sábado, 30 de abril de 2022

Meshuggah: Immutable (2022)

 "A la altura de la leyenda..."

En el mundo del metal moderno Meshuggah tienen un lugar escrito con letras doradas, aquello se lo ganaron muchos años atrás (como en los noventa hicieron Sepultura o Pantera, por ejemplo) y conscientes de aquello, de que su sonido a estas alturas es marca registrada, es que los suecos vienen administrando la fórmula a placer desde hace unos cuantos años. Sin ir muy lejos, álbumes como Koloss (2012) como The violent sleep of reason (2016) no fueron sino continuistas del legado mencionado, uno que a estas alturas del partido no necesita rendir cuentas a nadie. No por nada los integrantes de Meshuggah se han mantenido en la agrupación por más de treinta años (a excepción de Dick Lovgren en el bajo, que ingresó en 2004), lo cual les viene permitiendo el explorar con calma inquietudes dentro de su propio universo, asunto que en Immutable se vuelve evidente.

Con su noveno álbum, Meshuggah vuelven a mostrarse intratables, trece canciones en poco más de una hora dan muestras de que los tipos se han tomado completamente en serio la tarea y en lugar de lanzar un trabajo cualquiera con el objetivo de salir de gira, nos desafían a seguir ahí, atentos a su propuesta. En este sentido, Immutable marca diferencia respecto a sus antecesores, hay elementos acá que viajan en diferentes direcciones con una banda que ha intentado cortar el álbum en distintos instantes y no repetirse en exceso con las ideas. Esto queda sobre la mesa de inmediato en la partida con 'Broken cog', que desarrolla una estructura en modo introductorio que va abriéndose paso mientras avanza, de hecho, la voz ingresa con fuerza recién en el minuto final, marcando así un tema que prácticamente es instrumental. De ahí en adelante, los elementos clásicos de Meshuggah aparecerán, el peso de las guitarras, esos riffs cortados, las atmósferas inmersivas, la batería sincopada o la incombustible garganta de Jens Kidman aparecerán en toda la primera parte del álbum, con cosas bien intensas como 'The abysmal eye' (tremendo acá Tomas Haake en los pedales una vez más, vaya monstruo) o 'Ligature marks', mientras que en 'Light the shortening fuse', 'God he sees in mirrors' o 'Phantoms' irán sobre esas estructuras sólidas como muro aunque repetitivas.

La cara B del disco abrirá con el sólido instrumental progresivo de nueve minutos 'They move below', en una nueva intención por romper con lo esperado, al cual se sumará una cortina de guitarras de dos minutos en 'Black cathedral', y entre estas el peso característico de cosas como 'Kaleidoscope', 'I am that thirst', con esos cierres en modo loop tan Meshuggah, y 'The fauthless', para cerrar definitivamente con una despiadada 'Armies of the preposterous' (nuevamente Tomas Haake enorme) seguida de la absoluta paz, calma y tranquilidad de 'Past tense', un bicho raro que viene bien tras una hora de furia incesante.

Immutable es un disco que seguro entrará bien entre quienes siguen a Meshuggah y se sientes cómodos en su universo, sin embargo, marca ciertas diferencias respecto a sus antecesores inmediatos. Los suecos saben tienen un nombre ganado pero no por esto dejan de esforzarse en su afán de hacer bien lo que mejor saben hacer, un metal afilado, agresivo, de precisión matemática y dignísimo respecto al tamaño de la leyenda. 

 ¿Canciones? 'The abysmal eye', 'Phantoms', 'The move below'.

8/10
Excelente.


Otras reseñas de Meshuggah:

martes, 26 de abril de 2022

40 Años De ... Iron Maiden: The Number Of The Beast (1982)

"Ambicioso e inspirado golpe histórico..."

Ha llegado el momento de hablar de todo un clásico para la música contemporánea, particularmente el mundo del metal. Y es que el mítico The number of the beast ha cumplido semanas atrás nada más ni nada menos que cuarenta años de vida (pues si, joderrrr....) por lo que corresponde dedicarle algunas líneas al álbum que llegó para re definir el sonido de Iron maiden y de paso comenzar a instalar la leyenda de Bruce Dickinson entre nosotros. Todos sabemos que la banda venía de dos sólidos álbumes como el homónimo de 1980 y Killers (1981), ambos con Paul Di'Anno en las voces, quien tras una serie de conflictos relacionados con el abuso de alcohol fue forzado a abandonar la banda. Emerge así la figura de Dickinson, quien desde aquella mítica audición demostró tener plenas cualidades para no solo abordar aquello que Iron Maiden había grabado con Paul Di'Anno sino para incluso llevar el sonido de la banda hacia otro nivel, que es lo que precisamente ocurrió con The number of the beast.  

La agrupación venía de dos álbumes soberbios pero hay consenso en que es con su tercer álbum donde los ingleses demuestran estar para palabras mayores, iniciando un camino glorioso que acabaría abarcando toda aquella década. Y méritos hay muchos pero el principal radica en como la dupla Steve Harris (cerebro de Iron maiden desde siempre) + Martin Birch (que ya había producido Killers y trabajaría junto a la banda por diez años más) supo en tan solo ocho canciones (el número perfecto, un gran disco de rock no necesita más) explotar todo el potencial que la banda poseía en ese entonces, desarrollando un disco ambicioso donde cada integrante parece tener su espacio y saber hacer uso de este. 

Y hablando de la lista de canciones, esta abre con 'Invaders', una canción ágil y efectiva (y la más corriente del trabajo me atrevería a decir), cuyo sonido bebe de la era Di'Anno pero funciona como una perfecta carta de presentación para que Bruce Dickinson muestre sus dotes, yendo muy arriba en sus veloces estrofas + coros. Sin embargo, serán los cuatro minutos de 'Children of the damned' donde el vocalista demostrará el estar en otra liga, siendo capaz de generar épica en su relato junto a una agrupación que suena inspirada, con mención especial para Clive Burr en batería, quien se despediría tras este álbum. La Cara A del disco se completará con las primeras apariciones en composición de Adrian Smith, primero con la notablemente melódica 'The prisoner' (que maravilla de coro), que da muestras de la ambición de la banda en materia de estructuras con ese quiebre instrumental (3:42) desde donde se desarrolla un exquisito duelo de guitarras que hoy identificamos como una marca registrada para Iron maiden, y luego con '22 Acacia avenue', otra que también sabe a canciones de años anteriores en sus momentos acelerados pero destaca en toda su segunda mitad gracias a sus idas y vueltas, las cuales acercan con fuerza a la banda a elementos progresivos.  

Ahora, por si todo lo anterior fuese poco, la Cara B del disco es una cosa de otro planeta y donde, cosa curiosa, decidieron concentrar los números fuertes del trabajo en términos comerciales. 'The number of the beast' no necesita presentación alguna, un verdadero clásico con mayúsculas desde esa intro histórica (a cargo del actor Barry Clayton) con el versículo bíblico, pasando por ese riff eterno y todo el posterior desate que acabará encontrando perfecto complemento en la cabalgata que propone 'Run to the hills' (nuevamente inolvidable Clive Burr), de la mano de una dura crítica al colonialismo inglés que llegó a América "violando mujeres, malgastando al hombre...". Finalmente, una veloz e injustamente olvidada 'Gangland' acabará dando paso a la extraordinaria 'Hallowed be thy name', siete minutos magistrales que nuevamente se explican por si solos, una de las mejores (si es que no la mejor) canciones en la carrera de Iron maiden y ciertamente la mejor interpretación en la vida de Bruce Dickinson

Se cierra así un trabajo magistral, y es que si hoy hablamos de Iron maiden de la manera en lo que lo hacemos, si tantas generaciones han sabido de ellos y les disculpamos cuanto descalabro se les ocurre publicar, en parte importante es gracias a The number of the beast y el camino que desde acá comenzó a trazarse, el cual de cierta forma culminó años más tarde con la publicación de Seventh son of a seventh son (1988). A cuarenta años de su publicación el álbum suena tan vigente como en aquel 1982 y emociona volverlo a oír. Benditos sean por eso.

¿Canciones? 'The prisoner', 'The number of the beast', 'Hallowed by thy name'.

sábado, 23 de abril de 2022

Dark Funeral: We Are The Apocalypse (2022)

 "Uno que otro matiz..."

Siete publicaciones en veinticinco años y una rotación constante en sus integrantes hablan de una agrupación que, pese a su innegable estatus dentro de la escena black, no logró sostenerse en el tiempo en base a la regularidad, limitando su actuar a apariciones de tanto en tanto para mostrarse (aún) vivos. En esa línea, siete años transcurrieron entre Angelus exuro pro eternus (2009) y Where the shadows forever reign (2016), y seis más entre aquel y este We are the apocalypse, entre medio, todos los miembros de la banda, a excepción de Lord Ahriman (amo y señor del proyecto desde 1993) han rotado, lo cual evidentemente ha dejado poco espacio a la innovación o sorpresa. Estamos entonces y una vez más ante un proyecto personal que utiliza una determinada marca para mantener la rueda girando, de ahí que desde un largo tiempo a la fecha Dark funeral pareciesen estar componiendo siempre el mismo álbum, donde el único asunto a debatir es cuantas canciones funcionan en lo individual o si el conjunto logra sonar más o menos atractivo. 

En esta ocasión, sin embargo, hay que darles el que lo han intentado. We are the apocalypse es un trabajo que durante gran parte de su trámite juega a la segura con una serie de canciones furiosas y veloces, como 'Nightfall', 'When or vengeance is done', 'Nosferatu' o 'Beyond the grave', todas muy similares (cada cual tendrá su favorita, yo me quedo con la primera) y con una producción cargada a la masa, al exceso de ruido, que por momentos molesta más que ayuda. Hasta ahí la verdad es que sin estar mal, el disco no propone demasiado, el punto es que hay matices, sobre todo cuando la banda decide sacar el pie del acelerador, lo cual se agradece. Ocurre en 'Let the devil in', donde el redoble del debutante Jalomaah es protagonista (aunque en su estructura la canción se vuelve algo repetitiva) y también en ciertos momentos de 'We are the apocalypse' (la canción), cuando la masa desaparece y guitarra + batería marcan el trámite en solitario durante unos segundos (1:35 y 2:45, ojalá más de estos jueguitos instrumentales hubiesen aparecido en el resto del álbum). Pero será sobre todo en cosas como 'When I'm gone' o 'Leviathan', más diversas en su recorrido, emocionales incluso, cuando el disco definitivamente se desmarcará de lo obvio. 

Nos quedamos así ante un séptimo disco de Dark funeral que brilla cuando escapa de lo predecible, el problema es que esto ocurre en contados momentos. En lo suyo, el disco cumple aunque no impacta. Un conjunto que por lo general va por donde uno espera que vaya (mucha velocidad y desate), con uno que otro momento que escapa de la lógica. Claramente la banda ya no está para reinventar la pólvora por lo que habrá que acostumbrarse a que cada cuatro o cinco años vean la luz pinceladas de lo que algún día fueron sumado a una que otra sorpresa. Con todo, el disco da para agradecer el regreso y esperar que esta formación se consolide de una vez por todas.

¿Canciones? 'Nightfall', 'Leviathan', 'We are the apocalypse'.

7 / 10
Muy bueno. 

miércoles, 20 de abril de 2022

Rosalía: Motomami (2022)

"De todo un poco..."

Había morbo en torno a este lanzamiento. Cuatro años han transcurrido entre El mal querer (2018) y este Motomami, sin embargo, entre ambos ocurrió un acontecimiento no menor: él éxito en modo viral de una canción como 'Con altura', todo un acontecimiento que puso a Rosalía en boca de todos e incluso le abrió puertas en 2021 a otro hitazo como 'Linda' (junto a Tokischa). Había que ver por tanto hacia donde canalizaba la vocalista su momento, sobre todo considerando el que en su anterior álbum supo sonar a bicha rara, interesante y casi inclasificable. Por todo esto, el riesgo a marearse en el éxito y convertirse simplemente en "un producto más" estaba ahí, presente. ¿Insistiría entonces sobre la mixtura flamenco + pop emocional-conceptual o haría el (lógico) giro hacia el perreo y derivados? El resultado vive desde hace semanas entre nosotros y bueno, sin ser un mal disco, transmite la confusión de una artista que no ha sabido decidir el por donde tirar el carro, quedando a medio camino y entregando de todo un poco.

Me explico. En Motomami la vocalista convive con varias almas, algunas muy personales e íntimas, otras vacías y comerciales. El problema es que no ha escogido un camino, como quien desea gustar a todo el mundo. De esta forma, abre con los dos potentes minutos de 'Saoko', que tocará la gloria con su tono desafiante ("Yo soy muy mía, yo me transformo / Una mariposa, yo me transformo / Make up de drag queen, yo me transformo"), sin embargo, el disco no volverá jamás a regalar dinámica a este nivel. Con 'Saoko' intuimos de inmediato que en este disco la modernidad se comerá a las guitarras de El mal querer, y así ocurre, el problema es que el sabor no funciona. Resulta simpático el minuto de 'Motomami' (la canción) y hacia el cierre del disco entretiene el duelo femenino (con Tokischa una vez más) en 'La combi versace', pero antes de esta hemos pasado por un puñado de efectos vocales que no aportan, letras absurdas y cosas lamentables como 'Chiken teriyaki', 'Bizcochito', 'Diablo' o 'Cuuuuuuuuute'. Y de 'La fama' mejor ni hablar, una bachata en colaboración con The weeknd que no se entiende que pinta acá, fuera de sonar genérica a más no poder. 

No todo será negativo eso si, que al álbum le va bastante mejor cuando apunta al desamor en 'Candy' o 'Como un G' (bien logradas ambas), aflamencándose en 'Bulerías' y 'Sakura', o en los momentos declaradamente más dolorosos y sentimentales del disco, los cuales se viven en la preciosa 'G3n15' + 'Hentai'. Nos quedamos así ante un trabajo poco compacto, donde evidentemente el exceso de manos ha pasado cuenta. Un trabajo que contiene cuatro o cinco grandes canciones (que las hay) pero que como conjunto suena ambiguo tanto en lo musical como lírico, a ratos personal e incluso espiritual (hay muchas referencias al concepto de Dios en el disco), a ratos con personalidad, a ratos completamente vacío. 

Ah, y mención aparte para la espantosa portada. 

¿Canciones? 'Saoko', 'Candy', Como un G', 'G3n15'.

6,5 / 10
Cumple y algo más...

jueves, 14 de abril de 2022

Ghost: Impera (2022)

"Pop del bueno..."

Mirado a distancia, el salto cualitativo de Ghost desde Opus eponymous (2010) + Infestissumam (2013) a algo como Meliora (2015) fue demasiado grande, y quizás por eso un disco como Prequelle (2018) supo a poco en su momento, aunque por estos días le he vuelto a dar play y vaya que lo he gozado. Lo cierto es que con cada lanzamiento, la banda de Tobias Forge ha ido entregando señales del camino que pretenden seguir, abandonando esa fría y tosca línea de sus inicios para dar paso a un sonido mucho más luminoso, contagioso y, digámoslo, pop. Primero fue el EP Popestar (2016), luego el mencionado Prequelle y ahora llega a nosotros Impera, el cierre definitivo del círculo. 

La señal de que nos encontraremos ante un álbum ameno es inmediata, abre 'Kaisarion' con fanfarria incluida, dando paso a un extendido agudo que cual Rob Halford abre los fuegos y desde ahí se desarrolla un tema que honestamente oscila entre la parodia y el chiste, sin embargo, nos la creemos toda pues la banda se la pasa de maravillas junto a nosotros, tal como también ocurre en 'Spillways', de adictiva dinámica y un Tobias Forge que demuestra que las clases de canto le han sentado bien. El manual dice que tras una partida ágil debe venir la pausa, que es lo que hacen con 'Call me little sunshine' seguida de la fantástica 'Hunter's moon', ambas de coros contagiosos y un sonido convincente que da muestras de la madurez que la banda continúa adquiriendo a la hora de trabajar su sonido. De igual forma, la mitad del álbum cerrará con 'Watcher in the sky' (¿Kiss? ¿Journey? Por ahí se mueve) , donde se les ve el plumero completamente en esa búsqueda glam rock ochentera en el sonido, algo que volverá a darse más adelante en cosas como 'Grifwood'

Antes, sin embargo, sonará el bajonazo 'Twenties', una jugarreta rock/reggaetón que, más allá de cualquier prejuicio, no es un buen tema y baja el nivel por completo. La lista se completará con dos baladas de manual, la primera en plan emotivo aunque algo exagerado ('Darkness in the heart of my heart') y una segunda ('Respite of the spitalfields') que funcionará  mucho mejor gracias a la fuerza y épica de su coro (una vez más, que estos tipos son maestros a la hora de componer armonías gancheras). 

Impera es el álbum más pop de Ghost a la fecha y donde más han recurrido al manual, el punto es que aquello por si solo no les resta mérito. En contra está el experimento fallido que es 'Twenties' y el que alguna balada que les quedó muy cursi. A favor, el disco consistente y lo más importante: es un compilado de grandes canciones, un conjunto de melodías enormes dispuestas a ser coreadas en conciertos. Habrán quienes continúen criticando a Ghost por la ausencia de agresividad en su sonido, pero... ¿cuál es el afán de pedirle peras al olmo? Mejor dejar la amargura de lado y disfrutar de una banda que disco a disco continúa regalando enormes momentos, que llegará el día en que ya no estén y escucharemos estos discos con tremenda nostalgia.

¿Canciones? 'Spillways', 'Hunter's moon', 'Respite of the spitalfields'

8,2 / 10
¡Excelente!

martes, 12 de abril de 2022

Red Hot Chili Peppers : Unlimited Love (2022)

"El muro de la realidad..."

Más de quince años (y contando) han transcurrido desde el último trabajo realmente interesante de Red hot chili peppers, me refiero obviamente a Stadium arcadium (2006), un álbum que con todos sus ripios (si, se les fue la mano con la extensión y el disco nunca debió ser doble) representó la última vez en que los norteamericanos sonaron sabrosos y contundentes, fuera de dar un buen giro tras la resaca que significaron Californication (1999) y By the way (2002), claramente los discos más exitosos de su carrera y a los que les deben el que jóvenes que rondan los treinta (por arriba y por abajo) aún se mantengan atentos a cada nuevo paso que dan. El caso es que tras Stadium arcadium se instaló la confusión, nueva partida de John Frusciante, llegada de un joven e inexperto Josh Klinghoffer y dos álbumes bastante mediocres como I'm with you (2011) + The getaway (2016). En dicho contexto seguro muchos habrán que instalaron la idea de que era la ausencia de Frusciante el causante del bajón creativo de los peppers y que volviendo el guitarrista a la banda el asunto repuntaría, sin embargo, acá está Unlimited love dispuestos a golpear a dichos creyentes con el muro de la realidad.

Lo primero que acá llama la atención es que vuelvan a tropezar con la misma piedra de Stadium arcadium, armando un álbum demasiado largo. En esta ocasión son diecisiete canciones en setenta y tres minutos de música, too much, sobre todo considerando el que no cuentas con todo aquello que en 2006 sobraba: canciones gancheras ('Dani california', 'Snow (Hey oh)', 'Tell me baby'), temas sabrosos ('Humb de bumb', 'Warlocks'), rock + guitarras ('She's only 18', 'Torture me', 'Especially in Michigan', 'C'mon girl') o melodías gloriosas y emocionales ('Strip my mind', 'Wet sand', 'Desecration smile'). Es decir, en la odiosa comparación respecto a lo último que había realizado John Frusciante en la banda, este Unlimited love pierde por masacre, ahora, dejando en paz al pasado tampoco es que este disco nos diga demasiado pues la crisis creativa se mantiene. 

Pero vayamos a la música. Ahí, hay una buena partida cuando suena el single 'Black summer', una canción que pide a gritos más fuerza pero de todas formas sabe sacarle partido a cada instrumento entregándole su espacio en la producción, y ahí quiero detenerme un minuto: se agradece el que Rick Rubin esta vez haya logrado hacer sonar bonito a la banda en lugar de repetir el descalabro sonoro de Californication, que por más exitoso que haya sido (que grandes canciones ahí hay), es un disco que suena espantoso en su mezcla. Ahora, siguiendo con la lista, también funciona la exquisita dinámica de 'Here ever after' (aunque me ha recordado en el 0:45 la melodía del coro de 'Easily', del mencionado Californication), así como los momentos donde el combo Flea + Frusciante convive en armonía, con gratos resultados en 'Poster child' (un simpático homenaje a sus ídolos, aunque la canción a los tres minutos ya ha dado todo lo que podía y se alarga por dos más solamente redundando ideas) o en 'The great apes', el típico tema donde el guitarrista desarrolla sus arranques ruidosos que pese a lo incorrectos que son técnicamente, agradan.  

Y si bien todo lo mencionado cae bien, enmarcado en la primera parte del álbum, nada te vuela realmente la cabeza. Tampoco lo hará el funk de 'Aquatic mouth dance', un lugar común del mítico bajista de los red hot, ni las baladas 'Not the one' (abordando el cliché "No eres tú, soy yo") o 'It's only natural', con esta última miramos el reloj (clásica señal de que la reunión, el partido de fútbol o concierto está aburriendo) y nos espantamos al notar que aún quedan diez canciones para acabar el viaje. 'These are the ways' es el quiero pero no puedo del álbum, una canción con la que intentan recuperar el rock pero sin impacto alguno (confesión: me iré a escuchar el One hot minute tras terminar esta reseña, que necesito actitud de verdad), y así, se suceden en el álbum canciones de medio pelo ('White braids & pillow chair', 'One way traffic') , ninguna de ellas es un desastre e insisto, están bien producidas, incluso cosas como 'Veronica' por momentos ilusionan (¡esa sección acústica!) con un repunte, pero en general la banda suena tan cómoda ('Whatchu thinkin', 'Bastards of light')', tan avejentada ('Let 'em cry'), que asusta. 

Quizás fueron las expectativas, el tiempo lo dirá, pero Unlimited love no parece repuntar aquello que venía cuesta abajo disco a disco. Habrá gira, les seguiremos queriendo y escuchando con emoción sus viejas glorias, pero las cosas como son: ni el regreso de Frusciante fue capaz de detener la caída libre.

¿Canciones? 'Black summer', 'Here ever after', 'Veronica'.

5/10
Nada muy especial...


Otras reseñas de Red hot chili peppers:

jueves, 7 de abril de 2022

Abbath : Dread Reaver (2022)

 "Innecesariamente ruidoso..."

Pese a lo errático de su comportamiento, el cual lo llevó a verse inmerso en un papelón terrible en Argentina unos años atrás en plena promoción de Outstrider (2019) o haber despedido de su banda a Mia Wallace para luego (ya siendo parte de Nervosa) re incorporarla, resulta imposible no tenerle aprecio a Olve Eikemo y su particular carisma. Su salud mental no viene siendo estable, sin embargo, y particularmente el abuso en el consumo de alcohol ha acabado por complicarle la existencia. Pero insisto, al final del día acabamos disculpando sus desvaríos pues entendemos que su legado guarda también relación con su historia y personalidad. Solo le deseamos lo mejor, que se trate y mejore. El caso es que en ese camino lo tenemos de regreso con el tercer álbum de su proyecto en solitario, un disco en donde el vocalista evidentemente ha querido sonar más agresivo que lo habitual y recuperar cierta crudeza black en el sonido, para lo cual decidió meterse en las perillas y participar de la producción de Dread reaver, el problema es que ... pastelero a tus pasteles, lejos de conseguir su objetivo, el noruego ha acabado por dispararse en los pies con el sonido del álbum. Dicho en simple: Dread reaver, más allá de si contiene buenas o malas canciones, suena espantoso y saturado todo el tiempo. Una verdadera masa de ruido que espanta más que acerca.

Basta oír cosas como 'Acid haze' o 'Scarred core' para corroborar lo que digo, los temas son agresivos pero cuesta distinguir cada instrumento y el énfasis está puesto en las guitarras + voz, lo cual complica la experiencia. Más adelante el asunto se moverá por donde mismo, una masa black oiremos en 'Myrmidon' o 'The deep unbound' y será precisamente en aquellos temas donde la cabalgata baja un tanto la intensidad, como en 'Dream cull' o 'Septentrion' donde el álbum se volverá algo más disfrutable. En la recta final tampoco se entiende demasiado la incorporación de un refrito como 'Trapped under ice' de Metallica, básicamente porque la versión aporta cero a la original, y el asunto acabará cerrando con 'The book of breath' y 'Dread reaver', que se suman a la lista de canciones innecesariamente ruidosas. Todas muy genéricas además. 

Nadie le quitará el sitial de leyenda al gran Abbath pero por lo mismo no pasa nada si admitimos que acá ha fallado medio a medio. Canción a canción el disco tiene sus cosas pero la mezcla arruina por completo la experiencia. Ojalá algún día este conjunto pueda remasterizarlo para que podamos oírlo como corresponde...

¿Canciones? 'Dream cull' y 'Septentrion'.

5/10
Solo momentos....


Otras reseñas de Abbath:

martes, 5 de abril de 2022

Animal Collective: Time Skiffs (2022)

 "Bonito collage..."

No deja de llamar la atención el que durante los años 2000 Animal collective hayan publicado tanta música (nueve álbumes en una década) para luego , tras haber alcanzado su cúspide y consagración con el notable Merriweather post pavilion (2009), irse a pique de manera tan brusca. Durante la pasada década solo tuvimos dos álbumes del proyecto, un Centipede Hz (2012) que mal no estuvo pero tras el cual se tomaron cuatro años para lanzar un insípido Painting with (2016), un frío baño de realidad del cual parece ni ellos mismos han logrado recuperarse. Es como si se hubiesen puesto viejos de golpe, y su nuevo Time skiffs advierte algo de aquello, un disco donde se les oye intentando recuperar algo de la vitalidad que alguna vez les sobró.

Desde un comienzo les oímos haciendo sus (ya) clásicos juegos de percusiones acompañados de esas vocalizaciones que van por detrás y nunca asumen real protagonismo, sin que esto signifique un defecto por supuesto. Suenan 'Dragon slayer' + 'Car keys' y están bien, aunque se extraña algo de gancho, algo que invite a que las recordemos. Sensaciones similares dejará más adelante 'Walker', en un disco que se deja oír sin problemas, donde la banda experimenta con sus atmósferas pero no impacta. De todas formas se disfruta mucho la pasada por 'Prester John', más lenta y pausada que el resto, los remezones a coro que entrega 'Strung with everything' o lo bonita que se oyen pasadas por 'Cherokee' o 'Passer-by'. 

En definitiva, Time skiffs habla de un conjunto que continúa mirando hacia adelante pues Animal collective no recurren al auto plagio (que sería un camino cómodo) pero en ese camino encuentran otro álbum que continúa sabiendo a poco, un bonito collage de sonidos...

¿Canciones? 'Prester John' y 'Cherokee'.

6,5 /10
Cumple, y un poco más...


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