domingo, 17 de noviembre de 2024

The Cure: Songs Of A Lost World (2024)

 "Exquisitamente pesados..."

Digámoslo con todas sus letras: respecto a The cure existía cierta sensación amarga en el aire. Y es que no podía ser que una discografía tan enorme cerrase con dos álbumes tan tibios como fueron el homónimo de 2004 y 4:13 Dream (2008), los cuales si bien estuvieron lejos de ser un desastre (insisto, no son malos discos) no generaron impacto alguno y con seguridad quedarán retratados en la historia como dos experimentos fallidos. En su momento no sonaba tan terrible que no diesen con la tecla pues siguiendo con la tendencia del disco cada cuatro años (algo que venían replicando religiosamente desde 1992) tocaba álbum en 2012, sin embargo, este no llegó. De pronto cuatro años de silencio se transformaron en ocho, luego en doce, por lo que fueron muchos quienes comenzaron a hacerse la idea de que no habría más, que aquel confuso disco de 2008 efectivamente habría sido el último. Nos merecíamos todos por tanto un regreso como este, Robert Smith y compañía incluidos, una vuelta que sabe a gloria desde todas las aristas analizables y que muestra efectivamente a una banda coherente de comienzo a fin, como no oíamos desde hace demasiado.

Yendo a la música propiamente tal, algo que para esta ocasión han dejado de lado (y han hecho bien) es la búsqueda de la canción azucarada, esa que supieron encontrar en The head on the door (1986) y desde entonces, salvo contadas excepciones como Disintegration (1989) o Bloodflowers (2000), utilizaron con descaro para matizar la tristeza de sus discos. Por lo mismo, estos dos discos mencionados son precisamente a los que este Songs of a lost world parece acercarse en distintos momentos (también algo de Kiss me, kiss me, kiss me hay a ratos), entregándonos ocho canciones que en cincuenta minutos retoman esa tendencia a la introducción extensa (y exquisitamente pesada), algo que se torna evidente en la partida del disco mediante 'Alone', tres minutos de cortinas armadas por teclados que anticiparán la cruda entrada de Robert Smith ("Este es el final de todas las canciones que cantamos..."), en una clara declaración de principios para un álbum que a lo largo de su trayecto sostendrá la pérdida, el distanciamiento y la resignación como ejes temáticos centrales. 

La partida del disco es dramática, 'Alone' cerrará con un repetido lamento en torno a aquel sueño que se ha roto ("¿A dónde se ha ido...?") que dará paso a una hermosa 'And nothing is forever', primer punto altísimo del disco gracias a ese piano + teclados capaces de armar un delicado colchón para una letra que aborda con tranquilidad la comprensión de que todo inevitablemente llega a un fin ("Sé que mi mundo ha envejecido / Y nada es para siempre / Pero realmente no importa / Si me dices que estaremos juntos..."). 

Dado lo denso de los dos temas iniciales, es atinado que a continuación suene algo más ameno. En 'A fragile thing' no está ni cerca de ser un tema meloso pero si uno donde reconoceremos por primera vez y con claridad la presencia de un coro, así como la aparición con mayor protagonismo de las guitarras, las cuales terminarán de explotar en la fantástica 'Warsong' generando atmósferas fascinantes dignas de los mejores momentos de un Kiss me, kiss me, kiss me (1986), mientras que 'Drone:Nodrone' se mostrará como lo más juguetón en todo el álbum, en la línea de lo que alguna vez fue el single 'Never enough' (de 1990) aunque más oscuro, con el tándem bajo + batería luciendo a tope. 

Finalmente el disco comenzará a cerrar yendo nuevamente al piano en la melancólica 'I can never say goodbye' (con mención y dedicatoria al fallecido hermano de Robert), una amena 'All I ever am' (quizás la más débil en todo el disco) que sirve de puente y preparación para el palazo de diez minutos que es 'Endsong', otra canción de intro extensa donde la banda se toma todo el tiempo que necesita para preparar la atmósfera y entrada de un Robert totalmente resignado ante el paso del tiempo y la pérdida ("Estoy afuera en la oscuridad preguntándome como me volví tan viejo / Todo se ha ido, todo se ha ido / Nada queda de lo que he amado..."), en uno de los cierres más brillantes en toda la carrera de The Cure (si es que el más). 

Recientemente Robert Smith ha declarado que 2029 (cincuenta años de la banda) quizás sería un buen momento para dejarlo, también ha deslizado la idea de que hay material para un siguiente disco. El tiempo dirá, por ahora Songs of a lost world se enmarca como el álbum de The Cure que todos necesitábamos. En contra le jugará el que han tenido quince años para prepararlo, a favor el que no solo no decepciona, es que se pone a la lista entre los trabajos mejor logrados en la carrera de la banda, un disco profundo, exquisitamente pesado y digno de la leyenda. Benditos sean...

¿Canciones? 'And nothing is forever', 'Warsong', 'Drone: Nodrone' y 'Endsong'.

jueves, 14 de noviembre de 2024

35 Años De... The Cure: Disintegration (1989)

"Profundo y atemporal..."

Antes que todo, el contexto: para fines de los años ochenta The cure venían de dos álbumes absolutamente brillantes. En ese camino, The head on the door (1986) fue claramente el disco que abrió las puertas de la leyenda, ese momento en donde Roberth Smith descubrió que podía sonar luminoso, romántico e incluso tierno haciendo al mismo tiempo el tándem con la oscuridad y melancolía clásica de los primeros álbumes de la banda. Sin embargo, es con el inmenso Kiss me, kiss me, kiss me (1987) cuando el inglés efectivamente se convence de que podía componer su obra maestra, la cual definitivamente llegaría un par de años más adelante. En este sentido, Disintegration condensa y enfoca varias de las ideas trabajadas dos años atrás, las explota y eleva a la enésima potencia, entregando un producto rico en texturas, un trabajo impresionantemente profundo considerando además que su autor apenas llegaba a los treinta años de edad en ese entonces.

Yendo a la música, salvo algunas (necesarias) excepciones, en general en los setenta y dos minutos de Disintegration se centran fuertemente en las atmósferas, con esa tendencia a desarrollar introducciones extensas y canciones que navegan sobre arreglos marcados por los teclados de Roger O'Donnell, acompañados del bajo de Simon Gallup y batería a cargo de Boris Williams, esto en colaboración de David M. Allen en producción, quien ya les había acompañado en sus tres álbumes anteriores. 

Habrán de todas formas momentos acá en donde The cure van al single azucarado (aunque esta vez jamás te sacan a bailar), destacan ahí los singles obvios del disco: la nostálgica 'Pictures of you' (maravilloso el bajo en esta y el trabajo con la intensidad), la preciosa 'Lovesong' (inolvidable y eterno ese "No importa que tan lejos estés / Yo siempre te amaré...") y siniestra 'Lullaby'. Sin embargo, el álbum en general se mostrará bastante más arisco a lo largo del viaje. 

De esta forma, el disco abre con 'Plainsong', una absoluta declaración de intenciones con dos minutos y medio completamente etéreos que anteceden al calmo relato de Robert Smith, el cual no se extiende más allá de dos estrofas y carece completamente de alguna especie de coro, fórmula que se reiterará más adelante en cosas como 'Closedown' (esta vez con la batería + teclados siendo protagonistas) o 'Last dance', donde Robert volverá a plantear el tema de la distancia ("Me alegra tanto que hayas venido, que lo hayas recordado / Para ver como terminamos un último baile juntos / A regañadientes, cautelosos, pero más bonitos que nunca..."), mientras que altas cotas de intensidad se encontrarán tanto en la fantástica 'Fascination street' (esta vez recurriendo a punzantes guitarras) como en la dinámica 'Disintegration', esta vez con la batería + bajo causando estragos. 

No cabe duda que el disco representa una constante reflexión existencialista por parte de un Robert Smith apesadumbrado por el paso de los años, quien constantemente recurre a temáticas como la nostalgia, la perdida o el distanciamiento para expresar su sentir, algo que se refleja con claridad en todo el pozo profundo que representa la recta final del álbum, armada por 'Prayers for rain', quizás la más rabiosa en todo el trayecto ("Me fracturas / Tus manos sobre mi / Un toque tan plano / Tan viciado que mata..."), las lúgubres 'The same deep water as you' + 'Homesick' (que anticipan en cierto modo aquellas sonoridades que volverían a aparecer unos años más tarde en Wish) y cerrando con la tiernamente cruel 'Untitled', el tormento de quien perdió a alguien quedándose con un montó de palabras sin expresar ("Nunca te dije lo que quería decir / Nunca manejé las palabras para explicarte / Nunca supe como volverlas creíbles..."). 

El carácter de leyenda para un disco como Disintegration es absoluto. Desde lo cultural el álbum claramente representó una vía de escape para todos y todas aquellas que continuaban sin encajar en la estridencia y luminosidad del pop y el hard rock (marcado por el "glam metal") para fines de los años ochenta (Depeche mode fueron otros que desde su lugar cumplieron aquel rol), pero también está lo único y atemporal que suena, de hecho, es increíble constatar como a tan solo diez años de distancia (para 1999) el álbum se oía de una época completamente diferente. Hoy, mirado a ya más de tres décadas de distancia es conmovedor vivenciar como el álbum no hace sino agigantar su legado e influencia. 

¿Canciones? 'Pictures of you', 'Lovesong' y 'Fascination street'. 

10/10
Obra maestra.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Fontaines D.C: Romance (2024)

"Simplifican las formas …"

Tras algunos álbumes centrados en el post punk, digamos, discos de guitarras, oscuros y ciertamente poco amigables, los irlandeses Fontaines D.C lograron hacerse un nombre aunque claro, siempre inmersos en este contexto actual donde el rock ha dejado de ser popular. Por lo mismo es que en este cuarto trabajo han buscado expandir horizontes mediante un trabajo que desde la portada declara intensiones, mostrándoles más abiertos y esperanzados con el presente, también más amistosos y melosos desde el sonido (es su disco más pop a la fecha, digámoslo) aunque conservando siempre su esencia, generando en el global un equilibrio bastante bien logrado. 

Hay varios cambios que han decidido realizar para esta ocasión, entendiendo que el producto debe verse coherente desde todos lados. Han modificado su estética, por ejemplo, girando hacia una cosa mucho más noventera, mientras que desde lo musical se han alejado de los riffs densos y pesados de discos anteriores, acortando también la duración del álbum (que no alcanza los cuarenta minutos), aligerando sus canciones y poniendo fuerte énfasis en las melodías. Para todo esto han decidido trabajar con James Ford en producción, un tipo que antes colaboró con Arctic monkeys, Foals, Jessie Ware, Blur o este mismo año participó en el regreso de Pet shop boys, es decir, un experto en ayudarle a destrabar caminos a artistas en momentos particularmente delicados o cruciales. Y mal no les ha ido, pues sea como sea, finalmente todo ha colaborado para que Romance sea el disco que Fontaines D.C necesitaba a estas alturas de su carrera, ese álbum de pop pretencioso con el que desean llevar su música y mensaje a nuevos públicos pero sin jamás traicionar lo que son. 

Por sobre todo, Romance es un álbum amigable con el auditor pero que al mismo jamás suena vacío o desechable. Es un producto elaborado al detalle, lleno de ricas melodías y poderosa diversidad, lo cual se transmite desde el primer minuto de música. Primero mediante 'Romance' (la canción), una declaración de amor y fidelidad oscura y tétrica que funciona perfecto como introducción, y luego sacando esa carta bajo la manga que es 'Starburster', donde reiteran una especie de advertencia al comienzo ("Podría sentirse mal...") para luego impactar con los marcados (y crípticos) fraseos de Grian Chatten seguido de un contagioso coro ("Voy a derribar tu negocio / Si es que es una felicidad momentánea"), en un single impecable, desafiante y juguetón.

Algo que Fontaines D.C reiterarán bastante a lo largo del disco será eso de comenzar los temas con el coro, ya sea entre guitarras en 'Here's the thing', tonos melancólicos en 'Desire', otros marcadamente etéreos en 'Sundowner' o cerrando el álbum entre aires acústicos y enamorados de 'Favourite', esto con la clara intencionalidad de ser directos con el mensaje. La banda no desean mentirnos y desde un comienzo colocan sus cartas sobre la mesa. Guste a quien le guste. Ahora, entre las mencionadas intercalan varias canciones amenas y livianas pero que nuevamente explorarán diferentes aristas, algunas como 'Bug' o 'Motorcycle boy' serán extremadamente sencillas (quizás demasiado) mientras que otras  apuntarán a un sonido algo más reflexivo, como 'Horseness is the whatness' o la notable 'In a modern world', esta última representando un momento clave del álbum gracias a su tono marcadamente profundo y melancólico. 

No todo será perfecto eso si. Efectivamente hay canciones que en su simpleza no parecen llevarte a algún lugar y se quedan únicamente en la intentona, como ocurre en las mencionadas 'Motorcycle boy' o 'Horseness is the whatness', por lo mismo se agradece la inclusión hacia el cierre de la cruda 'Death kink' (con esos exquisitos aires a Pixies), pues en cierto modo oxigenan un disco que entrando en su recta final parecía perder fuerza. 

Romance, el cuarto disco de Fontaines D.C, es un triunfo para la banda y desde ya uno de los grandes discos que habremos oído este año. Y si, que la banda ha tanteado terreno simplificado las formas pero en general salen bien parados gracias al realce de melodías notables. Queda como desafío a futuro el que la banda pueda quizás incorporar a este sonido algo más de peso y acidez, porque claro, pese a que este álbum funciona muy bien, la sensación de que los irlandeses aún podrían encontrar su mejor versión sigue en el aire. El tiempo dirá...

¿Canciones? 'Starburster', 'In a modern world' y 'Favourite'.

8,5 /10
¡Excelente!

viernes, 8 de noviembre de 2024

The Smile: Cutouts (2024)

"Sin concesiones..."

Mirado a distancia, un disco como A light for attracting attention (2022) habría funcionado sin problemas dentro de la discografía de Radiohead, digamos, como una consecución relativamente lógica para A moon shaped pool (2016). Ahí quedaron registrados los aires etéreos de 'The same', las guitarras de 'You will never work in television again' o la emocionalidad a flor de piel de 'Free in the knowledge' como pruebas tangibles de lo que afirmo. Desde entonces, sin embargo, lo cierto es que la dupla Greenwood + Yorke se ha mantenido activa en nuevas búsquedas, en un evidente intento por no estancarse en cierto tipo de canción o repetir constantemente el plato (que seguro sería el camino más fácil de tomar a estas alturas), al punto de que en este más reciente Cutouts pareciesen renegar de las melodías atractivas o las guitarras (de distorsión ni hablar) para más bien centrarse en sus atmósferas, ariscas y pesadas por lo general. 

El álbum llega a menos de un año de la publicación de Wall of eyes por lo que se plantea como un trabajo de descartes, aunque cuenta con suficiente vida propia como para ser tomado bastante en serio, oscilando entre momentos hipnóticos que van con fuerza a los teclados en 'Foreign spies' (fabulosa con toda su onda introductoria), 'Colours fly' o 'Don't get me started' (esta con un notable trabajo instrumental e inmersivo), sacando la guitarra acústica en 'Instant psalm' o 'Bodies laughing', recurriendo a arreglos orquestales en 'Tip toe', acercándose (solo acercándose) al rock en las aceleraciones de 'Zero sum', 'Eyes & mouth' o 'No words' (una lástima lo limitado de voz que va Thom Yorke en todas estas pues no logra sacar todo el provecho a los temas), o entregándole protagonismo a la batería de Tom Skinner en 'The slip'

El disco se plantea como un viaje inmersivo que por instantes (y guardando las proporciones) puede acercarse a la propuesta del mítico Kid A (2000), pero sin el tino melódico de aquella obra maestra y también con un punto de diversidad mayor. Es interesante por tanto lo que The smile continúan haciendo, mirando siempre hacia adelante y con la valentía/grandeza de quien responde únicamente a estándares propios. Para bien y para mal, no realizan concesiones frente a la nostalgia. 

¿Canciones? 'Foreign spies' y 'Don't get me started' .

7/10
Muy bueno.


martes, 5 de noviembre de 2024

Godspeed You! Black Emperor: No Title As Of 13 February 2024 28,340 Dead (2024)

 "El disco protesta del año..."

"Sin título al 13 de febrero de 2024, 28340 muertos" es una referencia a los palestinos fallecidos en Gaza para aquella fecha a manos del Gobierno de Israel. Lo cual mirado a distancia puede leerse como un cruel presagio, considerando que a la hora de publicación del álbum las víctimas superaban las cuarenta mil...

La sola cifra resulta escalofriante.

De entrada por tanto, los siempre fascinantes y únicos Goodspeed you! Black emperor anticipan un álbum que pretende removernos y al mismo tiempo detenernos, sacarnos como suelen intentar de la vorágine diaria e invitarnos a la inmersión sonora y temática. Contrario eso si a lo que el título habría anticipado, la banda no va directamente al choque con su música, no nos entregan un disco lleno de ira ni tampoco exageradamente dramático si no más bien un continuo de casi una hora que recurre a la construcción de tensión como elemento principal, matizado esto con cierto tono marcial propio del concepto que la banda ha querido expresar. 

En ese camino, hay tres piezas claves en el trabajo, cada una rondando los trece minutos de duración. 'Baby in a thundercloud' es quizás la más tétrica de todas (también la mejor lograda), abriendo con atmósferas que emulan instrumentalmente el andar del viento, yendo desde cero para luego ir ganando intensidad, metiéndose en un ir y venir que se verá interrumpido por una especie de marcha militar (hacia el minuto once). La declaración de intenciones aquí es evidente y conecta perfecto con el concepto. Algo muy similar pretenden en 'Raindrops cast in lead' aunque en esta acelerando bastante más, acercándose al caos hacia su recta final e incorporando a medio tema la lectura de un poema en tono de protesta, mientras que en 'Pale spectator takes photographs' el tono inquietante lo desarrollan entre guitarras, violines y una batería siempre amenazante. Por cierto, lo que debe ser escuchar algo como esto en vivo. Benditos quienes tendrán el placer de vivirlo...

El resto del álbum serán introducciones o interludios (extensos todos claro, cinco a seis minutos cada uno), siendo la apertura con 'Sun is a hole sun is vapors' es la más triste de todas así como el cierre con 'Grey rubble - green shoots' la más intensa, armando un conjunto que como era de esperar resulta pesado y denso, un trabajo que oscila entre la calma y la tensión sonora pero que cumple su objetivo: sacudirnos del letargo. Ya solo por eso, merecen un sólido aplauso. Y es que estos tipos son muy grandes...

¿Canciones?  'Baby in a thundercloud', 'Raindrops cast in lead' y 'Grey rubble - green shoots'. 

8/10
Excelente.


sábado, 2 de noviembre de 2024

Coldplay: Moon Music (2024)

 "Lo esperado..."

El de Coldplay debe ser sin lugar a dudas el caso más dramático de involución artística ocurrido, al menos, durante lo que llevamos de Siglo XXI. Quien los viera y quien lo ve. Y lo más penoso de todo es que en más de algún momento el muerto lanzó algún espasmo. Ahí tuvimos Ghost stories (2014) o el fallido Everyday life (2019) como señales de que "aún algo quedaba por decir", esto en medio de una seguidilla de discos tan luminosos como vacíos. En ese camino, algo hay que darle a este Moon music: es menos malo que su antecesor. Ahora, siendo francos, tampoco es que la tenían tan complicada, Music of the spheres (2021) fue el peor disco en la carrera de la banda (y mira que no era tarea fácil hacer algo peor que A head full of dreams) por lo que encajando un par de canciones decentes ya superarían la vara. Así efectivamente ha sido por lo que nos han vuelto a entregar un disco cómodo, simplón y que en su lista conjuga cosas excesivamente adornadas con otras que apuestan por lo básico. Todo esto eso si con un factor común: una evidente falta de inspiración (tampoco es que pareciese interesarles).

El disco es, por tanto, una carbonada de ingredientes. Encontraremos acá canciones como 'Moon music' o una de un emoji de arco iris (si, que a Coldplay le interesa conectar con niños por lo que titulan sus canciones con emojis) donde se lanzan en la búsqueda de atmósferas bonitas e incluso etéreas, en 'Jupiter' apuntarán a la "canción cercana" entre coros de mujeres (en la línea de lo que intentaron años atrás en Everyday life), en 'All my love' nos entregan la típica balada a piano (cuyo coro recuerda la melodía de 'True love', esa joyita del Ghost stories), la canción pacifista llegará en el cierre mediante 'One world' (una que desde lo musical dice NADA), mientras que en el resto irá directo al pop, ahí donde mejor funciona el asunto es cuando marcan el bajo y nos invitan a bailar, ocurre en 'Good feelings' o 'Aeterna', que están bastante bien dentro de todo (¡ojalá el disco hubiese tenido más de esto!), a diferencia de 'Feels like Im falling in love' , 'We pray' o 'Iam', que son las típicas búsquedas descaradas de Coldplay por singles de click rápido, lo cual les acerca a lo realizado en Music of the spheres y por ende, al más completo vacío. 

Moon music de Coldplay es otro mal álbum que la banda suma a su lista (y ya van...), otro disco que nadie recordará ni mencionará dentro de diez años. Ahora, tampoco digamos que sorprende. Lo extraño más bien sería que sacaran algo relevante. Sabemos eso si que les da lo mismo, mientras haya confeti y cotillón...

¿Canciones? 'Good feelings' y 'Aeterna'.

4/10
Malo.

miércoles, 30 de octubre de 2024

David Gilmour: Luck And Strange (2024)

"Tonos opacos..."

Tras el final de Pink floyd, no ha sido particularmente prolífico lo de David Gilmour. El inglés más bien se ha mantenido en giras durante los últimos veinte años, acercándose al estudio cuando le ha parecido tiene algo relevante que mostrar, de ahí que sus discos lleguen a cuenta gotas, aunque por lo mismo son valorados con especial cariño. Dicho lo anterior, tanto On an island (2006) como Rattle that lock (2015) parecen ser discos a los que el paso del tiempo les ha sentado bien, álbumes en general de tono reposado, dueños de una elegancia singular, con uno que otro coqueteo con el rock (ahí tuvimos canciones como 'Take a breath' en el primero o la mismísima 'Rattle that lock' en el segundo). En ese sentido, este reciente Luck and strange profundiza en la oscuridad de las atmósferas expresándose sobre aguas aún más calmas, entregando así un conjunto de canciones que transmiten el sentir de un autor que sabe coquetea con la despedida. 

Para esta ocasión ha vuelto a colaborar con su esposa Polly Samson (en letras) y ha sumado tanto a Charlie Andrew en producción (quien colaboró con los dos primeros álbumes de Alt-J) como a su hija Romany Gilmour en voces de un par de temas (además del arpa), construyendo un álbum de tonos opacos que responde a la mano de Gilmour y que embriaga desde un comienzo con su nostalgia y solemnidad, de hecho, la Cara A es implacable, abriendo con una clásica y breve introducción instrumental para rápidamente entregarse a una pasada que no concesiona con el auditor, lo tomas o lo dejas. Ahí 'Luck and strange' (la canción) transmite efectivamente lo que es, una especie de jam session mejorada (es un tema original de 1990, de hecho la sesión original completa viene como bonus track en la versión extendida) pero que honestamente no es demasiado lo que nos dice, siendo 'The piper's call' con su bonito tono acústico (y buen coro además) el primer momento del álbum que conmueve. Luego, 'A single spark' centra el interés en el trabajo de percusiones por lo que funciona al cambiar un tanto el tono que traía disco, así como por el solo final de Gilmour, pero no por mucho más. Es un tema que está "bien". 

En la segunda parte llegará la delicada 'Between two points', un tema original de The montgolfier brothers que acá aparece en voz de Romany Gilmour y con una intervención final del guitarrista que la eleva respecto a la versión de 2015. Es un momento empapado de melancolía que logra conmover y se conecta bien con el acercamiento al rock de 'Dark and velvet nights'. Finalmente el álbum llegará a su fin yendo nuevamente abajo primero con la bonita 'Sings' y luego mediante 'Scattered', que cierra con otro solo extenso marca de la casa

Como bonus el guitarrista ha añadido la preciosa 'Yes, I have ghosts', que la conocíamos de 2020 (nuevamente en compañía de su hija en coros) y la mencionada sesión completa original de 'Luck and strange', cerrando un álbum de momentos que no propone demasiados sobresaltos ni momentos de alta intensidad si no más bien un estado de constante tranquilidad propia de un artista de casi ochenta años que sabe a estas alturas no va a venir a reinventar la rueda. Es lo que es y no queda más que agradecer.

¿Canciones? 'The piper's call' y  'Between two points'

6,5 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de David Gilmour:
2015: Rattle that lock