domingo, 8 de septiembre de 2024

The Smashing Pumpkins: Aghori Mhori Mei (2024)

 "El último recurso..."

"Los Smashing pumpkins tienen un nuevo álbum. Un regreso a sus raíces. Billy, Jimmy y James vuelven al estilo de guitarra de la vieja escuela..." - afirmaba Billy Corgan en un video viralizado semanas atrás hablando en múltiples idiomas con ayuda de una inteligencia artificial, tratando de meternos el eterno golazo de la vuelta a lo básico. Y es que cuando ya nada te resulta, ¿qué queda? Pues el último recurso: el guiño a la nostalgia. De esta forma, tras la intrascendencia de un Shiny and oh so bright (2018), la fallida aventura synth pop de Cyr (2020) o la verborrea insoportable de ATUM (2023), William Patrick Corgan nos quiere convencer de que este Aghori mhori mei recupera el sonido de sus inicios y entregará a sus fans "lo que quieren oír". El problema, sin embargo, de estos ejercicios se da cuando el autor olvida (o quiere olvidar) que el principal motor del artista es su contexto y que la música no funciona como un ejercicio mecánico donde la mera inclusión de unos cuantos ingredientes implicará un gran álbum. Debe haber algo que decir, algo que transmitir, y eso es lo que termina fallando en cada nuevo disco de Billy Corgan, por más que insista en utilizar la marca Smashing pumpkins e insisto, tratar de convencernos de que "ahora si que si" están de vuelta. 

Y si, que a lo largo de estas diez canciones encontramos peso. Ahí tienes las guitarras de 'Edin', 'Pentagrams' o 'War dreams of itself', pero...¿basta con el peso? ¿basta con que Jimmy Chamberlin acelere? ¿Era eso lo que volvió tan grande a cosas como 'Cherub rock', 'Jellybelly' o 'The everlasting gaze'? ¿O fue acaso la capacidad de Billy (en colaboración con el productor de turno) para construir intensidad? Y ojo, que ni siquiera hay que ir demasiado lejos para comprender de lo que hablo. Ve ahora mismo y dale play a 'Quasar' + 'Panopticon', la apertura de Oceania (aquel sub valorado álbum de 2012 y que mirado a distancia resulta ser el último buen disco de Billy), y compara aquello con lo que hacen aquí en 'Edin', una canción que evidentemente no saben como resolver en su sección intermedia (entre el minuto tres y cinco) o la misma 'War dreams of itself', donde efectivamente le meten todo el peso que pueden, sin embargo, la pregunta es: ¿para qué? Fuera de la aceleración de Jimmy, ¿qué queda? Pues un riff insulso y composición que no consigue lo que promete. No hay filo. Algo similar a lo que le ocurre en la lánguida '999'.

En la lista, mucho mejor quedan cosas como 'Pentagrams' o 'Sighommi', ambas caras de una misma moneda y funcionando en lo suyo, la primera debe ser la mejor en todo el álbum y una que se extiende de manera justificada mientras que la segunda va más al grano y en tres minutos funciona, sin embargo, dos canciones no hacen un álbum y el resto, fuera de las ya mencionadas, van por donde Corgan viene yendo desde hace una década, es decir, esos temas flojísimos que se construyen sobre teclados ('Pentecost', 'Who goes there' o el empalagoso cierre a cargo de 'Murnau') o esos medios tiempos que intentan ser la enésima emulación de '1979' pero que sencillamente no funcionan ('Goeth the fall').

En 2017 Billy Corgan logró convencer a James Iha de volver a la alineación y desde entonces han realizado múltiples giras. En este período, la "banda" ha publicado cerca de 60 canciones bajo la marca The smashing pumpkins, sin embargo, ¿cuántas de estas interpretan en vivo? Muy pero muy pocas. Y es que realmente nadie, ni siquiera ellos mismos, tienen ganas de defender estas canciones, las cuales siguen pareciendo meros caprichos de un megalómano que luce completamente superado por el personaje.

¿Canciones? 'Pentagrams' y 'Sighommi'.

5/10
Nada muy especial...

1 comentario:

  1. Al ver la portada primero pensé en Pink Floyd y luego en los Artics ja. En fin, van a tocar en Argentina, saludos.

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