decidieron exponerlo todo: la partida de Newsted, el intento fallido por grabar un álbum sin tener norte claro, la incorporación de un terapeuta al núcleo de la banda, el abandono de James Hetfield a causa de su ingreso a un centro de desintoxicación, su posterior regreso y la grabación de lo que acabaría siendo St. Anger, un disco mediante el cual la agrupación intentó hacer catarsis, desatando la ira que les abrumaba por aquel entonces (sobre todo a Hetfield) aunque con un detalle no menor: y es que en lugar de volver al metal de sus primeros años intentaron congeniar con los sonidos que por aquel entonces estaban sonando, particularmente el nu metal. El problema es que el álbum claramente atrapa a James Hetfield en un momento poco inspirado y al no haber otra mente creativa potente al interior de Metallica (ni músicos demasiado talentosos), el resultado no podía ser otro: un absoluto fiasco de comienzo a fin. Dicho en simple: en St.Anger todo funciona mal, el álbum transmite una especie de catarsis pero esta se encuentra muy mal conducida, armando una tormenta perfecta en donde todos los elementos que componen el disco se conjugan de mala manera.

Nos encontramos acá con un disco larguísimo (setenta y cinco minutos) en donde el factor común es que prácticamente todas las canciones dan vueltas y vueltas de más, extendiéndose mucho más allá de lo que el tema pide, llegando al caso del hartazgo y ridículo en cosas como 'Some kind of monster', 'Invisible kid' o 'All within my hands', canciones donde la banda riffea y riffea, como si buscasen algo que jamás encuentran, llevando los temas a los siete u ocho minutos de manera absurda. Algo que también sucederá en los temas más "breves" y directos, cosas como 'Dirty window' o 'Sweet amber' dan vueltas en círculos constantes sin llegar a un fin. Son canciones que con algo más de inspiración podrían haber llegado a funcionar pero acá terminan quedando en buenas ideas mal conjugadas.

En materia de experimentos el asunto tampoco cuajará. La ya mencionada 'Some kind of monster' no abre mal, en sus primeros dos minutos anticipa lo que podría haber funcionado quizás como un interesante instrumental, sin embargo, las ganas de Metallica por sonar "actuales" les comen el buen gusto y James Hetfield decide entrar en escena rapeando cual Fred Durst generando vergüenza ajena. Lo mismo en 'Shoot me again' (¿la canción más mala en la carrera de Metallica? Probablemente), un esperpento donde la banda pretende emular el peso del nu metal pero con nulas habilidades, haciendo un soberano ridículo.

De todas maneras en el trámite habrán momentos (pocos) en que el viaje transmite algo de lo que pretende. Es el caso de 'St. Anger' (la canción), donde Lars Ulrich logra imprimir algo de peso verdadero con el doble pedal y Hetfield efectivamente vocifera alaridos que funcionan (ese "Madly in anger with you!"), algo que también ocurre en 'My world'. De igual forma en 'The unnamed feeling' encontramos los momentos más melódicos del álbum y también aquellos donde hay un grado de angustia que efectivamente por momentos conmueve, aunque digámoslo: Metallica hacen lo posible por arruinar el tema con arreglos y acompañamientos vocales de muy mal gusto.

Respecto a la instrumentación cabe mencionar que Bob Rock fue quien asumió labores de bajista en el disco y junto con Kirk Hammett brillan por su ausencia, por lo que todo el peso del sonido recae acá en James Hetfield + Lars Ulrich, siendo estos culpables directos del descalabro que se oye. Por un lado la batería no puede ser más básica durante todo el disco entre redobles amateur ('Dirty window', joderrr...), incorporando además ese elemento inolvidable que tanto material de humor ha regalado durante estas dos décadas: la caja que suena como pegarle a un sartén de lata. Mientras que lo de Hetfield en las voces es derechamente espantoso. Lo que hace en 'Frantic' es lamentable (ese "Tik! Tik! Tik! Tok! en ascenso, que horror), así como las desafinaciones que causan pudor en 'Some kind of monster' (otra vez sale al baile por razones negativas, ¡es que es pésima por uno y mil motivos!), 'Purify' (que podría haber sido una buena canción si el vocalista no la arruinaba) y en 'All within my hands' (los aullidos en esta son para encarcelarlo). 

Es de suponer que dado el momento complejo personal que James Hetfield vivía fue que quisieron dejar su desangre vocal registrado, sin embargo, hay límites tolerables y acá se transgreden todos dejando un resultado de mal gusto. Si a esto agregamos incursiones nu metaleras fallidas e interpretaciones técnicas de bajísimo nivel, St. Anger no solo se enmarca como el peor álbum en la carrera de Metallica sino que uno de los discos más lamentables en la historia de la música, si consideramos que quien compone son los mismos que tan solo diez o quince años atrás entregaron varios de los trabajos más influyentes de la era contemporánea. 

Como sea, el mito de que desde las crisis surgen genialidades acá se rompió por completo y se entiende que desde St.Anger en adelante la banda se dedicase álbum tras álbum solo a emular viejas glorias, incapaces ya de componer algo que mirase hacia adelante. En 2003 lo intentaron, y vaya que fallaron...

¿Canciones? 'St.Anger', 'My world' y 'The unnamed feeling'.

martes, 17 de octubre de 2023

35 Años De... Metallica: ... And Justice For All (1988)

 "Ambicioso y brillante cierre de ciclo..."

Ok. Hora de escribir respecto a un CLÁSICO. Pero así, con mayúsculas. Uno de esos discos que ayudaron a cambiar la historia de la música, un álbum icónico del que se habla y discute a día de hoy, del que se graban podcast, del que lanzan líneas y se seguirán trazando mientras exista música, mientras exista vida en este planeta. 

Por lo mismo, no es cosa fácil abordar un álbum como ...And justice for all pero nobleza obliga el comenzar desde el contexto, uno por todos conocido: la muerte de Cliff Burton en un terrible accidente de bus ocurrido en Europa mientras la banda giraba por Dinamarca promocionando Master of puppets (1986), suceso que desembocó en la polémica incorporación de Jason Newsted a Metallica. Y digo polémica porque conocido es el ninguneo que recibió el bajista en la producción del álbum (direccionada por Lars Ulrich), donde el bajo prácticamente no se oye. Y bueno, dicen que "lo que comienza mal... termina mal", por lo que tanto desde aquí no extraña el que el bajista haya acabado por renunciar a Metallica quince años más tarde. El caso es que en medio de un luto no del todo asumido la banda decide continuar adelante y vomitar toda la rabia contenida mediante un disco extenso, denso y ciertamente el más oscuro (y complejo en cuanto a arreglos) en la carrera de la banda. 

En términos estructurales ...And justice for all responde al diseño que Metallica venía trayendo desde su segundo álbum, es decir: abren y cierran el disco mediante un thrash duro dispuesto a volar cabezas en 'Blackened' o 'Dyers eve', en el trámite incorporan 'One', una canción con arreglos particularmente melódicos (lo que antes fueron 'Fade to black' o 'Welcome home (sanitarium)') y que acabó volviéndose eterna por todo su entramado de arreglos pero particularmente a causa de ese redoble inolvidable propio de un Lars Ulrich inspiradísimo. De igual forma en la recta final vuelven a añadir un instrumental y donde antes sonaron 'The call of Ktulu' u 'Orion', ahora aparecen los casi diez minutos de 'To live is to die', la única por cierto con participación de Cliff Burton en composición, volviéndose así en un un claro e histórico homenaje al bajista. 

Ahora, si bien el trabajo responde a la columna vertebral que caracterizó a discos como Ride the lighting (1984) o Master of puppets (1986), los matices aparecerán en la crudeza del sonido, marcado por una producción seca en donde la batería adopta especial protagonismo, en el apartado técnico (evidentemente se propusieron hacer algo más complejo que lo habitual) y en la ambición compositiva en canciones particularmente extensas (que como único detalle, quizás dan una que otra vuelta de más) como '...And justice for all' (otra de casi diez minutos), 'Eye of the beholder' (nuevamente Lars a tope acá) o 'The frayed ends of sanity' (con un Kirk Hammett glorioso en los solos), las cuales son complementadas con pasadas algo más "breves", como la espesa 'Harvester of sorrow' (clara antesala de lo que sería 'Sad but true' en el futuro "álbum negro") y 'The shortest straw', una verdadera joya oculta en el álbum. 

...And justice for all es el último disco de lo que podríamos llamar "la primera era" de Metallica, una marcada por la agresividad y filo de un sonido dispuesto a hacer historia, uno que fue sosteniendo una línea álbum tras álbum pero siempre incorporando algún nuevo condimento que volvía particularmente especial el plato. Acá tocarían techo, sin embargo. La extensión y densidad de las canciones acabó por hartar a la dupla Hetfield/Ulrich y la sensación de que solo quedaba repetirse en esta dirección era evidente, por lo que el paso a los años noventa estaría marcado por el conocido cambio de chip de la banda, girando hacia un sonido más cercano al hard rock con claros elementos comerciales en su sonido. Aunque eso ya es parte de otro capítulo de este libro, en la historia han quedado estos sesenta y cinco minutos de música, registro de una banda que vivía sus más grandes momentos.

¿Canciones? 'Blackened', 'One', 'The shortest straw'. 

viernes, 13 de octubre de 2023

Tsjuder: Helvegr (2023)

 "Fieles al género..."

Con una carrera sólida como roca pero que navega en medio del anonimato, los noruegos de Tsjuder están de regreso tras nada más ni nada menos que ocho años de silencio. Puede que sea precisamente por esto mismo, la irregularidad con la que en general han grabado (tan solo seis álbumes han publicado en treinta años de carrera), que estos nórdicos no gocen del merecido renombre que deberían, sin embargo, en ocasiones menos es más, línea en que en este caso aplica por completo. 

La banda, ahora convertida en un dúo, no ha resentido en absoluto la partida en 2020 de AntiChristian (cuya presencia en batería ha sido reemplazada por Jon Rice para la grabación de este álbum), de hecho, los cuarenta minutos de música que componen este Helvegr han sido compuestos en su totalidad por la dupla Nag + Drauglin, quienes insisten en mostrarse fieles a black bastante característico, marcado por la suciedad y velocidad del sonido, aunque con suficientes matices atmosféricos como para seguir mostrándose interesantes pese al paso de los años.

Sin ir muy lejos, el álbum abrirá con 'Iron beast' de manera despiadada, vomitando mal rollo durante tres minutos que prácticamente no regalan respiro, pero rápidamente girará hacia algo más cercano al thrash con 'Prestehammeren', mucho más melódica en su desarrollo. Lo mismo en 'Surtr', que tomará aire durante un minuto para luego desatar la cabalgata incesante, incorporando capas de guitarras en el camino y unos relatos venenosos por parte Nag que maravillan (¡que impecable está el hombre durante todo el jodido disco!). El viaje volverá a oscilar hacia sonidos directos, efectivos y afilados mediante la pasada por 'Gamle-Erik' + 'Chaos fiend' para volver a encontrar un punto altísimo en su recta final cuando 'Gods of black blood' nos sumerja en un pozo de absoluta oscuridad (precioso el video promocional por cierto) y luego 'Helvegr' nos remate por más de siete minutos de constante ir y venir, en el que debe ser el tema marcadamente más emocional del álbum.   

Como único detalle en el disco cabe mencionar su cierre. Y es que las atmósferas de 'Helvegr' (la canción) resultan tan inmersivas y profundas, que no se entiende que el álbum no acabe ahí. ¿Qué pinta el volver a acelerar mediante 'Faenskap og død'? Y no este sea un mal tema, ¡en absoluto!, es solo ubicada en el final del disco desentona por completo. Más aún los dos minutos instrumentales de 'Hvit død', los cuales no van hacia ningún lado, digámoslo. 

Hecho el alcance, resulta justo reconocer el que Tsjuder han regresado con un trabajo de alto nivel. Uno de los buenos discos que habremos oído este año. Ocho años ha sido bastante pero se pagan por completo cuando el producto muestra la calidad de un Helvegr, un trabajo compuesto con amor por el género y talento suficiente como para seguir lamentando el que los noruegos no lleguen a una mayor audiencia.

¿Canciones? 'Prestehammeren', 'Gods of black blood' y 'Helvegr'

8,5 / 10
¡Excelente!

miércoles, 11 de octubre de 2023

Marduk: Memento Mori (2023)

"Amos y señores, por sobre cualquier contingencia..."


En medio de una constante polémica, algunas de ellas ya habituales (como la suspensión de conciertos en Latinoamérica durante la gira de 2018) y otras completamente evitables (el bajista Lindholm borracho en un show de 2023, haciendo el gesto nazi al público, siendo expulsado de la banda días después), Marduk están de regreso. Vuelven por cierto tras un tiempo inédito de pausa (cinco años) pero con álbum que ha hecho valer la espera, digamos, lo más sólido en largo tiempo, lo cual no es poco considerando el que los suecos desde hace varios álbumes son apuesta segura, amos y señores de un black consolidado y putrefacto, uno que venía enfocándose trabajo tras trabajo en temáticas bélicas pero que esta vez se lanza a reflexionar respecto a la (inevitable) muerte y el paso del tiempo, esto condimentado por supuesto por ese elemento blasfemo característico de una banda que esta vez se ha propuesto no dejar títere con cabeza mediante un sonido salvaje y desatado.

Y si bien Memento mori es un álbum que funciona con el acelerador puesto a fondo prácticamente durante sus cuarenta minutos de duración, una canción que aparece como clave en la lista es 'Shovel beats sceptre', precisamente de lo poco que baja un tanto las revoluciones y apunta al medio tiempo. Esta cuenta con una terrorífica introducción por parte de un Mortuus que nos recuerda que "la vida es un reloj de arena", la cual dará paso a una banda en pleno que sucederá estrofas hasta llegar a la repetición de una idea: no olvidar el que "nunca estuvimos tan viejos...", todo en una clara reflexión respecto al inevitable avance del tiempo. 

Antes y después de esta, sin embargo, el disco no entregará tregua ni segundo de respiro. El viaje habrá comenzado mediante un tridente absolutamente demoledor centrado en cabalgatas veloces y furiosas, sonarán las breves 'Memento mori' + 'Heart of the funeral' y luego 'Blood of the funeral', un poco más extensa (llega a los cinco minutos), con un Mortuus nuevamente protagonista entre alaridos (¡ese subidón del 2:40!). De igual forma en el nudo del álbum aparecerá 'Charlatan', exquisita en su blasfemia con líneas dedicadas al personaje bíblico Abraham ("¡Te desterramos de vuelta a la arena!"), seguida de 'Coffin Carol', dos que suenan particularmente parecidas en sus riffs y que antecederán a una recta final que sostiene la bandera de la brutalidad mediante 'Marching bones' + Year of the maggot'. Por cierto, ¡lo que en batería en esta última el debutante Simon Schilling  es enorme!

Finalmente volverán a bajar revoluciones con la genial 'As we are' (con participación en voces del fallecido Lars Goran Petrov), cerrando un álbum notable que trae de regreso al Marduk más desenfadado y brutal, uno que no oíamos desde hace bastante. Independiente de cuanta polémica les rodee y por sobre cualquier contingencia, un disco como Memento mori no hace sino remarcar el carácter de leyenda de estos grandes de la historia del metal.

¿Canciones? 'Shovel beats sceptre', 'Charlatan' y 'As we are'.

8,2 /10
¡Excelente!


Otras reseñas de Marduk:

viernes, 6 de octubre de 2023

Candlebox : The Long Goodbye (2023)

 "Despedida sin dramatismo..."

Por allá por 2008, y en medio de una ola de regresos noventeros que se dieron por aquellos años, los estadounidenses de Candlebox intentaron mediante Into the sun recuperar algo de la vibra emotiva/agresiva de su álbum debut de 1993, esto en el afán de saciar el paladar de aquellos fanáticos que quedaron con las manos vacías tras el cambio de giro vivido por el rock durante el paso de los noventas a los dos miles. Tras este, sin embargo, la banda emigró hacia un rock bastante más melódico e inofensivo en todos los sentidos, uno que se vuelve a expresar en The long goodbye, álbum que supone el retiro definitivo de la banda, tanto en trabajos de estudio como conciertos. 

En dicho sentido, el octavo álbum de Candlebox sostiene la línea que la banda venía trayendo durante sus últimos trabajos, es decir, un rock limpio que oscila entre canciones (de tres minutos y algo todas) cargadas a la dinámica, medios tiempos y baladas, digamos, un álbum de guitarras bastante tradicional. Ahí tienes esa partida con 'Punks' o 'I should be happy', bajadas de revoluciones en cosas como 'What do you need' (con enormes aires al sonido que desarrollan unos Royal blood, por ejemplo) y baladas melosas estilo 'Nails on a chakboard' o 'Maze', todas canciones que cumplen aunque claro, no escapan a estructuras algo típicas, sin quiebres ni arreglos demasiado llamativos por lo que el conjunto acaba quedando en el "correcto" y no mucho más.

El título de este disco final de Candlebox anticipa bastante: el final de la carrera de la banda pareció estirarse bastante. También la portada, con la que intentan adjudicarse un par de páginas en el libro de la historia de la música. Lo cierto es que navegando en el silencio los norteamericanos intentaron de distintas maneras sacarse de encima el peso de ese tremendo debut de 1993, sin embargo, verdad sea dicha... jamás pudieron. Por lo mismo, seguramente la misma banda ha buscado restarle dramatismo a la despedida y por eso han lanzado este conjunto ameno pero carente de fuerza, y no hay mucho más...

¿Canciones? 'Nails on a chakboard'.

5/10
Nada muy especial... 


Otras reseñas de Candlebox:

martes, 3 de octubre de 2023

30 Años De... Candlebox : Candlebox (1993)

 "Poderoso y emocional..."

Mirado a distancia, el debut de Candlebox acabó en su momento viviendo una realidad tremendamente dispar. Si bien el álbum obtuvo notables resultados en términos de popularidad fue duramente criticado por los medios entre acusaciones de subirse al carro del grunge tarde, de manera forzada y con meros fines comerciales, asunto exacerbado por el que llegasen en 1993 publicados por Maverick Records (el sello fundado por Madonna), quienes digámoslo, vieron en ellos una oportunidad de "grito y plata" a partir de un EP grabado un año antes. 

Desde lo musical también cabían las críticas. Había demasiado del Ten de Pearl jam en este conjunto de canciones, las cuales gozaban de un dinámico trabajo de batería, riffs acelerados y características interpretaciones por parte de un Kevin Martin evidentemente influenciado por los fraseos + potencias del Eddie Vedder de comienzos de década. Lo mencionado se aprecia de inmediato en la carta de presentación del álbum, 'Don't you' es ágil, poderosa y contagiosa pero huele demasiado a 'Evenflow' (single que por ese entonces aún incluso sonaba con fuerza en las radios), aunque verdad sea dicha, un año más tarde Soundgarden harían lo propio en 'Let me drown' del Superunknown, es decir: acá se copiaban todos con todos. 

Más adelante le sucederá a 'Arrow', que con sus líneas aceleradas recordará bastante a 'Once' (también de Pearl jam), sin embargo, realizadas todas estas odiosas comparaciones, el debut de Candlebox aún es capaz de volar con alas propias y esto se debe al enorme nivel individual que ostenta, marcado por una emocionalidad todo el tiempo a flor de piel, expresada en bajadas de revoluciones notables en 'Change' que rompen entre subidones de registro maravillosos por parte de Martin, o en cosas que derraman dolor como 'You', la increíble 'Blossom' (una joya escondida del disco), 'Cover me' o ese clásico inmortal titulado 'Far behind' que oscila entre el arrepentimiento ("Ahora, quizás / No quise tratarte mal / Pero lo hice de todas formas... "), las preguntas sin respuestas ("Algunos dirán que te fuiste con lo que tenías / Pero no pudiste compartir el dolor..."), la resignación ("Quizás pude cometer mis propios errores / Pero he vivido con lo que conozco...") y la pérdida ("Y ese frío día en que perdiste el control / Que pena que dejaras mi vida tan pronto / Debiste decírmelo / Pero me dejaste muy atrás...") en una de las baladas rock más grandes de la historia. Así, como suena.

El álbum acabará complementando con los arranques bluseros de 'Rain', los cuales en parte ya se habían insinuado en ciertos pasajes de 'No sense', y ese cierre totalmente acústico de 'He calls home', cerrando un debut realmente fenomenal, uno que en su momento generó ruido en términos de popularidad pero acabó relegado a un segundo plano debido al haber aparecido con un grunge que ya se encontraba andando desde hace al menos un par de años. 

Un par de álbumes más mostrarían el que Candlebox demasiado rápido se quedaría sin pista de aterrizaje. En 1995 el grunge ya comenzaba a darse por muerto por lo que no quedaba otra que la reinvención, ante lo cual la banda derechamente sucumbió. Nos queda de todas formas el magnífico debut, uno que a treinta años de distancia vale la pena seguir revisitando y entregándole los méritos que corresponden. 

¿Canciones? 'You', 'Blossom' y 'Far behind'. 

8 /10
Excelente.