sábado, 27 de diciembre de 2014

14 Discos Para 2014

Eso. Sin demasiado bla bla. Ni idea si son los mejores discos del año, estos son simplemente los que más oí durante este 2014, aquellos que mejores sensaciones y emociones me dejaron...

14. Alcest // Shelter. Buen giro el del francés Neige hacia un sonido en general mucho más limpio y optimista que el trabajado en el pasado. Un disco de explosiones y de ambientes particularmente sensibles.

13. Coldplay // Ghost stories. Se que se ve poco cool en un blog el destacar un álbum de Coldplay y siempre resultará intelectualmente más atractivo hablar de alguna bandita indie que nadie recordará dentro de cinco años, pero bueno, digamos que he sido conquistado por el viaje melancólico de Chris Martin y no hay más. 

12. Behemoth // The satanist. Tras cinco años de silencio y luego una complicada enfermedad, Adam Nergal y los polacos de Behemoth regresan con un álbum fabuloso. Oscuro, blasfemo y repleto de interesantes matices. 

11. Morrissey // World peace is none of your business. Exagerado y encaprichado, el gran Morrisey se pasea durante casi 60 minutos por donde le ha dado la gana encontrando un álbum musicalmente impecable, más de alguna interpretación memorables y un puñado de melodías notables. Da gusto oírlo así de vivo.

10. St. Vincent // St. Vincent. El mejor disco en la carrera de esta mujer. Moderno, atractivo, repleto de canciones que funcionan. Acá hay pasta para más, no cabe duda.

09. Septicflesh // Titan. El death metal sinfónico llevado (nuevamente) a su máxima expresión. Ambicioso, brillante, sencillamente colosal. No lo ubico más arriba en el conteo solamente porque en el pasado ya habían entregado otro disco igual de enorme.

08. Beck // Morning phase. ¡Que grande! Nada como un buen refrito pare recordar que estamos frente a uno de los talentosos de este par de décadas. Beck vuelve a conmover con un disco de corte acústico pero que a diferencia del dramático Sea change (2002) esta vez habla desde renacer y la esperanza.

07. Ty Segall // Manipulator. La excentricidad de un creador innato. Un tipo que parece no tener límites a la hora de romper sus propios límites. Acá lo ha vuelto a hacer, cayendo probablemente en el exceso de material pero aún así impresionando con su talento.

06. The horrors // Luminous. Mucho más directo que en sus anteriores álbumes pero notable a la hora de encontrar grandes canciones. Un disco sólido de comienzo a fin.

05. Peter Murphy // Lion. Trabajando sobre registros poco habituales e incluso forzando la garganta más allá de lo estéticamente correcto, aún así, Murphy desenfunda un puñado de piezas llenas de desgarro y honestidad. Lo dicho, el puto amo.

04. Robert Plant // Lullaby ... and the ceaseless roar. Si este mismo disco hubiese lo hubiese firmado Led Zeppelin, se los aseguro, muchos sitios estarían hablando de uno de los discos del año. La vida, sobretodo en estos tiempos, suele ser injusta con quienes proponen honestidad y decencia. Plant ha renunciado a millones de dolares y en su lugar ha decidido regalarnos 50 minutos de su enorme talento. Un grande de verdad.

03. Solstafir // Otta. Intensidad para dar y regalar. Un verdadero viaje por las gélidas atmósferas de Islandia y una banda que encuentra este 2014 su más alto momento creativo. Una maravilla de disco. 

02. Woods // With light and with love. Bonito a momentos, desenfrenado en otros. Tras varios intentos Woods ha logrado (al fin!) entregar un álbum equilibrado de comienzo a fin, lleno de melodías y arreglos destacados. 

*DISCO DEL AÑO*

01. The war on drugs // Lost in the dream. ¿Cabe alguna duda? Pasaron los meses y en lo personal nunca sentí que hubo contendor para el fantástico cóctel de influencias que Adam Granduciel nos propuso con Lost in the dream, un disco enorme que ha colocado a la banda varios peldaños arriba de donde estaba. Las expectativas para el siguiente álbum serán enormes y habrá que ver si Granduciel logra conducir el buque a buen puerto, sea como sea, pasarán los años y nos quedaremos con el magnífico recuerdo de este fabuloso disco.
Reseña acá


Esta será mi última reseña durante este 2014. Se me quedaron muchos discos en carpeta pero bueno, no alcanza el tiempo y la vida para comentar tanta música que llega a nosotros. Gracias a todos quienes visitan y comentan en mi querido blog, no tengan dudas de que también constantemente visito sus sitios. 

Internet llegó para cambiarlo todo, principalmente las formas en que se distribuye y comercializa la música. Nuestros gustos ya no son manejados por los sellos y las productoras, hoy somos nosotros quienes decidimos que escuchamos y que no, aquella libertad es maravillosa aunque también viene con un riesgo bajo la manga. Las estrellas y dinosaurios del rock están en extinción, muchos anticipan su pronta desaparición... Y bueno, este blog tiene que ver un poco con todo eso, con la necesidad de expresar y entregar algo, lo que sea y de la forma que sea, de utilizar estas herramientas para que la música y las ideas sigan teniendo espacios...

miércoles, 24 de diciembre de 2014

30 Años De... U2: The Unforgettable Fire (1984)

"Atmósferas enormes e inolvidables..."

Los tres primeros álbumes de U2 estuvieron bien pero fue en 1984 cuando los irlandeses dieron el salto creativo que acabó marcando su futuro. Y es que tanto Boy (1980), October (1981) como War (1983) lograron dar a conocer a una banda que tenía potencial para llegar lejos gracias a un rock jovial, inquieto, dinámico y que al mismo tiempo daba señales de una particular sensibilidad, sin embargo, The unforgettable fire fue el disco con que U2 demostró tener talento suficiente como para pulir su sonido y definitivamente crecer como banda. Digamos que, si bien los premios, el éxito, la masividad, la consolidación como banda de estadios, las ventas millonarias y los clásicos instantáneos llegarían en 1987 con el fantástico The Joshua Tree, el paso importante se había logrado tres años antes.

El gran mérito con que cuenta The unforgettable fire es el de mostrar a una banda capaz de ir más allá de la canción potente e inmediata que había marcado sus inicios. Mérito importante de aquello recae en las labores de producción a cargo de Brian Eno y Daniel Lanois, quienes fueron capaces de sacar desde las entrañas de U2 un sonido que hasta ese entonces era impensado. Existen canciones en el álbum que contienen aún la actitud punk de los inicios de la banda, "Wire" o "Indian summer sky" son los restos de un sonido directo y dinámico en donde las guitarras de el ya inconfundible The edge y el bajo de Adam Clayton eran absolutos protagonistas, a estas dos podría sumarse también el clásico instantáneo "Pride (in the name of love)", sin embargo el resto del trabajo funciona en una dirección muchísimo más íntima y atmosférica.

"A sort of homecoming" abre el álbum de manera fantástica, estamos frente a una de las más grandes e injustamente olvidadas canciones de U2, con un Bono que interpreta muy arriba en los registros, quizás a momentos de manera incorrecta pero con una emoción que desborda. Más adelante sonarán las grandes joyas con que cuenta el álbum, en primer lugar "The unforgettable fire" (la canción), el momento más maduro y mejor logrado del álbum, una combinación perfecta entre teclados y guitarras, mientras que en el nudo del disco aparecerá "Bad", una balada rock muy cruda e intensa que aborda la temática de la adicción a las drogas. También dentro de lo positivo del disco, aunque generando ambientes de paz y calma figuran "Promenade" y la prédica "MLK"En toda esta pasada hay que decir que Bono está soberbio, transmitiendo potencia, tranquilidad e incluso jugando en "The unforgettable fire" con agudos por primera vez en su carrera. 

Finalmente, los momentos más experimentales del álbum son con seguridad los más débiles de este. El instrumental "4th of July" aporta bastante poco dentro del global y casi en el cierre "Elvis Presley and America" no es más que un exceso de seis minutos que rompe completamente con la continuidad del disco y que creo podrían habérselo ahorrado. 

Mirado con 30 años de distancia (!!!) The Unforgettable fire figura como un paso de transición en la carrera de U2. El nexo entre la promesa de sus tres primeros álbumes con el éxito, la madurez y la completa reinvención del período (1987/1993). Hay ripios en este trabajo que serían corregidos tres años más tarde, sin embargo nada resta méritos a un disco enorme e inolvidable, un álbum que tal como mencionaba en un comienzo, dio claras muestras de que estos irlandeses estaban para hacer historia, y así fue. 

8,5 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de U2:
1993 // U2 // Zooropa
2014 // U2 // Songs of innocence

viernes, 19 de diciembre de 2014

The Smashing Pumpkins: Monument to an Elegy (2014)

Nadando entre la indiferencia.

¿Qué sería de la historia de la música sin la egomanía de cientos de personajes? Esto es así, el principal motor de todo artista, lo quiera admitir o no, es su ego. Y este motor puede ser propulsor de enormes obras así como de errores fatales. ¿Cuántas grandes bandas no han sucumbido frente al ego de sus integrantes? Comenzando por The Beatles y a partir de ahí, la lista es infinita. Realizo mención a esto pensando en los Pumpkins y Billy Corgan. Y es que en algún momento de la carrera de las calabazas (por ahí por finales de siglo XX) Corgan se creyó que él era la banda. Acabó disolviéndola en 2000 y a partir de ahí intentó tanto con Zwan como con un proyecto electrónico  seguir demostrando su talento. Muy bien no le fue dado que en 2006 se vio en la necesidad de rearmar la marca Smashing pumpkins y me imagino que debe haber intentado convencer tanto a D'arcy, a James Iha como a Jimmy Chamberlin de sumarse al proyecto, sin embargo solo Chamberlin lo siguió. Los dos primeros sus buenas razones habrán tenido para no volver a tocar con él. 

Sea como sea, hasta ahora Corgan había editado dos álbumes a la fecha bajo la marca Smashing Pumpkins, dos discos en solitario con una banda de acompañamiento escogida a dedo. Zeitgeist (2007) estuvo bien, Oceania (2012) mejor aún, ambos discos demostraron que Corgan no ha perdido el filo a la hora de encontrar buenas melodías y arreglos, sin embargo, no eran los Pumpkins. Ambos discos llegaron para recordar que Billy Corgan efectivamente no era la banda. Porque incluso los descartes (esos increíbles descartes) que aparecieron bajo el título Machina II en 2001, y que fueron lo último que la banda publicó como tal, contenían un mayor factor emocional que los nuevos trabajos de Corgan

Aquella sensación de nostalgia por los Pumpkins me ha vuelto a invadir luego de las pasadas que le he dado a Monument to an elegy, lo más reciente de Billy Corgan usando la marca. No estamos frente a un mal álbum, sin embargo acá hay algo que no acaba de cuajar. Monument to an elegy no emociona, no trasciende más allá de sus minutos. Sus simples canciones cumplen, agradan pero no impactan de ninguna manera. 

"Tiberius", por ejemplo, abre con potentes guitarras y una letra que habla de la reconciliación de una pareja, un par de estrofas, un coro efectivo y sería todo. Algo similar ocurre con "Being beige", una canción en plan balada eléctrica que acompaña la melodía con un teclado y una batería electrónica que de vez en cuando se asoma, mientras que "Anaise!" es un poco más golpeada pero, lo dicho, no hay explosión. Recién al cuarto tema aparece algo que invita al interés, las guitarras de "One and all (we are)" deben estar dentro de lo positivo que nos ha dejado este disco y es de lo poco que desarrolla ese elemento romántico pero oscuro al mismo tiempo que Corgan tan bien sabe interpretar cuando encuentra la tecla precisa. 

"Run2me" contiene los clásicos e infaltables coqueteos electrónicos que en todo álbum del calvo vocalista aparecen aunque esta vez ha intentado matizarlos con guitarrazos que golpean dentro de una estructura creciente. Quizás una letra menos repetitiva habría logrado un mejor resultado. De todas maneras, el mejor momento del álbum llega en la recta final con la pasada por "Drum + fife", "Monuments" y "Dorian", la primera contagia en su buen rollo, la segunda conjuga de buena forma guitarras y teclados mientras que la "Dorian" con su electrónica recuerda los mejores momentos que Corgan trabajó en The future embrace por allá por 2003. 

A diferencia de sus dos álbumes anteriores, esta vez Corgan ha entregado un disco corto (solo 32 minutos de música), directo, cargado a las guitarras y además de muy buena vibra. El trabajo es de tono optimista incluso en los momentos en que aborda el desamor. Musicalmente tiene sus contados momentos altos con los cuales supongo habrá que conformarse a estas alturas. 

No sabemos si habrá más de Billy Corgan en un futuro cercano, el hombre ha insinuado incluso el retiro dado lo poco que impacta su música en la actualidad y bueno, nadie podría culparlo, debe ser duro nadar en medio de la indiferencia siendo que dos décadas atrás tuviste el mundo a tus pies. 

6/10
Bueno, cumple...


Otras reseñas de Smashing Pumpkins:

lunes, 15 de diciembre de 2014

Cavalera Conspiracy: Pandemonium (2014)

Lo más brutal en (muchos) años.

La obsesión de Max Cavalera con la búsqueda de un thrash metal directo, cada vez más violento y que lo acerque al sonido que alguna vez trabajó junto a Sepultura, ha llegado a tal punto que desde hace algunos años lo hemos visto entregando discos por montón, ya sea junto a Soulfly o en proyectos paralelos tales como Killer be killed  (con quienes debutó este 2014) y Cavalera Conspiracy (proyecto que sostiene desde 2007 junto a su hermano Igor en batería y Marc Rizzo en guitarras). Con respecto a estos últimos ha declarado incluso que Cavalera Conspiracy "tiene más del espíritu de Sepultura que el propio Sepultura", asunto que ha querido demostrar con Pandemonium, un disco de metal desatado que no entrega concesiones ni da un segundo de tregua a quien escucha y que además cuenta con letras que critican directamente el actual orden social mundial. 

"Babylonian Pandemonium" abre los fuegos y de inmediato llama la atención por varios aspectos. En primer lugar oímos a un Max muy filtrado (¿intento por ocultar cualquier tipo de deficiencia o desgaste vocal?), sumergido en una serie de efectos que entregan a su voz un registro robótico pero más oscuro a la vez. También percibimos a una banda entregada a la velocidad, tanto la batería del siempre notable Igor Cavalera como las guitarras no dan respiro. Esta situación continuará dándose en el tema a tema, por lo que el asunto inevitablemente acaba siendo algo monótono. Pasajes atractivos se viven con "Bonzai kamikase", la pasada por "Cramunhao" y "Aprex predator", que deben ser los momentos más pesados que vive el disco, o la absolutamente visceral "Not losing the edge", sin embargo hay que decir que el álbum desde su primer hasta el último minuto no varía demasiado en la propuesta. 

En definitiva, Pandemonium es un trabajo que claramente gustará entre quienes llevaban un buen tiempo esperando un golpe así de potente de parte de los hermanos Cavalera, ahora, si consideramos que tanto los últimos discos de Soulfly como lo mostrado junto a Killer be killed avanzaba en la misma dirección, el asunto a estas alturas ha perdido algo de sorpresa. Es de esperar que ya lograda la brutalidad, Max se tome una pausa a la hora de pensar su siguiente entrega pues este camino parece haber encontrado su fin. 

7/10
Muy bueno.


Otras reseñas de Max Cavalera:

jueves, 11 de diciembre de 2014

Machine Head: Bloodstone & Diamonds (2014)

Adornando al detalle la falta de ideas.

Fueron pocas las bandas que lograron sobrevivir a la caída del tristemente célebre nu metal, siendo Machine head una de ellas. Los liderados por Robb Flynn fueron poco a poco emigrando hacia un metal más duro con tintes progresivos, llegando en 2007 a sorprender con el aclamado The blackening, un álbum que claramente marcó un claro antes y después para Machine head tanto a nivel musical como de expectativas. Posteriormente vino Unto the locust (2011), un disco que bajó un tanto las revoluciones, trabajó estructuras más tradicionales e intentó no repetir la fórmula de manera tan evidente. El resultado sin maravillar fue en general satisfactorio.

"No puedo decir que este álbum va a ser como The blackening, siento que esta vez hemos dado un paso adelante..." - afirmaba Flynn a inicios de año, consciente más que nadie de que cada nuevo álbum de Machine head competirá inmediatamente con su obra más reconocida pero insinuando al mismo tiempo de que con Bloodstone & diamonds encontrarían su mejor trabajo a la fecha. En ese sentido no cabe duda de que esta vez la banda se ha aplicado muchísimo en estudio, enfocándose en la entrega de un metal de peso y en un sonido tan violento como técnico, el problema es que en aquella búsqueda me parece que lamentablemente han acabado entregando un álbum demasiado irregular, que tropieza mientras avanza a causa del exceso de material. En ocasiones menos es más, y aquel poder de síntesis que tan bien la banda supo utilizar en sus anteriores trabajos esta vez brilló por su ausencia. Bloodstone and diamonds se extiende por innecesarios setenta minutos, cayendo por ende en una serie de lugares comunes que no hacen más que evidenciar lo que precisamente Flynn deseaba ocultar: la falta de ideas. 

El álbum comienza, por ejemplo, con un combo muy atractivo, "Now we die" durante sus seis minutos equilibra de buena forma técnica con una fuerte dosis de agresividad, le sigue una golpeada "Killers & kings", un gancho directo al mentón que seguro funcionará entre quienes gustan del desenfreno de Machine head (la sección del solo post 2:40 es fabulosa, hay que decirlo), sin embargo, a continuación aparecen diez minutos que se adentran en un sin fin de sonidos bastante utilizados dentro del metal actual, "Ghost will haunt my bones" con sus pausas melódicas o la veloz "Night of long knives", no aportan nada que, por ejemplo, Slipknot no haya incluido en su más reciente álbum. 

Tras el primer tropiezo, el álbum vive un segundo aire gracias a "Sail into the black", que sin ser ninguna maravilla al menos aporta diversidad con una partida acústica de cuatro minutos (demasiado, si...) para luego ir explotando en sucesivas olas que (nuevamente) se extienden por mucho tiempo pero que aún así en algo convencen. "Sail into the black" se complementa de buena forma con la brutalidad de "Eye of the dead" y el groove de "Beneath the silt", una que trae a la memoria inevitablemente el sonido de los legendarios de Pantera. El problema es que el disco te engancha para nuevamente soltarte con la llegada de "In comes the flood", otro tema que apuesta por la sorpresa pero acaba cayendo en coros predecibles y recurrentes por lo que no logra su objetivo. De igual manera "Damage inside" no es más que un puente a capella que ve su continuidad en la veloz "Game over", otro pasaje que nuevamente parece sacado de un álbum contemporáneo post nu metalDigamos que entrando en la recta final el disco se interna en un segundo pozo carente de sorpresa, del que ya no volverá a salir. Para el cierre las cosas no mejoran demasiado con la reflexión social de "Imagine cells" ni con la tibia "Take me through the fire"

En el global, Bloodstone and diamonds no impresiona, incluso agota en medida que avanzan sus minutos. Doce canciones de las cuales cinco o seis algo dicen, el resto es relleno fallido. No estamos frente a un mal disco de plano pero claramente "el paso adelante" que Flynn promocionó durante la grabación del álbum la verdad es que prácticamente no se percibe por lo que el trabajo solo confirma la sensación de que el momento más inspirado de la banda ha quedado en el pasado. 

¿Canciones? "Killers & kings" y poco más...


5/10
Nada muy especial...


Otras reseñas de Machine Head:

lunes, 8 de diciembre de 2014

Bloodbath: Grand Morbid Funeral (2014)

Relevo que cumple e ilusiona. 

Es probable que efectivamente Bloodbath en sus inicios no fuese más que un capricho de Mikael Akerfeldt, un gusto que el reconocido vocalista de Opeth deseaba darse dentro del mundo del death metal. El tema es que tras la edición del excelente The fathomless mastery (2008) el asunto pasó a otra dimensión, la criatura de pronto se volvió mayor y mantenerla con vida ya requería demasiado esfuerzo, por lo que a Akerfeldt no le quedó otra que abandonar el buque y concentrarse de lleno en sus labores junto a Opeth (los mal hablados dirán que ya no tiene garganta para asumir proyectos de metal). 

A muchos sorprendió el que los restantes integrantes de Bloodbath decidieran continuar con el super grupo, sin embargo no debemos olvidar que en 2004 esta situación ya se había dado y se sorteó invitando a Peter Tagtgren (Hypocrisy) para las voces de Nightmares made fleshLa sorpresa fue mayor aún cuando se supo que Nick Holmes (Paradise lost) sería quien esta vez asumiría el relevo vocal. Sorpresa debido a que Holmes hace mucho que no sacaba registros guturales de su garganta (en los inicios de Paradise lost lo hizo) por lo que existían justificadas dudas con respecto a su incorporación. 

El resultado de todas estas idas y vueltas se resume en los 45 minutos de Grand morbid funeral, un álbum que apuesta directo a la médula del death en su formato clásico. No hay innovaciones en ese sentido con este disco, y ahí quizás se resiente un poco la partida de Akerfeldt, sin embargo, aquello no me parece que reste méritos al trabajo. Dicho en simple: el álbum no descubre nada (ni pretende hacerlo) pero en lo suyo, cumple de sobra.

Los fuegos abren con la notable "Let the stillborn come to me" seguida de "Total death exhumed" y de inmediato quedamos claros por donde irá el asunto: death metal purista, de vieja escuela, muy oscuro, violento y potente. Bastante velocidad, doble pedal y peso en las guitarras. El viaje continuará con "Anne", un relato de terror que si hubiese aparecido en un álbum de los legendarios Cannibal Corpse a nadie habría extrañado, comienza con una corta confesión para soltar luego el listado de perversiones cometidas por nuestro psicópata protagonista. El mejor momento del trabajo se vive en la pasada por la mencionada "Anne", el oscuro relato de "Church of Vastitas" y la brutal "Famine of god's word", una que retoma la velocidad y logra explotar al máximo la energía de la actual versión de Bloodbath. Ya de ahí en adelante el álbum sostendrá el nivel en base a una fórmula clásica y que seguramente gustará dentro de los amantes del género.

En relación a la labor de Holmes en las voces se puede comentar que, pese a contar con un registro gastado y que incluso a momentos parece forzado ("Unite in pain", el más claro ejemplo), las interpretaciones encajan en el estilo y dan vida de buena forma a cada una de las canciones presentadas.

Grand morbid funeral no supera a ninguno de los tres anteriores álbumes de Bloodbath, sin embargo, si funciona como una más que correcta entrega de death metal clásico. La nueva formación ha dado el ancho por lo que queda sobre la mesa la ilusión frente a lo que vendrá para ellos.

7/10
Muy bueno.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Simple Minds: Big Music (2014)

Refrescante.

En el universo de la música los escoceses de Simple Minds deben ser una de aquellas bandas que acabó por quedarse a medio camino de todo. Alguna vez, durante los años 80’s, tuvieron vocación de masas, eran tiempos en donde clásicos como “Don’t you (forget about me)” o “Alive and kicking” tuvieron llegada sobre los medios de difusión. Sobrevivieron incluso al complicado cambio de década poniéndose a tono en canciones como “She’s a river” o “Hypnotized”, sin embargo, algo faltó. Aquella explosión de genialidad que U2 logró entregar en combos tales como The unforgettable fire/The Joshua tree (1984/87) o los extraordinarios Achtung baby!/Zooropa (1991/93), Simple minds nunca la encontró. Para nadie es secreto que aquella eterna y odiosa comparación con los irlandeses siempre le jugó en contra a los liderados por Jim Kerr.

Ellos podrían haberlo dejado ahí, a mediados de los 90's, pero la banda se negó a morir. Es así como durante estos últimos veinte años (que no es poco!) los hemos visto deambular entre la sobrevivencia y el ostracismo, convirtiéndose cada vez más en una banda de nicho. Hoy son recordados más por los clásicos mencionados que por su extensa trayectoria,  y es altamente probable que las nuevas generaciones no sepan de que hablamos cuando se menciona su nombre. Así están las cosas…

En ese sentido me parece que Big music , su más reciente álbum tras cinco años de silencio, es el disco que Simple minds a estas alturas necesitaba. Un disco fresco, honesto, renovador incluso, y cuya propuesta musical es clara. 


Hablemos de las canciones. “Blindfolded” abre e impacta de entrada. De inmediato notamos por donde irán los tiros esta vez: un pop potente, que juguetea con las baterías electrónicas y una mezcla que privilegia fuertemente a los teclados por sobre las guitarras. Hay buena dinámica y Jim Kerr se saca 15 años de encima con tan solo un par de líneas, el comienzo es contagioso y prometedor. Más adelante encontraremos otros pasajes atractivos que invitan a subir el volumen, es el caso de "Big music" (la canción) , "Human",  "Concrete and cherry blossom" o "Imagination", canciones que nadan sobre un exquisito pop electrónico, dejando de lado la épica de otras épocas, pero que de todas formas encuentran buenos resultados. Ya en una linea más correcta, que cumple sin maravillar, aparecen "Midnight walking", "Let the day begin" o "Kill or cure", mientras que algunas caen demasiado pronto en el medio tiempo predecible, como es el caso de "Honest town" (extraño que haya sido escogida como primer single existiendo mejores temas en el disco) o "Blood diamonds".  

Estamos frente a un trabajo que comienza muy arriba, que en general se sostiene y cuenta además con una atractiva producción. Ahora, de igual forma, en el tema a tema es imposible no lamentar la ausencia de mayor explosión o algún remate de peso que acabe por cerrar los círculos (hay abuso del "fade out", por ejemplo). Hay buenas canciones pero a la banda vuelve a pesarle la falta de chispa a la hora de trabajar los temas al detalle.

En definitiva, no creo que exista fan de Simple minds insatisfecho con Big music, y para quienes desde hace rato les habíamos perdido la fe creo que el disco ha resultado refrescante. El álbum debe estar dentro de lo mejor que la banda ha entregado en estos últimos 25 años y se enmarca definitivamente en una de las gratas sorpresas (?) que nos ha entregado este 2014

7/10
Muy bueno.

martes, 2 de diciembre de 2014

ACDC : Rock or Bust (2014)

El ocaso de una leyenda.

2014, el año en que han tropezado mis leyendas. Primero fue Judas Priest, ahora ha sido ACDC. ¿Algún problema en admitirlo? Ninguno, las cosas como son. El tiempo pasa y no perdona. Es natural, punto. 

Lo último que habíamos recibido de los australianos había sido el enorme Black ice (2008), un disco que estuvo muy pero muy por encima de lo que cualquiera habría esperado de ACDC a estas alturas y que incluso se cuela sin problemas entre lo mejor que la banda ha entregado desde 1990 en adelante. Black ice fue un regalo, con el que muchos nos dimos por pagados, de ahí que las expectativas frente a un nuevo trabajo, digámoslo, no eran demasiado altas. Más aún cuando nos enteramos del lamentable estado de salud en que se encuentra Malcolm Young, segunda guitarra y fundador de la agrupación. Y bueno, ya con nosotros Rock or bust demuestra que los temores (?) eran justificados. Lo mejor que tenían lo trabajaron y entregaron en 2008, lo que quedó han sido algunos riffs marca de la casa que han transformado en canciones de dos a tres minutos, tan directas como olvidables. 

Hay poco que destacar en Rock or bust. Poco que recordar. Nada que me interese oír en vivo, por ejemplo. Y es que cuando un disco funciona con piloto automático de comienzo a fin y no existe una propuesta novedosa, el asunto se remite básicamente a cuantas canciones engancharon con quien oye. En lo personal me quedo con la dinámica de canciones como "Play ball", "Miss adventures" o "Dogs of war", y sería. El resto no escapa de la fórmula fácil, algo monótona e interpretaciones sin mucho que destacar, hay una que otra canción en donde la mítica guitarra de Angus Young aparece ("Baptism by fire" por ejemplo) y en las voces Brian Johnson cumple de sobra, pero en general el disco es plano como una tabla. 

Nada, ni siquiera sus propios errores, empañarán jamás el legado y la obra de ACDC, unos gigantes de la historia del rock, sin embargo, Rock or bust no ha estado a una altura mínima y da para pensar en que quizás ha llegado el inevitable momento del adios para estos eternos de la música. Y si esta es efectivamente la despedida de los australianos, la viviremos como corresponde, con serenidad y agradecimiento frente a todo lo que la banda nos entregó durante sus más de 40 años de existencia. 

5 / 10
Nada muy especial...