"Su más alto momento..."
Y acá voy, regalándome un gusto con una copa de vino a mi lado.
Que me perdonen los fanáticos del español, pero en toda la primera década discográfica de Joaquín Sabina no logro encontrar más de cinco canciones de mi agrado, y si gustan las cito: 'Calle melancolía' , 'Whiskey sin soda', 'Princesa', 'Medias negras' y 'Corre, dijo la tortuga'. Puede que sea la precaria producción lo que me espanta (eso si que no me lo pueden negar, sus primeros discos suenan en exceso amateur) o la excesiva simpleza en materia de arreglos, pero el caso es que no es sino hasta 1992 cuando me encuentro con el primer disco realmente disfrutable de Sabina, hablo de Fisica y química. Temas como 'Y nos dieron las diez', 'Conductores suicidas', 'La del pirata cojo' o 'Amor se llama el juego' quedarían marcados a fuego en el comienzo de una etapa absolutamente genial del cantautor español. De hecho, Física y química se vería complementado con dos álbumes más fabulosos aún, los mejores de la carrera de Sabina, me refiero a Esta boca es mía (1994) y Yo, mi, me, contigo (1996), y en este último me quiero concentrar hoy.
Y si el de 1994 supuso un avance importante en lo musical, dos años más tarde Sabina llegaba para consagrar definitivamente el equilibrio encontrado. Esta vez su pluma, poesía y buen humor se conjuga con una dosis importante de diversidad de estilos. En ese sentido Yo, mi, me, contigo es una montaña rusa que va y viene pero siempre funciona de maravillas, Sabina emociona y conmueve con su constante oda a la imperfección, con su siempre particular visión del amor o el desengaño, lo logra en versión rock con 'El rocanrol de los idiotas', con la preciosa 'Contigo' o la absolutamente visceral 'Y sin embargo' (una de las mejores de su carrera, no?), pero también convence a la hora de realizar su particular homenaje a la vida en 'Jugar por jugar' ("La vida no es un block cuadriculado si no una golondrina al viento...") , al hablar de amores pasajeros en 'Aves de paso' o realizar un notable homenaje a Joan Manuel Serrat en 'Mi primo, el Nano'.
Sabina colabora con Charly García en 'Es mentira' y se empapa de su desfachatez ("Es mentira que sepan a vinagre los besos sin amor..."), se lanza a la política en 'Postal de La Habana' para durante la recta final del álbum entregar una serie de jugarretas freaks, primero en versión ranchera con 'Viridiana', luego rock en 'Las seis de la mañana' y él sabrá que en la loquísima 'No sopor...no sopor'. El disco acabará definitivamente con la íntima y personal 'Tan joven y tan viejo', el último rastro en su discografía con voz limpia (desde acá lo oiremos con su característica garganta cada vez más rasposa) y el cierre definitivo de una etapa.
Yo, mi, me, contigo es un disco tremendo en donde el poeta equilibra (¡al fin!) sus punzantes líricas con arreglos y una producción sofisticada, un álbum tan incorrecto como perfecto y que da muestras del instante que Joaquín Sabina vivía, un momento único, irreverente e irrepetible. La resaca vendría más tarde, pero en 1996 el español seguía plasmando su particular forma de sentir como quien sabe no tiene ya nada que perder. Muchos le debemos demasiado, y bueno, esta reseña de aniversario ha tratado de ir por ahí...
¿Canciones? 'El rocanrol de los idiotas', 'Contigo', 'Es mentira', 'Y sin embargo'.
9/10
Brillante.
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