"Un paso fuera de la caja..."
De ahí que el álbum abra con una dupla como 'Spectre of extintion' + 'The paradox', dos canciones directas y efectivas que van tras el machaque técnico/melódico marca de la casa a estas alturas, con un Tomas Lindberg que suena agotado y al límite vocalmente (hay que decirlo) pero que por lo mismo se deja la vida en cada nota. Luego, sin embargo, el disco se entregará hacia sonoridades más espesas, primero en 'The nightmare of being', luego con la atmosférica 'Garden of Cyrus' (con saxo incluido y ese sonido progresivo que nos recuerda a momentos al Opeth de esta última década, y por ende a King Crimson) y más adelante en 'The fall into time', esta vez disfrazados de Septicflesh en la partida para luego ordenar el tema y volver a desordenarlo en un jam creciente (4:10) que desembocará en los coros finales, en la jugada claramente más arriesgada del álbum y que contiene buenas dosis de lo que muchos (no fans evidentemente) esperábamos de At the gates: riesgo.
Las cartas por tanto se muestran ahí, en la primera parte del álbum, y el resto será insistir sobre el mismo ir y venir: canciones efectivas donde sacan músculo ('Touched by the white hands of death', 'The abstract enthroned') y otras donde se ponen a explorar ('Cult of salvation', 'Cosmic pessimism'). El movimiento pendular constante a ratos descoloca y también deja la sensación de no ser un disco definitivo para At the gates sino más bien un paso fuera de la caja para ver como se siente el exterior, pero como sea, la experiencia convence de sobra.
¿Canciones? 'Spectre of extintion', 'The paradox', 'Garden of Cyrus' y 'The fall into time'.
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