jueves, 27 de junio de 2024

In Vain: Solemn (2024)

 "Regreso de altura..."

Le guardo especial cariño a esta banda, seguramente debido a que les descubrí diez años atrás y enganché rápidamente con un álbum como Ænigma (2013), el cual me sigue pareciendo pieza cumbre dentro de lo que estos noruegos llevan a cabo, es decir, ese death melódico con coqueteos progresivos enmarcados en un constante ir y venir vocal, pasando de momentos guturales a otros desbocados + coros limpios/melódicos. Nada nuevo, verdad sea dicha, y quizás por lo mismo, conscientes de que es fácil agotar este tipo de fórmulas es que In vain se toman tiempo entre cada lanzamiento, fueron cinco años para Currents (2018) y ahora han sido seis para este Solemn. Dicho en simple: dejan que el plato se enfríe para luego volver a realizar el ataque despiadado, uno que en este quinto trabajo se manifiesta en plenitud seguro dejando más que satisfecho a todo quien les haya extrañado durante estos años.  

Desde un comienzo por tanto el tándem se expresa en total claridad. 'Shadows flap their black wings' suena impecable con sus estrofas guturales seguido de un puente limpio que desemboca en un coro histérico, estructura que dará un par de vueltas para pasando los tres minutos lanzarte un solo extenso marcado por las armonías de guitarras y una recta final que retomará los coros (incluyendo la curiosa presencia de trompetas hacia el cierre). Que decir, todo de manual, pero funciona perfecto. In vain saben muy bien lo que hacen y vaya que sacan brillo a la fórmula. Hay un problema, sin embargo: la repetición. Finalmente, sabemos tan bien por donde irá el asunto que en el canción a canción casi asumimos que debemos "aceptar" los primeros dos a tres minutos para luego realmente acceder a lo interesante. Ocurre en 'To the gallows', por ejemplo, cuya primera sección parece ser un mero trámite que da paso a un trazo melódico mucho más relevante y un cierre fenomenal (todo sea dicho), en 'Season of unrest', que baja los tiempos a cero tras el primer tercio de canción para volver a nacer junto a un delicado saxofón.

Dado lo anterior, una pieza como 'As the going down of the sun' resulta particularmente atractiva gracias a las atmósferas tétricas que construye sobre tiempos ralentizados, mientras que en 'Where the winds meet' o 'Beyond the pale' encontraremos los pasajes más violentos y bestiales del disco, bastante cargados al death aunque de todas formas realizando parones bruscos y melódicos en los coros, es decir, del manual no se olvidan nunca. 

Por lo mismo, dada la contundencia de la propuesta, puede que la banda se haya excedido en la duración del disco. Entiendo que al no lanzar algo en seis años In vain sientan la necesidad de entregar todo lo que tenían a su público, sin embargo, una hora de música se hace demasiado para una fórmula a momentos tan densa (y repetitiva, digámoslo), al punto de que a las tres finales (que se marcan veinte minutos entre todas) cuesta llegar con real interés, lo cual resulta triste considerando el cariño que transmite una canción enorme como 'Eternal waves' (ese quiebre en el 2:30, ¡precioso!) o lo singular que suena 'Watch for me on the mountain', una que con su relato en calma y tintes épicos se desmarca por completo de todo lo que antes había sonado.  

Solemn de In vain acaba dejando sensaciones de dulce y agraz. Es un gran disco (de eso no cabe duda) que trae de regreso a los noruegos en plenitud. Cada canción que acá presentan está ejecutada con precisión quirúrgica y las incursiones progresivas (sin lugar a duda el aspecto mejor logrado del del disco) son enormes. El problema es que a ratos se les ve el plumero. Las fórmulas son evidentes y reiterativas, lo cual merma un tanto el viaje y lo vuelve algo pesado. Con todo, es un regreso de altura.

¿Canciones? 'Shadows flap their black wings', 'As the going down of the sun' y 'Eternal waves'.

7,8 /10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de In Vain:

martes, 25 de junio de 2024

Darkthrone: It Beckons Us All....... (2024)

"Nada nuevo bajo el sol..." 

Si algo ha caracterizado la carrera de Darkthrone ha sido tanto la productividad como la constante exploración. Los noruegos no paran, al punto de que desde 1991 jamás han pasado tres años sin que tengamos un nuevo trabajo del dúo y de hecho llegan a este 2024 lanzando prácticamente un disco por año desde 2019. Este ritmo prolífico evidentemente habla bien del descaro de Fenriz + Nocturno Culto, quienes funcionan bajo normas propias grabando lo que les sale de los huevos, sin embargo, también acaba mermando el factor sorpresa entre nosotros. Dicho en simple: muchas expectativas no existen ante un nuevo trabajo de Darkthrone pues sabemos que la banda en un año no te va a reinventar la rueda (tampoco hace falta eh?). Finalmente, sus álbumes vienen desde hace una década respondiendo a un metal podrido pero que tiende al aletargamiento, con reminiscencias doom y estructuras repetitivas, elementos que lucieron bastante bien en toda la pasada por The underground resistance (2013) + Arctic thunder (2016) + Old star (2019) pero que inevitablemente fueron perdiendo frescura tanto en Eternal hails....... (2021) como en Astral fortress (2022), al punto de que este último ni siquiera llegué a comentarlo acá en el blog dado lo poco interesante que me pareció. En ese camino este nuevo It beckons us all...... se instala en la línea de sus dos antecesores inmediatos, es decir, mantiene esa tendencia a dar vueltas hasta el hartazgo sobre una idea al punto de hacerte perder interés sobre la propuesta presentada. 

Dicho lo anterior, cabe mencionar que el álbum va de más a menos. Nos plantean acá un nuevo disco de pocas canciones pero extensas, son siete en cuarenta y tres minutos de música, abriendo y declarando intenciones en 'Howling primitive colonies', de sonido crudo donde los riffs de guitarra lo son todo pues la estructura gira en torno a estos y las voces no son más que un relato hablado que solamente complementa. 'Eon 3' va en la misma línea aunque apostando a una atmósfera más tétrica (las voces son meras exclamaciones de conceptos al aire) que realizará un giro (2:25) ralentizando aún más los tiempos. Por esto mismo, la velocidad que imprimen en 'Black dawn affiliation' sabe bien, aunque en la extensión parecieran querer ocultar la falta de ideas (lo que hacen en el quiebre del tema desde el minuto tres en adelante solamente dando vueltas sobre un riff, que quieres que te diga...) mientras que la Cara A cerrará con un instrumental de tres minutos que no disgusta pero tampoco encanta. 

A la segunda parte del álbum llegamos con sensaciones encontradas, las cuales se acentuarán considerando que el dúo ha dejado para el cierre los dos temas más extensos del disco, 'The bird people of Nordland' de casi ocho minutos y 'The lone pines of the lost planet' que supera los diez. La primera deja mucho que desear, desganada en sus primeros cuatro minutos la intentan levantar acelerando hacia el final pero no alcanza mientras que la segunda abre con una guitarra limpia que ilusiona pero al minuto girará hacia otra estructura lenta y repetitiva con algún cambio poco atractivo durante el desarrollo.

Las sensaciones que deja este It beckons us all....... no son positivas. No es este el disco que uno le entregaría a alguien que no conozca a Darkthrone (salvo que quisieras que no les oyese nunca más) si no más bien un trabajo apto únicamente para amantes del dúo, quienes les vienen siguiendo el paso desde al menos los últimos veinte años y se han encariñado con esta etapa final cargada a las atmósferas (cada vez más) ralentizadas. Ahora, incluso en dicho contexto el disco falla a causa de la ausencia de momentos inspirados. 

¿Canciones? Con paciencia, 'Howling primitive colonies'.

5/10
Nada muy especial...


Otras reseñas de Darkthrone:
2021: Eternal hails......
2019: Old star

sábado, 22 de junio de 2024

High On Fire: Cometh The Storm (2024)

 "Como el vino..."

He aquí otra gran banda que quedó durante estos veinte años relegada a un segundo plano en términos de popularidad pese a poseer talento de sobra o incluso haber recibido un Grammy en 2019. Es el costo seguramente que ha debido pagar el bueno de Matt Pike por haberse mantenido fiel a un sentir y a un sonido en particular (a diferencia de lo que hicieron sus pares Mastodon, con resultados comerciales bien conocidos), el cual en este Cometh the storm vuelve a decir presente sin transar formas ni fondo. Nos encontramos así ante casi una hora de música que va por donde efectivamente esperábamos, es decir, ese slugde metal dispuesto a machacar incesantemente tu cerebro mediante una producción que saca partido al peso del sonido y ejecuciones donde la banda pareciese realmente dejarse la vida en cada canción.  Cometh the storm de High on fire es por tanto una declaración de amor al buen metal por parte de una banda que envejece como el vino, una que nos sentamos a disfrutar con respeto y reverencia, pues lo merecen. 

Abren muy bien, con toda la energía dispuesta en 'Lambsbread', entregando durante tres minutos una canción dinámica y efectiva pero que luego (desde el 3:20 en adelante) se encargará de dar muestras del hambre creativa que continúa mostrando la banda, al girar una y otra vez sobre un riff mientras se incorporan una serie de elementos instrumentales en el camino. Algo similar ocurrirá más adelante en la poderosa 'Cometh the storm' (la canción), donde la batería de Coady Willis (debutante en estudio ya que se incorporó a la agrupación recién en 2021) adopta enorme protagonismo y el trabajo de guitarras + voces sabe generar un clima de tensión creciente impecable que tiende al caos en medida que el tema avance. 

Destacará también la exploración instrumental de 'Karanylc yol' (una exquisita pausa que se marca el álbum con toques orientales en el sonido), la aceleración a fondo que impulsan en tanto en 'The beating' como en 'Lightining beard', donde la sombra del eterno Lemmy Kilmister se percibe más viva que nunca, así como al bajar en 'Tough guy' triunfarán gracias a la fuerza que imprimen. Por cierto, ¿por qué no terminaron el disco con el emotivo fade out de esta? ¡habría sonado perfecto! 

Ahora, pese a todo lo mencionado, el disco tiene algunos "detalles" a mencionar (las comillas son intencionadas pues ya se quisieran otras bandas este nivel de detalles) y es que, ya sea por el orden de los temas, la extensión o estructura de algunas, hay momentos donde la banda da alguna vuelta de más. Es lo que ocurrirá en el stoner de 'Burning down', por ejemplo, mucho más lenta, pesada y extensa en su andar respecto al resto del álbum, lo cual no sería nada si no fuese porque el tema se alarga un par de minutos por sobre lo necesario buscando algo que jamás llega. Pasa lo mismo en el cierre a cargo de 'Darker fleece', solo que esta dura nada más ni nada menos que diez minutos, o en 'Trismegistus', la cual impacta gracias a la velocidad, el desenfreno que derrocha (es otra que muestra las dotes de Coady Willis en batería ) y la interpretación bestial de Matt Pike en voces (que se deja la garganta en cada línea) pero también, se extiende un par de giros más allá de lo necesario. Son todas excelentes ideas, que eso quede escrito, sin embargo, dejan ese perfume a que faltó algo de inspiración para cerrar dichas ideas de mejor manera. A veces menos es más. 

Son detalles, sin embargo. En el global High on fire nos acaban de entregar en su noveno trabajo una serie de  momentos brillantes propios de un Matt Pike que luce incansable en su labor de artesano del metal, lo cual tras veinticinco años de carrera no puede si no emocionar.

¿Canciones? 'Lambsbread',  'Cometh the storm' y 'Tough guy'.

8/10
Excelente.

miércoles, 19 de junio de 2024

Pallbearer: Mind Burns Alive (2024)

 "Sin medias tintas..."

Con un camino de avance sostenido, marcado por atmósferas densas cercanas doom y coqueteos con el progresivo (con mucho de Black sabbath obviamente en el sonido), la carrera de Pallbearer pareció de cierta forma tocar techo en un álbum como Heartless (2017), ese disco que uno le pediría oír a cualquiera que quisiera conocer a la banda. Tres años más tarde tuvimos un correcto y sólido Forgotten days (2020) que pareció sostener la fórmula, una que en cierto modo se modifica este quinto álbum al escapar de ese peso característico de las guitarras para dar paso a construcciones bastante más calmas y que ciertamente carecen de explosiones marcadas (sin que esto se transforme necesariamente en un aspecto negativo). 

En este sentido, Mind burns alive se muestra como un álbum implacable con el auditor desde su primer minuto, seis canciones (extensas todas) que en cincuenta minutos no entregan concesión alguna, un lo tomas o lo sueltas sin medias tintas que se manifiesta de inmediato en la partida limpia y marcadamente dramática a cargo de 'Where the light fades', con una producción que coloca la sentida (y desnuda) interpretación vocal de Brett Campbell siempre en un primer plano y una estructura que va haciendo crecer el tema lentamente entre suaves olas de guitarras (jamás acudiendo a la estridencia eso si), algo que volverá a ocurrir más adelante en algo como 'Signals', con un tono melancólico aún más marcado que en la anterior aunque esta vez si añadiendo algo más de peso entrando en la recta final, pasado el minuto cinco.  

Las dos mencionadas por si solas hablan de un trabajo que se cuece a ritmo propio, desafiante y claramente de difícil entrada pero al mismo con una carga emocional importante y un trabajo melódico que vale la pena vivenciar. Ahora, tampoco cambiará el tono cuando el álbum incorpore guitarras y fuerza (aunque siempre manteniendo los tiempos lentos y bastante abajo), como ocurre en 'Mind burns alive' (con unos toques de oscuridad que incluso les acercan al gótico) o en la tremenda 'Endless place', la única en todo el disco donde apuntan a conseguir momentos orgásmicos de la mano de un saxo que hace presencia hacia el cierre del tema. 

Tras media hora de música aparece, sin embargo, la única carga que podemos criticarle al álbum, el cual acaba abusando de las atmósferas oscuras en su segunda parte. Y es que si bien los diez minutos de 'With disease' funcionan perfecto como cierre entregando los momentos más tétricos en todo el trabajo (6:00 en adelante), antes hemos pasado por 'Daybreak' y la sensación de que esta perfectamente se la podrían haber ahorrado en función de la dinámica del trabajo. 

Con todo, estamos ante otra experiencia fantástica propuesta por Pallbearer, una banda destinada injustamente a moverse en medio del anonimato pero que acá han regresado en gloria y majestad, y ojo: sin necesidad de repetir el plato si no más bien extremando las aristas más oscuras, melancólicas y emocionales de su sonido. Con alguna canción menos y algún momento más explosivo (aunque evidentemente no lo han querido así) quizás hablaríamos de un serio candidato a ser disco del año. No ha sido así y nos hemos quedado con un álbum excelente de todas formas y ciertamente otro paso firme en la carrera de la banda. Que no es poco...

¿Canciones? 'Mind burns alive', 'Signals' y 'Endless place'.

8,2 /10
Excelente.


Otras reseñas de Pallbearer:

domingo, 16 de junio de 2024

Rotting Christ: Pro Xristou (2024)

 "Fue culpa de la monotonía..."

El último (realmente) buen disco de Rotting christ data de ya más de una década, me refiero obviamente a Kata ton daimona eytoy (2013), álbum donde los griegos supieron conectar atmósferas, oscuridad y poderío en dosis precisas. Desde entonces, sin embargo, vino el bajón. Tanto el caricaturesco Rituals (2016) como su continuación The heretics (2019) dieron muestras de una banda dispuesta a bajar los decibeles de su sonido apuntando hacia fórmulas algo más lánguidas que apuntaban a aquello que tan buenos frutos le dio a una banda como Behemoth. El problema no ha sido eso si el giro estilístico si no más bien la falta de ideas, algo que vuelve a hacer mella en el nivel de este Pro Xristou, un disco que conceptualmente resulta bastante interesante (aborda el período histórico previo al desarrollo del cristianismo) pero que musicalmente es poco lo que dice, retornando a esas canciones de andar lento y carentes de todo filo. 

Una muestra significativa de lo que digo es la partida del álbum, donde paradójicamente las bandas suelen instalar aquellas canciones con mayor gancho pero que acá resulta ser un verdadero somnífero, con una 'The apostate' que desde la temática es llamativa (está enfocada en la figura de Juliano, el último emperador que se resistió a la instauración del cristianismo y por lo mismo abre exclamando un sentido "Me has vencido, Nazareno") pero en términos de arreglos y estructura resulta monótona a más no poder, dando vuelvas y vueltas sobre una misma idea. No mejorará demasiado el asunto con cosas como 'Like father, like son' o 'The sixth day', armando quince minutos iniciales planos y de escasos matices. Por lo mismo la banda intentará acelerar los tiempos con 'La lettera del diavolo' pero nuevamente mostrará sus carencias en 'The farewell', que por su duración (supera los seis minutos) te hace creer el que debe ser de lo más complejo del disco, pero NO, el tema nuevamente redunda y redunda entre un groove eterno y agotador. 

Y así, Pro Xristou se sucede tema a tema sin escapar de la monotonía, un andar que roza el gótico y que apunta a los coros con épica pero no parece jamás despegar. Una lástima, que a los hermanos Tolis se les quiere y respeta pero las cosas como son: otro disco en esta línea no se sostiene. 

¿Canciones? Cualquiera o ninguna a la vez...

4.5/10
Nada muy especial.


Otras reseñas de Rotting Christ:

jueves, 13 de junio de 2024

20 Años De... George Michael: Patience (2004)

 "Un regreso a contracorriente ..."

La carrera e historia del gran George Michael no deja de tener un dulce y agraz que conmueve. Dueño de un desplante y una voz inolvidable, el inglés supo construir una década magnífica durante el período 1986/96, años en donde pareció dispuesto a devorarse al mundo. Sin embargo, en la intimidad su vida estuvo siempre rodeada por la tragedia, depresión, inseguridades, (injustas) polémicas mediáticas, altos y bajos. En 1993 fallece su pareja por VIH (el hombre al que más amó en su vida y con quien declaró haber conocido la felicidad), tras lo cual consigue publicar el fantástico Older (1996), disco que supuso un triunfo tanto en críticas como repercusión pero cuyo éxito se contrapuso a una serie de situaciones personales de conflicto, incluida la muerte de su madre además de algunos escándalos en prensa, situaciones que acabaron por alejarlo de las pistas un largo tiempo, ocho años para ser exacto. Finalmente en 2004 el vocalista publicaría su cuarto (y último) álbum, trece canciones que lo muestran en una faceta aún más reposada respecto a lo que fue Older y que lo alejaron por completo de las canciones inmediatas que caracterizaron su pasado.

En este sentido, Patience luce ante todo como un álbum melancólico e incluso triste, un disco con el que George Michael pareciese querer escapar del éxito entre baladas o medios tiempos que no tienen puesto el foco en la búsqueda de melodías o coros con gancho, por lo que el resultado acaba siendo denso y espeso. Precisamente por esto último es que en la lista seguramente se incluyeron algunas canciones algo más "festivas", como el pop en acústico 'Amazing' (con seguridad el single más claro en todo el disco), la invitación electrónica al baile de cosas como 'Flawless (go to the city)', la política 'Shoot the dog' (donde pegaba palos a Tony Blair por apoyar a George W. Bush en la invasión a Irak en 2003) o la hipnótica 'Precious box', así como la agresiva y sexual 'Freek! 04', sin embargo, estas funcionan como verdaderas islas en medio de un conjunto que se mueve sobre sonoridades mucho más oscuras y personales que por lo mismo puede resulten algo monótonas para alguien no dispuesto a darle tiempo y espacio al trabajo.

En este sentido, otra traba que presenta el disco es su extensión. En total son setenta minutos de música, con canciones que oscilan van desde los cinco a siete minutos de duración, es decir, juegan bastante con la tolerancia del auditor y suenan siempre desafiantes. Sin ir muy lejos, recién comenzando el álbum la pasada por 'John and Elvis are dead' + 'Cars and trains' + 'Round here' resulta bastante difícil de seguir (¡no son malos temas! pero si quince minutos dispuestos a espantar a cualquier auditor casual) mientras que el resto de los temas no cambiarán el tono, abusando a ratos del medio tiempo y la batería electrónica ('American angel', claro ejemplo), siendo los seis minutos de 'My mother had a brother' la única excepción a la regla, el único momento que desde lo musical encuentra arreglos atractivos y una exploración diversa. Respecto a las interpretaciones, cabría también el destacar lo que logra en 'Patience' (la canción) o 'Through', donde George Michael efectivamente transmite desde la emoción.

En el global, a veinte años de distancia Patience luce como un álbum incluso suicida. A contracorriente del éxito. Ante la disyuntiva de regresar con un bombazo o un trabajo de bajas pretensiones comerciales, el histórico vocalista optó por lo segundo aunque incrustando una que otra canción dinámica en el camino. El resultado va y viene, a ratos privilegiando en exceso el mensaje y las atmósferas oscuras para de pronto invitarnos a bailar. Finalmente el trabajo resultó ser uno de aquellos discos sentenciados a quedar en tierra de nadie: no fue valorado por los seguidores ni la crítica. Hoy, sin embargo, con sus pros y contra luce de culto, sobre todo considerando el que acabó por ser lo último en la carrera del eterno vocalista. 

¿Canciones? 'Amazing', 'Shoot the dog', 'Flawless (go to the city)' y 'My mother had a brother'.

7,2 / 10
Muy bueno.

lunes, 10 de junio de 2024

Billie Eilish: Hit Me Hard And Soft (2024)

 "Profundiza y reencauza..."

No deja de sorprender el acelerado ascenso que ha experimentado la carrera de Billie Eilish, sobre todo considerando el que la mujer no debutó mal. Cinco años atrás pegó el hitazo con un single como 'Bad guy' acompañado de un álbum bastante consistente como When we all fall asleep, where do we go? (2019), sin embargo, cosa curiosa: rápidamente la vocalista decidió salir de ahí, cargándose en Happier than ever (2021) hacia sonidos más reposados y adultos entre arreglos melosos en compañía de su hermano Finneas O'Connell. Aquella línea personal e íntima desarrollada en un contexto musicalmente diverso es la que la artista ha querido profundizar y en cierto modo re encauzar con su tercer trabajo, anotándose varios méritos en el camino. 

El primero (y no menor) es que ha controlado la duración. A diferencia de su antecesor, los excesos acá son mínimos. Nos entrega solo diez canciones en cuarenta y tres minutos de música, dejándonos la impresión de que esta vez la tiene más clara, sabe hacia donde quiere ir y no necesita tantear tantas aristas. Ahora, verdad sea dicha, habrán momentos de todas formas innecesarios en el disco. El minuto final de 'Skinny', por ejemplo, un alarde de grandeza por parte de Finneas que no pega en absoluto con la cadencia que el tema traía. Lo mismo con el cierre en plan synthpopero de 'L'amour de ma vie', un momento que habría funcionado mucho mejor desarrollado como una canción aparte y no una outro que no hace sentido con el resto de la canción. 

Mucho más coherente suena la salida de closet de la exquisita 'Lunch' ("Podría comerme a esa chica al almuerzo / Ella baila en mi lengua / Sabe como si supiese podría ser la elegida...") seguida de la notable 'Chihiro', con ese bajo marcando de gran forma los tiempos, y la sensualidad de 'Birds of a feather', con seguridad uno de los momentos musicales más grandes que Billie Eilish ha encontrado en su carrera. En este camino otro acierto que el disco se apunta es la firme intención por parte de la vocalista de mostrar que de verdad canta, algo que ya había anticipado durante 2023 en el exitazo 'What was I made for' pero que acá corrobora en la acústica 'Wildflower' pero sobre todo en la fantástica 'The greatest', una balada que va ganando intensidad en medida que avanza para alcanzar un momento orgásmico de aquellos...

Puede que la recta final del disco resulte algo espesa en medio una electrónica algo más experimental pero aquello es un detalle ante un álbum bien logrado y de intenciones tan claras. Billie Eilish acaba publicar su mejor álbum a la fecha, uno donde vocalista vuelve a reinventarse y a cerrar bocas, su tino y talento a estas alturas es innegable. Solo falta que siga abriéndose caminos...

¿Canciones? 'The greatest', 'Birds of a feather' y 'Chihiro'.

7,8 / 10
¡Muy bueno!


Otras reseñas de Billie Eilish:

miércoles, 5 de junio de 2024

Beyoncé: Cowboy Carter (2024)

 "En modo enciclopedia..."

En 2022 regresaba Beyoncé tras seis años de silencio. Lo hacia mediante un excelente y ambicioso Renaissance, álbum que echaba mano a una serie de referencias de ayer y hoy en el afán de armar un conjunto contundente desde lo musical y que políticamente buscaba también reivindicar el legado de la música negra dentro de la música pop. La jugada tenía enorme mérito considerando los tiempos inmediatos que vivimos donde todo dura veinte segundos y mucha música pensada "en exceso" no es valorada por el público. Por lo mismo, tras una aventura así de imponente uno habría esperado algo más de tiempo para pensar la siguiente jugada, sin embargo, la vocalista se lo traía todo fríamente calculado por lo que en menos de dos años la tenemos de vuelta con Cowboy Carter, disco aún más extenso y desafiante que Renaissance, una aventura country compuesta por nada más ni nada menos que veintisiete canciones y ochenta minutos de música con los que Beyoncé vuelve a dar muestras de su estatura como artista. 

Al parecer la vocalista ya no puede publicar sin apuntar a lo alto, instalándonos así frente a otro álbum en modo enciclopedia, complejo y desafiante, un trabajo que nuevamente va en busca de la reivindicación de la música afroamericana dentro de la cultura estadounidense. De ahí que utilice como herramienta el country, un género asociado tradicionalmente con el "mundo blanco", desarrollando un mestizaje musical profundo y cuidadosamente pensado, el cual evocará tanto a próceres de ayer como a artistas actuales. Dentro de esto último lucen las baladas 'Just for fun' (junto a Willie Jones), 'II most wanted' (con Miley Cyrus, en la que debe ser la más melosa en todo el disco) y 'Levii's jeans' (en compañía de Post Malone), mientras que las referencias históricas más entrañables se encontrarán con Willie Nelson cambiando el dial de una radio en el que a la pasada suenan artistas como Sister Rosetta Tharpe, Chuck Berry o Roy Hamilton, mientras que Linda Martell (la primera cantante negra en publicar un álbum de country) aparecerá en un par de introducciones, particularmente antecediendo a la singular 'Ya ya', otra donde Beyoncé declara intenciones con fuerza recordándonos la fuerza de una Tina Turner en la interpretación.

El asunto, sin embargo, no se limitará a lo anterior. La vocalista también meterá mano a cosas realmente clásicas, como 'Jolene' de Dolly Parton, a la cual ha modificado la letra cambiándole por completo el enfoque (pasando del "por favor, no te lleves a mi hombre" a un desafiante "¡no te atrevas ni a mirarlo!"), o la siempre preciosa 'Blackbird' de The beatles, que aparece acá a propósito de haber sido escrita por Paul McCartney en homenaje a aquellos nueve estudiantes a quienes en 1957 les fue prohibido el entrar a una escuela por su origen racial, siendo que tres años atrás la segregación en educación ya había sido declarada inconstitucional en los Estados Unidos.

Entre todas estas múltiples referencias que son parte de la historia política/musical estadounidense, la vocalista intercalará con tino una serie de ambiciosas canciones, abriendo fuegos con el carácter épico de 'Ameriican requiem', de estructura fascinante yendo desde el góspel hasta una sucesión de explosiones que muestran a una Beyoncé tremenda en términos vocales (¿canción al año desde ya? Puede ser), pasando por otra búsqueda pomposa y grandilocuente en '16 carriages', algunas más amigables como el country juguetón de 'Texas hold'em', momentos acústicos y delicados en 'Alliigator tears' o 'Daughter', abordando la maternidad como temática en 'Protector' o una arista más directamente sexual en 'Bodyguard'

Ahora, verdad sea dicha, a la recta final del disco (particularmente las últimas cinco) llegamos algo cansados por lo que si hubiese que encontrarle un problema a este Cowboy Carter, ese sería evidentemente el que se le va la mano con su extensión, sobre todo considerando que el álbum no se enfoca jamás en lograr canciones "efectivas", lo cual vuelve al viaje aún más denso. Pero bueno, ¿quién podría culparla por conceptualizar a este nivel y querer lanzarlo todo llegando a los ochenta minutos de música? Lo innegable es que Beyoncé vuelve a anotarse con otro gran disco, uno que la consagra como una mujer que juega en liga propia, algo que muy pocos/as artistas dentro del mundo del pop pueden declarar.

¿Canciones? 'Ameriican requiem', 'Texas hold'em', 'Protector', 'II most wanted' 'Just for fun'.

9/10
Brillante.


Otras reseñas de Beyoncé:

domingo, 2 de junio de 2024

Taylor Swift: The Tortured Poets Department (2024)

 "Ejercicio verborreico y conservador..."

Si hay alguien que entiende como funciona la industria musical hoy, es Taylor Swift . Amada y odiada en idéntica proporción, la vocalista logró hacerse de un nombre una década atrás y desde entonces no ha parado de publicar álbumes, en múltiples ediciones físicas (en colores diferentes o con x canciones extras) a manera de mantener a sus fans siempre atentos a sus movimientos. El resultado de esta estrategia podemos verlo hoy: éxito total. La tipa agota entradas por todo el mundo con su The eras tour, repasando con cuidado toda su discografía en conciertos de (agárrate) tres horas y media, dedicando de paso también un espacio a este, su más reciente trabajo, un álbum que llega bastante antes de lo que habríamos esperado considerando el que tanto Evermore (2020) como Midnights (2022) fueron álbumes bastante discretos (aburridos incluso) que pedían a gritos el que Taylor se tomase algo más de tiempo para publicar algo nuevo en lugar de ir sacando lo que tuviese a mano en tiempo record. Pero bueno, acá hay una línea editorial por lo que en menos de dos años y fiel a su estrategia comercial acá la tenemos de regreso con otro álbum en su línea: un disco extenso, monotemático, personal e innecesario. 

Dieciséis nuevas canciones son las que acá entrega (¡treinta y una! en la versión extendida), donde la vocalista se explaya en sus aventuras personales, sus amores tortuosos y desamores. Nada nuevo por cierto, no solo en su discografía si no que en la historia de la música. ¿Es qué habrá algo más cliché que vocalistas mujeres cantando acerca de relaciones de pareja? Ya sea desde la idealización o el fracaso, nada nuevo bajo el sol. El caso es que acá va Taylor de nuevo, hablando de lo crueles que son sus hombres en 'My boy only breaks his favorite toys' (o sea, el título ya se explica por si mismo, pero traduzcámoslo : "El tipo me trata mal pero se que soy su favorita...") o 'Down bad' (abriéndose en canal desde sus primeras líneas: "¿Realmente me transportaste en una nube de polvo brillante solo para hacer tus experimentos? / Decirme que era la elegida / Para luego devolverme al mundo desde donde vengo..."), hablando de amores imposibles en 'Fortnight' (junto a Post Malone), reflexionando con un profundo "¿Quién te va a contener como yo?" en 'The tortured poets department' (la canción) o cantándole al despecho y a la rabia en 'So long, London' ("Juraste que me amabas pero ¿dónde estaban las pistas? / Morí en el altar esperando las pruebas / Nos sacrificaste a los dioses de tus más tristes días / Y yo estoy trayendo el color de regreso a mi rostro..."). 

En adelante, los títulos se continuarán explicando solos ('I can fix him (No really I can)', 'I can do it with a broken heart', The smallest man who ever lived'), todos abordando la obsesión temática de la artista: los hombres. Porque tal parece no hay nada más de lo que le interese cantar. Ahora, seamos sinceros: ¿alguien se cree que esto es mero azar o inspiración? ¡Claro que no! 

Y es que precisamente todas estas miradas del amor ligado al sufrimiento puede sean finalmente la explicación para el enorme éxito de Taylor Swift, una empresaria de la música que inteligentemente ha explotado las temáticas que una sociedad patriarcal le permite explorar a las mujeres. El amor es terreno de ellas, por lo que resulta lógico que las adolescentes (y las no tanto) se identifiquen con este conjunto de canciones, que sufran con Taylor y se comprometan con su causa. ¿Tiene algo de malo todo esto? ¡Para nada! Que cada cual es libre de cantarle a lo que quiera y como quiera. Sin embargo, el mensaje y análisis cultural no puede dejarse de lado a la hora de analizar el fenómeno pues si nos ceñimos estrictamente a lo musical, The tortured poets department es otro álbum excesivo y repetitivo de la vocalista, uno repleto de canciones cortas (tres minutos prácticamente todas), baladas de estructuras muy sencillas y arreglos cargados al piano + una electrónica completamente inofensiva con algún momento explosivo en donde la producción de batería hace lo suyo. Todo muy predecible y domesticado, sin embargo.

El disco por tanto paga los costos de la verborrea de su autora, una que ha decidido instalarse en una posición tremendamente conservadora tanto desde lo lírico como lo musical, lejos de otras autoras actuales con ovarios tales como Florence Welch (con quien por cierto comparte créditos en una canción acá), Beyoncé e incluso las mismísimas Dua Lipa o Billie Eilish. Insisto en que esto no transforma la música de Taylor Swift en desechable per se. No sería nada que la estadounidense le cantase al amor tortuoso una y otra vez si es lo hiciera de manera novedosa (está escrito acá en mi blog el cuanto disfruté un disco como Folklore en 2020), con algún elemento que impacte en su sonido, cosa que no ocurre en ningún momento a lo largo de este disco.

¿Canciones? 'My boy only breaks his favorite toys'  y 'I can do it with a broken heart' (por ser la única en todo el disco que aporta una dinámica cargada al synth pop que cambia el tono del disco).

5/10
Nada muy especial...


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