lunes, 31 de mayo de 2021

Panopticon: ... And Again Into The Light (2021)

 "No se guarda nada..."

Cuesta seguirle los pasos a Austin Lunn, pero el hombre lo vale. Nueve álbumes en doce años hablan de una productividad impresionante, más aún considerando el nivel de profundidad y complejidad que suele alcanzar entrega tras entrega, fuera del mérito de componer e interpretar prácticamente todo en sus discos. En esta ocasión ha tocado batería, guitarras, bajos, teclados, banjo, mandolinas y varias cosas más, pidiendo ayuda únicamente con el violín, cello, más una que otra voz en determinados temas, que decir, todo un coloso que esta vez llega a nosotros luego de tres años de silencio. Lo último que le conocimos fueron las dos horas entregadas en el contundente The scars of man on the once nameless wilderness (2018), y como era de esperar tras un álbum así de ambicioso, regresa esta vez algo más medido (digamos, "medido" en el contexto Lunn): ocho canciones y 70 minutos de música donde el músico ha vuelto a dar rienda suelta a los ambientes que rondan en su cabeza, mucho black atmosférico mezclado con elementos folclóricos, eso que los amantes de las etiquetas gustan llamar folk metal, aunque aquí encontramos muchísimo más que esto.

Como suele ser costumbre en cada álbum de Panopticon, el asunto comienza a cocerse a fuego lento, primero mediante la preciosa 'And again into the light', una pieza acústica donde incluso lucen delicados violines, y luego entregándose a la melancolía (esta vez en eléctrico) que proponen los tres minutos iniciales de 'Dead loons', los cuales darán paso a dos minutos de potentes redobles y una posterior recta de black desenfrenado, armando una pieza absolutamente incontestable, un terremoto sonoro que vaya que impacta. Verdad sea dicha, es tanta la contundencia que Lunn logra con los primeros doce minutos de música que la sensación de necesitar una pausa para procesar lo oído es inevitable. No habrá tal pausa, sin embargo, pues el disco desenfundará de inmediato ocho minutos de oscuridad y caos en 'Rope burn exit', y luego doce minutos más de vértigo en 'A snowless winter', una en donde las guitarras serán protagonistas en el diseño de atmósferas (algo que se volverá a repetir en el cierre a cargo de 'Know hope'), aunque claro, estas dos comienzas ya a evidenciar un exceso de vueltas en las estructuras por parte de Lunn, lo cual sumado a que no se le entiende un carajo cuando canta, vuelven algo monótono el trámite a momentos. 

Atravesando el nudo del disco sonará 'Moth eaten soul', casi ocho minutos en donde Lunn saca a la luz su veta más death y brutal, una maravilla de canción que dará paso nuevamente a una pasada muy similar a la del comienzo del álbum, es decir, sonidos limpios, pulcros y cargados de melancolía que acabarán desembocando nuevamente en un torbellino black. El resultado suena bien, pero digámoslo: te esperas lo que viene. 

Con sus pros y contras, en ... And again into the light nos encontramos con todo lo que Panopticon puede ofrecernos en este 2021, digamos, un álbum en donde el artista no parece haberse guardado nada. Cae en excesos y también ha perdido algo de sorpresa, pero con todo el disco gustará entre quienes le vienen siguiendo el paso a Lunn o servirá como excelente muestra para quienes recién se enteran de su existencia. Que nunca es tarde... 

¿Canciones? 'Dead loons' y 'Moth eaten soul'. 

8,2 /10
Excelente.


Otras reseñas de Panopticon:
2015: Autumm eternal

viernes, 28 de mayo de 2021

Weezer: Van Weezer (2021)

 "Vereda opuesta, resultado similar..."

Otro disco de Weezer. Otro álbum de cancioncitas, letras tontas, melodías facilonas y piloto automático. Otro disco donde sabes exactamente que y como lo encontrarás, sin embargo, Rivers Cuomo se las ha vuelto a arreglar para entregar cuatro o cinco de nivel como para hacer que esta media hora valga la pena. Ha decidido además homenajear al hard rock ochentero en varias de las canciones, aportando una buena dosis de humor al trámite, entregándonos así un puñado de canciones que honestamente no cuesta imaginar en un concierto (sobre todo en tiempos en donde añoramos la música en vivo), y verte ahí, disfrutando como un enano el asunto. Ocurre con 'Hero', una partida llena de energía y buen rollo, 'Blue dream' con evidente homenaje al 'Crazy train' de Ozzy, la muy Metallica '1 more hit', 'Sheila can do it' (una vieja canción de 1996 que han recuperado) o 'She needs me', dos que melódicamente traen al presente la nostalgia de los grandes momentos de la banda. 

Ahora, como todo álbum de Weezer, hay dulce y agraz, y así como encuentran buenas canciones también se muestran incapaces de hacer volar a otras más allá de unos simpáticos quince segundos iniciales o un solo de guitarras atractivo. Ocurre con 'The end of the game', 'I need some of that' o 'Beggining of the end', donde incluyen elementos efectistas para acabar desarrollando una canción absolutamente típica, lo mismo con 'All the good ones', olvidable de comienzo a fin.

Cada vez que te enfrentas a un nuevo álbum de Weezer la sensación es inmediata: "ooootro disco más de lo mismo...", sin embargo, nobleza obliga a admitir que en mayor o menor medida, tras unas cuantas pasadas, acabas disfrutando el trámite. Y si a comienzos de este año nos hicieron pasar un buen rato mediante el barroco, meloso y reflexivo Ok human, tan solo unos meses más tarde se han lanzado a la vereda opuesta y a las guitarras generando una sensación de satisfacción bastante similar. Tiene su mérito. 

¿Canciones? 'Hero', 'Sheila can do it', '1 more hit'.

6,9 / 10
Cumple y algo más...

 

miércoles, 26 de mayo de 2021

Cryptosis : Bionic Swarm (2021)

"Bocanada de aire fresco ..."

No me canso acá de repetir una y otra vez el que si existe un género que ha sabido re inventarse durante los últimos veinte años (particularmente en la pasada década) y entregar música fresca e interesante, este ha sido el metal. En concordancia con aquello, hoy escribo respecto al debut de este trío holandés que si bien ya había trabajado un par de álbumes bajo el nombre de Distillator, lanzan en este 2021 su primer largo como Cryptosis. Llegan así con la idea bajo el brazo de expandir el thrash hacia nuevas latitudes, primero mediante una producción que no busca emular el clásico sonido sucio clásico ochentero sino más bien sonar pulcro y moderno, apuntando a atmósferas espaciales, y luego incorporando claros elementos progresivos en los arreglos y estructuras, aportando así una bocanada de aire fresco que se disfruta y agradece.

Por supuesto que siendo un álbum de thrash encontraremos fiereza y velocidad a lo largo del registro, ahí tenemos la contundente apertura a cargo de 'Decypher' + 'Death technology', o 'Trascendence' que sonará más adelante, todas canciones de tres minutos que no entregan respiro, sacándole brillo al doble pedal y complementando con punzantes riffs que apuntan directo a la médula del género, sin embargo, el matiz llegará cuando la banda decida escapar de lo obvio, jugando con los arreglos y estructuras, en ocasiones desatando cambios sobre piezas muy veloces como 'Conjuting the egoist' o la fenomenal 'Game of souls', mientras que a veces sacarán el pie del acelerador para pasarse a los teclados y al progresivo en la enorme 'Prospect of inmortality' (ojo a lo que hacen entre el minuto tres y cuatro, sencillamente enorme) o incluso coqueteando con el black en 'Mindscape'

El disco no es largo, dura lo que debe durar y eso se agradece, no alcanzan a ser cuarenta minutos de música que se disfrutan sin problema alguno, ahí Cryptosis beben lo mejor de varias fuentes entregando un cóctel que en términos de producción y ejecución suena aplastante, mientras que en lo creativo suenan siempre frescos. Un álbum en apariencia simple (dada su duración y canciones en general directas) pero que en su andar va mostrando pequeñas maravillas que impactan. Desde ya, de lo mejor que nos habrá dejado este año. 

¿Canciones? 'Prospect of inmortality', 'Conjuting the egoist' y 'Game of souls',

8,5 / 10
¡Excelente!

sábado, 22 de mayo de 2021

St. Vincent: Daddy's Home (2021)

 "Pausa, respiro y transición..."

Tras dos discos tan sólidos como St. Vincent (2014) y Masseduction (2017), este último increíblemente no reseñado acá en mi blog, Annie Clark la tenía complicada, el nivel alcanzado era alto y la tentación por comenzar a repetirse estaba latente. De ahí que frente al desafío la artista haya optado en esta ocasión por tomar la tangente mediante un disco que huele a transición por todos lados, en un claro intento por salir a respirar. La creación del álbum ha coincidido además con el reencuentro con su padre (quien estuvo diez años en prisión a raíz de un escándalo de fraude financiero), por lo que el disco adoptó solito un cariz personal, oscuro incluso, en donde St. Vincent ha querido conectar con aquella música que la inspiró en su infancia (los discos de su padre evidentemente), con reminiscencias claras al R&B y una onda setentera que aparece tanto en lo musical como lo estético. 

El problema es que la jugada le ha quedado tan impostada que acaba oscilando entre el capricho y el desgano, con contados momentos en donde efectivamente Annie ha parecido mirar para atrás buscando efectivamente inspiración. En esa línea funciona la partida a cargo de 'Pay your way in pain', donde la vocalista apuesta por el sabor, sonando cruda y desafiante entre teclados, algo que repetirá más adelante en el disco en 'Down'. También acierta cuando regala elegancia en una canción como 'Down and out downtown', sin embargo, el resto del trabajo se interna en terrenos que claramente le son ajenos por lo que el asunto se limita a homenajear una época con un descaro que roza el plagio, siendo los ejemplos más evidentes de esto 'Live in the dream'  (Pink Floyd por todos lados, 'Us and them' + 'Confortably numb' todo el rato) y 'My baby wants a baby' (que es 'Morning train' de Sheena Easton). De igual forma, el pantano en que el disco se interna en medida que transcurren los temas cuesta seguirlo, ahí encontraremos canciones que narraran sobre un bajo + sutiles teclados o cuerdas, como 'Daddy's home' o 'The laughing man', mientras que en 'The melting of the sun' coqueteará con el gospel y en '...At the holiday party' parece estar imitando a Norah Jones

Como mencioné en el párrafo inicial, Daddy's home parece un evidente intento por parte de St. Vincent para detenerse a tomar aire, sin emabrgo, da la sensación de que ni ella misma se lo ha tomado tan en serio y más bien ha querido jugar un poco con la improvisación para ver que salía. El resultado tiene sus momentos y está bien ejecutado pero mucho más allá de la anécdota no parece llegar. No pasa nada de todas formas, que las grandes tienen derecho a respirar, más en un momento personal complejo.

¿Canciones? 'Pay your way in pain', Down and out downtown' y 'Down'.

6 / 10
Bueno, cumple.


Otras reseñas de St. Vincent:

miércoles, 19 de mayo de 2021

En Cinco Canciones (+ Playlist) : Marina (Diamandis)


Me quiero dar un gusto, y a ver si de ahora en adelante voy animándome a calentar algunos lanzamientos con una previa del artista en cuestión. 

El caso es que el próximo 11 de junio, la británica Marina Diamandis lanza nuevo disco, el quinto en su carrera, y para quienes disfrutamos del pop con identidad, este es un acontecimiento que recibimos de brazos abiertos. Marina es una artista que ha ido puliendo un camino sobre la marcha y no cabe duda merece mayor crédito/atención del que ha recibido, por lo que sin más, daré un pequeño repaso a su (aún) breve discografía.

The family jewels (2010): Un debut correcto, no mucho más... 
En 2010 esta tremenda mujer debuta mediante The family jewels, un álbum de pop liviano y centrado en temáticas algo clichés, musicalmente se muestra interesante gracias al buen trabajo de teclados y baterías que presenta pero se queda a medio camino de todo. Demasiado plano para triunfar en el mundo del pop, demasiado light para ser tomado en serio fuera del género. En términos de imagen Marina juega con el personaje inocente/sexy y ahí también pierde peso al lado de lo que proyectaban Rihanna o Lady Gaga en ese entonces, emparentándose más bien con una figura como la de Kate Perry, pero sin hits tan claros. 

El disco no está mal, canciones como 'Oh no!, 'Shampain' o 'Are you satisfied' funcionan pero el conjunto se va quedando corto en medida que avanza. 

6/10 
Bueno, cumple.


Electra heart (2012): Salto cualitativo.
Dos años más tarde llegaría Electra heart (2012) y el saltó cualitativo se hizo evidente. Marina se crea un personaje y desde ya comienza a darle vueltas al tema de los estereotipos femeninos. En lo musical las guitarras adoptan mayor protagonismo y el sonido luce efectivamente más contundente. Los hits esta vez si están, la producción se adentra sobre aspectos más explosivos y también sabe ir encontrando momentos a lo largo del disco, unos con una actitud tremenda ('Bubblegum bitch', 'Homewrecker'), otros donde se lanza al pop directo ('Primadonna', 'How to be a heartbreaker') y algunos donde sabe lucir elegante entre melodías ('Lies', 'Fear and loathing'). No es su mejor trabajo pero si anticipaba algo grande, también dejaba claro que Marina poseía algo distinto al resto y ganas de ir más allá del mero hit por el hit.

7/10
Muy bueno.



Froot (2015): Bendita música ligera.
El tercer disco, el de la verdad, y con el que definitivamente nos cautivó. El álbum abre con 'Happy' y ese "Encontré lo que estaba buscando en mi misma", donde Marina de entrada se sacude de todo. Desea ser ella y mostrarse tal cual, basta de personajes y la presión de tener que encajar en un determinado estereotipo. El resultado de este proceso es un álbum de pop fabuloso, uno de los grandes de la pasada década. La producción es una maravilla, encuentra melodías contagiosas e interpretaciones gloriosas en 'Froot', 'Blue' o 'Forget', además de canciones enormes como 'I'm a ruin', más oscura que nunca y de lo mejor que ha compuesto en su carrera. Por si fuese poco, la segunda línea no tiene tema ni remotamente malo. Que decir, un discazo de comienzo a fin. Su mejor trabajo a la fecha.

8,5 / 10
¡Excelente!


Love + fear (2019) : Cuando dos no hacen uno...
Cuesta reinventarse en el éxito. Tras el golazo que fue Froot se enfrenta al callejón sin salida y con la sensación de que en dicho camino ya no había mucho más que hacer. ¿Entonces? Pues queda re inventarse. Decide despojarse del apellido (... and the diamonds) por lo que ahora la conocemos únicamente como Marina, mientras que en lo musical entrega un álbum diverso, dividido (innecesariamente en dos partes), entregando un sobre cargo enorme (dieciséis canciones en total), en ocasiones tratando de encajar con la actualidad groseramente (ahí tienes la horrible 'Baby' junto a Luis Fonsi), no perder su jovialidad ('Orange trees', 'Enjoy your life') pero a la vez jugando a ser profunda ('Superstar', 'To be human', 'End of the earth'). ¿El problema? Que las canciones esta vez no están, tampoco el estilo. No es un desastre pero al lado de su antecesor luce enano y artificial. ¿Lo mejor? Su primer single 'Handmade heaven' y alguna más...

5/10
Nada muy especial... 


¿Y ahora qué? Los adelantos parecen indicar el que reculará e intentará retomar sus andanzas pop, con un fuerte componente estético y líricas centradas en el empoderamiento femenino. De esto último habló fuerte y claro en 'Man's world', publicada en 2020, también el pop de 'Purge the poison' aunque bajo una dinámica apuntada hacia la pista de baile, lo mismo que 'Ancient dreams in a modern land'. Como sea, las ansias están arriba y esperaremos el ver si es capaz de re conducir su carrera tras el traspié de 2019...


Finalmente, mi playlist de Marina, en estricto orden cronológico. Sus veinte más grandes canciones...  ¡Que lo disfruten!


lunes, 17 de mayo de 2021

Royal Blood : Typhoons (2021)

 "En búsqueda..."

Desde 2000 a la fecha hemos visto nacer a una serie de bandas que tan pronto se les colgó el cartel de "nueva esperanza del rock" comenzaron a perder nivel y a volverse dramáticamente poco interesantes. Y bueno, Royal blood vendría siendo el más reciente fenómeno inglés que ha funcionado en dicha dirección. ¡No se han desinflado aún eso si! De hecho, se han esforzado en esta nueva entrega por no agotar los recursos, manteniendo la esencia de su sonido pero girando hacia la pista de baile y las dinámicas adictivas. El resultado se agradece, funciona, suena fresco, pero no está exento de problemas.

A destacar el que en Typhoons han sabido desarrollar una serie de hitazos incontestables. Cada cual tendrá su favorita pero tanto 'Trouble's coming', 'Typhoons' (la canción), la excelente 'Limbo' (¿la mejor canción de su carrera?) o la increíble 'Boilermaker' (producida por Josh Homme así que tiene todo ese sonido Queens of the stone age), son singles de esos para gozar en bucle. El problema es que la segunda línea no cumple como debería, dejando un trabajo de contrastes, con canciones que cumpliendo no logran volar tan alto, como 'Oblivion', 'Who needs friends' o 'Million and one', y otras que derechamente reciclan y repiten ideas (con riffs casi calcados inclusos), como 'Mad visions' o 'Hold on'. Me ha gustado el cierre eso si, sobre un piano en 'All we have is now', regalando una calma que viene bien aunque cierra bruscamente un álbum que claramente venía por otro lado. 

Agrada la apuesta y el que intentasen elevar la mirada hacia nuevos lares, sin embargo, queda la sensación de que no se han atrevido a lanzarse del todo o derechamente no han podido, dejándonos un disco de canciones particularmente grandiosas acompañadas por un puñado que se limita a cumplir. A ver si en una siguiente entrega se atreven a ir realmente por más...

¿Canciones? 'Trouble's coming', 'Typhoons', 'Limbo' y 'Boilermaker'

6,5 / 10
Cumple y algo más...

jueves, 13 de mayo de 2021

Gojira: Fortitude (2021)

"No reculan pero afinan puntería..." 

¿Evolución o involución? El clásico debate. Se vivió décadas atrás ante el álbum negro de Metallica (y posteriores Load/Reload) y recientemente tras The satanist (2014) / I loved you your darkest (2019) de Behemoth, por mencionar dos ejemplos de discos que marcaron un quiebre en el sonido de bandas, y también entre los fans. Y bueno, esta pasada de Gojira por Magma (2016)Fortitude claramente no se ha quedado atrás en cuanto a polémica. En el caso de los franceses podríamos decir que L' enfant sauvage (2012) fue el disco en donde la banda descubrió que podía equilibrar el poderío técnico de sus primeros álbumes con estructuras más accesibles, digamos, ya no tan esquizofrénicas como las trabajadas en The link (2003) o From mars to sirius (2005). Esta tendencia a acercar el sonido fue llevada aún más lejos mediante la publicación del mencionado Magma (2016), un álbum que definitivamente quebró posiciones al abordar un metal más lento y experimental, limpio a momentos y atmosférico, aunque no exento de momentos directos y furiosos, como quien intenta irse por la tangente pero conservando cierta esencia. En ese ir y venir cabe mencionar que el álbum les mostró menos inspirados en relación a lo habitual, por lo que las alarmas se encendieron y quedaba por verificar si efectivamente comenzábamos a presenciar el comienzo del fin para Gojira (o de cierta etapa al menos, para no ponernos tan melodramáticos), o Magma representaría un mero paréntesis en la carrera de los hermanos Duplantier.  

Lo nuevo ya está acá, y fue adelantado a goteos mediante una serie de adelantos (¡en total cinco!) que no hicieron sino elevar la ansiedad a tope. Ahora, con el conjunto dispuesto cabe confirmar desde ya dos asuntos: que mejoran respecto a su antecesor pero no reculan en la dirección sino más bien afinan puntería. Y es que las cosas que funcionaban en Magma acá se replican con bastante exactitud, insistiendo sobre canciones sólidas, efectivas y potentes, marcadas por furiosos coros como ocurre en 'Another world', 'Sphinx' o 'New found', que dan continuidad a lo trabajado cinco años atrás en 'The cell', 'Silvera' o 'Stranded', mientras que la pasada por 'Fortitude' + 'The chant' o llegando al cierre en 'The trails' (las tres son lo más aburrido del disco, hay que decirlo), da cabida a ese rock limpio que coloca a las atmósferas por sobre la agresividad. Donde si el álbum se muestra sólido es al lograr en general sonar coherente y mantener un componente atractivo en gran parte de su duración, incorporando mucho groove en canciones como 'Amazonia' o 'Hold on' (ambas en modo Sepultura todo el rato) o derrochando energía en 'Born for one thing', 'Into the storm' o 'Grind', esta última toda una reminiscencia nu metal bastante digna.  

No se han complicado, sin embargo, y esa es la sensación que acaba dejando el álbum. ¿Funciona? Si. Absolutamente. Pero lucen en exceso cómodos, dándole un par de vueltas a cada canción para en cuatro o cinco minutos conformarse con sonar efectivos. Nunca complejizan, no sabemos si porque no quieren o no pueden. ¿Lo positivo? Que cuando comienzan a cansar (en el nudo del disco) rápidamente reculan con algún temazo, por lo que el resultado ha cuajado mejor que en Magma, que tenía toda una recta final intragable ¿Lo negativo? Que cinco años de espera para un disco tan poco ambicioso, inevitablemente sabe a poco. Con todo, cabe el reconocer que insistiendo sobre la misma tecla, convencen de sobra. 

¿Canciones? 'Born for one thing', 'Into the storm', 'Sphinx'.

7/10
Muy bueno.


Otras reseñas de Gojira:

domingo, 9 de mayo de 2021

Greta Van Fleet : The Battle At Garden's Gate (2021)

 "Crecen..."

Conocido por todos ya es este caso. En 2018 debutaron Greta van fleet mediante un álbum que generó sensaciones encontradas, una parte del público les elevó (de manera exagerada claro está) como la nueva esperanza del rock mientras otros restamos valor a la obra considerando las evidentes referencias explícitas a próceres del rock, particularmente Led Zeppelin. Que digo referencias, plagios con descaro. ¿Qué la banda suena bien? No cabe duda. ¿Qué manejan la épica con talento? También. ¿Qué parecen revitalizar el rock de estadios como pocos hoy en día? Absolutamente. Si a todo eso y más, pero le duela a quien le duela, la sensación del "esto ya lo he oído antes" sigue presente con ellos en The battle at garden's gate, quizás con el detalle de que esta vez por momentos pareciese se ríen del asunto, fuera de ser capaces de entregar un conjunto que supera ampliamente al debut de 2018.

Digo que se ríen porque francamente, ¿Cuál era la necesidad de abrir 'Built my nations' con un riff tan similar al de 'Black dog' de Led Zeppelin considerando que la canción luego dispara hacia otro lado,? ¿Para qué sino el reírse de todo? Algo similar ocurre cuando Josh Kiszka imita los berridos de Robert Plant con descaro en 'Broken bells' (4:18 - 4:30) ¿Para qué? Ahora, donde si el plagio no parece ser un juego sino una necesidad es en 'Tears of rain', la cual construye sus estrofas sobre los acordes de 'Angie' de The rolling stones, también en 'My way, soon', que en su fraseo (0:42) es 'Baba O'riley' de The who o en 'Age of machina', que es alguna canción de (again) Led Zeppelinsolo que no sabes cual...

Todas las canciones anteriormente mencionadas están bien, eso que quede claro, pero cuentan con problemas de identidad por lo que si has gozado con grandes del rock setentero, el disfrute se bloquea un tanto. Donde si a la banda se le pueden reconocer enormes méritos es en 'Heat above' (desde ya, candidata directa a ser la mejor canción del año), donde se les oye plenamente conscientes del temón que tienen entre manos, trabajándolo con cuidado, abriendo entre teclados para luego pasarse a las cuerdas y meter un golazo con ese coro glorioso que sale de la garganta de Kiszka. En la misma línea épica, triunfan cuando sueltan la ya mencionada 'Broken bells' o en la excelente 'Stardust chords', internándose en ambas en terrenos más eléctricos, mientras que otras aparentemente menos ambiciosas como 'Light my love' o 'Caravel' funcionan a la perfección. 

Eso si: se hace largo el álbum. Sesenta y dos minutos parecen ser demasiado y la recta final llegamos cansados o con poco interés. Entiendo que el manual decía que debían ser doce canciones pero acá claramente el asunto se les alargó sin haber necesidad. De todas maneras elementos a destacar son la producción a cargo de Greg Kurstin (quien ha trabajado durante esta última década con Foo fighters o Paul McCartney, entre otros), que suena limpia y potente a la vez, así como la capacidad de Greta van fleet para entregar un puñado de grandes canciones, muchísimo más sólidas que el debut. En algunas de ellas continúan recurriendo a viejas glorias con descaro y en otras parecen salir a flote con propiedad. ¿La tercera será la vencida? El tiempo dirá...

¿Canciones? 'Heat above', 'Broken bells', 'Stardust chords'.

7/10
Muy bueno.


Otras reseñas de Greta van fleet:

viernes, 7 de mayo de 2021

Abiotic : Ikigai (2021)

 "Un plato excesivamente condimentado..."

Tras seis años de silencio (con quiebre interno incluido), los norteamericanos de Abiotic están de regreso con su tercer álbum... y se la han pensado. El título ("razón de vivir" podría ser la traducción al término), la portada y duración del disco (50 minutos, el más extenso publicado hasta ahora) dan cuenta de aquello, de las ansias de responder al desafío, porque en el mundo del deathcore se ha hecho bastante y destacar se vuelve cada día un desafío más complicado. De ahí el que en Ikagai hayan querido abarcarlo todo, a ratos sonando muy técnicos,  jugando con las pausas y atmósferas (elementos constantes en casi todas las canciones) y en otros respondiendo a marcadas influencias (hay un tufillo muy Fallujah en momentos del disco y otros que beben de The black dahlia murder), de hecho, son bastantes los invitados con que cuenta el disco, los cuales van desde Trevor Strnad + Brandon Ellis ( de los mencionados The black Dahlia murder), Chaney Crabb hasta Jared Smith (Archspire). Como sea, la sensación final es que mejoran álbum a álbum pero sin entregar algo verdaderamente memorable (aún).

Vayamos al álbum. Tras un minuto de suaves atmósferas japonesas la banda desenfunda 'Ikigai' (la canción), desplegando todo su arsenal técnico y una dinámica que varía constantemente, marcada fundamentalmente por la frenética (y fenomenal) batería de Anthony Lusk-Simone aunque siempre dejando espacio para que luzcan las vocales de Travis Bartosek, que chilla y aplica guturales en idénticas proporciones, así como también para que la banda realice parones bruscos donde parecen tomar aire para lanzarse al caos (1:07). Algo similar ocurre en la pasada por 'Covered the cold earth' + 'Smoldered', que suena rabiosa y contundente aunque comienza a dar muestras del principal defecto con que cuenta el disco: es tanto lo que quieren meter, buscando sonar técnicos, brutales y atmosféricos a la vez (incluso sensibles en alguna canción), que se marean , perdiendo el conjunto identidad y credibilidad. Se perciben monótonas por tanto canciones como 'If I do die' + 'Souvenir of skin' en el nudo del álbum, mientras que en 'Her opus mangled' se les ve el plumero a distancia al meter una sección de bajo que no puede sonar más forzada, lo mismo con 'Horadic cube' y su solo de piano o llegando al cierre en 'Grief eater, tear drinker', donde incluso abordan vocales limpias muy emo con las cuales no se puede si no mirar el techo, dado lo poco creíble que suenan. 

De todas maneras hay cosas que funcionan y es de agradecer una canción como 'The wrath', que abre siendo death puro y duro durante tres minutos para luego entregar una exquisita pausa (otra más, aunque esta si fluye de buena forma) y lanzarse a las atmósferas, en uno de los movimientos más inteligentes y atractivos de todo el disco. 

Pero así, cada canción que pasa deja la sensación de querer comerse al mundo. Nunca se quedan quietos en una idea y no parecen de acabar de desarrollarla durante uno o dos minutos para luego darle un giro al tema, generando esa sensación de contundencia pero también de hartazgo en un álbum al que cuesta seguir y que se alarga innecesariamente por demasiados minutos, como un plato excesivamente condimentado, generando así un conjunto que cumple en su aspiración de ir por más respecto a sus antecesores pero no al de mantenerte atento todo el tiempo, al punto de que a la recta final llegamos bastante agotados. A veces menos es más.

¿Canciones? 'Ikigai', 'The wrath'.

6,8 /10
Cumple y algo más...

miércoles, 5 de mayo de 2021

The Offspring: Let The Bad Times Roll (2021)

"Regreso que sabe a poco..."

A estas alturas del partido no le vamos a pedir a The offspring que vengan a re inventar la rueda, sabido es que la banda hizo lo suyo casi tres décadas atrás (si, el tiempo vuela) y desde entonces no han hecho sino administrar el crédito obtenido, de hecho, lo último de nivel que nos regalaron fue Rise and fall, rage and grace (2008), un excelente álbum que a día de hoy continúa sonando fresco pese a inevitablemente lucir como un canto de cisne que llegó demasiado pronto para la agrupación. Han transcurrido casi quince años desde dicho lanzamiento y durante este período tuvimos un "grandes éxitos en vivo" titulado Happy hour! (2010) sumado a un fallido Days go by (2012). Poco. Es decir, no digamos que la vara estaba demasiado alta frente a un regreso, sin embargo, hay que darles el que han sabido regalarnos uno que otro momento en este Let the bad times roll. Aunque solo eso, uno que otro momento.

El título algo ya anticipa. Ya sea la pandemia, elección Biden/Trump o escenarios de violencia en las calles, la banda se ha motivado por la reciente contingencia estadounidense a lanzar un álbum cuyas temáticas rondan el descontento y aquello se expresa con claridad en la partida del álbum, donde 'This is not utopia' dispara con crudeza ("Brutalidad que no puedo dejar de ver / Imágenes que encienden mi mente..."). La banda hace lo que puede y entrega su mejor versión posible, Dexter Holland ha perdido parte de su registro pero bien sabemos que en estudio aquello se puede disimular, por lo que una canción como 'Army of one' nos traslada al pasado con facilidad, a los tiempos de Americana (1999) o Conspiracy of one (2000) para ser más exactos (circa 'The kids aren't alright'). Esta junto con 'Breaking these bones' representan sin lugar a dudas el mejor pasaje del álbum, algo que se replicará en la recta final del álbum mediante la veloz pasada por 'The opioid diares' + 'Hassan chop'

Ojalá el disco hubiese tenido más de esto y menos momentos facilones como los que se oyen en 'Let the bad times roll' (la canción), donde recurren a los clásicos "Oh oh oh oh" (más adelante en 'Coming for you' decantarán por los aplausos y los "ey! ey! ey!"), la (excesivamente) simple 'Behind the walls' o la divertida (?) 'We never have sex anymore'. Ahora, si las mencionadas bajan la líbido de golpe, del refrito 'In the hall of the mountain king', la versión soft (e innecesaria) de 'Gone away' o el curioso cierre 'Lullaby' ni hablar, piezas cuya única justificación parece ser el sumar minutos y lograr superar los treinta a duras penas. 

Nos quedamos así frente a un regreso que entrega uno que otro momento atractivo así como otros para el olvido, un álbum irregular que al menos mejora respecto a su antecesor pero que de igual forma sabe a poco tras nueve años de silencio...

¿Canciones? 'Army of one' y 'Breaking these bones'.

6/10
Bueno, cumple.

sábado, 1 de mayo de 2021

Cannibal Corpse: Violence Unimagined (2021)

"Incombustibles..."

Tras la locura de incidente protagonizado por Pat O'brien, incendiando su casa, metiéndose en la de un vecino, atacando a un policía y alegando un ataque alienígena, todo parecía indicar que la carrera de Cannibal corpse corría riesgo. Más aún considerando que tras la pasada por Evilceration plague (2009) y Torture (2012) la banda comenzó a mostrar señales evidentes de agotamiento creativo, las cuales se hicieron evidentes en un disco como Red before black (2017), monótono a más no poder. El caso es que tras cuatro años de silencio tocaba ver si la leyenda era capaz de levantarse y asumir el desafío. Con este fin fue que decidieron reclutar en guitarras a un fiel colaborador como Erik Rutan, productor de la banda desde Kill (2006), en una evidente señal de darle un máximo de fluidez al regreso, dicho en simple: al contratar a alguien de la casa demuestras que quieres que las cosas cambien lo menos posible. Y así efectivamente ha sido, Violence unimagined no escapa a los lugares comunes de Cannibal corpse, cumple en lo suyo, trae de regreso el filo característico de esta leyenda del death pero ciertamente mejora el nivel respecto a Red before black.

Abre como se espera que abra con 'Murderous rampage', entre redobles de Paul Mazurkiewicz y mucha velocidad para luego regalar pausas que entregan aire de vez en cuando. Ese ir y venir tan clásico lo volverán a retomar en 'Necrogenic resurrection' o en el fenomenal single 'Inhumane harvest' , mientras que con 'Condemnation contagion' aparecerá el primer aporte de Erik Rutan en materia de composición (cabe mencionar el que ha aportado tres canciones al conjunto), entregando un grato matiz al centrarse no tanto en la velocidad si no que en los puentes instrumentales (0:33 y 1:50), nuevamente con un aporte en batería de Mazurkiewicz que es manjar, aunque cayendo lamentablemente en la monotonía en sus dos minutos finales. La agilidad se retomará a continuación con 'Surround, kill, devour' entregando unas alzas muy rocanroleras en su estructura (¡están muy bien las guitarras en esta canción!) y luego con 'Ritual annihilation' es pura brutalidad marca de la casa, cerrando una cara A del álbum bastante atractiva.

Como también era de esperar, sin embargo, la cara B del disco concentrará los pasajes menores de este, con canciones como 'Follow the blood' o 'Bound and burned', bien ejecutadas pero bastante monótonas y donde únicamente la demencial 'Overtorture' (también cortesía de Erik Rutan) , así como esas vociferaciones enormes de George Fisher en el cierre de 'Cerements of the flayed' (increíble como aún se las arregla para sonar incombustible el hombre) aparecen como menciones a destacar, cerrando así un disco que trae de regreso a Cannibal corpse en un nivel acorde a lo que en general venían siendo sus entregas durante la última década. No hay sorpresas pero tampoco decepcionan.

¿Canciones? 'Inhumane harvest', 'Surround, kill, devour' y 'Condemnation contagion'.

7/10
Muy bueno.