viernes, 29 de marzo de 2024

Kaiser Chiefs: Easy Eighth Album (2024)

 "El disco veraniego y buenrollista de la temporada..."

Tras una seguidilla de álbumes que oscilaron entre un rock frenético de guitarras y amigables medios tiempos, todo siempre enmarcado en un sonido apuntado al pop y los coros de estadio, el giro para Kaiser chiefs llegó mediante un disco como Stay together (2016), donde abrazaron sonoridades más "modernas", que se alejaron de el rock de garage para abordar la sobreproducción, algo que intentaron profundizar o madurar tres años más tarde mediante Duck (2019). Lo que desde hace rato no parecía acompañarles, sin embargo, era la inspiración. Sus discos parecían responder a fórmulas artificiales entre canciones compuestas por bancos de riffs, coros y puentes, una especie de colección de lugares comunes, por lo mismo, poco recordables. El caso es que en este octavo disco, lejos de recular han decidido ir por más, armando un conjunto breve (solo veintinueve minutos de música), sencillo y azucarado a tope. Pero cosa curiosa: han logrado armar la lista más atractiva en largo tiempo. 

Tampoco da para descorchar nada, no exageremos, pero verdad sea dicha, hay cositas acá que  divierten, diez canciones que apuntan al buen rato, a un pop meloso cargado al medio tiempo y arreglos con los que la banda pretende sacarte a bailar. Olvídate por tanto de las guitarras y dinámicas de los primeros álbumes de la banda, acá todo será jolgorio y buenrollismo, partiendo por algo como 'Feeling alright', donde insinúan el funk (en colaboración con Nile Rodgers), algo que volverán a encontrar (y de mejor manera) más adelante en 'The job centre shuffle' (con el bajo muy presente en esta). Habrán otros momentos donde derechamente irán al dance con descaro, ahí tienes a 'How 2 dance' o 'Burning in flames', mientras que las guitarras (al fin) aparecerán en 'Reasons to stay alive', el único tema en todo el disco que pareciese tener una ambición mayor, acercándose por momentos a lo que habrían hecho unos The black keys en su era más popera. 

Dentro del resto, resultará atractiva la recta final a cargo de 'Noel groove' + 'The lads', en ambas encontrando buenos coros, en la primera entre agudos y en la segunda realizando un bonito homenaje a la amistad, mientras que lo demás se limitará a rellenar (si, hay relleno en un disco así de breve) con un pop excesivamente liviano y que va en busca del coro fácil ('Beautiful girl', claro ejemplo).

En su octavo álbum Kaiser chiefs no se han complicado (o sea, vaya título...), transmitiendo siempre la idea de ir a lo simple, al disco veraniego que no se quiebra la cabeza en cuanto a arreglos y más bien coloca el fuerte en la producción, en aquello que adorna el sonido. Digamos, la forma por sobre el fondo. Ahora, dejando los prejuicios de lado, el resultado está lejos de ser el desastre que uno anticiparía. Nada acá es demasiado recordable pero es que tampoco se lo han propuesto, y en esa búsqueda, un puñado de temas acá se dejan oír sin problemas. Tampoco es que ambicionen mucho más...

¿Canciones? 'The job centre shuffle', 'Reasons to stay alive' y 'The lads'.

6,8 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Kaiser chiefs:

martes, 26 de marzo de 2024

20 Años De... Franz Ferdinand : Franz Ferdinand (2004)

 "Valiosa pieza arqueológica..."

Como en todo movimiento, hay precursores y están quienes supieron leer bien el momento para subirse al carro en el instante preciso. Pues bien, Franz Ferdinand vendrían a ser de los segundos. Las cosas venían a comienzos de los dosmiles haciendo el giro hacia las guitarras, un revival del post punk y un sonido crudo/directo, concretado en álbumes de Interpol, The white stripes o The strokes, por lo que varias agrupaciones sintieron el llamado y fueron ahí, entregándonos tremendos discos debut en 2005 como fue el caso de Bloc party, Kaiser chiefsEditors o Arctic monkeys (estos ya en 2006). Franz Ferdinand, sin embargo, le ganaron la partida a todos estos debutando en 2004 y metiéndola en el ángulo mediante un álbum claro e impecable, un conjunto breve que no alcanza los cuarenta minutos de duración pero mirado a veinte años de distancia sigue sobreviviendo sin problemas al paso del tiempo debito al nivelazo de sus canciones, guitarrazos adictivos y melodías gloriosas. 

El debut homónimo de la banda no se anda con medias tintas y entiende perfecto hacia donde desea ir desde un comienzo, cuando la siempre característica pronunciación de Alex Kapranos abra los fuegos con calma en 'Jacqueline' preparando terreno para una banda que entrará con fuerza al minuto de canción metiéndole electricidad al asunto. La producción a cargo del sueco Tore Johansson (que había trabajado con The cardigans en los noventa, entre otros) es simple y poco pulcra, entregándole a las canciones el elemento de suciedad preciso que necesitan, lo cual vuelve a funcionar en 'Tell her tonight' pero alcanza efectivamente cotas incontestables en ese hitazo con características de himno que es 'Take me out', que es rock and roll golpeado y energético dispuesto a tocar la gloria. Maravilla de canción.  

El golpe se complementara perfecto en 'The dark of the matineé', con esa batería característica que redobla sin parar y unos riffs tremendamente adictivos, así como con el ritmo bailable que propone 'Auf achse', esta vez con el bajo siendo protagonista. Ciertamente a estas alturas del álbum uno percibe que la partida ya está ganada, que el shot de adrenalina que el disco pretende entregar se consigue por lo que solo queda seguir disfrutando. Ahí, la recta final acelerará a tope en el tridente 'Cheating on you', 'This fire' + 'Darts of pleasure', redundará un tanto en las prescindibles 'Michael' + 'Come on home' (único defecto del disco son estas dos) para cerrar bajando las revoluciones en una curiosa '40'.

Puede que en la simpleza de su propuesta Franz Ferdinand no hayan sabido crecer más allá del sonido de este álbum debut (aunque lo intentaron en 2009 con su tercer disco, pero aquello es otra historia), sin embargo, lo de sus dos primeros trabajos colocando a las guitarra al mando quedará con los años como valiosa pieza arqueológica del que quizás pase a ser el último momento de la historia en que el rock fue popular. 

¿Canciones? 'Take me out', 'The dark of the matineé' y 'Auf achse'.

viernes, 22 de marzo de 2024

Judas Priest: Invincible Shield (2024)

 "Imponen credenciales..."

Vamos a entrar sincerando esto: me considero un fiel defensor de Nostradamus (2008) pero el proyecto estuvo lejos de ser valorado tanto por la crítica como el público, y si habían dudas, un álbum como Redeemer of souls (2014) no hizo más que acrecentarlas. Rob Halford lucía cansado, vocalmente desgastado, Glenn Tipton comenzaba a dar señales de limitantes físicas, creativamente la banda sonaba estancada, inofensiva, y como si todo esto fuese poco, K.K Downing había decidido abandonar el buque en 2011. Muchos temieron por el fin de la leyenda, sin embargo, quien diría que cual ave fénix la banda sería capaz de recobrar el vuelo. Firepower (2018) me sigue pareciendo a día de hoy no solo lo mejor que la banda ha desarrollado desde el mítico Painkiller (1990) si no un trabajo que logra colarse en en el Top de Judas priest, un desborde de energía y vitalidad que se corrobora seis años más tarde en este Invincible shield

La mención de Firepower no es antojadiza: los álbumes están claramente hermanados. Ambos persiguen objetivos similares, cuentan con un filo y sentir común, fura de la producción a cargo de Andy Sneap, quien nuevamente ha sabido sacar a flote lo mejor del momento agrupación, destacando un Richie Faulkner enorme en las guitarras (seamos honestos, todos sabemos que Glenn Tipton no ha tocado en el disco) y un Rob Halford que agiganta su leyenda con cada una de estas interpretaciones. 

Yendo a las canciones, el tridente inicial es incontestable. 'Panic attack' + 'The serpent and the king' (¡lo que hace Halford acá!) + 'Invincible shield' regalan una pasada que impacta por el trabajo melódico que saben desarrollar en velocidad, algo que ciertamente siempre han perseguido (desde los tiempos de 'Freewheel burning', digámoslo) pero que no por eso deja de golpear fuerte. El trabajo furioso y acelerado lo volverán a encontrar más adelante en algo como 'As god is my witness', sin embargo, el resto del álbum funcionará uno o dos cambios más abajo, encontrando buenos medios tiempos en 'Devil in disguise' o 'Trial by fire', yendo al rock and roll motoquero en 'Gates of hell' (el clásico tema de Judas que referencia al 'Rock hard ride free' o 'Heading out to the hightway'), sumando peso en 'Escape from reality' (lo que hace Halford en el 2:20 homenajeando a Ozzy es sencillamente alucinante) o emoción en el cierre a cargo de 'Giants in the sky'

Como curiosidad, la banda ha entregado el álbum con tres temas extras, lo cual se agradece pero al mismo tiempo mueve a la incomprensión. La afiladísima 'Fight of your life' quizás podría haber estado en la lista en lugar de algo como 'Crown of horns' (que luce más bien como un lugar demasiado común) y funcionado mejor, así como tampoco se entiende el que hayan dejado afuera una hoya tan emotiva como 'The lodger'. Pero bueno, el que temas de tan buen nivel hayan quedado fuera habla bien también del momento de la banda. Lo cierto es que lo han vuelto a hacer y el nivel en general del trabajo no deja de ser altísimo para una banda con más de cuarenta años en el cuerpo. 

Son leyenda, lo saben y ostentan de aquello imponiendo credenciales. Sencillamente eternos.

¿Canciones? 'The serpent and the king', 'As god is my witness' y 'Escape from reality'.

8/10
Excelente.


miércoles, 20 de marzo de 2024

Bruce Dickinson: The Mandrake Project (2024)

"Quien mucho abarca poco aprieta..."

Atrás han quedado los tiempos en que Bruce Dickinson debutaba en solitario mediante un sólido Tattooed millionaire (1990) mientras casi en paralelo publicaba el tremendo Seventh son of a seventh son (1988) junto a Iron maiden. Su hambre en aquel entonces daba para trabajar prácticamente en simultáneo dos proyectos igual de fascinantes. Lo cierto es que no pasaría demasiado para que el vocalista ambicionase más y abandonase a su banda madre, al punto de llegar a superarle publicando cosas tan notables como Accidenth of birth (1997) + The chemical wedding (1998) mientras los de Steve Harris quemaban tiempo (y confusión) en la pasada por The x- factor (1995) + Virtual XI (1998). En ese sentido, pese a que todos en su momento abrazamos con fervor y emoción la idea, no deja de llamar la atención el pensar en las razones que habrán motivado a Bruce Dickinson para volver a Iron maiden en 1999, más que nada considerando que la sensación de "ya no necesitarlos" estaba patente. La historia, sin embargo, dejará bien parado su regreso a la doncella: en estos más de veinte años hemos tenido el privilegio de vivenciar a unos Iron maiden en plena forma con cinco álbumes bajo el brazo que gustarán más o menos pero siempre han llegado con algo interesante que decir. 

El caso es que con el regreso de Dickinson a Iron maiden muchos creímos sepultada su carrera en solitario (y no dejábamos de lamentarlo), su último disco databa de casi veinte años atrás, un Tyranny of souls (2005) que transmitió la sensación de haber estado compuesto por sobras o retazos, un disco grabado "a la rápida" entre giras y discos de su banda principal, con canciones efectivas y baladas que no entregaban nada particularmente atractivo en cuanto a arreglos, sonido o estructuras. Pues bien, con The mandrake project ocurre lo mismo (y peor). El mismo Bruce ha reconocido que este se compone de algunas canciones que datan de veinticinco años atrás, que es un álbum que habría querido grabar hace cinco o seis años pero la contingencia (pandemia incluida) se lo impidió por lo que ahora se decidió a grabarlo a como diese lugar. Noble labor, que se agradece y valora, sin embargo, el resultado ni siquiera le ha alcanzado como para cumplir, un conjunto irregular que se deja oír pero que no logra momentos de verdadero impacto. Y digámoslo, tampoco ayuda la producción de Roy Z, en exceso opaca. 

Conocíamos ya como anticipo 'Afterglow of Ragnarok', que sin ser nada que invite a descorchar champaña provocaba al menos el seguir ahí gracias a su atractivo puente + coro sumado a la oscuridad de su sonido. El problema es que el disco abre con esta, y digámoslo desde ya: mucho más no te entrega. Se sucederá una montaña rusa que a ratos te agarra para luego soltarte. Una sección resultona con 'Many doors to hell' + 'Rain on the graves', que funcionan gracias a sus riffs  y nuevamente coros atractivos, seguida de la plana y simplona 'Resurrection men' (de lo peor en todo el disco). Luego 'Fingers in the wounds' apostará por un sonido más contundente, aunque sobre cargado, mientras que 'Mistress of mercy' será la única en todo el disco que desprenderá el filo y mal rollo de su período 1997/98. Entre estas sonará una incomprensible 'Eternity has failed' (canción ya publicada junto a Iron maiden años atrás pero que Bruce ha querido recuperar en una versión que incorpora algunas diferencias pero nada que justifique su incorporación) para acabar cerrando con veinte minutos de baladas, aburridas todas. 

Ya en 2005 nuestro adorado Bruce había hecho carne aquello de que quien mucho abarca, poco aprieta, asunto que ha vuelto a evidenciarse veinte años más tarde. La carrera en solitario del histórico vocalista funcionó cuando su dedicación era total pero como paréntesis en medio de la carrera de Iron maiden el resultado tiende a la mediocridad. Es lo que es... 

¿Canciones? 'Afterglow of Ragnarok' y 'Mistress of mercy'.

5/10
Nada muy especial...


Otras reseñas de Bruce Dickinson (junto a Iron Maiden):

domingo, 17 de marzo de 2024

Blaze Bayley: Circle Of Stone (2024)

 "Demasiado manual..."

Se le quiere al buen Blaze, básicamente porque su historia es un homenaje a la resiliencia y cada uno de sus álbumes hay que leerlos desde ahí. En dicho sentido, este 2024 no ha sido excepción: el inglés regresa tras haber sufrido un infarto un año atrás. Es decir, este Circle of stone vuelve a entenderse como un ejercicio de superación ante la adversidad, el regreso de un titán que navega desde hace más de veinte años en medio del pseudo anonimato, la sub valoración, presentándose en lugares pequeños y entregándolo todo como si cada día fuese el último de su existencia. Desde lo musical, sin embargo, no la tenía fácil, la vara estaba arriba pues su anterior War within me (2021) dejó excelentes sensaciones respecto a su momento y figura seguramente como lo mejor que ha grabado en estas dos décadas junto al oscuro y pesado The man who would not die (2008)

Como era de esperar, en este Circle of stone ha vuelto a trabajar con los integrantes de Absolva (quienes le acompañan desde 2021), particularmente componiendo cada canción junto al guitarrista Christopher Appleton. Juntos han armado un álbum de clara continuidad, doce canciones que en poco más de cuarenta minutos responden al formato clásico que se espera de un artista como Blaze Bayley, sin afanes particularmente complejos ni matices demasiado llamativos. En materia de producción el asunto se oye más comprimido respecto a lo que fue War within me, lo cual resta pues si el anterior tenía un elemento positivo (entre muchos) es que sentías el poderío de las guitarras + batería en la mezcla, cosa que acá no ocurre. Llama también la atención desde un comienzo lo intervenida que suena la voz de Blaze (¿autotune a todo dar?) , lo cual se percibe de inmediato al darle play a la directa 'Mind reader', una de esas canciones ágiles estilo 'Futureal' o 'Man on the edge' (las míticas de Iron Maiden) dispuestas a unicamente acelerar y provocar el coro en masa.

En adelante se sucederán otras canciones que aceleran, como 'Tears in rain', 'The year beyond this year' o 'Ghost in the bottle', todas rondan los tres minutos y se dejan oír pero ciertamente carecen de impacto, por lo que rápidamente el álbum muestra su principal problema: las canciones así como se oyen se olvidan. Acá hay demasiado manual e insisto, la producción no ayuda. En el trámite Blaze matizará con baladas como 'Rage' (que se refiere a la leyenda del perro galés Gelert por lo que cuenta con un elemento emocional interesante), 'The broken man' (la primera del disco que se extiende más allá de lo obvio e incluso casi llega a los seis minutos) o 'A day of reckoning', sin embargo, nuevamente el gancho es poco. 

En la Cara B del disco algo como 'Circle of stone' tenderá a convencer con su carácter épico, mientras que el cierre funciona de buena forma, primero acelerando con el heavy efectivo de 'The path of the righteous man' (de lo más atractivo del disco en cuanto a guitarras) y luego yendo a la sensible balada acústica 'Until we meet again' junto a la galesa Tammy-Raes Bois en voces y Anne Baker en el violín, en un momento cuidado y delicado que vaya que se agradece. 

A veces menos es más, quizás tres o cuatro temas acá sobraban. Quizás dejando la lista en siete a ocho canciones (algunas algo más trabajadas) el resultado podría haber funcionado mejor y también habernos sorprendido. Pero así como ha quedado parece solo "un disco más" de Blaze Bayley, uno que sin ser un desastre luce pálido respecto a lo que fue War within me y parece más bien haber tirado meramente de lo obvio. 

¿Canciones? 'Circle of stone', 'The path of the righteous man' y 'Until we meet again'.

6,5 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Blaze Bayley:
2021: War within me

viernes, 15 de marzo de 2024

Ministry: Hopiumforthemasses (2024)

 "Poco trascendente..."

No vamos a descubrir acá lo cuesta abajo que viene desarrollándose la carrera de Al Jourgensen, reviviendo artificialmente a Ministry cada ciertos años. ¿Cuántos álbumes de mediocres o de medio pelo ha lanzado en esta última década? El caso es que en este 2024 tocaba, y acá lo tenemos pasándose un buen rato frente a nosotros mediante once canciones que dan muestras de su habitual uso del humor y acidez. Esto último, sin embargo, lejos de convertirse en una virtud acaba convirtiendo al disco en un ejercicio particularmente frustrante, y es que estando los temas ahí, la rabia, rebeldía y la crítica directa, Jourgensen no es capaz de construir un álbum que suene atractivo (para que vamos a decir fresco o novedoso) y acaba perdiéndose una vez más entre la monotonía de sus loops y medios tiempos. 

Pues lo dicho, que durante cuarenta minutos Jourgensen decide pegarle palos a la misoginia y la violencia machista en 'B.D.E' ( siglas para "Big dick energy"), al racismo en 'Goddamn white thash' (que directo ha estado esta vez con los títulos eh?) o 'Aryan embarrasen', a la explotación de recursos naturales en 'Just stop oil' (quizás la mejor de todas) o al orden político/económico/cultural actual en 'New religion' El problema es que jamás el álbum pareciese tener algo relevante que decir desde lo musical y se limita a dar vueltas entre la reiteración de trucos que le conocemos de memoria al vocalista. Para muestra lo que intenta en 'TV song 1/6 edition', cuando va en busca de algo más agresivo pero con nulo impacto, agotando y aburriendo más bien. 

Finalmente, Hopiumforthemasses se mueve en la línea poco trascendente de sus antecesores, un nuevo trabajo que llega para estirar el hilo de la despedida (desde 2012 viene anticipando que "este si que si es el último disco de Ministry"), que en cuanto a temáticas pareciese tener algo que escupir pero que en cuanto a arreglos no es interesante, sumándose a la lista de álbumes menores dentro de la discografía de la banda, una que hasta 2007 al menos mostraba realmente pocos ripios. Queda por tanto en el recuerdo la trilogía post 2000 compuesta por Houses of the molé (2004) + Rio grande blood (2006) + The last sucker (2007), sumado viejas glorias históricas como The mind is a terrible thing to taste (1989) o Psalm 69 (1992). Esa historia está escrita ... y esa no se mancha. 

¿Canciones? 'Just stop oil'.

4/10
Malo.


Otras reseñas de Ministry:

martes, 12 de marzo de 2024

Liam Gallagher + John Squire : Liam Gallagher & John Squire (2024)

"Pasar el rato..."

Mientras Liam Gallagher intenta desesperadamente convencer a Noel de una reunión con Oasis (me lo imagino spameando su whatsapp con cientos de "dale, que vamos a ganar mucho dinero...!"), ha decidido mantenerse en activo colaborando con uno alguien que podría ser un símil respecto a su hermano en Inglaterra, es decir, John Squire. Juntos (aunque es el ex Stone roses quien ha compuesto todas las canciones de este debut homónimo) se han lanzado sobre un conjunto que no admite medias tintas y funciona como un compilado de melodías y sonidos que rinden culto sin vergüenza ni empacho a sus principales influencias, digamos el rock de los sesentas. 

Desde un comienzo por tanto, cuando unas palmadas adornan los coros de 'Raise your hands' comprendemos por donde irá esto: guitarras + canciones breves, simples y melosas. La ronca y nasal voz de Liam irá complementando de buena forma, fluctuando bien en 'Mars to Liverpool' o en la soberbia 'Just another rainbow', por paliza lo mejor del disco con sus arranques psicodélicos. No por nada es la única que supera los cinco minutos de duración. El resto será ir al blues en 'I'm a wheel', homenajear el 'Foxy lady' de Jimi Hendrix en 'Love you forever' (nuevamente con Liam bien en los coros) o rocanrolear en 'You're not the only one' + 'I'm so bored' (otra que vuela alto con sus aires a Revolver de The beatles), más algún relleno en un disco que no parece sinceramente contar con ninguna expectativa más allá de pasar el rato.

Y para cerrar, una provocación. Allá por los noventas o dosmiles siempre llamó mi atención el que gente se refiriese despectivamente Oasis mencionando eso de que "suenan igual a los Beatles". La verdad es que más allá de algún guiño evidente de Noel a los de Liverpool en determinadas canciones, nunca compartí esa afirmación y este disco de Liam + Squire ha reafirmado mi punto, porque ESTO SI que suena igual a Beatles o sesentas varios. Pero Oasis jamás sonó ni apunto a esto. Noel Gallagher era (y sigue siendo) otra cosa... 

¿Canciones? 'Just another rainbow' y  'I'm so bored'.

6/10
Bueno, cumple...


sábado, 9 de marzo de 2024

Ihsahn: Ihsahn (2024)

 "Viaje salvaje, emocional y que desborda talento..."

Con una carrera que viene mostrando potentes señales de diversidad desde hace al menos quince años pero que intensificó fuertemente la búsqueda en grandes álbumes como Arktis (2016) o Amr (2018), el genio noruego Ihsahn está de regreso. Y como era de esperar, vuelve con una propuesta ambiciosa bajo el brazo, un álbum homónimo donde el vocalista pretende definirse y abordar varias de las aristas que tienden a apasionarle desde lo musical. De ahí el que en este nuevo trabajo lo oigamos recuperando una vibra ligada al metal más extremo, acercándole de cierta forma a lo que fueron sus primeros álbumes en solitario, aunque claro, esto sin jamás dejar de lado su veta más emocional. A Ihsahn la etiqueta "metal" le queda enana, aquello lo sabemos y este nuevo disco vuelve a demostrarlo, con el agregado además de complementar su sonido con toda una obra sinfónica puesta al servicio de su música, lo cual vuelve a este álbum un experimento digno de toda nuestra atención. De hecho, a tanto ha llegado su ambición que el trabajo ha sido lanzado en dos versiones, donde una de ellas incluye únicamente los arreglos orquestales. 

De esta forma, durante casi cincuenta minutos Ihsahn revela ocho canciones (+ tres breves puentes instrumentales) que a diferencia de sus antecesores inmediatos no pareciesen desplegar una paleta de colores TAN diversa si no más bien centrarse en la contundencia de la propuesta, esto entre canciones subirán o bajarán la velocidad pero que contarán con un elemento en común: la particularidad sensibilidad del artista. 

Nos encontraremos así con una partida que privilegiará la aceleración y violencia del sonido, como ocurre en 'The promethean spark', donde el vocalista irá mutando el registro (gutural en las estrofas + coros limpios) así como la intensidad, mientras que en 'Pilgrimade to oblivion' + 'Twice born' el asunto será más salvaje y directo. En esta misma línea, aunque mucho más avanzado el disco, sonarán los casi ocho minutos de 'Hubris and blue devils'. Lo anterior a diferencia del nudo del álbum, el cual entregará momentos marcadamente más emocionales. 'A taste of the ambrosia' es una balada dolorosa interpretada con guturales, a lo cual sumarán los elementos sinfónicos y una estructura que a medio tema comienza a acelerar con fuerza, es decir, un cóctel que se enmarca dentro de lo más interesante en todo el conjunto. Algo similar es lo que desarrolla en 'Blood trails to love' o más adelante en 'The distance between us'

Para el cierre los nueve minutos de 'At the heart of all things broken', un viaje sensible y emotivo donde Ihsahn se propone el tocar diversas puertas, resumiendo de buena forma lo que ha sido este álbum, un colectivo de canciones dispuestas a armar un conjunto representativo del momento del artista, con miradas hacia su pasado pero también evidenciando el aprendizaje y la experiencia adquirida en este par de décadas. 

El genio noruego no decepciona, nos ha entregado un nuevo disco repleto de momentos interesantes, contundentes y que desbordan en talento. Desde ya, uno de los grandes trabajos que habremos oído durante este 2024.

¿Canciones? 'Pilgrimade to oblivion', 'A taste of the ambrosia' y 'At the heart of all things broken'.

9 / 10
Brillante.


Otras reseñas de Ihsahn:

miércoles, 6 de marzo de 2024

Borknagar: Fall (2024)

 "Estirando la fórmula..."

Con treinta años de carrera bajo el brazo debutan acá en mi querido blog los noruegos de Borknagar, una banda que desde siempre tuvo facilidad para entrar y salir del black metal a placer. Para muestra está su discografía, una que disco a disco les ha instalado por sobre cualquier etiqueta, coqueteando en ocasiones con el progresivo así como el folk nórdico (ahí tienes un disco como Origin de 2006). En ese camino, desde Urd (2012) les hemos oído respondiendo a ciertos patrones, paseando su sonido por distintas aristas, entregando momentos desatados y extremos así como otros melódicos o de entregada calma. El equilibrio parecieron exponerlo de buena manera en el sólido True north (2019) y cinco años más tarde les tenemos estirando la fórmula mediante este Fall (de preciosa portada, todo sea dicho), con un problema insalvable eso si: se comienza a observar una mecanización en el sonido de la banda que acaba por alejar, una falta de fluidez o naturalidad, llámenlo como quieran, pero hay un ingrediente clave que le falta a este disco. Y es que si en True north habían momentos en donde la banda parecía forzar canciones para acercar su sonido al progresivo, acá ni te cuento...

Me explico. Como suele ser costumbre en los álbumes de Borknagar, el primer tema declara intenciones y ahí 'Summits' hace lo suyo. Durante ocho minutos se pasea por las distintas estaciones, esto es: momentos acelerados con aroma a un black furioso, coros limpios que se enlazan a atmósferas de calma y tranquilidad. No es un mal tema pero se alarga demasiado, hay mucho cerebro en el. Algo parecido a lo que ocurre más adelante con 'Afar',  enrocando momentos furiosos con coros armónicos donde las voces de ICS Vortex y Lars Nedland dialogan constantemente, el problema es que el loop es monótono por lo que cada vuelta se hace más y más pesada. asunto que en algo como 'Stars ablaze' acaba por hacer crisis, el peor tema del disco por lejos, aburridísimo hasta decir basta.

Para remarcar el punto menciono lo que ocurre en el cierre del álbum con 'Northward', que hasta la mitad de su duración es un verdadero temazo, o sea, la explosión que en lo personal llevaba extrañando durante todo el álbum acá efectivamente llega (desde el 4:20 en adelante), y de manera gloriosa. Sin embargo, ¿cuál era la necesidad de una vez desatada la emoción volver a comenzar la canción tras los seis minutos? No se entiende. Los últimos tres minutos de esta son un total despropósito, un exceso y una redundancia completamente innecesaria.

La otra arista del álbum está cargada hacia temas más lentos, limpios vocalmente y que proponen atmósferas de calma para luego ir desatando una que otra explosión, como 'Nordic anthem', 'Moon' o 'The wild lingers'. Ninguna de estas están decididamente mal y cada cual tendrá su favorita, sin embargo, tampoco enganchan ni cuentan con algún momento particularmente intenso, lo cual es dramático considerando que la apuesta del álbum es ser un disco marcadamente emocional. Los temas solo se dejan oír 

Finalmente, lo único en todo el álbum que parece funcionar es la efectividad de 'Unraveling', cuatro minutos que van al hueso en su metal, pero en su grueso Fall resulta ser el clásico álbum que se deja oír sin mucho problema, que lo colocas y de pronto te das cuenta de que vas en la quinta o sexta, sin embargo, no recuerdas ningún tema ni te has enterado de lo que ha pasado. La crítica en general se ha encargado de ensalzar este disco, pero por acá me ha parecido un bajonazo respecto a su antecesor. 

¿Canciones? 'Unraveling', 'The wild lingers' y 'Northward' (hasta su minuto seis). 

6,5 / 10
Cumple y algo más...

lunes, 4 de marzo de 2024

The Obsessed: Gilded Sorrow (2024)

"Un (necesario) saludo a la bandera..."

Fue tras (agárrate) veinticuatro largos años de silencio fue que Scott "Wino" Weinrich decidió revivir a The obsessed. Pioneros y bastiones en esto del doom metal, la banda lo dejó allá por 1995 para regresar mediante un álbum como Sacred (2017), cuarenta y tres minutos en donde el líder desenfundó todo lo que sabemos puede dar en materia de guitarras y peso. El caso es que para Gilded sorrow pasó algo menos de tiempo, tan solo (?) siete años. En este, percibimos a un Weinrich manteniéndose fiel al sonido que siempre le ha motivado, ese andar de marcha lenta y guitarras siempre pesadas, esto enmarcado además en un álbum más breve, compuesto solo por nueve canciones y poco más de media hora. El disco transmite por tanto esa intención de salir a cumplir, y ciertamente lo hace aunque sin lograr el impacto del antecesor, donde existió el elemento "sorpresa" y se sentía que habían puesto lo mejor de si en el trabajo. 

Desde un comienzo por tanto y mediante 'Daughter of an echo' percibimos por donde va el asunto, guitarras setenteras y un sonido duro. En adelante el álbum oscilará entre momentos que acelerarán un tanto, yendo al stoner en 'It's not OK' o 'Realize a dream', y otros donde irán muy abajo entre atmósferas marcadas por la psicodelia, ocurre en toda la pasada por 'Gilded sorrow' (la canción) + 'Stoned back to the bomb age' + 'Wellspring'. Finalmente, en la recta final se dedicará a cumplir, primero en la veloz 'Jaline' y luego bajando otra vez con 'Yen sleep', para cerrar definitivamente con el instrumental de un minuto 'Lucky free nice machine', que sinceramente mucho no alcanza a decir.

Verdad sea dicha, Glided sorrow suena más a saludo a la bandera que a propuesta. No hay canciones acá particularmente recordables aunque recibimos de todas maneras una buena pincelada del doom característico de una banda que siempre será un placer tenerla entre nosotros. 

¿Canciones? Por destacar una, 'Gilded sorrow'.

6/10
Bueno, cumple...

viernes, 1 de marzo de 2024

Ana Tijoux: Vida (2024)

 "La pérdida como motor..."

Basta realizar el sencillo ejercicio de darle play a un álbum como 1977 y luego ponerse alguna de las canciones de este reciente Vida para verificar cuanto se ha expandido musicalmente Ana Tijoux a lo largo de estos quince años. Ni siquiera entraré en el debate respecto a si lo que hoy hace es mejor o peor, simplemente diré que es diferente. 

En aquel disco de 2009 la chilena se entregaba a la narrativa hip hop que caracterizó su carrera desde sus inicios noventeros junto a Makiza, pero claro, luego llegó un trabajo como La bala (2011) y con el la diversificación del sonido. Aquel paso fue clave de crecimiento musical de Ana, el cual continuó explotando en el confrontacional Vengo (2014). Curiosamente desde aquel han pasado diez largos años, período donde la vocalista se dedicó a publicar canciones aisladas  (algunas de ellas han sido incluidas en este álbum) y hasta un libro escribió. También le rondó la tragedia (la muerte de varias cercanas/os, hermana incluida), asunto que ha acabado por empapar su quinto trabajo. En este nos entrega quince canciones que escapan de sus habituales temáticas contestatarias (que las hay, solo que a cuentagotas) y más bien apuntan al fondo de su ser, tocando tópicos como la pérdida y el como levantarse desde ahí. En lo musical Vida confirma la búsqueda de la artista y las ganas por continuar diversificando su sonido, siempre en colaboración de su viejo amigo Andrés Celis en producción, armando un conjunto que por lo general apunta al baile y un sonido optimista en términos de atmósferas, aunque también irregular en cuanto a resultados.

Comencemos por lo complicado. La carta de presentación para el disco es lo peor de este. 'Millonaria' viene con un buen mensaje, la idea de sentirse protegida por su círculo, el cariño de su familia, "piño" y su gata, sin embargo, musicalmente el tema luce tan impostado y forzadamente comercial (ese coro "Millo-millo-millo-millonaria"... uf!) que resulta difícil rescatarlo. Algo parecido ocurrirá más adelante con 'Niñx', donde la vocalista vuelve a simplificar la fórmula con objetivos comerciales, así como 'Tu sae' seguida de los interludios 'Suave' + 'El caudal' acaban armando un nudo para el álbum que se deja oír pero no parece realmente decir algo interesante.

Esto a diferencia de la dupla 'Óyeme' + 'Cora', donde aparece la Ana Tijoux creativa, radiante y talentosa. En la primera nos recuerda que su esencia contestataria y política no ha desaparecido, invitándonos al baile pero musicalmente sonando rica entre ritmos latinos y una lírica potente ("Levantaron alambrados, nos encadenaron / Crearon cárceles en medio del océano / Barcos absurdos, esclavistas humanos / Y acá seguimos enjaulados...") mientars que en la segunda complementará yendo hacia una arista diferente, más íntima, delicada y personal (muy en la línea de lo que realizan bandas latinas estilo Bomba estéreo).

El resto del disco funcionará como un viaje cohesionado y rico en texturas. En 'Vida' (la canción) apuntará a lo trascendental ("Tu que quitas, que das vida / Dime que significas / Si abres heridas, entre llanto y risa / Yo te abrazo pero no te capto nica...") colaborando con el inglés Omar Lye-Fook, quien aportará toques de reggae y soul a su música. Una fase más emocional del álbum abrirá mediante 'Bailando aquí sola', abordando el desamor y el aprendizaje en soledad ("Me cansé de esta tristeza y llorarte un río / Buscar el amor romántico sin ningún sentido..."), continuará con 'Tania' y la sentida dedicatoria de Ana a su hermana ("Todo lo que no te dije, yo lo guardo y acá vive / Acá la estaca sigue, tu memoria siempre vive / En los recuerdos que quisiste...") y cerrará con 'Busco mi nombre', el segundo momento político del álbum que la artista anticipa con emocionantes palabras previas de Estela de Carlotto, activista argentina por los Derechos Humanos y presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo. 

Finalmente, la lista volverá a subir con 'Dime que' en otro momento que acelera con fuerza y afila la prosa mediante un discurso que va directo al hueso, con la participación además de Pablo Chill-E la cual es fuego puro ("Los cuicos y los flaites se asemejan / Crecen sin amor y familias complejas / Somos dos distintos pero iguales / Nos diferencian en los tribunales...") para finalmente cerrar con 'Fin del mundo', otra amena reflexión respecto al orden social aunque con una carga hacia la esperanza. 

El quinto álbum de Ana Tijoux desprende esa sensación de haber sido compuesto con altas expectativas y si bien hay irregularidad a lo largo del trabajo, en general este suena diverso, rico en texturas y arreglos. No se encuentra a la altura de La bala (su mejor disco para quien escribe) pero si la trae de regreso en gran nivel. 

¿Canciones? 'Óyeme', 'Cora', 'Tania', 'Busco mi nombre' y 'Dime que'.

7 / 10
Muy bueno.


Otras reseñas de Ana Tijoux:
1999: Aerolineas Makiza (Makiza)