Becoming a Jackal (2010) fue un disco hermoso, inundado de bellas e íntimas melodías que parecían compuestas por un tipo, una guitarra, un piano y su soledad (aquello que algunos gustan llamar indie folk). Fue probablemente uno de los mejores discos de aquel 2010 (si no lo has oído, deberías) por lo que el desafío de cara al segundo álbum no era menor para la banda liderada el irlandés Conor O'brien. Parecía difícil superar aquel debut pero el tipo lo ha logrado y cual Usain Bolt lo ha hecho con tiempo de sobra, marcando además distancia con pares como Mumford & sons o Fleet foxes, quienes disco tras disco tendieron a quedarse pegados en el mismo sonido. {Awayland} entonces nos abre el apetito, confirma el que estamos frente a un tremendo compositor (ya no caben dudas de aquello) y nos ilusiona de cara al futuro de la banda.
Para este nueva entrega la esencia se ha mantenido pero se han incorporado nuevos sonidos, entregándonos un disco que se muestra inquieto, deseoso de no repetir las fórmulas. Los afanes melódicos siguen ahí y se aprecian en canciones como "Nothing arrived" (que me recuerda esos tremendos temas de Death cab for cutie pero con una intensidad que acá es llevada a otro nivel) pero esta vez el envoltorio es distinto, los coqueteos con la electrónica y las maquinitas abundan, las estructuras sorprenden. Y si bien la acústica e íntima partida a cargo de "My lighthouse" pareciese dar continuidad al sonido de Becoming a Jackal, la aparición de las fantásticas "Eartly pleasures" (candidata desde ya a canción del año), "The waves" o la excelente "The bell" disparan el asunto hacia otra dimensión, las tres parecen extraídas de los mejores años de Radiohead y dan muestra de un hambre impresionante a la hora de construir canciones que no se conforman con solo encontrar una gran melodía sino que son capaces de ir en busca de arreglos más y más profundos.
"Judgement call" es otro de esos momentos iluminados con que cuenta el disco. Comienza muy en calma con un golpeteo que acompaña durante los primeros 2 minutos para poco a poco ir reventando de gran forma. La verdad es que las siete primeras del disco (si, dije siete) son un paseo que no tiene segundo de desperdicio, momentazos tras momentazos y donde cada una es un mundo. Recién en la recta final del disco (tras un delicado instrumental acústico que da nombre al disco) aparecerán temas algo más sesudos como "Passing a message" y "Grateful song" (que suenan como quisiesemos que sonase Coldplay) y un par de canciones que retoman la intimidad, "In a newfound land you are free" y "Rhythm composer", ambas son simples (quizás demasiado) y cierran el disco de manera tibia, probablemente el único defecto que le podría encontrar a este trabajo. Faltó un mejor cierre.
Los dos primeros discos de cualquier banda tienden a ser los más fáciles de componer (dicen!). El material sobra y solo hay que pulirlo de manera adecuada. Sin embargo, no cualquier logra lo que Villagers ha logrado, es decir, entregar dos discos de tremendo nivel, cada uno con su respectiva identidad. De los grandes discos que nos dejará esta década.
8,8 / 10
Brillante.
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