martes, 23 de diciembre de 2025

Milo J: La Vida Era Más Corta (2025)

 "Identidad, carácter e intención..."

Camilo Joaquín Villarruel tiene apenas 19 años, sin embargo, posee una voz grave que nos lleva a imaginar a un tipo de mayor experiencia. Cuando vamos hacia su (aún) breve discografía confirmamos aquella sensación. Esto porque en poco tiempo el vocalista ha tocado aristas bastante disímiles entre sí, yendo hacia las cuerdas y temáticas melosas en su debut 111 (2023), para luego haber abrazado el trap ruidoso en el siguiente 166 (2024) y este año mediante La vida era más corta acercarse con fuerza a las raíces de la canción folclórica argentina. Ahora, pese a la diferencia marcada de estilos existen elementos comunes en cada uno de los trabajos del argentino, los cuales en este tercer disco se encuentran más acentuados que nunca: muestras de identidad, carácter e intención. En casi cincuenta minutos por tanto encontramos acá un trabajo tremendamente sensible y que apunta a temáticas relacionadas con infancias traumáticas marcadas principalmente por la pobreza, un disco reflexivo aunque al mismo tiempo esperanzador, un álbum que con sus canciones invita a enfrentar de cara a la tristeza, confiar y actuar para que las cosas vayan para mejor.  

Lo anterior se visualiza en cada una de las canciones que componen este viaje, abriendo con una chacarera como 'Bajo la piel' donde el argentino se refiere a las heridas del pasado ("Tengo unos tatuajes bajo de la piel / Que no cicatrizaron, otros se reencarnan / No me siento propio y al ver el ocaso quise ir más despacio..."), idea que se complementará a la perfección con la dolorosamente hermosa 'Niño', una reflexión profunda respecto al lastre que representa el abandono en una primera infancia, relato que impacta viniendo desde un chico tan joven.

"Niño, haz las paces con la vida.
La nostalgia de tu antes no te deja caminar. 
¿Quién mató tu sonrisita de ilusión y de bondad?
Sé que te querés dormir pa no volver a despertar..."

Habiendo declarado intenciones, en adelante el disco intentará matizar los ánimos introduciendo pasajes de dinámica activa mediante 'Gil', los aires andinos de 'Solifican12', otra chacarera como 'Lucía' (junto a Soledad en las voces) o 'Recordé', mientras que 'Ama de mi sol' (que introduce con un mini homenaje al 'Giros' de Fito Páez) o 'Mmmm' (junto a la vocalista Paula Prieto y unos arreglos preciosos hacia el cierre del tema) vuelven a internarse en terrenos más duros mediante unas líneas impecables que se refieren al arte de sobrevivir ("Anoche di con los muertos pues no logro dar con el sol / Volver a casa era el fin pero el fin no es opción..."). Acá, ya en el nudo del álbum, sin embargo, aparecen los primeros detalles con el álbum. Primero porque hay una redundancia tanto en formas como fondo (demasiadas canciones que hablan de lo mismo y reiteran géneros) y segundo porque no todas las canciones logran estar al mismo nivel.

'Llora, llora', por ejemplo, junto a Akrilla si bien tiene bonitos arreglos y nuevamente acierta con la letra en una notable invitación a abrazar el dolor ("Llora, porque tenés casi 30 y te pesan las riendas de seguir un día más..."), falla en la intención de "modernizar" innecesariamente el sonido del álbum metiendo voces filtradas que no encajan con la idea orgánica que el resto del disco transmite (lástima que la chilena no pueda cantar sin ese autotune exagerado), mientras que la pasada por 'Cuando el agua hirviendo' o 'La vida era más corta' se vuelve pesada no porque estas sean malas canciones si no por la redundancia, la insistencia en canciones que tocan la misma tecla una y otra vez.

De hecho, será en la recta final cuando el álbum repunte notablemente. En este segmento la producción ha tomado la decisión deliberada de entregar un "disco 2" compuesto por cuatro canciones que terminan siendo el momento más sensible en todo el trabajo. Sonará acá una preciosa 'Radamel', la notable 'El invisible' (junto al dúo folclórico Cuti y Roberto Carabajal) que es la única en todo el disco que canta desde la rabia ante la desigualdad y la injusticia ("Bienaventurados, benditos los ricos / Consiguen de todo con el apellido / Me sale la bronca si me tomo un vino / Me hierve la sangre conteniendo un grito..."), esto para dar paso a esa inmensa joya que es 'Luciérnagas' junto a Silvio Rodríguez en una dolorosa mirada en torno a la pérdida de un ser amado ("Dicen que el ser humano valora el tiempo cuando no hay / Pero juraría que disfruté cada segundito que hubo a la par de tu presencia..."). 

Finalmente, y como si todo lo anterior fuese poco, el disco cierra trayendo al presente a la legendaria Mercedes Sosa mediante 'Jangadero', para la que se utilizó una grabación inédita (que originalmente corresponde a una improvisación tras bambalinas de la cantante junto a Soledad) sobre la que Milo J respetuosamente ha incorporado su registro. 

En definitiva, al joven vocalista argentino se le ha ocurrido construir un álbum de folclor siendo un artista pop que venía de un álbum urbano como 166. Ya solo por eso la intentona es digna de aplausos. Ahora, una cosa son las intenciones y otra los resultados. Acá el riesgo de "hacer el loco" era importante, Milo J podía quedar perfectamente en off side al meterse en terrenos aparentemente ajenos. Sin embargo, más allá de cualquier prejuicio ha logrado armar un disco lleno de idas y vueltas interesantes, colaborando con artistas de ayer y hoy logrando impregnar al trabajo de profundidad. Ha navegado a contra corriente y aquello le dignifica. Uno de los discos del año sin lugar a dudas...

¿Canciones? 'Niño', 'MmmmM' y 'Luciérnagas'.

8,5 /10
¡Excelente!

sábado, 20 de diciembre de 2025

Rosalía: Lux (2025)

"Sólido atrevimiento..."

Había que ver hacia donde disparaba Rosalía tras el éxito de Motomami (2022), sin embargo, lo que no estaba en los planes de absolutamente nadie era que la española corriera tanto el cerco como ha hecho en su más reciente Lux, todo un atrevimiento por parte de una artista que claramente desea no estancarse en un determinado sonido. Y es que la vocalista ha dado muestras de su capacidad para construir virales, ahí tienes 'Con altura', 'Saoko' o 'Despechá' como claros ejemplos, sin embargo, lejos de quedarse allí ha decidido desafiar a su público mediante un álbum centrado principalmente en instrumentos de cuerda con un fuerte componente sinfónico que se ve complementado por elementos electrónicos y esas interpretaciones aflamencadas que a estas altura lucen como marca de la casa. El resultado es un trabajo que efectivamente corre el riesgo de sonar pedante o forzado (de hecho, por momentos se encuentra al límite) pero donde Rosalía logra salir bien parada gracias a la cercanía de sus mensajes además de una que otra incorporación pop dispuesta a alivianar el álbum.

Dentro de lo positivo de este Lux está el ser un trabajo que no dejará indiferente a nadie. El disco es una provocación y aquello por sí solo, viniendo desde quien viene (insisto, una artista pop que perfectamente podría estancarse en el mainstream), es digno de aplauso. También está la valentía con que la vocalista se expone, muchas veces llevando sus agudos registros al límite de la desafinación, ocurre por ejemplo en una de las piezas más satisfactorias del disco como 'Divinize', una que llega de gran forma a todos los lugares donde Rosalía ha querido ir en este álbum (ya sea desde lo sinfónico como la electrónica), así como en la multifacética 'Berghain' y su tono operístico complementado con las curiosas apariciones de Björk + Yves Tumor. Antes de estas el trabajo habrá comenzado instalándose desde el drama, entregándose a la fe en 'Sexo, violencia y llantas' ("Quien pudiera vivir entre los dos / Primero amaré al mundo y luego amaré a Dios..."), al amor en la fabulosa 'Reliquia' o yendo hacia una dinámica más oscura en 'Porcelana', esto siempre entre tambores varios, violines y algún arreglo extra que complementará, armando un experimento que durante la primera parte logra convencer.

Habrá momentos eso si en donde Rosalía exagerará el tono. La mujer lo ha querido poner todo y bueno, a ratos ha puesto demasiado. Ocurre en 'Mio Cristo piange diamanti' o en 'Mi mundo', donde desata por completo los aires operísticos pero se le ha ido la mano quitándole dinamismo a la lista. En una arista completamente opuesta, la simpleza de 'La perla' (en modo Shakira con su tono de despecho) desentona por completo con el concepto sonoro del conjunto y si bien desde lo comercial se entiende su inclusión al ser el único single claro del álbum, el tema parece una concesión indigna (e innecesaria) dentro de un trabajo que se caracteriza por su valentía. De hecho, hay otras canciones que coquetean con el pop, como la preciosa balada 'Sauvignon blanc', la oscura 'Dios es un stalker' (marcada por un bajo exquisito) o 'La rumba del perdón' (que la conecta con su amado flamenco) pero que si funcionan en el álbum debido a detalles de arreglos o estructuras que las vuelven especiales, interesantes o atractivas, algo que no ocurre en 'La perla'

Finalmente, el disco complementará en su recta final con solidas pasadas que colocan la voz de Rosalía en un primer plano, como 'La yugular' o 'Memoria', esto para cerrar definitivamente con una preciosa y emotiva 'Magnolias', dejándonos así un disco que se atreve a tocar distintas aristas, rozando el exceso pero por lo general saliendo bien parado. Con tres o cuatro canciones menos estaríamos hablando de uno de los discos del año aunque aquello no le resta demasiado a una aventura que vuelve a situar a la española como un referente dentro de la escena actual.  

¡Y lo último! Mención aparte merece esa maravilla de portada con Rosalía abrazada con cierto placer a sí misma mientras es encorsetada por su fe, representada acá como una especie de camisa de fuerza que la aprisiona. Una joya visual simple pero que desprende muchísimas lecturas.

¿Canciones? 'Reliquia', 'Porcelana' y 'Divinize'.

7,8 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Rosalía:
2022: Motomami

jueves, 18 de diciembre de 2025

Babasónicos: Cuerpos, Vol 1 (2025)

 "Sin ganas..."

Tras unos años de conformismo y absoluta mediocridad, marcados por álbumes como Mucho (2008) + A propósito (2011) + Romantisísmico (2013), es cierto que a partir de 2018 vivimos una especie de renacer por parte de Babasónicos. En ese camino álbumes como Discutible o el más reciente Trinchera (2022) dieron muestra de una agrupación que volvía a tener hambre y algo importante que decir. Ambos trabajos abrazaron el pop desde un lugar más intimista entre guitarras sutiles y una clara inmersión en los sintetizadores, siendo precisamente esta última arista es la que han intentado profundizar en este Volumen 1 (?) de Cuerpos, un disco bastante breve que intensifica las dinámicas minimalistas de la mano de una electrónica sutil. Digamos, algo parecido a lo realizado en Trinchera aunque con una salvedad no menor pues esta vez no han estado muy inspirados que digamos. Dicho en simple: la intención está, más no las letras ni las canciones. 

Nos entregan así un disco corto, sólo nueve canciones en media hora que desde un comienzo van en busca de un sonido elegante, sin embargo, desde la partida con 'Tiempo off' notamos que "algo falta". Las rimas son bastante básicas y deben estar entre lo peor que ha escrito Adrián Dárgelos en largo tiempo ("Me gustaría ser tu amante por un par de días... insecticida (?) / Me gustaría besar esa parte escondida... ingeniería (?) / Ser un lanzafuego en tu tropa... para emborracharme en tu sopa") y la música es repetitiva sin jamás generar alguna alza de intensidad. Esto se repetirá a lo largo de todo el álbum, aburriendo derechamente en cosas como 'Relaciones aparte', 'Cocos' o 'Mercado blue' (apagadísimas las tres) mientras que algo de dinamismo se puede encontrar en 'Maracuya', la simpática 'Miau' (aunque es dramática la repetición de líneas) o en las tímidas guitarras de 'Labios apilados', sin embargo, verdad sea dicha... en ninguna canción en todo el disco aparece la magia. 

Es cierto que se aprecia una intención en el álbum, la intención de ir por un synthpop sobrio e intimista, un disco que continúa la senda trazada por Discutible y Trinchera llevando aún más a lo profundo el sonido. El problema es que la banda suena sin ganas, desanimada y poco creativa. Quizás esto debió ser otro EP, como hicieron con Suficiente (2020) porque como un conjunto de mayores aspiraciones fracasa completamente y vuelve a sumergir a los argentinos en la irregularidad. Una pena, que venían bien...

¿Canciones? 'Macacuyá', por buscar alguna. 

5/10
Nada muy especial...


lunes, 15 de diciembre de 2025

20 Años De... Babasónicos: Anoche (2005)

Ok. Hora de hacer el giro hacia acá, nuestro continente. Basta de anglos y en lo que queda de 2025 me concentraré en álbumes en nuestra lengua, que tocaba ya. Y que mejor manera de entrar acá que haciendo historia con este disco al que le guardo tanto cariño...

"Arrogante pop..."

Sabido es que el cambio de siglo llegó también con un giro estilístico para Babasónicos. Entre Miami (1999) y Jessico (2001) se perciben conexiones pero dicho eslabón marcó un punto de no retorno para la banda, que desde entonces se enfocaría en su arista más azucarada y comercial, lejos de la estridencia y/o experimentación de álbumes como Dopádromo (1996) o Babasónica (1997). De hecho, en 2003 llegó Infame y tras singles como 'Irresponsables', 'Putita' o 'Y qué' ya nada volvió a ser igual. Los argentinos le apuntaron a la fórmula, entendieron que había que volver más comprensible el lenguaje y cantarle al amor con un toque de descaro para así lograr lo que cualquier agrupación desearía tras más de una década de existencia: renovar su audiencia. Porque lograr el recambio generacional con tu base de fans te asegura otras dos décadas de vida y aquello ocurrió con Babasónicos, quienes de golpe acercaron su música a chicos y chicas que en ese entonces rondaban los veinte (y hoy los cuarenta por abajo) entre discos extremadamente simples pero efectivos. Pop puro y duro. 

En dicho camino Anoche marca un punto alto en el camino (y también el fin de una etapa) pues si bien muestra a la banda inmersa en su versión más melosa (donde prácticamente TODAS las canciones hablan del "date cuenta que me gustas" y de ahí no salen), desde lo musical el disco luce muchísimo más cohesionado respecto al anterior Infame e infinitamente más sofisticado que el posterior Mucho (2008)con unos Babasónicos que por última vez en LARGO tiempo parecen esforzarse por componer algo de nivel. Lo anterior entre canciones que rondan los dos minutos de duración pero que en esa sencillez saben encontrar rápidamente ideas contundentes, momentos cargados al rock entre líneas interesantes y coros contagiosos. 

Esto se aprecia de inmediato cuando el rock descarado de 'Así se habla' vaya al choque con sus líneas dedicadas a alguna chica de clase alta ("¿Será tu educación cristiana? / Ves fantasma' en todas partes / ¿Será tu condición racial? / O tu lugar de privilegio..."), esto para luego encajarte uno de los momentos más brillantes de Babasónicos su carrera, me refiero al meddley compuesto por 'Carismático' + 'Yegua´+ 'Un flash' , tres piezas románticas que son una y son complementadas con la genial 'Pobre duende', con un Adrián Dárgelos inspiradísimo que pareciese profetizar su rendición ante el mercado.

"Miren lo que han hecho con el duende del rock.
Lo han destrozado.
Lo han convertido en una estampa estúpida de sumisión..." 

Posteriormente tendremos una nueva inclinación hacia las guitarras en 'Solita' y la exquisitamente descarada 'Puesto' ("Que sofisticado fue invitarte a toquetear / Yo tan lento, vos tan regia..."), cerrando así una primera mitad del álbum absolutamente sensacional, una seguidilla de piezas breves que oscilan entre un rock dinámico y baladas pop tan adictivas como radiantes. 

La segunda parte del disco continuará esta tendencia, recuperando el sonido de Miami y Jessico en el rock tejano de 'Falsario' o en la sólida 'Ciegos por el diezmo', pasando por bonitas baladas electro acústicas como 'Capricho' + 'El colmo', esta última con un coro que es pretende ser un himno que le habla a la posteridad ("Por eso canción llévame lejos donde nadie se acuerde de mi / Quiero ser el murmullo de alguna ciudad que no sepa quien soy..."), para ya ir cerrando con la delicadeza de 'Exámenes', con la que el disco quizás debió terminar y cerrar en alto, sin embargo, la banda decidió dar una vuelta más con el medio tiempo 'Muñeco' y las guitarras de 'Luces', que están bien pero aparecen en la lista como lo más débil de esta.

Mirado a veinte años de distancia un disco como Anoche luce soberbio. Un perfecto equilibrio entre aquel sonido meloso que la banda había descubierto unos años atrás y atisbos de un rock que, ojo al dato, desde acá abandonarían para jamás volver a retomar. ¿Y desde acá qué? Pues la debacle. Los sucesores Mucho (2008), A propósito (2011) y Romantisísmico (2013) exacerbarían las dosis de azúcar en la banda a un nivel casi intolerable, simplificando las fórmulas a un nivel ridículo (es como lo que le pasó a Coldplay pasado 2008, fenómeno similar) y marcando una larga siesta creativa de la que ciertamente los argentinos recién parecen estar despertando. Lo anterior no empaña, sin embargo, este disco de 2005. A día de hoy, el último gran álbum de la Babasónicos

¿Canciones? El meddley 'Carismático' + 'Yegua´+ 'Un flash', 'Puesto' y 'Exámenes'.

8,2 / 10
¡Excelente!

Otras reseñas de Babasónicos:

viernes, 12 de diciembre de 2025

Tame Impala: Deadbeat (2025)

"Trance hipnótico..."

Fue hace diez años cuando Kevin Parker decidió romper sus propios esquemas, abandonar las guitarras y psicodelia setentera para abrazar con fuerza la electrónica y estructuras inmersivas. En dicho camino Currents (2015) fue un álbum que combinó momentazos con pasajes algo pesados y difíciles de seguir, mientras que The slow rush (2020) se mostró algo más sofisticado en la búsqueda. Ambos no fueron álbumes fáciles de oír a la primera, sin embargo, en los dos estuvo presente un elemento melódico que les un viaje tan atractivo en lo individual como interesante en lo colectivo. En dicho sentido, en Deadbeat el músico y productor ha decidido correr mayores riesgos al mostrarse más suelto que nunca en materia electrónica, proponiendo una especie de trance hipnótico que (para bien y para mal) coloca total énfasis en las atmósferas. 

Decir que para este álbum el músico se ha olvidado de las melodías sería injusto, ahí tienes cosas como 'Dracula' o 'Loser' que reivindican estructuras más clásicas dentro del pop (no por nada son también las más breves del disco rondando los tres minutos), sin embargo, cierto es que gran parte del disco se ha planteado como un viaje en donde el fuerte no está puesto en los coros ni en las letras si no más bien en los arreglos electrónicos. Desde ahí, es curioso pero interesante el como ha decidido abrir, mostrándonos una versión primitiva al piano de 'My old ways' para al minuto desenfundar la canción definitiva, una donde la electrónica será absoluta protagonista, algo que más adelante se acentuará en cosas como 'Oblivion' (con una base de percusión similar a la del reggaeton) o 'Not my world', las cuales repliegan la voz, la esconden tras un beat repetitivo que se toma por completo la escena. De esta forma el disco rápidamente comienza a llevarte a una especie de rave electrónico en donde Kevin Parker es el DJ. Ya de los casi ocho minutos de 'Ethereal connection' ni hablemos, lo mismo con 'Obsolete' (una maravilla oírla con audífonos, experiencia totalmente recomendada) o la acelerada 'Afterthought'. Todas estas son un desate total de esta idea. ¿Qué a ratos se excede? ¡Seguro! A 'My old ways' le sobra su minuto final o el cierre del disco mediante 'End of summer' suena como un capricho totalmente innecesario. Pero bueno, si algo no se le puede criticar al álbum es que da muestras de un artista plenamente libre de ataduras.

De todas maneras habrán momentos en donde el músico regrese, realizando una pausa y nos recuerde sus capacidades para construir gratas melodías en baladas como 'Peace of heaven' o 'See you on monday (you're lost)', pequeños detalles dentro de un Deadbeat desafiante con el auditor y que ciertamente no plantea medias tintas, un trabajo con un énfasis puesto en las atmósferas y donde las "canciones" buscan transmitir una determinada vibra que se encuentra lejos del "enganche melódico". Comprendiendo aquellas intenciones, el disco funciona y se sostiene, aunque seguro dividirá aguas y quedará en la discografía de Tame Impala escrito como uno de esos trabajos exploratorios difíciles de entender en su momento.

¿Canciones? 'Dracula', 'Obsolete' y 'Peace of heaven'.

6,9 / 10
(Muy) bueno.


Otras reseñas de Tame Impala:

martes, 9 de diciembre de 2025

Wolf Alice: The Clearing (2025)

 "Se niegan a ser etiquetados..."

El tercer disco de una banda suele ser revelador. Es el álbum donde las agrupaciones tienden a demostrar para qué están, y en el caso de Wolf Alice vaya que mostraron credenciales con aquel notable Blue weekend (2021), un trabajo creativo donde abrazaron sonidos crudos y oscuros cargados al dream/noise pop aunque arrastrando al mismo tiempo las guitarras presentes en sus dos primeros álbumes. La crítica se rindió ante ellos y todo pareció indicar que en adelante les oiríamos moviéndose bajo los parámetros que dicho disco limitó. Pero no. Hay bandas que se rebelan a la idea de ser etiquetados e incluso a aquella "teoría del tercer disco". Esto a propósito de este The clearing, un trabajo que se aleja por completo y en todos los sentidos de su antecesor, es decir, quienes creyeron que en adelante el camino que la banda abrazaría sería el de Blue weekend, olvídenlo. Que Wolf Alice quieren demostrarnos que son lo que les da la gana ser y no piensan someterse a ningún encasillamiento. Lejos por tanto de la oscuridad de su anterior trabajo en The clearing (el título anticipa) la banda se lanza directamente hacia sonidos limpios, cristalinos, esperanzadores y bonitos. Once canciones que muestran su faceta más luminosa.

No encontramos acá por tanto pasajes sucios ni estridentes, tampoco capas de guitarras ni nada por el estilo. Todo lo contrario. Quizás la única excepción la marque el single 'Bloom baby bloom', que es un tema de pop rabioso en donde oímos a Ellie Rowsell más explosiva que nunca en los coros, sin embargo, el resto del álbum se moverá entre lugares bastante más calmos y pulcros desde la producción, abriendo con la delicadeza de 'Thorns' y ese coro maravilloso ("Debo ser una narcisista / Dios sabe que no puedo resistirlo / Hacer una canción y bailar con ella...") o continuando con la simple 'Just two girls' (que es bajo/batería/piano/voz + algún teclado en coros), esto para luego derechamente coquetear con el country en cosas como 'Learning against the wall' o 'Passenger seat' (muy Sheryl Crow desde la interpretación, quienes ronden los cuarenta entenderán a lo que me refiero), jugar con sonidos melosos en 'Bread butter tea sugar' o derechamente pasarse a baladas desnudas en 'Play it out' (esta al piano), 'Safe in the world' (bajo + batería) o 'Midninght song' (cuerdas). 

Dentro de toda esta apuesta por la sencillez existirán de todas formas momentos en donde la banda dará muestras de aquel talento que les sigue sobrando, y aquello lo han dejado para el cierre del disco. Primero con la dinámica 'White horses', que construye cuidados pasajes entre cuerdas acústicas, y luego cerrando el álbum con 'The sofa', una preciosa oda al "hacer nada" que con sus líneas emocionarían sin lugar a dudas a Cristian Castro ("Puedo estar feliz / Puedo estar triste / Puedo ser una perra cuando estoy molesta / Quiero estancarme o enamorarme / A veces solo quiero coger / Amo mi vida / Pero a veces quiero que me dejes día y noche en el sofá..."). 

Wolf Alice están jugando a confundirnos, lo cual habla bien de su versatilidad. De pronto no sabemos hacia donde irán o que esperar de ellos... y eso es bueno. En The clearing se han despojado por completo de todo aquello que empapó sus primeros tres álbumes, abriendo con esto un camino expectante para futuro. Este disco funciona (muy) bien, lo mejor de el está en su comienzo y final, en las dos primeras y dos últimas. Entre medio puede que lo que suena resulte demasiado sencillo para quienes habían enganchado con el pasado de la banda, sin embargo, la belleza está, solo hay que saber sentarse a disfrutarla en calma.

¿Canciones? ''Bloom baby bloom', 'White horses' y 'The sofa'.

7,5 /10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Wolf Alice:

sábado, 6 de diciembre de 2025

The Last Dinner Party: From The Pyre (2025)

 "Doblan la apuesta..."

El debut de estas chicas estuvo (muy) bien y generó algo de ruido, sin embargo, este cargó inevitablemente con el estigma de representar un fenómeno inflado artificialmente. No faltaron las frases tipo "tienen bombo únicamente por ser mujeres" (misoginia pura y dura, digámoslo) por lo que (supongo) la banda habrá sentido la necesidad de rápidamente salir a callar voces. No han dejado por tanto que el plato de se enfríe y ya nos han servido otro, pero ojo al dato: uno bastante más sobrecargado (aunque no en un mal sentido). Y es que si bien uno puede perfectamente observar consecuencia entre este nuevo conjunto de canciones y las que armaron aquel sólido Prelude to ecstasy (2024), se aprecia esta vez mayor inclinación hacia la pomposidad y cierta intención por complejizar un tanto la propuesta. 

Lo anterior se palpa de inmediato al darle play a algo como 'Agnus dei', una canción de pop elegante y que hasta sus tres minutos reitera la fórmula del debut, sin embargo, en su recta final apuesta por la sofisticación estructural dando una vuelta de tuerca más, metiendo un alza de intensidad e incluso incorporando un solo de guitarra (demasiado limpio eso si, por lo que queda algo al debe todo sea dicho). La canción supera los cinco minutos de duración y desde ahí plantea una novedad (en el debut todas rondaron los tres) al escapar un tantito de lo obvio, algo que volveremos a percibir más adelante en algo como 'This is a the killer speaking' (en esta la banda y Abigail Morris están más teatrales que lo habitual) y en la absolutamente barroca 'Rifle'. Antes habremos disfrutado de dos cosillas más livianas como 'Count the ways' + 'Second best', que se enfocan más bien en la riqueza melódica que caracterizó el debut de la banda. Como sea, la primera mitad de este From the pyre no decepciona e incluso se da el gusto de ir por más y salir bien parado.

La segunda parte del disco abrirá sosteniendo esta tendencia a la contundencia en materia de arreglos, encontrando un momentazo en el mantra que es 'Woman is a tree' seguida de la estridente 'I hold your anger', esto para casi en el cierre llegar a la joya oculta que contiene este disco: 'The scythe', una en donde le encuentran el punto perfecto a la fórmula entre cuerdas, un aporte de batería impecable, violines incluso y una intensidad que se sostiene a lo largo del tema. Es la mejor canción del disco sin lugar a dudas, la 'Nothing matters' de esta lista y seguramente por eso la han puesto casi en el cierre emulando lo que ocurrió con dicho single en su disco debut.

The last dinner party continúan siendo como sus portadas: una bonita oda al sobrecargo. De todo un poco sin desbalancearse demasiado hacia algún lugar especial. Lo anterior, sin embargo, no debería entenderse como una crítica negativa pues lo que han logrado en este From the pyre huele muy pero muy bien. Han tomado "las sobras del debut", aquello que no quedó y en tiempo record han doblado la apuesta. Me sigue faltando algo más de mal rollo, que la banda se queda a medio camino en ciertas canciones ('Agnus dei' o 'Rifle', claros ejemplos), a la guitarra le falta más fuerza pero bueno, que estamos apenas en un segundo disco y la sensación de que podrían ir por más está en el aire. A esperar...

¿Canciones? 'Agnus dei', 'Woman is a tree' y 'The scythe'.

7,5 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de The last dinner party:

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Florence + The Machine : Everybody Scream (2025)

 "Desequilibrado..."

Tras un par de álbumes iniciales cargados al pop, las melodías gloriosas, reconocibles y recordables, mensajes de superación o historias de desamor, la inglesa Florence Welch decidió dar un giro hacia los rincones más íntimos y oscuros de su sentir. Algo de esto se insinuó en el magnífico How big, how blue, how beautiful (2015) para luego profundizarse mediante el lúgubre High as hope (2018), llegando así a un punto donde de no retorno en Dance fever (2022), un trabajo en donde la música se puso al servicio del mensaje, experiencia o idea que se deseaba transmitir. Aquello vuelve a ocurrir en este Everybody scream e incluso se intensifica, dejándonos un disco que si bien alcanza cotas enormes en algunos pasajes, en general acaba perdiéndose en sí mismo a causa de su falta de gancho.  Dicho en simple: este es uno de esos álbumes que no tiene mucho sentido oír sin ir siguiendo las letras (las cuales son brillantes, todo sea dicho) pero que desde lo musical queda en deuda. Principalmente debido a la monotonía en que cae en medida que avanza. 

Yendo a las temáticas, el sexto álbum de Florence + the machine se encuentra marcado por la compleja experiencia del embarazo ectópico sufrido por la artista en 2023, lo cual le ha llevado a reflexionar profundamente respecto a su presente. Abre el disco por tanto con 'Everybody scream' refiriéndose a ella misma en tercera persona, a su alter ego sobre el escenario, y como este personaje le funciona a modo de desahogo ("Ella me lo da todo / Ya no siento dolor / Me derrumbo, me levanto / Y lo vuelvo a hacer / Porque nunca es suficiente / Me hace sentir amada / Podría venir aquí y gritar tan fuerte como quiera..."), esto para rápidamente entregar la GRAN canción del disco, la más ambiciosa claramente y también la más directa en cuanto a su mensaje: 'One of the greats'. En esta, unicamente sobre una sutil pero cruda guitarra eléctrica, Florence se refiere a lo cerca que estuvo de la muerte ("Salí arrastrándome debajo de la tierra / Con las uñas rotas y tosiendo tierra / Escupiendo canciones para que las cantes conmigo..."), realiza un recorrido por su período más oscuro ("Solo era hermosa bajo las luces / Solo así era poderosa / Me quemé a los treinta y seis...") para luego enfocarse en lo que significa ser una mujer dentro de la industria musical ("Debe ser grato ser hombre y componer música aburrida, solo porque puedes..."), esto dentro de una estructura que juega a absoluto placer con las intensidades. 

La partida es notable por tanto y las dos que suenan a continuación no destiñen en absoluto, ya sea disfrazándose de bruja y dialogando con la muerte en la críptica 'Witch dance' o subiendo la intensidad en 'Sympathy magic', probablemente el tema con mayor vocación pop en todo el álbum. El problema, sin embargo, comienza desde acá en adelante. Y no porque vengan malas canciones (la mayoría tiene lo suyo), sino porque el álbum abusa de los arreglos minimalistas en la idea de entregarle total protagonismo al relato. Se sucederán entonces sutiles cuerdas y una serie de elementos que se limitarán a preparar terreno para que las dramáticas/poéticas narrativas de Florence se desarrollen, encontrando gratos momentos en 'Perfume and milk', donde intenta reconstruirse desde el dolor ("Y estoy cambiando, convirtiéndome en algo más / Una criatura de anhelo , cuidándose solo a mi misma / Lamiendo mis heridas, refugiándome..."), o refiriéndose a asuntos más banales como el amor no correspondido en 'Buckle'. 

Podríamos afirmar que medio disco está bien, incluso muy bien. Sin embargo, la Cara B de este insiste demasiado en el concepto e incluso entrega canciones que se quedan totalmente cortas de alcance. El caso de 'Kraken' es dramático, por ejemplo, un tema que pedía a gritos mayor explosión y se queda en meras insinuaciones. Ya de la monotonía de la pasada por 'The old religion' ,'Drink deep', la acústica 'Music by men' o ese cierre insulso a cargo de 'And love', ni hablemos. El álbum caerá en un pozo por tanto en su segunda parte, del que ni siquiera los coros explosivos de 'You can have it all'  logrará salvarlo.

El que un disco presente una propuesta profunda e incluso arisca no es un problema en sí mismo. Lo complicado es cuando la complejidad de un mensaje no tiene correspondencia con la música, que es algo que acá ocurre en bastantes momentos. Everybody scream es un disco desequilibrado, de grandes momentos y otros derechamente agotadores. Una pena, que con Florence las expectativas siempre están muy arriba. Pero las cosas como son. 

¿Canciones? 'One of the greats', 'Witch dance' y 'Sympathy magic'.

6,5 / 10
Cumple y algo más...

sábado, 29 de noviembre de 2025

Ethel Cain: Willoughby Tucker, I Will Always Love You (2025)

 "¡Vaya ovarios...!"

El primer amor tiene algo especial. Habrán posteriores pero aquella primera vez abre puertas con una intensidad que no conocíamos y por lo mismo, se vuelve un momento absolutamente único en nuestras vidas. Aquel concepto le ha permitido a Hayden Anhedönia internarse con su segundo álbum en una serie de historias que la regresan hacia su adolescencia, esto siempre bajo la mano implacable de una mujer que quiso hacer cine pero terminó haciendo música, y vaya que aquello se nota. Y es que las obras de Ethel Cain (alter ego que ha creado la vocalista) no son para cualquiera (perdón la pedantería, pero es así), estas, como el cine, requieren un grado de inmersión y complicidad importante, requieren cierta disposición a meterse en las atmósferas densas y profundas que la artista continúa proponiendo, las cuales claramente se mueven a contracorriente de lo establecido como "popularmente aceptable".

Y es que salvo honrosas excepciones como el single 'Fuck me eyes', que desarrolla entre explosivos sintetizadores la historia de aquella compañera de colegio que todos tuvimos y fue siempre sexualizada por sus compañeros ("Ella solo está tratando de sentirse bien / Todos quieren sacarla / Pero ninguno quiere llevarla a su hogar...") o la balada folk 'Nettles', canciones con cierta vocación comercial donde la vocalista suena como una especie de Taylor Swift más oscurilla (algo hay que comer, claro está, así que hay que tratar de meter algún hit), el disco por lo general navega entre sonidos lúgubres. De hecho, cabe el mencionar que incluso en los singles mencionados Ethel no se limita en absoluto y lleva la duración de estas canciones por sobre los seis minutos. Es decir, ni cuando quiere ser comercial la tipa se ajusta a los estándares. Pero lo dicho, que el resto del álbum se debate entre lugares bastante sombríos, abriendo al desnudo únicamente junto a una guitarra eléctrica en 'Janie' para luego meterte de segundo tema (!!) un melancólico instrumental al piano como 'Willoughby's theme'. Insisto en el punto, hay pocas concesiones acá con el auditor y aquello evidentemente funcionará como una barrera prácticamente infranqueable para quien no esté dispuesto a sumergirse de lleno en la propuesta. 

Dicho lo anterior, puede que hayan momentos en que a la vocalista "se le vaya la mano", pues si bien se entiende claramente el objetivo sonoro que persigue el disco, hay pasajes algo excesivos que juegan algo en contra, como la pasada por 'Willoughby's interlude' + 'Dust bowl'. No porque estos sean malos temas, de hecho, la segunda es un excelente atrevimiento que sostiene su relato sobre una atmósfera siempre densa pero que va aumentando su intensidad entre suaves oleadas de teclados, el problema es que antes me has entregado un instrumental de siete minutos de duración que en cierto modo entorpece la experiencia pues la vuelve demasiado pesada. Esto también ocurrirá en la recta final del disco donde cosas como 'A knock at the door' o 'Tempest' no pueden si no emocionar por la valentía que muestran en sus estructuras (la segunda siendo una joya extensa e intensa que roza el post rock), sin embargo, los quince minutos de 'Waco, Texas' no se justifica en lo absoluto, una canción potente pero que tarda demasiado en explotar dejando nuevamente la sensación de que acá faltó algo más de edición.

Nadie podría de todas formas criticar los ovarios de esta mujer. ¡Cuánto coraje! Con Willoughby Tucker... la vocalista nos ha entregado un trabajo de tono personal que responde unicamente a sí misma, con un montón de excelentes letras y arreglos desafiantes. Aunque le sobren minutos, el álbum estará seguramente entre lo más valiente que habremos oído este año y tan solo por eso ya vale absolutamente la pena. Por cierto y para finalizar: ojalá algún día Hayden pueda filmar su película....

¿Canciones? 'Fuck me eyes' y 'Tempest'.

8,2 / 10
¡Excelente!

jueves, 27 de noviembre de 2025

55 Años de... George Harrison: All Things Must Pass (1970)

 "La música como puente de sanación y liberación..."

Bendito el artista que posee la capacidad de transformar un momento y sentir en obra. En el caso de George Harrison la historia es conocida, para 1970 el "beatle tímido" venía de una década extraordinaria junto a la banda más importante de la historia de la música contemporánea, diez años increíbles que lo cambiaron todo aunque por lo mismo representaron una vorágine difícil de llevar para un hombre cuyo talento inevitablemente se vio opacado al lado figuras colosales como fueron Paul McCartney y John Lennon. Y si bien a partir de 1966 la dupla le permitió a Harrison el incorporar una que otra canción en el repertorio beatlesco, la sensación de que el guitarrista poseía un inmenso potencial se encontraba en el aire. Sin embargo, quien debía creerse el cuento primero era el mismísimo Harrison y de aquello va el fascinante viaje que propone All things must pass (el título anticipa...), una extensa colección de canciones que le permitieron al guitarrista encontrar suficiente confianza en sí mismo como para cerrar definitivamente su capítulo junto a The beatles.

Yendo a la música, All things must pass es (evidentemente) un disco de guitarras pero también uno que goza de una sensibilidad tremendamente particular, la cual desborda en todo momento. Está compuesto por canciones que Harrison fue acumulando desde 1966, las cuales a comienzos de 1970 decidió mostrar a Phil Spector en la idea de que este le ayudase con la producción del que vendría a ser su tercer álbum en solitario. Los dos anteriores eso si fueron meras experimentaciones, por lo que este sería el primero con que buscaría acercarse con fuerza al mainstream, de hecho, el disco contiene el que acabaría por ser su mayor éxito en términos comerciales, el single 'My sweet lord', una bonita plegaria en tono góspel que daría muestras de la arista más creyente del vocalista (una que estuvo muy presente a lo largo de su carrera) y que destaca en cuanto a arreglos debido a esa serena calma que entregan sus cuerdas acústicas sumado a ese característico e inmortal slide eléctrico. Es una canción de pop sencillamente brillante y que, todo sea dicho, en cierto modo acabó injustamente opacando a nivel popular la belleza y contundencia del resto del disco. 

Sin ir muy lejos, previo a la mencionada el álbum habrá abierto con la delicada 'I'd have you anytime', una preciosa declaración de amor y entrega que funciona debido a la desnudez que transmite, sensación que volverá a aparecer en distintos pasajes del álbum. Ocurre en el extraordinario lamento de 'Isn't it a pity', donde Harrison reflexiona sentidamente respecto al daño que somos capaces de causar los seres humanos (como cosa curiosa aparecerá dos veces en el disco, primero en una extensa versión de siete minutos que se carga a los vientos, luego en formato más breve y sobrio en cuanto a arreglos), en las cuerdas de 'Run of the mill', desde la absoluta calma en 'If not for you' (escrita por su amigo Bob Dylan) o abriendo la segunda parte del álbum mediante la hermosa 'Beware of darkness', dueña de una melodía que impresiona por su intensidad. Una de esas canciones que logra demasiado con aparentemente pocos recursos. 


Dicho todo lo anterior, donde reside el principal mérito del trabajo está en la diversidad que presenta pues así como existen momentos delicados que transmiten desde la melancolía, habrán otros en donde las atmósferas serán absolutamente festivas y optimistas, acercándose al rock de guitarras en la juguetona 'Wah-wah', en 'Awaiting on you all' o 'Art of dying', nuevamente entregándose al amor en 'What is life' o en la bonita 'Apple scruffs'. Por cierto, muchas de estas estarán cargadas a la sobre producción (sello característico de Phil Spector), sin embargo, esto no alcanza a molestar y más bien entrega una identidad marcada a las canciones. Ejemplo claro de esto es la preciosa 'Let it down', una donde los arreglos potencian efectivamente el resultado y entregan contundencia, lo mismo con la notable 'All things must pass', que si bien se sabe fue compuesta años atrás e incluso pudo ser un tema de The beatles, encontró acá su lugar perfecto bajo la idea de que "todas las cosas deben pasar". Finalmente y como cosa curiosa cabe mencionar que el disco en su versión original incluía un LP extra titulado Apple jam, el cual contenía una serie de improvisaciones instrumentales que Harrison simplemente se dio el gusto de meter acá. Todo un arranque de libertad y confianza.

All things must pass fue en aquel 1970 la prueba palpable de que no habría más The beatles, que George Harrison se encontraba ya en otro camino y había encontrado en la música un puente para su sanación y liberación, digamos, el coraje para volar con alas propias. A más de cincuenta años de distancia tocaba el realizarle un homenaje a esta maravilla rebosante en melodías gloriosas, un trabajo que no solo acabaría por ser el mejor álbum del guitarrista si no que incluso sería el mejor disco en solitario compuesto por un ex beatle. Y si, que las comparaciones son odiosas pero verdad sea dicha: nunca Lennon ni McCartney lograron entregar un trabajo de este nivel. Queda escrito. 

¿Canciones? 'I'd have you anytime', 'My sweet lord', 'Beware of darkness' y 'Let it down'.

10/10
Disco perfecto.

Otras reseñas de George Harrison:
1970: Let it be (The beatles)

domingo, 23 de noviembre de 2025

Panopticon: Laurentian Blue (2025)

 "A contra corriente..."

¡Qué complicado el llegar a este álbum! Primero porque el estadounidense Austin Lunn es otro de esos artistas que ha quitado su música de Spotify debido a las inversiones de su CEO en armamento militar, decisión que ciertamente representa un riesgo importante para la difusión, de hecho, tuve que ir a buscar el álbum en otras plataformas. Pero no solo eso, es que tampoco es sencillo encontrar las letras. No están en Metallum, en Genius, ni siquiera en Google. Todo lo anterior habla de un álbum que está jugando muy a contra corriente, incluso más allá de lo habitual (que ya es bastante), y que seguramente muy pocos terminaremos oyendo, digamos, principalmente quienes conocemos al multi instrumentista y confiamos en sus capacidades. 

Ahora, como si todo lo anterior fuese poco, Laurentian blue es un disco que escapa a lo que habitualmente esperaríamos encontrar en un álbum de Panopticon. Enfocado como un álbum de folk, el disco está compuesto por once canciones que le alejan por completo de su habitual black metal atmosférico para sacar a relucir la arista más íntima y reflexiva del compositor. No hay medias tintas por tanto acá, el disco es un "lo tomas o lo dejas", es decir, te abres a la experiencia o mueres en el purismo, pues desde un comienzo notamos por donde irá el asunto: Austin junto a su guitarra, banjo o mandolina expulsando sus demonios y únicamente acompañado por violines a lo largo de un viaje cargado de melancolía. En dicho sentido el vocalista ha comentado que estas canciones fueron compuestas durante un período de profunda depresión y dolor, tiempos marcados por una pérdida familiar y la pandemia global, aspectos que se transmiten con claridad en el sonido de un álbum que desde un comienzo muestra una sensibilidad tremendamente particular. 

Por supuesto que no encontraremos en este listado estructuras contagiosas ni coros llamativos pues el foco estará siempre puesto acá en el mensaje y las atmósferas que los arreglos pretenden construir. Destaca el comienzo del álbum con las delicadas 'Liberation song' + 'The poetry in roadkill', donde el vocalista con sus sentidos tonos graves recuerda un tanto a Johnny Cash, los hermosos violines que se entrelazan con sentidas cuerdas en 'Ever north', así como la versión que entrega de 'I want to be alone' (la canción original data de 1965 y fue compuesta por el trágicamente desconocido Jackson C. Frank). Hacia el cierre del disco destacará la delicadeza de 'This mortal coil's rusted' + 'Broken bars' o esa singular discusión que Austin entabla en 'An argument with god', donde el vocalista realiza las preguntas ("¿Ves algo en tu soledad? ¿Nos has dejado a todos retorciéndonos...?") y hace al mismo tiempo de Dios para contestar ("Estoy encerrado en esta habitación de tu imaginación junto a los horrores que tu has decidido...").

Sonará una excepción a la regla abriendo la Cara B del disco con 'Irony and actuality', la única que entrega un folk en tono optimista y festivo, sin embargo, en general el álbum sostendrá un tono personal y reflexivo, quizás algo monótono para algunos debido a lo plano del registro vocal de Lunn, aunque por lo mismo el fuerte está puesto en la belleza de los arreglos de cuerdas y en los mensajes que se entregan. No deja de ser cierto eso si que con dos o tres canciones menos la experiencia resultaría más disfrutable.

Es claro que un disco como Laurentian blue quedará plasmado como un mero paréntesis en medio de la prolífica de Panopticon, una necesaria pausa para respirar por parte de un compositor que no ha parado durante los últimos casi veinte años y que acá ha vuelto a dar muestras de que solo se debe a sí mismo. Tan solo por lo anterior, merece la pena el sumergirse en esta personal y valiente aventura folk/country.

¿Canciones? 'Ever north',  'This mortal coil's rusted'  y 'Broken bars'.

sábado, 22 de noviembre de 2025

Biohazard: Divided We Fall (2025)

 "Puñetazo al mentón..."

La primera mitad de los años noventa dio para mucho en los Estados Unidos. La crisis del capitalismo acabó expresándose en distintos rincones y la música funcionó ciertamente como un perfecto catalizador para las frustraciones de una juventud que no encontraba respuestas en el régimen político del momento. En dicho contexto, Biohazard fueros pioneros en eso de fusionar con atrevimiento el hip hop (que jugaba en ese entonces un rol contestatario) con variantes de un rock más duro como el hardcore o el punk (los geniales Body count fueron otros que jugaron en esta liga, ni hablar más adelante de Rage against the machine). Avanzando la década, sin embargo, el status quo triunfó y el conservadurismo acabó por imponerse, de ahí que todo este tipo de bandas quedaran fuera de juego perdiendo relevancia. Los discos quedan grabados en la historia eso si y en el caso de Biozahard álbumes como Urban discipline (1992) o State of the world adress (1994) se mantienen como el manifiesto legado de un momento histórico y particular para la música contemporánea. Dicho todo lo anterior, en este 2025 los estadounidenses vuelven con formación titularísima. El regreso de Evan Seinfeld en el bajo implica el que la banda cuenta en sus filas con sus cuatro miembros fundadores, lo cual se ha traducido efectivamente en un sonido que consigue ser fiel a su esencia (sin "imitar" sus inicios), con un grado de frescura que se deja disfrutar, una producción magnífica, aunque todo sea dicho, con un mensaje algo tibio en cuanto a lo político.

Son once las canciones que entregan acá, todas muy directas rondando los tres minutos de duración, las cuales pretenden funcionar como un verdadero puñetazo al mentón del auditor. Y hasta cierto punto lo logran de la mano de una notable producción cortesía de Matt Hyde, quien ha sabido explotar el peso del sonido de Biohazard y entregarle aspereza al registro vocal de Evan Seinfeld, cuyos duelos con Billy Graziadei en estrofas y coros lucen de maravilla. Lo anterior se expresa con claridad en canciones como 'Forsaken', 'Eyes on six' o 'Word to the wise', todas agresivas y efectivas en su sonido, con un énfasis puesto en la efectividad por sobre estructuras algo más rebuscadas. 

En lo anterior el disco claramente funciona, sin embargo, cuando profundizamos un poco más y vamos a las líricas ahí me parece el trabajo comienza a quedar algo en deuda. Me explico. Basta ir al grito anti bélico que es 'Fuck the system' para notar cierta tendencia a tocar las temáticas de manera algo genérica, como si no quisieran ensuciarse con nadie. Líneas del estilo "Inocentes convertidos en nuestros esclavos / Bellas ciudades en nuestras tumbas" o "Una batalla sin fin donde nadie gana / Un sacrificio termina mientras otro comienza" podrían aplicarse realmente a cualquiera, lo cual en tiempos donde la violencia se impone de manera tan marcada en distintos lugares del mundo acaba dejando a Biohazard en un lugar que ronda la caricatura. Y es que cuando hablan de que se joda el sistema, uno inevitablemente se pregunta... ¿de qué sistema hablan? Porque nunca son claros. ¿Cuál es la guerra que están criticando? ¿Hablan de los Estados Unidos? ¿De Rusia? ¿De Israel? ¿De todos? ¿De nadie...? Esto viniendo de una banda que coloca su fuerte en el aspecto contestatario del mensaje me parece no es un punto menor a analizar.

En fin. Pero lo dicho, desde lo musical el álbum se acerca bastante a lo que los mismos Biohazard entregaron en el pasado en un álbum como New world disorder (1999), quizás con un componente "hiphopero" menos marcado y esta vez entregándole mayor preponderancia a las guitarras, siendo contados los momentos donde la banda se detienen un tanto. Lo anterior ocurre en la sólida 'Death on me' (de lo más interesante del álbum) así como en 'S.I.T.F.O.A', con esa invitación a enfrentar la adversidad con entereza.  

Divided we fall está bien como regreso para una banda histórica. Mirando el vaso medio lleno nos podemos quedar con la excelente producción e interpretaciones, con un énfasis puesto en el peso del sonido. Ahora, siendo completamente francos y descarnados: todo acá luce extremadamente simple, casi como si no se hubiesen querido complicar. Desde la duración monótona de las canciones, esa portada ultra sencilla y las letras genéricas. ¿No han querido o no han podido? Ellos sabrán. Pero bueno, para escuchar cosas más arriesgadas siempre estarán las viejas glorias, esos discos que treinta años atrás supieron mover el piso...

¿Canciones? 'Fuck the system', 'Eyes on six' y 'Death on me'.

6,9 /10
(Muy) Bueno.

martes, 18 de noviembre de 2025

Revocation: New Gods , New Masters (2025)

 "Técnico y diverso..."

El presente en plena forma de una banda como Revocation no puede si no recibirse como un verdadero regalo. A tres años del notable Netherheaven (2022) les tenemos de vuelta, esta vez con Alex Weber al bajo (de breve paso por Obscura en 2024), quien se suma a la batería de Ash Pearson (desde 2015 en la banda) y por supuesto al líder fundador David Davidson (amo y señor en la agrupación). Juntos nos entregan estas nueve piezas que vuelven a dar muestras de un death técnico, el cual dominan a la perfección, que se enlaza con bajadas de revoluciones o pasajes instrumentales bastantes oscuros y/o melódicos, obteniendo como resultado un sonido tan sólido como brutal y que a estas alturas es absoluta garantía de calidad . 

El álbum se debatirá por tanto entre temas directos y veloces como 'Sarcophagi of the soul', 'Distopian vermin' o 'Data corpse', y otros en donde la banda intenta diversificar estructuras, ocurre en la partida mediante 'New gods, new masters', que introduce en su sección media una bajada marcada de los tiempos, o 'Despiritualized' con sus cambios de velocidad. En dicho camino hay canciones que incluyen invitados (algo que ya es costumbre en Revocation), siendo estos momentos particularmente interesantes del álbum, me refiero a 'Confines of infinity' (con Travis Ryan de Cattle decapitation), el excelente instrumental 'The all seeing', 'Cronenberged' (con Jonny Davy de Job for a cowboy) o ese fantástico cierre a cargo de 'Buried epoch' (con Luc Lemay de Gorguts), armando así un conjunto compacto de comienzo a fin, diverso y ejecutado con exquisita precisión.

En contra de un disco como New gods, new masters claramente juega el pasado de la banda, el que aquello que proponen no presenta realmente demasiada novedad. Ahora, de que continúan siendo motivo de atención y disfrute para cualquiera que guste del death más técnico, que duda cabe. 

¿Canciones?  'Confines of infinity',  'The all seeing'  y 'Buried Epoch'.

7,5 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Revocation:
2022: Netherheaven

sábado, 15 de noviembre de 2025

30 Años De... Ozzy Osbourne: Ozzmosis (1995)

 "De aquí a la eternidad..."

Conocido es como el fin de los ochenta dejó fuera de juego a muchos. El éxito del grunge puso en boga los sonidos oscuros, dolorosos y personales, desprolijos incluso desde la ejecución, por lo que todo aquello ligado al glam metal quedó relegado prácticamente al olvido con la excepción honrosa excepción de Guns n' roses, Aerosmith o Bon Jovi, los únicos que pudieron resistir el huracán sin necesariamente transformarse. En dicho sentido Ozzy Osbourne era uno que había que ver si lograba sobrevivir y algo de ello se pudo percibir en un álbum como No more tears (1991), donde el vocalista incorporó un peso mayor respecto a anteriores trabajos, sin embargo, para 1995 no había total claridad respecto a si el vocalista lograría definitivamente perdurar o morir en el intento. Y bueno, Ozzmosis fue el disco que definitivamente respondió a dicho dilema, un trabajo de sonido característico con el que Ozzy Osbourne logró lo que muchos añoran: conectar con las nuevas generaciones. 

Para lo anterior el inglés tomó una serie de buenas decisiones: colaboró en producción con Michael Beinhorn, quien venía de trabajar junto a Soundgarden en el exitoso Superunnown (1994), pero también armó una banda de alto tonelaje junto a Zakk Wylde en guitarras una vez más (absoluto protagonista del disco) y Deen Castronovo en batería.  La intención era evidente, había que generar un sonido oscuro pero donde Ozzy no sacrificase su esencia, que siguiese sonando a él. Y aquello se logró. De ahí que en las canciones de este Ozzmosis predominen riffs pesadísimos puesto en el contexto de temas perfectamente reconocibles donde la mano sensible/melódica de Osbourne se identifica con total claridad. 

Para muestra, la Cara A del disco. Cinco canciones absolutamente incontestables (y si me apuran, seis), abriendo con todo un neoclásico como 'Perry Mason' y esa fanfarria de teclados (mejor partida imposible) que da paso a una canción marcada por su peso y un trabajo de intensidad enorme por parte del vocalista. Increíble por cierto el recordar que esto en su momento fue un hitazo que te encontrabas en el dial a las dos de la tarde en cualquier radio en aquel 1995. Emociona el solo recordarlo y mirado a treinta años de distancia cuesta creer el que existió un tiempo donde esto era lo que llegaba a oídos de adolescentes. En fin, volviendo al disco, el asunto no quedará ahí y la lista continuará con una seguidilla de canciones en donde cualquiera pudo ser single e inmediato éxito, bajando las revoluciones y yendo hacia momentos particularmente sensibles en 'I just want you', 'Ghost behind my eyes' o la maravillosa 'See you on the other side', esta última con participación del mítico Lemmy Kilmister en composición, a quien Ozzy le pidió ayuda considerando que ya había colaborado en el clásico 'Mama, I'm coming home'. A las anteriores se sumarán canciones que retomarán la veta más dura del álbum como 'Thunder underground', 'Denial' o la extensa 'My jekyll doesn't hide', esto para finalmente complementar con dos baladas: 'My little man' y 'Old L.A tonight', donde el vocalista vuelve a mostrar su faceta más sensible y reflexiva. 

Mirado a treinta años de distancia Ozzmosis aparece como un álbum realmente especial en la carrara de Ozzy Osbourne. Efectivamente el disco abrió los oídos de muchos adolescentes de aquella época (me incluyo) mediante un conjunto que (esta vez si) lograba sonar "noventero", un trabajo oscuro centrado en sus guitarras pero que también equilibraba dicha búsqueda con momentos tremendamente emocionales. El disco es también significativo dado que el vocalista nunca más en su carrera fue capaz de generar (con su música en solitario) algún fenómeno dentro del mainstream. En 1997 publicaría el compilado The ozzman cometh (que incluyó el subvalorado single 'Back to earth', vaya temazo...) y recién en 2001 llegaría un genérico Down to earth como sucesor de estudio. La sensación que queda por tanto es que el vocalista no pudo darle a este buen momento la continuidad que merecía, idea que se refuerza cuando recordamos que lo siguiente realmente significativo en su carrera fue la exposición junto a su familia en el reality show "The Osbournes", lo cual vuelve a este Ozzmosis una pieza arqueológica aún más interesante de volver a revivir, sin embargo, la tarea ya estaba hecha y aquello el inglés se lo debió a este, su último GRAN álbum.

¿Canciones? 'Perry Mason', 'I just want you' y 'See you on the other side'.