Cal y arena.
Vamos a comenzar realizando una aclaración: a estas alturas del partido Andrés Calamaro puede hacer lo que le de la gana,cagarla cuantas veces quiera... y no pasa nada. Las obras están, por lo que su nombre ya está escrito en la historia del rock latinoamericano con letras doradas.
Vamos a comenzar realizando una aclaración: a estas alturas del partido Andrés Calamaro puede hacer lo que le de la gana,
Hecho el alcance, pasemos a descuartizar su más reciente álbum, un confuso Volumen 11.
A diferencia de Bohemio (2013), esta vez en argentino ha optado por regalarnos un trabajo que expone su linea incorrecta y menos pop, de hecho, se entiende el que 'La noche' (auto plagio descarado de 'Palabras más, palabras menos' de Los Rodriguez) haya sido adelanto promocional del álbum ya que es la única que podría sonar en una radio, las dieciocho restantes (si, diecinueve temas tiene el disco) escapan de manera intencionada de las melodías fáciles y abordan el rock desde una mirada más diversa, caótica y desordenada. En ese sentido el álbum, al menos en materia de intenciones, conecta con ciertos momentos del extraordinario Honestidad brutal (1999) y recuerda sobretodo a El salmón (2000). Aunque insisto: hablamos únicamente de intenciones, ya que los resultados pertenecen a mundos diferentes.
Lo mejor de Volumen 11 se concentra en su primera mitad. Ahí destaca la dinámica de 'Apocalipsis en malasaña', la reflexión de 'Rock y juventud', además de la melancolía de 'Atunes y ballenas' + 'Como el viento voy a ver' (original de Pescado rabioso, la mítica banda del flaco Spinetta). Más adelante encontraremos otro refrito en tono de bolero, me refiero a 'Mareo' (de Babasónicos) y el blues desnudo de 'El huevo y la gallina', otro experimento bien logrado. Digamos que hasta acá, pasando por el nudo, el asunto dentro de su linea poco amigable convence con buenas armas.
Lamentablemente la segunda parte del trabajo resulta en exceso espesa y musicalmente muy poco inspirada. Suenan acá una seguidilla de canciones que no sobrepasan los dos minutos de duración (a excepción del instrumental 'Trujillo libre', que supera los diez) pero entre todas no hacen una. 'Cazador de ateos' es quizás la más interesante, aunque únicamente por el texto confrontacional.
Era necesario el que Calamaro escapara un tanto de su zona de confort y nos soltara un disco que recuperase aquel filo que en algún momento fue característica propia. Sin embargo, al abrir la llave y dejarla correr en esta ocasión el desborde no ha terminado bien, la inspiración ha fallado por lo que Volumen 11 no hace más que sumarse a la lista de irregularidades que el argentino viene entregando desde hace más de una década. Un quiero pero no puedo en toda regla. Pero insisto, no pasa nada...
5/10
Irregular.
totalmente de acuerdo, lo empecé a escuchar y no lo terminé. Me gusta bastante más el de Ariel Rot. Saludos!
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