jueves, 30 de junio de 2022

Jack White : Fear Of The Dawn (2022)

"Inquieto y siempre excéntrico..."

Digámoslo con todas sus letras: lo más sencillo para Jack White habría sido estirar (y agotar) el concepto de los White stripes por cuanto tiempo se pudiese. Sin embargo, y eso hay que dárselo siempre, el vocalista optó por el camino de expandir sus inquietudes en solitario o proyectos alternativos (como The raconteurs o The dead weather) y no usando el nombre de la mítica banda. En esa línea, desde 2012 a la fecha ha desenfundado su inquieta naturaleza en una serie de discos ciertamente difíciles de seguir pero todos rebosantes en algo que no se compra en la esquina: dignidad y franqueza. Fear of the dawn no llega para ser la excepción en esta ruta, acá volvemos a oírlo desatado y creativo, a ratos abordando la locura desde su guitarra eléctrica y en ocasiones experimentando con diferentes sonoridades, pero sea como sea, sonando siempre fiel a si mismo. 

De esta forma, a diferencia de aquel bicho raro que fue Boarding house reach (2018), en esta ocasión el guitarrista nos regala más momentos eléctricos marca de la casa, abriendo de manera directa en 'Taking me back' para más adelante desarrollar su caos y desbordado rock en canciones como 'Fear of the dawn' (cuyo único defecto es que acaba demasiado pronto),  'The white raven' o la exquisita 'What's the trick?'. Todas estas son canciones donde las guitarras son protagonistas, pero como hablamos de Jack White, es de esperar el que nunca un álbum se estacione en un estilo, de ahí que aparezcan cosas extrañas, desestructuradas y exploratorias como 'Hi-de-ho', junto al rapero Q-Tip de A tribe called quest, 'Eosophobia' o 'Into the twilight', donde el vocalista vuelve a estar dispuesto a sacrificar el ritmo y la continuidad del trabajo en pro de sus ganas de soltar las riendas e ir hasta donde el momento le lleve. 

Cerrando el álbum sonará 'That was then, this is now', haciendo el juego rock and roll + teclados, en otra locura extrañísima llena de idas y vueltas que regala el vocalista, a la cual se sumará un reprise de 'Eosophobia', definitivamente de lo más excéntrico del disco, para acabar el viaje con el rock en acústico de 'Morning, noon and night' y 'Shedding, my velvet', bajando las revoluciones y soltando el trabajo en un lugar muy pero muy diferente a donde había comenzado. 

En definitiva, Fear of the dawn resulta más fácil de seguir respecto a sus antecesores (principalmente en su fantástica primera mitad), y si bien Jack White parece haber realizado algunas concesiones en esta ocasión, el vocalista no parece tener ganas de recular del todo en sus ansias por explorar sonidos fuera de la caja. Y ojo, que tiene prometido otro álbum para este 2022...

¿Canciones? 'Taking me back', 'The white raven', 'What's the trick'.

7,5/10
¡Muy bueno!


domingo, 26 de junio de 2022

Septicflesh : Modern Primitive (2022)

 "En piloto automático..."

Mirado a distancia, desde su regreso en 2008 con Communion, los griegos Septicflesh lentamente fueron puliendo su fórmula death + sinfónica, al punto de tocar techo con ella con el enorme Titan (2014). Tras este llegó una correcta continuidad como Codex Omega (2017) y un posterior complemento en vivo registrado en 2020 en Ciudad de México. Todo esto habla de un sólido camino construido por una banda que continúa mostrándose a día de hoy incapaz grabar un mal álbum, aspecto que se corrobora con Modern primitive, ahora, siendo claros, sin que este se acerque a lo logrado años atrás por la agrupación. Y es que el problema con Septicflesh a estas alturas (problema que ya se quisiesen otros, digámoslo) es la falta de sorpresa. Con un sonido afiatado y una fórmula probada, resulta evidente observar el que con Modern primitive ya van dos discos en claro piloto automático, esta vez quizás con el pero de no contar en esta lista con algún hit demoledor y recordable al nivel de cosas como 'Dantes inferno' o 'Martyr', contenidas ambas en Codex omega

El poderío del sonido se aprecia desde un comienzo, cuando 'The collecter' abra entre sutiles cuerdas acústicas (elemento que se vuelve a repetir bastante en este disco) para luego desenfundar constantes aceleraciones y redobles que convergerán hacia los tradicionales parones sinfónicos típicos de la banda. Destacarán también en esa línea cosas como 'Coming storm' o 'A desert throne', de buena dinámica ambas, mientras que habrán otras que apostarán por los juegos vocales, con Spiros Antonius haciendo sus tradicionales guturales y Sotiris Vayenas apoyando con voces limpias, asunto que aparece en 'Hierophant' , 'Neuromancer' (la mejor de todas, también de lo más contagioso del álbum) o 'Modern primitive' (la canción).  Hacia el cierre, 'Psychohistory' funcionará como otra demostración de poderío y peso por parte de Septicflesh mientras que el viaje finalizará con una olvidable 'A dreadful muse', que más allá de uno que otra pasaje melódico no presenta algo particularmente recordable, en un potente simbolismo respecto a este trabajo. Y es que si habiendo tenido cinco años para trabajar, decides cerrarlo con algo tan insípido, que señal más clara de que la banda no ha encontrado acá un momento particularmente brillante. 

De todas formas, Modern primitive no es un mal disco, en absoluto, pero si uno que vuelve a mostrar a la banda en clara zona de confort. ¿Van en cuesta abajo los griegos? Puede ser, aunque mientras el nivel siga siendo este, tampoco da para lamentar demasiado. 

¿Canciones? 'The collecter', 'Neuromancer', 'Coming storm'.

6,5 /10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Septicflesh:

martes, 21 de junio de 2022

The Smile: A Light For Attracting Attention (2022)

 "Magia aún presente..."

Si bien Radiohead se encuentra más fuera que dentro en materia de labores creativas, dos discos en casi quince años dan cuenta de aquello, Thom Yorke es un tipo que no se ha quedado para nada quieto durante dicho período, publicando trabajos tanto con su proyecto alternativo Atoms for peace como en solitario. Al vocalista hay que darle el que constantemente ha buscado ir más allá de lo obvio, siendo precisamente A moon shaped pool (2016) en compañía de los Radiohead lo más convencional que le hemos oído en el último tiempo (que no se mal entiendan mis palabras, que aquel me sigue pareciendo un disco fascinante, fabuloso y que continúa sobreviviendo perfecto al paso del tiempo). El caso es que si uno lo piensa, en este 2022 podría haber tocado disco de la banda (seis años ya), sin embargo, Yorke ha decidido reunirse con sus compadres de toda la vida, el guitarrista Jonny Greenwood y el productor Nigel Godrich, para publicar un álbum que efectivamente suena y huele a Radiohead por todos lados... pero oficialmente no será de Radiohead. ¿Las razones? Ellos sabrán, pero analicemos (y digámoslo desde ya), A light for attracting attention es un álbum realmente hermoso, un disco cuidado, delicado, repleto de detalles exquisitos que dan cuenta del nivel de músicos que acá están involucrados, sin embargo, es un disco que carga con un (único) pecado de nacimiento: ha sido compuesto por unos tipos responsables de varios de los discos más importantes de los últimos treinta años. Casi nada, pero quizás por ahí ha pasado la decisión...

De esta forma, para prácticamente todo lo que suena en estos cincuenta y tres minutos de música podría aplicar el "esto ya lo he oído antes (no se si mejor, pero ya lo he oído)". Y es que así es. Las atmósferas hipnóticas de cosas como 'The same' recuerdan bastante a los trabajos en solitario de Thom Yorke (léase, The eraser), otro grupo de canciones, que juegan con la desestructura mediante guitarras limpias y juegos de percusiones, como 'The opposite', 'The smoke', 'Thin thing' o 'A hairdryer' retoman y elevan el sonido de The king of limbs (2011), también algo como 'Pana-vision' en ese mix piano + arreglos orquestales podría perfectamente haber entrado en lo que fue A moon shaped pool (2016), mientras que cuando la banda aborda el rock crudo en 'You will never work in television again' o 'We don't know what tomorrow brings', las canciones suenan a versiones alternativas de 'Bodysnatchers' o 'Jigsaw falling into place' del In rainbows (2007). Mención aparte para lo que hacen en 'Waving a white flag', que es llevar el 'Like spinning plates' de Amnesiac (2001) a un nuevo nivel. 

El resto de los temas seguirán una línea muy marca de la casa, a veces llegando a lugares delicados en 'Skrting on the surface' (precioso lo que Yorke continúa consiguiendo con su voz, pese a haber perdido la potencia en su garganta, pero sabiendo utilizar de gran forma los agudos), sobre teclados en 'Open the floodgates' o yéndose a las cuerdas en la maravillosa 'Free in the knowledge' (con mini y curioso homenaje al 'Man in the mirror' de Michael Jackson en la recta final), que es el tema de SIEMPRE de Radiohead, el 'Fake plastic trees' o 'Exit music (for a film)', pero que continúa funcionando perfecto porque a estos tipos la belleza les fluye como a realmente pocos. 

Nadie que venga siguiendo a Radiohead desde sus inicios o se haya subido al carro posteriormente podrá quedar insatisfecho con lo que Yorke + Greenwood + Godrich acá han entregado, un disco precioso y repleto de momentos dignos de la leyenda. El tridente acá hace lo que mejor saben hacer y lo hacen bien. Mirando el vaso medio lleno, el trabajo les continúa mostrando en alto nivel, acá sigue habiendo magia. Mirando el medio vacío, es quizás la primera vez en que les vemos mirando hacia atrás con tanto descaro. 

¿Canciones? 'The same', 'Pana-vision' y 'Free in the knowledge'

sábado, 18 de junio de 2022

Arcade Fire: We (2022)

"De regreso la consistencia y coherencia..."

Los recientes pasos de Arcade fire hablaban de una agrupación que tendía a tropezar consigo misma. Tocaron techo claramente una década atrás con aquel fascinante The suburbs (2010), el cual llegó para acumular grandeza, considerando lo que la banda había logrado años antes con otra joya como Funeral (2004). Tras estos, sin embargo, la banda se mareó. Con Reflektor (2013) pudieron anotarse otro registro enorme, pero la falta de contención les jugó en contra, y donde si definitivamente patinaron fue con Everything now (2017), una intentona comercial que los dejó fuera de juego y en tierra de nadie. Desde ahí se entiende el que cinco años más tarde regresen con un álbum que aparenta bajas pretensiones, que busca conectarles con los aspectos más básicos de su sonido y esa sensibilidad tan particular que les caracterizó en sus inicios, esto con ayuda de Nigel Godrich (el mítico productor de Radiohead), cuyo aporte se hace sentir a lo largo del álbum. 

We es ante todo un álbum de tonos grises y melancólicos, un trabajo que escapa de las guitarras eléctricas y las ansias de baile que intentaron promover en su antecesor, centrándose más bien en la generación de atmósferas profundas, reflexivas e íntimas. Además, a diferencia de lo hecho en cualquiera de sus antecesores, esta vez han apostado por calidad en lugar de cantidad, entregando solo nueve canciones + un preludio que en cuarenta minutos pretenden entregar un concepto sonoro claro, sin dispersiones. 

Abren de manera ambiciosa, con el piano de 'Age of anxiety I', hablando de los males de la sociedad actual en términos de calidad de vida ("En la era en que nadie duerme y las pastillas hacen poco por mi..."), aunque pegándole el palo también al mundo de las apariencias ("Cuando te miro, veo lo que tu quieres que vea..."), en una canción que entrando a los tres minutos despega con fuerza entre teclados y la potencia de la batería. Es una tremenda partida que, digámoslo, por si sola se come entero al Everything now. En una línea similar, la de pasar desde la calma del piano a las explosiones (en este caso electrónicas), sonará 'Age of anxiety II (Rabbit hole)', desarrollando la fórmula también con elegancia y eficacia, aunque quizás alargándose demasiado en su hipnótica sección final. 

Tras los diez minutos iniciales sonará un preludio insignificante de treinta segundos seguido de 'End of the empire', dividida en dos partes también (I-III y IV, cosa más rara imposible), la primera en arreglos acústicos y la segunda sobre el piano, aunque ambas muy dramáticas en sus tonos, quizás demasiado, marcando el momento más pesado del álbum, al que curiosamente le seguirá el más brillante de este, primero gracias a 'The lightning' (I y II, again), la gran joya del disco, con una sección inicial intensa pero en calma, que como declaración de amor funciona a la perfección ("Podemos lograrlo bebé / Por favor no renuncies , yo no renunciaré a ti..."), y una segunda en donde se desata la fiesta (lástima que no la titulasen simplemente 'The lightning' y fuese una gran canción de cinco o seis minutos), y luego con 'Unconditional I (Lookout kid)', un bonito himno acústico dedicado a la auto determinación personal ("Mira chico, confía en ti / No tienes porque jugar los roles que fueron escritos para ti / Solo se tu..."), seguida de 'Unconditional II (Race and religion)', que es el clásico tema onda disco que Regine Chassagne interpreta (acá con mucho tino) pero que cuenta con la particularidad de haber resucitado tras veinte años de silencio al eterno Peter Gabriel, en una participación muy minimalista, similar a lo que hicieron con David Bowie en 'Reflektor' (la canción).

Por cierto, porque hay que decirlo, es un cuento aparte y meramente de forma pero... eso de dividir las canciones en parte I y II, ¿qué pinta acá? Honestamente no le veo sentido ni justificación alguna, me parece un arranque pretencioso e innecesario que suma cero. 

En fin, finalmente el viaje llega a término con 'We', otra bonita pieza acústica que finalizará el álbum con una elegancia que no le oíamos a Arcade fire desde hace bastante. We luce honesto como disco, es un esfuerzo artístico que suma y se percibe, doce años después, como la real continuación a The suburbs. Estos Arcade fire, más contenidos claramente tras tanto paso en falso dado durante la pasada década, consiguen de todas formas sonar coherentes e interesantes de seguir. 

¿Canciones? 'Age of anxiety I', 'The lightning', 'Unconditional'. 

8/10
Excelente.

miércoles, 15 de junio de 2022

Harry Styles: Harry's House (2022)

"(Buen) pop de banda..."

Lleva un tiempo Harry Styles en el dilema de mostrarse como "más que una cara bonita y un cuerpo cuidado", digamos, el que se le acepte por lo que es y lo que hace, de ahí el que lo hayamos visto durante el último tiempo en búsqueda de una estética, discurso y particular posicionamiento en la industria. En lo musical, además, se ha encontrado en este 2022 con el siempre complejo desafío del tercer disco, ese que debería mostrar de que y para que está hecho. Por esto mismo es que se ha animado a dar el salto, uno honesto y que efectivamente entrega señales positivas respecto a su potencial, escapando un tanto de la balada o medio tiempo a cuerdas y yendo sobre un sonido de banda, digamos, rico en texturas y donde oyes el bajo + guitarra, evitando caer en la sobre producción, tan de moda en el pop actual. De hecho, un primer elemento que llama la atención positivamente en el disco es que no hay 50 mentes involucradas en él, si no que estas se cuentan con una mano, algo poco usual considerando las actuales tendencias.

Ahora, cabe mencionar que el camino que Harry Styles acá recorre no pretende re inventar la rueda pero si dar muestras de un artista honesto en búsqueda de su lugar. El tipo mete mano acá al soul + funk setentero o al synth pop ochentero como han hecho tantos otros durante la pasada década, dotando a las canciones de una producción moderna pero con pasajes que suenan a otras cosas. A mi, por ejemplo, 'Music for a sushi restaurant' me recordó en el bajo + narración a mi querida St. Vincent (la de 2015, 'Rattlesnake') pero en los teclados oí a Phil Collins y su 'Sussudio', de igual forma, 'Let's night talking' me sonó a Duran duran en su partida aunque en los coros oí el verseo de George Michael en 'Outside'. Y del hitazo 'As it was' ni hablar, muchos la han comparado con A-ha, pero yo sin ir demasiado lejos mencionaría a The weeknd, y así, en la línea de Abel Tesfaye, Dua lipa (la de Future nostalgia) o Miley Cyrus (la de Plastic hearts), Harry Styles ha optado por tomar prestados una serie de elementos provenientes de distintos artistas y acercarlos a las nuevas generaciones, lo interesante es que el producto le ha quedado lo suficientemente contundente como anotarse como lo mejor que ha realizado a la fecha.

Otro elemento que llama la atención en Harry's house, para bien y mal, es la ausencia de hits inmediatos, lo cual habla de un riesgo que ha tomado el vocalista. Y es que salvo 'As it was', no encontramos algo acá igual de ganchero, quizás el medio tiempo romántico 'Cinema' tiene pinta de single o 'Daydreaming' con su dinámica podría funcionar, aunque esta luce en exceso estándar, lo cierto es que demás oscila entre cosas realmente novedosas como 'Grapejuice' (con unos exquisitos aires al McCartney setentero estilo 'Let'em in') y otras cuyos arreglos alcanzan para mantenerte atado al álbum, me refiero a 'Daylight', 'Satellite', con esa sección notable explosiva al cierre que eleva de nivel algo que lucía como relleno hasta los tres minutos, o ese sensible cierre a cargo de 'Love of my life'Como punto en contra estarían las baladas acústicas que poco y nada pintan acá, luciendo poco arriesgadas, como 'Matilda' o 'Boyfriends', sin las cuales, y con alguna exploración un poco mejor lograda, estaríamos quizás hablando de uno de los grandes discos del año.

Para cerrar, una reflexión. Cuando veo a Harry Styles pienso inevitablemente en alguien como Robbie Williams, quien en los noventa metió una cantidad enorme de éxitos y generó muchísima atención como personaje, sin embargo, cabe la pregunta veinte años después: ¿Quién es Robbie Williams para las nuevas generaciones? Pues nadie. Realmente nadie. Pensando en fenómenos como este es que quizás Styles se ha propuesto el ir más allá del griterío y el fenómeno momentáneo, su Harry's house habla de aquella búsqueda. Y le ha quedado bien.

¿Canciones? 'As it was', 'Grapejuice','Let's night talkin'.

7,5 /10
¡Muy bueno!

sábado, 11 de junio de 2022

Animals As Leaders: Parrhesia (2022)

 "Regreso en gloria y majestad..."

El drama de las bandas virtuosas de metal progresivo es que tienden a caer con facilidad en la frialdad del sonido, en parecer máquinas ejecutando piezas con intachable precisión quirúrgica pero carente de emoción, más aún cuando tocan música instrumental como en este caso. Algo de eso les ocurrió a Animals as leaders con The madness of many (2016), por lo que en este nuevo lanzamiento (para el que han dejado pasar nada más ni nada menos que seis años) les oímos en búsqueda de un equilibrio, y si, demostrando que son unos músicos dotadísimos pero también generando atmósferas intensas y dinámicas en su música. Nos entregan así nueve canciones, todas de un trabajo instrumental tremendo aunque ninguna particularmente larga (entre los tres y cuatro minutos la mayoría), pero donde se aprecian las intenciones de darle quiebres a las canciones a modo de que estas suenen diversas. 

Una muestra del por donde han ido, y también de la madurez que ya ostentan, es algo como como 'Red miso', que abre con mucha calma en tonos oscuros para lentamente ir incorporando elementos e ir dotando a la canción de agresividad. Antes y después habrán trabajado en velocidad con 'Conflict cartography' o 'Gestalzterfall', marcadas por un trabajo incesante en batería de Matt Garstka y las guitarras de Tosin Abasi + Javier Reyes que construyen las atmósferas, esto a diferencia de lo que hacen en 'Monomyth', donde las percusiones son el centro entre cortando los tiempos todo el rato (gran video además) o en 'The problem of other minds', que luce mucho más dulce en su estructura permitiendo de paso el lucimiento de cada instrumento. 

Ya en la recta final (que si, llega muy rápido, lo cual es todo un mérito en un disco tan complejo), la banda evidentemente soltará las riendas mediante una pasada más desatada y frenética con 'Thoughts and prayers' + 'Micro-aggresions', marcando EL momento del álbum donde se les va la mano con la masturbación instrumental (podrían haber dejado una de las dos y no pasaba nada), para cerrar definitivamente con la tremenda 'Gordian naught', que retoma los tonos distorsionados y agresivos del sonido.

Parrhesia es el regreso en gloria y majestad de una banda fantástica como Animals as leaders, líderes en lo que respecta a metal progresivo actual y una agrupación que se hizo esperar pero a la vez nos hace sentir que valió la pena la pausa. 

¿Canciones? 'Red miso', 'The problems of other minds' y 'Gordian naught'.

8,5/10
¡Excelente!


Otras reseñas de Animals as leaders:

martes, 7 de junio de 2022

Udo Dirkschneider : My Way (2022)

 "Diversa y sincera revisión..."

A menudo me encuentro por ahí con el debate en torno a los álbumes de versiones. ¿Valen o no la pena? ¿Demostración de decadencia creativa o una válida necesidad? En lo personal, siempre me han venido bien este tipo de discos, sobre todo cuando un artista desea rendir tributo a himnos que de una u otra forma han marcado su vida, intentando llevarlos a su terreno, que es lo que el alemán ha buscado en My way, un gusto que el vocalista quiso darse, motivado evidentemente por el encierro y la pandemia, pero que funciona gracias a la honestidad que transmite.

En estas diecisiete canciones, Udo se pasea por un abanico bastante singular pero que temporalmente se encuentra situado principalmente en los años setenta, con una primera sección que trae al presente a una serie de artistas que (injustamente) se encuentran en el baúl del olvido de la historia y una segunda que acude a clásicos bastante reconocibles. Se agradece, por tanto, que el alemán abra el disco realizando un bonito gesto de justicia con Alex Harvey, Arthur Brown o Uriah heep, cuya locura y psicodelia acá suena acá empapada de heavy metal, espectacular por cierto lo que Udo hace en 'Fire' con ese "Burn! Burn! Burn!" (pasando el 1:50). Luego, una muy particular joya (y regalo) sonará en 'They call it nutbush', original de Ike & Tina Turner pero que acá obviamente suena en una versión más eléctrica, para luego dar paso a una sección directa y cargada al hard rock, que pasará por Rainbow ('Man on the silver mountain'), Sweet ('Hell raiser') y los eternos incombustibles Motorhead ('No class'), con la cual se abrirá una pasada plagada de clásicos reconocibles, los cuales van desde 'Rock and roll' de Led zeppelin, 'The stroke' de Billy Squier, 'Paint it, black' de The rolling stones, 'T.N.T' de ACDC, 'Hell bent for leather' de Judas priest, hasta una notable 'We will rock you' de Queen (muy cercana a esa versión acelerada que realizaban en vivo los ingleses), la cual ya conocíamos gracias a aquel simpático/notable video que promocionó a comienzos de 2022. 

Entre todos estos hits, también encontraremos una rareza de Scorpions, 'He's a woman, She's a man', y 'Jealousy' de Frankie Miller, un verdadero himno del hombre celoso ("Si, te culpé. Pero en realidad era yo. No puedo deshacerme de mis celos...") y una dolorosa balada que definitivamente marcará otro momentazo del disco. Finalmente, el viaje acabará como corresponde, en un tono íntimo y solemne, primero con 'Kein zuruck', una donde Udo accede a cantar por primera vez en alemán, tomando una canción de un joven grupo de synth pop local llamado Wolfsheim (por favor, vayan a la versión original, que es buenísima), para cerrar nada más ni nada menos que con 'My way' de Frank Sinatra, en un gesto que por si solo declara las intenciones.

Muy humilde se muestra Udo Dirkschneider en este, su primer álbum en solitario (quizás el único que nos entregará, el tiempo dirá), un sentido homenaje a las glorias que han rondado su sentir. Se agradece y disfruta tanto la revisión histórica como el poder oírlo en plena forma. Que agregar, un crack.

¿Canciones? 'Fire', 'They call it nutbush', 'Jealousy', 'Kein zuruck'.

7,5 / 10
¡Muy bueno!


Por cierto, acá les regalo el playlist con las versiones originales. Para que se lo gocen... 


Otras reseñas de Udo:

sábado, 4 de junio de 2022

Rammstein : Zeit (2022)

"Sorprenden positivamente..."

Seamos francos: no esperábamos demasiado de lo nuevo de Rammstein. Es más, ni siquiera esperábamos un nuevo disco considerando que entre Liebe ist fur alle da y el homónimo de 2019 pasaron diez años. Tampoco ayudó mucho el nivel de este último, un álbum que sin estar mal, resultó en exceso predecible y sencillo, con una que otra canción pegajosa que funcionaba ('Deutschland', 'Auslander') pero un global que se desinflaba dramáticamente mientras avanzaba. El caso es que para sorpresa de varios, los alemanes no han dejado que el plato se enfríe y rápidamente han vuelto a la carga con Zeit, al parecer con la lección aprendida pues en esta ocasión no se han conformado solamente con divertir y si bien no escapan de la línea marcada tres años atrás, si intenta entregar algunos matices que se agradecen y efectivamente funcionan.

Estas diferencias intentan marcarlas desde un comienzo, cuando los teclados de 'Armee der tristen' abran el disco, generando una atmósfera más profunda a la habitual, una que no llega a las cotas de intensidad de viejas glorias como 'Reise, reise' o 'Rosenrot', pero si sabe generar un ambiente suficientemente denso como para que la primera impresión sea atractiva y novedosa, algo que se confirmará con la baladas a piano (aunque luego eléctricas) 'Zeit' + 'Schwarz', armando un tridente inicial bastante curioso, que lejos de ir por el efectismo ha optado por un sonido reflexivo. 

Al cuarto tema, sin embargo, el disco realizará el giro hacia algo más tradicional, yendo sobre sonoridades contagiosas, dinámicas y entretenidas, primero con 'Giftig', luego con la exquisita 'Zick zack', con esos teclados tan Kraftwerk en el fondo, y luego con 'Ok', que es un lugar común por donde se mire (y también el primer momento en que el disco efectivamente tropieza). De ahí en adelante, el álbum se conformará con sostener el nivel entre baladas como 'Meine tranen' y cosas más activas estilo 'Angst', que es un tema bastante corriente de Rammstein pero en su minuto final vive una transformación maravillosa que emociona y por si sola merece ser destacada (una que ojalá la banda hubiese sido capaz de llevar más lejos aún), con un Till Lindemann protagonista que transmite como hace mucho no le oíamos, algo que también destacará más adelante en 'Lugen', quizás el momento más experimental del disco, donde el vocalista suena auto tuneado generando un efecto bastante singular.

Respecto al homónimo de 2019, Zeit luce bien, incluso parece ser un paso adelante. No esperábamos demasiado de los alemanes pero para sorpresa nuestra se las han arreglado para mostrarse aún vivos. La banda sigue muy lejos de aquellos inicios afilados (que asumámoslo, nunca volverán) pero en su zona de confort acá ha sabido entregar un conjunto que se las arregla para sonar a ratos reflexivo, con uno que otro momento inquieto creativamente hablando, sin olvidar jamás el que son una banda que debe divertir. 

¿Canciones? 'Armee der tristen', 'Zick zack', 'Angst' y 'Lugen'.

7,5 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Rammstein:
2019: Rammstein 

miércoles, 1 de junio de 2022

Band Of Horses: Things Are Great (2022)

 "Visceral desahogo..." 

Ya era hora que debutase acá en el blog con Band of horses, una banda a la que desde hace años le tenía ganas pero que por una u otro motivo acababan quedando relegados frente a otras opciones. Puede que las razones guarden relación con lo "quitada de bulla" (así decimos en Chile) que suena su música o el bajo perfil que han solido adoptar, el caso es que tanto en 2010, 12 y 16 pasé de sus álbumes, por lo que con su sexto disco no podía fallar y aquí estamos, ante un álbum que llega tras seis años de silencio, con integrantes que han cambiado (bajo y guitarra) y un Ben Bridwell (amo y señor de la banda) que tras su divorcio ha querido desahogar su momento mediante un trabajo que exuda libertad, musical y lírica. 

Ante todo, Things are great es un disco que funciona, que aborda el sonido tradicional de la banda, ese folk electroacústico clásico del sur de Estados Unidos, aparentemente liviano pero profundo en términos de arreglos y también mensajes, con un Bridwell que esta vez no ha querido edulcorar la poesía y ha escrito con las vísceras. Esto se aprecia desde un comienzo, cuando 'Warning signs' se abre paso mediante una melodía tan sencilla como gloriosa (candidata a canción del año desde ya), con un quiebre a medio tema que aporta intensidad para cerrar en medio de explosiones y un potente: "Si, el problema es mío / No quiero ayuda / No quiero asesoramiento / No quiero terapias / No quiero nada...". Que decir, enorme. Esta sensación de hastío volverá a repetirse con mucha crudeza más adelante, ocurre en 'Tragedy of commons' ("Siempre estás ido. Nunca estás aquí / Bebé, soy un perro agotado / ¿Puedo cancelarlo todo?") o en la despiadada 'In the hard times', uno de los temas más explícitos en torno a la ruptura de la relación ("Piensas que no abandonaré la violencia y tus escenas públicas / No es nada nuevo..."). Lo curioso es que toda esta amargura se enmarca en un sonido dulce y ameno, de medios tiempos, que recuerda por momentos a Death cab for cutie, aunque ya se quisieran los de Ben Gibbard haber encontrado canciones como estas durante esta pasada década.

Mucho más luminosas y poperas sonarán cosas como 'Crutch', 'Lights' o 'Ice night we're having' , tres donde el sonido acústico se volverá más alegre, pero ciertamente estas serán excepciones en un álbum que se moverá entre atmósferas más bajas, aunque siempre incorporando algún elemento explosivo o eléctrico en las estructuras ('Aftermath' o 'You are nice to me'). 

Things are great ha sido un buen regreso de Band of horses, uno que ha estado a la altura. Un disco que evidentemente ha funcionado como un desahogo para el autor, uno que seguro conectará con quienes estén dispuestos a entregar tiempo a la experiencia. 

¿Canciones? 'Warning signs', 'Crutch', 'Tragedy of commons'.

7,2 /10
Muy bueno.