jueves, 30 de enero de 2020

Sons Of Apollo: MMXX (2020)

“Correcto lucimiento individual...”

Quienes cocinan podrán dar fe de que aún teniendo los mejores ingredientes, instrumentos de primera y siguiendo un tutorial al pie de la letra, aún así el plato puede quedar insípido. Es que la suma de las partes no siempre generará por si sola un buen producto. Hace falta ese elemento extra que acaba por hacer cuajar todo, llámenlo magia o como gusten, pero es necesario. Y aquello es lo que muchos han criticado de este proyecto, integrado por músicos de notable trayectoria y cuyo talento frente a su respectivo instrumento es innegable pero a la hora de llevar todo eso a un disco han acabado por entregar productos fríos y en exceso cerebrales. Ocurrió unos años atrás con la edición de Psychotic symphony (2017) y, en menor medida, ha vuelto a pasar con MMXX, un buen disco de rock que cuenta con una producción de primer nivel, ejecuciones memorables y todos los elementos que el manual del metal progresivo indica que deben aparecer en un álbum pero vuelve a carecer de esa magia que termina por hacer cuajar cualquier gran disco. 

Tampoco seamos tan duros, que el segundo trabajo de este súper grupo cumple en lo suyo y mejora la oferta en cuanto al debut, sin embargo, no entrega nada particularmente novedoso y nuevamente desprende esa sensación de haber sido compuesto con receta en mano. Nos encontramos entonces con un álbum integrado por ocho piezas que en total rondan la hora de duración y donde se lleva adelante un metal progresivo de estructuras reconocibles y momentos que propician el lucimiento de cada integrante, y sería todo. Ahí, cada cual encontrará sus favoritas y cuanto conectará con la propuesta, en lo personal he disfrutado con los momentos de peso en canciones como ‘Asphyxiation’ o ‘Falls to ascend’ y secciones instrumentales como las de ‘Resurrection day’ me han resultado manjar del bueno, sin embargo, hay momentos del disco donde se les ve claramente el plumero, como al incluir una balada que poco y nada aporta (excepto marcar una necesaria baja de revoluciones en un disco que abre con tres temas muy similares) como ‘Desolate july’ o al cerrar con la infaltable canción de quince minutos de duración. 

Lo dicho, si buscas un metal progresivo correcto y que apuesta a la segura, este disco lo disfrutarás. Si buscas algo más, habrá que seguir esperando o mirar a otro de los tantos proyectos paralelos de Mike Portnoy.

6,5 / 10
Cumple y algo más... 

lunes, 27 de enero de 2020

Pet Shop Boys : Hotspot (2020)

“Demasiado control...”

Los últimos dos álbumes de los históricos Pet shop boys (ambos con Stuart Price en la producción) gozaron de un elemento de frescura no menor al punto de transformarse en trabajos que seguro tras el paso de los años continuaremos visitando. Y es que si bien Electric (2013) se percibió con un verdadero desate electrónico mientras que Super (2016) fue más un “disco de canciones”, ambos trabajos dieron muestra de un talento intacto a la hora de entregar un pop elegante y una electrónica puesta al servicio de la pista de baile, eso independiente de la repercusión mediática que estos hayan conseguido (sigo creyendo que la última vez en que los ingleses se esforzaron por conseguir un hit fue en 2009 con Yes, y que desde ahí simplemente abandonaron la tarea). Llegaba por tanto el momento de cerrar la trilogía, sin embargo, cosa curiosa: lejos de ser Hotspot un álbum capaz de elevar a una nueva dimensión el sonido de sus antecesores (o al menos sostener el nivel), nos encontramos frente a un disco en exceso contenido y encorsetado un conjunto compuesto por diez canciones que oscilan entre una electrónica melódica y un puñado de baladas. Todo muy inofensivo. 

Y si bien el álbum abre de manera bestial con la enorme ‘Will -o-the-wisp’, agresiva y dueña de una dinámica dispuesta a volarte la cabeza, no encontrará en el resto del disco relevo de similar altura. Lo intentarán en ‘Dreamland’ (en compañía del trío Years & years), ‘Happy people’ o ‘I don’t wanna’, pero todas estas suenan demasiado amigables y predecibles como para impactar y será recién el single ‘Monkey business’ el que logrará con su fantástica estrofa  (“Bring me margaritas, champagne and red wine / we’re gonna have  a party / When we are cross the line”) llamar nuestra atención, aunque claro, tras media hora ya de disco. ¿Y el resto? Baladas y más baladas. Ahí cada cual podrá encontrar su favorita entre ‘You are the one’, ‘Hoping forma miracle’, ‘Only the dark’ o ‘Burning the heather’ pero ciertamente ninguna de estas entrega algo demasiado especial y ser perciben en claro piloto automático.

Sería injusto afirmar que Hotspot es de plano un mal disco pero si uno que arriesga poco y que cuando apuesta por las melodías no engancha demasiado, lo cual desanima un tanto considerando lo alto que venían volando. Pero tampoco pasa nada, que los grandes también fallan.

5 / 10
Nada muy especial  


Otras reseñas de Pet shop boys:

viernes, 24 de enero de 2020

Unfathomable Ruination: Enraged & Unbound (2019)

“Extremo, técnico y diverso...”

A estas alturas del partido componer música extrema debe resultar una tarea realmente jodida. ¡Y es que ya se ha hecho tanto! Y la competencia es férrea. Por esto mismo, álbumes como el que hoy paso a comentar realmente dan para sacar aplausos. Porque soberbios discos de death técnico marcados por interpretaciones bestiales se encuentran con facilidad hoy en el mercado, pero álbumes que coloquen un énfasis bien pensado en la diversificación no es tan común, porque digámoslo: Enraged & unbound es un trabajo de metal extremo que en materia de ejecución resulta imposible encontrar un reparo, es decir, si lo que estás buscando es brutalidad en el sonido, acá la vas a encontrar, sin embargo, los londinenses de Unfathomable ruination se han esforzado por entregar un trabajo exquisito en matices y ahí radica su principal mérito. De esta forma nos encontramos frente a nueve piezas que en poco más de cuarenta minutos entregan un metal moderno, veloz, de técnica depurada pero por sobretodo... cercano.

Abre, sin ir más lejos, con los seis minutos de ‘An obsidian perception’, una bestialidad de canción que es capaz de ir mutando sobre la marcha aunque sin entregar respiro, esto a diferencia de otras piezas que sonarán más adelante que se mostrarán veloces pero capaces de transformarse y modificar su intensidad de manera notable, como es el caso de ‘Enraged & unbound’ (la canción), ‘Codebreaker’, la espectacular ‘Maniacal desillusion’(ojo al cierre lento y pesadísimo que propone) o el fantástico cierre a cargo de ‘Protoplasmic imprisonment’. En una arista aún más cambiante aparecerá ‘Defy the architect’, una de mis favoritas con esa entrada en ascenso que desembocará en un riff que guiará hacia los notables guturales de un furibundo Ben Wright (que por cierto, está impresionante en todo el maldito álbum) y en una estructura realmente demencial, así como en el nudo del disco disfrutaremos de ‘A prophetic compulsion’, otra muestra de diversificación importante con una apertura instrumental que irá encontrando cambios caóticos en su camino. 

En definitiva, el tercer álbum de Unfathomable ruination es una espectacular muestra de hasta donde el metal actual puede ser capaz de llegar. Un disco ejecutado con una precisión técnica impresionante pero que al mismo tiempo es capaz de sonar cercano y diverso. Difícil agregar más adjetivos, sencillamente impresionante. 

8,5 / 10
Brillante. 


lunes, 20 de enero de 2020

20 Años De... Stone Temple Pilots : No. 4 (1999)

“Peso e identidad ...”

El rock en los 90s, tan diverso y bestial como efímero. En ese contexto Stone temple pilots fue un proyecto más que entregó pinceladas de un enorme talento pero qué tal como tantos otros (Soundgarden, Guns n’ roses, Alice in chains, Smashing pumpkins, Nirvana, Rage against the machine, Faith no more, etc) no fue capaz de sostenerse en el tiempo. El caso es que en el contexto del fin de década, con una industria que ya funcionaba a contra corriente (la oscuridad y lo alternativo ya no vendía, el llamado grunge como tal había desaparecido mientras que el teen pop y el nu metal se habían tomado la escena) los de Scott Weiland intentaban sobrevivir y tras un fallido álbum como Tiny music... songs from the Vatican gift shop (1996), que pese a su buen nivel acabó por dejarlos a medio camino de todo, intentarían recuperar fuerza con No.4, disco que desde su título y portada llevan a pensar el que no estaban con ganas de complicarse un segundo la vida. El contexto tampoco estaba para aquello, sin ir muy lejos el estado de Weiland por aquellos años era de absoluta incertidumbre, con adicciones que le impedían llevar una vida medianamente regular y donde incluso pasó tiempo en cárcel a causa de estas. En efecto, No.4 es un álbum que va directo al punto, es el disco más pesado en la carrera de la banda y uno que coloca sus fichas en la fuerza de varias de sus canciones. Para esta tarea se hicieron asesorar una vez más por Brendan O’brien en la producción, un verdadero crack a la hora de saber encontrar el sonido e identidad de una banda y que no por nada fue quien produjo toda la discografía de Stone temple pilots, a Pearl Jam en su etapa Vs/Yield o a artistas tan disímiles como The offspring o Korn

Nos encontramos así con un conjunto que en el global resulta ameno de oír, un puñado de canciones que en ocasiones apuestan por las guitarras y la suciedad en el sonido, como ocurre con ‘Down’ (enorme comienzo mediante una de las canciones más exquisitas en la carrera de la banda), ‘Heaven & hot rods’ (que tiene toda la vibra inquieta y bailable de viejas glorias como ‘Sexy type thing’), la veloz ’Sex & violence’ y en las potentes ‘MC5’ o ‘No way out’, pero que al mismo tiempo regala dulces pausas melódicas en las acústicas ‘Sour girl’ (otra pequeña joya que regala el disco y da muestras de la versatilidad vocal con que contaba Scott Weiland), ‘Glide’ o ‘Atlanta’. Entre todas estas también encontraremos una segunda línea que simplemente cumple, me refiero al rock de ‘Pruno’ o ‘Church on tuesday’, un dupla que sin estar mal no logran encumbrarse más allá de la fuerza de sus coros. 

Ad portas de un nuevo álbum de Stone temple pilots sin Scott Weiland no está demás recordar la corta pero interesante carrera que la banda fue capaz de regalarnos durante su primera década de existencia. Ahí No.4 emerge gracias a su singularidad e identidad bien lograda, un disco rico de oír, de marcadas guitarras y potencia en sus canciones. No es un disco complejo ni pretende serlo, tampoco será recordado por singles que hayan trascendido pero en su simpleza y derroche de energía logra impactar y ser disfrutado incluso a dos décadas de distancia. 

7,5 / 10
¡Muy bueno! 


viernes, 17 de enero de 2020

20 Años De... The Cranberries : Bury The Hatchet (1999)

“El (necesario) giro hacia lo liviano...”

El pasado 15 de enero se cumplieron dos años desde la dolorosa partida de Dolores O’riordan, una de las voces más características de la (ya añeja) década de los 90. No quisiese dejar pasar por tanto el volver a su discografía junto a The Cranberries (que fue muy corta por cierto, apenas cinco discos en su etapa inicial) y referirme esta vez a Bury the hatchet ("Enterrar el hacha" vendría siendo la traducción) álbum que el año recién pasado cumplió 20 años de existencia por lo que corresponde el re visitarlo.

Pero primero contextualicemos. Estábamos en pleno fin de siglo, 1999 y los irlandeses venían precedidos por la edición de To the faithful departed (1997), con seguridad el álbum más oscuro y difícil de su carrera, un trabajo que si bien dejó tres clásicos eternos en la memoria colectiva (‘Salvation’, ‘Free to decide’ + ‘When you’re gone’) más otros tantos temones de alto nivel (‘Hollywood’, ‘Forever yellow skies’ o ‘I just shot John Lennon’), el global resultó un tanto esquizofrénico y denso, lo cual complementado con una gira extenuante (que en algún momento de su desarrollo debió incluso ser suspendida) derivó en una serie de conflictos internos que tuvieron a la banda al borde de la separación. Surgía por tanto la necesidad de encontrar un respiro en la música y de aquello se trató Bury the hatchet, un trabajo que en cuanto a temáticas escapa de las múltiples referencias a la guerra que en el pasado la banda abordó y más bien se centra en el momento personal/adulto que vivían sus integrantes, abordando conflictos personales como la desilución, el matrimonio y la maternidad pero siempre con un dejo de esperanza en las líricas, además de enmarcar estos conceptos en un sonido en general ligero, de fácil escucha que dejó de lado el peso y la distorsión de discos anteriores.

Para muestra la apertura a cargo de la completamente acústica ‘Animal instinct’ , un tema que en sus líneas se refiere a la depresión (“Repentinamente me sentí deprimida / Estaba totalmente tensa”) y las relaciones tóxicas (“¿Acaso no sabes que me hiciste morir? / Es parte de lo hermoso que tenemos...”) pero cuenta con una interpretación de Dolores que a ratos suena incluso tierna, impactando desde el contraste. Posteriormente un par de temas centrados en la rabia como ‘Loud and clear’ (“La gente es extraña / La gente en peligro / La gente está trastornada") y ‘Promises’ (“Todas las promesas que hicimos / Todas las palabras que dijimos y rompimos...”), para luego dar paso a una de las canciones más hermosas compuestas por la banda: ‘You and me’, con dedicatoria incluida de Dolores a su hijo Taylor, que al momento de ser lanzado el álbum tenía dos años de edad. Finalmente la cara A del disco cerrará con dos canciones igual de dulces en sus arreglos aunque crudas en sus temáticas, la nostálgica ‘Just my imagination’ y ‘Shattered’, con nuevas referencias a las relaciones dañinas (“Estoy tratando de controlarme así que por favor sal de mi camino...”). 


Demás está decir que los primeros seis temas del trabajo no tienen segundo de desperdicio, y quizás este sea el pequeño gran defecto con que carga Bury the hatchet: su segunda parte no logra sostener el nivel que el disco traía. Quizás otro orden de los temas habría permitido que este fluyese de mejor forma (aunque fue característica en la carrera de The Cranberries el concentrar los singles en la primera mitad de sus discos) pero el caso es que toda la pasada desde ‘Desperate Andy’ hasta ‘What’s on my mind’ no engancha demasiado y será recién en el tridente final con la energía de ‘Delilah’ seguida de las preciosas baladas ‘Fee fi fo’ + ‘Dying in the sun’ cuando el álbum vuelva a convencer. 

Dolores O’riordan fue siempre una mujer conflictuada y la carrera de The cranberries no escapó de aquello. El cuarto álbum de la banda estaría marcado por esa constante dualidad, ese ir y venir entre la emocionada y el dolor, aunque esta vez enmarcando todo en un sonido en general inofensivo pero cargado de identidad. Bury the hatchet es un disco de canciones, de grandes canciones que lograron que la banda pudiese seguir junto a nosotros un poco más, aunque tampoco demasiado. Digamos que simplemente se postergó el final...


7,5 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de The cranberries:
1993: Everybody else is doing it, so why can´t we?

martes, 14 de enero de 2020

Angel Olsen: All Mirrors (2019)

“Ambicioso dramatismo...”

Venía claramente en ascenso pero tocaba dar el salto, escapar de la comodidad y enfrentarse a un reto mayor, que es lo que precisamente Angel Olsen ha llevado adelante en All mirrors. En su cuarto álbum la norteamericana ha abandonado la soledad de su habitación para dejarse asesorar y entregarse de lleno al dramatismo y la emocionalidad, incluso corriendo el riesgo de exagerar en el camino. Y es que si sus anteriores álbumes estuvieron marcados por ese constante vaivén entre lo íntimo y lo intenso, con Olsen vocalizando muchas veces únicamente sobre una guitarra eléctrica, esta vez la cantautora ha decidido dar un giro en 180 grados y entregar absoluto protagonismo a la generación de ambientes, complementado su música con enormes arreglos orquestales y un constante uso de sintetizadores. En este sentido, All mirrors no es un disco fácil de abordar. No hay acá temas inmediatos ni coros particularmente recordables sino más bien un trabajo marcado por una producción que ha colocado intencionalmente a la instrumentación muy por sobre el registro de la vocalista, lo cual vuelve tarea compleja el disfrutar del disco en unas primeras vueltas, y no será tras varias pasadas cuando los temas comiencen a aparecer.

Ahí, destacarán los seis fantásticos minutos de ‘Lark’, con sus constantes explosiones de ira, la sobrecarga de arreglos que entrega ‘All mirrors’ (la canción), el exquisito paso a paso entre bajo, teclados y violines que proponen canciones como ‘New love cassette’ o ‘What it is’, la dolorosa interpretación e instrumentación de ‘Tonight’ , la dinámica ‘Summer’, donde el legado de Kate Bush (una vez más) aparece como una referencia obligada, y ese precioso cierre que nos lleva de vuelta a los años 60’s en ‘Chance’, sin embargo, más allá de una u otra canción en particular All mirrors emerge evidentemente como un todo, un conjunto absolutamente coherente aunque igualmente a ratos espeso y difícil de seguir si lo que buscas es música inmediata.

El cuarto disco de Angel Olsen apostó por marcar diferencias respecto a sus antecesores y vaya que lo ha conseguido. Interpretaciones marcadas por el dolor y la pasión donde la artista aborda el desamor pero celebrando al mismo tiempo el ser capaz de encontrarse consigo misma. Un sonido muy retro, barroco, angustiante y dramático pero bien logrado. Un evidente paso hacia adelante por parte de una de las voces femeninas más interesantes del momento. Aunque el mundo no se entere...

8 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de Angel Olsen:

domingo, 12 de enero de 2020

Cuarteto De Nos: Jueves (2019)

Para mi amigo Rubén Darío. Porque aún hay locos compañero...

Voy a debutar acá en mi querido blog con esta singular banda uruguaya que, créanlo o no, cuenta con ya 35 años de historia pero que vino a conocer la fama a una edad bastante avanzada. De hecho, revisando su discografía podríamos establecer un claro antes/después con el disco Raro (2006), álbum que abrió nuevos caminos para ellos tanto en términos creativos como en cuanto a producción y de paso fue capaz de entregarles un segundo aire. Y es que si bien el énfasis del Cuarteto de Nos siempre ha estado puesto en sus letras, álbumes como Bipolar (2009), Porfiado (2012) o Habla tu espejo (2014) dieron muestras de una diversidad importante, paseándose por un interesante abanico musical en el canción a canción (para muestra, canciones de pop realmente brillantes como ‘El hijo de Hernández’, ‘Cuando sea grande’ o la extraordinaria ‘No llora’).

Posteriormente tuvimos Apocalipsis zombi (2017) y la sensación de una fórmula totalmente asentada, con canciones de tres minutos, sencillas y de coros explosivos/contagiosos. Esa misma línea es la que sostiene Jueves, un álbum correcto del Cuarteto de Nos aunque también irregular, que repite la receta de su antecesor casi con calco (nuevamente son pocas canciones, solo nueve, que rondan la media hora de duración), conteniendo buenas dosis de esa mística clásica de la banda que se pasea sonriendo por la crítica social pero dejando al mismo tiempo cierto sabor a poco a causa de lo falta de cohesión con que carga a ratos el disco.

Este abre en plan cumbia con ‘Mario neta’, donde se meten directo con el consumismo (“Estamos queriendo humo y humo nos están vendiendo / Y como estamos durmiendo el alma nos están robando...”) acelerando en el puente/coro entre guitarras y conectando de manera impecable con la juguetona `Punta cana’, que engancha de inmediato a causa de su melodía circense aunque desde ya da muestras del primer tropiezo del disco: ¡qué mal la acaban!, vamos, que el tema pedía algo mejor en su minuto final. Mucho más seria sonará la pasada por ‘Anónimo’ que funciona pese a lo predecible de su estructura, mientras que el mejor momento del trabajo llegará con la fuerza de ‘Hombre con alas’ y la folclórica ‘Tiburones en el bosque’.

La recta final del disco comenzará a asomarse con la curiosa ‘Que empiece el juego’, empapada en auto tune en su singular coro, seguida de la divertida y explosiva ‘Llegó papá’, aunque esta no conecta en absoluto con la reflexión que plantea ‘Contrapunto para humano y computadora’, con seguridad el tema más complejo del álbum en lo lírico y musical pero que se percibe totalmente aislada en el cierre, el cual llegará definitivamente con ‘Fallaste Nostradamus’, una que huele a relleno en cada uno de sus segundos...

No podríamos afirmar que Jueves es un mal disco. No. Pero si que sabe a poco. Un álbum corto pero que en su afán de tener “de todo un poco” acaba siendo irregular. Individualmente hay dos o tres canciones de altura (‘Hombre con alas’, ‘Tiburones en el bosque`), de igual forma otras tantas que no encuentran su lugar en el disco (‘Llegó papá’ o ‘Contrapunto...’) y unas tantas que derechamente podrían haber dado más de si (‘Punta cana’, ‘Que empiece el juego’). Tal como en 2017 el Cuarteto de Nos vuelve a cumplir pero no vuela tan alto como si hizo entre 2009 y 2014, el período dorado de su época adulta.  

6,9 / 10
Cumple y algo más...

miércoles, 8 de enero de 2020

Chelsea Wolfe: Birth of Violence (2019)

“Cazadora insaciable...”

Si bien durante su incesante carrera (desde 2011 tenemos disco de ella cada dos años) la estadounidense Chelsea Wolfe ha ido dando pasos hacia terrenos cada vez más oscuros, coqueteando incluso en algunos álbumes con el metal, sus raíces se encuentran en el folk. Y es ahí a donde ha decidido regresar con su sexto álbum, a la intimidad del acústico, aunque con una salvedad no menor: el camino recorrido se hace notar. Lejos de ser una simple “vuelta a las raíces”, Birth of violence se enarbola como un álbum sensible pero complejo de oír, un disco duro, oscuro, doloroso incluso, además de musicalmente estar trabajado al detalle de la mano de su eterno colaborador Ben Chisholm en la producción.

Voces femeninas comento bastantes acá en mi blog, sin embargo, cabe mencionar que a las mujeres aún les sigue costando el escapar de las temáticas de pareja. Pues bien, he acá una que lo ha hecho, y bravo por eso. Tampoco es que les haga el quite (vamos, que el romance es parte de la vida) y ahí tenemos el lúgubre relato de un final en ‘American darkness’ o la acústica ‘Birth of violence’ (la canción), sin embargo, el disco será capaz de ir muchísimo más allá. Abrirá, de hecho, con una reflexión personal enorme en ‘The mother road’ (“Supongo necesito algo que me rompa / Supongo necesito algo que me sacuda”), que entre violines y tambores desde ya instala la vara muy arriba en términos de intensidad, declarará principios en la excelente ‘Deranged for rock & roll’ (que ruega por una versión full band rock) o conmoverá hasta la médula en la pasada (muy PJ Harvey por cierto) por ‘Be all things’ (suena hermosa aquí) + ‘Erde’ (“Lloramos juntas / La mujer es el origen”)  +  ‘When anger turns to honey’ (“En momentos como este puedo entenderte / El dolor es el conector / Te tratan como una presa / Pero eres una cazadora...”).  El disco vive sus mejores momentos durante su nudo y desde ahí continuará su viaje entre la cadencia, melancolía y referencias constantes a la muerte o la guerra (“No puedes combatir armas con armas / Todos pereceremos de ese modo”, reza en ‘Little grave’). 

Birth of violence es Chelsea Wolfe reconectando con el folk y la intimidad de manera notable. Una parada necesaria para respirar, mirarse a si misma y así poder continuar. Uno de los buenos discos que nos habrá dejado 2019, aunque pocos se enteren...

7,5 / 10
¡Excelente!

martes, 7 de enero de 2020

Instagram


Eso. Que tras años de haberme negado tengo cuenta. 
So, la idea será seguir compartiendo canciones y/o bandas, promocionando las entradas de mi querido blog más lo que ahí vaya fluyendo, todo siempre relacionado con el mundo de la música. De pronto, si alguien desea recomendarme algún disco a oír, vía Instagram puede ser más expedito el asunto.

@benditosdiscos 

¡Nos encontramos!

domingo, 5 de enero de 2020

Kadavar: For The Dead Travel Fast (2019)

“Por amor al arte...”

Que la tarea de Kadavar es cuesta arriba, aquello no es secreto. Y es que sinceremos el asunto: ¿quién en pleno 2020 querría escuchar un álbum de hard rock tan marcadamente retro? Sin embargo, pese a esa inevitable sensación de ser una banda que en cualquier momento patinará, lo de los alemanes no deja de ser meritorio: disco cada dos años desde 2012-13 y por lo general saliendo bien parados en lo suyo, esa fórmula setentera cargada de peso y psicodelia, la cual con For the dead travel fast ha vuelto a aparecer aunque no sin antes marcar ciertas diferencias respecto a su antecesor, aquel sólido Rough times (2017). Y es que si el mencionado funcionó al ser un disco directo, de golpes efectivos en el tema a tema, esta vez los alemanes han optado por trabajar en otra dirección, una más cargada hacia tétricos ambientes, donde las guitarras y estructuras se coordinan en función de las atmósferas que se han buscado generar, temas más extensos con un mal rollo evidente pero escapando de las fórmulas inmediatas. 

El disco entrará en calor lentamente por tanto, mediante una intro de dos minutos que desembocará en los guitarrazos de ‘The devil’s master’, un relato oscuro y lúgubre que revela su magia (como todo el álbum de hecho) tras varias pasadas. Le seguirá ‘Evil forces’, que claramente busca entregarle velocidad al álbum pero olvídense de estructuras tradicionales, aquí el asunto disparará hacia cualquier lado sorprendiendo al auditor. De igual forma la pasada por ‘Children of the night’ + ‘Dancing with the dead’ entregará los diez minutos más psicodélicos de este, con un trabajo instrumental exquisito, marcado por sus atinadas pausas, aceleraciones y solos de guitarras llenos de sentido. 

La cara B del disco dará continuidad a la misma tendencia, con temas veloces y cargados de fuerza como ‘Poison’ o ‘Demons in my mind’ pero que darán muestra de un ir y venir cambiante y lleno de dinámica para finalmente comenzar a cerrar el asunto con la oscuridad de ‘Saturnales’, un relato desnudo que se sostiene únicamente sobre una guitarra, y los casi ocho minutos de ‘Long forgotten song’, claramente la pieza más densa del disco y con la que Kadavar han querido darle cierta solemnidad al final del álbum.

For the dead travel fast no es ni será un disco sencillo de digerir. Su sonido está marcado por el peso y estructuras cambiantes, además, salvo pequeños momentos, no está pensado para enganchar a la primera con el oyente. Sin embargo, es también un trabajo fantástico y preciso, el mejor en la carrera de los alemanes, sólo nueve canciones para dar muestras del momento importante que vive la banda, donde los alemanes continúan haciendo lo que aman, siguiendo su propio ritmo pero dando pasos adelante dentro de sus esquemas. 

7,8 / 8
¡Excelente!


Otras reseñas de Kadavar
2017: Rough times 
2013: Abra Kadavar 

jueves, 2 de enero de 2020

Shura : Forevher (2019)

“Ni tan pop ni tan exploratorio...”

Seducido por la irresistible ‘Religión (u can lay hands on me)’ fue que llegué a este disco, el segundo en la carrera de Alexandra Lilah Denton (a.k.a ...Shura). Una canción que aborda de exquisita forma una relación actual, a distancia (“We've been talking on the telephone for hours at night ...”), entre dos mujeres (“Oh, girl, don't stop, please you can lay your hands on me”) que viajarán para conocerse y ver hasta donde podría lo suyo llegar (It could be LA, it could be heaven / If you're an angel, can I be your God?”),  y con suficiente gancho como para ir por más El caso es que me he encontrado con un álbum que oscila por temáticas similares, aunque musicalmente baja bastante las revoluciones y más bien es de esos discos que se cuecen lentamente. 

En este sentido, la primera parte del álbum concentrará los momentos más atractivos de este, haciendo uso de un synth pop controlado pero suficiente, marcado por melodías sinuosas pero de coros reconocibles. Ahí una empapada en auto tune `Side effects’ o la delicada ‘The stage’ abordarán el ansiado encuentro de la pareja mientras que ‘BKLYNLDN’ se moverá entre la fantasía y la realidad  (This isn't love, oh this is an emergency / Keep thinking of that picture that you sent to me”). Posteriormente el disco tenderá a entramparse en su lentitud, volviendo espesa la pasada por ‘Tommy’ (por más interesante que resulte la historia que relata) o ‘Princess Leia’ (pesadísima). Un tanto más contagiosa resultará la recta final, destacando la romántica ‘Skyline, be mine’, que además es la única en todo el disco que con sus arreglos de guitarra se atreve a ir un poco más allá de lo evidente. Ojalá este sea un camino a seguir por la artista a futuro. 

Forevher es un grato disco de amor y encuentro, musicalmente cumple y posee momentos de alto nivel aunque tiende a quedarse en tierra de nadie durante largos pasajes. Ni tan pop ni tan exploratorio, acá se extraña, sin embargo, para un segundo disco está más que bien. 

6,5 / 10
Cumple y algo más...