“Un paso (demasiado) lógico...”
No son menores los acontecimientos que rodearon la grabación del álbum número quince en la carrera de estos históricos del doom. En 2017 su vocalista Aaron Stainthorpe hizo pública la tortura que él, su familia y banda vivieron con el tratamiento contra el cáncer que tuvo que soportar su hija de tan solo cinco años de edad. Además la agrupación vivió la partida de dos de sus integrantes, debiendo sumarse a la alineación Jeff Singer en batería (quien trabajó casi una década diez junto a otra leyenda del género, nada menos que Paradise lost) + Neil Blanchett en guitarra. En este contexto pedirle a una banda con casi treinta años de carrera que reinvente la rueda resulta un absurdo, es por esto que era de esperar el encontrarnos con un álbum que entregase gratas dosis de lo que My dying bride mejor saben hacer, y bueno, eso es lo que han hecho en The ghost of Orion, un correcto disco de metal oscuro, marcado por tétricos ambientes y riffs que intentan constantemente transmitir sensaciones de angustia y dolor, aunque esta vez solo en contadas ocasiones lo logran.
Para muestra un botón: ‘The solace’. Ahí, tras dos minutos introductorios donde colabora con ellos Lindy Fai Hella (vocalista de Wardruna), podemos apreciar el como la banda no teme en detener completamente una canción para entregarle protagonismo a una guitarra que es absoluta y envolvente tristeza. Bien ahí. Antes de esta habremos disfrutado del peso de ‘Your broken shore’ (con las clásicas oleadas doom marca de la casa), seguida por ‘To outlive the gods’ + ‘Tired of tears’ (evidente referencia a la hija de Stainthorpe), las cuales sin estar mal dejan la sensación de estar compuestas en piloto automático por lo que carecen de un climax emocional que impacte verdaderamente. Los temas dan agradables vueltas entre delicados arreglos (sobretodo ‘To outlive the gods’ con ese exquisito violín que aparece a medio tema), pero eso, solo dan vueltas.
La cara B del álbum continuará entregando lo que los fans esperan de un disco de My dying bride, ahí tenemos los contundentes diez minutos de ‘The long black land’, donde vuelven a aparecer los guturales (que tras el primer tema habían sido dejados de lado) y una estructura algo más dinámica, con la batería ejerciendo un rol preponderante y el violín nuevamente aportando lo suyo. Luego un instrumental de tres minutos que poco y nada aporta, un cierre coral que tampoco se entiende mucho en ‘Your woven shore’ (¿el manual del doom dirá que los álbumes deben durar más de 50 minutos?) y entre estas los nueve minutos de ‘The old earth’, a estas alturas, más de lo mismo.
Tras cinco años de silencio My dying bride entregan lo que se espera, es en ese sentido un paso lógico aunque inferior a lo realizado cinco años atrás en Feel the misery (2015). Más allá de uno que otro momento no hay demasiado en este disco que emocione, incluso considerando el contexto me habría esperado algo más osado y doloroso.
6 / 10
Bueno, cumple.
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