"Personal, valiente y auténtica..."
Dance fever abre de manera valiente con 'King' y un tono reflexivo que desde ya anticipa por donde irán las cosas. Digo valiente porque la canción no es particularmente pegajosa, es más, carece de gancho y centra su potencial en el mensaje ("Conversábamos en la cocina respecto a si tener o no hijos, el fin del mundo y la magnitud de mi ambición / Y cuanto el arte realmente vale..."), trazando un camino que privilegia en todo momento el relato por sobre lo musical ("Eso donde mejor eres, es aquello que más te hiere / Pero necesitas un corazón podrido / Necesitas ir a la guerra para tener algo que cantar..."), encontrando un único momento de desahogo entre gritos (2:40) para acabar en otra reflexión enorme ("Y nunca fui tan buena como creía que era / Pero sabía como disfrazarlo / Nunca estuve satisfecha / Eso nunca me dejó / Sólo me arrastró del pelo para comenzar un nuevo show..."), en la que ciertamente debe ser una de las mejores letras que la vocalista ha encontrado a día de hoy, y vaya que esta mujer ha escrito buenas letras...
El álbum continuará con 'Free', con una lúdica reflexión en torno a su salud mental (por cierto, el video no puede ser más simpático), seguida de la inquieta 'Choreomania', la primera invitación al baile que contiene el álbum (una que hubiésemos querido se repitiese algo más, también para darle algo de coherencia al título del disco), realizando referencia a un movimiento medieval donde grupos de personas se reunían a bailar y donde la artista continúa reflexionando en torno al cristianismo (herencia que la persigue desde sus inicios) aunque insertando buenas dosis de feminismo al concepto ("Dijiste que el rock and roll está muerto / Pero es porque no ha sido resucitado a tu imagen y semejanza / Como si Jesús volviese en un hermoso vestido..."). La segunda invitación al baile llegará más adelante mediante la enorme 'My love', astutamente situada en la recta final del trabajo, cuando este realmente tendía a sonidos mucho más opacos.
Y es que contrario a lo que habríamos esperado, lejos de lanzarse a la fiesta, pasado el tridente inicial el disco rápidamente dará el giro hacia algo más íntimo, con canciones que funcionan casi a modo de oración religiosa entre arreglos que serán mero acompañamiento sutil para aquello que se narra, me refiero a 'Back in town' ("Vine acá por el placer pero me quedé por el dolor...") seguida de 'Girls against god' ("Y es bueno estar viva / Llorando con un cereal a medianoche ...") o el interludio 'Prayer factory', en la pasada claramente más espesa del trabajo. En una línea similar funcionarán cosas como 'Cassandra' o en 'Heaven is here', con claro protagonismo vocal de Florence (que se come los temas, para bien y para mal), mientras que en las notables 'Dream girl ever' ("¿Soy la chica de tus sueños? ¿Me imaginas en la cama? / Pero nunca podrás tenerme / Y me gusta mejor estar en tu cabeza...") o 'Daffodil' la vocalista encontrará el equilibrio adecuado entre voz, letra, arreglos e intensidad, para finalmente cerrar el álbum con 'The bomb' + 'Morning Elvis', que son absoluta dulzura y elegancia.
En contra del disco estará lo arisco que se pone en su nudo, también el cambio brusco que se vive tras las tres primeras. A favor el que la propuesta de todas maneras fluye y da muestras de una mujer que, como pocas, lejos de intentar calzar con las tendencias actuales corre el riesgo de sonar a si misma. Y bendita sea por eso.
¿Canciones? 'King', 'Choreomania', 'Dream girl evil' y 'My love'.
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