sábado, 29 de febrero de 2020

Ozzy Osbourne: Ordinary Man (2020)

“Una (lamentable) caricatura...”

Considerando el complejo momento de salud que Ozzy Osbourne se encuentra viviendo, era de esperar que la edición de Ordinary man viniese acompañada de una carga emocional importante. Así lo ha entendido el vocalista y los cercanos que lo asesoran, por lo que han armado entre muchos un disco que pretende definir el momento actual del príncipe de las tinieblas, un álbum que incluso huele a despedida durante algunos de sus pasajes (basta leer los títulos: ‘Goodbye’, ‘Today is the end’...) e intenta en sus casi cincuenta minutos de duración abordar varias de las aristas musicales de la carrera del vocalista. Sin embargo, han fallado. La jugada les ha quedado tan obvia e impostada (la imagen de la portada ya anticipa), carente de magia y naturalidad, que funciona efectivamente en muy pocos momentos.  

Los adelantos nos hablaban ya de un álbum caricaturesco. Primero fue un video para la predecible y genérica ‘Straight to hell’ donde pudimos ver a un Ozzy intentando hacer de si mismo y luego ‘Ordinary man’, una balada simplona que pese a sus evidentes intenciones no logra emocionar y donde ni siquiera la presencia en una estrofa del gran Elton John logra levantar el nivel de un tema que comienza y termina sin pena ni gloria. Y si los adelantos no funcionaban, el resto del trabajo tampoco mejora el nivel. 

Partiendo de la base de que jamás se logra la oscuridad pretendida, ahí bastante de la culpa recae en la producción de Andrew Watt (Justin Bieber, Post Malone, Selena Gómez,  Blink 182), quien ha híper filtrada voz de Ozzy y dado muy poco peso a las guitarras + batería en la mezcla mera, pero también en la evidente falta de inspiración que se desprende en el canción a canción. El caso es que el disco se debate entre temas de rock poco afilado y baladas que no impactan, donde una canción como ‘All my life’ se percibe pesada y carente de magia, ‘Goodbye’ o ‘Today is the end’ tienen toda la vibra oscura que en 13 de Black Sabbath tan bien funcionó (y que a la postre servirá como el verdadero epitafio en la carrera de Ozzy) pero que esta vez simplemente no anda y suena forzada (¡a la guitarra le faltan toneladas de peso!), ‘Eat me’ o ‘Scary little green men’ suenan derechamente predecibles y ‘Holy for tonight’ peca de lo mismo que ‘Ordinary man’, el manual para baladas melosas se huele a kilómetros de distancia. 

Por si todo esto no fuese suficiente problema, el disco cierra con dos colaboraciones entre Ozzy y Post Malone, ambas sin ninguna coherencia tanto entre si como con el resto del disco. De todas maneras es justo mencionar que los aires punkoides de ‘It’s a raid’ sorprenden y logran aportar frescura pero tan rápido esta acaba aparece ‘Take what you want’, de la cual solo diré que es un tema Post Malone feat. Ozzy Osbourne, es decir, no pega absolutamente nada acá. 

En definitiva, independiente del cariño y respeto que uno pueda tener frente a la figura de Ozzy Osbourne, negar que Ordinary man es un “quiero pero no puedo” en toda regla resulta un absurdo. Un popurrí de colaboraciones que dejan a entrever de manera evidente la cantidad de manos que estuvieron aquí involucradas y que lejos de impactar positivamente no han sino acabado por entregar un disco poco claro en materia de intenciones pero por sobretodo: demasiado forzado. Un álbum que no fluye ni conquista. 

5/10
Nada muy especial. 

jueves, 27 de febrero de 2020

Kvelertak : Splid (2020)

“Toman aire yendo a la segura...”

Recuerdo en la reseña de Nattesferd (2016) haber escrito que dicho álbum me dejaba la sensación de representar un “antes/despúes” para Kvelertak, un punto de quiebre en su carrera donde la banda planteaba la posibilidad de llevar su sonido hacia otro lugar o derechamente recular hacia su inicios. Tras este, sin embargo, los noruegos sufrieron la partida de su vocalista lo cual evidentemente trastocó el presente. De esta forma en este 2020 llega a nosotros Splid, que lejos de mostrar una evolución parece ser una salida a tomar aire por parte de una agrupación que evidentemente necesita replantearte su momento y, por que no decirlo, comenzar de cero. 

La experiencia está de todas formas, de ahí que en su cuarto disco Kvelertak echen mano a lo que bien saben hacer: un continuo de guitarras + velocidad con aires de hard rock + hardcore punk. Las referencias melódicas ochenteras que tanto amor y odio (en idénticas proporciones) desataron cuatro años atrás en esta ocasión no están, lo cual vendría siendo una buena noticia para quienes rechazaron dicho giro pero una mala para quienes esperábamos un nuevo salto de crecimiento. Splid por tanto goza de buena vibra y derrocha energía pero suena monótono durante algunos pasajes y carente de emoción en otros. Sin ir muy lejos, sus primeros cuatro temas pareciesen siempre estar tocando la misma tecla, donde ni siquiera la colaboración con Troy Sanders (Mastodon) parece aportar un matiz relevante al sonido y es recién tras casi veinte minutos de disco cuando el riff de ‘Bratebrann’, más sus exquisitos cambios de intensidad, que por primera vez aparece la magia de esta banda. Ojalá el disco hubiese contenido mayores dosis del rock & roll que esta posee. 

Se sucederán luego temas directos que apostarán por la fuerza como ‘Uglas hegemoni’ o ‘Stevnemote med satan’ con otros como ‘Fanden ta dette hull!’, un mix de siete minutos que va desde la melosa calma al descontrol, o ‘Tevling’ que bajan un tanto las revoluciones y diversifican el sonido del disco. Para el cierre los cambios de velocidad estallaran en los ocho minutos de  'Delirium tremens', los cuales desembocarán en la épica de 'Ved bredden av Nihil', donde la banda sonará pesadísima e impactará desde ahí. Todo suena grato, bien ejecutado pero se extraña algo del riesgo de su antecesor fuera de alargarse demasiado en la cantidad de temas, redundando en una idea una y otra vez. 

Nos quedamos así frente a un disco que juega bastante a la segura con aquello que la banda maneja. Splid te regala un buen rato y de las ejecuciones nadie podría quejarse, la banda suena brutal pero considerando las expectativas se han quedado a medio camino, asegurando terreno más que profundizando en la propuesta. El álbum está muy bien de todas maneras e invita a esperar algo mejor aún para una siguiente entrega...

7 /10
Muy bueno.



Otras reseñas de Kvelertak:

martes, 25 de febrero de 2020

Tame Impala : The Slow Rush (2020)

“En la elite musical actual...”

No cabe duda de que la vida de Kevin Parker se encuentra en un lugar totalmente diferente a 2010. Hoy el australiano es un músico consagrado y cuyo renombre le ha permitido colaborar con una serie de artistas, adquiriendo así nuevas experiencias que influencian su momento, mientras que en lo personal en estos años recientes ha perdido a su padre y se ha asentado como pareja mediante su matrimonio. Las cosas han cambiado y claro, su música también habla de aquello. Se esperaba por tanto que con su cuarto disco el vocalista consolidase el giro realizado cinco años atrás con Currents (2015) y así ha sido. Lejos de recular, el compositor con The slow rush profundiza su alejamiento de las guitarras y continúa abordando su música desde los teclados, sintetizadores y apuntando en ocasiones a la pista de baile, alejándose prácticamente por completo de los ganchos comerciales y centrando sus esfuerzos en las atmósferas que una cuidada producción pueda generar.

Para muestra, la partida a cargo de ‘One more year’, una canción que habla del miedo a entregarte a una relación que va demasiado bien para ser real pero que en lo musical se desarrolla sobre un contagioso beat que invita al baile en medio de etéreos ambientes. Y ahí es donde Parker continúa triunfando, porque su música es completamente emocional pero logra ir más allá de lo obvio en materia de arreglos con una facilidad que impresiona. ‘Posthumous forgiveness’ es otro ejemplo de lo mencionado. Un tema doloroso, donde el vocalista confronta dos posiciones, una primera donde se muestra decepcionado y con rabia hacia su padre (“Te creí cada palabra / Nos pediste que confiásemos / Ahora se que solo te salvabas a ti mismo”) y una segunda enfocada en el perdón (“Quiero decirte que está bien / Que eres un hombre después de todo/ Entiendo tienes tus demonios / Yo tengo los míos también...”) pero donde nuevamente la música escapa del cliché con enorme talento. Esta contundencia a la hora de trabajar sus arreglos vuelve a conquistar en piezas como ‘Breathe deeper’, donde Parker corre el riesgo de arruinarlo todo en su minuto final al agregar una secuencia dance cuando el tema parecía no necesitar absolutamente nada más, la dinámica ‘Is it true’ o en la fantástica ‘On track’, con una estructura que da muestras de la absoluta libertad de un artista que evidentemente desea situarse por sobre cualquier etiqueta.


Y si la segunda linea del disco convence, aquellos temas donde el compositor ha soltado por completo las riendas y derechamente ha jugado con su música yendo hacia donde la inspiración lo ha llevado, la primera ni hablar. Ahí, en un camino más accesible aparecerán canciones como ‘Borderline’, ‘Lost in yesterday’ o ‘It might be time’, que apuestan a ser los ganchos del álbum, funcionando todas de maravilla, sonando contundentes y haciendo gala de una cuidada producción que esconde delicados detalles tras cada pasada (el bajo en cada una de ellas, por ejemplo, es una jodida exquisitez) aunque claro, ninguna será tan directa e inmediata como lo fueron en su momento ‘Let it happen’ o ‘The less I know the better’. Tampoco es que lo esté buscando ni pareciese necesitarlo.

Finalmente en la recta final del disco nos encontramos con el único problema que aparece en The slow rush. Suenan acá ‘Glimmer’ + ‘One more hour’, la primera consta de dos minutos instrumentales que podrían haber sido una gran canción pero quedan solo en una innecesaria insinuación mientras que la segunda pese a los guitarrazos que lanza acaba por sonar monótona y débil como cierre para un álbum que de todas maneras mejora notablemente la experiencia respecto a su antecesor justificando los años que se tuvieron que esperar por el y continúa situando a Kevin Parker en la élite musical actual, un compositor que no parece detener su crecimiento. De los grandes discos que habremos oído en este 2020.

8,2 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de Tame Impala:

viernes, 21 de febrero de 2020

20 Años De... The Smashing Pumpkins: Machina / The Machines Of God (2000)

"Contundencia incomprendida..."

Seamos francos: muy vanguardista habrá sido el fantástico Adore (1998) pero en términos comerciales el disco representó un absoluto y total fracaso para la banda. Vender hoy un millón de copias de tu disco no es una mala cifra pero en 1998 si lo fue, más considerando que venían de vender dieciséis millones alrededor del mundo con Mellon collie and infinite sadness (¡siendo este un disco doble!). Dicho en simple: lo que vendió Adore fue meramente gracias al nombre, al eco de su antecesor y a las expectativas que estaban depositadas en el lanzamiento, pero la promoción del álbum fue tímida por parte de una productora que no terminó nunca de creer en el proyecto (se sabe que tras los videos ‘Ava adore’ y ‘Perfect’ estaba inicialmente la idea de lanzar dos promocionales más pero que aquello finalmente quedó en nada) y las caída abrupta en las ventas acabaron por restar crédito a Billy Corgan frente a su sello discográfico. De ahí que en 1999 cuando este propusiese la idea de volver a realizar un álbum conceptual doble la respuesta fuese negativa. La banda debía centrarse en grabar un álbum “normal”, que vendiese y recuperase terreno en lo comercial. A esta relación de desconfianza con la productora se sumaría un clima enrarecido en la interna, el baterista Jimmy Chamberlin regresaba a la formación (y desde entonces se mantendría fiel a Corgan en cuanto proyecto este decidiese llevar adelante) tras su alejamiento en 1996 a causa de un proceso de desintoxicación pero D’arcy Wretzky (bajista histórica de los pumpkins) abandonaba en pleno proceso de grabación por lo que Corgan debía acudir de manera excepcional a Melissa Auf Der Maur (entonces bajista de Hole) quien ayudaría a terminar el proceso y acabaría acompañándolos en la gira. En definitiva, todo confuso, enredado y complicado en términos relacionales. El final de la banda de cierto modo se comenzaba a anticipar y todo parecía presagiar el que podría ser un desastre de álbum, sin embargo, no fue así...

Un 29 de febrero de 2000 Machina/ The machines of god (desde ahora simplemente Machina) veía la luz. Un disco de nivel que en su global cuenta con suficiente diversidad como para brillar con luces propias y en lo individual encuentra momentos enormes dignos del talento de un Corgan que volvía a dar muestras de su labor compositiva. En este sentido un primer aspecto a destacar es que Machina recupera a la guitarra como protagonista en el sonido pumpkins pero también el que el disco viene con una propuesta sonora curiosa, cargada a las murallas de sonido. De esta forma, en la gran mayoría de sus canciones el disco propone una saturación en las guitarras que entrega un efecto de suciedad y contundencia bastante singular para el auditor. El disco por tanto se encuentra lejos de ser una "vuelta a lo básico" sino más bien continúa el proceso exploratorio que se inició con la grabación de Adore (de hecho varias canciones de este álbum "maduran" en cierto modo el sonido de su antecesor) solo que esta vez recuperando el rock, dejando absolutamente de lado la electrónica para volver al complemento guitarra + batería  elemento esencial en el sonido.  

De esta forma, la primera parte del álbum concentrará varios de los momentos más contundentes que la banda habrá entregado en su carrera. Instantes donde se conjuga la fuerza y pasión de la interpretación ('The everlasting gaze' o 'Stand inside your love') con un sonido envolvente ( 'Raindrops + sunshower'y marcado por la emocionalidad ('I of the mourning', una canción enorme que estaba destinada a hacer historia pero que la productora incomprensiblemente decidió no lanzarla). 




La guitarra volverá a lucir más adelante inmersa en la producción mencionada anteriormente, ahí los murallones se volverán evidentes en 'Heavy metal machine' o 'The imploding voice', momentos que se verán complementados por la pantanosa oscuridad de 'Glass and the ghost of children' o 'Blue skies bring tears', con esta última bebiendo aún de la melancolía de Adore aunque llevando el sonido hacia otro nivel, algo que también ocurrirá en la singular 'The sacred and profane''This time' o en el enorme lamento que es 'The crying tree of mercury'

Entre estas aparecerá también la melodía exigida por la productora, canciones limpias que no responden al concepto sonoro que el disco en general propone pero que de todas formas ayudan a alivianar un tanto la densidad de este. Ahí sobra claramente 'Try, try, try' (incluida evidentemente por el sello que necesitaba una canción que pudiese sonar en las radios) pero en la recta final canciones como 'Wound', 'With every light' y 'Age of innocence' aparecerán como algunas de las más hermosas que haya compuesto Corgan (y vaya que el hombre ha escrito temas lindos). 

En definitiva, pese a ser un trabajo que recuperaba las guitarras y fuerza de Smashing pumpkins, la osada apuesta sonora y los constantes afanes exploratorios de Corgan acabaron por (nuevamente) desembocar en un proyecto poco comprendido por las masas. Machina obtuvo resultados comerciales peores aún que los obtenidos por Adore, lo cual sumado a las divergencias internas (el ego de Corgan era imposible cupiese en un proyecto colectivo), acabo por desembocar en el fin de la banda. Meses más tarde Billy Corgan publicaría la noticia y junto con esto regalaría todo el material que el sello no aceptó como parte del proyecto original que él pretendía lanzar (en un compilado llamado Machina II / The friends and enemies of modern music), donde pudimos verificar que afuera quedaron varios temas de rock duro ('Glass', 'Dross' 'Sould power'), canciones que llevaban al extremo el murallón de sonido ('Saturnine', 'Speed kills', 'Real love') y otras tantas piezas preciosas que el gran público nunca llegó a disfrutar ('Slow down'). 

Material para un gran disco doble había pero siempre nos quedaremos con la duda respecto a como habría resultado aquello. En 2015 sonó fuerte el rumor de que el disco sería lanzado en formato doble como originalmente se pensó pero aún seguimos esperando. De todas maneras Machina/The machines of god sigue ahí, un disco imcomprendido y sub valorado que quedará en el recuerdo como la despedida de los pumpkins como alguna vez los conocimos, en plenas facultades...


8 / 10
¡Excelente!
  


Otras reseñas de The Smashing Pumpkins:

lunes, 17 de febrero de 2020

Ihsahn : Telemark (2020)

“Muestra de credenciales e intenciones...”

Me cuesta realmente entender a los ultras del metal. Debe ser porque no provengo de ese mundo que me resulta incomprensible como en pleno 2020 aún algunos continúen preguntándose como es posible que un tipo como Ihsahn, macho recio hecho y derecho, escuche a Lenny Kravitz y tenga interés en versionarlo. El caso es que el noruego acaba de lanzar un EP que consta de cinco canciones, tres inéditas y dos versiones, cuyo fin es claramente mantenernos alertas a sus movimientos, continuar concitando nuestro interés (como si hiciese falta) pero también el dar muestras de su versatilidad y abanico de influencias, de ahí el que se de el gusto de regalarnos un ‘Rock and roll is dead’ de Lenny Kravitz + ‘Wrathchild’ de Iron maiden en versiones que ciertamente no aportan demasiado respecto a sus originales más allá de oírlas bajo el gruñido característico de su garganta aunque insisto, funcionan perfecto a la hora de mostrar credenciales e intenciones. 

Donde si están puestas las fichas de este lanzamiento es en las tres piezas nuevas, ahí Ihsahn ha dejado de lado la exploración en la que venía sumergiéndose durante estos recientes años para entregar así tres canciones directas, oscuras y que son pura potencia. Es casi como si quisiese demostrar que el filo aún sigue ahí, intacto, y si no regresa a dichos lares es simplemente porque no lo necesita.  Tenemos de esta forma una partida a cargo de ‘Stridig’ que se sostiene principalmente sobre una cabalgata de batería incesante que logra generar una sensación importante de contundencia para luego dar paso a la oscuridad de ‘Nord’, cuyo poderío reside en el dueto de guitarras + voz que durante todo el tema se sostiene mientras que ‘Telemark’ (la canción) es una capaz de extenderse más allá en su estructura (dura ocho minutos, mientras que las anteriores cinco cada una), avanzar a paso lento, construyéndose con calma y recién pasados los tres minutos recurrir a la velocidad.  

Los tres temas que regala Telemark se entiende no sean parte de un trabajo más completo pues parecen ser canciones que apuestan a la segura, aquí no hay teclados, voces limpias ni el trabajo de ambientes que cualquiera de sus dos soberbios trabajos anteriores entregaron, sino más bien temas que van directos al grano y seguramente dejarán satisfechos a sus seguidores más duros. Buen EP en definitiva, tres canciones que sirven para calmar la ansiedad y que lo mantienen en buen pie para lo que tenga que venir. 

7 / 10
Muy bueno.


Otras reseñas de Ihsahn:

viernes, 14 de febrero de 2020

Sepultura: Quadra (2020)

“Contundencia y creatividad a tope...”

Solo unas semanas atrás Derrick Green desataba la ira de Gloria Cavalera (esposa de Max) al declarar que “gracias a dios pudimos avanzar y no solo confiar en el pasado”. Realizando clara alusión a sus ex compañeros , a quienes respeta (sobretodo a Igor, con quien fue compañero de banda bastantes años), pero también a aquellos que continúan añorando (si, aún hay) los primeros años de Sepultura. El caso es que, se entere quien se quiera enterar, la banda brasileña ha sabido seguir adelante dejando en el camino un puñado de discos que han oscilado entre lo correcto y sobresaliente. De esta ruta recorrida, la madurez adquirida y las ganas de seguir avanzando habla precisamente Quadra, un trabajo que como su título indica se encuentra dividido en cuartos, los cuales se suceden abarcando diferentes sonidos, entregando una mirada casi cronológica de lo que ha sido la carrera de la banda.   

De esta forma Quadra abre con un tridente que emula la primera época de Sepultura de la mano de un thrash veloz y dispuesto a que vuelen cabezas. Ahí ‘Isolation’ será un tema que no entregará respiro mientras que ‘Means to an end’ + ‘Last time’ trabajarán más los cambios estructurales, regalando potencia, creatividad e interpretaciones vocales impecables por parte de un Derrick Green que hace varios años ha aprendido a encontrar su punto. Con ‘Capital enslavement’ aparecerán los tribales y recordaremos ese sonido de finales de siglo que la agrupación trabajó en Roots (1996) y luego vio continuidad tanto en Against (1998) como en los trabajos de Max Cavalera junto a Soulfly. ‘Ali’ será otra que jugará bastante con los cambios de velocidad (Eloy Casagrande en la batería es un monstruo, hay un decirlo, y acá luce de manera particular) para luego pasar por el peso de ‘Raging void’ donde la banda volverá a mostrarse impredecible en materia de estructuras generando una contundencia que no puede sino impresionar. 

La segunda parte del álbum abre con ‘Guardians of earth’, y vamos, que si esto no te impresiona estamos claros que ya nada lo hará. Una introducción acústica que lentamente irá incorporando coros femeninos en el background hasta que Derrick irrumpe violentamente para que el tema adopte connotaciones progresivas. Una pieza realmente ambiciosa que se complementa a la perfección con el notable instrumental ‘The pentagram’ seguido del mal rollo de la furiosa ‘Autem’, otra muestra de hasta donde Sepultura está intentando llevar su sonido. Me atrevería a afirmar que nunca en estos casi veinticinco años de etapa post Max habían logrado sonar a este nivel. Habían soñado bien pero aquí la sensación de que la formación se encuentra en su mejor momento es evidente. 

Finalmente, el cuarto que llega a cerrar el trabajo es aquel que más valiente suena y donde la banda se atreve a soltar por completo las amarras, primero con un breve interludio acústico (que ojalá se hubiese extendido un poco más) para acabar cerrando con una oscura y melódica ‘Agony of defeast’ (donde Green vocaliza limpio pero logra convencer) y ‘Fear; pain; chaos; suffering’  que,  pese al matiz que entrega la participación de Emmily Barreto en las voces, acaba sonando demasiado plana y dejando la sensación de que como un bonus habría funcionado mejor. 

De todas maneras Quadra se enmarca como un álbum que corrobora el tremendo momento creativo que vive Sepultura. Como si todos los caminos hubiesen anticipado este resultado la banda aquí ha logrado abarcar diferentes aristas dentro del metal logrando tanto en materia de ejecución como de estructuras sonar fenomenales. Quien no goza con esto simplemente se lo pierde. 

8 / 10
Excelente. 


Otras reseñas de Sepultura:

miércoles, 12 de febrero de 2020

Green Day: Father Of All Motherfuckers (2020)

“No funciona ni como broma...”

De que la carrera de Green day viene en picada desde hace un buen tiempo, no es novedad. Todos sabemos que su última intentona de nivel data de 2004 con American idiot y que desde ahí no han podido/sabido entregar un álbum que siquiera se pueda oír de corrido. Sin embargo, con todo, en esta ocasión nos la han dejado demasiado fácil. No sabemos si efectivamente la jugarreta es intencionada (corre el rumor de que este álbum lo han sacado únicamente para cumplir contrato con el sello y quedar libres de una vez) o nuevamente la movida les ha quedado falta de gracia, pero el caso es que Father of all motherfuckers y sus escuálidos 26 minutos de música no son capaces de entregar un momento siquiera que aporte a la discografía de la banda. Y es que acá no hay nada más allá de un rock & roll de manual, que emula a viejas glorias en algunas ocasiones (‘Stab you in the heart’, que suena muy similar a ‘Travelling band’ de Creedence clearwater revival), en otras apuesta por sonar limpio, absolutamente inofensivo y recurrir a los aplausos en el salón (‘Fire, ready, aim’ ,‘Meet me on the roof’ o la lamentable ‘I was a teenage teenager’), a veces intenta jugar a ser single y contagiar con sus coros (‘Oh yeah’) mientras que en ciertos momentos responden al tema típico de Green day (‘Sugar youth’) aunque claro, pasados por tantos filtros que resultan irreconocibles. 

En su Instagram recientemente Billie Joe Armstrong afirmó que el rock “ha perdido los huevos” y que las letras de este disco hablan de “una fiesta y estilo de vida de quien le importa todo un carajo”. Sin embargo, más allá de la palabrería, lo cierto es que Father of all motherfuckers no funciona ni como broma.

3 / 10
Peor que malo.


Otra reseñas de Green day:

viernes, 7 de febrero de 2020

20 Años De... Makiza: Aerolíneas Makiza (1999, Chile)

“Vanguardia valiente y pura...”

El pasado 15 de noviembre de 2019 el mundo presenciaba el desarrollo de un estallido social ocurrido en Chile. En las calles la gente decidió mostrar su descontento frente al modelo político y económico imperante en el país desde hace casi cuarenta años. Resulta paradójico constatar que exactamente veinte años atrás, un 15 de noviembre de 1999, en el contexto de un país que ostentaba cifras macros que hablaban de un sostenido crecimiento global, un grupo de jóvenes chilenos hijos de exiliados políticos lanzaba al mercado un trabajo que anticipaba claramente ese descontento que en silencio comenzaba a incubarse. Si, veinte años atrás un álbum de hip hop nacional, probablemente el disco chileno más valiente y desafiante de las últimas décadas, se adelantaba a los tiempos mediante un afilado discurso que apuntaba directo a los círculos de poder tocando temas que hoy en pleno Siglo XXI suenan actuales y contingentes pero que veinte años atrás eran absoluta vanguardia.

De esta forma nos encontramos frente a un álbum cuyo concepto es el viaje, y en este habrá espacio tanto para que los protagonistas expresen un sentir personal como para ejercer una crítica política colectiva, generando así un conjunto muy emocional y por sobretodo tremendamente honesto que además en lo musical se verá complementado por una serie de notables referencias, las cuales van desde 'Plástico' (el clásico de Rubén Blades), la preciosa 'The only thing I could wish for' de Angela Bofill hasta Light my fire’ de Shirley Bassey (por cierto, si no conocen estas canciones háganse un favor y disfrútenlas, que son puro manjar).

Hablando de las canciones propiamente tal, los fuegos abrirán con Seo2 (Cristian Bórquez) + Anita (Ana Tijoux) presentándose en ‘Versos al viento’ para rápidamente mostrar credenciales en ‘La chupaya 99’, construyendo una fascinante charla que culmina en aquel inolvidable “Yo no tengo nada que envidiar a los de allá / Vamos Chile no se rinde por la chupaya...” interpretado por Ana Tijoux, quien logra elevar el tema melódicamente a otra dimensión (aspecto que ella sabría explotar años más tarde en su carrera en solitario). Desde aquí en adelante el disco se mostrará inquieto, Seo2 será absoluto protagonista en ‘A propósito de coincidencias’ o ‘In loco parentis’ (donde aborda el tema del abandono y su sueño de tener una familia) mientras que Anita se tomará el escenario en ‘Un día cualquiera’, pero cuando ambos conectan es donde el disco llega a sus más altas cotas, destacan ahí enorme reflexión de quien ha vivido afuera en ‘La rosa de los vientos’ (“Y si he nacido afuera, estoy orgullosa / Y si tengo sangre indígena, mejor, porque es hermosa”), la descarnada crítica política de ‘El paro’ (“Si la masa no piensa iré contra la corriente ...”) o el alegato feminista de ‘Tu luz + su luz’ (“Mujer nunca supliques ni mendigues un cariño...”). Cabe mencionar el que la cara A del álbum no tiene desperdicio, sin embargo, pasando el nudo de este se visualizarán algunos problemas...


El primero de ellos guarda relación con un elemento que desde ya anticipaba los conflictos que la banda tendría que enfrentar: cuando Ana Tijoux es relegada a un segundo plano el disco pierde. Y no es que canciones como ‘La saga’ (“Dime quien fue Hitler? Dime quien fue Franco? / Dos hijos de puta que querían el mundo en blanco... ”), ‘La vida es como un sueño’ o ‘La misión’ sean malas de plano, pero si se perciben como temas cualquiera de hip hop. Es Anita quien aporta el necesario matiz y cada vez que ella aparece el álbum vuelve a volar. ¿Un ejemplo? ‘Esencia de vida’, que logra a medio disco traernos de regreso cuando este ya se había vuelto realmente pesado. Cabe mencionar el que Ana Tijoux se presentaba ante nosotros en ese entonces como “Anita”, un diminutivo que delata muchos asuntos a la vez, el sesgo de género existente en la sociedad y música (sobretodo en el hip hop, un estilo "de hombres") pero también el bajo perfil que la artista deseaba mantener en aquel entonces, lo cual evidentemente se contrapuso con la realidad pues era ella quien acabaría acaparando las portadas y entrevistas de la banda. La lucha de egos al interior de Makiza era evidente, y la música también hablaba de aquello.

Otro problema con que carga a cuestas el disco es su extensión. Son 72 minutos de música los que aquí se nos presentan, con una primera mitad enorme pero una segunda que redunda bastante y deja la sensación de que pusieron todo lo que tenían, quizás demasiado. Ahí ‘Alquimia’ funciona gracias a sus arreglos, fuera de ser el único en todo el disco que aborda una temática de pareja, pero tanto ‘Gigolo’ ,‘Vidas entrelazadas’ como ‘Con elegancia’ no están a la altura en cuanto a letras ni música dejándonos así un disco desbalanceado.

En definitiva, Aerolíneas Makiza resultó ser en su momento un bombazo de álbum y por aquello quedaría marcado para la posteridad. En el detalle aparecerían elementos a mejorar que lamentablemente no vieron continuidad tras la pronta ruptura del cuarteto, pero bueno, de lo bueno poco afirma el refrán y al menos un muy grato consuelo que este proyecto nos dejó fue la carrera en solitario de Ana Tijoux, donde la artista ha sabido dar rienda a suelta a su creatividad y personalidad, la cual vimos nacer veinte años atrás en este histórico álbum. 

7,8 / 10
Excelente. 

martes, 4 de febrero de 2020

Caspian: On Circles (2020)

“Genérico...”

Que una banda lance su quinto álbum en enero entrega un mensaje claro: “quiero que escuches mi disco”, lo cual hace sentido considerando que estamos hablando de post rock y un trabajo que llega tras cinco años de silencio. Dust & disquiet (2015) había sido lo último, un disco oscuro y espeso pero que dejó buen aroma en el aire sumado a las ganas de ver hasta donde sería capaz de llegar el proyecto, y quizás sea precisamente por esto que On circles, sin ser un mal disco, acabe sabiendo a poco, ya sea por las expectativas o el tiempo que se tomaron para lanzarlo, el caso es que en estos 46 minutos de música encontraremos gratas dosis de post rock, uno que otro momento de alto vuelo más unos cuantos que no nos dirán demasiado y la novedad de en dos canciones haber incorporado voces, sin embargo, el global habla de un álbum que no aporta nuevos elementos dentro de lo que estamos habituados a oír dentro del género y acaba jugando a la segura en un terreno que ya muchos otros han visitado de mejor forma. 

Para muestra de lo mencionado basta darle play al disco y dejar sonar la dupla inicial  ‘Wildblood’ + ‘Flowers of light’, ambas están muy bien y generan ambientes soberbios pero apuestan por una fórmula bastante conocida, con suaves introducciones que lentamente comienzan a incorporar guitarrazos y baterías explosivas para encontrar durante su avance momentos intensos. Más adelante en el disco nos encontraremos con ‘Collapser’, la más cruda/rock del álbum (mi favorita por cierto) y otra que gestiona bien sus arranques instrumentales pero de igual forma y previo esta sonarán tres piezas que avanzan sin decirnos mucho , dejando así un álbum bastante desequilibrado que incluso en su recta final sonará desbalanceado, con una ‘Ishmael’ que comienza muy interesante entre violines para acabar como cualquier otra y la balada ‘Circles on circles’, sosa como ella sola.

Dos o tres momentos que funcionan más un conjunto irregular y predecible es lo que nos ha dejado Caspian en su quinto álbum. Un disco que no está del todo mal pero del que definitivamente esperábamos algo más...

6/10
Bueno,cumple.



Otras reseñas de Caspian

sábado, 1 de febrero de 2020

Annihilator : Ballistic, Sadistic (2020)

“Cantidad, más no calidad...”

De regreso la banda de Jeff Waters, único integrante original del proyecto desde 1984 y quien se ha hecho acompañar durante estos más de treinta años por decenas de músicos. De regreso su heavy metal genérico, directo y, digámoslo, de bajas pretensiones. Porque a estas alturas del partido esperar que una banda como Annihilator venga a reinventar la rueda es absurdo (más con la cantidad de cambios de formaciones que trae en el camino) por lo que el asunto disco a disco viene remitiéndose desde hace bastante a únicamente hacerte pasar un buen rato variando más que nada en la dinámica de cada registro. En esa línea discos como Suicide society (2015) + For the demented (2017) apostaron por el peso del sonido, a diferencia de este Ballistic, sadistic que conecta mucho mejor con lo que fue Feast (2013) colocando el énfasis en la rapidez de los riffs, en un doble pedal constante y en prácticamente no entregar respiro al auditor en el canción a canción.

Prácticamente todos los temas por tanto centran su fuerza en veloces estrofas, una batería que explota desde el primer segundo, guitarras aceleradas y coros contagiosos pensados para el acompañamiento en vivo del público. Tendremos por tanto el “¡Ballistic, sadistic! Beyond belief!” de ‘Armed to the teeth’ , ese punkoide “¡Fuck your attitude!” en ‘The attitude’ o las exclamaciones del single ‘Dressed up for evil’ dispuestas a quedarse en tu subconsciente, todo en un contexto de mucha velocidad donde destacararán piezas como ‘I am warfare’ o ese espléndido cierre a cargo de ‘The end of the lie’. El problema es que al mismo tiempo la monotonía del sonido logra que temas como ‘Psycho ward’ , ‘Our with garbage’, ‘Riot’ , ‘Lip service’ o ‘One wrong move’ pasen absolutamente desapercibidas para el auditor, es decir, más de medio disco termina siendo intrascendente, por más técnica en velocidad que le hayan puesto al asunto...

Cantidad no necesariamente implica calidad y ahí el ritmo incesante (desde 1989 vienen sacando disco cada dos años en promedio) le ha acabado por pasar la cuenta a Annihilator, al punto de terminar lanzando álbumes poco interesantes que parecen ser únicamente una excusa para salir de gira. Tampoco los vamos a culpar, si finalmente de aquello viven hoy los bandas.

5 / 10
Nada muy especial.