"Bailando con lágrimas en los ojos..."
La apertura es impecable, 'Maricoteca' regala desfachatez en su adictivo coro ("No busques a tu mamá, que aquí nadie te va a salvar / No te olvides de papá que está en el baño volando alto...") tocando el tema del regreso a un viejo amor ("Te extrañé tanto / Y veo que tu deseo está intacto / No vuelvas a casa, que esta es tu casa y tu eres de aquí..."). Desde acá se sucederán varias pequeñas joyitas, donde algunas de ellas abordarán el desamor de manera visceral. Ocurre en 'Qué piensas hacer sin mi?', que se instala en la indignación ("Cambié toda mi vida por ti / Qué rabia pensarlo..."), tópico que también aparecerá más adelante en 'Tienes una idea muy antigua del amor', en compañía de Julieta Venegas, también en 'Mi vida en llamas' junto a Buscabulla ("Y ya no estoy en condiciones de llorarte más..."), mientras que algo como 'Precipicio' (punto altísimo del álbum) expresará a la perfección las ansias por pasar las penas bailando ("Si me dices que ya no me quieres más / Enloquezco / Me pongo a bailar...") entre arreglos cargados al funk.
Pero lo dicho, que el álbum culebreará constantemente entre la esperanza y la desilusión, siendo 'Toda la noche', la sofisticada 'Vamos de nuevo' o 'Nuestra vida juntos' buenos exponentes de lo primero, de esa búsqueda por re encantarse con una relación. En cuanto a lo musical el trabajo gozará de buena dinámica, jugando a ser Harry Styles y acelerando con los teclados ochenteros en 'Pueblo fantasma', trayendo a su terreno a Javiera Mena en la exquisita conversación entre amigas que reproduce 'Unx de nosotrxs' o desatando la electrónica a rabiar en la juguetona 'Prediciendo la ruina'.
Hay confianza por parte de Alex en su material al punto de extender el disco más allá de lo prudente (son dieciséis canciones en sesenta y cinco minutos), sin embargo, la diversidad en la propuesta ayuda a que el trago pase sin problemas. Y si bien el álbum por lo general es alegre y luminoso, en la recta final aparecerán cosillas algo más oscuras y solemnes, recordando al Charly García más brillante (ese de Clics modernos) en 'Balada de la impunidad', acudiendo a sonidos latinos en 'El diablo en el cuerpo', a sutiles guitarras en 'Despertando' y cerrando junto a Christina Rosenvinge en 'Tengo una confesión'. Mención aparte requiere algo como 'Ahora somos dos', con la que el disco encontrará su punto emocional más alto relatando una sensible historia de abandono y amor ("No tiene familia / Ni nunca tuviste hasta que me dijiste: quiero que me quieras como soy..."), con descarnada salida del closet incluida ("Nunca quise una casa con esposa y siete bebés / Les dijiste: gracias a Dios que salí maricón..."), una que le inflaría el pecho al mismísimo Pedro Lemebel.
El diablo en el cuerpo no descubre nada nuevo pero abraza la canción pop con enorme talento y tino melódico. Alex Anwandter encuentra ese equilibrio tan difícil de hallar entre algo que suena ligero pero es profundo a la vez, para esto mete mano a un cóctel exquisito de influencias y se hace acompañar de una serie de artistas que esbozan pincelazos en ciertas canciones. En definitiva, un disco para gozarlo, vivirlo y sufrirlo de comienzo a fin, lo mejor de su carrera y de lo bueno que habremos recibido en 2023, aunque este mundo ingrato no se entere...
¿Canciones? 'Ahora somos dos', 'Precipicio' y 'Maricoteca'.
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