lunes, 30 de septiembre de 2024

25 Años De... Slipknot: Slipknot (1999)

 "Derroche de violencia y frescura..."

Finalizando el Siglo XX el nu metal se había apoderado de la escena comercial, relegando a los viejos estandartes a un lugar completamente secundario al punto de que algunos se vieron en la necesidad de buscar cercanía con las nuevas tendencias para conservar vigencia (Max Cavalera, Ozzy Osbourne o Metallica, claros ejemplos) mientras que otros derechamente debieron replantear su presente para continuar existiendo (Iron maiden, Judas priest). En ese contexto, si hubo un disco que tomó lo mejor de ambos lados fue el debut de Slipknot, conectando el groove de Sepultura (el de Roots, obvio) con la violencia de Pantera, el dramatismo de unos Korn y los coqueteos con el hip hop propios de aquel metal que en aquel 1999 lucía moderno. De esta forma y de la mano de un salvaje Corey Taylor, el debut de los de Iowa es por sobre todo un disco agresivo que coloca a la dinámica cargada de ira por sobre cualquier otra cosa, algo que en su momento llamó la atención pues este sonido que efectivamente les acercaba a un metal más violento y "tradicional" vino a ocupar un vacío que ninguna otra banda de nu metal había podido llenar, quizás System of a down, sin embargo, hay que recordar que para 1999 estos aún no publicaban Toxicity (2001), que fue el disco que los catapultó a la eternidad. Y si a todo lo dicho agregamos el elemento imagen, es decir, esto de los nueve integrantes con overol + máscaras, que decir, el impacto en los adolescentes de aquella época estaba asegurado.

Yendo a la música propiamente tal, el álbum declara intenciones de inmediato mediante '(sic)', con la batería versátil de Joey Jordison aportando salvajismo al sonido, el bajo de Paul Gray oyéndose con claridad (legado de Fieldy de Korn claramente), Corey Taylor vomitando sus trabalenguas que desde ahora se volverían legado propio y la tornamesa a cargo de Sid Wilson, armando un combo directo y efectivo que derrocha una incesante energía. En una línea similar se moverán cosas como 'Eyeless' o 'Surfacing', ambas canciones breves de dos a tres minutos intercaladas de manera inteligente por otras que efectivamente sonaban algo más comerciales con un estrofa/coro plenamente reconocible, como el hitazo 'Wait and bleed', con un Taylor gigante que da muestras de un desplante vocal extraordinario haciendo los guturales y las voces limpias (todo en velocidad), o 'Spit it out', una donde la influencia del Sepultura/Soulfly más groove se hace muy evidente. 

El nudo del disco estará armado por una jugarreta caótica cuasi instrumental como 'Tattered and torn' (demasiado extensa quizás), el interludio 'Frail limb nursety' y la oscura 'Purity', que como dato curioso fue objetada por temas de derechos de autor por lo que la banda decidió sustituirla en una futura edición por 'Me inside'. Ambas (tanto 'Purity' como 'Me inside') cuentan con la particularidad de exponer la clara influencia de Korn en ciertas atmósferas fuera de contar con un Corey Taylor que canta abiertamente limpio en los coros, una idea que en discos futuros se replicaría bastante y que en este mismo aparecerá más adelante en 'No life'

Ya entrando en su recta final el disco pecará donde pecaban gran parte de los álbumes de los noventa: demasiados temas y esa tendencia a que los discos ser extensos. Se retomará por tanto la línea directa y efectiva entre canciones breves como 'Liberate', 'Diluted' u 'Only one', rescatadas estas por la versatilidad de Joey Jordison pero bastante monocordes en general, de hecho, los experimentos 'Prosthetics' o el cierre mediante 'Scissors' suenan como lo más llamativo de toda esta pasada, siendo esta última un cierre impecable (nuevamente con Corey Taylor emulando los gruñidos y quejidos de Jonathan Davis) y la única que se alarga en el disco (supera los siete minutos) pero justificándose gracias a su estructura creciente y desesperante. 

El debut de Slipknot funcionó en 1999 como una descarga de energía a ratos incontenible, matizada con uno que otro guiño comercial más algunos pasajes experimentales dignos de atención. Con un nu metal en pleno auge el álbum representó un baño de frescura, el cual se complementó un par de años más adelante con el brillante Iowa (2001). Evidentemente este fenómeno resultaría a futuro difícil de replicar por lo que con los años la banda entraría en un espiral marcado por la irregularidad, sin embargo, la grandeza de sus primeros años les ha permitido extender una carrera por incluso veinticinco años. Y merecido lo han tenido... 

¿Canciones? '(sic)', 'Wait and bleed', 'Purify' y 'Scissors'.

9/10
Brillante.

viernes, 27 de septiembre de 2024

30 Años De... Korn : Korn (1994)

"Tormento, horror y trauma..."

Todo movimiento tiene su día cero, su punto de partida, y en el caso del nu metal este fue claramente el debut de Korn. Y si bien el disco podría compartir créditos con otros que expresaron de buena forma la movida metalera que se comenzaba a desarrollar en California (sin ir muy lejos, Burn my eyes de Machine head fue publicado incluso un par de meses antes), el de Korn alcanzó un nivel de repercusión mediática suficiente como para transformarse en modelos a seguir por una serie de pares generacionales.  Lo curioso, sin embargo, es que la banda "la rompe" con uno de los discos más dolorosos de la década, uno que conjugó con siniestra perfección el horror y trauma de un Jonathan Davis que consumido por su historia encontró en la música la posibilidad de (literalmente) vomitar sus más espantosos fantasmas. No se puede hablar por tanto del debut de Korn sin referirse al componente lírico de este, donde la palabra "abuso" se reitera en múltiples formas (o sea, que portada...), abuso físico, psicológico y emocional expresado a lo largo de un trabajo que desde un primer segundo impacta por su descarnada franqueza. 

Sin ir muy lejos, el disco abre mediante 'Blind' y de inmediato hace historia con esos instrumentos que lentamente van marcando presencia hasta impactar en aquel mítico "¿Are you ready?" de Jonathan Davis que desata la explosión, complementada claro con una letra que declara desde ya intenciones ("Este lugar dentro de mi mente / Un lugar que quisiera esconder / Tu no conoces las posibilidades / ¿Y si debiese morir?"). Desde entonces, las atmósferas oscilarán entre la violencia de una 'Ball tongue' (cosas como estas llegaron a influenciar incluso a un Max Cavalera en términos de vocalizaciones futuras), el descargo en tono de revancha de 'Divine' y lo derechamente siniestro, abordando la crueldad del bullying escolar en 'Clown' ("Grítame otra vez si quieres / Golpéame otra vez porque soy extraño / Dime que soy una nena y eres más duro que yo...") o 'Faget' ("Los malditos estereotipos alimentando sus cabezas / Soy horrible, por favor solo aléjate...") o directamente el abuso sexual en el desgarro de 'Need to' o el descarnado cierre a cargo de 'Daddy', una canción espantosa en el sentido literal de la palabra, una pieza histórica realmente difícil de oír incluso a treinta años de distancia y en donde se toca de manera directa como pocas veces en la historia de la música el abuso sexual infantil. Mención aparte por cierto para la interpretación de un Jonathan Davis absolutamente roto (y desnudo) ante el micrófono.

Toda esta atmósfera tétrica, sin embargo, no habría cuajado del todo de no haber contado con el sonido inconfundible en guitarra de Brian Welch, la batería seca de David Silvera y el bajo de Fieldy, armando un combo que pese a lo alternativo del sonido lograría hacerse un pequeño espacio en el mainstream, lo cual les permitió volverse referentes para toda la escena que dominaría la escena durante la segunda mitad de los noventas, de la mano de un joven Ross Robinson en producción, a quien este trabajo también le cambiaría la vida pues se volvería colaborador insigne de una una serie de bandas de nu metal, desde Deftones, Limp Bizkit hasta Slipknot.

Como un "pero" está que al disco le sobran un par de temas en su recta final, canciones que sin ser malas simplemente no están al nivel ('Predictible' o 'Lies', por ejemplo), sin embargo, cualquier problema queda eclipsado ante el concepto general del trabajo. Un debut marcado por el tormento de Jonathan Davis, un tipo valiente dispuesto a enfrentar sus demonios y mostrarse plenamente vulnerable en medio del mundo de "machitos" que representaba el metal noventero, algo que a treinta años de distancia claramente le continúa honrando. 

¿Canciones? 'Blind', 'Ball tongue', 'Clown' y 'Daddy'.

martes, 24 de septiembre de 2024

Saidan: Visual Kill - The Blossoming Of Psychotic Depravity (2024)

"Fresco, curioso, salvaje y llamativo..."

Pese a ser una banda (un dúo para ser preciso) de black metal a simple vista bastante bestial, hay singularidades en la propuesta de Saidan que llaman potentemente la atención e invitan a acercarse a ellos con especial curiosidad. Primero está el tándem estético, es decir, el que ellos se presenten como un par de jóvenes disfrazados de blackmetaleros de manual (uno con su chasca que le oculta casi el rostro, otro con su pañuelo rojo en la frente) aunque en términos temáticos aborden el horror japonés entre historias que siempre tienen a mujeres como protagonistas, algo que se evidencia en las portadas de sus discos. Pero también está lo musical (lo más importante al fin y al cabo), ahí se vienen entregando desde hace media década a un sonido tremendamente salvaje (que bebe bastante de clásicos del género, principalmente de los noruegos Immortal) pero que regala pincelazos que les sacan de lo obvio, lo cual es meritorio. 

Saidan debutaron en 2021 pero fue mediante el notable Onryo II: Her spirit eternal (2022) cuando encontraron realmente su punto, en primer lugar modificando el sonido, pasando de uno "clásico" y oscuro a una producción bastante más chillona (perdón, pero no se me ocurre otro adjetivo), la cual de entrada seguro va a espantar a muchos pues el trabajo de guitarras acá apunta a la estridencia en un mal sentido (anotándose de paso como el principal defecto del disco) y desde el primer segundo funciona como una barrera para el auditor. Sin embargo, yendo a las canciones propiamente tal, el dúo propone algo fresco por lo que pese a la producción tarrienta, la invitación es a seguir ahí. 

Nos entregan de esta forma otro disco breve, de solo treinta y seis minutos, lo cual ayuda a degustar rápidamente la propuesta. Abren con 'Genocidal bloodfiend' y de inmediato queda claro por donde irá esto: capas de guitarras, un teclado que marca la melodía y prepara la entrada en pleno de un Splatterpvnk salvaje en las voces + un Hundosai furioso en los platos. El sonido tiende al caos por lo que no parece ser el aspecto técnico un fuerte de la banda si no más bien ese desenfado que les acerca más bien al espíritu del punk, aunque siempre dejando espacio para la entrada de algún momento marcadamente melódico, algo que reiterarán en canciones como 'Desecration of a lustful' o 'Sick abducted purity', en ambas también desatándose en algún riff rocanrolero o solo de guitarra bastante llamativo, generando así un cóctel fresco y curioso. 

Es una lástima por tanto el que la banda insista en esta producción tan molesta al oído, la cual se podría entender si el único objetivo que persiguiesen fuese el caos, sin embargo no es así. En algo como 'Veins of the wicked' o 'Tears seeping through beautiful agony' ese sonido feísimo puede comprenderse e incluso justificarse pues los temas son puro horror pero en 'Switchblade paradise', por ejemplo, tras un par de minutos de puro frenesí black, regalan un pasaje limpio y delicado (2:15 en adelante) seguido de un solo digno de (ojo al dato) los españoles Héroes del silencio, o sea, hablamos de un momento realmente ENORME desde lo musical pero que el dúo decide "ensuciar" al retomar la estridencia en el minuto final, tapando de golpe la belleza con esa producción horrorosa que no permite distinguir las melodías de guitarras que se proponen. 

Puede que dicha disonancia sea precisamente lo que buscan pero en lo personal me parece que Saidan cuenta con elementos armónicos dignos de ser mostrados y no ocultados bajo ese tipo de producción por lo que el dúo tropieza consigo mismo al tomar una decisión así. Con todo, Visual kill: The blossoming of psychotic depravity se enmarca como uno de los buenos discos que habremos oído en este 2024, una propuesta que dentro del black metal se las arregla para combinar brutalidad y salvajismo con elementos melódicos y rocanroleros realmente notables. Con un productor de verdad que sepa sacarle partido a estas ideas, esto podría alcanzar cotas impensadas. 

¿Canciones?  'Genocidal bloodfiend' , 'Sick abducted purity' y 'Switchblade paradise'.

8,2 / 10
¡Excelente!

sábado, 21 de septiembre de 2024

Wormed: Omegon (2024)

"Sin concesiones..." 

Si bien en sus inicios, más que nada por un asunto de producción, el sonido de los españoles Wormed se oía algo rústico (aunque la extrema brutalidad siempre estuvo presente), a día de hoy la banda realmente no tiene absolutamente nada que envidiarle a cualquier agrupación angloparlante. Diez años tuvieron que pasar desde el debut para la publicación de Exodromos (2013) y desde ahí no han parado de crecer. Krighsu (2016) confirmó la tendencia para que ocho años más tarde les tengamos con este Omegon, cuarenta minutos de un death metal brutal y técnico que les muestra en un pie realmente impecable, muy en la línea de lo que realizan bandas actuales como Archspire, aunque digámoslo: sin tantos matices desde lo musical (en la odiosa comparación con los canadienses). De esta manera y mediante nueve canciones (en realidad son ocho + un interludio) Wormed se la arreglan para someterte a un viaje tan caótico como intenso donde la batería es V-Kazar es absoluta protagonista, acelerando/frenando constantemente y aportando una disonancia permanente en el sonido, a lo cual se sumarán las voces de Phgeleteon (a quien, como tiene que ser, no se le entiende una palabra en todo el disco) y salvajes guitarras. 

Para muestra la partida a cargo de 'Automaton virtulague', cuatro minutos que son absoluto caos con una banda entregadísima a la desestructura en velocidad, siempre de la mano de una técnica instrumental depuradísima. Porque si, lo de Wormed es violento pero jamás tarriento. Es fascinante como en 'Pareidolia robótica' se acercarán al industrial mientras en 'Protogod' a un death más clásico, entregando incluso uno de los pocos momentos del disco en donde bajarán los tiempos. Y bueno, en adelante la propuesta jamás cesará ni entregará respiro con una banda que tiene clarísimo por donde debe ir por lo que desde el primer segundo se entregan a la tarea de volarte el cerebro. 

Fuera del interludio puesto en el nudo del álbum, el único verdadero matiz en el disco lo entregan los siete minutos finales de 'Omegon', una que pretende ir más allá en términos de estructura y muestra quizás una luz en el callejón sin salida en el que parece haberse metido la banda, quienes difícilmente podrán mejorar esto en aspectos técnicos por lo que para un siguiente disco solo les quedaría repetirse de insistir en esta dirección. Por ahora nos quedamos de todas formas con este furioso regreso por parte de unos españoles que hace rato dejaron de ser sorpresa y hoy son más bien una sólida realidad. 

¿Canciones? 'Pareidolia robótica', 'Protogod' y 'Omegon'.

8 / 10
¡Excelente!

jueves, 19 de septiembre de 2024

Xasthur: Disharmonic Variations (2024)

 "Búsqueda monocorde y disarmónica..."

De vez en cuando llega a mis oídos algún proyecto rarito, y por lo mismo, me gusta dejarlo plasmado acá en el blog. Esto a propósito de Xasthur, que no es otra cosa que una de esas bandas compuestas por una sola mente creativa, en este caso Scott Conner, quien acá hace todo: se encarga de la composición, guitarras, bajo, baterías programadas e incluso ha grabado el disco en su pieza. Voces ya no hace, pues por ahora sus discos están siendo todos instrumentales. Ahora, a diferencia de sus inicios, cuando se dedicaba a componer black metal en extremo lo-fi, oscuro y depresivo (como curiosidad les recomiendo ir a esos discos de 2002/6, son una locura), desde hace unos cuantos años el multi instrumentista ha girado hacia sonidos bastante más exploratorios donde las atmósferas lo son todo. En ese camino, recién el año pasado publicó un notable Inevitable dark (2023), álbum de corte instrumental que conectaba paisajes de terror con otros cargados al acústico (también se los recomiendo, un manjar inmersivo), y ahora le tenemos con la que parece ser la otra cara de una misma moneda, un trabajo también instrumental pero que suelta por completo la estridencia y se orienta completamente hacia el folk ambiental

Nos encontramos así con un Disharmonic variations que trabaja, evidentemente, una línea propia que no responde a convencionalismo alguno. Es más, el mismo título ya anticipa la falta de armonías en el conjunto. Dicho en simple: si buscas canciones tradicionales con estrofas, puentes y coros, pues acá no es. 

Este disco durante poco más de cuarenta minutos se entrega a la construcción de atmósferas cargadas al folk, suaves y sencillas, piezas de dos a tres minutos en donde las cuerdas son protagonistas sobre baterías constantes (en ocasiones programadas, a veces reales), algo que Scott había anticipado en el mencionado Inevitably dark pero que acá se profundiza. No hay aquí momentos de alta intensidad por tanto si no más bien un continuo dulce que se deja oír, donde el autor no ha buscado jamás romper las estructuras ni dar muestras de virtuosismo alguno. Quizás si hubiese metido voces a estas canciones seguro habría conseguido algún efecto conmovedor, sin embargo, al dejarlo como un instrumental el disco parece una especie de jam session de bajas pretensiones donde el autor ha dejado que las atmósferas simplemente fluyan y lleguen hasta donde puedan ir.

El elemento característico del disco es la tranquilidad y dado lo plano del relato cuesta destacar alguna pieza en particular pues el trabajo funciona como un todo. Quizás 'Mirrors made of misery' sea la única que escapa a los objetivos del álbum, explayándose un tanto más respecto al resto (supera los cinco minutos de duración, de hecho), construyendo una atmósfera inquietante/tétrica con sus teclados (es una base que perfectamente podría haber sido un tema de black metal si le ponías todo lo demás encima), mientras que en la línea acústica, 'As you point into guilty mirrors' es una que intenta meter unos cambios de velocidad entre sus progresiones.

Cuesta evaluar por tanto un trabajo como este. Como problema aparece la falta de intensidad, más no de dirección pues Scott ha tenido muy claro hacia donde ha querido ir. El disco es un respiro de absoluta libertad, es arte en estado primitivo proveniente de un tipo que parece vivir (al menos en lo musical) fuera del mundo, lo cual se respeta e incluso agradece en estos tiempos. Sin embargo, dicho lo anterior, Disharmonic variations es un conjunto que debe tomarse como un experimento más que otra cosa, una búsqueda monocorde y disarmónica que simplemente "se deja oír". 

¿Canciones? 'Mirrors made of misery' y 'As you point into guilty mirrors' .

6,5 /10
Cumple y algo más...

domingo, 15 de septiembre de 2024

Seth: La France Des Maudits (2024)

 "Ejercicio de sobrevivencia y vitalidad..."

Comencemos haciendo un poco de historia. Los inicios de los franceses Seth fueron bastante singulares, oír un álbum como Les blessures de'l ame (1998) es encontrarse con una banda que tomaba lo más clásico del black metal nórdico para edulcorarlo con pasajes sinfónicos, teclados o guitarras acústicas. Lo curioso, sin embargo, es que entrando al Siglo XXI la banda dio un giro bastante a contra corriente de su época, es decir, en lugar de ponerse a explorar fuera de la caja decidieron recrudecer su sonido entregando su arista más oscura en discos como The excellence (2000), Divine-X (2002) o Era decay (2004), lo cual inevitablemente les llevó al quiebre, los cambios de formaciones y el tener que replantearse en varias ocasiones su presente. Ahí, The howling spirit (2013) fue un disco donde les oímos intentando regresar a los pasajes atmosféricos y acústicos pero la jugada volvió a fallar, por lo que tuvieron que pasar casi diez años para que se diesen una nueva oportunidad mediante La morsure du Christ (2021), esta vez solo con dos integrantes clásicos en su formación (Alsvid en batería y Heimoth en teclados + guitarras) y Saint Vincent como nuevo vocalista además de debutantes en el bajo, teclado y guitarra. El resultado fue notable eso si y uno de los mejores discos que oímos aquel año, un álbum que lejos de mostrar fisuras pareció efectivamente ser el punto de partida para una etapa (ojalá) definitiva para la banda tras veinte años de idas y vueltas. El caso es que La France des maudits llega para confirmar lo dicho, otro disco exquisito en términos estilísticos y que sin lugar a duda dejará felices a quienes gustan de ese black metal oscuro y podrido con olor a clásico pero que lejos de estancarse en antiguos moldes es capaz de sonar moderno en términos de producción e impecable en cuanto a ejecuciones y estructuras. 

El séptimo disco de Seth nos entrega ocho canciones en cuarenta y seis compactos minutos, tiempo en donde la banda tiene clarísimo hacia donde ir: atmósferas tétricas, relatos desesperados y arreglos que entienden perfectamente cuando deben aparecer. Y si bien, como era de esperar, la banda abre a toda velocidad mediante una arrolladora 'Paris des maléfices', esta jamás suena TAN obvia, entregándose a momentos de calma, yendo y viniendo en términos de tiempo (1:20 en adelante) y arreglándoselas para en todo momento mantenernos atentos, algo similar a lo que harán en 'Et que vive le diable!'. Sin embargo, cuando el álbum realmente desplegará su poderío será en aquellos momentos donde expandirá la fórmula, abordando relatos maravillosos en donde la música funciona como un perfecto complemento para estos, como ocurre en la pasada por 'La destruction des reliques' + 'Dans le coeur un poignard' (el mejor momento del disco se vive con estas), casi doce minutos impecables con un Saint Vincent glorioso en los alaridos, sobre todo en la segunda donde va cogiendo fuerza poco a poco. 

La Cara B del disco abrirá con 'Marianne', un interludio instrumental de dos minutos que nos permite tomar aire para lo que viene, nuevamente la velocidad de 'Ivre du sang des saints' para luego encajarnos quince minutos finales mediante 'Insurrection' + 'Le vin du condamné', en donde Seth entregan todo lo que pueden dar a este momento, es decir, fiereza, oscuridad y épica en dos temas extensos (siete y ocho minutos), con atmósferas que circulan con total fluidez y nos empapan del espíritu que la banda intentó impregnar a lo largo del álbum. 

La France des maudits es un ejercicio de sobrevivencia y vitalidad, un álbum contundente de un black exquisito, el cual llega para confirmar el momentazo que la banda continúa viviendo, situándolos a día de hoy como una apuesta segura dentro del género. Que sigan así por muchos años más...

¿Canciones? 'Paris des maléfices', 'La destruction des reliques' y 'Dans le coeur un poignard'.

8/10
Excelente.


Otras reseñas de Seth:

viernes, 13 de septiembre de 2024

Dvne: Voidkind (2024)

 "Peso, técnica y emocionalidad..."

Impacta positivamente el nivel de madurez que muestra una banda como Dvne, quienes recién van por su tercer álbum pero suenan realmente como una agrupación veterana (en un buen sentido, claro). Esto se debe seguramente a que, para bien y para mal, el sonido de la banda no comienza de cero pues hay otros que recorrieron este camino casi veinte años atrás (me refiero evidentemente a Mastodon o High on fire, a quienes incluso los reseñé acá hace poco), lo cual les ha permitido a estos escoceses maniobrar con un norte claro sin tener que estar pagando el costo de la búsqueda. Dicho en simple: Dvne ha comenzado su carrera donde otros la dejaron más de una década atrás. 

El caso es que en este soberbio Voidkind (de pésima portada, todo sea dicho) vuelven a entregarse a esa exquisita mezcolanza que toma todo el peso y suciedad del sludge para instalarlo sobre estructuras propias del progresivo, sin olvidar jamás ese condimento (tan) emocional que empapa su sonido, porque si, ante todo Dvne son una banda que coloca su particular sensibilidad al servicio de la técnica. 

Nos encontramos así ante un álbum extenso (cincuenta y ocho minutos) que durante largos pasajes recordará inevitablemente a los primeros tiempos de Mastodon (cuando los estadounidense efectivamente sonaban llenos de ira y desenfreno), principalmente gracias a esas dinámicas veloces donde la batería redobla en total protagonismo y las guitarras aportan crudeza y peso entre las vocales desgarradas/emocionales a cargo de la dupla Victor Vicart/Dan BarterPara muestra canciones como 'Summa blasphemia', 'Reaching for Telos' o 'Sarmatæ', todas rondando los cinco minutos y dueñas de un sonido directo que apuesta por la fuerza y el desgarro del sonido. 

Luego, en un punto medio se situará la sensacional 'Reliquary' (de mis favoritas en todo el disco), que en su primera parte suena a "una canción más" pero hacia su recta final logra reconstruirse en la calma para cerrar en medio de alaridos angustiantes, mientras que otros momentos irán directamente hacia las estructuras intrincadas, jugando con las atmósferas llevando los temas por sobre los siete u ocho minutos de duración, como en el caso de la notable 'Eleonora' (donde por segundos incluso huelen a Tool) , 'Above de perfect soul' o el bestial cierre a cargo de 'Cobalt sun necropolis', uno de los momentos del disco en que la banda es capaz de llevar sus influencias un peldaño más arriba. 

Voidking de Dvne es un exquisito álbum de metal que logra llegar a aristas donde pares generacionales más ligados al progresivo (como Soen, por ejemplo) ni en sus mejores tiempos pudieron tocar, esto debido al componente agresivo y amargo que desprende el sonido de la banda. El disco resultará entonces plenamente disfrutable por cualquiera que ande en busca de peso, técnica y emocionalidad a flor de piel, sin embargo, no se puede obviar el que los escoceses meten mano a una línea que otros ya han desarrollado, apegándose a ratos con manual a sus influencias, lo cual les resta algo en términos de identidad. Con todo eso si, un tremendo disco. Dentro de lo destacado que habremos oído este año.

¿Canciones? 'Eleonora', 'Reliquary' y 'Cobalt sun necropolis'.

8,2 / 10
Excelente.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Powerwolf: Wake Up The Wicked (2024)

 "Falto de inspiración..."

El gran problema de meterte en la maquinaria de la industria es que esta te obliga a mantenerte constantemente sacando material (el cual se debe defender en vivo, que es de donde realmente sacan dinero las bandas), lo cual inevitablemente acaba mermando en ocasiones el nivel de los álbumes por la sencilla razón de que no hay tiempo para "revisar la fórmula" y el asunto termina limitándose a repetir una receta una y otra vez. Es lo que ha pasado con los alemanes de Powerwolf, quienes vienen lanzando discos de manera incesante desde hace veinte años. No hay sorpresas por tanto con este Wake up the wicked, disco que durante treinta y siete minutos suena engrasado pero falto de inspiración como para al menos estar a la altura del sólido Call of the wild (2021)

Se sucederán acá entonces temas breves de manual con estructuras melódicas clásicas + uno que otro coro ganchero, pero nada particularmente memorable o recordable. Y si bien el disco no abre mal con la acelerada 'Bless'em with the blade' (perfecta para abrir sus conciertos) seguida de los marcados teclados de 'Sinners of the seven seas', rápidamente irá sumergiéndose en una dinámica monótona donde la sensación que va quedando es que las mejores canciones han sido las dos primeras y mucho más el disco no tiene para ofrecer. 

Por supuesto que nada acá es un desastre, ahí tienes '1589' o la inquieta 'Viva vulgata' como ejemplos de que Powerwolf saben lo que hacen, sin embargo, la banda se repite tanto que no encontramos algo acá que justifique el volver al disco. ¿Para qué? Si han hecho lo mismo antes, y mejor...

¿Canciones? 'Bless'em with the blade', 'Sinners of the seven seas' y '1589'.

6/10
Bueno, cumple...


Otras reseñas de Powerwolf:
2021: Call of the wild

domingo, 8 de septiembre de 2024

The Smashing Pumpkins: Aghori Mhori Mei (2024)

 "El último recurso..."

"Los Smashing pumpkins tienen un nuevo álbum. Un regreso a sus raíces. Billy, Jimmy y James vuelven al estilo de guitarra de la vieja escuela..." - afirmaba Billy Corgan en un video viralizado semanas atrás hablando en múltiples idiomas con ayuda de una inteligencia artificial, tratando de meternos el eterno golazo de la vuelta a lo básico. Y es que cuando ya nada te resulta, ¿qué queda? Pues el último recurso: el guiño a la nostalgia. De esta forma, tras la intrascendencia de un Shiny and oh so bright (2018), la fallida aventura synth pop de Cyr (2020) o la verborrea insoportable de ATUM (2023), William Patrick Corgan nos quiere convencer de que este Aghori mhori mei recupera el sonido de sus inicios y entregará a sus fans "lo que quieren oír". El problema, sin embargo, de estos ejercicios se da cuando el autor olvida (o quiere olvidar) que el principal motor del artista es su contexto y que la música no funciona como un ejercicio mecánico donde la mera inclusión de unos cuantos ingredientes implicará un gran álbum. Debe haber algo que decir, algo que transmitir, y eso es lo que termina fallando en cada nuevo disco de Billy Corgan, por más que insista en utilizar la marca Smashing pumpkins e insisto, tratar de convencernos de que "ahora si que si" están de vuelta. 

Y si, que a lo largo de estas diez canciones encontramos peso. Ahí tienes las guitarras de 'Edin', 'Pentagrams' o 'War dreams of itself', pero...¿basta con el peso? ¿basta con que Jimmy Chamberlin acelere? ¿Era eso lo que volvió tan grande a cosas como 'Cherub rock', 'Jellybelly' o 'The everlasting gaze'? ¿O fue acaso la capacidad de Billy (en colaboración con el productor de turno) para construir intensidad? Y ojo, que ni siquiera hay que ir demasiado lejos para comprender de lo que hablo. Ve ahora mismo y dale play a 'Quasar' + 'Panopticon', la apertura de Oceania (aquel sub valorado álbum de 2012 y que mirado a distancia resulta ser el último buen disco de Billy), y compara aquello con lo que hacen aquí en 'Edin', una canción que evidentemente no saben como resolver en su sección intermedia (entre el minuto tres y cinco) o la misma 'War dreams of itself', donde efectivamente le meten todo el peso que pueden, sin embargo, la pregunta es: ¿para qué? Fuera de la aceleración de Jimmy, ¿qué queda? Pues un riff insulso y composición que no consigue lo que promete. No hay filo. Algo similar a lo que le ocurre en la lánguida '999'.

En la lista, mucho mejor quedan cosas como 'Pentagrams' o 'Sighommi', ambas caras de una misma moneda y funcionando en lo suyo, la primera debe ser la mejor en todo el álbum y una que se extiende de manera justificada mientras que la segunda va más al grano y en tres minutos funciona, sin embargo, dos canciones no hacen un álbum y el resto, fuera de las ya mencionadas, van por donde Corgan viene yendo desde hace una década, es decir, esos temas flojísimos que se construyen sobre teclados ('Pentecost', 'Who goes there' o el empalagoso cierre a cargo de 'Murnau') o esos medios tiempos que intentan ser la enésima emulación de '1979' pero que sencillamente no funcionan ('Goeth the fall').

En 2017 Billy Corgan logró convencer a James Iha de volver a la alineación y desde entonces han realizado múltiples giras. En este período, la "banda" ha publicado cerca de 60 canciones bajo la marca The smashing pumpkins, sin embargo, ¿cuántas de estas interpretan en vivo? Muy pero muy pocas. Y es que realmente nadie, ni siquiera ellos mismos, tienen ganas de defender estas canciones, las cuales siguen pareciendo meros caprichos de un megalómano que luce completamente superado por el personaje.

¿Canciones? 'Pentagrams' y 'Sighommi'.

5/10
Nada muy especial...

miércoles, 4 de septiembre de 2024

30 Años De... The Smashing Pumpkins: Siamese Dream (1993)

(31 en realidad, pero que más da...)

"Dolor e inocencia..."

La primera mitad de los noventa fueron una cosa de locos. El mundo al revés, con los chicos oscuros, tristes, depresivos y rabiosos tomándose la escena. Y ahí, hubo de todo pero por sobre todo franqueza y un desgarro muy puro, incluso inocente. Y si existió un álbum que en cierto modo plasmó todo aquello a la perfección fue Siamese dream de The smashing pumpkins, disco que desde ya dio muestras del carácter creativo de un William Patrick Corgan ("Billy" desde ahora) que muy joven se mostró como un artista superior respecto a sus pares generacionales, un joven artista hambriento por salir al mundo y exponer en el camino sus esperanzas, dolores y angustias. No por nada incluso a día de hoy el vocalista sigue hablando en distintas entrevistas de cuanto representó en su vida la figura del mítico Kurt Cobain, a quien sin lugar a dudas pudo entender mejor de lo que se cree (sin ir muy lejos, Billy ya por aquel 1992/3 vivenció fuertes ideas suicidas, varias de ellas expresadas a lo largo de este álbum). De esta forma, Siamese dream transita un ir y venir brillante en el amplio sentido, desde su icónica portada (tierna y dulce, haciendo un total contraste con el contenido del álbum), pasando por sus aperturas musicales y las mencionadas notables líricas de Corgan. 

El disco es ante todo un "álbum de guitarras", con una producción a cargo de Butch Vig marcada por la tendencia al rock ruidoso de comienzos de aquella década. Prueba de esto es el combo  'Cherub rock' + 'Quiet', ambas directas, afiladas y de peso, donde la batería del gran Jimmy Chamberlin también comienza a mostrar credenciales luciendo sin alardes pero con una consistencia pasmosa. También en la Cara A encontraremos otros pasajes cargados al noise, aunque con una mirada algo más introspectiva, rozando incluso la psicodelia como en el caso de 'Rocket' y sobre todo 'Hummer', no sin antes haber matizado y anticipado la capacidad de Corgan para saber llegar a aristas extremadamente emocionales (algo que explotaría un par de años más adelante mediante el colosal Mellon collie and the infinite sadness), primero mediante 'Today' (una en donde el vocalista se canta a si mismo, animándose a disfrutar de cada día y abandonar los pensamientos suicidas) y luego con el clásico 'Disarm', una de las canciones más dolorosas de aquella década y una que supo expresar como pocas veces el dolor que puede llegar a significar la infancia ("Te desarmo con una sonrisa / Y te dejo como aquí me dejaron / Marchitado en negación / La amargura de quien está en dolor..."), esto enmarcado en preciosos arreglos de cuerdas dispuestos a pasar a la historia. 

De igual forma la Cara B del disco se explayará sobre estos mismos conceptos, oscilando entre la calma de cosas como 'Soma', la acústica 'Spaceboy' (que intenta transitar también los caminos de 'Disarm' aunque con menores resultados) o la dolorosa 'Mayonaise' (implorando por paciencia en aquel notable "Y fallo / Pero cuando pueda... lo haré"), y los guitarrazos de 'Geek U.S.A', otra que anticipa con claridad el sonido más duro que la banda exploraría en su siguiente disco, para terminar cerrando con la tranquilidad de 'Luna'

Como detalle podría mencionarse el que el disco va claramente de más a menos con una segunda parte que a veces no logra sostener el nivelazo de la primera ('Sweet sweet', por ejemplo, es una balada que si no aparecía en la lista nadie reclamaba), esto por buscarle algo a un disco casi perfecto que compensa esos pequeños baches con el sentir a flor de piel que transmite en todo momento, un equilibrio perfecto entre dolor e inocencia, fuera de una constante búsqueda musical que desde entregaba señales de un talento enorme. 

¿Canciones? 'Rocket', 'Today', 'Disarm', 'Mayonaise'. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

John Grant: The Art Of The Lie (2024)

 "En bruto, sin ediciones ni recortes..."

John Grant es todo lo que esperaríamos de un artista. Digamos, un tipo que plasma todo su ser en la música, tanto en términos líricos como en cuanto a arreglos. De esta forma ha llegado a su sexto disco en solitario, exponiendo hasta lo más íntimo, desde sus inquietudes políticas, filosofías de vida, hasta sus momentos más personales. En este sentido The art of the lie lo mantiene en su tónica, quizás un peldaño más abajo en términos de atmósferas (más oscuras, siniestras y ariscas con el auditor esta vez), aunque por lo mismo, matizando de vez en cuando una que otra jugarreta dinámica donde lo oiremos aplicando filtros a su voz y llevando el vocoder al límite, sin embargo, estas serán excepciones ante un disco en general reflexivo y, digámoslo, triste.

Como ha sido costumbre en su discografía, The art of the lie llega a tres años de su antecesor y mostrando una versión extensa del artista, es decir, un conjunto que supera la hora de música (sesenta y un minutos para ser exactos) entre canciones que no se guardan absolutamente nada. De hecho, a tal punto llega la desfachatez del vocalista, que en su primera parte enlaza sin asco tres canciones de más de siete minutos, una atmosférica y cuidada 'Marbles' (tétrica y delicada a la vez) + las personales 'Father' (con las líneas más dolorosas de todo el disco: "Hay veces en que solo quisiera correr a tus brazos / Que me abraces una vez más / Y siento vergüenza de no haber sido el hombre que siempre quisiste que fuese...") y una espesa 'Mother and son'. Por tanto, lo dicho, que John Grant no adorna nada ni cuida las formas para "agradar" o volver su música algo más accesible. El hombre tiene más que claro que apunta a un nicho y pasa por completo de la masividad. Dicho en simple: quienes lo oyen saben porque están acá y como premio lo obtendrán en bruto, sin ediciones ni recortes. 

Fuera de las mencionadas, el disco también tendrá sus momentos políticos. Sin ir muy lejos toma título a partir del libro de Donald Trump ('The art of the deal') y no por nada cuenta con esa portada, con ese lugar tan puramente estadounidense: un local de comida rápida plenamente iluminado pero en total soledad. A esos mismos conceptos apuntan canciones como 'All that school for nothing',  'Meek AF' o 'It's a bitch', en estas acelerando algo la dinámica y apuntando dardos a la idiosincrasia de su tierra, mientras que en la recta final retomará la intimidad en algo como 'Daddy' o la exquisita 'The child catcher' (¡muy bien metiendo ese solo en la recta final!), cerrando así un álbum en general oscuro que vuelve a dejar al vocalista en una zona de difícil accesibilidad. Él lo sabe, sin embargo, le da igual. 

¿Canciones? 'Marbles', 'Meek AF', 'The child catcher' y 'All that school for nothing'.