jueves, 26 de septiembre de 2019

As I Lay Dying : Shaped By Fire (2019)

"Por sobre las expectativas..."

Contextualicemos (para quien no lo sepa): en 2013 Tim Lambesis, vocalista de As I lay dying, fue sorprendido con las manos en la masa contratando a un sicario con el fin de asesinar a su ex mujer. Por esta razón fue condenado a siete años de prisión, de los cuales cumplió solamente tres a causa de su buena conducta y participación organizaciones de rehabilitación. Sin ir más lejos, en YouTube se puede encontrar un corto de quince minutos donde Tim habla respecto a su arrepentimiento, proceso de recuperación y también se muestra a la banda esgrimiendo las razones por las cuales (pensando bien) decidieron darle otra oportunidad. El caso no ha estado exento de polémica. Han existido quienes han insistido en generar un veto (¿de por vida?) en contra de Lambesis mientras que otros han optado por centrarse unicamente en lo musical, entendiendo que el hombre ya se las vio con la ley, pagó con cárcel y que hasta ahí nos corresponde llegar. 

Enfoquémonos por tanto en la música, cabe mencionar que Shaped by fire se presenta como un álbum dispuesto a volar cabezas, un disco directo que cuenta con una exquisita producción (aspecto a destacar claramente) que permite reconocer cada instrumento y una muestra de un metal core de manual pero efectivo en cada una de sus ejecuciones. Se suceden de esta forma una seguidilla de temas marcados por la estrofa agresiva (donde Tim realiza gran labor) y el clásico coro limpio/melódico. Y de ahí durante largos pasajes no salen. En ese sentido, la primera parte del álbum es algo repetitiva, ahí canciones como 'Blinded', 'Undertow' o 'Torn between' redundan absolutamente sobre un mismo tipo de tema y hacen presumir el estar frente a un álbum del montón, sin embargo, cabe destacar la capacidad de la banda para en el nudo del disco entregar canciones mucho más agresivas y que aportan frescura al conjunto. En lo personal me han gustado 'Shaped by fire' (la canción), la agilidad de 'My own grave', 'Gatekeeper' (la más violenta del álbum y la única que escapa del formato típico del estilo) y 'The wreckage', que encanta con ese galope de batería que propone y es una verdadera brutalidad de canción. De ahí en adelante, el disco retomará el manual aunque destacarán constantemente las interpretaciones de Lambesis, que transmite su mal rollo de manera impecable.

No alcanzan las cotas de An ocean between us (2007), su mejor disco a la fecha, pero si han logrado entregar un disco ameno, ejecutado de manera impecable por cada uno de sus integrantes y que deja en un buen pie a la banda para futuro. 

7 / 10
¡Muy bueno!

martes, 24 de septiembre de 2019

20 Años De... Red Hot Chili Peppers: Californication (1999)

“Salir de la fosa y vivir para contarlo...”

En junio recién pasado se cumplieron dos décadas del renacer de Red hot chili peppers, del disco que los trajo de vuelta, les entregó un segundo aire y reposicionó en la escena, y bueno, no quisiese dejarlo pasar considerando el que hablamos de un verdadero neo clásico del rock contemporáneo.

Contextualicemos: a mediados de década la banda vivía su primera gran crisis, con John Frusciante sumergido en adicciones y abandonando el buque, dando paso a un corto paso de Dave Navarro como guitarrista de la agrupación, quien participaría en el (injustamente) vapuleado One hot minute (1995). Pero tras el rompimiento vino la luz, y vaya de que forma. Y es que al verificar que la nueva formación (y sonido) no acababa de cuajar, Anthony,  Flea y Chad deciden acudir en ayuda de John, rescatarlo, traerlo de regreso y hacerlo participe de un disco marcado por la emoción. De hecho, ahí reside el principal mérito de Californication, más allá de lo musical (donde virtudes sobran y ya me referiré a aquello) está el haber sido un álbum  que nace a partir de la amistad, el amor por la música y el junto a ella saber sobreponerse al rompimiento. 

Pero hablemos de las canciones. Ahí, Frusciante justifica plenamente su regreso a la banda mostrando credenciales y siendo absoluto protagonista del álbum, aquí el guitarrista se desborda en más de una ocasión con su particular forma de tocar (para bien y para mal, ya que claramente "puliría" sus técnicas en discos posteriores), aunque también la producción de Rick Rubin entrega a la voz de Anthony Kiedis un rol relevante todo el tiempo, imponiéndose por sobre la instrumentación y marcando la fuerza de cada tema. Todo esto se aprecia desde la partida a cargo de ‘Around the world’, con un Flea soberbio emulando los acordes de ‘Breadfan’ (original de Bugdie en 1973, aunque versionada también de manera magistral por Metallica durante sus inicios) para luego dar paso a una estructura que se mueve con naturalidad desde el funk a coros tremendamente melódicos. Posteriormente oiremos una seguidilla de canciones con un potencial enorme, y es que la primera parte de Californication por si sola impacta a causa de su riqueza individual. Ahí destacará la eterna ‘Scar tissue’, con su maravilloso tono reflexivo, la dolorosa ‘Otherside’ (“¿Por cuanto tiempo resbalaré...? Cortar mi garganta creo es todo lo que me queda”) o la ácida ‘Californication’ ("Paga muy bien a tu cirujano para romper el hechizo del envejecimiento, la piel de celebridad es esto..."), sin embargo, todo gran álbum debe contar con una segunda línea tan potente como la primera y ahí el funk de ‘Get on top’, rock y fuerza de ‘Parallel universe’ y armonías de ‘Easily’ complementan una Cara A del disco absolutamente incontestable. 


Tras ‘Easily’ la sensación de haber tocado techo es palpable, de ahí que las revoluciones bajen bruscamente a cero, como quien quisiese llamarte a terreno, con la pacífica ‘Porcelain’ para luego retomar un tono más oscuro en la potente ‘Emit remmus’. En la recta final el disco nuevamente jugará con el los fraseos funk en ‘I like dirt’, apostará por la dinámica hiperquinética en ‘Right on time’ y una línea más íntima en ‘Savior’, anticipándonos un sonido que en 2006 desarrollarían más en extenso en el soberbio Stadium arcadium, para cerrar muy en grande con la preciosa acústica de ‘Road trippin’. Durante toda esta pasada solo se puede criticar el haber llevado el álbum innecesariamente a quince temas pudiendo terminarlo antes y ahorrarse ese guiño a los inicios de la banda que es ‘Purple stain’ y la plana ‘This velvet globe’, que como cara b del disco creo habría estado bien. 

Nada empaña por supuesto los enormes méritos de Californication, el disco definitivo de Red hot chili peppers, aquel que acabó por definir su sonido y trajo de regreso a una banda que aún tenía algo importante que decir en la escena. Neo clásico absoluto. 

8 / 10
¡Excelente! 


Otras reseñas de Red hot chili peppers:

sábado, 21 de septiembre de 2019

Liam Gallagher : Why Me? Why Not. (2019)

“Un dulce gatito...”

En Chile decimos “ya pasó la vieja” cuando queremos referirnos a una situación que tuvo su momento y simplemente ya no fue. Y eso es lo que ha ocurrido con Liam Gallagher y su carrera post Oasis. Ya sea junto a su efímero proyecto Beady eye o en solitario el inglés no ha hecho durante esta década sino confirmarnos que lo suyo va y siempre irá por donde mismo: rock & roll simplón y melódico, a veces en plan balada, a veces metiendo más guitarras pero siempre apegado a un manual del que no pretende (o no puede) escapar. La explosión por tanto ya no fue, Liam (sin Noel) es y será esto: un conjunto de cancioncitas. 

De ahí que disco a disco el asunto se remita únicamente a disfrutar con su presencia, que siempre es un gusto tenerlo en un pie más que aceptable, y verificar cuantas canciones de su nuevo álbum logran dar con la tecla adecuada. Y acá hay canciones que valen, como esa partida a cargo de ‘Shockwave’ (donde apreciamos como aún puede subir tonalidades y defenderlas adecuadamente), en el enorme medio tiempo (violines incluidos) que es ‘One of us’ (con una emocionante dedicatoria a su hermano Noel en la que debe ser la mejor canción en la carrera de Liam) , la rabiosa ‘The river’, la dinámica ‘Halo’, con ese piano de cantina que acompaña constantemente y plagio a la melodía de ‘Let’s spend the night together’ de los Stones incluido o la psicodelia ‘Meadow’ y ese exquisito cierre beatlesco que nos regala. ¿Y el resto? Va por donde siempre: el estrofa/puente/coro clásico que se repite hasta la saciedad y la constatación de que más allá de tres o cuatro canciones que seguramente aparecerán en sus conciertos, Why me? Why not. mucho más no nos dejará, asunto que ciertamente al mismo Liam lo tiene sin cuidado. 

A destacar la producción del álbum, que logran hacer lucir bien a un cantautor que lejos de la imagen que constantemente gusta proyectar (la del tipo serio, tosco y duro) en su música no hace sino reflejar lo que en realidad es: un dulce y meloso gatito, como todos, no?

6 / 10 
Bueno, cumple. 


Otras reseñas de Liam Gallagher:

viernes, 20 de septiembre de 2019

Pixies: Beneath The Eyrie (2019)

“En paz con su momento...”

En declaraciones Black Francis no se cansa de repetir el que “no esperan nada” tras este lanzamiento y que solamente se han metido al estudio a disfrutar, incluso sin demasiadas ideas trabajadas previamente. Está claro que con dichas palabras también le habla a sus fans: “no esperen demasiado” - es el mensaje. Que ya no son los mismos de treinta años atrás y el lanzamiento de Indie Cindy (2014) + Head carrier (2016) dejó muy claro el que tampoco jugarán a aquello. No han optado por el camino del auto plagio ni el constante homenaje nostálgico a sus inicios, sino más bien han decidido regresar de manera honesta con lo que hoy son y eso se manifiesta en los casi cuarenta minutos que Beneath the Eyrie, un disco que nuevamente mete mano a ese rock melódico e inofensivo que vienen desarrollando desde el regreso y que al menos en el canción a canción cabe reconocer mejora la oferta respecto a su antecesor. Olvídense por tanto de cambios estructurales bruscos, guitarras punzantes, interpretaciones rabiosas y todo eso, sáquense de la cabeza a los Pixies de sus primeros cuatro históricos álbumes, que esto va por otro lado. Lo cual tampoco está tan mal.

Aciertan por ejemplo en la dinámica partida a cargo de ‘In the arms of Mrs.Mark of Cain’, con un buen trabajo de batería + guitarras, seguida de la rockera ‘On graveyard hill’. De ahí en adelante se sucederán una seguidilla de medios tiempos tan pacíficos como regulares, destacando el tierno (?) relato que es ‘Catfish Kate’ que se complementará con las planas ‘This is my fate’ + ‘Ready for love’. Volveremos a despertar, sin embargo, con los remezones que propone ‘Silver bullet’ seguida de ‘Long rider’, donde aciertan con una estructura contagiosa y movediza (viene bien ese breve “Take it away now” más toda esa sección media que repite un “I believe, I believe...”), así como también se agradece el regreso al spanglish que relata ‘Los surfers muertos’, que recuerda la muerte de una surfista llamada Dana. Por cierto, estas dos últimas están compuestas por Paz Lenchantin, actual bajista de la banda y surfista en sus tiempos libres, de ahí las historias relacionadas con el tema. 

En la recta final, las guitarras duras volverán a aparecer con ‘St.Nazaire’ para luego volver al medio tiempo acústico en ‘Bird of prey’ y definitivamente sacar el pie del acelerador en el cierre compuesto por ‘Daniel Boone’ + ‘Death horizon’, cerrando así un álbum ameno y contenido, de buenos momentos, que da buena cuenta de una banda que claramente ya no aspira a reinventar ninguna rueda  (ni siquiera lo intentan) sino unicamente girar en paz y disfrutar el momento relatando historias inofensivas. 

6,5 / 10
Cumple y un poco más... 


Otras reseñas de Pixies:

lunes, 16 de septiembre de 2019

Korn : The Nothing (2019)

“Sin sorpresas...”

Y ya está. El álbum número trece en la carrera de Korn vive entre nosotros y nuestro morbo ha sido saciado. Que conocido es el lamentable momento que Jonathan Davis se encuentra viviendo tras la muerte en 2018 por sobredosis de quien fue su esposa por una década además del fallecimiento de su madre, situación que era de esperar influenciaría de alguna manera el sonido de este nuevo disco de la banda, sobre todo considerando el que la carrera completa de Korn ha servido de terapia para los tormentos que Davis arrastra incluso desde su infancia. En ese sentido, The nothing es un álbum que responde a lo esperado en todo sentido, un disco centrado en las siempre desgarradoras interpretaciones del vocalista, con temáticas que continúan abordando el dolor desde múltiples perspectivas pero que de igual forma en lo musical continúa caminando en la senda trazada tres años atrás en The serenity of suffering (2016), es decir, metiendo mano al sonido moderno de Korn que apuesta a la segura en materia de estructuras y arreglos (no hay sorpresas en este sentido) e incorpora de vez en cuando uno que otro guiño al pasado de la banda.

Sin ir más lejos, la partida a cargo de los noventa segundos de ‘The end begins’ miran hacia atrás recordando esos puentes que contenía Issues (1999) con esa gaita que poco a poco introduce el lamento desgarrado de un Davis que acaba sollozando frente al micrófono. Desde ahí, se suceden temas en general efectivos, algunos como ‘Cold’ o ‘Idiosyncrasy’ insinúan un grado de agresividad importante aunque desembocan en coros totalmente melódicos así como en el cierre ‘H@rd3r’ o ‘This loss’ sorprenderán con notables quiebres a medio tema que encontrarán a un rabioso Jonathan Davis (aunque de todas formas acabarán cerrando entre coros), mientras que ‘You’ll never find me’ o toda esa pasada por el nudo del álbum que componen ‘Finally free’ + ‘Can you hear me’ + ‘The ringmaster’ apelarán a fórmulas bastante tradicionales dentro del sonido Korn

No hay demasiadas sorpresas por tanto en The nothing, un disco que si bien contiene indicios de potencia y agresividad, constantemente se encausa hacia un sonido ameno y melódico. Tal parece que tras las (fallidas) exploraciones de años atrás la banda ha decidido, al menos por ahora, centrar su sonido en el marco de aquello que mejor manejan. 



6 / 10
Correcto, cumple. 



Otras reseñas de Korn:
2016: The serenity of suffering 
2013: The paradigm shift
2010: Korn III, remembre who you are
1999: Issues 

martes, 10 de septiembre de 2019

Lana del Rey : Norman Fucking Rockwell ! (2019)

“Única en su especie...”

Se acerca el fin de la primera década de carrera para Lana del Rey y junto con ello la necesidad de confirmar un nivel más allá del impacto inicial generado por su primer álbum comercialmente exitoso (Born to die, 2012). En ese camino la norteamericana ha logrado hacerse un nombre aunque de manera irregular, y si bien con Ultraviolence (2014) el asunto dio enormes muestras de crecimiento, los siguientes Honeymoon (2015) y Lust for life (2017) no fueron capaces de sostenerse en un escalón similar sucumbiendo seguramente ante la urgencia de tener que cumplir con la discográfica. En ese sentido su sexto álbum trae de regreso a la compositora capaz de llevar su sonido un tanto más allá, y si, que en Normal fucking Rockwell! (vaya título eh?) Lana del Rey no solo encuentra a varias de las mejores canciones que nos ha entregado a día de hoy sino que además ha sido capaz de explorar y avanzar muchísimo en lo musical, escapando del estancamiento mostrado en sus antecesores. 

Por supuesto que la cadencia en el sonido continúa siendo sello inconfundible de Lana, asunto que vuelve a tomar cuerpo en cuanto damos play al álbum, ahí ‘Normal fucking Rockwell’ (la canción) abre de manera brillante en un relato casi desnudo que sobre un piano nos muestra a una vocalista tan fastidiada como fascinada con la inmadurez masculina (“Maldición, niño-hombre / Me follaste tan bien que casi suelto un “Te amo” / Eres divertido y salvaje / Pero no conoces ni la mitad de la mierda a la que me haz empujado...”). Posteriormente ‘Mariners apartment complex’ encontrará una exquisita melodía en acústico mientras que ‘Venice bitch’ se presentará con sus sorprendentes nueve minutos de duración como la gran osadía del álbum, avanzando delicadamente entre oleadas de sintetizadores. ‘Fuck it I love you’ será otra que se irá armando lentamente hasta acabar con elegancia entre sutiles baterías electrónicas mientras que ‘Doin’ time’ será una que aportará con sus ritmos sabor al álbum. Llegamos a la hermosa ‘Love song’, que retoma el piano/voz como argumento y no podemos sino rendirnos frente a lo que estamos escuchando. ¿El mejor álbum de Lana del Rey a día de hoy? Probablemente. Al menos el más contundente en materia de letras y arreglos.  

Lamentablemente el disco patinará un tanto durante su segunda mitad, alternando pequeñas joyas como ‘Cinnamon girl’, un lugar común de la artista que no deja de ser un temazo a causa de su producción, o la enorme ‘California’, que crece como la espuma en cuanto a intensidad, con temas algo predecibles como ‘How to disappear’ o ‘The next best american record’, que sin estar del todo mal no se encuentran al nivel que el disco venía sosteniendo. De hecho, en la recta final suena la absolutamente hermosa ‘The greatest’ y sentimos que el álbum aquí debió terminar, con esas notas que lentamente desaparecen, sin embargo, se nos entregan tres temas más, quince minutos de piano + balada que creo redundan demasiado restando al global. 

La sensación que nos deja Norman fucking Rockwell ! por tanto es la de entregar varias de las mejores canciones que Lana del Rey ha compuesto en su carrera además de entregar un conjunto que fuera de confirmarla como una artista única en su especie también la muestra madura y dueña de su momento, creativa y clara en cuanto a intenciones. ¿Qué al disco le sobran tres o cuatro canciones? No cabe duda, siendo este su único “pero” y el pequeño gran detalle que la privará de habernos entregado el mejor disco del año. 

8,2 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de Lana del Rey:

jueves, 5 de septiembre de 2019

Entombed A.D. : Bowels Of Earth (2019)

“Cumplen en la comodidad...” 

Fieles a su death metal melódico, el sueco Lars Goran Petrov y sus Entombed A.D llegan a nosotros con su tercer álbum, aunque claro, no es que estemos hablando de unos novatos en esto de la música extrema precisamente, experiencia para la banda hay de sobra en esto del metal y aquello es lo que se evidencia de sobre manera en Bowels to earth, un álbum furioso, redondo y dispuesto a no dejar títere con cabeza a causa de su afilado sonido. En este sentido, la dirección del disco es similar a la adoptada en su antecesor (Dead dawn, 2016) siendo este su principal virtud y defecto (?) a la vez. Dicho en simple: la banda cumple totalmente en su propuesta... pero se le oye en exceso cómoda.

Tampoco, sin embargo, deberíamos esperar algo diferente. No debemos olvidar que la agrupación existe como una especie de auto tributo donde Petrov y compañía rinden culto a su banda madre (Entombed) por lo que es lógico que de ahí no se muevan demasiado. Bowels to earth gustará entonces entre quienes están en busca de un metal melódico, bien compuesto, directo y de estructuras reconocibles. Ahí la furia de canciones como ‘Torment remains’ , ‘Elimination’ o ‘Hell is my home’ impactan de entrada y disparan directo al mentón. Esto a diferencia de ‘Bowels to earth’ (la canción) que pareciese querer ir un poco más allá musicalmente en su cabalgata (es casi el tema más extenso del álbum además), aunque rápidamente el disco retomará la velocidad mediante la oscurísima ‘Bourbon nightmare’ seguida de ‘Fit for a king’. En la recta final, y como era de esperar, el disco comienza a redundar y pierde puntos, ahí quizás ‘I’ll never get out of this world alive’ (un country original de Hank Williams) por lo curioso del refrito y el cierre a cargo de una tétrica ‘To eternal night’ aparecen como lo más simpático e interesante de oír pero el disco a estas alturas claramente ya ha dicho todo lo que tenía que decir.

Según Petrov, tras cinco años de ruedo la agrupación ha logrado encontrar su zona de confort, el lugar donde musicalmente se sienten conformes y desde donde me imagino continuarán construyendo su historia por varios años más. Y bueno, bienvenidos sean si el nivel continuará siendo este...

6,5 / 10
Cumple y algo más...

martes, 3 de septiembre de 2019

Tool : Fear Inoculum (2019)

"Contundencia y excesos que no alcanzan a emocionar ..."

Cuando se pierde el hambre lo mejor es saber marginarse. Y es válido eh? Que a los cincuenta ya no eres el chico rebelde que fuiste treinta años atrás, más aún cuando te has convertido en un millonario que ni siquiera necesita volver a hacer música para sobre vivir. Y aquello es lo que, palabras más, palabras menos, ocurrió durante estos casi quince años con Maynard James Keenan, quien incluso en un momento llegó a tratar de “ridículos y retrasados” a su base de fans, cansado seguramente de las preguntas y presiones en torno al regreso de Tool. Pero insisto, mirado desde cierta perspectiva, el alejamiento Maynard/Tool me ha parecido sensato, además de honesto, y pese a que muchas veces durante esta década se escuchó el “este año si que si habrá disco”, varios comenzaron a resignarse ante la idea de que las cosas estaban mejor así, como quedaron, que para arruinar un legado en ocasiones es mejor dejar el mito tal y cómo está (¿alo, Smashing pumpkins?). Sin embargo, con la misma honestidad con que la banda se marginó durante este tiempo, y cuando pocos realmente se lo esperaban, llegó a nosotros la noticia de que en este 2019 tendríamos efectivamente nuevo álbum de Tool, el quinto en casi treinta años de carrera.

El desafío no era menor. El riesgo de arruinarlo todo estaba en el aire pero también la idea de que si volvían era por buenas razones, que perfectamente podían seguir girando por el mundo varios años más con cuatro álbumes bajo el brazo. Nada ni nadie los obligaba a regresar pero acá estaban, y acá tenemos a Fear inoculum, el premio a la fe de los seguidores, a esos retrasados que pacientemente soñaron/esperaron el regreso y hoy inundan la web con elogios + alabanzas.

¿Y da para tanto? Veamos. Fear inoculum llega a nosotros en dos versiones, una física que consta de siete piezas y otra digital que suma tres interludios alargando la duración del trabajo a casi 90 minutos. ¿Querían Tool? Pues ahí tienen. Sin embargo, sea cual sea la edición del álbum que escuchemos cabe mencionar el que este no entrega precisamente lo que los fans estaban esperando y ahí me parece radica el principal mérito del disco: en su honestidad. Por sobre cualquier otro adjetivo, Fear inoculum es un trabajo franco donde la banda ha volcado su momento actual sin tapujos ni temores, con canciones que danzan sobre texturas muy bajas, que jamás explotan (incluso aunque el tema lo pida a gritos), con una batería + bajo que en cada pieza luce y un Maynard absolutamente contenido (voluntaria o forzadamente, no lo sabemos) que esta vez ha cedido el protagonismo a sus compañeros. Un ejemplo de lo mencionado es ‘Fear inoculum’ (la canción y adelanto que llegó a nosotros semanas atrás), un claro indicador de por donde irán los tiros durante el resto del álbum. Una melodía de bajo que sostiene repetitivamente el tema durante seis minutos y cuando creemos que vendrá un cambio de intensidad nos encontramos con un quiebre que con mucha calma lleva el tema hacia otro lugar. ¿Funciona? Pues si. Aunque nos quedamos con el grito en la garganta, con esa sensación de que “algo faltó”. 

‘Pneuma’ es otra que llevará esta misma fórmula al límite, con doce minutos que redundan una y otra vez, un verdadero loop que mientras avanza va incorporando instrumentos, incluso leves explosiones que volverán a desembocar en la misma linea de bajo una y otra vez para tras seis minutos parar, colarnos una especie de improvisación (que algunos llamarán “genialidad” no cabe duda) y cerrar con tres minutos más dinámicos. Posteriormente (no vale la pena detenerse en los interludios ya que aportan cero al conjunto) sonará 'Invincible', mucho más cargada a las guitarras aunque igual de repetitiva, con extensas secciones de batería y la sensación constante de estar frente a temas trabajados con cuidado en lo instrumental pero que no conectan desde la emoción. 


Llegamos al nudo del disco. Nos saltamos tres minutos de ruido titulados 'Legion inoculant' para llegar al primer momento de real intensidad que el álbum posee: 'Descending'. Aquí Maynard en su sección central por primera vez eleva el registro y comunica en otra frecuencia, aunque claro, pasando los ocho minutos nuevamente deciden frenar todo y entregarnos un largo pasaje (cuatro minutos) de un riff que se repite hasta la saciedad sin ningún sentido aparente. De todas maneras el tema acabará muy arriba y se consagra como el primer momentazo del álbum. Todo lo contrario a los diez sosos minutos de 'Calling voices' seguidos del instrumental 'Chocolate chip trip', otro pasaje que no se entiende que aporta al álbum más allá del jam session de percusiones que entrega. En este ir y venir, la recta final estará protagonizada por '7empest', que es lo más rock y cercano al sonido que probablemente muchos esperaban oír en este regreso de Tool. ¿Se exceden con sus quince minutos de duración? Claramente, pero que más da a estas alturas. 

En definitiva, Tool ha vuelto con un álbum complejo y contundente, honesto y valiente. Claramente han justificado su regreso mediante un disco en el que han intentado escapar de sus lugares comunes, sorprendiendo hasta incluso a sus propios fanáticos. ¿Vuelve esto por si solo a Fear inoculum un gran trabajo? Claro que no. Sobran todos los interludios, hay temas que pedían una intensidad que nunca llega y aquellos que si apuestan por una mayor potencia se exceden y diluyen entre minutos instrumentales que rayan en el abuso, existiendo incluso momentos que aburren y no justifican en absoluto su duración. A veces menos es más. 

6,9 / 10
Buen disco.



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