miércoles, 30 de septiembre de 2020

Napalm Death: Throes Of Joy In The Jaws Of Defeatism (2020)

"Leyenda incombustible..."

A estas alturas del partido, tras más de treinta años de carrera ininterrumpida y un nivel bastante regular, ¿Qué se le puede pedir a una banda legendaria como Napalm death? Y bueno, si, algo como lo que nos han vuelto a regalar en su más reciente trabajo: un mal rollo de comienzo a fin, momentos caóticos, acelerador a fondo, ese sonido tan grind/death y furiosas interpretaciones por parte de un incombustible Mark "Barney" Greenway. Eso y más es lo que encontramos en Throes of joy in the jaws of defeatism, un álbum que se mueve en la línea de su antecesor, Apex predator - Easy meat (2015), e incluso mejora la experiencia al complementar una serie de momentos que apuntan directo al mentón del auditor con otros que dan muestra de las inquietudes musicales de una banda que no teme a la hora de matizar su sonido. 

En ese sentido, acá el asunto abre con todo. Suenan en los primeros quince minutos una serie de canciones directas que rondan los tres minutos de duración y que están dispuestas a impactar en base a la furia y el descontrol, ahí 'Fuck the factoid' entregará dosis de velocidad incesante, 'Blacklash just because' destacará a causa de su llamativo riff en el coro mientras que canciones como 'That curse of being in thrall' o 'Contagion' jugarán un tanto más con las estructuras. El matiz en lo musical llegará cuando suene una novedosa, oscura y rasposa 'Joie de ne pas vivre' (notable lo de Greenway, que suena irreconocible) seguida de 'Invoriting clutch', que definitivamente bajará las revoluciones de golpe en un acierto que vaya que se agradece, cerrando así una cara A que funciona de principio a fin.

Ahora, donde el asunto termina de conquistarnos será cuando la banda retome la brutalidad en la pasada por 'Zero gravitas chamber' + 'Fluxing of the muscle', donde se vuelcan al death de lleno, para luego impactar con la exquisita 'Amoral', una maravilla marca de la casa que nos recuerda el porque esta banda es lo que es, una leyenda del metal capaz de conciliar a la perfección la violencia con instantes melódicamente gloriosos. Finalmente en la recta final el disco continuará en su ir y venir, dejando en el aire esa sensación de satisfacción constante. 

No estamos frente a un disco como Utilitarian (2012), el último trabajo hasta ahora de la banda que apostó claramente por la diversidad en el sonido, ni tampoco a una emulación de una vieja gloria. Lo último de Napalm death suena tan desquiciado como la banda hoy puede serlo, ahí continúan cumpliendo de sobra y resultando una apuesta que pese al paso de los años se las arregla para siempre aportar algo interesante a la escucha. En definitiva: una leyenda del metal que increíblemente continúa a la altura. 

8/10
Excelente.

Otras reseñas de Napalm death:

domingo, 27 de septiembre de 2020

Ihsahn: Pharos (2020)

"En versión limpia (también) convence e ilusiona..."

Si consideramos lo prolífica que resultó ser la pasada década para el noruego Ihsahn, cabía prever el que en este 2020 tocase un sucesor para el excelente Amr (2018), sin embargo, llegó la maldita pandemia y seguro los planes cambiaron. De ahí que en este año lo hayamos oído en un sorpresivo plan doble y una especie de tanteo de terreno que le permitió dejar tranquilos tanto a sus seguidores más ortodoxos como a quienes esperan que aborde caminos innovadores. De esta forma, en febrero lo tuvimos mediante la publicación de Telemark, EP compuesto por cinco canciones (tres inéditas + dos versiones) en donde el vocalista navegó dentro de su zona de confort regalando un tridente marcado por agresivas guitarras y un sonido dinámico, mientras que por estas semanas ha llegado a nosotros a través de Pharos, donde lo hemos podido presenciar situado en otro lugar, uno enfocado en aspectos melódicos , con arreglos delicados y limpios.

Entrando en terreno, la entrega nuevamente consta de cinco canciones, sin embargo, el enfoque esta vez escapa absolutamente de lo que entregado seis meses atrás y aquello se expresa con total claridad en la partida a cargo de 'Losing altitude', donde Ihsahn narra con absoluta calma sin jamás subir el registro, como quien canta desde el sillón de su casa. Los arreglos abren con guitarras para lentamente incorporar teclados e incluso vientos en su recta final, pero todo suena controlado y muy enfocado en los aspectos melódicos de la canción, algo que se complementará con 'Spectre at the feast', que es derechamente una (excelente) balada pop, con coro explosivo y contagioso incluido. Ciertamente la jugada es efectiva y habla de una apertura enorme por parte de un creador innato que tal parece no pretende detener su proceso exploratorio. La sección inédita cerrará con 'Pharos', una pieza que se sostiene en sus estrofas sobre un piano mientras que en los coros meterá miedo con la incorporación de pesados riffs de guitarras, todo un acierto. 

Finalmente, tal como en Telemark, el asunto cerrará con dos versiones aunque esta vez el noruego no ha tirado singles tan obvios o conocidos, regalando una mirada verdaderamente exquisita para 'Roads' de Portishead, donde Ihsahn se luce al emular los agudos de Beth Gibbons, y luego 'Manhattan skyline' de los enormes A-ha (esta vez en una versión calcada), con participación de Einar Solberg (de Leprous) haciendo esos altos imposibles. 

Más allá de la curiosidad de los refritos, la sensación que deja este Pharos es la de una apertura hacia sonidos más limpios y melódicos por parte de Ihsahn. ¿Tirará por ahí en una siguiente entrega? A juzgar por este puñado de canciones, el asunto genera ilusión...

7,5 / 10

¡Muy bueno!


Otras reseñas de Ihsahn:

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Ulver : Flowers Of Evil (2020)

"Víctimas de su propia audacia ..."

La metamorfosis vivida por Ulver debe ser una de las más singulares e interesantes en las últimas décadas. Los noruegos comenzaron su carrera por allá por mediados de los años noventa desarrollando una trilogía de álbumes que conectaban el black metal con elementos acústicos/folclóricos, en una mixtura que tan pronto dio que hablar fue interrumpida bruscamente entrando al nuevo siglo, particularmente tras la publicación de Perdition city (2000), mediante el cual Ulver dio un giro en su sonido lanzándose a explorar terrenos cercanos al trip hop, lo cual prontamente derivó en una búsqueda de atmósferas oscuras y etéreas en álbumes como Shadows of the sun (2007) para tras varios movimientos finalmente llegar a un disco como The assasination of Julius Caesar (2017), un álbum en donde los sintetizadores adoptaron total protagonismo. En este contexto el lanzamiento de Flowers of evil parece indicar que, como prácticamente nunca en su historia, la banda declara sentirse cómoda en un lugar por lo que han decidido estacionarse en dicho espacio, entregando un álbum de continuidad en donde el matiz está puesto en la dinámica de las canciones, que si bien sostienen la oscuridad esta vez apuntan a la pista de baile como enganche. 

El álbum abrirá con dos elegantes medios tiempos como 'One last dance' y 'Russian doll', en la primera emulan con descaro a Depeche mode (algo que ya habían hecho en The assasination... aunque introduciendo también elementos exploratorios propios) con un Kristoffer Rygg que realiza un relato sobre teclados atmosféricos para a los dos minutos meterle ritmo al asunto, aunque el tema jamás logrará explotar más allá de la repetición, algo que también ocurrirá en la segunda pese a que en esta serán más directos, con una estructura tradicional estrofa/puente/coro que se evidencia desde un comienzo. Será recién con 'Machine guns and peacock feathers' cuando aparece por primera vez la guitarra y la banda logra generar un gancho efectivo gracias a un coro que contagia, más adelante los tiempos se acelerarán también en canciones como 'Apocalypse 1993', 'Little boy' o 'Nostalgia' generando gratos resultados aunque no sin antes nuevamente homenajear a Depeche mode (esta vez a esos más dark de Ultra, 1997) en 'Hour of the wolf' y cerrar definitivamente en la absoluta calma de 'A thousand cuts', que honestamente no dice demasiado.

Mirando en perspectiva la carrera de Ulver, un disco como Flowers of evil queda algo mal parado. Un álbum correcto, que en ciertos momentos engancha pero que musicalmente no apuesta por nada que no hubieses oído de mejor forma en su antecesor. Quizás ellos mismos son quienes nos han mal acostumbrado y por ende este disco sabe a poco. Quizás esta vez han sido víctimas de su audaz pasado. Lo cierto es que cuando una banda se la ha pasado veinte años explorando también hay pleno derecho a detenerse en algún lugar a tomar aire y recuperar ideas, que se lo han ganado...

6,5 / 10
Cumple y algo más...

viernes, 18 de septiembre de 2020

25 Años De... Los Tres: La Espada & La Pared (1995)

"El primer destello de una inmensa estrella fugaz..."

"La vida es eterna en cinco minutos" - escribió alguna vez Victor Jara. Y si, cuanta verdad hay en aquella linea. Particularmente la historia de la música está plagada de estrellas fugaces que tuvieron sus cinco minutos, que durante su pasada por los cielos fueron capaces de iluminar nuestra existencia. Los tres fueron una de esas estrellas. Su carrera no duró demasiado, la banda pasando su tercer disco comenzó un lento proceso interno de desintegración, sin embargo, durante ese breve período fueron capaces de trazar un camino que definitivamente hizo historia en la música chilena y latinoamericana. Historia que tomó fuerza mediante La espada y la pared, que en marzo pasado cumplió veinticinco años de existencia, que continuó un año más tarde con la aparición del bullado MTV Unplugged (1996), el álbum que definitivamente cambió todo para Los tres, y terminó definitivamente de estallar en la dupla Fome (1997) + La sangre en el cuerpo (1998). Y así fue: en cuatro años (si, en cuatro años) la historia de Los tres emergió, explotó y se desintegró. Pero lo dicho, en el proceso nos dejaron al menos cuatro trabajos sabrosos e históricos, los cuales iré revisando año a año desde aquí hasta 2023, si la vida me lo permite claro...

Comencemos provocando: La espada y la pared no es el mejor disco de Los tres. No es el más brillante (aclaro: es brillante, solo que no el más) ni compacto, pero si es el álbum que dio el salto de calidad que les permitió ser lo que fueron y algo no menor: fue el disco que más hits concentró en su carrera. El álbum contó con cinco sencillos promocionales y los cinco fueron un completo éxito, lo cual sumado a la singularidad del sonido de la banda, una mezcla electro acústica ni tan nacional ni tan gringa, permitió que ojos de afuera se fijaran en ellos y se intentase internacionalizar su carrera. Se veía el que Chile les quedaría chico y en efecto, así fue. 

Continuemos halagando: La espada y la pared impacta de inmediato debido a su producción. Recordemos que la banda venía de Los tres (1991) y Se remata el siglo (1993), dos discos irregulares que si bien daban muestra del innegable talento compositivo de la banda también sonaron desbalanceados y, digámoslo, en muchos momentos amateur. Ambos aspectos se corrigen en este tercer trabajo, el disco suena bien y el conjunto de canciones logra sostenerse por si solo, más allá de los singles (algo que no ocurría en ninguno de sus antecesores). De esta forma el álbum abre con un tridente absolutamente incontestable: 'Déjate caer' + 'Hojas de te' +  'La espada & la pared' , tres canciones que sacan partido a un sonido acústico combinado con la guitarra eléctrica del fantástico Ángel Parra (hijo del gran folclorista chileno Luis Ángel Cereceda Parra y nieto de la histórica Violeta Parra) logrando generar esa mezcla mencionada en el párrafo anterior, un sonido que contiene claras influencias del folclor nacional (por algo sonó tan natural un año más tarde en el MTV Unplugged) pero al mismo tiempo con cosillas propias del rock anglo. Sin embargo, más allá de estos hitazos, el álbum logra más adelante volar con alas propias, hay toda una pasada blusera (aunque muy chilena a la vez) bien lograda en 'Tírate' pero también se evidencia con claridad en ´Partir de cero' y 'Dos en uno', una canción que claramente hoy no sobreviviría a la generación de la cancelación pues hacer carne aquello que se insinuó años atrás en 'Amor violento' e incluso lo lleva más allá narrando la fascinación de un hombre que asesina y se come a su mujer ("Con un cuchillo y un tenedor me fue más fácil partirte en dos..."). 

Las dos mencionadas si bien deben ser lo más débil en todo el disco no alcanzan a saber mal gracias al acompañamiento de dos baladas acústicas increíbles como 'Te desheredo', con seguridad una de las más grandes canciones en la carrera de Los tres, y 'Moizefala', una canción que revela ese lado más meloso de Álvaro Henríquez que pudimos oír más desatado en su colaboración en el disco debut de Javiera y los imposibles (Corte en trámite, también de 1995). Más adelante esta veta dramática se profundizará en otra pequeña joya como 'Me rompió el corazón´, para cerrar el álbum con un sobrio instrumental titulado 'V & V' (que está bien pero no alcanza las cotas trazadas en el pasado por 'Follaje en el invernadero') y un bis de treinta segundos titulado 'La espada'

El disco como tal claramente terminaba ahí, sin embargo, en un acto de absoluta osadía la banda regala dos versiones para su definitivo cierre, donde se dan tremendos gustos. Primero al tomar un viejo clásico pop chileno como 'Tu cariño se me va' (acompañándose por supuesto por Buddy Richard) revitalizándolo por completo y luego al lanzarse a la psicodelia de 'All tomorrow's parties', una maravilla de The velvet underground & Nico incluida en su mítico álbum de 1967.

Y bueno, lo dicho. La espada y la pared, mirado a veinticinco años de distancia genera una nostalgia inmensa, tanto por la inmensa calidad de este como por el momento que vivía la música chilena en ese entonces. Fueron años realmente fantásticos, de mucha indagación y exploración, algo propio de un país que comenzaba lentamente a despertar tras casi dos décadas de dictadura militar. Haber crecido con esa música fue realmente un privilegio y ahí, Los tres brillaron con luz propia. Una conjugación de talentos que tras este 1995 aún tendría más por dar...

9 / 10
Brillante. 

martes, 15 de septiembre de 2020

Marilyn Manson: We Are Chaos (2020)

"En constante búsqueda..."

Mirando en perspectiva la carrera Marilyn Manson resultan reconocibles ciertos ciclos, comenzando por una primera (y gloriosa) etapa cuando hubo banda, período comprendido entre el debut Portrait of a american family (1994) y The golden age of grotesque (2003), para luego pasar a un álbum de transición como Eat me, drink me (2007), cuya poca aceptación derivó en la pasada por The high end of low (2009) +  Born villain (2012), dos álbumes en donde el vocalista (ya sin banda, pues varios años atrás se creyó eso de que "él era la banda") intentó torcer el destino e imitar a sus viejas glorias. Finalmente, Brian Warner se rindió ante la realidad: ya no era el mismo. Física, emocional y vocalmente era otro al de veinte años atrás por lo que no tenía demasiado sentido el seguir imitando aquello que algún día fue. Como resultado de este proceso han llegado álbumes en donde el vocalista ya no intenta abarcarlo todo mediante quince o dieciséis canciones sino más bien ser concreto en una idea o concepto musical, lo cual le ha permitido el internar reinventarse desde otras aristas. The pale emperor (2015), por ejemplo, fue un álbum donde apostó por guitarras limpias y un sonido menos estridente mientras que Heaven upside down (2017) fue un trabajo más desatado, explosivo y sucio en materia de arreglos y vocalizaciones. We are chaos, su más reciente entrega, no escapa a esta línea de búsqueda e incluso intenta profundizarla mediante un conjunto de temas que colocan las atmósferas y a la reflexión en un primer plano por sobre la agresividad que en otros tiempos el artista ostentó.

Desde 2015 a la fecha que cada disco de Manson consta sagradamente de diez canciones, siendo estas por lo general (salvo alguna honrosa excepción) composiciones bastante tradicionales que no superan los cuatro minutos de duración. Esta vez en asunto ha vuelto a ir por ahí, con el matiz de mostrar un conjunto cargado a los medios tiempos reflexivos, lo cual se aprecia desde la partida a cargo de 'Red black and blue', que tras un dialogo de un minuto desenfunda una estructura clásica que explotará claramente en los coros. Más adelante, la primera parte del álbum oscilará entre el exquisito pesimismo de 'We are chaos' ("Estamos enfermos, jodidos y complicados...") y el sentimentalismo de 'Don't chase the dead' ("Si esta noche dura por siempre / No importará si no hay un mañana...") seguida de 'Paint you with my love', el tema más meloso del álbum que abrirá de manera acústica para acabar encontrando interesantes explosiones hacia el cierre, y 'Half-way & one step forward', la cual se sostiene por completo sobre una melodía de piano que se repite todo el tiempo. De todas estas canciones, la única que impacta de manera particular es el single 'We are chaos', pero el resto honestamente acaba perdiéndose entre sus intenciones, ya sea por falta de fuerza u osadía en materia de estructuras, pues estas parecen ser una mera excusa para llegar al coro, lo cual vuelve en exceso predecible el asunto (algo que de cierta forma también ocurría en The pale emperor). 

La segunda parte del trabajo, sin embargo, levantará bastante el asunto. Abrirá abrazando la estridencia e internándose en terrenos más oscuros y dinámicos con 'Infinite darkness', donde Manson por primera vez apuesta por la potencia (exquisito ese "Llevas más tiempo muerto que vivo...") aunque lamentablemente a los tres minutos se queda sin ideas y abandona la canción, para luego pasar a 'Perfume' y ese redoble de batería marca de la casa a estas alturas, utilizado en el pasado también en canciones como 'Mutilation is the most sincere form of flattery' ( Eat me, drink me, 2007)  o 'The mephistopheles of Los Angeles' (The pale emperor, 2015). 

Finalmente, lo mejor del disco llegará en su cierre cuando 'Keep my head together' logre sonar de lo más interesante gracias a la irreverencia genuina que vomita en esa declaración de amor, deseo e ira que tan bien sabe Manson conjugar. Posteriormente el espíritu auto destructivo del vocalista aparecerá en 'Solve coagula' ("No soy especial / Solo estoy roto / Y no quiero ser reparado...") + 'Broken glass' ("¿Estás bien? Porque yo no lo estoy / Todas estas mentiras no han valido la pena..."), que te conecta a la perfección con el dolor que desea transmitir, entregándonos así la gran joya que estábamos esperando en el álbum y temíamos esta vez no llegase...

We are chaos termina muchísimo mejor de lo que comienza. Aquellos medios tiempos faltos de verdadera visceralidad que rondan en su primera parte son corregidos en la segunda, que es cuando las canciones efectivamente logran ir más allá de lo evidente. Nos quedamos así frente a una nueva entrega por parte de un artista que pareciese continuar (believe it or not)  en proceso de construcción y encuentro consigo mismo, un trabajo honesto y personal (nadie podría criticarle aquello) pero que vuelve a dejar durante gran parte de su trayecto en evidencia la necesidad de colaborar con otros músicos de nivel. Retomando la reflexión inicial respecto a la carrera de Marilyn Manson, desde que el proyecto dejó de ser banda y se transformó en la carrera en solitario de Brian Warner, ¿cuál ha sido su mejor álbum? Hasta ahora, The high end of low (2009), y no digamos que aquel fue un disco que estuvo cerca de ser perfecto, pero todo el resto ha estado marcado por excelentes ideas conducidas de manera insuficiente, como si faltasen más mentes sobre las canciones, lo cual en este nuevo álbum ha vuelto a ocurrir...

6,5 / 10
Cumple, y un poco más...


Otras reseñas de Marilyn Manson:

viernes, 11 de septiembre de 2020

Kelly Lee Owens : Inner Song (2020)

"Encontrando su voz..."

A tres años de su álbum debut, la galesa Kelly Lee Owens está de regreso, un nombre desconocido seguramente para gran parte del planeta pero que vale la pena tener en cuenta. La música y productora vuelve con un álbum post ruptura (uno más que se agrega a la interminable lista) mediante el cual ha buscado exorcizar a sus peores fantasmas y de paso encontrar su propia voz, la cual no ha temido colocarla en un primer plano en medio de una electrónica minimalista bastante grata al oído y que en tan solo diez canciones logra bastante. 

Ahí, un primer aspecto a destacar es la producción del álbum, que en un buen equipo de sonido te envuelve convirtiendo en un manjar estructuras aparentemente monótonas y bastante hipnóticas. Prueba de aquello es el single promocional 'On' (desde ya, se va directo al playlist de 2020), una pieza que define con claridad una de las aristas que encontraremos a lo largo de Inner song: una emocional en donde la artista abordará el reencuentro consigo misma. En 'On' la oímos decidida a mostrar sus delicadas cualidades vocales narrando un texto que habla del aprender a dejar atrás ("Así que, así es como esto debe ser / Ahora estoy en movimiento...") en medio de una estructura creciente que en su primera mitad bebe del dream pop para en su recta final dar un giro muy Radiohead (el de In rainbows, 2009). De hecho, no es coincidencia que el álbum abra con una exquisita y sutil versión instrumental de 'Arpeggi', una joya de los ingleses, en una clara declaración de principios por parte de una artista que no teme el declarar sus influencias.

La lógica del re encuentro personal volverá a abordarse más adelante en el álbum en canciones como 'Re-wild' ("Mira la libertad en mi / Permite la libertad en ti / Libérate con la verdad / Aquello ya existe en ti..."), en donde nuevamente en su minuto final regala un quiebre que busca aportar intensidad o en la melancólica 'L.I.N.E' , que declara en su coro que "El amor no es suficiente razón para quedarse..." en la idea de que el temor a sufrir no debe detenernos pues aquella idea suele causar más dolor aún. 

El álbum, sin embargo, no se quedará unicamente en las reflexiones personales y planteará pasajes mucho más densos en la pasada por 'Corner of the sky' + 'Night' , exploratorios en los instrumentales 'Jeanette' + 'Flow' mientras que en 'Melt!' apuntará directamente a la pista de baile, entregando así un álbum bastante diverso que si bien entrega instancias emocionales que hablan del momento de la artista también equilibra esto con pasadas centradas exclusivamente en lo musical. Una propuesta a tener en cuenta por parte de esta galesa que habrá que ver a futuro por donde decide decantar sus ideas, por ahora, ha conseguido sonar más que interesante. 

7/10
Muy bueno.

martes, 8 de septiembre de 2020

Especial: Jim Steinman

 "Héroe tras bambalinas..."

Una semana atrás me encontré por casualidad con un video de Jim Steinman navegando por ahí. ¿Y quién es este tipo? - dirán ustedes. Pues lo mismo me pregunté yo. Me sonaba su nombre, tenía una idea vaga respecto a quien era pero fui a corroborar. Y efectivamente, era quien yo creía, James "Jim" Steinman es conocido por haber sido el compositor del vocalista estadounidense Meat Loaf, o al menos quien escribió al menos los dos discos más importantes de su carrera: Bat out of hell (1977) y Bat out of hell II: Back to hell (1993). Una especie de Bernard Taupin para Elton John, con la diferencia eso si de que Taupin unicamente ha escrito letras para Elton, no la música. Sin embargo, lejos de quedarse solo en aquello, Jim cuenta con una carrera como compositor y productor realmente memorable, que merece ser reconocida. Por lo que hoy me entregaré a eso, a reconocer su labor en un pequeño y humilde recorrido por su historia.

Jim Steinman comenzó a fines de los años setenta una carrera ligada al mundo del teatro. Aspecto que caracterizaría prácticamente toda su obra posterior, marcada por arreglos grandilocuentes y narrativas tremendamente emocionales. Aquello fue, de hecho, lo que supo plasmar en Bat out of hell (1977), el álbum debut de Meat Loaf (digamos, en solitario, ya que seis años antes había grabado un álbum a dúo con la vocalista Stoney Murphy). El disco costó bastante que saliese a la luz pues pocos sellos se interesaron en el dado lo inclasificable que resultaba para aquellos años, pese a que posteriormente se tranformó en todo un éxito.


Tras Bat out of hell, sin embargo, diferencias alejan a Jim de Meat Loaf, por lo que ambos emprenden caminos a distancia durante los ochenta. ¿Una recomendación? En 2000 apareció una película titulada "Meat loaf: To hell and back" (la puedes ver acá), que narra la historia entre ambos, con sus idas y vueltas. El caso es que Jim deseaba obtener mayor crédito por lo que decide probar suerte con un álbum en solitario en 1981 titulado Bad for good. Un disco que desata totalmente ese estilo dramático característico del compositor, un álbum que se entiende casi como una presentación teatral, con diálogos entre las canciones y todo. Comercialmente, la canción más destacada del álbum fue 'Rock and roll dreams come through' (vaya videito eh?), aunque cabe mencionar que en realidad la canción no logró relevancia sino hasta doce años más tarde...


Tras la baja recepción obtenida por su álbum en solitario, Jim Steinman decide dedicarse desde ahora en adelante únicamente a la composición y producción de artistas. En esa linea, produce el quinto álbum de la británica Bonnie Tyler, Faster than the speed of night (1983), disco que contó con una serie de colaboraciones (hay una canción de John Fogerty y otra de Bryan Adams, por ejemplo) y donde Jim aportó con dos canciones. Una de ellas fue 'Total eclipse of the heart', encontrando un éxito enorme que cambiaría por completo su vida, entregándole un estatus distinto como compositor.

Ese mismo año, por si fuese poco, Jim le entrega una de sus composiciones a los australianos de Air supply, la cual sería incluida en un álbum de grandes éxitos que apareció en aquel 1983. La canción resultó ser 'Making love (out of nothing at all)', otro éxito de proporciones. Como dato curioso, tanto esta como 'Total eclipse of the heart' fueron las canciones más tocadas en aquel año, es decir, Jim Steinman se transformó en un fenómeno total. 

Luego de vivir un año tan endemoniadamente bueno, Jim Steinman decide alejarse de su zona de confort, dedicándose a la producción de sonidos que escapaban de sus habituales géneros durante lo que quedaba de década. En 1984 co escribe 'Holding for a hero' de Bonnie Tyler (otro éxito que apareció en la banda sonora de Footloose), con quien continuaría trabajando durante los siguientes años, de hecho, produce su siguiente álbum en 1986 (aportando con una canción, 'Ravishing'), así como también trabaja con The Sisters of mercy en 1987, produciendo una canción de su álbum Floodland. 

En 1990 Jim se reconcilia con Meat loaf, y ambos deciden llevar adelante como proyecto la grabación de una segunda parte del mítico Bat out of hell de 1977. El disco vería la luz finalmente en 1993, titulándose Bat of out hell II: Back to hell. En este el compositor (que escribe absolutamente todas las canciones del álbum) vuelve a desatar su estilo dramático y teatral, sin ir más lejos, el álbum abre con un clásico inmediato: 'I'do anything for love (but I won't do that)', una canción increíble que en el disco dura doce minutos (es una verdadera obra en si misma), y que trajo de regreso el éxito tanto a Jim Steinman como a Meat Loaf.

Fuera del mencionado clásico, la segunda parte de Bat out of hell (disco que espero algún día reseñar acá en mi querido blog), contó con una serie de canciones grandilocuentes en términos de arreglos y extensas en minutaje. Hay dos canciones que superan los diez minutos de duración y otras tantas se extienden por siete u ocho, es decir, el compositor no se dejó nada en el tintero para esta ocasión. En términos comerciales, el álbum también alcanzó éxito gracias al single 'Rock and roll dreams come through', su vieja joya de 1981 que doce años más tarde recuperaba en voz, esta vez, de Meat loaf.


El segundo aire obtenido por el compositor le permitió abrirse puertas en el mercado, anotándose un nuevo hito (y ya van...) en 1996, cuando le entrega a la canadiense Celine Dion su canción 'It's all coming back to me now', tema en donde se puede apreciar claramente el estilo dramático del música, con idas y vueltas en su estructura, finales que no lo son y toda una mirada teatral en torno a la idea de canción que Jim Steinman solía trabajar. Sin ir más lejos, en el álbum la canción se extiende por casi ocho minutos...


Tras el éxito obtenido en 1996 Jim Steinman practicamente abandona su labor musical. Ante tamaños éxitos (individuales más que globales, digámoslo) el compositor no tuvo necesidad de practicamente volver a hacer música. Participó con cinco canciones en Bat out of hell III: The monster os loose de Meaf Loaf en 2006 pero mucho más no se le ha escuchado durante los últimos veinte años. La verdad es que no ha sido necesario, su aporte a la historia de la música contemporánea ya está y me parece correspondía rendirle un merecido homenaje en unos cuantos párrafos a este pequeño gran héroe que tras bambalinas supo desarrollar su talento. 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Vivo Recomendado: Simply Red (Cuba, 2005)


Hoy de golpe prendo la televisión y YouTube me recomienda esta joya: Simply red y su presentación en Cuba, año 2005. La verdad es que no veía el recital desde hace años, al menos diez, por lo que de inmediato me lancé a revisarlo nuevamente. Y me he quedado maravillado. Quisiera recomendarlo por tanto pues me parece un registro que nadie debería dejar pasar. Y es que el buen Mike Hucknall, consciente de la instancia definitiva y consagratoria (¡como si hiciese falta!) que viviría aquella noche, decidió junto a su banda el armar algo único y especial, consiguiendo un resultado realmente fabuloso. 

El de 2005 es por tanto un concierto memorable, registrado en el Gran Teatro de La Habana ante un público cómplice y agradecido, con músicos propios pero también locales, arreglos pensados para la ocasión en varias canciones, un show dividido en segmentos, con una que incluyó un cuerpo de baile incluso y un ritmo creciente que funciona a la perfección. Que decir, una maravilla de registro que quedará escrito con letras doradas cuando tras el paso de los años debamos recordar la figura de este enorme vocalista y su fantástica banda. 

En cuanto a las canciones escogidas cabe mencionar que quisieron abordar toda la carrera de la banda: Picture book (1985) figura con tres canciones, Men and woman (1987) con una, A new flame (1989) con cuatro, Stars (1991) aporta con cuatro, Life (1995) con dos, Home (2003) con dos y también hay tres canciones que eran inéditas ('Song for you', 'Smile' y 'Perfect love'), las cuales fueron incluidas en Simplified (2005), el disco que apareció aquel mismo año e incluía versiones alternativas de sus clásicos, con arreglos latinos, aprovechando seguramente el nuevo aire entregado por esta noche en Cuba. 


El repertorio del show está dividido en tres secciones:
Primera parte, sección íntima: Song for you / Your mirror / Stars (en una hermosa versión lenta) / For your babies / So beautiful / Smile / Home / Same old red 

Segunda parte, sección dinámica: Holding back the years (con arreglos latinos) / It's only love / More / Love fire / Sunrise / Right thing / Come to my aid / Perfect Love

Tercera parte, cierre con cuerpo de baile: Fairground / Something got me started / If you don't know my by now 

En lo personal siempre me faltan 'Never never love' o 'Remembering the first time', dos enormes singles noventeros que nunca acabo de entender porque Mike siempre deja de lado. Ahora, con todo, Cuba! representa un registro enorme, emotivo y valioso en lo musical. Quince años después vale la pena recordarlo...

jueves, 3 de septiembre de 2020

Sorcerer : Lamenting Of The Innocent (2020)

"Confirmando su notable segundo aire..."

Nunca estará demás recordar cuanto le debe el rock, y particularmente el metal, a Suecia. ¡Que de aquellas tierras ha nacido cada joya¡ Y he acá una pequeña gema que desde hace unos meses vive entre nosotros y a la que al fin puedo dedicarle unas lineas. Me refiero a Lamenting of the innocence, el tercer álbum de Sorcerer tras un extenso período de inactividad (recordemos que la banda existió entre 1989 y 1992 para luego disolverse y recién en 2015 decidir regresar) y la confirmación de un sonido por parte de una banda que durante esta década ha sabido crecer y pulir su propuesta en silencio. En este sentido, su nuevo disco sostiene la linea del antecesor, The crowning of the fire king (2017), es decir, nos encontraremos con canciones extensas que superan los siete u ocho minutos de duración y que centran su fuerza en oleadas de pesados riffs de guitarras pero que lejos de repetir la fórmula con calco, apuestan como conjunto por un brillo propio, jugándosela por la diversidad en el canción a canción con el fin de no someter al auditor a un pozo monótono difícil de seguir.

Esto es doom metal, sin embargo, hay que saber a lo que se va. El asunto a ratos parece pesar toneladas pero está trabajado con un exquisito tino melódico que no puede sino sacar aplausos. Ahí, las vocalizaciones de Anders Engberg juegan un rol fundamental, yendo del limpio al sucio, arriba y abajo con facilidad, asunto que se evidencia claramente en las excelentes 'The hammer of witches' (que recuerda un tantito al Opeth más reciente) o 'Institoris', dos canciones que se encuentran en la partida del álbum y en donde Sorcerer apuestan por la dinámica, a diferencia de 'Lamenting of the innocence' (una maravilla de casi nueve minutos de duración) o 'Where spirits die' (mucho más épica), en donde la oscuridad se hace sentir. Este ir y venir continuará expresándose a lo largo del álbum, entregando una sensible balada (aunque algo cliché) en 'Deliverance' (a dúo con Johan Langqvist, actual vocalista de Candlmass) para luego pasarse a las guitarras en toda la recta final, ahí 'Age of the damned' + 'Condemned' representan el único momento del disco en donde efectivamente este redunda y se vuelve algo pesado, aunque ya entrando en el cierre todo volverá a mejorar con la notable 'Dance with the devil'  y el cierre a cargo de 'Path to perdition' (ojo a los dos minutos finales, un manjar), encarnando entre ambas dieciséis minutos monumentales, con desates estructurales e instrumentales.

De esta manera, mediante un álbum que aborda como temática a La inquisición (ya la fantástica portada anticipa) Sorcerer ha entregado un disco sólido que quizás en su nudo se vuelve algo pesado pero en general confirma el tremendo momento creativo e interpretativo de una banda a tener en cuenta en la escena actual del metal y cuya segunda vida sin lugar a dudas merece de mayor atención. 

8/10
Excelente.

martes, 1 de septiembre de 2020

U.D.O : We Are One (2020)

"Triunfan con amplio margen... "

Todo parece indicar que Udo Dirkschneider no pretende detener su incesante racha productiva. El alemán nos ha acostumbrado durante estos treinta años de carrera al frente de U.D.O a publicar un promedio de cinco álbumes por década, ritmo que no ha decaído entre 2010 y el presente 2020. Sin embargo, contrario a lo que uno podría pensar, el nivel de las publicaciones de la banda ha sabido mantenerse arriba durante estos años, tanto Rev-Raptor (2011), Steelhammer (2013) como el reciente Steelfactory (2018) fueron discos que supieron regalar (con sus respectivos matices) exquisitas dosis de heavy metal, siendo Decadent (2015) el único álbum de este período que se conformó con cumplir. El caso es que tras una seguidilla de discos que estuvieron muy por encima de lo esperado cabía la incógnita respecto al siguiente paso a dar por U.D.O, quienes han decidido subir bastantes peldaños en términos creativos mediante la publicación de We are one, quince canciones que han unificado el trabajo de la banda con la Das Musikkorps Der Bundeswehr (la Orquesta del Ejército Alemán), en el que debe representar el ejercicio más ambicioso en la carrera de la agrupación.

Discos de rock sinfónico hemos tenido muchos durante estas décadas, cada cual tendrá su opinión respecto a esto, habrán quienes valoran este tipo de aventuras así como otros las consideran un acto de innecesaria pomposidad. Lo cierto es que hemos tenido de todo, tanto proyectos logrados como otros excesivos y en ese contexto lo de U.D.O cuenta con muchos méritos, digamos, bastantes más puntos a favor que contras. Ahí, lo primero a rescatar es que durante los 75 minutos en que se extiende el disco, U.D.O logra en base a la musical sobre ponerse al inevitable prejuicio. Y es que quienes apostaban por encontrarse frente a un disco de metal puro y directo, acompañado de arreglos sinfónicos, se llevarán una sorpresa. A diferencia de lo típico, en We are one nos encontramos con una mixtura en donde ninguna de las dos partes acaba aplastando a la otra (¿alo, Metallica?), con canciones que exponen un dialogo fluido entre el hard rock y el sonido sinfónico. 

Este tandem en ocasiones se expresa de manera impecable, como ocurre en la partida del álbum, ahí este desenfunda la triada 'Pandemonium' + 'We are one' (la canción) + 'Love and sin' que de inmediato lleva a sopesar el calibre compositivo con que el disco cuenta, veinte minutos en donde el metal y la fuerza de U.D.O se enlaza a la perfección con épicos coros femeninos y orquestaciones que son absoluto aporte. Más adelante, existirán otros momentos en donde el asunto cuajará adecuadamente, como en 'Mother earth' + 'Rebel town' , 'We strike back' o en el monumental cierre a cargo de 'Beyond good and evil', momentos que fluyen con naturalidad entre otras piezas que han sido pensadas y creadas evidentemente para el sonido sinfónico y donde es U.D.O quien se ha acoplado a la experiencia, y no al revés. Me refiero ahí al solo femenino 'Blindfold (The last defender)', a los interludios instrumentales 'Blackout' o 'Natural forces'.


No todo será perfecto, sin embargo, pues el disco roza durante varios momentos el cliché, lo cual en ciertos momentos lo vuelve algo sonrojante. Cabe recordar que la temática de este es bastante política (de ahí la idea de esa horrorosa portada), lo cual se remarca en canciones como 'Future is the reason why' + 'Children of the world' (con coros de niñas incluidos) o la ya mencionada 'Blindfold (The last defender)', todos momentos bastante exagerados. Tampoco se entiende que aporta (más allá de lo freak de la situación) una canción como 'Here we go again', que reúne rapeando a Udo con su hijo Sven, mientras que si bien se agradece enormemente la sorpresa de incluir en un disco de U.D.O un saxofón o una gaita como protagonistas en canciones como 'Neon diamond' o 'Beyond gravity', ambas se extienden por demasiado tiempo... 

Sabemos que ante un experimento de este calibre la tentación de poner todo lo trabajado es grande (algo que le ocurrió a Judas priest con Nostradamus, por ejemplo). ¡Y se entiende! Que ante un proyecto tan ambicioso es lógico que cueste dejar algunas cosas afuera. Algo así le ha ocurrido a U.D.O con We are one, un álbum que con tres o cuatro canciones menos seguramente estaría entre lo mejor que nos habría dejado 2020 pero que de todas maneras resulta una experiencia fascinante, un ejercicio en donde la banda ha triunfado con amplio margen donde muchos otros han fallado estrepitosamente. 

8/10
¡Excelente!


Otras reseñas de U.D.O:
2018: Steelfactory
2015: Decadent
2012: Steelhammer