miércoles, 31 de agosto de 2022

20 Años De... Porcupine Tree: In Absentia (2002)

 "Ambiciosos y poderosos aires ..."

Durante esta última década, la figura de Steven Wilson se ha vuelto absolutamente reconocible dentro del mundo del rock, sin embargo, nobleza obliga a reconocer que el mito en torno al artista nació bastante tiempo antes, dos décadas atrás para ser exacto, particularmente gracias a la publicación de un álbum como In absentia. Y es que si bien Porcupine tree venía desarrollándose con solvencia desde hacía una década en el mundo del rock progresivo (con un nivel de prolificidad no menor además, fueron seis discos en diez años los publicados hasta 2000) fue el séptimo trabajo de la banda el que provocó el acercamiento masivo por parte del público. 

En ese camino, fueron varios los elementos que se conjugaron en aquel 2002 y que, entre todos, marcaron una positiva diferencia que se plasmó en In absentia. Podríamos hablar de la evidente madurez adquirida por Steven Wilson en composición, quien encuentra durante largos pasajes del trabajo un equilibrio impecable en el tridente rock/progresivo/meloso, también del cambio de sello (algo que se aprecia en la producción, fuerte y clara) así como la incorporación de Gavin Harrison en batería, quien aporta un elemento más duro y ligado al metal en varias de las canciones del álbum. El caso es que todo junto acabó por cuajar en un disco excelente, no exento de ciertos problemas pero que en gran parte de su trámite logra situar a la banda en otro lugar, metiéndolos de lleno en la entonces nueva década. 

El poderío de In absentia se muestra de inmediato, con una pasada doble que fluye tan bien que se percibe como una sola pieza de diez minutos, abriendo con 'Blackest eyes', con una banda entrando con todo, Harrison mostrando credenciales para luego dar paso a los afanes melódicos de Wilson entre exquisitas guitarras acústicas y eléctricas, fórmula que se volverá a desarrollar más adelante en cosas como 'The sound of muzak' (igual de sólida), mientras 'Trains' abordará una arista melancólica y sensible con notables juegos vocales (2:56 - 3:17) y una estructura dinámica. Que decir, la partida es enorme. A esta le seguirán los aires floydianos de 'Lips of ashes', Gilmour total en su partida y varios momentos de su desarrollo (aunque también me recuerda los tiempos más experimentales del Tears for fears noventero), la inmersiva 'Gravity eyelids', de casi ocho minutos, abriendo con una sección etérea para a medio comenzar a insinuar guitarras que acabarán explotando con mucha fuerza, y 'Wedding nails', instrumental que entregará la cara más ligada al metal progresivo por parte de los ingleses.

La mencionada 'Wedding nails' es una que habría enganchado perfecto con el rock directo de 'The creator has a mastertape' para quizás cerrar a lo grande con los siete colosales minutos de 'Strip the soul', sin embargo, entre todas estas tenemos una brusca baja de revoluciones con 'Prodigal' seguida de cosas muy atmosféricas como '.3' o 'Heartattack in a layby', dando luces acá del principal defecto del álbum: es demasiado extenso. Siempre lo he dicho acá en el blog, cuando los discos son complejos o particularmente densos, ocho o nueve canciones es la cifra adecuada, por lo que llevar este álbum a casi setenta minutos me sigue pareciendo a día de hoy un absoluto despropósito. De igual manera, el disco cerrará de manera adecuada sobre el piano en 'Collapse the light into earth', un tema que pese a lo repetitivo (es un acorde que se repite en loop por casi seis minutos). logra generar intensidad entre sus alzas instrumentales.  

Las sensaciones que acaba dejando In absentia, a veinte años de distancia, es la de ser un álbum fantástico que supo mostrar una cara más dura de Porcupine tree, fuera de marcar un claro antes/después para Steven Wilson a nivel compositivo. Sin embargo, no es un disco perfecto. Hay tres o cuatro canciones en donde la banda extiende demasiado el concepto, llevándolo a límites innecesarios (ojo: algo que entenderían para el siguiente Deadwing, donde si acotarían la duración), nada tan terrible de todas maneras, que cuando el disco funciona es una cosa gigante. 

¿Canciones? 'Blackest eyes', 'Trains' y 'The creator has a mastertape'.

domingo, 28 de agosto de 2022

Amon Amarth: The Great Heathen Army (2022)

 "Faltos de pasión..."

No es novedad lo estancados que vienen Amon amarth desde hace al menos una década, lo vengo expresando acá en el blog tras cada lanzamiento post Surtur rising (2011), el último buen álbum que fueron capaces de publicar los suecos. En ese sentido, The great heathen army no viene a ser excepción a la regla para una agrupación que luce acomodada en su fórmula, independiente de lo mediocres que lleguen a sonar sus álbumes. Acá por tanto los oímos nuevamente en un conjunto facilón que no sabe explotar el talento instrumental que poseen (que lo tienen), con canciones sencillas (muy bien producidas eso si), que pretenden ser efectivas pero no apuntan a llegar más allá del momento. En simple: un disco para salir de gira y no mucho más. 

Tampoco es que el asunto sea un desastre, que cosas como 'Get in the ring' o 'The great heathen army' (la canción), funcionan gracias a ese machaque constante en batería y poderosas guitarras, sin embargo, entrando en 'Heidrun' el asunto comienza a flaquear entre medios tiempos insulsos y obvios, algo que tampoco mejora cuando la banda recurre a la fórmula con descaro en 'Oden owns you all' o 'Find a way or make one', que son "la misma canción de siempre" solo que en 0.5x. Y del resto ni hablar, monótono y predecible, a excepción solamente de 'Saxons and vikings', que algo suma (al menos en novedad) con la presencia de Biff Byford en estrofas y coros. 

Hay algo que no te puede pasar en la vida: perder la pasión. La inspiración puede fallar, la técnica también pero vivir sin pasión denota una pérdida muchas veces insalvable. Y demasiado jóvenes parecen ser Amon amarth como para entregar álbumes tan obvios e intrascendentes como The great heathen army pero tal parece la banda asume el costo con tal de continuar con vida, como han hecho tantos otros. Y bueno, que de algo hay que vivir, pero a estas alturas uno comienza a cuestionarse si tiene sentido seguir escuchando sus discos y/o escribiendo al respecto. 

¿Canciones? Cualquiera, son todas similares. 

lunes, 22 de agosto de 2022

Interpol: The Other Side Of Make-Believe (2022)

 "Bajón..."

Tras una partida marcada por el rock de guitarras y el post punk de comienzos de siglo, la historia contará que los neoyorkinos de Interpol intentaron hacer el giro con el homónimo de 2010 pero que bien no les fue (muy a mi pesar, pues aquel disco me parece injustamente sub valorado), por lo que al quedar en tierra de nadie no les quedó otra que recular yendo a la segura tanto con El pintor (2014) como con Marauder (2018). Este último, sin embargo, sin descubrir la pólvora dejó gratas sensaciones gracias a la frescura de su sonido, que dejaba a entrever la soltura y experiencia de la banda. Por esto mismo, llama la atención que cuatro años más tardes regresen con un álbum como The other side of make-believe, que es otra cosa, un disco que lejos de confirmar la ruta de su antecesor, marca un nuevo quiebre en su carrera, adentrándose sobre atmósferas espesas y ariscas pero, a diferencia de lo que ocurrió en 2010, esta vez con muy poca magia en el ambiente.  

Y si bien el álbum no abre mal en 'Toni', sonando diferente entre tímidas guitarras que aportan una sutileza precisa, empapándonos con un coro bien armado y con ese minuto final en plan bailable que vaya que ilusiona, rápidamente el disco se empantanará en la pasada por 'Fables' + 'Into the night' + 'Mr. Credit'. Y no es que estas sean malas canciones desde lo individual (aunque 'Fables' es la que más me ha dicho cosas) pero al ser prácticamente iguales (todas contienen un riff muy similar unicamente trabajado en un tiempo distinto), entregan casi quince minutos difícil de llevar y si a esto agregamos el que luego sonará una dramática 'Something changed', que decir, llegamos al nudo del disco con muchos problemas, en un álbum que difícilmente será capaz de conectar con alguien que no sea acérrimo seguidor de Interpol

Se agradece por lo mismo el alza en la dinámica que propone el álbum en su segunda parte, tanto en 'Renegade hearts' o 'Gran hotel', como también en las guitarras de 'Greenwich', capaces de generar un ruido consistente (quizás lo más interesante en todo el disco) y la dispersa 'Big shot city', concentrando en todo este segmento momentos que levantan al disco respecto al como venía en su primera mitad. 

The other side of make-believe es todo lo que llamaríamos un "disco para fanáticos". Y es que si, más allá de momentos puntuales y breves pincelazos de genialidad (que los hay, pero a cuenta gotas), la sensación global que nos deja es la de no haber encontrado el punto para este conjunto de canciones, a veces muy espesas, a veces sonando faltas de inspiración y en muy pocas ocasiones maravillando con su sonido. En definitiva, un bajón respecto a lo que fue Marauder, que sin grandes pretensiones al menos funcionaba.

¿Canciones? 'Toni' y 'Greenwich'.

jueves, 18 de agosto de 2022

20 Años De... Interpol: Turn On The Bright Lights (2002)

 "Debut e ilusión..."

"Que veinte años no es nada..." afirmaba el tango, y si, pasa rápido el tiempo y jode, jode mucho. No parece ser tanto tiempo atrás cuando el post punk revival se tomaba la escena y con ello el rock volvía a ser tema. Y uno de los artífices de dicho fenómeno fue Interpol, una de las bandas que pase lo que pase, saquen cuanto disco insatisfactorio saquen, siempre tendrá un lugar en el corazoncito de los hoy treintañeros que se acercaron al rock gracias a ellos (y unos cuantos más, claro, como The strokes o Arctic monkeys). Veinte años cumple Turn on the bright lights y corresponde por tanto dedicarle algunos párrafos a uno de los álbumes que trajo de regreso al rock de garage, seco y duro, sobre todo en tiempos donde el nu metal vivía sus últimos coletazos por lo que el rock quedaba en manos de unos azucarados U2 (era All that you can't leave behind), unos inofensivos Bon Jovi y/o... Coldplay

Siendo justos, el mundo ya había conocido Is this it de los Strokes (los verdaderos salvadores del rock post 2000 para la historia oficial) y The white stripes venían sonando desde 1999, por lo que cierta ruta se visualizaba cuando a fines de 2001 los Interpol se encerraron a grabar su álbum debut. Tiene mérito, sin embargo, el que se lanzaran a recuperar el rock mediante un disco tan directo, sin medias tintas, un álbum que colocaba a las canciones por sobre los conceptos, marcado por guitarras punzantes, dinámicas inquietas y particular elegancia.

Abren eso si, muy abajo con 'Untitled', una canción totalmente introductoria (pensada para abrir los shows, algo reconocido por ellos mismos) y que entre cortinas de guitarras se dedica a repetir un par de líneas. La verdadera acción llegará con 'Obstacle 1', que es realmente el único tema del disco con potencial comercial, algo que a Interpol acabó por pesarles pues, a diferencias de sus pares, siempre han tenido dificultades para encontrar canciones particularmente gancheras, y luego con excelentes descargas en cosas como 'PDA', donde saben con muy poco generar un cambio de atmósfera impecable (en el cierre, pasando el 3:05), 'Say hello to the angels' (que en vivo debe ser una locura de canción con esa aceleración en los coros) o hacia el cierre en 'Roland' (exquisita también), en los que claramente funcionan como puntos altos del álbum. En una tonalidad más baja aparecerán cosas como 'NYC', 'Hands away' (de la mejor en cuanto a la generación de atmósferas inmersivas) o 'The new', que cumplen en su función de detener las revoluciones aunque a todas les falta algo de emoción, también a 'Stella was a diver and she was always down' o a 'Leif Erikson' en el cierre, que en sus tiempos suenan muy monótonas y similares. Esto a diferencia de 'Obstacle 2' (exquisita aceleración en los coros), una grata sorpresa que encabeza una potente segunda línea para el disco, digamos, de esas canciones "menores" pero que de todas formas destacan.

A veinte años de distancia, Turn on the bright lights no luce como el mejor álbum de post punk revival de la década del 2000 pero si cuenta con la relevancia histórica de haber liderado la movida a temprana edad, fuera de encontrar medio disco al menos que daba para ilusionarse con los de Paul Banks, más allá de que la apuesta de la banda no cuajó con el tiempo como muchos habrían esperado.

¿Canciones? 'Obstacle 1', 'Say hello to the angels', 'Hands away'.

7,8 / 10
¡Muy bueno!

lunes, 15 de agosto de 2022

Sharon Van Etten: We've Been Going About This All Wrong (2022)

 "Un pantano oscuro y conmovedor..."

Tres años atrás un disco como Remind me tomorrow (2019) abría lleno de esperanza relatando una cita mágica donde Sharon "le contaba todo de todo" a su pareja, sintiéndose contenida y acompañada. A esta situación le sumaba el irse a vivir a Nueva York, la maternidad y de paso la idea de casarse. Pero como a veces todo cambia, vino la pandemia y las cosas comenzaron a complicarse. No hubo boda, llegó el encierro, la falta de trabajo y con ello los problemas (con la cría y pareja), que es lo que finalmente ha marcado un álbum como We've been going about this all wrong ("Hemos estado haciendo todo mal", vaya título), y es que si a Sharon habitualmente le tiraba la melancolía, acá ni hablar, nos ha entregado diez canciones empapadas de atmósferas oscuras, dramáticas, francas, descarnadas pero al mismo tiempo gozando de buena épica y belleza.

Por si todo esto fuese poco, la vocalista manifestó en la previa su intención por "honrar el concepto del disco", es decir, lanzar el álbum sin anticipo alguno, en la idea de enfrentar al auditor con el trabajo completo de manera inédita. Por esto no publicó adelantos y aquellos que si se dieron a conocer ('Like I used to' junto a Angel Olsen, 'Used to it' y 'Porta') no aparecen en el álbum (de ahí solo lamento lo de 'Porta', creo habría aportado mucho en este conjunto, pero bueee...). El caso es que dado todo lo mencionado, We've been going about this all wrong aparece como una experiencia en inicio difícil de seguir, donde el cliché del "requiere tiempo" se aplica, un trabajo que lo disfrutarán solo aquellos y aquellas dispuestas a detener un instante su vida para conectar con la música entre el tik tok e instagram.

Pese a lo arisca de la propuesta, acá hay belleza, y bastante. Lo que Sharon logra en 'Darkness fades', por ejemplo, es notable, abriendo entre cuerdas para lentamente ir aumentando la intensidad, con un énfasis completamente puesto en las líricas, las cuales evidentemente anticipan el momento que atrapa la composición del álbum ("Estoy mirando nuestro césped / Estrangulada por palabras / Soñando con un lugar que retengo cerca..."). Y desde acá, la lista no tendrá piedad. Y bendita sea por aquello. 

Algo similar a lo de la partida se dará en cosas como 'Anything' o la enorme 'Born', la más larga del álbum, y que también pasando los dos minutos explotará de manera tan dolorosa como preciosa ("Quería romper algo, como una niña inocente / Caminando por el fuego / No otra bala en vano..."). También funcionará 'Home to me', con dedicatoria a su pequeño hijo de cinco años ("Si me pasara algo, se que al menos le quedarán estas píldoras" - ha dicho la artista en entrevistas), suena tan oscuro y conmovedor a la vez que resulta inevitable no rendirse, mientras que los ánimos se vendrán algo más arriba gracias a los sintetizadores de 'I'll try' u oscilarán hacia la rabia en la tremenda e industrial 'Headspace', donde Sharon parece pedir perdón así como también comprensión con su momento ("Quería sentirme eterna / Quería sentirme aquí / Bebé, no me des la espalda...").

Y si, tras toda la intensidad del nudo (que es bastante) vendrá quizás el único punto bajo del álbum entre un par de baladas algo obvias como 'Comeback' o 'Darkish', para finalmente traernos de regreso con 'Mistakes', la única de dinámica (algo) bailable y con posible gancho comercial en todo el disco, pero que intencionalmente Sharon ha puesto casi en el cierre del álbum, buscando evidentemente que atravesemos todo el pantano con ella previamente, sin distracciones. Y bueno, se le agradece, que la experiencia llega a resultar fascinante.   

Desde hace un tiempo que con Sharon Van Etten se vienen dando algunas constantes, el que sus álbumes no resulten sencillos de digerir en una primera escucha, escondan pequeñas grandes joyas y también el que cada álbum venga siendo mejor que el anterior. We've been going about this all wrong pintaba para ser una excepción en dicha línea temporal, por su contexto u oscura propuesta, sin embargo, no ha sido así. El sexto disco de la vocalista es su mejor trabajo a la fecha, una dolorosa, triste y franca maravilla que vuelve a instalarla como una de las grandes exponentes de la música actual. Aunque el mundo no se entere...

¿Canciones? 'Home to me', 'Born', Headspace' y 'Mistakes'.

8,5 /10
¡Excelente!


Otras reseñas de Sharon Van Etten:

viernes, 12 de agosto de 2022

Lizzo: Special (2022)

"De fácil digestión..." 

Una de las críticas que viene realizando al pop desde un largo tiempo a la fecha es la escasez de ideas. Sin ir muy lejos, Dua Lipa en estos años acaba de lograr un tremendo éxito de la mano de un álbum que cuenta realmente con muy pero muy pocas cosas propias, algo similar a lo ocurrido años atrás con artistas como Bruno Mars, The Weeknd e incluso Lady Gaga en su momento. Tal parece que por estos días la fórmula para triunfar en el pop es recurrir al manual del plagio sin vergüenza (¿alo? Harry Styles?). El caso es que el disco que me ha vuelto a traer esta idea a la cabeza es el último de Lizzo, quien a tres años de lo que podríamos llamar su "debut internacional" (aunque en estricto rigor Cuz I love you fue su tercer álbum), regresa en su intención de continuar con la fiesta a tope. Y lo logra, aunque no exenta de "detalles" dignos de mención. 

Su nuevo trabajo abre declarando intenciones con un notable "¿Me extrañaron? He estado en casa desde 2020 / Haciendo twerking y smoothies / Se llama sanación / Y me siento mejor que la última vez que me vieron..." ¿Y desde ahí? Pues una seguidilla de líneas dispuestas a reírse de si misma y todos a la vez, bitch para allá y bitch para acá, en un disco repleto de canciones cortas (la más extensa dura tres minutos y medio), cuya intención evidente es apuntar a lo inmediato. Para esto se ayuda de una serie de influencias de diferentes décadas, sampleos por montón (y no pasa nada, que esto se ha hecho siempre), más una que otra canción derechamente construida sobre otras (destaco el plural). 

De esta manera, a la mencionada partida a cargo de 'The sign', llena de dinámica divertida y contagiosa, le seguirá una lista diversa y efectiva, aunque digámoslo: con olor a plagio gran parte del tiempo. Para muestra, 'About damn time', que ciertamente es un hitazo (gran puente + coro) pero cuenta con una partida que en guitarras + bajo es muy similar al 'Get lucky' de Daft punk (que por cierto, tampoco inventaba nada). Lo mismo se olerá en '2 be loved (Am I ready)', una que funciona con esos teclados ochenteros en el fondo pero... nada nuevo bajo el sol. ¿Y el resto? Una vocalista que sabe llegar lejos con su voz y conjugarla con simpáticos fraseos rapeados en cosas como 'Grrrls' o 'Special' pero que musicalmente logra sonar sofisticada únicamente recurriendo con descaro a otros referentes, como hace en 'Break up twice', donde sostiene una canción sobre el 'Doo wop (that thing)' de Lauryn Hill y 'Private number' de Judy Claw and William Bell, o en  'Everybody's gay', que es un mix entre Michael Jackson y Rick James

En definitiva, la sensación que me deja Special de Lizzo es la de estar ante una artista que goza de un humor envidiable y que nos entrega un disco fácil de digerir, sin embargo, la pregunta cae de cajón: ¿qué sería de este álbum si le sacamos la música de otros? Pues de especial, poco y nada. 

¿Canciones? 'About damn time', 'Break up twice' y 'Everybody's gay'.

6,5/10
Cumple y algo más...

martes, 9 de agosto de 2022

Wilco : Cruel Country (2022)

 "De vuelta la inspiración..."

El que ocurrió con Jeff Tweedy y Wilco tras la publicación de The whole love es uno de los misterios más difíciles de resolver de la pasada década. En aquel 2011, la banda logró efectivamente sacarse la etiqueta country de la frente mediante un álbum de rock contundente, diverso y creativo, sin embargo, cosa curiosa, a aquel le siguieron una serie de discos de bajas pretensiones y escaso impacto. Al punto de llegar a este 2022 con realmente pocas expectativas frente a ellos. En ese camino fue que llegó la pandemia, la que seguramente movilizó a Tweedy a tomar la guitarra y componer desde la simpleza, retomando sus raíces sonoras estadounidenses, armando así un conjunto doble como Cruel country, veintiún canciones que en casi ochenta minutos retoman el carácter folk de la agrupación alcanzando un nivel al que no llegaban desde hace demasiado.

No hay medias tintas ni concesiones por tanto en un álbum como este, que gira completamente en torno a la figura de Tweedy, y de entrada hay que saber a que se va: canciones que viajan entre sutiles arreglos de cuerdas o piano, con un marcado énfasis en la fuerza del relato. Ahí, el disco encontrará buenos momentos, abriendo muy Bob Dylan en 'I am your mother' en una sensible reflexión ("No puedo reparar cada valla / Soy un nuevo hombre pero aún soy mi madre...") y complementando de gran forma con la sincera 'Cruel country', una donde dispara con dureza a su país ("Amo a mi país / Estúpido y cruel / Rojo, blanco y azul...") e invita a utilizar el canto como vía de escape ante la realidad ("Todo lo que tienes que hacer es cantar este coro...conmigo"). Desde ahí se sucederán canciones acústicas que se dejan oír como 'Hints' o 'Ambulence', encontrando momentos dolorosamente preciosos en 'The empty condor' o 'Tonight's the day', fuera de otros que intentan sonar algo más optimistas, como 'All across the world'.

La lista, pese a lo arisca que pinta en la propuesta (solo canciones acústicas, íntimas y que dan rienda suelta a la emocionalidad), funciona desde lo individual gracias a la potencia de los arreglos, los cuales han sido grabados en vivo en el estudio con toda la banda, espíritu que aparece en canciones que se extienden en plan jam session como 'Bird without a tail / Base of my skull' (muy George Harrison en la partida, aunque luego se transforma a otra cosa) o los ocho minutos de 'Many worlds' (¡preciosa!), y si, que el álbum podría haber sido solo uno, cerrando doce canciones de manera enorme con algo como 'The universe', pero bueno, ¿alguien podría culpar a Jeff Tweedy por dar tienda suelta a la inspiración cuando al fin ha aparecido tras tanto tiempo de sequía? Y es que si tienes dos discos en la cabeza, ¿Qué vas a hacer? ¿Guardarte uno para quien sabe cuando? ¿Con qué objetivo?.

De todas maneras, cabe mencionar que el segundo disco reúne momentos algo redundantes respecto al primero, intentando ir arriba en 'Falling apart (right now)', pasándosela bien en el country de 'A lifetime to find' o jugueteando con íntimas baladas tipo 'Hearts hard to find' ("No me importa cuando algunas personas mueren / No puedo llorar / Me pregunto por qué..."). Y puede que más allá de una que otra excepción el nivel baje un tanto, pero da igual, en tiempos donde el concepto disco luce tan obsoleto, el que Tweedy nos entregase todo lo que tenía, dándonos la opción de que oír y hasta donde oír, no admite queja alguna, es más, se agradece. Cruel country se ubica entre lo mejor que ha firmado Wilco en veinte años. 

¿Canciones? 'Cruel country', 'The empty condor', 'The universe', 'Many worlds'.

8/10
Excelente.

jueves, 4 de agosto de 2022

20 Años De ... David Bowie: Heathen (2002)

 "Menos salvaje, pero oscuro y profundo..."

Fueron varias las veces en que David Bowie entró al estudio a fines de siglo pasado, en una clara búsqueda por dar el giro y re encontrarse consigo mismo tras la vorágine industrial que significaron álbumes como Outside (1995) + Earthling (1997). Primero fue el olvidado Hours... (1999) y luego recuperar viejas canciones suyas de los años sesenta mediante Toy (disco con telenovela propia y que oficialmente acaba de vez la luz recién unos meses atrás). Con este último, sin embargo, le fue mal pues la discográfica (EMI) jamás se decidió respecto a su publicación (quizás nadie se atrevía a decirle que NO al duque blanco), por lo que dicha grabación quedó relegada finalmente en un cajón. El caso es que con toda esa frustración encima, lejos de tirar la toalla, Bowie decidió canalizar la molestia mediante la grabación de un nuevo disco, uno que reuniese canciones que nacieron en las sesiones de Toy, otras que completamente inéditas más una que otra versión de otro artista o banda que el inglés consideraba necesaria tributar. Nace de esta forma Heathen, doce canciones que resumen de buena forma el momento del vocalista en aquel 2002 y que configuraron en ese entonces su definitivo regreso musical tras varios años de incertidumbre. 

Por sobre todo, Heathen es un álbum que confirma las intenciones de Bowie por volver a lo simple, a transmitir ideas desde un sonido sin tanto artificio, algo que no abordaba desde hace décadas. De ahí el regreso, tras veinte años de alejamiento, de Tony Visconti en la producción. Y si bien el disco abre muy centrado en las atmósferas con 'Sunday', con un Bowie que narra en tonalidades graves sobre lúgubres arreglos electrónicos que estallan entre redobles de batería recién en el minuto final de canción, rápidamente este apuntará al rock de banda, cargado a las guitarras, primero en 'Cactus' (original de Pixies y que acá luce más "normal") y más adelante en cosas como 'Slow burn' o 'Afraid', no sin antes pasar por la melancolía de 'Slip away', algo pesada pero aún así muy bien lograda gracias a la profundidad que transmite. 

Con el correr de los minutos se evidencia el objetivo de entregar un "álbum de canciones" por sobre conceptos, un disco directo, de buenos coros y fuerza en sus arreglos. Ahí, un elemento positivo que aparece es la lista, con una estructura bien pensada y ascendente que encontrará sus mejores y más notables pasajes en el nudo (como debe ser), con cosas llenas de fuerza como 'I've been waiting for you' (que respeta bastante la versión original de Neil Young), la etérea 'I would be your slave', una gema escondida de Bowie dentro de este álbum y 'I took a trip on a gemini spacer' (la única en todo el trabajo que va hacia la electrónica y suena "noventera"), el último refrito del disco aunque una verdadera rareza pues transforma por completo la canción del Legendary Stardust Cowboy, un adelantado sesentero digno de análisis aparte. 

En la recta final, el asunto no bajará el nivel y tampoco abandonará la diversidad, yendo hacia la oscuridad en '5:15 the angels have gone' + 'Heathen (the rays)' o al pop melódico/luminoso en 'Everyone says "hi"' + 'A better future', finalizando así un regreso de nivel por parte de un David Bowie, quien se encontraba en búsqueda de una nueva capa, una capaz de cubrirlo mientras se acercaba a sus sesenta, de hecho, de estas mismas sesiones saldrían varios temas que compusieron el inmediato Reality (2003), eso antes del parón de una década por temas de salud. 

A veinte años de distancia, Heathen luce como un álbum que entregó la versión de un Bowie más reposado pero contundente. Menos salvaje pero oscuro y profundo. Un disco regular en su nivel, de claras intenciones, que no pretendió re inventar nada, salvo el momento del vocalista.

¿Canciones? 'Slow burn', 'Slip away', 'I would be your slave' 

8/10
Excelente.