"Luces y sombras ..."
En el libro de la historia del rock & roll, durante el capítulo dedicado al período post auge del grunge, debería existir al menos una plana dedicada a Dave Wyndorf, quien por casi tres décadas lleva sosteniendo (prácticamente en el anonimato) una lucha personal al mando de insigne banda: Monster magnet. Ahora, de que la carrera del vocalista ha estado plagada de irregularidades, que duda cabe, tanto en lo musical como en lo personal el hombre ha fluctuado constantemente (pagando el costo incluso, imposible no realizar una mención a la increíble alza de peso que vivió durante la pasada década), dejándonos en el camino tanto álbumes de nivel como otros realmente olvidables. Sin embargo, algo hay que darle al buen Dave, y es que ha sido siempre fiel a su ley, entregándose por completo a un proyecto que ha deambulado entre el hard rock y la psicodelia pero que siempre siempre siempre ha sonado honesto. Su más reciente entrega (digamos, con material inédito) data de 2013, año en donde sorprendieron a todos con un notable Last patrol dejando la vara muy arriba frente a un sucesor.
Finalmente, en este 2018, el décimo álbum de Monster magnet vive entre nosotros y el resultado cabe reconocer deja sabor a poco, sobretodo considerando el que fueron cinco años de espera. Y si, que están las dosis de guitarras + energía, concentradas principalmente en los primeros veinte minutos de disco en canciones como 'Rocket freak', 'Soul', el single 'Mindfucker' o 'I'm god', también las piezas más teatrales como la fantástica 'Drowning' (de lo mejor del álbum con sus dramáticos siete minutos) o el magnífico cierre a cargo de 'When the hammer goes down', además de la inclusión de un buen refrito como es 'Ejection' (compuesta por Hawking por allá por el 72')... pero algo falla. El disco tiende a centrarse demasiado en la búsqueda de dinámica y potencia pero deja de lado aquel sonido espacial que la banda tan bien explotó en Last patrol, llegando a sonar decididamente monótono en practicamente toda la recta final con canciones como 'Want some' o 'All day midnight' que definitivamente redundan.
Quizás esperábamos demasiado y es que mal no está Mindfucker, sobretodo considerando el que hablamos de un artista que alcanza ya los 63 años de edad y continúa regalándonos su energía y vitalidad, sin embargo, a causa de su falta de diversidad el disco luce pálido frente a todo aquello que nos provocó su antecesor, por lo que más allá de dos o tres temas realmente interesantes no parece dejará demasiado en nuestros oídos.
6/10
Bueno, cumple...
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