"Dramáticamente correcto..."
En la historia de la música contemporánea hemos presenciado muchas veces la partida del vocalista de una banda emblemática y unas cuantas el que esta haya decidido continuar con un relevo. En ocasiones se ha optado por una voz similar a la histórica (Tim Owens para Judas Priest o William DuVall en Alice in chains claros ejemplos) mientras que en otra se ha buscado a un personaje de registros completamente opuestos (como hizo Iron maiden con Blaze Bayley). En ese sentido, Stone temple pilots intentó el segundo camino años atrás con la presencia de Chester Bennington (que además era fan de la banda) como frontman, apuesta que jamás acabó por cuajar y hoy regresan buscando la primera vía, con Jeff Gutt en las voces. Vuelven a intentarlo eso si con una carga no menor a cuestas, la de por obra del azar contar con dos vocalistas bajo tierra en sus registros.
Como sea, la propuesta es confusa. Regresan con un nuevo álbum homónimo (en 2010 ya habían lanzado uno) con un clon de Scott Weiland en las voces y un sonido que honestamente no define ni re define absolutamente nada. Y es que nos encontramos frente a un disco de manual por donde se mire, algunos temas cuentan con gratas dosis de rock and roll ('Middle of nowhere', el single 'Meadow' o las guitarras de 'Six eight' funcionan como puntas de lanza), medios tiempos por doquier ('Guilty') y un puñado de baladas dramaticamente correctas ('The art of letting' o 'Thought she'd be mine', terribles). Del sonido punzante y afilado de cualquiera de los primeros cuatro álbumes de Stone temple pilots, ni asomo.
¿Qué la banda está en todo el derecho de regresar cuantas veces les de la gana e intentar con cuantos vocalistas deseen? No duda cabe. Sin embargo, en esta ocasión no han hecho sino traernos al presente la memoria Scott Weiland y lamentar más aún su ausencia.
4/10
Malo.
Malo.
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