"Entregados a su arista más dura..."
En este sentido, este nuevo álbum desata sus armas lentamente. Sin ir muy lejos, abren con 'Am I really going to die', donde en el riff se acercan bastante a lo que harían unos Franz Ferdinand hoy en día, por ejemplo, aunque White lies saben equilibrar en estrofas y coro con teclados por lo que el resultado suena propio y contundente. De igual forma encuentran perfecta conexión mediante la sólida 'As I try not to fall apart' (la canción), que es de lo más contagioso que han compuesto en una década con un sólido trabajo de baterías que aporta un exquisito elemento dinámico, seguida de la balada 'Breathe', donde (¡al fin!) dan con una balada que impacta en los coros, fuera de sonar interesantes todo el rato en términos de arreglos, para finalmente ir cerrando la Cara A con 'I don't want to go to mars' entre guitarras que van a ir al frente en estrofas + coros, conectando de manera clara con los explosivos tiempos de Ritual (2011), en una clara demostración de que si en todos estos años no han ido por acá es porque simplemente no han querido...
Ahora, si lo anterior estaba bien, donde si el disco comienza a romper en serio, a marcar diferencias y desbordarse, es en los casi siete minutos de 'Roll december', con una batería que se siente con fuerza todo el tiempo y sucias guitarras que nuevamente van en la clara búsqueda de recuperar la arista más rock de White lies, aquella que parecía haberse extraviado entre la sutileza de sus antecesores, de hecho, el parón que realizan a los 5 minutos de canción, dando paso a un riff seco y punk, es algo que jamás habían hecho.
Con las cartas sobre la mesa y la idea de que lo más potente del álbum ya fue expuesto, sonarán en el nudo de este un par de medios tiempos que (sin ser malos temas) se conforman con cumplir, como 'Step outside' o 'Ragworm', sin embargo, As I try not to fall apart aun irá por más al entregar momentos realmente desafiantes y enormes en su segunda mitad, principalmente en la recta final. Esta abrirá con 'Blue drift', una donde la banda pareciese no agotarse en el intento de explotar al máximo el potencial del tema entre estallidos que se suceden (es hermoso lo que hacen a los 3 minutos de canción), seguida de 'The end', que es melancolía evidentemente muy The Cure (en modo 'Plainsong' con ese mar de sintetizadores que meten al comienzo), para cerrar con 'There is no cure for it', que impacta con una primera mitad contenida que acaba por desatarse entre (nuevamente) sucias guitarras y una energía a momentos descontrolada que deciden además acabar de golpe, en un cierre sorpresivo para el disco.
Salvo una que otra excepción, Harry McVeigh suena bastante contenido en las vocales, cediendo protagonismo a las atmósferas que la banda ha pretendido entregar esta vez. Ahí, se han lanzado hacia la arista más rock y dura de White lies, una que hasta ahora les desconocíamos. Hay muchos momentos memorables en estos cuarenta y siete minutos de música, momentos que ciertamente les reinventan aunque sin que esto signifique sacrificar su identidad. Continúan siendo ellos, la elegancia y los teclados aún están, pero rompen de golpe con el camino que venían transitando al alejarse del pop y la sutileza de los arreglos. En este crudo camino han encontrado el mejor disco de su carrera, el primero que huele a otra categoría...
¿Canciones? 'As I try not to fall apart', 'Roll december', 'Blue drift'.
¡Excelente!
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