"Matizan y buscan el equilibrio..."
Hablar de Iron Maiden es hablar de trascendencia dentro de mundo del rock. Es hablar probablemente de la banda de heavy metal más importante de la historia de la música, si tomamos en cuenta su influencia y masividad. Es hablar de un conjunto que ha sido capaz de llevar su sonido a oídos de diferentes generaciones. Aquello, que muy pocas bandas logran, sin duda tiene enorme mérito. Por todo esto es siempre difícil tener claro que es lo que se debe esperar de un nuevo trabajo de Iron Maiden. Una reinvención de su sonido luego de 30 años de carrera sin duda es exagerado, sin embargo, quienes conocen a la banda bien saben el espíritu inquieto que los ingleses siempre han mostrado, algo que se expresó con claridad en un álbum como A matter of life and death (2006), un disco que pretendió expandir los límites de la banda yendo hacia un sonido progresivo (conectando de cierta forma con The X-Factor, de 1995 y con Blaze Bayley en las vocales). Las reacciones fueron divididas, existimos quienes, pese a los evidentes defectos (a varias canciones le sobran minutos y vueltas), disfrutamos del atrevimiento mientras que muchos arquearon ceja. Por todo lo anterior, caía de cajón el que en un siguiente trabajo la banda debería recular y acercarse un tanto más a su sonido tradicional, que es por momentos han hecho en The final frontier.
El disco posee dos almas por tanto, una primera marcada por canciones cortas y directas, ahí destaca por sobre cualquier otra la emotividad de 'Coming home', con un Bruce Dickinson que una vez transmite como nadie, pero también funciona el auto homenaje a 'Aces high' que es 'The alchemist' o 'Mother of mercy', mientras que algo como 'The final frontier' (la canción) suena completamente innecesaria y aburre debido a su exceso de manual.
En otra arista encontraremos continuidad a lo trabajado en A matter of life and death, es decir, canciones extensas y con varias vueltas, algunas de ellas con intros eternas, sobre un bajo en 'Isle of avalon', una guitarra acústica en 'The talisman' o un relato en 'The man who would be king' (oído a lo que hacen pasado el minuto 4 en esta, sencillamente espectacular), y otras donde la emotividad es el elemento preponderante, como ocurre en el cierre de once minutos a cargo de 'When the wild wind blows' o en 'El Dorado, que con sus casi siete minutos encuentra el equilibrio perfecto a la propuesta, volviendo a entregar una versión colosal de la banda y absolutamente imponente en cuanto a lo instrumental. Por cierto, mención aparte merece la apertura instrumental titulada 'Satellite 15', que recuerda bastante con sus tambores a 'Eat the rich' de Aerosmith, en una rareza a la que ojalá le hubiesen sacado mayor partido.
Le juega en contra al álbum el desarrollar un estilo de canción que la banda viene tocando desde hace bastante. ¿Redunda a ratos? Seguramente. Nuevamente con dos o tres canciones menos el disco lucía mejor, sin embargo, el nivel está, los arreglos y melodías también. Desde ahí, por tanto, demasiadas quejas no pueden haber. La leyenda sigue viva.
7 /10
Muy bueno.
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