jueves, 29 de julio de 2021

John Grant: Boy From Michigan (2021)

"Complejo, personal y (siempre) singular..."

Debe haber sido duro para John Grant, siendo hombre homosexual, el haberse criado y educado inmerso en una familia conservadora religiosa en los Estados Unidos. Dicho por él mismo: "Viví siempre enojado porque nunca sentí que el sueño americano fuese algo en lo que se me permitiese participar". De ahí el haber escapado y encerrarse en Islandia desde hace unos años, lugar donde ha podido encontrarse y desarrollar su música. Desde ahí ha logrado armar una carrera que llega ya a su quinta publicación en solitario (hasta 2004 trabajó en The Czars) y donde ha podido desatar sin temores sus ideas y ansias exploratorias. Ha ido de a poco soltando eso si, Queen of Denmark (2010) podría considerarse su álbum más "tradicional" y desde ahí lentamente fue sumergiéndose entre teclados y sintetizadores, primero tanteando en Pale green ghost (2013) y luego en el juguetón Grey tickles, black pressure (2015), que en lo personal me parece su mejor álbum a la fecha. Tras este publicó un trabajo más espeso y exploratorio como Love is magic (2018), álbum que encuentra confirmación en Boy from Michigan, donde ha llevado la experimentación y las atmósferas más lejos aún, quizás demasiado. 

Por supuesto (como siempre) que el álbum hablará de John Grant, su historia, su infancia y su mirada respecto a los Estados Unidos, sin embargo, esta vez el viaje privilegiará los relatos por sobre los arreglos. La sola partida del disco ya muestra las cartas: dos minutos lúgubres que desembocan en una narración tranquila de Grant que se centra fuertemente en la atmósfera (muy Bowie a ratos), marcando desde ya un claro precedente. Y es que desde acá se sucederán una serie de medios tiempos difíciles de seguir, todos extensos (seis, siete minutos varios de ellos), con largas introducciones instrumentales ('The rusty bull') donde el foco está puesto en la lírica, pero (intencionalmente, seguro) descuidando el gancho. Esto se percibe con claridad en la pasada por 'The cruise room' + 'Mike and Julie', donde el relato es todo y el fondo, un piano en la primera y sintetizador en la segunda, solamente acompaña. Destacará eso si la belleza de 'County fair', tan delicada como bien lograda.

El disco por tanto resulta difícil de seguir y claramente no parece apto para auditores casuales, aunque de todas maneras regalará en su segunda mitad momentos que aportan mayor diversidad al conjunto, jugueteando con las maquinitas en 'Best in me', aportando dinámica en 'Rethorical figure' o lanzándose a las melodías en la notable 'Just so you know', ocho minutos que nos recuerdan que tan brillante y singular puede llegar a ser este hombre. Eso sin mencionar el cierre sencillamente espectacular y lleno de intensidad que entregan los nueve gloriosos minutos de 'The only baby'. ¿Repetirá unas 40 veces ese "Well, that's the only baby that bitch could have'? Yo podría estar todo el día escuchando esos cinco minutos y creo jamás me aburriría. 

John Grant ha querido regalar su obra más compleja a la fecha, no cabe duda. El disco se extiende por sobre los setenta minutos y no teme arriesgar incluso por sobre lo necesario. ¿Qué se le ha ido la mano a ratos? Claramente ¿Eran realmente necesarios los cinco minutos robóticos de 'Your portfolio'? No. ¿Con uno poco de edición estábamos ante uno de los discos del año? Sin dudas. Sin embargo, estamos frente a un artista de aquellos que compone para si mismo y Boy from Michigan llega para acabar de confirmar esta idea. Un viaje de aquellos...

¿Canciones? 'County fair', 'Just so you know' y 'The only baby'.

7,5 / 10
¡Muy bueno!


lunes, 26 de julio de 2021

At The Gates: The Nightmare Of Being (2021)

"Un paso fuera de la caja..."

En 2014 fue que los suecos de At the gates decidieron regresar, tras (casi) veinte años de silencio, mediante un álbum como At war with reality, el cual claramente apostó a la segura emulando de manera evidente el sonido del ya clásico Slaughter at the soul (1995), disco clave en el desarrollo del death metal melódico. Tres años más tarde llegó To drink from the night itself (2018), que si bien aportó algunos matices respecto a su antecesor, estos no fueron demasiados por lo que quedó en el aire a duda en torno a si At the gates serían capaces a estas alturas de salir de su zona de confort o desde ahora el asunto se limitaría a repetir la fórmula una y otra vez. Enfrentados por tanto al dilema de contentar a los fans (¡que de algo hay que vivir!) o tomar la tangente, los suecos han intentado matizar el asunto entregando un The nightmare of being que efectivamente suena más novedoso y exploratorio que cualquiera de sus antecesores pero también intenta conservar el legado. 

De ahí que el álbum abra con una dupla como 'Spectre of extintion' + 'The paradox', dos canciones directas y efectivas que van tras el machaque técnico/melódico marca de la casa a estas alturas, con un Tomas Lindberg que suena agotado y al límite vocalmente (hay que decirlo) pero que por lo mismo se deja la vida en cada nota. Luego, sin embargo, el disco se entregará hacia sonoridades más espesas, primero en 'The nightmare of being', luego con la atmosférica 'Garden of Cyrus' (con saxo incluido y ese sonido progresivo que nos recuerda a momentos al Opeth de esta última década, y por ende a King Crimson) y más adelante en 'The fall into time', esta vez disfrazados de Septicflesh en la partida para luego ordenar el tema y volver a desordenarlo en un jam creciente (4:10) que desembocará en los coros finales, en la jugada claramente más arriesgada del álbum y que contiene buenas dosis de lo que muchos (no fans evidentemente) esperábamos de At the gates: riesgo. 

Las cartas por tanto se muestran ahí, en la primera parte del álbum, y el resto será insistir sobre el mismo ir y venir: canciones efectivas donde sacan músculo ('Touched by the white hands of death', 'The abstract enthroned') y otras donde se ponen a explorar ('Cult of salvation', 'Cosmic pessimism'). El movimiento pendular constante a ratos descoloca y también deja la sensación de no ser un disco definitivo para At the gates sino más bien un paso fuera de la caja para ver como se siente el exterior, pero como sea, la experiencia convence de sobra.

¿Canciones? 'Spectre of extintion', 'The paradox', 'Garden of Cyrus' y 'The fall into time'.

7,5/10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de At the gates:
2014: At war with reality

viernes, 23 de julio de 2021

Ana Torroja: Mil Razones (2021)

"Sobre cargado..."

Unas semanas atrás recordé acá en el sitio el gran último álbum de Mecano, el fantástico Aidalai (1991), tras el cual la española Ana Torroja debió intentar construir una carrera en solitario, lejos del apoyo de los hermanos Cano. En ese camino fue que consiguió publicar un sutil, delicado e injustamente olvidado Puntos cardinales (1997), el cual encontró complemento unos años más tarde en dos buenos álbumes de pop como Pasajes de un sueño (1999) y Frágil (2003), entre los cuales Ana realizó una exitosa gira junto a Miguel Bosé (Girados), la cual definitivamente acabó por traerla de vuelta al ruedo. 

Fueron años activos y prometedores por parte de la española, sin embargo, tras Frágil algo se quebró. Conflictos legales sumados a, digámoslo, una gradual pérdida de su única y característica voz (que los años pasan para todos y no hay caso), acabaron mermando el asunto por lo que en 2007 se vio forzada a publicar un intrascendente álbum de versiones de Mecano, en 2010 regresó con un acercamiento a la electrónica en Sonrisa y desde entonces nada concreto, nada hasta este Mil razones, su primer álbum inédito en una década. 

¿Y con qué nos encontramos? Con un álbum que intenta ir muy en la línea de aquello que viene inundando las listas de pop durante los últimos años, digamos: un sonido marcado por la electrónica, los filtros y sintetizadores. El problema es que el resultado luce, por sobre todo, artificial y contrasta bastante con lo personal de las letras, que abordan temáticas como la liberación y el reencuentro. Canciones como 'Llama' o 'Cuando tu me bailas' lucen sobre cargadas (al punto de parecer re mezclas en lugar de canciones propiamente tal), con el beat en un primer plano y arreglos que parecen esconder la voz de Ana, algo similar a lo que ocurre en 'Mil razones', donde la artista se disfraza de Rosalía e intenta conectar con los sonidos urbanos ("Ponle tu que yo ya no lo pongo..."). El problema es que nada de esto acaba por resultar atractivo y a la vocalista por lo general suena fuera de lugar. 

Por todo lo anterior, cuando tras diez minutos de álbum suena una balada de desamor como 'Antes', la agradecemos. En ella logra aparecer la melodía y por primera vez en el disco sentimos conexión con lo que la vocalista intenta transmitir ("Me olvido de lo que hay alrededor / Y trato de sentir ese calor que ya no tiene nadie..."), aunque lamentablemente son contados los momentos del álbum donde esto ocurre y en general se privilegia la producción por sobre las canciones. 

En definitiva, Mil razones parece ser un álbum que pretende forzar un sonido moderno y actual, línea en la cual logra encontrar uno que otro momento pero muy poco como para hacer que el viaje convenza.

¿Canciones? 'Antes', 'Ya me cansé de mentir'.

5/10
Nada muy especial...


Otras reseñas de Ana Torroja:

martes, 20 de julio de 2021

Blaze Bayley : War Within Me (2021)

 "Coraje, sobre vivencia y carácter..."

En octubre pasado se cumplieron veinticinco años del polémico The x-factor (1995), el conocido debut de Blaze Bayley haciendo las voces en Iron Maiden, una aventura que bien sabemos duró poco pero tras la cual el vocalista comenzó a desarrollar una carrera en solitario que ha acabado por convertirse un verdadero ejercicio de coraje, sobre vivencia y carácter. 

A lo largo de estos últimos veinte años son diez los trabajos que el vocalista ha publicado, en una búsqueda constante por mantenerse vivo de la mano del heavy metal, no olvidemos que el tener que sobrevivir a haber sido el (despreciado) reemplazante de Bruce Dickinson en Iron Maiden es un detalle al lado de todo lo que le ha tocado vivir al bueno de Blaze durante todos estos años, crisis económicas, depresiones incluidas e incluso la dramática muerte de su esposa en 2008. Y de todo aquello se trata War within me, uno de los álbumes más directos en su carrera en materia de arreglos pero también uno de los que más de cerca ha abordado el tópico de la auto superación como temática. 

De esta forma, en estas diez canciones y poco más de cuarenta minutos de música, Blaze Bayley regala un desplante ejemplar, un conjunto de puñetazos que apuntan directo al mentón y no se andan con medias tintas. El álbum abre con 'War within me' (la canción) + '303' y de inmediato notamos por donde irán los tiros: mucha dinámica sumado a afiladas y melódicas guitarras. Estos aspectos volverán a aparecer más adelante en cosas como 'Witches night' o '18 flights' (un notable relato que hace referencia al terremoto que le tocó vivir en pleno concierto en el norte de Chile en 2019), no sin antes regalar una pasada más emocional por las excelentes 'Warrior'  + 'Pull yourself up', una invitación a levantarse con coraje ante las adversidades de la vida. 

En la recta final, el álbum realizará una clara referencia a los hombres de la ciencia, conectando de cierta forma con su reciente trilogía conceptual Infinite entanglenment (publicada entre 2016 y 2018), primero en las veloces y furiosas 'The dream of Alan Turing', 'The power of Nicola Tesla' para luego lanzarse a la épica (muy Iron Maiden en toda su extensión, digámoslo) mediante 'The unstoppable Stephen Hawking', el tema más extenso del disco además. Finalmente la experiencia acabará con la sentida balada 'Every storm ends', finalizando así un álbum que realmente no tiene desperdicio y que merece una oportunidad por parte de cualquier amante del buen rock. Blaze está de regreso y nada parece indicar que pretenda detenerse, y bueno, mientras el nivel sea este quejas no habrán por este lado...

¿Canciones? 'Warrior', 'Pull yourself up', '18 flights'.

 7,8 /10
¡Muy bueno!

domingo, 18 de julio de 2021

Darkthrone: Eternal Hails (2021)

 "Más opaco y rudimentario..."

Un par de años atrás tuve la posibilidad de escribir acá en el blog respecto a cuanto disfruté de Old star (2019), un disco que pese a no presentar nada realmente nuevo (tampoco hace falta a estas alturas), si me dejó un grato sabor de boca debido a su derroche de energía + mal rollo, sacándole buen partido a la fórmula que Darkthrone venía desarrollando desde hace un buen rato. Y es que más allá de lo predecible que pueda parecer a ratos la propuesta de la banda, cuando las canciones están, todo lo demás pasa a segundo plano y en Old star estas efectivamente estaban, aportando un elemento adictivo a aquel conjunto, aspecto que digámoslo desde ya: en este nuevo álbum no se encuentra. 

No ha pasado demasiado, apenas dos años, y el dúo ha decidido repetir el plato aunque esta vez mediante una producción mucho más opaca que suena (intencionadamente) añeja y un sonido que se mueve entre latitudes mucho más bajas, haciendo a un lado esa rabia que desprendía el mencionado antecesor para centrarse en un sonido mucho más rudimentario y con evidentes tintes setenteros en las guitarras. 

Ahora, como suele ocurrir con las bandas que publican álbumes tan seguido, las canciones que componen este Eternal hails desprenden en general esa sensación de no complicarse la existencia, yendo al grano desde el inicio en 'His masters voice', donde encontramos el clásico golpeteo incesante +  riff que acompañan la voz de Nocturno Culto, con breves quiebres de vez en cuando y donde lo único que rompe con la monotonía es el bajón de tiempo que insertan en los dos minutos finales, el cual conecta directamente con el inicio de 'Hate cloak', la cual durante ocho minutos continuará moviéndose sobre atmósferas lentas y pesadas. Y si, desde ya este nuevo álbum se percibe más plano respecto a sus antecesores. 

Se entiende por lo mismo que luego la banda entregue una canción más ágil como 'Wake of the awakened', que se abalanza sobre los clásicos murallones de guitarras de Darkthrone, mientras que en los diez minutos de 'Voyage to a northpole adrift' encontraremos probablemente los pasajes musicalmente más interesantes del álbum, con toda una onda setentera en el sonido de las guitarras e incluso un bonito solo con subidón incluido (6:20 en adelante). Finalmente 'Lost arcane city of Uppakra' cerrará dando las más evidentes muestras de libertad por parte del dúo, incluso regalando un pasaje final en tono psicodélico. 

No vamos a descubrir hoy por donde van los tiros de Nocturno Culto y Fenriz, dos tipos que no esconden su mirada nostálgica hacia el pasado y que disco a disco desatan su mirada, claramente desfasada en el tiempo, respecto a lo que es el heavy metal para ambos. Su nueva entrega se desconecta en cierto modo de lo que venían entregando, esta vez abordando un sonido menos pulcro y una producción apuntada descaradamente hacia el metal de finales de los ochenta y comienzos de los noventa. Quienes ya venían tomando distancia de la banda en los anteriores álbumes con este definitivamente se desconectarán por completo, sin embargo, pese a la falta de gancho, momentos interesantes entrega este Eternal hails y lo que nadie podrá regañarle al dúo, es su honestidad. Lo tomas o lo dejas. 

¿Canciones? 'Voyage to a northpole adrift', 'Lost arcane city of Uppakra' 

6,5 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Darkthrone:
2019: Old star

sábado, 17 de julio de 2021

Adelanto... Iron Maiden: The writing on the wall.

 

Listo. Retomamos. Me tomé una semana de vacaciones, escapé de todo con mis hijos e hijas pero ya estoy de regreso. Y bueno, que en el avión me he enterado que Iron Maiden ha adelantado nueva canción para un álbum dispuesto a ver la luz en septiembre próximo. Sorprende de entrada que esta vez hayan optado por salir del manual y escapar del single efectivo de 4 minutos (digamos, cosas tipo 'Man on the edge', 'Futureal', 'The wicker man', 'Wildest dream', 'Different world', 'The final frontier', o 'Speed of light'), entregándonos en esta ocasión un tema que supera los siete minutos y está marcado por la épica, una gloriosa interpretación por parte del eterno Bruce Dickinson y un solo poderoso. Que decir, que la leyenda está de regreso y nadie que ame a esta banda podría sentirse defraudado. Mención aparte el video, eh? Joya.

En lo personal no disfruté en absoluto del pomposo y exagerado The book of souls (2015), la más reciente entrega hasta ahora de los ingleses, pero 'The writing on the wall' me ha llenado de ilusión. A esperar...

miércoles, 7 de julio de 2021

The Ruins Of Beverast: The Thule Grimoires (2021)

 "Complejo, profundo y maravillosamente a contra corriente..."

Varios meses de vida tiene ya este álbum pero hay que revisarlo. Y es que estamos frente a otro caso de un personaje increíblemente creativo al que vale la pena seguirle el paso. Me refiero al alemán Alexander Von Meilenwald, quien continuando con su costumbre de publicar un disco cada cuatro años regresa en este 2021 con el sexto trabajo del desafiante proyecto The ruins of Beverast. Black, doom, metal atmosférico, llámenle como quieran a esto, sin embargo, por sobre cualquier etiqueta (que todas le quedan cortas) no es exagerado afirmar que cada lanzamiento del multi intrumentista es una verdadera experiencia y The thule grimoires no será la excepción, un viaje envolvente dispuesto a someterte en atmósferas góticas y rituales realmente terroríficos (si, así como suena). 

Sin ir muy lejos, desde el primer momento en que le das play al álbum sientes el estar frente a algo especial, lo cual no deja de ser curioso considerando lo denso y pesado que se percibe el andar del sonido, sin embargo, las abrasivas olas de guitarras que proponen los primeros cuatro minutos de 'Ropes into the eden' (que luego acaban construyendo un instrumental de doce) resultan imponentes al punto de mantenerte ahí, adicto a lo que estás escuchando. Desde entonces el álbum se pasea entre una serie de piezas que privilegian el armado de atmósferas, espesas siempre, por sobre la efectividad, en una lista de canciones extensas (son siete en total donde tres de ellas superan los diez minutos de duración) que se pasean por diferentes tópicos dentro del metal, todos fascinantes. 

En materia de arreglos el álbum es exquisito, con canciones que se cuecen a fuego lento donde guitarras y baterías van construyendo los ambientes y acompañan el apartado vocal que Meilenwand propone, quien en 'Kromlec'h knell' opta por relatar únicamente en un registro limpio y grave (imposible no pensar en Type o negative por momentos) mientras que en la excelente 'The tundra shines' decide regalar unos guturales desaforados en el giro hacia el black que realiza en su recta final. En el nudo del álbum 'Mammothpolis' abordará un sonido mucho más tribal centrado en las percusiones, el cual dará paso a 'Anchoress in furs', una pieza maestra que por si sola es un viaje, en una buena muestra de hasta donde el compositor ha sido capaz de llevar la experiencia, dividiendo la canción en tres secciones, yendo desde la oscuridad y el peso (los primeros cinco minutos) hacia la rabia (la sección intermedia de dos minutos) y luego al desenlace cargado a la emotividad (los tres minutos finales).

Ciertamente, tras tan intensos cincuenta minutos de música uno podría sentir que ha sido suficiente, sin embargo, este alemán no está dispuesto a soltarnos por lo que en la recta final nos trae de regreso. Primero mediante 'Polar hiss hysteria', la canción más acelerada del álbum y la única donde percibimos dinámica constante, y luego en el cierre definitivo a cargo de los catorce minutos de 'Deserts to bind and defeat', otro ambicioso viaje que verdaderamente te somete a una montaña rusa de explosiones y emociones, con una cantidad de idas y vueltas que te dejan extenuado. 

¿Qué es demasiado? Si, seguramente lo es. Es tanto lo que el compositor propone en estos setenta minutos que inevitablemente por momentos te pierdes (siendo este su único "defecto"), pues el disco exige estar completamente inmerso en la experiencia para valorar sus innumerables detalles. En tiempos donde muy pocos están dispuestos a regalar su tiempo a algo así de complejo y profundo, un disco como The thule grimoires funciona completamente a contra corriente, pero que quede claro: el problema es nuestro, no de este extraordinario artista.

¿Canciones? 'Ropes into the eden', 'The tundra shines'  y 'Anchoress in furs'.

9/10
¡Brillante! 

domingo, 4 de julio de 2021

Garbage: No Gods No Masters (2021)

"Inspiración renovada..."

Comentaba un par de semanas atrás, en el Garbage en siete canciones, que luego de tres álbumes realmente fabulosos (e injustamente sub valorados, digámoslo), lentamente los de Shirley Manson acabaron quedándose con pocas ideas y estancándose en la intrascendencia entre discos algo monótonos y predecibles. En ese sentido, algo huele distinto en No gods no masters. Ya sea por las visitas de la vocalista a Latinoamérica (particularmente estuvo en Chile y Argentina en estos años, en medio de las revueltas sociales, y empapándose del movimiento feminista) o el momento político que vivieron los Estados Unidos durante la era Trump, algo parece haber impregnado a la banda de nuevas fuerzas y les ha inspirado lo suficiente como para entregar un trabajo potente en sus mensajes y atrevido en lo musical. 

Las canciones que la banda anticipó del álbum ya daban cuenta. 'The men who rule the world', que abre el disco además, es un golpeado medio tiempo que no se anda con medias tintas, apuntando directo al patriarcado y criticando las formas que los hombres hemos utilizado para gobernar el mundo durante todos estos siglos, fuera de contener un coro con clara referencia a "El violador eres tú" del colectivo Las Tesis (ya dan ganas de vivir en concierto ese "The violator, ¡Hate the violator!") . Por otra parte 'No gods no masters' (la canción) es una oda a la auto determinación ("Guarda tus oraciones para ti mismo / Porque no funcionan ni ayudan...") y centra su fuerza en el uso de sintetizadores. Ambas se han convertido en dos neo clásicos de la banda, a la altura de sus mejores momentos pero con el mérito de sonar diferente a cualquier cosa que hayan hecho antes. 

Fuera de las mencionadas, el álbum regalará momentos muy dinámicos donde la banda sabe equilibrar a la perfección guitarras + teclados, como ocurre en 'The creeps' o 'Wolves', otros donde suenan muy Depeche mode, ya sea en tonalidades bajas ('Waiting for a god' ) o levantando a la gente en esa desafiante oda al falocentrismo que es 'Godhead' ("Llámame perra / Soy una terrorista..."), momentos llenos de elegancia en 'Anonymous XXX'alguna cosilla más melosa como 'Flipping the bird' (el único momento del álbum donde la banda suena en piloto automático recordando en su coro a viejas glorias noventeras como 'Special' o 'When I grow up'), y un puñado canciones más espesas como 'Uncomfortably me', 'A woman destroyed' (probablemente el tema más ambicioso del álbum con ese cambio de tiempo del 3:35) o 'The city will kill you', equilibrando así un disco dispuesto a jamar quedarse quieto ni estancarse en una misma idea. 

Estamos evidentemente frente al álbum más político en la carrera de Garbage pero también uno que les revitaliza por completo. Un trabajo dinámico, diverso y oscuro. Lo mejor que han lanzado en veinte años.

¿Canciones? 'The men who rule the world', 'Godhead', 'No gods no masters'.

7,5/10
¡Muy bueno!