"Un paso al frente..."
¡Pero vaya sorpresa! A tan sólo un año de la publicación de Lover (2019), y cuando nadie lo esperaba, la norteamericana Taylor Swift ha decidido golpear la mesa y romper la línea de sus anteriores trabajos mediante la publicación de un álbum inesperado y que se distancia claramente de aquello que antes le habíamos conocido. En la búsqueda de este objetivo se ha dejado asesorar por Aaron Dessner (productor y miembro de The national), quien ha colaborado en letras y arreglos de gran parte del disco, entregando así a este buen folklore un tono reflexivo que se contrapone al pop dinámico y adolescente que la vocalista venía entregando desde hace un largo rato.
De esta forma, en su octavo álbum Taylor Swift ha abordado una serie de miradas en torno al mundo de las relaciones pero lo ha hecho desde una perspectiva adulta en lo lírico (encontrando varias de las mejores líneas de su carrera) e introspectivo en lo musical, un disco marcado por sentidas baladas, todas ellas arregladas al detalle y que lejos de sonar ligeras o de manual apuestan por la profundidad en el sonido. De todo aquello habla la partida a cargo de 'The 1' + 'Cardigan', en la primera habla de aquellos amores que no fueron ("Tu sabes, las mejores películas son las que nunca se filmaron...") mientras que en la segunda se plantea la historia de una infidelidad ("Besos en autos y bares era todo lo que necesitábamos / Tu dibujaste estrellas alrededor de mis cicatrices / Pero ahora estoy sangrando..."), en la que desde ya debe ser una de las mejores canciones que nos habrá dejado este 2020. En ambas mencionadas el piano funciona como instrumento guía aunque las percusiones a cargo de Dessner son total aporte en cada ocasión, lo mismo que ocurrirá más adelante, en ocasiones incluso acariciando la gloria como en 'Exile', en donde participa Bon Iver regalando un doloroso diálogo con Taylor, con un contraste vocal entre ambos que transmite a la perfección la desconexión de una pareja que se rompe en pedazos.
Por supuesto que el disco no se quedará solo en estas, en 'My tears ricochet' la vocalista emociona como nunca cuando sube al coro encontrando nuevamente en la producción un tremendo aliado, con unas percusiones que hacen de lo poco algo inmenso. En 'Seven' triunfa con una dulce y sencilla melodía mientras que en canciones como 'The last great american dynasty' (dedicada a Rebekah Harkness, artista, millonaria y mecenas del arte, que vivió en casa que Taylor compró en 2015) o 'August' intentará escapar por minutos del exceso de baladas aumentando un poco los tiempos del disco.
Si algo hubiese que criticarle a folklore es su evidentemente exceso de canciones, son dieciséis en 63 minutos de duración y ahí piezas como 'Mirrorball', 'This is me trying' (donde se concierte en toda una Lana del Rey) o toda la recta final se vuelven algo repetitivas por lo que cuesta bastante llegar al cierre del álbum, lo cual es lamentable considerando lo enorme de toda la primera mitad de este. Con diez y once canciones estaríamos hablando de uno de los discos del año pero con todo lo que ha entregado acabamos quedándonos con una primera mitad fantástica, siete u ocho canciones brillantes y un puñado de relleno que no acaba de estar a la altura.
El tiempo dirá si folklore representa el punto inicial de una nueva etapa musical para Taylor Swift o la mujer acaba reculando como ha hecho recientemente Lady Gaga tras su interesante Joanne (2016). Por ahora nos quedamos con un muy buen trabajo que seguramente dejará satisfecho tanto a fans como a auditores casuales de la artista.
7 / 10
Muy bueno.
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