domingo, 31 de julio de 2022

Ibaraki: Rashomon (2022)

"A veces menos es más..." 

Todo parece indicar que el paso hacia adelante que Trivium encontró en un álbum como In the court of the dragon (2021) no fue sino fruto de una constante búsqueda por parte de Matt Heafy, quien no conforme con lo logrado con su banda madre, decidió aprovechar el envión creativo, las buenas críticas y recibimiento para entregarse de lleno a un proyecto paralelo que venía craneando desde 2010/11, esta vez eso si de la mano del gran Ihsahn, un tipo de enormes credenciales y que bien sabemos ha sabido durante la última década conocer de libertad y desarrollar sus inquietudes musicales sin ataduras. Dicho en simple, no podría ser otro sino el noruego quien ayudase a Heafy a expandir su universo, por lo que bajo su tutela se atrevió finalmente a desarrollar este Rashomon. La pregunta, sin embargo, es si basta solo con las ganas para encontrar algo realmente memorable. Y bueno, la respuesta evidente es que no, por lo que en este proyecto paralelo Matt Heafy triunfa al encontrar un álbum que gracias a su identidad logra que olvidemos durante una hora a Trivium, lo cual no es poco, pero falla en la calidad global del conjunto.

Heafy ha optado por desarrollar su origen materno en la estética de este álbum, recordemos que el vocalista tiene madre japonesa y padre irlandés-estadounidense (nació en Japón pero al año se fue a vivir a EE.UU), mientras que en lo musical ha buscado entregar un álbum de matices, intercalando pasajes extremos y violentos con otros tranquilos y atmosféricos. Ahí, encuentra una serie de aspectos positivos, el disco suena cohesionado, toma elementos del black metal sin ser black metal, entrelaza distintas aristas del mundo del metal que por momentos funcionan a gran nivel. Digo momentos, sin embargo, porque no todo sonará tan inspirado en Rashomon, habiendo también canciones que suenan más bien a mixtura forzada. 

El disco abre, por ejemplo, con dos canciones muy similares en cuanto a intenciones: 'Kagutsuchi' + 'Ibaraki-Döji'. Ambas superan los siete minutos de duración desarrollando una dinámica agresiva y desatada para tras varios minutos hacer una brusca pausa y pasarse a la absoluta calma, con la única diferencia de que la segunda cuenta con un acompañamiento sinfónico constante (la mano de Ihsahn se nota), lo cual la ayuda a conectar emocionalmente de menor manera. 'Jigoku dayü' es otra que alternará tiempos y constará de tres segmentos, un relato limpio, otro violento y un cierre melódico a dos voces (con Heafy desgarrándose en el fondo), con dos minutos finales que rescatan al tema de la monotonía. El álbum abre entonces con veinticinco minutos que no están mal pero lucen predecibles, sobre todo las dos primeras. 

Ahora, a partir de entonces el trabajo encontrará sus mejores pasajes, siendo 'Tamashii no houkai' el más alto de todos, una donde la agresividad cuajará a la perfección con las intervenciones melódicas y las atmósferas fluirán de manera natural. De igual forma, 'Akumu' suena contundente y pesada, con participación además del polaco Nergal, 'Komorebi' intenta fluctuar por paisajes diversos y preparar el terreno para el que supone ser el tema más atrevido del álbum: los nueve minutos de 'Ronin', en colaboración en coros de Gerard Way (My chemical romance). Sin embargo, esta no es nada del otro mundo, con una primera mitad bastante repetitiva en el estrofa melódica + coro chillón, una segunda sección de corte más progresivo y un cierre melódico realmente apagado.

Con lo mejor del álbum ya claramente atrás y una extensión innecesaria (sesenta y un minutos), el asunto comienza a oler a relleno descarado con 'Susanoo no mikoto', que reitera la fórmula por enésima vez, y luego con la burlesquera 'Kaizoku', que no se entiende mucho que pinta acá, cerrando así un álbum que trae a colación una vez más la idea del "a veces menos es más". Quizás con solo cinco o seis canciones mejor trabajadas, más interesantes y ricas en texturas, los resultados para Rashomon habrían sido distintos. 

Tampoco el asunto es que esté mal, el disco funciona y como anécdota logra mostrar una faceta más agresiva de Matt Heafy, sin embargo, no queda del todo claro al oírlo el que efectivamente haya encontrado las canciones que pretendía encontrar. 

¿Canciones? 'Tamashii no houkai' y 'Akumu'.

6,5/10
Cumple y algo más...

martes, 26 de julio de 2022

Soreption: Jord (2022)

"Composición de alto nivel..."

Acá en mi querido blog destaqué en 2018 a Monument of the end como uno de los álbumes de aquel año, un disco que expuso de manera perfecta el equilibrio que los suecos de Soreption intentan transmitir con su música: un death notablemente técnico que no escapa a estructuras directas, incluso con uno que otro momento de pretensiones melódicas. En ese camino, con Jord la banda insiste en la fórmula entregándonos otro álbum de condiciones similares, un disco nuevamente corto (ocho canciones en treinta minutos), de ejecuciones precisas que rozan el progresivo, mucha violencia en el sonido con algún matiz que intenta aportar, pero que verdad sea dicha, en general luce como más de lo mismo. No me mal entiendan. Nadie podría quejarse respecto al nivel que un disco como Jord exhibe, sin embargo, la sensación de que la banda se ha asentado en un nicho es evidente, con varios álbumes ya flotando sobre las mismas aguas. 

A destacar acá la producción del trabajo, que saca partido como nunca a las ejecuciones de la banda, las cuales lucen nítidas, permitiendo disfrutar de la presencia de todos los elementos que han caracterizado la carrera de Soreption, con una partida brutal de la mano de la dupla 'The artificial north' + 'The forever born' y ese machaque de batería incesante, riffs cortados y una guturalidad en el sonido que maravillará a quienes han venido siguiendo a los suecos. Aunque haciendo la odiosa comparación, se extraña algún coro o melodía que enganche al nivel de como hacía 'The anti-present' en la partida de Monument of the end. La banda intentará luego salir por unos segundos de la caja y explorar cositas novedosas, como hacen en 'Prophet' o en 'Each death more hollow', entregando en ambas un segmento de teclados algo góticos, segmentos que pese a lo breves (que lo son, no superan los treinta segundos) logran entregar ese necesario respiro en medio de la constante descarga. 

Pasando el nudo, 'A story never told' será una que jugará de buena forma con la ala más progresiva de la banda en toda su primera mitad para luego acabar cerrando con un minuto final que es puro death, el cual conectará prácticamente en el mismo tiempo con la partida de 'The chant'. Para el cierre, 'The nether realm's machinery' retomará los coqueteos con teclados (esta vez en la partida y a medio tema) mientras que el viaje acabará con 'Död Jord', volviendo a plantear, para bien y para mal, esa sensación estar ante un disco bien cohesionado, sólido y marcado por composiciones de alto nivel, pero que no escapa de las armas habituales de Soreption.

Con cuatro discos bajo el brazo estos suecos nos tienen ya acostumbrados a un nivel que no baja del notable y con Jord parecen entregarnos una declaración de intensiones bastante claro: esto es lo que son, metal técnico de alto nivel que apunta al hueso, con canciones que entregan muchísimo en lapsos breves, y de acá, salvo breves pinceladas, por ahora no pretenden salir.

¿Canciones? 'Prophet', 'A story never told'.

8/10
Excelente.  


Otras reseñas de Soreption:

sábado, 23 de julio de 2022

Undeath : It's Time... To Rise From The Death (2022)

 "Tributo a viejas glorias..."

¿Te gusta el death metal puro y duro? He acá una banda para ti. Estos norteamericanos debutaron en 2020 con Lesions of a different kind y como era de esperar, un par de años más tarde han repetido la fórmula con una que otra variación. La producción esta vez es más oscura, con un sonido crudo, arenoso y áspero, y diez canciones que tributan prácticamente al pie de la letra a viejas leyendas como Cannibal corpse u Obituary, por mencionar un par. Desde ahí por tanto, la mayor virtud de un álbum como It's time... to rise from the death es a la vez su mayor defecto: la sincera nostalgia que la banda expresa por un sonido muy vieja escuela. 

Las piezas, sin embargo, están donde deben estar, el sonido es visceral y agresivo, con canciones que rondan los dos y tres minutos, todas ágiles y afiladas, marcadas por ejecuciones impecables, con una técnica que se desarrolla siempre en velocidad y que no muestra ripios. Es una maravilla la batería en algo como 'Defiled again', por ejemplo, y en materia de estructuras, 'Enhancing the dead' convence variando bruscamente sus tiempos. El problema (aunque insisto, hay que saber a que se va con esta banda) es que nada mira hacia adelante y todo suena a tributo de viejas glorias, al punto de que cuando llegamos a 'Head splattered in seven ways', abriendo la recta final, la sensación de haberlo escuchado todo es evidente.

Insisto, no está mal este disco si lo que buscas es death extremo, bien ejecutado y que se muestre fiel a una fórmula. Ahora, fuera de dicho corral, el disco propone muy poco. 

¿Canciones? Cualquiera. Son todas muy similares.

6,5 / 10
Cumple y algo más...

miércoles, 20 de julio de 2022

Decapitated: Cancer Culture (2022)

 "Se sacuden..."

En 2018 la justicia acabó por desestimar los graves cargos en contra de Decapitated, quienes habían sido acusados del secuestro y violación de una mujer. El asunto no tuvo tanta repercusión mediática como el reciente Amber Heard Vs Johnny Deep, pero sentó precedente respecto a la complejidad de este tipo de casos, que están lejos de ser un blanco y negro. Por esta razón, un álbum como Cancer culture no puede entenderse fuera de su contexto, tal como ocurrió también años atrás con Carnival is forever (2011), disco que sucedió a la trágica pérdida de Witold "Vitek" Kieltyka acontecida en 2007. Porque si, este no es el primer infierno que atraviesan los polacos...

Sin ir muy lejos, tras una breve introducción instrumental que calienta motores entre redobles, la banda lanzará palos a la cultura de la cancelación y realidad digital actual en una canción como 'Cancer culture' ("Dejar de seguir y reportar / Es fácil sentirte mejor lanzando rocas digitales / Ciudadanos presumidamente justos encadenados a su escritorio / Hecho del árbol del conocimiento / Jugando a ser dioses y ganando peso..."). Ahora, siendo sincero, me habría esperado más canciones en esta línea temática, sin embargo, todo parece indicar el que la banda ha buscado rápidamente dar vuelta página y no estirar el tema, pues tras este descargo inicial el álbum centrará sus fuerzas en lo musical mediante una seguidilla de estructuras agresivas, que se alejan del groove metal de sus anteriores trabajos, marcadas por la batería del debutante James Stewart, absoluto protagonista en todo el trabajo y cuyo aporte condicionará por completo el sonido de este.

Lo mencionado se aprecia en toda la pasada inicial, con una banda desatada en canciones como 'Just a cigarrette' o 'No cure', una brutalidad esta última con un Rasta Piotrowski enorme en las vocales, acompañado de un Vogg amo y señor en guitarras. Los matices, de hecho, aparecerán entrando al nudo del disco, cuando las colaboraciones hagan lo suyo, primero con Tatiana Shmayluk (de Jinger) en 'Hello death' y luego con Robb Flynn (Machine head) en 'Iconoclast', ambos aportando pasajes melódicos a las canciones. Entrando en la recta final 'Suicidal space programme' abrirá con calma pero tardara treinta segundos en desenfundar la violencia del sonido, complementada a la perfección con el minuto y algo de 'Locked', otra descarga de intensidad incesante. 

En la recta final la banda, lejos de meter mero relleno o repetir fórmulas, regala dos canciones geniales como 'Hours as battle grounds' y 'Last supper', con pasajes melódicos espectaculares y espacio para unos solos que nuevamente muestran a un Vogg inspiradísimo como líder de la agrupación (¡ojalá el disco hubiese tenido más de esto!), cerrando así un Cancer culture que trae de regreso a Decapitated en plena forma, no digamos recuperados pero si con evidentes ganas de apuntar hacia adelante.  

¿Canciones?'No cure', 'Iconoclast' y 'Hours as battle grounds'.

7,5 /10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Decapitated:

viernes, 15 de julio de 2022

Florence + The Machine : Dance Fever (2022)

"Personal, valiente y auténtica..."

Hay algo que no se le puede quitar a Florence Welch y la distingue de gran parte de sus contemporáneas: su capacidad para desarrollar una propuesta (siempre) personal y auténtica, a lo cual también suma el que la mujer escapa de temáticas típicas de amor y/o desamor para reflexionar en torno a ella, sus procesos y momentos. Por esto y mucho más, la vocalista ha recorrido un camino que le ha permitido hacerse de un nombre digno de altas expectativas, camino iniciado una década atrás mediante un pop contundente de la mano de álbumes como Lungs (2009) o Ceremonials (2011), los cuales dieron paso a la profundidad y madurez de un fantástico How big, how blue, how beautiful (2015). Y bueno, en la búsqueda de "el paso siguiente" fue que llegó a nosotros el espeso High as hope (2018), que sin ser un mal disco quedó marcado por sus atmósferas en extremo opacas, algunas de las cuales se sostienen en este quinto álbum, aunque llevadas a otra dimensión en una propuesta que a simple vista luce difícil de seguir pero que merece de nuestra paciencia.

Dance fever abre de manera valiente con 'King' y un tono reflexivo que desde ya anticipa por donde irán las cosas. Digo valiente porque la canción no es particularmente pegajosa, es más, carece de gancho y centra su potencial en el mensaje ("Conversábamos en la cocina respecto a si tener o no hijos, el fin del mundo y la magnitud de mi ambición / Y cuanto el arte realmente vale..."), trazando un camino que privilegia en todo momento el relato por sobre lo musical ("Eso donde mejor eres, es aquello que más te hiere / Pero necesitas un corazón podrido / Necesitas ir a la guerra para tener algo que cantar..."), encontrando un único momento de desahogo entre gritos (2:40) para acabar en otra reflexión enorme ("Y nunca fui tan buena como creía que era / Pero sabía como disfrazarlo / Nunca estuve satisfecha / Eso nunca me dejó / Sólo me arrastró del pelo para comenzar un nuevo show..."), en la que ciertamente debe ser una de las mejores letras que la vocalista ha encontrado a día de hoy, y vaya que esta mujer ha escrito buenas letras...


El álbum continuará con 'Free', con una lúdica reflexión en torno a su salud mental (por cierto, el video no puede ser más simpático), seguida de la inquieta 'Choreomania', la primera invitación al baile que contiene el álbum (una que hubiésemos querido se repitiese algo más, también para darle algo de coherencia al título del disco), realizando referencia a un movimiento medieval donde grupos de personas se reunían a bailar y donde la artista continúa reflexionando en torno al cristianismo (herencia que la persigue desde sus inicios) aunque insertando buenas dosis de feminismo al concepto ("Dijiste que el rock and roll está muerto / Pero es porque no ha sido resucitado a tu imagen y semejanza / Como si Jesús volviese en un hermoso vestido..."). La segunda invitación al baile llegará más adelante mediante la enorme 'My love', astutamente situada en la recta final del trabajo, cuando este realmente tendía a sonidos mucho más opacos.

Y es que contrario a lo que habríamos esperado, lejos de lanzarse a la fiesta, pasado el tridente inicial el disco rápidamente dará el giro hacia algo más íntimo, con canciones que funcionan casi a modo de oración religiosa entre arreglos que serán mero acompañamiento sutil para aquello que se narra, me refiero a 'Back in town' ("Vine acá por el placer pero me quedé por el dolor...") seguida de 'Girls against god' ("Y es bueno estar viva / Llorando con un cereal a medianoche ...") o el interludio 'Prayer factory', en la pasada claramente más espesa del trabajo. En una línea similar funcionarán cosas como 'Cassandra' o en 'Heaven is here', con claro protagonismo vocal de Florence (que se come los temas, para bien y para mal), mientras que en las notables 'Dream girl ever' ("¿Soy la chica de tus sueños? ¿Me imaginas en la cama? / Pero nunca podrás tenerme / Y me gusta mejor estar en tu cabeza...") o 'Daffodil' la vocalista encontrará el equilibrio adecuado entre voz, letra, arreglos e intensidad, para finalmente cerrar el álbum con 'The bomb' + 'Morning Elvis', que son absoluta dulzura y elegancia. 

En contra del disco estará lo arisco que se pone en su nudo, también el cambio brusco que se vive tras las tres primeras. A favor el que la propuesta de todas maneras fluye y da muestras de una mujer que, como pocas, lejos de intentar calzar con las tendencias actuales corre el riesgo de sonar a si misma. Y bendita sea por eso.

¿Canciones? 'King', 'Choreomania', 'Dream girl evil' y 'My love'.

7,5 /10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Florence + the machine:

martes, 12 de julio de 2022

The Black Keys : Dropout Boogie (2022)

 "Bajas pretensiones que funcionan..."

A una década del batatazo generado por El camino (2011) y una serie de pasos en falsos, las sensaciones en torno a The black keys no eran buenas y todo parecía indicar que el dúo norteamericano había sido flor de un día, estirando desde entonces la fórmula con escasos momentos de real lucidez. En ese sentido un álbum como Dropout boogie viene bien, un disco de evidentes bajas pretensiones (en un buen sentido), que no va en busca de ningún hit y más bien se conforma (?) con desarrollar un sólido blues rock que funcione y suene atractivo. 

Por sobre todo, Dropout boogie es un álbum que suena rico. Las canciones son cortas y precisas, dos a tres minutos todas, donde se privilegian las atmósferas por sobre los ganchos inmediatos, de hecho, la apertura del álbum con 'Wild child' + 'It ain't over' debe ser lo único en donde percibimos coros marcados y reconocibles pues desde ahí el asunto disparará hacia otro lado, uno mucho más bajo perfil y blusero, generando gratos momentos en la pasada por 'Your team is looking good' + 'Good love' (con participación de Billy F. Gibbons de ZZ Top), canciones donde el énfasis está puesto en la onda y vibra que se transmite con las guitarras, más allá de cualquier letra o mensaje, algo que también se percibirá en todo el resto del disco (que tampoco es muy largo, poco más de media hora) entre temas que más allá de algún solo atractivo o momento estridente ('How long', 'Baby I'm coming home' o 'Didn't love you') no destacan por si solos, sino más bien entre un conjunto que fluye sin problemas.

En 2021 tuvimos al dúo buscando inspiración mediante un disco de versiones y bueno, seguro que el resultado de dicha exploración se resume en este trabajo entregado un año más tarde, un álbum que funciona en dirección similar, que evidentemente no pretende re inventar nada ni muestra a la banda siendo estandarte de algo, pero si disfrutando de aquel sonido que tanto les apasiona. 

¿Canciones? 'Your team is looking good', 'Didn't love you'.

7/10
Muy bueno


Otras reseñas de The black keys:

viernes, 8 de julio de 2022

20 Años De... Korn : Untouchables (2002)

"Descarga incesante de ira y desesperanza..." 

Los primeros cinco álbumes de Korn son LOS ÁLBUMES que cualquier joven debería oír si quiere acercarse a esta (ya) legendaria banda. Partiendo por el rabioso debut de 1994, siguiendo por la pasada numetalera/popera de Life is peachy (1995) + Follow the leader (1998), la presentación de credenciales en Issues (2000) y definitivo asentamiento mediante este fantástico Untouchables, por cierto, el álbum favorito de la banda para quien escribe. En este, los norteamericanos se instalan definitivamente en la fórmula, aunque gracias a la producción y el tratamiento de su sonido logran llevarla un tanto más allá respecto a lo realizado en Issues

Pero démosle contexto a esto. El de 2002 es un álbum que atrapa a Korn en plena etapa de crisis, con una convivencia desgastada y miembros de la agrupación sumergidos en distintas adicciones (Fieldy estuvo a punto de ser expulsado por esto y Brian Welch luchó para mantenerse sobrio durante el proceso de grabación), asuntos que efectivamente se transmiten en el clima del álbum, que constantemente navega por la desesperanza en términos líricos (aspecto habitual en Korn pero que acá luce particularmente acentuado) y un sonido marcado por guitarras de mucha distorsión y peso. Para muestra, la partida con un tridente demoledor compuesto por el single 'Here to stay' (de los más exitosos en su carrera) + la fantástica 'Make believe' ("A veces siento que me persigue / Todo el odio que se está liberando / Me doy cuenta que estoy tomando todo / Y la mierda parece continuar...") + 'Blame', tras el cual la banda soltará el acelerador y bajará los tiempos mediante 'Hollow life', una donde Jonathan Davis interpreta maravilloso, yendo arriba y a los agudos dejando en claro el que pasaba por aquellos años por su mejor momento como vocalista. 

En adelante el álbum oscilará entre cosas tradicionales como 'Bottle up inside' o 'Beat it upright' (una de las pocas donde oímos el tradicional bajo de Fieldy), que enganchan con la vibra de Issues, momentos marca de la casa que recuerdan el enorme talento que Korn poseían a la hora de jugar con el estrofa + puente + coro melódico , en versión rock en 'Thoughtless' o coqueteando con la electrónica en 'Hating', asuntos más íntimos como 'Alone I break' (en otra pausa que establece el disco y que funciona a la perfección) o canciones exquisitamente agresivas estilo 'Embrace', con un Jonathan Davis que suena más gutural que nunca y nuevamente en estado de gracia con ese inolvidable "The life! The hurt! The Pain! The hate!, seguida de una experimental y juguetona 'Wake up hate'

Es probable que siendo el disco una incesante descarga de ira, dos o tres cosas ('One more time' o 'I'm hiding', por ejemplo) no funcionen a la altura que deberían, sin embargo, son detalles estos frente a un álbum que por sonido, líricas y atmósferas luce realmente intachable. Es cierto que en 2002 Korn se habían transformado en un meme, en una caricatura de si mismos, y esto quizás impidió que mucho público amante del rock y el metal pudiese darle una oportunidad a un álbum como Untouchables (algo que también ocurrió con Deftones en algún momento), por esto mismo nobleza obliga a veinte años de distancia el darle méritos a un álbum soberbio y ciertamente, el último gran disco en la carrera de la banda. 

¿Canciones? 'Here to stay', 'Make believe', 'Hollow life', 'Embrace'.

8,5 / 10
¡Brillante!

martes, 5 de julio de 2022

Liam Gallagher: C'Mon You Know (2022)

 "No deslumbra pero suena aceptable..."

Con este, son tres intentos en solitario + dos junto a Beady eye mediante los cuales Liam Gallagher ha intentado posicionarse como un estandarte del rock cincuentón. En ese camino, álbum a álbum el inglés jamás nos ha volado la cabeza pero si ha sabido regalar dos o tres canciones por disco, digamos, cositas que querríamos oír en sus conciertos ('Wall of glass' y 'One of us', sus mejores canciones por paliza). Poco eso si como para justificar algún tipo de fanatismo desatado, es más, por más políticamente incorrecto que se lea, lo escribiré de todas formas: a día de hoy y haciendo la odiosa comparación, los discos de Noel Gallagher continúan diciendo más que cualquiera de Liam. El caso es que en 2019 fui categórico (quizás demasiado) respecto a su caso acá en el blog afirmando que el ex vocalista de Oasis era esto y poco más. Cancioncitas - dije. Y bueno, no digamos que con C'mon you know la situación da un vuelco en 180 grados pero nobleza obliga el admitir que sin modificar demasiado sus intenciones, ha encontrado acá su mejor conjunto a la fecha.

Algo de eso ya se marca en la partida del álbum, cuando 'More power' irrumpe con un coro de infantes (en modo 'You can't always get what you want' de los Rolling Stones) y una sentida lírica que mira hacia atrás con nostalgia, reflexionando respecto al fracaso en líneas como "Padre, entiendo tantas cosas ahora que te has ido..." o "Madre, admito que estuve enojado por demasiado tiempo...", en un gran comienzo que sorprende por lo atípico. A este le seguirá el rock and roll que tanto le gusta a Liam, primero en una versión poco estridente en 'Diamond in the dark', que es una muy buena idea con las vocales siempre en primer plano pese a que el tema se queda corto en cuanto a climax (nunca lo encuentra), y luego en cosas más tradicionales, como en la beatlesca 'Don't go halfway' 'C'mon you know', que recurre a los clásicos aplausos + piano para llevar el tiempo y realiza un bonito guiño al "Jet!" de Paul McCartney hacia el cierre. 

Entrando al nudo del álbum llegarán las baladas de siempre, aquellas de las que pareciese Liam no puede (o no sabe) escapar, siendo 'Too good for giving up' + 'It was not meant to be' una pasada que dice bastante poco, lo mismo más adelante con 'World's in need' (que emulará la armónica y el fraseo de los U2 en 'Desire') o 'Moscow rules'. Por esto, la llegada del pelotazo rockero 'Everything's electric' (primer adelanto que conocimos del disco meses atrás) vaya que se agradece, es una de las grandes canciones del álbum y una de las mejores interpretaciones vocales de Liam en la década. 

Finalmente, el resto será cumplir, en eléctrico con 'I'm free' o haciendo el enésimo homenaje al 'Tomorrow never knows' de The beatles (y a las guitarras de Revolver) en 'Better days', todo siempre enmarcado en la típica búsqueda de Liam Gallagher : melodías atractivas enmarcadas en estructuras tradicionales. En ese sentido, al inglés hay que darle el que esta vez ha logrado, como nunca antes, sostener un disco hasta su recta final en un nivel que no deslumbra pero suena aceptable. 

C'mon you know no escapa de los márgenes que el vocalista viene recorriendo desde hace una década pero encuentra una media algo más inspirada que lo habitual. Te gustará si te gusta Liam Gallagher, ni más ni menos.

¿Canciones? 'More power', 'Everything's electric'.

7/10
Muy bueno.

sábado, 2 de julio de 2022

Babasónicos: Trinchera (2022)

 "La música al servicio del mensaje..."

El debate en torno a Babasónicos hay que zanjarlo de una buena vez: de algo hay que vivir ... y punto. Muy vanguardia habrá sido la trilogía Dopádromo (1996) + Babasónica (1997) + Miami (1999) pero, le disguste a quien le disguste, el boom masivo llegó con Jessico (2001) + Infame (2003) + Anoche (2005). Son estos tres álbumes los que aún les dan de comer, los que interpretan en sus giras (más allá de la promoción de turno) y por ende, la línea que la banda intentó expandir con cada uno de sus posteriores trabajos (al punto de casi renegar de su primera década).  El problema, sin embargo, es que ni cerca de dicho nivel han rondado durante los últimos veinte años, entregando una seguidilla de álbumes facilones, melosos y extremadamente inofensivos, con una que otra línea interesante pero en general todos bastante olvidables. En 2018, sin embargo, algo cambió, o al menos se insinuó. Discutible fue un álbum que logró que la banda volviese a sonar interesante tras más de dos décadas ('La pregunta', 'Bestia pequeña') y supo encontrar pequeñas excelentes canciones ('Ingrediente', 'Cretino'), y en ese camino, este Trinchera no solo confirma el nivel sino que logra elevarlo un peldaño por encima. 

De esta forma, las atmósfera que acá Babasónicos ha desarrollado es muchísimo más lúgubre que la habitual, con mensajes en general empapados de pesimismo y un Adrián Dárgelos narrando siempre abajo, con una banda entregando arreglos por lo general desnudos con guitarras limpias carentes de toda estridencia, invitaciones a la pista de baile y una que otra incursión electrónica. Ahí, hay cosas que funcionan, como la sensualidad y cadencia que aparece en la partida a cargo de 'Mimos son mimos' ("El perdón tiene un sabor que no supe conocer porque nunca lo tuve en la boca...") seguida de 'Paradoja' ("Por eso pretendo elegir, mis propios caminos, mis enemigos..." ), que en realidad parecen ser una sola, para luego meter luego un golazo con 'Bye bye', y su adictivo coro ("Hazme el amor hasta el amanecer y después bye bye. No me sigas..."). También en el nudo del disco sonará una pasada que te invita a seguirles, con una curiosa 'Anubis', donde Dárgelos sube el registro por única vez en todo el disco (1:20), lo cual (aunque sea solo por treinta segundos) se agradece, seguida de 'La izquierda de la noche' y ese sutil tributo a Bowie en los teclados conectándose con nuevas líneas sugerentes y bien logradas ("La noche es un portal imaginario donde habitan los permisos que de día ni en pedo se dan..."). 

Los méritos de un álbum como Trinchera se hacen carne en su segunda línea, cuando suenan canciones "menores" como 'Vacío', muy sutil en los arreglos pero que funciona de mil maravillas, lo mismo con 'Mentira nórdica', oscura como ella sola ("Que vacío es abrazar a alguien que solo se ama a si mismo / Que infame es fracasar sin intentarlo todo / Peor es esperar a ser reconocido..."), armando así un conjunto que en materia de textos vuela realmente alto y donde lo musical sabe acompañar con mucho cuidado, entregando pleno protagonismo al mensaje. 

Quizás donde el disco falla y pierde algo de fuerza, es en la recta final. Ahí la seguidilla 'Madera ideológica', 'Viento y marea', 'Capital afectivo' y 'Lujo' pierde demasiada fuerza respecto los 3/4 iniciales del disco y lucen algo típicas. No le restan demasiado a un álbum que desde lo conceptual funciona y consigue sumergirte en su mundo con méritos propios. Y si, que todo parece indicar el que Babasónicos, ya con poco que temer y demostrar, aún tienen algo que decir, lo cual siempre será una buena noticia...

¿Canciones? 'Bye bye', 'La izquierda de la noche' y 'Mimos son mimos'.

7,5 /10
Muy bueno.


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