"Despedida sin dramatismo..."
En dicho sentido, el octavo álbum de Candlebox sostiene la línea que la banda venía trayendo durante sus últimos trabajos, es decir, un rock limpio que oscila entre canciones (de tres minutos y algo todas) cargadas a la dinámica, medios tiempos y baladas, digamos, un álbum de guitarras bastante tradicional. Ahí tienes esa partida con 'Punks' o 'I should be happy', bajadas de revoluciones en cosas como 'What do you need' (con enormes aires al sonido que desarrollan unos Royal blood, por ejemplo) y baladas melosas estilo 'Nails on a chakboard' o 'Maze', todas canciones que cumplen aunque claro, no escapan a estructuras algo típicas, sin quiebres ni arreglos demasiado llamativos por lo que el conjunto acaba quedando en el "correcto" y no mucho más.
El título de este disco final de Candlebox anticipa bastante: el final de la carrera de la banda pareció estirarse bastante. También la portada, con la que intentan adjudicarse un par de páginas en el libro de la historia de la música. Lo cierto es que navegando en el silencio los norteamericanos intentaron de distintas maneras sacarse de encima el peso de ese tremendo debut de 1993, sin embargo, verdad sea dicha... jamás pudieron. Por lo mismo, seguramente la misma banda ha buscado restarle dramatismo a la despedida y por eso han lanzado este conjunto ameno pero carente de fuerza, y no hay mucho más...
¿Canciones? 'Nails on a chakboard'.
Nada muy especial...
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