"Encamina hacia la luz..."
Yendo a la lista, el disco abre recitando una breve fábula en 'Song of the lake', hablando de un anciano que se debate entre sumergirse en un lago (por una mujer) y quedarse en la orilla, para luego desatar un trabajo que nos instala en una iglesia donde Nick es el predicador, abalanzándose fuertemente hacia la fe, ya sea en 'Frogs' funcionando como motor de esperanza ("¡Oh señor! / Los niños en los cielos saltan de alegría y abren los cielos / Así que quita esa arma de tu mano / Que todo estará bien, dicen las campanas...") o en 'Joy' siendo contención ante la tragedia ("Sentí como si alguien de mi familia hubiese muerto / Salté como un conejo y caí de rodillas / Grité por todos lados y dije: ten piedad de mi..."), en una evidente referencia hacia la muerte de sus hijos, la pérdida y necesidad de salir adelante con esta a cuestas ("Le hablé a mi dolor y grité: ¿Quién fue? / Sentado en mi cama está este chico ardiendo / Y dijo: todos hemos tenido ya demasiada tristeza / Es tiempo de la alegría..."), idea que volverá a aparecer en el relato de 'Final rescue attempt' ("La última vez que viniste fue para rescatarme / Después de eso nada volvió a doler / Ni siquiera el dolor común...").
Dentro de lo más destacado del álbum aparecerá la explosiva 'Wild god', que durante cinco minutos irá llevando a hervor su melodía inicialmente sobre unas cuerdas para acabar desatándose entre eufóricos coros, algo similar a lo que ocurrirá en 'Conversion', donde el góspel se toma por completo la canción pasando los tres minutos. De igual forma, otra que impacta es 'Cinnamon horses', que si bien centra su estructura en la repetición logra conmover en base a sus reflexiones ("Porque el amor no pide nada / Pero el amor nos cuesta todo..."), llegando así a una recta final que despide el disco en total calma, ya sea sobre el piano de 'Long dark night' o la tranquilidad de 'As the waters cover the sea', diez minutos finales algo débiles respecto al resto aunque nada que alcance a empañar un global soberbio.
Wild god suena enorme. Es Nick Cave y sus malas semillas haciendo nuevamente de las suyas en un trabajo que habla del dolor y la pérdida pero encamina el relato hacia la esperanza. Musicalmente el disco es diverso, coquetea con la oscuridad (era que no...) aunque siempre pareciese encontrar la luz con ayuda de múltiples explosiones y coros realmente magníficos. Que decir, un grande que pese a todo el dolor que carga a cuestas se muestra indemne y creativamente pleno.
¿Canciones? 'Wild god', 'Joy' y 'Cinnamon horses'.
2019: Skeleton tree
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