Los ingleses de The prodigy están entre quienes han privilegiado la calidad por sobre la cantidad, entre quienes han vuelto cuando han sentido que tienen algo que decir. De ahí que en más de veinte años de carrera solo nos hubiesen entregado cinco discos, despreciando así incluso el éxito obtenido en 1997 con The fat of the land. Tras aquel álbum, recién en 2004 los tuvimos de regreso y lo último que habíamos oído de ellos fue el correcto Invaders must die (2009), un disco tras el cual perfectamente podrían haber cerrado una carrera redonda y casi sin puntos bajos. Se han arriesgado, sin embargo, y tras seis años de silencio (era que no!) han decidido volver, tan crudos como siempre aunque con un factor sorpresa que a estas alturas del partido tiende a cero, eso además de caer en innecesarias repeticiones que en el global restan bastante al resultado.
Hay un mal rollo (por llamarlo de alguna manera) en la música de The prodigy que ya es sello inconfundible para la banda, y si bien es cierto que durante estos últimos quince años mucha agua ha corrido bajo el puente de la electrónica, de todas maneras es imposible no agradecer ciertos momentos frenéticos que estos ingleses acá nos han vuelto a entregar. Con The day is my enemy se han lanzado de lleno sobre un sonido muy sucio y que prácticamente no da tregua ni respiro, ahí han acabado cayendo en la monotonía en medio de un álbum innecesariamente largo, pero el viaje contiene momentos disfrutables, sobretodo durante su primera mitad.
Todo el inicio del disco está bastante bien, digamos que entretiene. Dentro de lo más destacable aparece la golpeada partida a cargo de 'The day is my enemy' (la canción), la hiperquinética 'Ibiza' (donde comparten créditos con Sleaford mods) o el instrumental 'Destroy'. Hay otros momentos en donde la banda cumple imitándose a si misma de manera descarada, como es el caso del single 'Nasty' , 'Rebel radio' o en 'Rok-weiler', mientras que en temas como 'Wild frontier' la banda abusará de la repetición al punto en que acaban agotando. De hecho, si hay algo en donde The Prodigy suele pecar es en el exceso de machaque con que cuenta su sonido, y en esta ocasión claramente se les ha ido la mano. Toda la recta final es un monólogo incesante que acaba opacando las buenas sensaciones que en un inicio había entregado el disco, una lástima.
Dado el tiempo que se toma la banda entre álbumes, cada nueva entrega podría ser efectivamente la última. Es imposible saber entonces que es lo que deparará el futuro de The prodigy a partir de acá, sin embargo, The day is my enemy sin estar del todo mal deja claras sensaciones respecto a una fórmula que ya parece agotada.
3.0 // Bueno, cumple. |
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