Un 8 de enero de 2013 el gran David Bowie decidía sorpresivamente volver a las pistas con The next day. Cual artista que se toma la calle, el inglés sin previo aviso nos regalaba catorce canciones que colocaban las cosas en su lugar tras diez años de silencio, reconciliándose de paso con su faceta más rock y tradicional. The next day estuvo muy bien, transformándose en uno de los hitos importantes de aquel año (y si es que no de la década), sin embargo, Bowie volvería por más. Exactamente tres años más tarde, en su cumpleaños número 69, el hombre regresa a nosotros con ★ (desde ahora Blackstar), su (último) sincero intento por trascender (¡cómo si hiciese falta!).
Hay piezas que ya conocíamos de Blackstar, 'Tis a pity whe was a whore' y 'Sue (or in a season of crime)' aparecieron en 2014 como parte de un compilado, aunque esta vez han llegado a nosotros transformadas, la primera marcada por un imponente redoble de batería y un saxo que durante todo el tema acompañan a un Bowie que suena al límite, conmoviendo con cada una de sus notas, mientras que la segunda es desorden, con una batería que nuevamente es protagonista aunque esta vez Bowie relata en off desde la penumbra en medio de una estructura exquisitamente caótica.
Ahora, por si las dos mencionadas fuesen poco, la primera parte del álbum se completa con dos joyas de proporciones, dos temas que van directo a la carpeta 'The very best' del vocalista, me refiero a 'Blackstar' (la canción) y 'Lazarus'. Una abarca casi diez minutos de oscura atmósfera, ahí oímos a un Bowie robótico que solo es interrumpido de manera magistral por un interludio melódico, la otra es la evidente despedida, el personal epitafio de un hombre que sabía nos dejaría pronto, el relato es escalofriante y la interpretación magnífica ("Mírame estoy en el paraíso / Tengo heridas no visibles / Tengo drama, no puede ser robado / Todo el mundo me conoce ahora..."), un tema que por si solo da para una entrada completa. Y del video promocional ni hablar, es Bowie excelso hasta su último minuto de existencia.
Los últimos quince minutos de álbum no bajarán el nivel. 'Girl loves me' es probablemente el tema más experimental del álbum, uno en donde las guitarras prácticamente no aparecen y todo es batería electrónica, teclados y sintetizadores. 'Dollar days' debe ser la única del disco que empatiza con un sonido más tradicional, un tema que perfectamente podría haber sido parte de The next day dada su particularidad melódica. Mención aparte merece el solo final de saxofón que se enlaza a la perfección con guitarras y un Bowie que repite un incesante y conmovedor "I'm dying to, I'm tryin' to...". Para el final queda 'I can't give everything away', otra que sobre un redoble constante construye ambientes impecables y despide de manera soberbia a este tremendo Blackstar.
No tenía porque correr tanto riesgo con uno de los discos más complejos de su carrera pero las ganas de ir al límite de sus capacidades seguro que pudieron más. David Bowie se despide así de nosotros dejando un legado imborrable, siendo Blackstar su última maravilla. Arriesgado, valiente y talentoso. O como a mi me gusta resumir en tan solo un adjetivo: eterno.
9 /10
Brillante.
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