"Búsqueda de reconocimiento sin sacrificio de la esencia..."
El caso es que con un Mustaine que había tocado fondo con sus adicciones y en aquel 1992 comenzaba su período de desintoxicación, la banda entra al estudio a grabar su quinto álbum, con Max Norman en producción (destacado por haber grabado en los ochenta con Ozzy Osbourne) y aquella formación estrella, que incluía a Marty Friedman en guitarra, Nick Menza en batería y David Ellefson al bajo. Había una idea en el aire, sin embargo, que era el poder acercar el sonido de Megadeth al mercado sin sacrificar del todo la esencia de la banda, digámoslo, duela a quien le suela: el éxito del disco negro de Metallica estaba en el ambiente y Mustaine aspiraba a algo así. Aquello se plasma a la perfección en una histórica canción como 'Symphony of destruction', una que ralentiza los tiempos habituales, mete un coro memorable y evidencia una vocación de himno. El resto del álbum se moverá también en dicha línea, encontrando una fórmula que de manera evidente se aleja de aquellos riffs veloces característicos del thrash ochentero con el fin de ir hacia nuevos públicos mediante estructuras amenas y canciones en general breves, como ocurre en 'Countdown to extinction' (la canción), 'This was my life', con ese breve aunque exquisito solo de Friedman a medio camino y cuyo riff la banda auto plagiará en un single como 'Almost honest' unos años más tarde , 'Foreclosure of a dream' o 'Captive honour', que incorporan incluso secciones acústicas en sus partidas.
Este tipo de canciones se complementarán con medios tiempos como 'Psychotron', que destaca por ese grato duelo de guitarras que propone en cada estrofa, y pasadas de mayor peso que apuntan directo a la médula, como la excelente 'Skin o' my teeth' , 'Architecture of my aggression', el notable diálogo de 'Sweating bullets' o 'High speed dirt', mientras que en el cierre 'Ashes in your mouth' será la única en todo el álbum que se desatará en términos de estructura, con un sonido que permite el lucimiento de cada instrumento en gran nivel.
Countdown to extinction fue lo que el mercado exigía para que una banda como Megadeth pudiese lograr mayor repercusión, aspectos que acentuarían en los posteriores Youthanasia (1994) y Crypting writings (1997), sin embargo, el de 1992 posee el mérito de haber sostenido una identidad, es un disco que continúa sonando crudo, desgraciado en sus intenciones y de muy mal rollo. La banda vivía entonces sus mejores momentos y mirado a treinta años de distancia no queda sino admirarlo como quien presencia una figura histórica en un museo.
¿Canciones? 'Skin o' my teeth', 'Sweating bullets' y 'Ashes in your mouth'.
¡Excelente!
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