En el marco de una discreta y nostálgica Cumbre del Rock Chileno versión 2017, Jorge González decidió despedirse de los escenarios. Probablemente para siempre. La razón es evidente: su estado de salud le impide mantenerse en activo y aquello se volvió más que visible la noche del 7 de Enero pasado.
Realizando un esfuerzo sobre humano Jorge González subió al escenario y entregó durante cincuenta minutos lo mejor de si. Para quienes lo admiramos, pese a sus evidentes idas y venidas (¿qué genio no las ha tenido?), verlo fue tremendamente emocionante. Más aún notando el repertorio escogido, González (en su ley siempre), en lugar de darle el gusto al público se lo dio a si mismo cantando lo que le salió de los cojones.
El show estuvo dividido en tres partes, la primera de ellas marcada por su pasado reciente, representado por sus dos más recientes trabajos: Libro (2013) y Trenes (2016). Sonaron 'Trenes', la hermosa 'Nada es para siempre' , 'Nunca te haría daño', 'Una noche entera de amor' y 'Yo no estoy en condiciones'. Material claramente para seguidores y que se vio complementado por una absoluta sorpresa: 'Hombre', de su álbum homónimo de 1993. Una perla que nadie habría esperado.
Tras una simpática versión en español de 'Knockin' on heavens door' abriría un segmento más dinámico con 'La cumbia triste', de su proyecto electro/tropical de 1997 titulado Gonzalo Martínez y sus congas pensantes, seguida de 'Brigadas de negro' (primer guiño a Los Prisioneros tras casi media hora de música) y una emocionante versión de 'La casa en el árbol', otra del homónimo de 1993.
Con la siempre dolorosa/erótica 'Amiga mia' el vocalista se despediría por primera vez. Tanto un desagradable y sobre actuado animador como un Ministro de Cultura intentar sobarle el lomo, acto que es interrumpido por el propio González al exclamar "vamos a cantar Tren al sur", tema que sabemos Jorge quiere mucho, ya que fue el que le abrió puertas a Corazones (esa visceral obra maestra de 1991) en medio de una crítica que no toleraba el que Los Prisioneros coqueteasen con la electrónica y cantasen al amor.
Finalmente, la siempre coreada en masa 'El baile de los que sobran' llegaría para dar cierre a una jornada inolvidable. Un show cuidado al detalle, con una banda de apoyo sólida y un Jorge González que, consciente de su complicado estado, se vio siempre concentrado en no perder los tiempos ni las letras. No dio con ninguna nota claro está pero el hombre no quiso dar lástima, se esforzó en entregar un repertorio alejado de la nostalgia, repitiendo una y otra vez un optimista "¡vamos arriba!" frente al cual contesté cada una de las veces desde mi sillón: "gracias Jorge, y si... vamos arriba".
Concuerdo, fue muy emocionante.
ResponderEliminarMe parece honesto de su parte el dejar de cantar en vivo. Dentro de la emoción me reí con el sentido de humor negro que seguramente debe tener interpretar "YO no estoy en condiciones".
Lo bacán es que puede seguir creando de muchísimas otras formas, saludos