jueves, 9 de septiembre de 2021

Iron Maiden: Senjutsu (2021)

 "Tedioso ejercicio de soberbia..."

Hay que distinguir. Una cosa es el respeto (fanatismo, cariño incluso) que alguien pueda profesarle a una banda y otra muy distinta es el no ser capaz de admitir lo evidente. Esto a propósito de lo nuevo de Iron Maiden, quienes ya habían patinado groseramente en The book of souls (2015) y seis años más tarde, aunque parezca mentira, vuelven a cometer el mismo error. Porque uno podrá tener reparos respecto a los álbumes que la banda editó junto a Blaze Bayley entre 1995 y 1998, los posteriores Dance of death (2003) y The final frontier (2010), o reconocer que A matter of life and death (2006) fue excesivamente barroco, sin embargo, todos esos discos algo tenían que permitía defenderlos, y de Brave new world (2000) ni hablar, que sin estar cerca de ser una obra maestra ha acabado por representar el último gran disco de los ingleses. 

El caso es que en 2015 llegaron a un punto muerto con un trabajo ambicioso pero tedioso y agotador, un disco innecesariamente largo en lo individual y que, digámoslo, no dejó buen recuerdo. Uno habría esperado por tanto el que habiendo transcurrido casi siete años desde aquel disco, Steve Harris hubiese sido capaz de escuchar al ambiente, pero no, lejos de aquello Senjutsu tropieza con la misma piedra una y otra vez, un conjunto que se alarga hasta más no poder, ochenta y un minutos de piezas que pretenden conjugar peso, épica y complejidad pero no hacen sino saber a plato re cocido. Para muestra un botón: 'Senjutsu' (la canción) y sus ocho minutos con que el disco abre. Nicko McBrian entra redoblando, Bruce Dickinson relata, el bajo de Steve Harris se oye (era que no) siempre (muy) presente y las guitarras acompañan correctamente, todo marcha relativamente bien hasta el segundo coro (3:30) donde la canción decide detenerse y alargar el asunto mediante una secuencia melódica que se repite y se repite para tras casi tres minutos (!!!) retomar el coro y dar dos vueltas más, meter otro solo (7:25) y así, artificialmente hacer lucir progresivo algo que es únicamente tedio

El problema, y hay que decirlo con todas sus letras, es Steve Harris. Un grande en la historia del heavy metal, que duda cabe, pero que al mando de Iron Maiden ha insistido no soltar el timón lastrando evidentemente el nivel la banda. Por esto, cuando su nombre está a cargo de la composición (siete de las diez canciones son suyas) el disco en general se cae, ocurre en la obvia cabalgata de 'Stratego' (el típico tema ganchero de la banda) o en 'Lost in a lost world', una pieza que a los cinco minutos ya te tiene mirando el reloj constatando que aún le faltan cuatro. De hecho, en la primera mitad del disco, la única que resulta atractiva es 'The writing on the wall', a cargo de Bruce Dickinson + Adrian Smith, quienes no se complican y durante seis minutos hacen lo que saben hacer: construir épica en una canción sencilla en su estructura (estrofa/coro + estrofa/coro + solos/coro) pero con suficientes matices melódicos como para generar gancho en el auditor. En palabras simples: funciona.

Tras otra que pretende ser corta pero efectiva 'Days of future past' (que convence más que 'Stratego', además de acelerar de buena forma hacia su cierre), la Cara B del álbum abre con 'The time machine', que no está nada mal pero a mi no me la cuelan, que la pausa que Harris compone en el 4:30 es la misma que quince años atrás realizaron en 'The longest day' (4:48 por favor) así como la marcha del 5:32 es la de 'Sign of the cross' (9:20) o de tantas otras en realidad, en un acto de auto plagio que volverá a ser (¡demasiado!) evidente en los diez minutos de 'Death of the celts', que no es otra cosa que una versión remozada de 'The clansman' (lo del 1:14 acelerando la guitarra acústica + bajo llega a causar gracia, faltó el "¡freeeeedom!" más adelante y el cóctel era completo). Antes de esta, sonará 'Darkest hour', donde la dupla Dickinson/Smith insiste en la tecla de 'The writing on the wall' aunque con menores resultados y el cierre del álbum llegará con 'The parchment' (que hacia el final es 'Afraid to shoot strangers', en otro auto plagio) + 'Hell on earth'. 

Y acá me quiero detener, que esta última debe ser lo más contundente y mejor logrado en todo el trabajo, el tema es un "himno de aquellos", dueño de una estructura fantástica, llena de momentos intensos en donde todo funciona de maravillas. El problema es que esta suena cuando el disco nos tiene absolutamente agotados en su ir y venir, por lo que la reflexión cae de cajón ¿No habría sido mejor el publicar un álbum de cinco a seis canciones y cuarenta minutos de duración en lugar de este dinosaurio marcado por el exceso? Me parece se habría entendido y disfrutado de mejor forma.

Tan solo las tres últimas de Senjutsu se comen treinta y tantos minutos (compuestas y escritas todas por Steve Harris en solitario), en un ejercicio de soberbia dispuesto a agotar la paciencia de cualquiera y donde el bajista insiste en hacer pasar a Iron Maiden por una banda de metal progresivo (algo que viene intentando desde The X factor a la fecha). Alguien debería explicarle que el extender canciones más allá de lo necesario no vuelve necesariamente más interesante ni compleja la música, solo la vuelve aburrida, mecánica y predecible. En Senjutsu, sin embargo, hay material de alto nivel, el problema es que hay que tener demasiada paciencia para encontrarlo.

¿Canciones? 'The writing on the wall' y 'The time machine'.

6,5 /10
Cumple y algo más...


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