martes, 23 de abril de 2024

The Black Crowes: Happiness Bastards (2024)

"Atemporales, siempre..." 

Que si, que las comparaciones son odiosas pero de todas formas hoy abriré con una provocación. Y es que cuando uno oye álbumes de bandas jóvenes como Greta van fleet o Rival sons puede efectivamente disfrutar una que otra canción, ¡incluso de un disco completo!, sin embargo... algo falta. A veces ni siquiera se puede explicar que es pero se siente en la piel la ausencia de un ingrediente mágico. Pues bien, The black crowes están acá para responder al enigma con su regreso tras casi quince años de silencio, porque a estos estadounidenses les moviliza el mismo target y sonido que a las bandas jóvenes antes mencionadas, digamos, ese rock setentero clásico y purista, pero lo trabajan con una frescura, con un elemento de autenticidad que digámoslo, no responde a fórmulas matemáticas, lo tienes o no, y The black crowes lo tienen, lo siguen teniendo. Incluso en un álbum como Happiness bastards, que efectivamente no sorprende en lo absoluto y transita efectivamente por donde esperábamos lo hiciesen, los tipos se la arreglan para convencer de sobra. 

No se complican por tanto y nos entregan un trabajo preciso, diez canciones que en menos de cuarenta minutos nos invitan a revivir ese sonido tan característico que oscila entre los Rolling stones ('Bedside manners') y Aerosmith más rudimentarios ('Rats and clowns', 'Dirty cold sun' o 'Flesh wound'), en ocasiones sonando algo más bluseros ('Bleed it dry') y a veces más funkeros, recordando por instantes a Led Zeppelin ('Cross your fingers') o acercándose incluso a lo que hoy en día grabaría un Lenny Kravitz ('Wanting and waiting'). Ahora, donde la banda definitivamente muestra credenciales es en algo como 'Wilted rose', que abre en un tono completamente country para pasando los tres minutos ir explotando en intensidad y regalarnos una recta final particularmente exquisita. Y así, el disco se deja oír sin problemas y se las arregla para mantenernos ahí, disfrutando como enanos en una burbuja atemporal. 

El regreso de The black crowes no transmite el ser un lanzamiento "por cumplir", muy por el contrario regala la sensación de aceptar el relevo, que cuando las glorias setenteras ya no estén alguien tendrá que mantener vivo este sonido. Benditos sean por ello...

¿Canciones? 'Wanting and waiting', 'Rats and clowns' y 'Wilted rose'. 

7,8 / 10
¡Muy bueno!

jueves, 18 de abril de 2024

Residente: Las Letras Ya No Importan (2024)

"Una vorágine que viaja desde amor al dolor..."

Considerando las expectativas, el debut de Residente en 2017 estuvo bastante bien. Al menos atractivo desde lo musical gracias a todas esa diversidad de influencias que el puertorriqueño intentó desplegar. Sin embargo, verdad sea dicha: tampoco es que el álbum haya dejado demasiada huella. Y parece ser que en esa búsqueda se ha lanzado René Pérez Joglar en este, su nuevo y extenso álbum (son veintitrés canciones en más de hora y media de música), uno que desde su título decide ir al choque y rebelarse ante el presente vacío que el vocalista denuncia. ¿Qué las letras ya no importan? Pues entonces lanzo un disco en donde las letras lo son todo, en forma y fondo. Su herramienta será la de siempre, los versos y el hip hop pues el puertorriqueño rapea tupido y parejo a lo largo del trabajo sobre el sonido que se le plante por delante, ayudándose para esto de una multiplicidad de artistas, todos provenientes de mundos diferentes, armando por tanto una paleta de colores bastante amplia y multicolor. 

Yendo a la lista de canciones, esta contará con una singularidad: comenzará y cerrará abriendo el pecho, lo cual conceptualmente hace sentido pues tanto la partida a cargo de '313' como el cierre con 'René' parecen ser momentos en donde el personaje bravucón y ego maniaco se saca la careta para mostrarse realmente desnudo ante nosotros, yendo desde el amor al dolor, desde la reflexión existencial ("Ni la grandeza de una piedra gigante se detiene / Porque el mundo en el que vive se mueve al rededor de ella / Por eso hay que morir para que otros nazcan / Para que nada se detenga..." - introduce Penélope Cruz en '313') hasta el relato de su historia desde el fracaso ("Cuando caigo en depresión mis problemas se los cuento a la ventana del avión / El estrés me tiene enfermo / Hace diez años que no duermo..." - afirma en 'René'). ¿Y entre medio de estas dos? Pues la vorágine. Yendo al choque en 'El malestar en la cultura', volando altísimo rapeando sobre cuerdas en 'Yo no se pero sé' junto a los sevillanos de SFDK, realizando un fantástico duelo en velocidad con Busta Rhymes en 'Cerebro' o Big Daddy Kane en 'Estilo libre', metiendo política en la brillante y oriental 'Bajo los escombros', 'This is not America' (una que ya conocíamos de años anteriores) o la notable 'En talla', donde enlaza a la perfección la calle puertorriqueña con la cubana en compañía de Al2 El aldeano.  

A todos estos momentos densos se le sumarán cosas más livianas como el corrido 'Pólvora de ayer' o la divertida 'Quiero ser baladista', que cuenta con las líneas más básicas en todo el disco pero se salva gracias a la parodia de balada que el mismísimo Ricky Martin ayuda a construir ("Quiero querer, quererte, queriéndote..." - cantan ambos), así como experimentos realmente curiosos e interesantes como el desarrollado en 'Las letras ya no importan', limitando toda la canción a enumerar cifras desde el uno hasta el ocho, y verdad sea dicha: si el álbum se hubiese quedado ahí limitando el asunto a unas doce a quince canciones, probablemente estaríamos hablando de uno de los discos más geniales del año, sin embargo, en el afán de meterlo todo y disparar a mil lugares distintos Residente ha decidido ir aún más lejos y claro, se pasa varios pueblos metiéndonos jugarretas demasiado básicas como 'Jerga platanera' o 'Problema cabrón', reggaetón bastante cliché en 'Que fluya' o 'Sin lú', entre rimas que dan vergüenza ajena ("Mira esas nalgas de santuario / Aplaudiendo como foca en el acuario..."), las cuales entorpecen el trámite innecesariamente, logrando que lleguemos a la recta final del disco bastante agotados por lo que otro experimento como 'Artificial inteligente' resulte ser un tedio más que otra cosa. 

Pues lo dicho. Residente nos acaba de encajar un trabajo que lo reivindica por completo, consigo mismo y el público. Lamentablemente el vocalista continúa en ocasiones tropezando con su ego, cantándose a si mismo una y otra vez entre temas que se entorpecen entre si debido a lo redundante que suenan ('Ron en el piso' y 'Desde la servilleta', claros ejemplos) o estirando un disco con canciones de relleno que eran innecesarias. Ahora, con todos sus problemas, Las letras ya no importan encuentra en varios momentos al Residente más creativo y valiente que hemos oído en toda su carrera, uno al que yo al menos quisiera seguir escuchando. 

¿Canciones? 'Yo no sé pero sé', 'Bajo los escombros', 'En talla' y 'Estilo libre'.

8/10
Excelente.


Otras reseñas de Residente:

sábado, 13 de abril de 2024

Allie X: Girl With No Face (2024)

"80s never dies..." 

Siempre vendrá bien un rico álbum de pop, incluso aunque este llegue de la mano con la enésima mirada y revisión a la música de los años ochenta, como es el caso de este, el tercer álbum de la canadiense Allie X. En Girl with no face, la vocalista intenta levantarnos del asiento y llevarnos a la pista de baile, y para esto que mejor que lanzarse de lleno a los sintetizadores y las dinámicas adictivas en un álbum que resulta imposible no imaginártelo en vivo y gozarlo completo. Con una salvedad eso si, y es que si bien en estas once canciones nos encontramos alusiones evidentes al synthpop de cuatro décadas atrás, también hay incursiones oscuras, cercanas al darkwave y que entregan momentos góticos al sonido que compensan y se disfrutan, armando un conjunto equilibrado, contundente en todo momento y fresco, pese a la mirada retro. 

Las referencias, sin embargo, con que cuenta el disco en algunos casos son demasiado obvias (rozando el plagio), lo cual inevitablemente resta algunos puntos. La notable declaración de principios que es 'Weird world', por ejemplo, tiene unos aires a 'Holding out for a hero' de Bonnie Tyler que son innegables, así como la exquisita 'Off with her tits' cuenta con pasajes calcados al clásico 'Don't go' de Yazooasí como en 'John & Jonathan' hay un guiño a los teclados de Kraftwerk, en este caso eso si, más que plagio parece ser un sutil y bonito homenaje. El resto del álbum entregará pasajes llenos de talento, yendo abajo en cuanto a atmósferas en una soberbia 'Girl with no face' (la canción), con un exquisito apoyo de guitarras, 'Galina', 'Saddest smile' (otra donde la artista vuela altísimo) o cerrando con 'Truly dreams', aunque también retomando la dinámica pop bailable en 'Black eye', la notable 'Staying power' o regalando un subidón de aquellos en la contagiosa 'You slept on me' (¿'Maniac' de Michael Sembello? Si, algo hay). 

Girl with no face es el mejor disco de Allie X a la fecha. La tipa necesitaba patear el tablero de alguna forma y lo ha conseguido acudiendo a viejas musas pero encontrando un disco equilibrado, tremendamente rico de oír y regalando diversión a montón. Gratísima sorpresa, aunque queda pendiente el lograr esto mismo sin las referencias obvias...

¿Canciones?  'Girl with no face', 'Off with her tits', 'Saddest smile' y 'You slept on me'.

7,9 / 10
¡Muy bueno!

martes, 9 de abril de 2024

Norah Jones: Visions (2024)

"Lo más amigable en toda su carrera..."

Innegable es el hecho de que la carrera de Norah Jones lleva al menos quince años moviéndose en medio del silencio, sin embargo, también lo es el que tomas cualquiera de sus álbumes más recientes y todos cumplen de sobra, todos son material de calidad. Aunque el mundo no se entere. La estadounidense incluso se las ha arreglado para regalarnos dos discos fenomenales en este período, como fueron Little broken hearts (2012) y Pick me up off the floor (2020). Lo cierto es que su música, marcada por la sutileza del piano e influencias jazz, siempre jugará a contracorriente respecto a lo que solemos oír, más en estos tiempos donde todo dura quince segundos. Dicho en simple: los discos de Norah Jones no funcionan y jamás funcionarán en quien busca oír algo inmediato, su propuesta suele ser una invitación a detenerse en el sonido, en el mensaje y ahí cada cual verá si está dispuesto a dedicarle el tiempo necesario. Sin embargo, de algo hay que vivir. Y cuando te entregas de lleno a una obra sólida y profunda pero de baja aceptación popular seguro se siembran dudas al interior de la artista. Que es lo que parece haberle ocurrido a Norah previo a este, su décimo trabajo, por lo que esta vez ha optado por una línea más amena.  

Visions debe ser por tanto el disco más accesible de Norah Jones en largo tiempo, si es que no en toda su carrera. Y es que comenzando desde lo estético (ha optado por los colores, se ha maquillado y cortado el pelo) y siguiendo con lo musical, la vocalista nos presenta varias de las canciones más "alegres" y optimistas que ha grabado. Para muestras lo que hace en 'Staring at the wall', 'Paradise' o 'Running', que son singles evidentemente en el disco, momentos donde reconocemos coros marcados y tiempos bastante más ágiles respecto a los que suele Norah abordar. No se quedará atrás abriendo el disco con una amena 'All this time', cerrando con la curiosa 'That's life' o complementando entre vientos con una grata 'Queen of the sea', entregando así una columna vertebral bastante coherente con el concepto liviano del disco. 

El resto serán marcas de la casa propios de la artista, yendo al desnudo total en 'Visions' o regalando una preciosa 'Alone with my thoughts' en la recta final, siendo la pasada por 'I wanna dance' +  'I'm awake' + 'Swept up in the night' el único momento del álbum donde Norah se excede más allá de lo necesario, entregando diez minutos bastante espesos que contrastan con el espíritu amenos que venía trayendo el disco. Digámoslo: un par de estas se las podría haber ahorrado y el disco ganaba puntos. 

De todas maneras, el regreso tras cuatro años de Norah Jones se ajusta al nivel que nos tiene acostumbrados. En esta ocasión ha bajado un tanto el nivel de profundidad, yendo hacia sonidos y estructuras más fáciles de seguir pero sin abandonar su esencia. Le ha quedado un disco simple pero no por esto vacío. Y bueno, pues lo de siempre, no culpemos a la mensajera, que si esto no llega a las audiencias que merece no es culpa de la artista si no de un mundo que no es capaz de estar a la altura. 

¿Canciones? 'Staring at the wall', 'Running' y 'Alone with my thoughts'. 

7/10
Muy bueno.

 

sábado, 6 de abril de 2024

MGMT: Loss Of Life (2024)

 "Bichos raros..."

Durante la primera década de los dosmiles, el dúo conformado por Andrew VanWyngarden y Benjamin Goldwasser encajaron un jovial y fresco Oracular spectacular (2007), marcado por el éxito de singles como 'Kids' o 'Time to pretend', sin embargo, cosa curiosa: desde entonces parecieron siempre querer hacerle el quite al éxito. Para muestra dos discos como Congratulations (2010) o el homónimo de 2013, álbumes muchísimo más complejos de digerir y que mostraron al dúo ansioso por abrir diversas puertas. Luego vino cierto nivel de reconciliación con el pop en Little dark age (2018), álbum al que la plataforma TikTok le dio un empujón volviendo viral una de sus canciones, pero nuevamente, quienes esperaban el que estos tipos cediesen ante las expectativas pues vuelvan a sentarse, que para bien y para mal MGMT funcionan bajo sus propios términos, son un bicho raro y Loss of life vuelve a dar muestras de esto.  

No pueden mantenerse quietos, por lo que acá les oímos proponiendo un viaje que entrelaza un interesante homenaje al pop a través de la historia con uno que otro momento bastante oscuro y lúgubre. De esta forma, abrirán con una jugarreta instrumental (que retomarán en el cierre del álbum) para luego pasarse a una melódica y dulce 'Mother nature', marcada por su sonido acústico aunque sabiendo meter (pasando en minuto dos) guitarras eléctricas propias del sonido alternativo noventero  para luego pasarse a los ochenta en 'Dancing in Babylon', llena de elegantes sintetizadores en compañía de Christine and the queens. No se deciden por una línea, sin embargo, por lo que en 'Bubblegum dog' traerán al presente a los T.Rex mediante un sonido sucio, mientras que 'Nothing to declare' es una bonita canción de despedida que no cuesta imaginar en cualquier disco sesentero de Simon & Garfunkel.

El disco va y viene, y así como regala aires optimistas en 'People in the streets', entrando en su recta final irá sumergiéndose en un pozo oscuro difícil de seguir y que requerirá bastante entrega por parte del auditor, primero con 'Nothing changes' y luego con las ariscas 'Phradie's song' + 'I wish I was joking'. El círculo lo cerrarán definitivamente con 'Loss of life', que es psicodelia de la buena, una con la que cualquier amante de los Flaming lips alucinaría. 

Como sea, MGMT han vuelto a encajar un álbum digno y diferente, un viaje auténtico que claramente toma elementos de distintos lugares para proponer una paleta de colores siempre desafiante, sobretodo considerando los tiempos inmediatos en que vivimos. El dúo se muestra en constante búsqueda, no profundiza ningún camino y solo insinúa elementos, lo cual siempre acaba por ser su principal virtud como dificultad. 

¿Canciones? 'Mother nature', 'Dancing in Babylon' y 'Loss of life'.

7,2 / 10
Muy bueno.

Otras reseñas de MGMT:

lunes, 1 de abril de 2024

Idles: Tangk (2024)

 "Respiran libertad..."

Siempre singulares, dueños de una actitud punk que en (muy) pocos se puede encontrar hoy, los ingleses de Idles se las vienen arreglando desde hace una década para dar que hablar como una de las bandas más atractivas e interesantes de la escena. La tenían complicada con su quinto álbum eso si, el salvaje Crawler antecedía (imperdonable mi omisión acá en el blog de este durante 2021) y por ende la vara se encontraba altísima. Y cuando en esto de la música sucede algo como esto, cuando en una determinada dirección se pareciera haber tocado techo, solo quedan dos caminos: comenzar con la repetición de fórmulas para así estirar el hilo mientras se pueda o derechamente hacer el giro hacia el vacío. Esto último es lo que pareciese insinuar este Tangk, un álbum con el que Idles han decidido sensibilizar su sonido, escapando de su habitual aridez mediante un conjunto que en ningún caso resulta fácil de oír (la esencia no la pierden, eso está fuera de discusión) pero si se aleja del palazo a la cien que representaron sus anteriores trabajos. 

Hay canciones acá más amenas, quizás las más "accesibles" (insisto en las comillas) que han compuesto en su carrera, como los claros singles 'Gift horse' o 'Dancer', ambas dueñas de un sonido sucio pero que invita al baile, fuera de coros marcadamente reconocibles y contagiosos. Entre estas, sin embargo, se han lanzado hacia sonidos marcadamente hipnóticos, primero en 'Idea 01', una de esas canciones que jamás acaba de despegar (lo cual está lejos de ser un defecto en este caso) y donde huelen a los Radiohead más experimentales (está Nigel Godrich en la producción, así que algo por ahí tenía que aparecer), y luego jugando a placer con las percusiones tanto en 'Pop pop pop', nuevamente yendo a los Radiohead de Kid A en la construcción de atmósferas (para muestra, ese minuto final), como más adelante en 'Grace'

En su Cara B, salvo alguna excepción el disco apuntará hacia lo íntimo, volviéndose bastante oscuro y lúgubre, en cosas como 'Roy' o 'Jungle' regalando alguna explosión en el camino y en otras como 'A gospel' entregando el que debe ser el tema más triste en el álbum abordando una penosa ruptura y donde el siempre desafinado e incorrecto Joe Talbot se oye en el suelo ("Borra mi número / No estoy más / Ignora mis ojos bebé / Son solo dolor..."). La excepción en el camino será 'Hall & oates, donde no se olvidarán de que están hechos entregando el tema más ruidoso, crudo y directo en todo el disco, el más breve también, apenas dos minutos. 

Un trabajo como Tangk no parece ser un lugar definitivo para Idles si no más bien un punto de partida, una constante búsqueda. Los ingleses respiran libertad y aquello se transmite en sus álbumes, acá con su quinta entrega pareciesen haberse sentado a explorar para ver desde donde se rearman y continúan avanzando en su historia. Benditos sean por eso...

¿Canciones? 'Gift horse', 'Dancer' y  'A gospel'.

7,5/ 10
¡Muy bueno!

viernes, 29 de marzo de 2024

Kaiser Chiefs: Easy Eighth Album (2024)

 "El disco veraniego y buenrollista de la temporada..."

Tras una seguidilla de álbumes que oscilaron entre un rock frenético de guitarras y amigables medios tiempos, todo siempre enmarcado en un sonido apuntado al pop y los coros de estadio, el giro para Kaiser chiefs llegó mediante un disco como Stay together (2016), donde abrazaron sonoridades más "modernas", que se alejaron de el rock de garage para abordar la sobreproducción, algo que intentaron profundizar o madurar tres años más tarde mediante Duck (2019). Lo que desde hace rato no parecía acompañarles, sin embargo, era la inspiración. Sus discos parecían responder a fórmulas artificiales entre canciones compuestas por bancos de riffs, coros y puentes, una especie de colección de lugares comunes, por lo mismo, poco recordables. El caso es que en este octavo disco, lejos de recular han decidido ir por más, armando un conjunto breve (solo veintinueve minutos de música), sencillo y azucarado a tope. Pero cosa curiosa: han logrado armar la lista más atractiva en largo tiempo. 

Tampoco da para descorchar nada, no exageremos, pero verdad sea dicha, hay cositas acá que  divierten, diez canciones que apuntan al buen rato, a un pop meloso cargado al medio tiempo y arreglos con los que la banda pretende sacarte a bailar. Olvídate por tanto de las guitarras y dinámicas de los primeros álbumes de la banda, acá todo será jolgorio y buenrollismo, partiendo por algo como 'Feeling alright', donde insinúan el funk (en colaboración con Nile Rodgers), algo que volverán a encontrar (y de mejor manera) más adelante en 'The job centre shuffle' (con el bajo muy presente en esta). Habrán otros momentos donde derechamente irán al dance con descaro, ahí tienes a 'How 2 dance' o 'Burning in flames', mientras que las guitarras (al fin) aparecerán en 'Reasons to stay alive', el único tema en todo el disco que pareciese tener una ambición mayor, acercándose por momentos a lo que habrían hecho unos The black keys en su era más popera. 

Dentro del resto, resultará atractiva la recta final a cargo de 'Noel groove' + 'The lads', en ambas encontrando buenos coros, en la primera entre agudos y en la segunda realizando un bonito homenaje a la amistad, mientras que lo demás se limitará a rellenar (si, hay relleno en un disco así de breve) con un pop excesivamente liviano y que va en busca del coro fácil ('Beautiful girl', claro ejemplo).

En su octavo álbum Kaiser chiefs no se han complicado (o sea, vaya título...), transmitiendo siempre la idea de ir a lo simple, al disco veraniego que no se quiebra la cabeza en cuanto a arreglos y más bien coloca el fuerte en la producción, en aquello que adorna el sonido. Digamos, la forma por sobre el fondo. Ahora, dejando los prejuicios de lado, el resultado está lejos de ser el desastre que uno anticiparía. Nada acá es demasiado recordable pero es que tampoco se lo han propuesto, y en esa búsqueda, un puñado de temas acá se dejan oír sin problemas. Tampoco es que ambicionen mucho más...

¿Canciones? 'The job centre shuffle', 'Reasons to stay alive' y 'The lads'.

6,8 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Kaiser chiefs:

martes, 26 de marzo de 2024

20 Años De... Franz Ferdinand : Franz Ferdinand (2004)

 "Valiosa pieza arqueológica..."

Como en todo movimiento, hay precursores y están quienes supieron leer bien el momento para subirse al carro en el instante preciso. Pues bien, Franz Ferdinand vendrían a ser de los segundos. Las cosas venían a comienzos de los dosmiles haciendo el giro hacia las guitarras, un revival del post punk y un sonido crudo/directo, concretado en álbumes de Interpol, The white stripes o The strokes, por lo que varias agrupaciones sintieron el llamado y fueron ahí, entregándonos tremendos discos debut en 2005 como fue el caso de Bloc party, Kaiser chiefsEditors o Arctic monkeys (estos ya en 2006). Franz Ferdinand, sin embargo, le ganaron la partida a todos estos debutando en 2004 y metiéndola en el ángulo mediante un álbum claro e impecable, un conjunto breve que no alcanza los cuarenta minutos de duración pero mirado a veinte años de distancia sigue sobreviviendo sin problemas al paso del tiempo debito al nivelazo de sus canciones, guitarrazos adictivos y melodías gloriosas. 

El debut homónimo de la banda no se anda con medias tintas y entiende perfecto hacia donde desea ir desde un comienzo, cuando la siempre característica pronunciación de Alex Kapranos abra los fuegos con calma en 'Jacqueline' preparando terreno para una banda que entrará con fuerza al minuto de canción metiéndole electricidad al asunto. La producción a cargo del sueco Tore Johansson (que había trabajado con The cardigans en los noventa, entre otros) es simple y poco pulcra, entregándole a las canciones el elemento de suciedad preciso que necesitan, lo cual vuelve a funcionar en 'Tell her tonight' pero alcanza efectivamente cotas incontestables en ese hitazo con características de himno que es 'Take me out', que es rock and roll golpeado y energético dispuesto a tocar la gloria. Maravilla de canción.  

El golpe se complementara perfecto en 'The dark of the matineé', con esa batería característica que redobla sin parar y unos riffs tremendamente adictivos, así como con el ritmo bailable que propone 'Auf achse', esta vez con el bajo siendo protagonista. Ciertamente a estas alturas del álbum uno percibe que la partida ya está ganada, que el shot de adrenalina que el disco pretende entregar se consigue por lo que solo queda seguir disfrutando. Ahí, la recta final acelerará a tope en el tridente 'Cheating on you', 'This fire' + 'Darts of pleasure', redundará un tanto en las prescindibles 'Michael' + 'Come on home' (único defecto del disco son estas dos) para cerrar bajando las revoluciones en una curiosa '40'.

Puede que en la simpleza de su propuesta Franz Ferdinand no hayan sabido crecer más allá del sonido de este álbum debut (aunque lo intentaron en 2009 con su tercer disco, pero aquello es otra historia), sin embargo, lo de sus dos primeros trabajos colocando a las guitarra al mando quedará con los años como valiosa pieza arqueológica del que quizás pase a ser el último momento de la historia en que el rock fue popular. 

¿Canciones? 'Take me out', 'The dark of the matineé' y 'Auf achse'.

viernes, 22 de marzo de 2024

Judas Priest: Invincible Shield (2024)

 "Imponen credenciales..."

Vamos a entrar sincerando esto: me considero un fiel defensor de Nostradamus (2008) pero el proyecto estuvo lejos de ser valorado tanto por la crítica como el público, y si habían dudas, un álbum como Redeemer of souls (2014) no hizo más que acrecentarlas. Rob Halford lucía cansado, vocalmente desgastado, Glenn Tipton comenzaba a dar señales de limitantes físicas, creativamente la banda sonaba estancada, inofensiva, y como si todo esto fuese poco, K.K Downing había decidido abandonar el buque en 2011. Muchos temieron por el fin de la leyenda, sin embargo, quien diría que cual ave fénix la banda sería capaz de recobrar el vuelo. Firepower (2018) me sigue pareciendo a día de hoy no solo lo mejor que la banda ha desarrollado desde el mítico Painkiller (1990) si no un trabajo que logra colarse en en el Top de Judas priest, un desborde de energía y vitalidad que se corrobora seis años más tarde en este Invincible shield

La mención de Firepower no es antojadiza: los álbumes están claramente hermanados. Ambos persiguen objetivos similares, cuentan con un filo y sentir común, fura de la producción a cargo de Andy Sneap, quien nuevamente ha sabido sacar a flote lo mejor del momento agrupación, destacando un Richie Faulkner enorme en las guitarras (seamos honestos, todos sabemos que Glenn Tipton no ha tocado en el disco) y un Rob Halford que agiganta su leyenda con cada una de estas interpretaciones. 

Yendo a las canciones, el tridente inicial es incontestable. 'Panic attack' + 'The serpent and the king' (¡lo que hace Halford acá!) + 'Invincible shield' regalan una pasada que impacta por el trabajo melódico que saben desarrollar en velocidad, algo que ciertamente siempre han perseguido (desde los tiempos de 'Freewheel burning', digámoslo) pero que no por eso deja de golpear fuerte. El trabajo furioso y acelerado lo volverán a encontrar más adelante en algo como 'As god is my witness', sin embargo, el resto del álbum funcionará uno o dos cambios más abajo, encontrando buenos medios tiempos en 'Devil in disguise' o 'Trial by fire', yendo al rock and roll motoquero en 'Gates of hell' (el clásico tema de Judas que referencia al 'Rock hard ride free' o 'Heading out to the hightway'), sumando peso en 'Escape from reality' (lo que hace Halford en el 2:20 homenajeando a Ozzy es sencillamente alucinante) o emoción en el cierre a cargo de 'Giants in the sky'

Como curiosidad, la banda ha entregado el álbum con tres temas extras, lo cual se agradece pero al mismo tiempo mueve a la incomprensión. La afiladísima 'Fight of your life' quizás podría haber estado en la lista en lugar de algo como 'Crown of horns' (que luce más bien como un lugar demasiado común) y funcionado mejor, así como tampoco se entiende el que hayan dejado afuera una hoya tan emotiva como 'The lodger'. Pero bueno, el que temas de tan buen nivel hayan quedado fuera habla bien también del momento de la banda. Lo cierto es que lo han vuelto a hacer y el nivel en general del trabajo no deja de ser altísimo para una banda con más de cuarenta años en el cuerpo. 

Son leyenda, lo saben y ostentan de aquello imponiendo credenciales. Sencillamente eternos.

¿Canciones? 'The serpent and the king', 'As god is my witness' y 'Escape from reality'.

8/10
Excelente.


miércoles, 20 de marzo de 2024

Bruce Dickinson: The Mandrake Project (2024)

"Quien mucho abarca poco aprieta..."

Atrás han quedado los tiempos en que Bruce Dickinson debutaba en solitario mediante un sólido Tattooed millionaire (1990) mientras casi en paralelo publicaba el tremendo Seventh son of a seventh son (1988) junto a Iron maiden. Su hambre en aquel entonces daba para trabajar prácticamente en simultáneo dos proyectos igual de fascinantes. Lo cierto es que no pasaría demasiado para que el vocalista ambicionase más y abandonase a su banda madre, al punto de llegar a superarle publicando cosas tan notables como Accidenth of birth (1997) + The chemical wedding (1998) mientras los de Steve Harris quemaban tiempo (y confusión) en la pasada por The x- factor (1995) + Virtual XI (1998). En ese sentido, pese a que todos en su momento abrazamos con fervor y emoción la idea, no deja de llamar la atención el pensar en las razones que habrán motivado a Bruce Dickinson para volver a Iron maiden en 1999, más que nada considerando que la sensación de "ya no necesitarlos" estaba patente. La historia, sin embargo, dejará bien parado su regreso a la doncella: en estos más de veinte años hemos tenido el privilegio de vivenciar a unos Iron maiden en plena forma con cinco álbumes bajo el brazo que gustarán más o menos pero siempre han llegado con algo interesante que decir. 

El caso es que con el regreso de Dickinson a Iron maiden muchos creímos sepultada su carrera en solitario (y no dejábamos de lamentarlo), su último disco databa de casi veinte años atrás, un Tyranny of souls (2005) que transmitió la sensación de haber estado compuesto por sobras o retazos, un disco grabado "a la rápida" entre giras y discos de su banda principal, con canciones efectivas y baladas que no entregaban nada particularmente atractivo en cuanto a arreglos, sonido o estructuras. Pues bien, con The mandrake project ocurre lo mismo (y peor). El mismo Bruce ha reconocido que este se compone de algunas canciones que datan de veinticinco años atrás, que es un álbum que habría querido grabar hace cinco o seis años pero la contingencia (pandemia incluida) se lo impidió por lo que ahora se decidió a grabarlo a como diese lugar. Noble labor, que se agradece y valora, sin embargo, el resultado ni siquiera le ha alcanzado como para cumplir, un conjunto irregular que se deja oír pero que no logra momentos de verdadero impacto. Y digámoslo, tampoco ayuda la producción de Roy Z, en exceso opaca. 

Conocíamos ya como anticipo 'Afterglow of Ragnarok', que sin ser nada que invite a descorchar champaña provocaba al menos el seguir ahí gracias a su atractivo puente + coro sumado a la oscuridad de su sonido. El problema es que el disco abre con esta, y digámoslo desde ya: mucho más no te entrega. Se sucederá una montaña rusa que a ratos te agarra para luego soltarte. Una sección resultona con 'Many doors to hell' + 'Rain on the graves', que funcionan gracias a sus riffs  y nuevamente coros atractivos, seguida de la plana y simplona 'Resurrection men' (de lo peor en todo el disco). Luego 'Fingers in the wounds' apostará por un sonido más contundente, aunque sobre cargado, mientras que 'Mistress of mercy' será la única en todo el disco que desprenderá el filo y mal rollo de su período 1997/98. Entre estas sonará una incomprensible 'Eternity has failed' (canción ya publicada junto a Iron maiden años atrás pero que Bruce ha querido recuperar en una versión que incorpora algunas diferencias pero nada que justifique su incorporación) para acabar cerrando con veinte minutos de baladas, aburridas todas. 

Ya en 2005 nuestro adorado Bruce había hecho carne aquello de que quien mucho abarca, poco aprieta, asunto que ha vuelto a evidenciarse veinte años más tarde. La carrera en solitario del histórico vocalista funcionó cuando su dedicación era total pero como paréntesis en medio de la carrera de Iron maiden el resultado tiende a la mediocridad. Es lo que es... 

¿Canciones? 'Afterglow of Ragnarok' y 'Mistress of mercy'.

5/10
Nada muy especial...


Otras reseñas de Bruce Dickinson (junto a Iron Maiden):

domingo, 17 de marzo de 2024

Blaze Bayley: Circle Of Stone (2024)

 "Demasiado manual..."

Se le quiere al buen Blaze, básicamente porque su historia es un homenaje a la resiliencia y cada uno de sus álbumes hay que leerlos desde ahí. En dicho sentido, este 2024 no ha sido excepción: el inglés regresa tras haber sufrido un infarto un año atrás. Es decir, este Circle of stone vuelve a entenderse como un ejercicio de superación ante la adversidad, el regreso de un titán que navega desde hace más de veinte años en medio del pseudo anonimato, la sub valoración, presentándose en lugares pequeños y entregándolo todo como si cada día fuese el último de su existencia. Desde lo musical, sin embargo, no la tenía fácil, la vara estaba arriba pues su anterior War within me (2021) dejó excelentes sensaciones respecto a su momento y figura seguramente como lo mejor que ha grabado en estas dos décadas junto al oscuro y pesado The man who would not die (2008)

Como era de esperar, en este Circle of stone ha vuelto a trabajar con los integrantes de Absolva (quienes le acompañan desde 2021), particularmente componiendo cada canción junto al guitarrista Christopher Appleton. Juntos han armado un álbum de clara continuidad, doce canciones que en poco más de cuarenta minutos responden al formato clásico que se espera de un artista como Blaze Bayley, sin afanes particularmente complejos ni matices demasiado llamativos. En materia de producción el asunto se oye más comprimido respecto a lo que fue War within me, lo cual resta pues si el anterior tenía un elemento positivo (entre muchos) es que sentías el poderío de las guitarras + batería en la mezcla, cosa que acá no ocurre. Llama también la atención desde un comienzo lo intervenida que suena la voz de Blaze (¿autotune a todo dar?) , lo cual se percibe de inmediato al darle play a la directa 'Mind reader', una de esas canciones ágiles estilo 'Futureal' o 'Man on the edge' (las míticas de Iron Maiden) dispuestas a unicamente acelerar y provocar el coro en masa.

En adelante se sucederán otras canciones que aceleran, como 'Tears in rain', 'The year beyond this year' o 'Ghost in the bottle', todas rondan los tres minutos y se dejan oír pero ciertamente carecen de impacto, por lo que rápidamente el álbum muestra su principal problema: las canciones así como se oyen se olvidan. Acá hay demasiado manual e insisto, la producción no ayuda. En el trámite Blaze matizará con baladas como 'Rage' (que se refiere a la leyenda del perro galés Gelert por lo que cuenta con un elemento emocional interesante), 'The broken man' (la primera del disco que se extiende más allá de lo obvio e incluso casi llega a los seis minutos) o 'A day of reckoning', sin embargo, nuevamente el gancho es poco. 

En la Cara B del disco algo como 'Circle of stone' tenderá a convencer con su carácter épico, mientras que el cierre funciona de buena forma, primero acelerando con el heavy efectivo de 'The path of the righteous man' (de lo más atractivo del disco en cuanto a guitarras) y luego yendo a la sensible balada acústica 'Until we meet again' junto a la galesa Tammy-Raes Bois en voces y Anne Baker en el violín, en un momento cuidado y delicado que vaya que se agradece. 

A veces menos es más, quizás tres o cuatro temas acá sobraban. Quizás dejando la lista en siete a ocho canciones (algunas algo más trabajadas) el resultado podría haber funcionado mejor y también habernos sorprendido. Pero así como ha quedado parece solo "un disco más" de Blaze Bayley, uno que sin ser un desastre luce pálido respecto a lo que fue War within me y parece más bien haber tirado meramente de lo obvio. 

¿Canciones? 'Circle of stone', 'The path of the righteous man' y 'Until we meet again'.

6,5 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Blaze Bayley:
2021: War within me

viernes, 15 de marzo de 2024

Ministry: Hopiumforthemasses (2024)

 "Poco trascendente..."

No vamos a descubrir acá lo cuesta abajo que viene desarrollándose la carrera de Al Jourgensen, reviviendo artificialmente a Ministry cada ciertos años. ¿Cuántos álbumes de mediocres o de medio pelo ha lanzado en esta última década? El caso es que en este 2024 tocaba, y acá lo tenemos pasándose un buen rato frente a nosotros mediante once canciones que dan muestras de su habitual uso del humor y acidez. Esto último, sin embargo, lejos de convertirse en una virtud acaba convirtiendo al disco en un ejercicio particularmente frustrante, y es que estando los temas ahí, la rabia, rebeldía y la crítica directa, Jourgensen no es capaz de construir un álbum que suene atractivo (para que vamos a decir fresco o novedoso) y acaba perdiéndose una vez más entre la monotonía de sus loops y medios tiempos. 

Pues lo dicho, que durante cuarenta minutos Jourgensen decide pegarle palos a la misoginia y la violencia machista en 'B.D.E' ( siglas para "Big dick energy"), al racismo en 'Goddamn white thash' (que directo ha estado esta vez con los títulos eh?) o 'Aryan embarrasen', a la explotación de recursos naturales en 'Just stop oil' (quizás la mejor de todas) o al orden político/económico/cultural actual en 'New religion' El problema es que jamás el álbum pareciese tener algo relevante que decir desde lo musical y se limita a dar vueltas entre la reiteración de trucos que le conocemos de memoria al vocalista. Para muestra lo que intenta en 'TV song 1/6 edition', cuando va en busca de algo más agresivo pero con nulo impacto, agotando y aburriendo más bien. 

Finalmente, Hopiumforthemasses se mueve en la línea poco trascendente de sus antecesores, un nuevo trabajo que llega para estirar el hilo de la despedida (desde 2012 viene anticipando que "este si que si es el último disco de Ministry"), que en cuanto a temáticas pareciese tener algo que escupir pero que en cuanto a arreglos no es interesante, sumándose a la lista de álbumes menores dentro de la discografía de la banda, una que hasta 2007 al menos mostraba realmente pocos ripios. Queda por tanto en el recuerdo la trilogía post 2000 compuesta por Houses of the molé (2004) + Rio grande blood (2006) + The last sucker (2007), sumado viejas glorias históricas como The mind is a terrible thing to taste (1989) o Psalm 69 (1992). Esa historia está escrita ... y esa no se mancha. 

¿Canciones? 'Just stop oil'.

4/10
Malo.


Otras reseñas de Ministry:

martes, 12 de marzo de 2024

Liam Gallagher + John Squire : Liam Gallagher & John Squire (2024)

"Pasar el rato..."

Mientras Liam Gallagher intenta desesperadamente convencer a Noel de una reunión con Oasis (me lo imagino spameando su whatsapp con cientos de "dale, que vamos a ganar mucho dinero...!"), ha decidido mantenerse en activo colaborando con uno alguien que podría ser un símil respecto a su hermano en Inglaterra, es decir, John Squire. Juntos (aunque es el ex Stone roses quien ha compuesto todas las canciones de este debut homónimo) se han lanzado sobre un conjunto que no admite medias tintas y funciona como un compilado de melodías y sonidos que rinden culto sin vergüenza ni empacho a sus principales influencias, digamos el rock de los sesentas. 

Desde un comienzo por tanto, cuando unas palmadas adornan los coros de 'Raise your hands' comprendemos por donde irá esto: guitarras + canciones breves, simples y melosas. La ronca y nasal voz de Liam irá complementando de buena forma, fluctuando bien en 'Mars to Liverpool' o en la soberbia 'Just another rainbow', por paliza lo mejor del disco con sus arranques psicodélicos. No por nada es la única que supera los cinco minutos de duración. El resto será ir al blues en 'I'm a wheel', homenajear el 'Foxy lady' de Jimi Hendrix en 'Love you forever' (nuevamente con Liam bien en los coros) o rocanrolear en 'You're not the only one' + 'I'm so bored' (otra que vuela alto con sus aires a Revolver de The beatles), más algún relleno en un disco que no parece sinceramente contar con ninguna expectativa más allá de pasar el rato.

Y para cerrar, una provocación. Allá por los noventas o dosmiles siempre llamó mi atención el que gente se refiriese despectivamente Oasis mencionando eso de que "suenan igual a los Beatles". La verdad es que más allá de algún guiño evidente de Noel a los de Liverpool en determinadas canciones, nunca compartí esa afirmación y este disco de Liam + Squire ha reafirmado mi punto, porque ESTO SI que suena igual a Beatles o sesentas varios. Pero Oasis jamás sonó ni apunto a esto. Noel Gallagher era (y sigue siendo) otra cosa... 

¿Canciones? 'Just another rainbow' y  'I'm so bored'.

6/10
Bueno, cumple...


sábado, 9 de marzo de 2024

Ihsahn: Ihsahn (2024)

 "Viaje salvaje, emocional y que desborda talento..."

Con una carrera que viene mostrando potentes señales de diversidad desde hace al menos quince años pero que intensificó fuertemente la búsqueda en grandes álbumes como Arktis (2016) o Amr (2018), el genio noruego Ihsahn está de regreso. Y como era de esperar, vuelve con una propuesta ambiciosa bajo el brazo, un álbum homónimo donde el vocalista pretende definirse y abordar varias de las aristas que tienden a apasionarle desde lo musical. De ahí el que en este nuevo trabajo lo oigamos recuperando una vibra ligada al metal más extremo, acercándole de cierta forma a lo que fueron sus primeros álbumes en solitario, aunque claro, esto sin jamás dejar de lado su veta más emocional. A Ihsahn la etiqueta "metal" le queda enana, aquello lo sabemos y este nuevo disco vuelve a demostrarlo, con el agregado además de complementar su sonido con toda una obra sinfónica puesta al servicio de su música, lo cual vuelve a este álbum un experimento digno de toda nuestra atención. De hecho, a tanto ha llegado su ambición que el trabajo ha sido lanzado en dos versiones, donde una de ellas incluye únicamente los arreglos orquestales. 

De esta forma, durante casi cincuenta minutos Ihsahn revela ocho canciones (+ tres breves puentes instrumentales) que a diferencia de sus antecesores inmediatos no pareciesen desplegar una paleta de colores TAN diversa si no más bien centrarse en la contundencia de la propuesta, esto entre canciones subirán o bajarán la velocidad pero que contarán con un elemento en común: la particularidad sensibilidad del artista. 

Nos encontraremos así con una partida que privilegiará la aceleración y violencia del sonido, como ocurre en 'The promethean spark', donde el vocalista irá mutando el registro (gutural en las estrofas + coros limpios) así como la intensidad, mientras que en 'Pilgrimade to oblivion' + 'Twice born' el asunto será más salvaje y directo. En esta misma línea, aunque mucho más avanzado el disco, sonarán los casi ocho minutos de 'Hubris and blue devils'. Lo anterior a diferencia del nudo del álbum, el cual entregará momentos marcadamente más emocionales. 'A taste of the ambrosia' es una balada dolorosa interpretada con guturales, a lo cual sumarán los elementos sinfónicos y una estructura que a medio tema comienza a acelerar con fuerza, es decir, un cóctel que se enmarca dentro de lo más interesante en todo el conjunto. Algo similar es lo que desarrolla en 'Blood trails to love' o más adelante en 'The distance between us'

Para el cierre los nueve minutos de 'At the heart of all things broken', un viaje sensible y emotivo donde Ihsahn se propone el tocar diversas puertas, resumiendo de buena forma lo que ha sido este álbum, un colectivo de canciones dispuestas a armar un conjunto representativo del momento del artista, con miradas hacia su pasado pero también evidenciando el aprendizaje y la experiencia adquirida en este par de décadas. 

El genio noruego no decepciona, nos ha entregado un nuevo disco repleto de momentos interesantes, contundentes y que desbordan en talento. Desde ya, uno de los grandes trabajos que habremos oído durante este 2024.

¿Canciones? 'Pilgrimade to oblivion', 'A taste of the ambrosia' y 'At the heart of all things broken'.

9 / 10
Brillante.


Otras reseñas de Ihsahn:

miércoles, 6 de marzo de 2024

Borknagar: Fall (2024)

 "Estirando la fórmula..."

Con treinta años de carrera bajo el brazo debutan acá en mi querido blog los noruegos de Borknagar, una banda que desde siempre tuvo facilidad para entrar y salir del black metal a placer. Para muestra está su discografía, una que disco a disco les ha instalado por sobre cualquier etiqueta, coqueteando en ocasiones con el progresivo así como el folk nórdico (ahí tienes un disco como Origin de 2006). En ese camino, desde Urd (2012) les hemos oído respondiendo a ciertos patrones, paseando su sonido por distintas aristas, entregando momentos desatados y extremos así como otros melódicos o de entregada calma. El equilibrio parecieron exponerlo de buena manera en el sólido True north (2019) y cinco años más tarde les tenemos estirando la fórmula mediante este Fall (de preciosa portada, todo sea dicho), con un problema insalvable eso si: se comienza a observar una mecanización en el sonido de la banda que acaba por alejar, una falta de fluidez o naturalidad, llámenlo como quieran, pero hay un ingrediente clave que le falta a este disco. Y es que si en True north habían momentos en donde la banda parecía forzar canciones para acercar su sonido al progresivo, acá ni te cuento...

Me explico. Como suele ser costumbre en los álbumes de Borknagar, el primer tema declara intenciones y ahí 'Summits' hace lo suyo. Durante ocho minutos se pasea por las distintas estaciones, esto es: momentos acelerados con aroma a un black furioso, coros limpios que se enlazan a atmósferas de calma y tranquilidad. No es un mal tema pero se alarga demasiado, hay mucho cerebro en el. Algo parecido a lo que ocurre más adelante con 'Afar',  enrocando momentos furiosos con coros armónicos donde las voces de ICS Vortex y Lars Nedland dialogan constantemente, el problema es que el loop es monótono por lo que cada vuelta se hace más y más pesada. asunto que en algo como 'Stars ablaze' acaba por hacer crisis, el peor tema del disco por lejos, aburridísimo hasta decir basta.

Para remarcar el punto menciono lo que ocurre en el cierre del álbum con 'Northward', que hasta la mitad de su duración es un verdadero temazo, o sea, la explosión que en lo personal llevaba extrañando durante todo el álbum acá efectivamente llega (desde el 4:20 en adelante), y de manera gloriosa. Sin embargo, ¿cuál era la necesidad de una vez desatada la emoción volver a comenzar la canción tras los seis minutos? No se entiende. Los últimos tres minutos de esta son un total despropósito, un exceso y una redundancia completamente innecesaria.

La otra arista del álbum está cargada hacia temas más lentos, limpios vocalmente y que proponen atmósferas de calma para luego ir desatando una que otra explosión, como 'Nordic anthem', 'Moon' o 'The wild lingers'. Ninguna de estas están decididamente mal y cada cual tendrá su favorita, sin embargo, tampoco enganchan ni cuentan con algún momento particularmente intenso, lo cual es dramático considerando que la apuesta del álbum es ser un disco marcadamente emocional. Los temas solo se dejan oír 

Finalmente, lo único en todo el álbum que parece funcionar es la efectividad de 'Unraveling', cuatro minutos que van al hueso en su metal, pero en su grueso Fall resulta ser el clásico álbum que se deja oír sin mucho problema, que lo colocas y de pronto te das cuenta de que vas en la quinta o sexta, sin embargo, no recuerdas ningún tema ni te has enterado de lo que ha pasado. La crítica en general se ha encargado de ensalzar este disco, pero por acá me ha parecido un bajonazo respecto a su antecesor. 

¿Canciones? 'Unraveling', 'The wild lingers' y 'Northward' (hasta su minuto seis). 

6,5 / 10
Cumple y algo más...