En palabras del mismísimo Bunbury, tanto Hellville de luxe (2008), Las consecuencias (2010) como Licenciado Cantinas (2011) fueron álbumes que miraban hacia atrás e intentaban rescatar las influencias que motivaban su música. A diferencia de aquello, Palosanto vendría a ser un álbum que trataría del presente, tanto temática como musicalmente. En algunos aspectos estoy de acuerdo con el autor, existen elementos en este nuevo trabajo que marcan diferencias con lo que venía realizando recientemente. Se mantiene la (siempre) excelente producción y la lírica notable por un lado pero por otro se aprecian elementos novedosos, el tono contingente y de actualidad o interpretaciones vocales que se alejan de las exageraciones, en ese sentido (al fin!) Bunbury se dedica a cantar y no a imitarse a si mismo como venía haciendo desde hace rato. Todos estos elementos convierten a Palosanto en un disco interesante, sin embargo, no siempre los esfuerzos de un autor encuentran la inspiración precisa y aquello siento que acá ocurre.
En el intento de no repetir el plato y de reencontrarse con su presente, Bunbury nos entrega un disco confuso que peca en la falta de cohesión. Me explico, el álbum se divide básicamente en dos segmentos, una primera parte de corte social (que llega hasta el noveno tema) en donde lo escuchamos muy comprometido (más que nunca) con la contingencia política y una segunda fase más clásica e íntima. En general el tono del álbum es reflexivo, primero hacia afuera y luego hacia adentro, el problema es que ambas secciones no tienen mucho que ver entre si y producen un contraste demasiado evidente, ahora, esto no sería tan incómodo si las canciones en su contexto funcionasen, lo cual solo ocurre a goteos.
La partida del álbum, por ejemplo, lenta y poco atractiva. El formato es de banda rock tradicional (vuelven las guitarras, batería y banda) pero a "Despierta" le falta ira, le falta garra para ser un verdadero llamado a la subversión y la pasada por "Más alto que nosotros solo el cielo/Salvavidas/Los inmortales" es demasiado espesa, las letras resultan interesantes pero musicalmente los temas son muy planos, falta algún quiebre en las estructuras por lo que las canciones, sin ser malas, acaban agotando. "Prisioneros" marca la primera pausa del disco y curiosamente es de lo que mejor funciona en esta primera parte. Una balada muy sentida, que parece ser sacada del repertorio de Las consecuencias pero que logra conectar. A partir de acá el álbum comienza a funcionar y vive sus mejores momentos gracias a la apocalíptica "Habrá una guerra en las calles" , la rockera "Destrucción masiva" y la íntima "El cambio y la celebración". La primera parte del trabajo cierra con "Hijo de Cortés", un buen salud "con chelas y pisco" dirigido la hermandad entre los distintos países, con menciones a Fujimori y Pinochet incluidas.
La recta final del álbum cambia el tono e incluso el sonido que este venía sosteniendo. "Mar de dudas", la melancólica "De verdad lo siento", "Nostalgias imperiales" y "Plano secuencia" suenan más clásicas dentro de lo que es el repertorio de Bunbury. Lamentablemente el tono nuevamente se vuelve muy espeso y lento, de manera que el final a cargo de "Causalidades" y "Todo" nuevamente agota. Me queda la sensación de que el hombre quiso meter al disco todo lo que tenía (nada nuevo en todo caso, a la mayoría de sus discos le sobran temas) con la intención de darle contundencia pero terminó logrando precisamente lo contrario.
Palosanto con 4 o 5 temas menos, sin ser brillante, era un mejor disco. Además, la promesa de entregar un álbum más actual creo que se queda a medias cuando en la última parte de este volvemos a escuchar los mismos guiños de siempre. Creo que Bunbury se propuso el realizar un álbum de metas más exigentes que los anteriores, un álbum donde no le cantase todo el tiempo al personaje pero en el global no lo logró. Se extrañan sus tiempos realmente osados, una semana atrás, luego de mucho tiempo me puse Radical sonora (1997) y como lo disfruté...
6 / 10
Bueno, cumple.
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