“En la elite musical actual...”
No cabe duda de que la vida de Kevin Parker se encuentra en un lugar totalmente diferente a 2010. Hoy el australiano es un músico consagrado y cuyo renombre le ha permitido colaborar con una serie de artistas, adquiriendo así nuevas experiencias que influencian su momento, mientras que en lo personal en estos años recientes ha perdido a su padre y se ha asentado como pareja mediante su matrimonio. Las cosas han cambiado y claro, su música también habla de aquello. Se esperaba por tanto que con su cuarto disco el vocalista consolidase el giro realizado cinco años atrás con Currents (2015) y así ha sido. Lejos de recular, el compositor con The slow rush profundiza su alejamiento de las guitarras y continúa abordando su música desde los teclados, sintetizadores y apuntando en ocasiones a la pista de baile, alejándose prácticamente por completo de los ganchos comerciales y centrando sus esfuerzos en las atmósferas que una cuidada producción pueda generar.
Para muestra, la partida a cargo de ‘One more year’, una canción que habla del miedo a entregarte a una relación que va demasiado bien para ser real pero que en lo musical se desarrolla sobre un contagioso beat que invita al baile en medio de etéreos ambientes. Y ahí es donde Parker continúa triunfando, porque su música es completamente emocional pero logra ir más allá de lo obvio en materia de arreglos con una facilidad que impresiona. ‘Posthumous forgiveness’ es otro ejemplo de lo mencionado. Un tema doloroso, donde el vocalista confronta dos posiciones, una primera donde se muestra decepcionado y con rabia hacia su padre (“Te creí cada palabra / Nos pediste que confiásemos / Ahora se que solo te salvabas a ti mismo”) y una segunda enfocada en el perdón (“Quiero decirte que está bien / Que eres un hombre después de todo/ Entiendo tienes tus demonios / Yo tengo los míos también...”) pero donde nuevamente la música escapa del cliché con enorme talento. Esta contundencia a la hora de trabajar sus arreglos vuelve a conquistar en piezas como ‘Breathe deeper’, donde Parker corre el riesgo de arruinarlo todo en su minuto final al agregar una secuencia dance cuando el tema parecía no necesitar absolutamente nada más, la dinámica ‘Is it true’ o en la fantástica ‘On track’, con una estructura que da muestras de la absoluta libertad de un artista que evidentemente desea situarse por sobre cualquier etiqueta.
Y si la segunda linea del disco convence, aquellos temas donde el compositor ha soltado por completo las riendas y derechamente ha jugado con su música yendo hacia donde la inspiración lo ha llevado, la primera ni hablar. Ahí, en un camino más accesible aparecerán canciones como ‘Borderline’, ‘Lost in yesterday’ o ‘It might be time’, que apuestan a ser los ganchos del álbum, funcionando todas de maravilla, sonando contundentes y haciendo gala de una cuidada producción que esconde delicados detalles tras cada pasada (el bajo en cada una de ellas, por ejemplo, es una jodida exquisitez) aunque claro, ninguna será tan directa e inmediata como lo fueron en su momento ‘Let it happen’ o ‘The less I know the better’. Tampoco es que lo esté buscando ni pareciese necesitarlo.
Finalmente en la recta final del disco nos encontramos con el único problema que aparece en The slow rush. Suenan acá ‘Glimmer’ + ‘One more hour’, la primera consta de dos minutos instrumentales que podrían haber sido una gran canción pero quedan solo en una innecesaria insinuación mientras que la segunda pese a los guitarrazos que lanza acaba por sonar monótona y débil como cierre para un álbum que de todas maneras mejora notablemente la experiencia respecto a su antecesor justificando los años que se tuvieron que esperar por el y continúa situando a Kevin Parker en la élite musical actual, un compositor que no parece detener su crecimiento. De los grandes discos que habremos oído en este 2020.
8,2 / 10
¡Excelente!
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