lunes, 29 de diciembre de 2025

Candelabro: Deseo, Carne y Voluntad (2025)

 "Sofisticado y crudo.."

Que mejor manera de cerrar 2025 que escribiendo respecto al fenómeno musical chileno del año, uno que resulta especial además en muchos sentidos. Primero por lo musical propiamente tal pues Candelabro es un proyecto bastante "alternativo", siete integrantes liderados creativamente por Matías Ávila que traen al presente el sonido de leyendas nacionales como CongresoFulano o Los Jaivas aunque sin el componente andino de los primeros ni el jazz de los segundos, mientras se acercan a la vez al sonido actual que los ingleses Black country, new road han desarrollado durante estos últimos años, léase: canciones extensas, desestructuradas, donde la instrumentación juega entre intensidades que fluctúan constantemente y se encuentran puestas al servicio del mensaje que se entrega. Luego está también el que la banda está compuesto por jóvenes MUY jóvenes, chilenísimos también, de ahí que las líneas que se entregan contengan un componente nacional que vuelve al producto bastante autóctono. O sea, en lo concreto en el disco debut Ahora o nunca (2023) habían metido palabas de Eduardo Bonvallet y en este aparecen diálogos de Armando Uribe, ¿algo más chileno que eso?

Deseo, carne y voluntad no es un álbum conceptual pero si posee un hilo temático transversal que lo caracteriza, enlazando con fuerza los conceptos de fe y patria en cada una de sus canciones. En dicho sentido el momento más brillante del trabajo, y donde estos elementos se conjugan de mejor forma, se alcanza en el nudo del disco (¡donde debe ser!) mediante la pasada por 'Pecado' + 'Tierra maldita', dos piezas extraordinarias donde líneas como "Dios está perdido en una calle de Estación central", "Dios no elige a su pueblo, el pueblo elige a su Dios" o "Y yo me niego a creer que esta tierra está maldita..." impactan por la crudeza y desfachatez que transmiten en medio de un sonido tan sofisticado como crudo que se atreve a coquetear en la primera con el ska y en la segunda construyendo una atmósfera tan inmersiva como tétrica. Es el momento más enorme del álbum sin lugar a dudas. Antes de ambas Candelabro habrán planteado un trayecto que oscila entre el rock (?) de cosas como 'Domingo de ramos' o 'Haz de mi' (la más Congreso de todas), pasajes exquisitamente explosivos en 'Ángel', otros más golpeados en 'Tumba' y pasadas que se entregan al spoken word en 'Liebre'. Por otro lado, en la Cara B del trabajo luce el lúgubre pesimismo de 'Fracaso' (que carga con una evidente referencia al momento político chileno actual en ese "Y entre todo este fracaso habrá que levantarse a construir / Habrá que levantarse a trabajar / Por algo mejor...") así como el tremendo viaje que propone 'Cáliz', con bonitos guiños a Los jaivas en esta. 

No todo será perfecto dentro del álbum y eso hay que decirlo. Particularmente hay tres puntos necesarios de marcar. Por el primero eso si no les podemos culpar: la producción. El disco no suena bien. Suena pobre, artesanal, casero. ¿Qué esto termina siendo parte del encanto? Puede ser, sin embargo, la sensación que el álbum deja es que músicos de este nivel merecían una mezcla que les sacara mejor provecho. Aunque insisto en el punto, por esto no les podemos criticar, que en un país como Chile ya es tremendamente meritorio el que una banda como Candelabro hayan logrado grabar dos álbumes. Lo segundo: fallan las voces. Canciones como 'Prisión de carne', 'Tumba', 'Haz de mí' o 'Ángel' resienten muchísimo la falta de una voz convincente cuando va abajo en las notas (insisto, tampoco la mezcla ayuda). Y lo último: hay momentos que sobran. Se entienden las ganas de la banda por meter todo lo que había en la lista pero llevar al álbum sobre los setenta minutos entre canciones como '3 flores blancas' o 'José (créditos)' resulta innecesario para un disco que con diez minutos menos y cerrando con una canción como 'Cáliz' habría funcionado bastante mejor.

Dicho todo lo anterior, estamos ante uno de los grandes discos del año. Candelabro impactan por la crudeza y sinceridad que transmiten, también por la contundencia y diversidad que expresan en materia de arreglos. Deseo, carne y voluntad es un álbum desafiante con el auditor pero que derrocha magia y autenticidad, al que cuesta no aferrarse con esperanza hacia el futuro. Benditos sean cabros...

¿Canciones? 'Pecado', 'Tierra maldita' y 'Cáliz'. 

8,5 /10
¡Excelente!

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