sábado, 30 de noviembre de 2024

Gaerea: Coma (2024)

 "Desatado y emocional..."

La lógica del disco cada dos años no entrega mucho tiempo para reinvenciones, si no más bien la añadidura de uno que otro elemento que vaya torciendo lenta pero sostenidamente el camino de un determinado sonido. Esta es básicamente la fórmula que vienen siguiendo los portugueses Gaerea desde 2018 a la fecha. Con este ya son cuatro álbumes los que han publicado y en cada uno se pueden identificar pequeños guiños distintivos que han ido dándole corpulencia a la propuesta, siempre cercana al black aunque con dosis de modernidad suficiente como para escapar de dicha etiqueta y, ciertamente, molestar a los fans más ultrones del género. 

En Coma volvemos a oírlos tocando la tecla del sólido Mirage (2022), es decir, ese metal rabioso, desatado y fuertemente emocional. Sin embargo, para bien y para mal el sonido de Gaerea no escapa de los lugares comunes que este tipo de bandas suelen abordar, dígase, momentos de calma seguidos de un desate explosivo, con momentos de alta velocidad y desenfreno, marcados por un trabajo de producción que permite disfrutemos un exquisito sonido batería. Encontraremos acá entonces canciones que abrirán en calma entre tranquilas introducciones para luego elevar la intensidad y sostenerla bastante arriba (ahí tienes 'The poet's ballet''Suspended' o 'Shapeshifter'), intercaladas con otras que desde el primer momento aceleran ('Hope shatters', 'World ablaze' o 'Reborn'), las cuales resultan algo más directas en sus intenciones, sumado a algunas que propondrán un ida y vuelta en su estructura ('Coma' o 'Wilted flower'). El elemento común acá será ese toque dramático en las interpretaciones vocales de Guilherme Henriques, doble pedal constante y riffs de enorme peso, armando un global de cincuenta minutos que si bien funciona también se vuelve algo pesado debido a lo monocorde (y monótono, digámoslo) de la propuesta.

El cuarto disco de Gaerea está bien. Es claro en términos de intenciones, está ejecutado con precisión quirúrgica además de sonar tan desgarrado (y potente) como el género exige, sin embargo, a la cuarta o quinta canción el trámite da la sensación de haber mostrado todo lo que tenía por lo que en ningún caso justifica excederse tantos minutos. Por otro lado, las canciones funcionan pero ninguna transmite la sensación de ser esencial, dicho en simple: podrías haber sacado a cualquiera y el disco no resentía su ausencia. A veces menos es más. De todas maneras la banda no solo mantiene el buen nivel si no que transmite la idea de estar (muy) cerca de encontrar el punto preciso en la fórmula. Quizás la clave está en dejar un ratito el cerebro de lado y dejar que el asunto fluya con algo más de libertad, sobre todo si se quiere apuntar a un sonido que pretende conectar desde la emoción del sonido. El tiempo dirá...

¿Canciones?  'The poet's ballet'  y de ahí, cualquiera. 

7/10
Muy bueno.

jueves, 28 de noviembre de 2024

Kasabian: Happenings (2024)

 "Les sigue costando sobrevivir..."

Finalmente a Kasabian le terminó ocurriendo eso de vivir compitiendo con el fantasma de sus primeros discos (mismo fenómeno que enfrentaron pares generacionales como Franz Ferdinand o The hives, entre otros), a lo cual sumó el despido de Tom Meighan en 2020, dejando a Serge Pizzorno como líder y mente creativa de la banda. No la han tenido fácil por tanto, The alchemist's euphoria (2022) fue un disco que pasó tremendamente desapercibido y con este Happenings no ha sido distinto. Les tenemos acá, sin embargo, en una vibra diferente a la habitual apostando por una cosa más centrada en el ritmo entre arreglos electrónicos que invitan a la pista de baile, "un disco para disfrutar en los conciertos" - han dicho (donde, de hecho, abundan los "Oooh Oooh Oooh"). El problema es que las canciones no están, lo cual es algo dramático cuando una banda precisamente es lo que se ha propuesto, digamos, entregar temas cortos pero efectivos. 

El disco es muy breve, menos de treinta minutos para diez canciones que se mueven (todas) entre los dos a tres minutos. Dos cucharadas y a la papa. En ese camino, hay cosas divertidas en esa primera mitad, promoviendo el baile en 'Darkest lullaby', jugando con el coro pop en 'Call' o acelerando a fondo en 'How far will you go', el drama es que las canciones no parecen tener demasiado, un par de coros y sería, a otra cosa. De igual forma cuando abordan un pop algo más genérico, como sucede en 'Coming back to me good' extravían por completo su identidad y suenan como cualquier banda del montón. Sin ir muy lejos durante la segunda mitad se suceden canciones completamente olvidables como 'G.O.A.T' o 'Italian horror', destacando unicamente la oscuridad de una 'Hell of it' o ese cierre simpaticón y contagioso de 'Algotithms'.

En entrevistas Pizzorno ha puesto énfasis en que la banda desea evolucionar y no estancarse en un sonido. Bravo por eso pero verdad sea dicha, no dan con la tecla y les sigue costando bastante sobrevivir. Finalmente el asunto continúa limitándose a participar en festivales interpretando viejas glorias. 

¿Canciones? 'Call' y 'Algotithms'.

lunes, 25 de noviembre de 2024

20 Años De... U2: How To Dismantle An Atomic Bomb (2004)

 "Caricatura de sí mismos..."

La historia es conocida. El "fracaso" (las comillas son totalmente intencionadas) de Pop (1997) volvía a sumir a U2 en una crisis existencial similar a la que habían vivido diez años atrás post Rattle & hum (1989). Con una diferencia relevante eso si: la crisis de 1990 era artística, más no comercial. A los noventa los irlandeses entraban con dudas en torno a su perfil artístico, preguntándose si aún tenían algo relevante que decir y por lo que existir, de ahí que la respuesta fuese artística: el brillante Achtung baby (1991). Entrando a los dos miles, sin embargo, lo que embargó a U2 fue un terror a volverse irrelevantes, viejos y que bandas como Coldplay (entre otros) les ganasen la partida llenando estadios. De ahí la decisión de abandonar por completo la vanguardia noventera simplificando fórmulas para así congraciarse con el público mediante un meloso All that you can't leave behind (2000), un álbum sencillo, ameno y que en términos de promoción (+ gira) explotaba el perfil mesiánico de un Bono que desde entonces decidió transformarse en una caricatura de si mismo. 

Quedaba en el aire, sin embargo, la duda respecto al siguiente paso. ¿Más de lo mismo o algún tipo de paso hacia adelante? Lo cierto es que How to dismantle an atomic bomb (qué título más molesto, por favor...), a diferencia de su antecesor que era bastante más claro y conciso, pretende ser muchas cosas (de ahí la cantidad de productores que metieron mano acá, ocho en total). Un disco que intenta retomar la veta más rockera de U2 y entregarle protagonismo a la guitarra de The Edge en canciones como 'Vertigo' (que sería a los irlandeses lo que 'It's my life' fue a Bon Jovi, es decir el último hit en su carrera y la canción que quizás salvo de la quema a este álbum), una interesante 'Love and peace or else', donde se acuerdan de lo que era construir una atmósfera gracias al tándem Adam Clayton + Larry Mullen Jr. que acá funciona perfecto, aunque al mismo tiempo lastran el resultado a causa de esa producción que tiende a endulzar el sonido con campanitas, o ese esperpento que es 'All because of you', con un coro amateur a más no poder y una de las peores canciones de U2 en su historia. Porque claro, una cosa es querer sonar afilados y otra efectivamente poder. Lo cierto es que a quien tenemos acá en guitarra parece ser una especie de imitador barato de The Edge por lo que los riffs acaban siempre siendo bastante simples y es realmente poco lo que aquí suena a esos U2 que diez o quince años atrás podían reventarte la cabeza asumiendo riesgos en cosas como 'In god's country', 'Acrobat' o 'Gone'.

Por lo mismo, cuando más cómoda se siente a la banda es cuando entrega una versión azucarada del mítico The Joshua Tree (1987), es decir, en la adorable 'City of blinding lights' (aquí si que están en modo Coldplay armando una especie de 'Clocks' que pretende ser más ambiciosa aunque de nuevo, no les da), la seria 'One step closer' (un digno ntento por recuperar las atmósferas de The unforgettable fire) o las hiper melosas 'Original of the species', 'Crumbs from your table' (auto plagio del single 'Electrical storm') o 'Yahweh' (otro "quiero pero no puedo"), asunto que complementarán con algunas baladas como 'A man and a woman', que en su simpleza me sigue pareciendo de lo más agradable del disco, el auto plagio (y ya van...) que es 'Miracle drug' (donde nos intentan ver la cara imitando a 'Beautiful day' con descaro, de hecho, es raro que no haya sido single promocional) o 'Sometimes you can't make it on your own', con dedicatoria personal y emocional al padre de Bono en otro de los buenos momentos del disco. 

How to dismantle an atomic bomb en ningún caso es un mal disco sino más bien uno que sostiene esa versión endulzada de U2, donde la banda pareciese siempre imitarse a si misma, aunque a diferencia de lo que hicieron en los noventa, esta vez sin ninguna gracia ni ironía de por medio.

Nobleza obliga decir que más allá de los resultados musicales, a la banda mal no les fue en cuanto a objetivos. En su simpleza el disco efectivamente supo llegar a nuevos públicos y ampliar su target, que era lo que buscaban. Y es que claro, para alguien que no conocía canciones como 'One tree hill' o 'Where the streets have no names' seguro 'Original of the species' o 'City of blinding lights' le resultaron alucinantes. Por supuesto que quienes les conocíamos vimos el plumero a distancia y mucha sorpresa no encontramos en esta lista de canciones, sin embargo, su meta no éramos nosotros, ellos deseaban nuevas (¡y jóvenes!) audiencias para agigantar su legado. Desde ahí entonces la jugada funcionó. ¿Qué el disco es una completa mediocridad? Da un poco igual. Porque cuando los objetivos son comerciales y no artísticos, ocurre esto. Así suele funcionar el pop: coloca los resultados por sobre los medios. 

¿Canciones? 'Vertigo', 'Sometimes you can't make it on your own' y 'A man and a woman'.

sábado, 23 de noviembre de 2024

Sólstafir: Hin Helga Kvöl (2024)

 "Poco inspirado..."

Puede que algún pajarito no lo sepa pero en ningún caso Sólstafir es una banda novata. Que la popularidad y el reconocimiento les haya llegado recién una década atrás mediante Ótta (2014) es otra cosa, sin embargo, los islandeses llevan metidos en esto más de veinte años, con una singularidad además: sus miembros originales se mantienen prácticamente intactos (solo por la batería han circulado una serie de personajes). El camino que la banda ha recorrido por tanto tiene enorme mérito y ha venido de la mano de mucho esfuerzo. Por lo mismo hasta se comprende que a estas alturas intenten no perder lo ganado y jueguen un tanto a la segura, que en cierto modo es lo que habían realizado en sus dos anteriores discos. Sin embargo, las cosas por su nombre: esta vez se han quedado algo cortos de inspiración. Dicho en simple, los ingredientes acá han estado, dígase, los siempre dramáticos alaridos de Aðalbjörn Tryggvason, así como el sonido áspero y las atmósferas asfixiantes, el problema es que la banda no ha podido encontrar canciones suficientemente atractivas como para hacer del viaje algo llevadero y realmente interesante. 

Todo sea dicho, el disco no abre mal y en su primera mitad logra entregarnos un par de momentos de altura. La partida con 'Hún andar' y ese bombo que marca con fuerza el tiempo está bastante bien, así como la crudeza de 'Hin helga kvöl' (la canción) se enmarca como lo más potente que oiremos en todo el disco (donde incluso nos regalan pasajes que les acercan al black metal). El problema es que en adelante el disco hace aguas a dos frentes. En primer lugar no se entiende hacia donde quieren ir pues así como te encajan una cosa juguetona e incluso blackanrolera como 'Blakkrakki' luego se sacan de la mango tan lento y espeso como 'Sálumessa' (temazo de todas formas eh? De lo mejor del álbum con esos momentos orgásmicos del 3:00 y 4:55) para a continuación retomar la fuerza y velocidad mediante 'Vor ás', armando así una lista que muestra a la banda intentando contentar a todos, buscando temas gancheros así como otros profundos e introspectivos. 

Ahora, lo anterior sería subsanable si el resto de las canciones funcionaran pero eso no ocurre. Particularmente la segunda mitad del disco se vuelve pesadísima, cuatro canciones en poco más de veinte minutos que tienden a tocar la misma opaca tecla sin realmente dejar nada recordable en el camino. Y si bien el metal desaforado de 'Nú mun ljósið deyja' apunta a un lugar distinto que el oscuro cierre de 'Kuml', la sensación de monotonía y falta de chispa es inevitable, dejándonos un disco correcto pero no mucho más, un trabajo que en su primera mitad está bien pero que luego en ningún caso justifica sus casi cincuenta minutos de duración.

¿Canciones? 'Hin helga kvöl' y 'Sálumessa'.    

6/10
Bueno, cumple...


Otras reseñas de Sólstafir:

jueves, 21 de noviembre de 2024

Devin Townsend : PowerNerd (2024)

 "Meramente correcto..."

A estas alturas del partido el principal conflicto de Devin Townsend es que compite contra si mismo. Uno sabe de lo que ha sido capaz por lo que un disco meramente correcto inevitablemente sabe a poco. Ahora, le conocemos. Sabemos de sus afanes productivos y el que lleva veintitantos años lanzando álbumes como quien respira, lo cual inevitablemente redunda en una carrera de altos y bajos, a veces le encontraremos particularmente inspirado, como en el pomposo, exagerado pero brillante Epicloud (2012) o recientemente en los ambiciosos y grandilocuentes  Trascendence (2016) o Empath (2019), mientras que en ocasiones le hallaremos en una búsqueda que no llega a puerto, como le ocurrió en el reciente Lightwork (2022). En ese camino un disco como PowerNerd se ajusta a lo que esperaríamos salir de la cabeza de Devin, el problema es que, insisto, cuando uno le da play al genio canadiense se espera inevitablemente algún impacto mayor. 

En esta ocasión nos encontramos con una ensalada de lugares comunes del artista, canciones efectivas que se cargan a las guitarras y al peso como 'PowerNerd' o 'Knuckledragger', otras más introspectivas que apuestan por atmósferas etéreas tipo ''Falling apart' o 'Gratitude', sin embargo, digámoslo: no hay impacto. En todas Devin pareciese conformarse con haber encontrado un puente/coro relativamente efectivo... y ya. De hecho, es recién entrando en la segunda mitad del álbum cuando algo como 'Ubelia' logra dar con una tecla emocional atractiva gracias a su tiempo pausado que impacta entre bonitas explosiones, lo mismo con 'Jainism' (sin dudas, la mejor del disco), el primer momento del conjunto en donde percibimos a ese genio capaz de componer melodías monumentales, ambiciosas y afiladas, acercándose al metal incluso sin necesidad de acelerar demasiado. 

Entrando en la recta final el disco se empapará de medios tiempos como 'Younger lover' o 'Glacier', que retoman la tendencia a estar "bien" pero solo eso, quizás lo relevante acá es el trabajo acústico que Devin sostiene bajo esas capas de hiper producción, sin embargo, nada nuevo bajo el sol. Nada que antes no haya realizado, y mejor. En el cierre 'Goodbye' se deja oír (otro medio tiempo corriente) mientras que el experimento country 'Ruby quaker' no se entiende que pinta acá, dejándonos otro álbum en donde Devin Townsend cumple pero se encuentra lejos de aquellos momentos gloriosos que en el pasado (incluso no tan lejano) nos ha entregado. 

¿Canciones? 'Ubelia' y 'Jainism'.

6 / 10
Bueno, cumple...


domingo, 17 de noviembre de 2024

The Cure: Songs Of A Lost World (2024)

 "Distancia, pérdida y resignación..."

Digámoslo con todas sus letras: respecto a The cure existía cierta sensación amarga en el aire. Y es que no podía ser que una discografía tan enorme cerrase con dos álbumes tan tibios como fueron el homónimo de 2004 y 4:13 Dream (2008), los cuales si bien estuvieron lejos de ser un desastre (insisto, no son malos discos) no generaron impacto alguno y con seguridad quedarán retratados en la historia como dos experimentos fallidos. En su momento no sonaba tan terrible que no diesen con la tecla pues siguiendo con la tendencia del disco cada cuatro años (algo que venían replicando religiosamente desde 1992) tocaba álbum en 2012, sin embargo, este no llegó. De pronto cuatro años de silencio se transformaron en ocho, luego en doce, por lo que fueron muchos quienes comenzaron a hacerse la idea de que no habría más, que aquel confuso disco de 2008 efectivamente habría sido el último. Nos merecíamos todos por tanto un regreso como este, Robert Smith y compañía incluidos, una vuelta que sabe a gloria desde todas las aristas analizables y que muestra efectivamente a una banda coherente de comienzo a fin, como no oíamos desde hace demasiado.

Yendo a la música propiamente tal, algo que para esta ocasión han dejado de lado (y han hecho bien) es la búsqueda de la canción azucarada, esa que supieron encontrar en The head on the door (1986) y desde entonces, salvo contadas excepciones como Disintegration (1989) o Bloodflowers (2000), utilizaron con descaro para matizar la tristeza de sus discos. Por lo mismo, estos dos discos mencionados son precisamente a los que este Songs of a lost world parece acercarse en distintos momentos (también algo de Kiss me, kiss me, kiss me hay a ratos), entregándonos ocho canciones que en cincuenta minutos retoman esa tendencia a la introducción extensa (y exquisitamente pesada), algo que se torna evidente en la partida del disco mediante 'Alone', tres minutos de cortinas armadas por teclados que anticiparán la cruda entrada de Robert Smith ("Este es el final de todas las canciones que cantamos..."), en una clara declaración de principios para un álbum que a lo largo de su trayecto sostendrá la pérdida, el distanciamiento y la resignación como ejes temáticos centrales. 

La partida del disco es dramática, 'Alone' cerrará con un repetido lamento en torno a aquel sueño que se ha roto ("¿A dónde se ha ido...?") que dará paso a una hermosa 'And nothing is forever', primer punto altísimo del disco gracias a ese piano + teclados capaces de armar un delicado colchón para una letra que aborda con tranquilidad la comprensión de que todo inevitablemente llega a un fin ("Sé que mi mundo ha envejecido / Y nada es para siempre / Pero realmente no importa / Si me dices que estaremos juntos..."). 

Dado lo denso de los dos temas iniciales, es atinado que a continuación suene algo más ameno. En 'A fragile thing' no está ni cerca de ser un tema meloso pero si uno donde reconoceremos por primera vez y con claridad la presencia de un coro, así como la aparición con mayor protagonismo de las guitarras, las cuales terminarán de explotar en la fantástica 'Warsong' generando atmósferas fascinantes dignas de los mejores momentos de un Kiss me, kiss me, kiss me (1986), mientras que 'Drone:Nodrone' se mostrará como lo más juguetón en todo el álbum, en la línea de lo que alguna vez fue el single 'Never enough' (de 1990) aunque más oscuro, con el tándem bajo + batería luciendo a tope. 

Finalmente el disco comenzará a cerrar yendo nuevamente al piano en la melancólica 'I can never say goodbye' (con mención y dedicatoria al fallecido hermano de Robert), una amena 'All I ever am' (quizás la más débil en todo el disco) que sirve de puente y preparación para el palazo de diez minutos que es 'Endsong', otra canción de intro extensa donde la banda se toma todo el tiempo que necesita para preparar la atmósfera y entrada de un Robert totalmente resignado ante el paso del tiempo y la pérdida ("Estoy afuera en la oscuridad preguntándome como me volví tan viejo / Todo se ha ido, todo se ha ido / Nada queda de lo que he amado..."), en uno de los cierres más brillantes en toda la carrera de The Cure (si es que el más). 

Recientemente Robert Smith ha declarado que 2029 (cincuenta años de la banda) quizás sería un buen momento para dejarlo, también ha deslizado la idea de que hay material para un siguiente disco. El tiempo dirá, por ahora Songs of a lost world se enmarca como el álbum de The Cure que todos necesitábamos. En contra le jugará el que han tenido quince años para prepararlo, a favor el que no solo no decepciona, es que se pone a la lista entre los trabajos mejor logrados en la carrera de la banda, un disco profundo, exquisitamente pesado y digno de la leyenda. Benditos sean...

¿Canciones? 'And nothing is forever', 'Warsong', 'Drone: Nodrone' y 'Endsong'.

jueves, 14 de noviembre de 2024

35 Años De... The Cure: Disintegration (1989)

"Profundo y atemporal..."

Antes que todo, el contexto: para fines de los años ochenta The cure venían de dos álbumes absolutamente brillantes. En ese camino, The head on the door (1986) fue claramente el disco que abrió las puertas de la leyenda, ese momento en donde Roberth Smith descubrió que podía sonar luminoso, romántico e incluso tierno haciendo al mismo tiempo el tándem con la oscuridad y melancolía clásica de los primeros álbumes de la banda. Sin embargo, es con el inmenso Kiss me, kiss me, kiss me (1987) cuando el inglés efectivamente se convence de que podía componer su obra maestra, la cual definitivamente llegaría un par de años más adelante. En este sentido, Disintegration condensa y enfoca varias de las ideas trabajadas dos años atrás, las explota y eleva a la enésima potencia, entregando un producto rico en texturas, un trabajo impresionantemente profundo considerando además que su autor apenas llegaba a los treinta años de edad en ese entonces.

Yendo a la música, salvo algunas (necesarias) excepciones, en general en los setenta y dos minutos de Disintegration se centran fuertemente en las atmósferas, con esa tendencia a desarrollar introducciones extensas y canciones que navegan sobre arreglos marcados por los teclados de Roger O'Donnell, acompañados del bajo de Simon Gallup y batería a cargo de Boris Williams, esto en colaboración de David M. Allen en producción, quien ya les había acompañado en sus tres álbumes anteriores. 

Habrán de todas formas momentos acá en donde The cure van al single azucarado (aunque esta vez jamás te sacan a bailar), destacan ahí los singles obvios del disco: la nostálgica 'Pictures of you' (maravilloso el bajo en esta y el trabajo con la intensidad), la preciosa 'Lovesong' (inolvidable y eterno ese "No importa que tan lejos estés / Yo siempre te amaré...") y siniestra 'Lullaby'. Sin embargo, el álbum en general se mostrará bastante más arisco a lo largo del viaje. 

De esta forma, el disco abre con 'Plainsong', una absoluta declaración de intenciones con dos minutos y medio completamente etéreos que anteceden al calmo relato de Robert Smith, el cual no se extiende más allá de dos estrofas y carece completamente de alguna especie de coro, fórmula que se reiterará más adelante en cosas como 'Closedown' (esta vez con la batería + teclados siendo protagonistas) o 'Last dance', donde Robert volverá a plantear el tema de la distancia ("Me alegra tanto que hayas venido, que lo hayas recordado / Para ver como terminamos un último baile juntos / A regañadientes, cautelosos, pero más bonitos que nunca..."), mientras que altas cotas de intensidad se encontrarán tanto en la fantástica 'Fascination street' (esta vez recurriendo a punzantes guitarras) como en la dinámica 'Disintegration', esta vez con la batería + bajo causando estragos. 

No cabe duda que el disco representa una constante reflexión existencialista por parte de un Robert Smith apesadumbrado por el paso de los años, quien constantemente recurre a temáticas como la nostalgia, la perdida o el distanciamiento para expresar su sentir, algo que se refleja con claridad en todo el pozo profundo que representa la recta final del álbum, armada por 'Prayers for rain', quizás la más rabiosa en todo el trayecto ("Me fracturas / Tus manos sobre mi / Un toque tan plano / Tan viciado que mata..."), las lúgubres 'The same deep water as you' + 'Homesick' (que anticipan en cierto modo aquellas sonoridades que volverían a aparecer unos años más tarde en Wish) y cerrando con la tiernamente cruel 'Untitled', el tormento de quien perdió a alguien quedándose con un montó de palabras sin expresar ("Nunca te dije lo que quería decir / Nunca manejé las palabras para explicarte / Nunca supe como volverlas creíbles..."). 

El carácter de leyenda para un disco como Disintegration es absoluto. Desde lo cultural el álbum claramente representó una vía de escape para todos y todas aquellas que continuaban sin encajar en la estridencia y luminosidad del pop y el hard rock (marcado por el "glam metal") para fines de los años ochenta (Depeche mode fueron otros que desde su lugar cumplieron aquel rol), pero también está lo único y atemporal que suena, de hecho, es increíble constatar como a tan solo diez años de distancia (para 1999) el álbum se oía de una época completamente diferente. Hoy, mirado a ya más de tres décadas de distancia es conmovedor vivenciar como el álbum no hace sino agigantar su legado e influencia. 

¿Canciones? 'Pictures of you', 'Lovesong' y 'Fascination street'. 

10/10
Obra maestra.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Fontaines D.C: Romance (2024)

"Simplifican las formas …"

Tras algunos álbumes centrados en el post punk, digamos, discos de guitarras, oscuros y ciertamente poco amigables, los irlandeses Fontaines D.C lograron hacerse un nombre aunque claro, siempre inmersos en este contexto actual donde el rock ha dejado de ser popular. Por lo mismo es que en este cuarto trabajo han buscado expandir horizontes mediante un trabajo que desde la portada declara intensiones, mostrándoles más abiertos y esperanzados con el presente, también más amistosos y melosos desde el sonido (es su disco más pop a la fecha, digámoslo) aunque conservando siempre su esencia, generando en el global un equilibrio bastante bien logrado. 

Hay varios cambios que han decidido realizar para esta ocasión, entendiendo que el producto debe verse coherente desde todos lados. Han modificado su estética, por ejemplo, girando hacia una cosa mucho más noventera, mientras que desde lo musical se han alejado de los riffs densos y pesados de discos anteriores, acortando también la duración del álbum (que no alcanza los cuarenta minutos), aligerando sus canciones y poniendo fuerte énfasis en las melodías. Para todo esto han decidido trabajar con James Ford en producción, un tipo que antes colaboró con Arctic monkeys, Foals, Jessie Ware, Blur o este mismo año participó en el regreso de Pet shop boys, es decir, un experto en ayudarle a destrabar caminos a artistas en momentos particularmente delicados o cruciales. Y mal no les ha ido, pues sea como sea, finalmente todo ha colaborado para que Romance sea el disco que Fontaines D.C necesitaba a estas alturas de su carrera, ese álbum de pop pretencioso con el que desean llevar su música y mensaje a nuevos públicos pero sin jamás traicionar lo que son. 

Por sobre todo, Romance es un álbum amigable con el auditor pero que al mismo jamás suena vacío o desechable. Es un producto elaborado al detalle, lleno de ricas melodías y poderosa diversidad, lo cual se transmite desde el primer minuto de música. Primero mediante 'Romance' (la canción), una declaración de amor y fidelidad oscura y tétrica que funciona perfecto como introducción, y luego sacando esa carta bajo la manga que es 'Starburster', donde reiteran una especie de advertencia al comienzo ("Podría sentirse mal...") para luego impactar con los marcados (y crípticos) fraseos de Grian Chatten seguido de un contagioso coro ("Voy a derribar tu negocio / Si es que es una felicidad momentánea"), en un single impecable, desafiante y juguetón.

Algo que Fontaines D.C reiterarán bastante a lo largo del disco será eso de comenzar los temas con el coro, ya sea entre guitarras en 'Here's the thing', tonos melancólicos en 'Desire', otros marcadamente etéreos en 'Sundowner' o cerrando el álbum entre aires acústicos y enamorados de 'Favourite', esto con la clara intencionalidad de ser directos con el mensaje. La banda no desean mentirnos y desde un comienzo colocan sus cartas sobre la mesa. Guste a quien le guste. Ahora, entre las mencionadas intercalan varias canciones amenas y livianas pero que nuevamente explorarán diferentes aristas, algunas como 'Bug' o 'Motorcycle boy' serán extremadamente sencillas (quizás demasiado) mientras que otras  apuntarán a un sonido algo más reflexivo, como 'Horseness is the whatness' o la notable 'In a modern world', esta última representando un momento clave del álbum gracias a su tono marcadamente profundo y melancólico. 

No todo será perfecto eso si. Efectivamente hay canciones que en su simpleza no parecen llevarte a algún lugar y se quedan únicamente en la intentona, como ocurre en las mencionadas 'Motorcycle boy' o 'Horseness is the whatness', por lo mismo se agradece la inclusión hacia el cierre de la cruda 'Death kink' (con esos exquisitos aires a Pixies), pues en cierto modo oxigenan un disco que entrando en su recta final parecía perder fuerza. 

Romance, el cuarto disco de Fontaines D.C, es un triunfo para la banda y desde ya uno de los grandes discos que habremos oído este año. Y si, que la banda ha tanteado terreno simplificado las formas pero en general salen bien parados gracias al realce de melodías notables. Queda como desafío a futuro el que la banda pueda quizás incorporar a este sonido algo más de peso y acidez, porque claro, pese a que este álbum funciona muy bien, la sensación de que los irlandeses aún podrían encontrar su mejor versión sigue en el aire. El tiempo dirá...

¿Canciones? 'Starburster', 'In a modern world' y 'Favourite'.

8,5 /10
¡Excelente!

viernes, 8 de noviembre de 2024

The Smile: Cutouts (2024)

"Sin concesiones..."

Mirado a distancia, un disco como A light for attracting attention (2022) habría funcionado sin problemas dentro de la discografía de Radiohead, digamos, como una consecución relativamente lógica para A moon shaped pool (2016). Ahí quedaron registrados los aires etéreos de 'The same', las guitarras de 'You will never work in television again' o la emocionalidad a flor de piel de 'Free in the knowledge' como pruebas tangibles de lo que afirmo. Desde entonces, sin embargo, lo cierto es que la dupla Greenwood + Yorke se ha mantenido activa en nuevas búsquedas, en un evidente intento por no estancarse en cierto tipo de canción o repetir constantemente el plato (que seguro sería el camino más fácil de tomar a estas alturas), al punto de que en este más reciente Cutouts pareciesen renegar de las melodías atractivas o las guitarras (de distorsión ni hablar) para más bien centrarse en sus atmósferas, ariscas y pesadas por lo general. 

El álbum llega a menos de un año de la publicación de Wall of eyes por lo que se plantea como un trabajo de descartes, aunque cuenta con suficiente vida propia como para ser tomado bastante en serio, oscilando entre momentos hipnóticos que van con fuerza a los teclados en 'Foreign spies' (fabulosa con toda su onda introductoria), 'Colours fly' o 'Don't get me started' (esta con un notable trabajo instrumental e inmersivo), sacando la guitarra acústica en 'Instant psalm' o 'Bodies laughing', recurriendo a arreglos orquestales en 'Tip toe', acercándose (solo acercándose) al rock en las aceleraciones de 'Zero sum', 'Eyes & mouth' o 'No words' (una lástima lo limitado de voz que va Thom Yorke en todas estas pues no logra sacar todo el provecho a los temas), o entregándole protagonismo a la batería de Tom Skinner en 'The slip'

El disco se plantea como un viaje inmersivo que por instantes (y guardando las proporciones) puede acercarse a la propuesta del mítico Kid A (2000), pero sin el tino melódico de aquella obra maestra y también con un punto de diversidad mayor. Es interesante por tanto lo que The smile continúan haciendo, mirando siempre hacia adelante y con la valentía/grandeza de quien responde únicamente a estándares propios. Para bien y para mal, no realizan concesiones frente a la nostalgia. 

¿Canciones? 'Foreign spies' y 'Don't get me started' .

7/10
Muy bueno.


martes, 5 de noviembre de 2024

Godspeed You! Black Emperor: No Title As Of 13 February 2024 28,340 Dead (2024)

 "El disco protesta del año..."

"Sin título al 13 de febrero de 2024, 28340 muertos" es una referencia a los palestinos fallecidos en Gaza para aquella fecha a manos del Gobierno de Israel. Lo cual mirado a distancia puede leerse como un cruel presagio, considerando que a la hora de publicación del álbum las víctimas superaban las cuarenta mil...

La sola cifra resulta escalofriante.

De entrada por tanto, los siempre fascinantes y únicos Goodspeed you! Black emperor anticipan un álbum que pretende removernos y al mismo tiempo detenernos, sacarnos como suelen intentar de la vorágine diaria e invitarnos a la inmersión sonora y temática. Contrario eso si a lo que el título habría anticipado, la banda no va directamente al choque con su música, no nos entregan un disco lleno de ira ni tampoco exageradamente dramático si no más bien un continuo de casi una hora que recurre a la construcción de tensión como elemento principal, matizado esto con cierto tono marcial propio del concepto que la banda ha querido expresar. 

En ese camino, hay tres piezas claves en el trabajo, cada una rondando los trece minutos de duración. 'Baby in a thundercloud' es quizás la más tétrica de todas (también la mejor lograda), abriendo con atmósferas que emulan instrumentalmente el andar del viento, yendo desde cero para luego ir ganando intensidad, metiéndose en un ir y venir que se verá interrumpido por una especie de marcha militar (hacia el minuto once). La declaración de intenciones aquí es evidente y conecta perfecto con el concepto. Algo muy similar pretenden en 'Raindrops cast in lead' aunque en esta acelerando bastante más, acercándose al caos hacia su recta final e incorporando a medio tema la lectura de un poema en tono de protesta, mientras que en 'Pale spectator takes photographs' el tono inquietante lo desarrollan entre guitarras, violines y una batería siempre amenazante. Por cierto, lo que debe ser escuchar algo como esto en vivo. Benditos quienes tendrán el placer de vivirlo...

El resto del álbum serán introducciones o interludios (extensos todos claro, cinco a seis minutos cada uno), siendo la apertura con 'Sun is a hole sun is vapors' es la más triste de todas así como el cierre con 'Grey rubble - green shoots' la más intensa, armando un conjunto que como era de esperar resulta pesado y denso, un trabajo que oscila entre la calma y la tensión sonora pero que cumple su objetivo: sacudirnos del letargo. Ya solo por eso, merecen un sólido aplauso. Y es que estos tipos son muy grandes...

¿Canciones?  'Baby in a thundercloud', 'Raindrops cast in lead' y 'Grey rubble - green shoots'. 

8/10
Excelente.


sábado, 2 de noviembre de 2024

Coldplay: Moon Music (2024)

 "Lo esperado..."

El de Coldplay debe ser sin lugar a dudas el caso más dramático de involución artística ocurrido, al menos, durante lo que llevamos de Siglo XXI. Quien los viera y quien lo ve. Y lo más penoso de todo es que en más de algún momento el muerto lanzó algún espasmo. Ahí tuvimos Ghost stories (2014) o el fallido Everyday life (2019) como señales de que "aún algo quedaba por decir", esto en medio de una seguidilla de discos tan luminosos como vacíos. En ese camino, algo hay que darle a este Moon music: es menos malo que su antecesor. Ahora, siendo francos, tampoco es que la tenían tan complicada, Music of the spheres (2021) fue el peor disco en la carrera de la banda (y mira que no era tarea fácil hacer algo peor que A head full of dreams) por lo que encajando un par de canciones decentes ya superarían la vara. Así efectivamente ha sido por lo que nos han vuelto a entregar un disco cómodo, simplón y que en su lista conjuga cosas excesivamente adornadas con otras que apuestan por lo básico. Todo esto eso si con un factor común: una evidente falta de inspiración (tampoco es que pareciese interesarles).

El disco es, por tanto, una carbonada de ingredientes. Encontraremos acá canciones como 'Moon music' o una de un emoji de arco iris (si, que a Coldplay le interesa conectar con niños por lo que titulan sus canciones con emojis) donde se lanzan en la búsqueda de atmósferas bonitas e incluso etéreas, en 'Jupiter' apuntarán a la "canción cercana" entre coros de mujeres (en la línea de lo que intentaron años atrás en Everyday life), en 'All my love' nos entregan la típica balada a piano (cuyo coro recuerda la melodía de 'True love', esa joyita del Ghost stories), la canción pacifista llegará en el cierre mediante 'One world' (una que desde lo musical dice NADA), mientras que en el resto irá directo al pop, ahí donde mejor funciona el asunto es cuando marcan el bajo y nos invitan a bailar, ocurre en 'Good feelings' o 'Aeterna', que están bastante bien dentro de todo (¡ojalá el disco hubiese tenido más de esto!), a diferencia de 'Feels like Im falling in love' , 'We pray' o 'Iam', que son las típicas búsquedas descaradas de Coldplay por singles de click rápido, lo cual les acerca a lo realizado en Music of the spheres y por ende, al más completo vacío. 

Moon music de Coldplay es otro mal álbum que la banda suma a su lista (y ya van...), otro disco que nadie recordará ni mencionará dentro de diez años. Ahora, tampoco digamos que sorprende. Lo extraño más bien sería que sacaran algo relevante. Sabemos eso si que les da lo mismo, mientras haya confeti y cotillón...

¿Canciones? 'Good feelings' y 'Aeterna'.

4/10
Malo.