"El salto cualitativo que una carrera brillante necesitaba..."
Muchos comentan que el final de Porcupine Tree se veía venir y que era incluso necesario. Puede ser. En lo personal disfruté (y sigo disfrutando) muchísimo los últimos trabajos de la agrupación. Lo cierto es que el parón indefinido que Steven Wilson decidió darle a su banda tradicional le permitió concentrarse de lleno en sus proyectos en solitario. En 2011 lo tuvimos trabajando a dos frentes, primero junto a Blackfield en un correcto disco titulado Welcome to my DNA y luego en su reconocido segundo disco solista denominado Grace for drowning, un álbum muy ambicioso (82 minutos de música repartida en 2 discos conceptuales), de estructuras poco tradicionales, ambientes calmos y oscuros en donde el artista dio absoluta rienda suelta a sus ansias de experimentar. Para mi Grace for drowning (y recalco el hecho evidente de que hablo siempre desde lo personal), fue un disco que encontró momentos muy bellos pero que en general cayó en constantes excesos al punto de agotar.
Este 2013 lo tenemos de regreso con The raven that refused to sing, un disco de corte progresivo más clásico y que se torna más sencillo de digerir que su antecesor. Acá nos encontramos con 6 piezas repartidas en 50 minutos de duración y si Grace for drowning fue un trabajo en donde Wilson claramente trabajó para si mismo, esta vez recordó que existe alguien al otro lado del parlante y compuso pensando en quien escucha, lo cual por cierto se agradece. Los excesos de su anterior trabajo acá se encuentran contenidos y corregidos al punto de entregarnos un trabajo que suena en su punto perfecto, como un plato delicioso que se sirve en el instante preciso de cocción.
"Luminol" abre el disco, un tema que esconde tres piezas en su interior, una instrumental muy dinámica y tradicional dentro de lo que es el rock progresivo, otra muy calma marcada por un bello piano y una final en donde los teclados y el rock se desatan. Le sigue "Drive home", una preciosa balada melódica de coros muy reconocibles que recuerda los tiempos de Porcupine Tree, una canción que en Grace for drowning habría sido impensada oír pero que acá se luce. Llega la mitad del disco con "The holy drinker", un tema fabuloso que conjuga potencia y oscuridad en una instrumentación marcada por flautas, saxofones y teclados que incluso suenan caóticas por momentos. Cabe destacar el hecho de que "Luminol", "Drive home" y "The holy drinker", siendo piezas muy diferentes entre si conviven en perfecta armonía en este trabajo, mérito absoluto de un Wilson que logra sonar inspiradísimo.
La pasada por "The pin prop" y "The watchmaker" me pareció lo más floydiano del disco, la primera cuenta con una estructura golpeada y creciente (lo más rockero que tiene el álbum por cierto) mientras que la segunda es otra pieza extensa y mayoritariamente instrumental que esconde tres canciones en su interior. Para el final escuchamos un tema de tono muy personal e íntimo que le da nombre al disco, una balada que crece con los minutos y cierra de manera notable el disco.
Definitivamente he disfrutado muchísimo más este álbum que Grace for drowning. Steven Wilson nos ha entregado un trabajo brillante que lo consagra como un compositor genial, a la altura de grandes de la historia como Peter Gabriel, King Crimson o los mencionados Pink Floyd.
8,5 / 10
¡Excelente!
Momentazos para destacar: El bajo de "Luminol" , la belleza de "Drive home" y el solo explosivo en "The watchmaker" con 30 segundos que tributan el "Shine on your crazy diamonds" de Pink Floyd.
Hola, gracias por comentar al maestro de la musica Steven Wilson. Y coincido que ya se ha ganado un lugar junto a los grandes que mencionas. Otra cosa: Muse lanzó el video de Supremacy y lo encontré genial, unos blackmetaleros haciendo deportes extremos, jajaja!!! lo mas chistoso es que he visto algunos comentarios de fans de los ingleses muy enojados por haber hecho algo tan "sin sentido".
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